La revolución demográfica en Inglaterra entre 1700-1850 triplicó la población debido a una mayor natalidad y menor mortalidad. Esto aumentó la demanda de productos y la necesidad de más producción. Además, la revolución agrícola desplazó trabajadores al campo a las ciudades donde formaron la mano de obra para las fábricas. Ambas revoluciones contribuyeron al crecimiento de las ciudades y la industrialización en Inglaterra.