Una hermosa chica de Santander iba a la playa del Sardinero todos los días porque creía que el mar le hablaba y los peces eran sus amigos. Su deseo de vivir en el agua era tan grande que una noche de luna llena fue envuelta por una luz brillante que la convirtió en una preciosa sirena. Aún hoy se dice que se pueden oír sus cantos guiando a los pescadores hacia el puerto de Santander durante las noches de luna llena.