Tras la muerte de Lenin en 1924, Stalin maniobró políticamente para imponerse como sucesor a pesar de que el testamento de Lenin recomendaba alejarlo del poder. Stalin se alió con Zinoviev y Kámenev para luego eliminar a sus rivales como Trotsky, y consolidó su control sobre el Partido Comunista y la Unión Soviética, estableciendo su gobierno autoritario.