El documento plantea preguntas sobre dónde están las manos de Dios ante situaciones de sufrimiento e injusticia en el mundo. Luego, narra un diálogo en el que Dios responde que las manos de Dios somos nosotros, y que debemos usar nuestras manos para dar amor y ser instrumentos de justicia. Finalmente, reconoce que no ha usado sus manos como debería y pide perdón a Dios.