1. MAESTRIA EN FINANZAS
CURSO: OPERAC. FINANCIERAS INTERNACIONALES
DOCENTE: MG. CESAR SALINAS
ESTUDIANTE: LEON CAPCHA, JOSE ROMULO
TEMA: RESUMEN Y COMENTARIOS
2018 I
2. MAG. CÉSAR ALBERTO SALINAS CASTAÑEDA OPERACIONES FINANCIERASINTERNACIONALES
Dando tumbos hacia una guerra comercial
El problema entre EE UU y China no es el que Trump cree que es, y lo está
empeorando con sus acciones
Resumen:
La mayoría del déficit comercial de EE UU con China es, indirectamente, con otros
países, que fabrican componentes que se ensamblan en el país asiático.
"Las guerras comerciales sonbuenas y fáciles de ganar". Eso declaraba Donald Trump hace unas
semanas, tras anunciar la imposición de aranceles al acero y el aluminio.
En cierto modo, es raro. Después de todo, está claro que el comercio es un tema que
verdaderamente apasiona a Trump. Quería una rebaja fiscal, pero más para obtener una "victoria"
que porque le importasen sus consecuencias. Pero reducir el déficit comercial es desde hace
mucho tiempo una obsesión de Trump, de modo que sería de esperar que aprendiese algo acerca
de cómo funciona el comercio mundial, o al menos que se rodease de gente entendida en la
materia.
Pero no lo ha hecho. Y lo que él no sabe puede perjudicarles y les perjudicará.
En el caso del acero, esto es lo que ha pasado: primero llegó el pomposo anuncio de los grandes
aranceles, supuestamente en nombre de la seguridad nacional, lo que enfureció a los aliados de
Estados Unidos, que son la principal fuente de nuestras importaciones de acero. Después vino lo
que parece una rectificación: el Gobierno ha eximido de dichos aranceles a Canadá, México, la
Unión Europea y otros.
Y ahora viene el Síndrome de China. El jueves, el Gobierno anunciaba que impondría un
gravamen a diversas mercancías chinas, y que los detalles se especificarán más adelante. ¿Y qué
pasará ahora?
Seamos claros: en lo que se refiere al orden económico mundial, China es, efectivamente, un mal
ciudadano. En concreto, trata de manera irresponsable la propiedad intelectual, apropiándose de
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hecho de tecnologías e ideas desarrolladas en otros lugares. También subvenciona algunos
sectores, entre ellos el acero, contribuyendo a un exceso de capacidad mundial.
Pero aunque su camarilla menciona estas cuestiones, Trump parece obsesionado con el déficit
comercial de Estados Unidos con China, y sigue diciendo que asciende a 500.000 millones de
dólares. (En realidad son 375.000 millones, pero ¿quién lleva la cuenta?)
Buena parte de ese gran déficit es un espejismo estadístico. Hay gente que llama a China el Gran
Ensamblador: muchas de las exportaciones chinas están compuestas de hecho por piezas
producidas en otras partes, sobre todo en Corea del Sur y Japón. El ejemplo clásico es el iPhone,
que está "fabricado en China", pero en el que el trabajo y el capital chinos representan solo un
pequeño porcentaje del precio final.
Se trata de un ejemplo extremo, pero forma parte de un patrón más amplio: buena parte del
aparente déficit comercial de Estados Unidos con China —probablemente casi la mitad— es en
realidad un déficit con los países que venden componentes a la industria china (y con los que
China mantiene déficits). Esto a su vez tiene dos implicaciones: Estados Unidos tiene mucha
menos palanca comercialsobre China de loque Trump imagina, yla guerra comercialcon "China"
enfadará a grupos de países más amplios, algunos de los cuales son estrechos aliados.
Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que Estados Unidos registraba un desempleo elevado y
China, al mantener su moneda infravalorada y grandes superávits comerciales, empeoraba aún
más ese problema de desempleo. Y por aquel entonces se pedía que Estados Unidos actuase con
firmeza en dicha cuestión.
Peroeso era entonces. Los excedentes comerciales chinos han bajado considerablemente; por otra
parte, Estados Unidos ya no tiene un desempleo elevado.
Y aquí está el problema: al avanzar dando tumbos hacia una guerra comercial, Trump debilita
nuestra capacidad para hacer algo respecto a los verdaderos problemas. Si queremos presionar a
China para que respete la propiedad intelectual, es necesario reunir una coalición de naciones
perjudicadas por los fraudes chinos, es decir, otros países avanzados, como Japón, Corea del Sur
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y los países europeos. Pero Trump se está ganando sistemáticamente la enemistad de esos países,
con cosas como el arancel intermitente al acero y su amenaza de tasar mercancías que, aunque se
monten en China, se producen principalmente en otros países.
En definitiva, la política comercial de Trump se está convirtiendo rápidamente en una clase
práctica sobre los costes de la ignorancia. Al negarse a hacer su trabajo, el equipo de Trump está
perdiendo amigos, y además no consigue influir en la gente.
Lo cierto es que las guerras comerciales son malas, y que casi todos acaban perdiendo
económicamente. Si alguien "gana", serán los países que consigan influencia geopolítica gracias
a que Estados Unidos está echando a perder su reputación.
Comentario:
El presidente Donald Trump anunció este jueves que la próxima semana instaurará un nuevo
arancel global del 25% al acero y del 10% al aluminio que importa de China, Alemania, Canadá
o México entre otros países. Lo hará invocando la seguridad nacional y para revitalizar su
industria.
EE UU produce el 70% del acero que consume y solo el 3% es de uso militar, de acuerdo con los
datos del American Iron and Steel Institute. El Cato Institute señala que la industria da empleo a
una proporción muy marginal cuando se compara con las empresas que lo consumen, que superan
los 6,5 millones.
La Unión Europa advirtió por su parte que adoptaría medidas de represalia si se daba este paso.
De hecho, el temor de los economistas del Council on Foreing Relations es que este tipo de
aranceles acaben detonando litigios comerciales que dañen más a las empresas que protegerlas.
Que el presidente invoque la seguridad nacional como argumento para alzar más el muro
proteccionista no le libra de la Organización Mundial de Comercio puede considerar la medida
ilegal.
La intención de estas disposiciones no era dar a un presidente poder para trastocar décadas de
política comercial estadounidense o embarcarse en venganzas personales.
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En lo que al comercio se refiere, Estados Unidos no es una superpotencia tan importante; China
es también un actor enorme, y la Unión Europea es aún más grande. Responderán del mismo
modo, atacando sectores estadounidenses vulnerables como la aeronáutica y la agricultura.
La economía mundial de hoy en día se construye en torno a "cadenas de valor" que cruzan
fronteras: un coche o un teléfonomóvil contienen componentes que se fabrican en muchos países,
y que después se montan o modifican en muchos más. Una guerra comercial provocaría un
drástico acortamiento de dichas cadenas, y muchas fábricas estadounidenses acabarían siendo las
grandes perdedoras, como ocurrió en el pasado, cuando se disparó el comercio mundial.
Estados Unidos trata de evitar detonar una guerra comercial con la Unión Europea, aunque sigue
pensando que el déficit comercial con su gran socioeconómico le crea un gran problema. Con ese
propósito decide suspender la aplicación del arancel a las importaciones europeas de acero y
aluminio hasta encontrar una solución definitiva.
La Casa Blanca pretende que Europa haga frente común con Estados Unidos en contra de China.
Se trata de una exención temporal y con condiciones: se especula con la posibilidad de que
Washington exija límites voluntarios a la exportación de acero y aluminio europeo, reclame un
endurecimiento de las relaciones entre Europa y el gigante asiático, y que los socios de la UE
eleven el gasto público en defensa en línea con los objetivos de la OTAN (un 2% del PIB anual,
cifra que está muy lejos del gasto actual).
En 2008 el gigante electrónico estadounidense ganó otro juicio por violación de marca registrada
a la compañía china New Apple Concept Digital Technology, cuyo logotipo era también una
manzana mordida, pero en ese caso encapsulada en el interior de un escudo alado.
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Menuda guerra comercial más tonta
Trump parte de criterios erróneos para meterse enuna refriega enla que tiene mucho
que perder
Resumen:
Así que ha empezado la guerra comercial. Y menuda guerra comercial más estúpida.
La justificaciónoficial –y legal– para los aranceles al acero y el aluminio es la seguridad nacional.
Salta a la vista que estamos ante una lógica fraudulenta, ya que las principales víctimas directas
sonpaíses aliados y democráticos. Perono creoque Trump y compañía tengan problema en mentir
en relación con la política económica, puesto que es lo que hacen con todo. Si el resultado de sus
medidas es un aumento del empleo del que Trump pueda ufanarse, pensarán que ha sido juego
limpio. ¿Pero lo será?
¿Por qué? La Reserva Federal está aumentando gradualmente los tipos de interés porque cree que
se ha alcanzado más o menos el pleno empleo. Incluso si los aranceles fuesen expansionistas, eso
no haría más que llevar a la Reserva a aumentar los tipos más deprisa, lo que a su vez eliminaría
puestos de trabajo en otros sectores: la subida de los tipos perjudicaría a la construcción, el dólar
se fortalecería y esto haría las manufacturas estadounidenses menos competitivas, etcétera.
Pero me parece que en este caso la macroeconomía, aunque yo creo que tiene razón, dificulta un
debate útil. Queremos saber si la guerra comercial de Trump va a ser directamente expansionista
o contraccionista, es decir, si, manteniendo la política monetaria constante, se aumentarán o se
reducirán los puestos de trabajo. Y la respuesta, casi con seguridad, es que esta guerra comercial
no creará empleo, sino que lo destruirá, por dos razones.
En primer lugar, Trump está aplicando aranceles a mercancías intermedias, es decir, mercancías
utilizadas como materiales para producir otras cosas, algunas de las cuales tienen a su vez que
competir en los mercados mundiales. Claramente, la fabricación de coches y otros productos de
consumo duraderos se encarecerá, lo que significa que venderemos menos; y cualquier aumento
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de empleo que se logre en los metales primarios se verá contrarrestada por la pérdida en otros
sectores alo largo de la cadena. Jugando con las cifras, parece muy probable que hasta este efecto
directo sea netamente negativo para el empleo.
En segundo lugar, otros países tomarán represalias contra las exportaciones estadounidenses, lo
que costará puestos de trabajos en todos los sectores, desde las motocicletas hasta las salchichas.
En el caso de Trump, pienso que se trata de un delirio diferente: él imagina que porque
mantenemos déficits comerciales e importamos más de otros países de lo que ellos nos compran
a nosotros, tenemos poco que perder, y que el resto del mundo se someterá pronto a su voluntad.
Pero se equivoca al menos por cuatro razones.
Primero, porque, aunque exportamos menos de lo que importamos, seguimos exportando mucho;
una represalia comercial ojo por ojo perjudicará enormemente a los trabajadores estadounidenses.
Segundo, el comercio moderno es complicado; no es solo que los países se vendan unos a otras
mercancías elaboradas, sino que es una cuestión de complejas cadenas de valor, que la guerra
comercial de Trump interrumpirá.
Tercero, si la espiral aumenta, una guerra comercial hará subir los precios al consumo. En un
momento en el que Trump intenta desesperadamente convencer a las familias de a pie de que han
salido ganando con esta rebaja de impuestos, no haría falta mucho para que se fueran a pique las
diminutas mejoras que hubieran recibido.
Por último –y me parece que esto es verdaderamente importante– estamos hablando de países
reales, principalmente democracias. Los países reales hacen política real; tienen orgullo, y a sus
electorados no les gusta nada Trump. Esto significa que aunque sus dirigentes pudiesen querer
hacer concesiones, los votantes probablemente no se lo permitirían.
Pensemos en el caso de Canadá, un vecino pequeño, de buenos modales, que podría salir muy
perjudicado de una guerra comercial con su vecino gigante. Se podría pensar que esto intimidaría
mucho más a los canadienses que a la UE, que es una superpotencia económica en igual medida
que nosotros. Pero aunque el Gobierno de Justin Trudeau se sintiera inclinado a ceder (hasta el
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momento, altos cargos como Chrystia Freeland parecen más enfadados que nunca), se enfrentaría
a una fuerte reacción de los votantes canadienses contra todo aquello que pareciese una rendición
ante el maligno matón de al lado.
De modo que meternos en este conflicto económico sería una verdadera idiotez. Y es probable
que la situación en esta guerra comercial no evolucione necesariamente a favor de Trump.
Comentario:
Donald Trump ha decidido finalmente lanzar la guerra comercial contra sus grandes aliados, la
Unión Europea, México y Canadá, al activar unos aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%)
que había anunciado en marzo pero dejado en suspenso con el fin de abrir una negociación.
Estados Unidos, el país más ricodel mundo, importa de otrospaíses mucho más de lo que exporta
y ese desequilibrio, el déficit comercial, obsesiona a Trump desde que comenzó su carrera a la
Casa Blanca. Lo señala como gran mal del sector industrial estadounidense y, por tanto, origen
de todos los males de la clase media.
La contienda comercial con Estados Unidos también ha tensado, antes incluso de arrancar, las
relaciones en el seno de la UE. Alemania, principal perjudicada por las medidas que encarecen
las importaciones europeas, insistió con fuerza en ofrecer a Washington incentivos comerciales
para evitar el conflicto. En el extremo opuesto, Francia argumentaba que no debía articularse
ninguna propuesta bajo la amenaza de Trump. Como punto intermedio, los jefes de Estado y de
Gobierno esbozaron un plan para mejorar los intercambios entre ambos bloques, con el señuelo
de facilitar el acceso a Europa de los automóviles estadounidenses y de incrementar las compras
del gas natural licuado que produce Estados Unidos.
La recopilación de todas sus mentiras, efectuada con paciencia de amanuense por The New York
Times, ilustra el vértigo en que ha entrado la presidencia. Trump somete a los suyos (y al país) a
una presión constante y desenfrenada. Suelta la bomba y obliga a su gabinete a recomponer los
destrozos.
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El 60% de la población estadounidense considera que no es honesto, las falsedades se acumulan
por decenas, sus tuits forman una cascada de tropiezos única enla historiapresidencial, pero nunca
ha rectificado. Se negó a ello tras acusar falsamente a Obama de haberle espiado y tampoco dio
el paso cuando, para justificar su rebaja fiscal a los más ricos, sostuvo que EE UU es el país con
mayores impuestos del mundo.
La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha decidido mantener los tipos de interés entre el
1,5% y el 1,75%, aunque con la intención más que probable de subirlos en junio. El banco central
de Estados Unidos certifica que su economíase expande consolidez, que el mercado laboral sigue
mejorando pese a estar en una situación que se considera de pleno empleo y que la inflación se
acerca al objetivo de estabilidad de precios aunque de forma contenida.
Canadá contraataca a los aranceles sobre el acero y el aluminio fijados por la Administración
Trump. Tras las reacciones de México y la Unión Europea al controvertido anuncio de
Washington, el Gobierno de Justin Trudeau ha fijado este jueves gravámenes sobre productos
estadounidenses por un valor total de 16.600millones de dólares canadienses (12.800millones de
dólares estadounidenses), el equivalente al impacto del arancel sobre el país norteamericano.
"Seamos claros", ha disparado Trudeau acompañado por su canciller, Chrystia Freeland. "Estos
aranceles son inaceptables.