El documento relata la leyenda de Cantuña, un indígena constructor famoso que aceptó un pacto con el diablo para terminar rápidamente la construcción de un atrio para una iglesia. Sin embargo, Cantuña engañó al diablo escondiendo la última piedra para no cumplir el plazo establecido y así salvar su alma.
Hansel y Gretel es otra de las maravillosas historias que recopilaron los Hermanos Grimm, inmortalizada en diferentes adaptaciones teatrales y musicales.
Hansel y Gretel es otra de las maravillosas historias que recopilaron los Hermanos Grimm, inmortalizada en diferentes adaptaciones teatrales y musicales.
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
Leyendas
1. Cantuña
Cuenta una leyenda que Cantuña un indígena constructor famoso y
descendiente directo del gran guerrero Rumiñahui.
Los padres franciscanos le encargan la gran tarea construir un atrio para
una iglesia en Quito conocida como iglesia de San Francisco, la paga era
considerable, pero tenía que cumplir en plazo de seis meses, caso contrario
no le pagarían nada.
Cantuña al ver que el plazo llegaba a su fin, y la obra no estaba concluida
porque el trabajo no era nada fácil le invadió su desesperación, y su
sufrimiento llegó a oídos del Diablo.
El demonio se presentó ofreciendo realizar un pacto con las siguientes
condiciones Cantuña le entregaría su alma como pago. Cantuña aceptó, y
miles de pequeños diablillos empezaron a trabajar en cuanto la obscuridad
cayó en la ciudad.
De pronto Cantuña se dió cuenta de la rapidez con que trabajaban y que su
alma estaría destinada a sufrir castigos por toda la eternidad, así que
decidió engañar al demonio.
Cantuña tomó la última piedra de la construcción y la escondió, cuando
el Diablo creyó que había terminado la obra en el plazo establecido se
acercó a Cantuña para tomar su alma pero Cantuña le dijo ¡El trato ha sido
incumplido.
Lucifer, asombrado, vio como un simple mortal lo había engañado. Así,
Cantuña salvó su alma y el diablo, sintiéndose burlado, se refugió en los
infiernos sin llevarse su paga.
2. Leyenda la Casa 1028
Cuenta la historia de Bella Aurora una joven hermosa, hija única que
junto a sus padres asistío a una corrida de toros a la Plaza de la
Independencia, ya que en aquellos tiempos era habitual que se realizaran
corridas allí.
Al iniciar el espectáculo, salió un toro negro, muy grande y robusto. Como
es normal, el toro dio una vuelta reconociendo la arena. Y luego de mirar a
su alrededor, se acercó lentamente y de manera muy extraña hacia
donde Bella Aurora estaba y la observó fijamente.
La joven se atemorizó tanto por la actitud y la mirada del toro que cayó al
suelo, desmayada. Sus padres la socorrieron inmediatamente, salieron
de allí con la jóven en brazos hasta su casa, la casa 1028, donde
intentaron curarla del espanto.
Mientras tanto, el toro que permanecía en la Plaza al no encontraba a la
joven, salío corriendo enfurecido, saltando la barrera protectora,
dirigiéndose hacia la casa 1028, y al llegar al lugar derribó la puerta de la
entrada asustando a los criados, subió hasta la habitación donde estaba
Bella Aurora, que yacía en su cama. Al verlo ella intentó huír pero no tuvo
fuerzas. El toro la embistió y la mató con dureza. Al oír que alguien se
acercaba el toro se esfumó.
Nada se pudo hacer por Bella Aurora, la encotraron bañada en
sangre, falleció eso misma tarde. Los padres devastados enterraron a su
hija y poco después se marcharon de la ciudad
Nunca se supo ni de dónde surgió este toro, ni el por qué de la ofensiva
contra la joven. Jamás lo encontraron.
3. Historia del Padre Almeida
Mucho se ha hablado de la leyenda del padre Almeida, pero poco o casi
nada se sabe de quién fue verdaderamente este sacerdote franciscano.
Se dice que el padre Almeida, según explica el historiador y padre John
Castro, del monasterio de San Diego, lugar donde vivió y realizó sus
famosas correrías el sacerdote, fue una persona de ‘vida alegre’ dedicada a
los mundanos placeres y a la bebida, pero su biografía muestra otra
realidad muy diferente.
“Don Manuel de Almeida ingresó en el convento a los 17 años de edad,
cuando era un novicio, renunciando a todos sus bienes materiales, que se
los cedió a su madre y a sus hermanas. Igualmente, abandonó la vida de la
ciudad, ya que el monasterio estaba en las afueras. En su biografía se
puede conocer que desempeñó los cargos de definidor, guardián, mesero
de novicios, secretario de provincia llegando a ser visitador general, todos
estos de gran importancia. Estos cargos son del todo incompatibles con la
vida que se le otorga”, comenta el padre Castro.
Toque de queda
Según cuenta el padre Castro, en la primera mitad del siglo XVII, época en
la que vivió el padre Almeida, se anunciaba el toque de queda para evitar
problemas con la sociedad local, así que “no había vida nocturna”.
Es posible que algún ciudadano viera a Almeida a deshoras volviendo al
monasterio y que eso ayudara a construir la leyenda. Pero esto también
tiene su explicación: “Mucha gente no lo sabe, pero los alrededores
del Convento de San Diego eran una zona plagada de árboles frutales. Allí
los hermanos franciscanos tenían unas pequeñas construcciones de
madera donde iban a orar y a realizar penitencia. Por eso es posible que
algunos ciudadanos lo vieran retornar por la noche al convento. Venía de
orar”, añade el padre Castro.
Además estaba la figura del Ángel. Los padres franciscanos de la época
vivían en un semiretiro y, cuando salían del monasterio, “siempre lo hacían
acompañados de otro hermano, llamado ‘El Ángel’, que estaba allí para
evitar la llamada de la tentación.
4. Historia la capa del estudiante
Esta leyenda da inicio cuando unos estudiantes se preparaban para presentar
los últimos exámenes del año escolar. Uno de ellos, cuyo nombre de acuerdo
con los entendidos era Juan, tenía otros pensamientos en su mente, ya que se
encontraba sumamente preocupado por las viejas botas que utilizaba y que no
tenía dinero suficiente como para comprarse un par nuevo.
Él era un muchacho vanidoso y le gustaba siempre presentarse a sus
exámenes perfectamente bien vestido. Por lo tanto, te imaginarás que no podía
ir a la prueba con ese calzado. Sus amigos le aconsejaron que empeñara
su capa y que con ese dinero podría adquirir unas botas nuevas.
A Juan no le gustó la idea y después de hablar por varios minutos más con sus
compañeros, éstos decidieron prestarle el dinero con una condición:
Tenía la obligación de ir al camposanto de “El Tejar” y buscar la tumba de una
mujer que hacía unos días se había quitado la vida. Cuando la hubiese localizado,
lo siguiente que debía hacer era clavar un clavo sobre esa tumba.
Para quienes no lo sepan, aquella joven había sido en vida la novia de Juan. Sin
embargo, ella tomó la decisión de quitarse la vida, en el momento en el que
descubrió que su novio le había sido infiel.
El muchacho estaba indeciso, pues no quería “reabrir heridas de su pasado”. No
obstante, como necesitaba el dinero tomó la decisión de acudir a su macabra cita.
Saltó la reja del cementerio y rápidamente se dirigió hasta donde estaba la tumba
de la chica. De uno de sus bolsillos sacó el martillo y el clavo y comenzó a clavar.
En cada golpe que daba inconscientemente era como si le estuviera pidiendo
perdón a la joven, por el daño causado.
Cuando terminó, Juan quiso volver con sus amigos, pero algo lo detenía. A la
mañana siguiente, los muchachos al darse cuenta de que no regresaba,
decidieron entrar al panteón y ver qué había sucedido.
Luego de unos minutos llegaron a la tumba correcta y vieron como el cuerpo de
su amigo yacía sin vida al lado de la tumba. Lo más curioso es que la capa del
estudiante estaba completamente clavada en la tapa del ataúd.
La muerte de Juan fue sumamente extraña, pues nadie escuchó el más mínimo
ruido.
5. Leyenda el gallo de la catedral
Don Ramón Ayala y Sandoval era un sujeto que tenía mucho dinero y que
además le encantaba la vida nocturna.
Entre sus aficiones preferidas destacaba el tocar la guitarra y desde luego el
beber acompañado de sus amigos. Se decía que su corazón le pertenecía a
Mariana, una joven que vivía en las cercanías de su hacienda.
La rutina diaria de don Ramón no cambiaba en absoluto. Se levantaba a
las 6:00 de la mañana y después se disponía a desayunar. El almuerzo
consistía en un bistec asado acompañado de papas y huevos fritos. Todo
eso acompañado de una taza de humeante y espumoso chocolate.
Luego de saciar su apetito, se dirigía a la biblioteca, en donde disfrutaba
leyendo un rato. Posteriormente, regresaba a su habitación para tomar una
“merecida” siesta.
Después se levantaba de la cama para bañarse, pues debía estar listo para
salir por la tarde. Don Ramón paseaba por las calles, hasta llegar al local
de vino de Mariana (a quien apodaban la Chola).
Ya con unas copas encima,– ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la
tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas.
Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya
estaba coloradito.
Entonces, frente a la iglesia de la Catedral, gritaba:
– ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a
desafiar al gallo:
– ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba
las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
– ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
– ¡Ni siquiera tomaré agua!
– ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
– ¡Ni siquiera te nombraré!
– ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
– Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedió: los amigos de don Ramón le jugaron
6. una broma, para quitarle el vicio de las mistelas.el hacendado una noche se
topó con un gallo de pelea, al que retó a un duelo.