5. LIBRO DE MONTALVO
PREFACIO
Todo prólogo, de alguna manera, le dice al lector de qué trata la obra queva a leer; lo prepara,
digamos, dándole una idea por anticipado, de lo que encontrará.
Siendo mis versos, vivenciales por antonomasia, me resulta necesario en este prólogo dar como
referencia algunos antecedentes y datos que no se mencionan en los versos, para hacer entendible lo que
digo respecto de mi amigo Montalvo, y después, que juzgue el lector.
Durante años, movido siempre por inquietudes reivindicadoras, he participado en todo aquello
que, estando a mi alcance, pueda significar un cambio a favor de los pobres,
Era un niño aún, cuando empecé a verme involucrado en cuestionesde esta índole. Por los años
cuarentas, apenas estudiante de Grados Complementarios en la Normal Rural de Tenería, participé más
con mi simpatía y mi entusiasmo que con otra cosa, para que se fortaleciera la Federación de Estudiantes
Normalistas Campesinos Socialistas de México. Recuerdo a muchos compañeros como Arillo, el Mango,
el Venado, el Térore, Menchaca; al Huasteco, a Gordiano Justo Herrera, a Socorro Guevara, Avilés, la
Chisca, al Charro. El resultado para mí, fue que resulté acusado como agitador, en aquella escuela (tenía
13 años); ¡háganme favor!
Ya profesor, en los cincuentas, fui uno de tantos Othonistas que, luchando por justas demandas
magisteriales y por la democratización del SNTE, sufrimos la represión del gobierno, sobre todo al
desalojarnos del edificio de la SEP con lujo de fuerza policiaca y militar. Cito con mucho respeto, la
presencia en esa lucha de la maestra Ma. del Pilar Sardaneta y el nombre del entonces profesor de
banquillo Horacio Sarmiento Galván. De esa etapa saqué unos fajos de sable en la espalda y una sacudida
moral que definió mi convicción de trabajo y de lucha en favor de los marginados.
Ya en los sesentas, en el Tecnológico Regional de Zacatepec, promovimos algunos amigos y yo,
la creación de la delegación sindical, de la que fui el primer Secretario General. Entre otros, Pablo
Medellín, Pedro Gontes Hidalgo, J. Carmen Bravo Robles, Rodolfo Pérez - Parra, Samuel Núñez y Susana
Peralta.
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6. LIBRO DE MONTALVO
Habiendo chocado frontalmente con las autoridades del Tecnológico, y con la Dirección General
de Tecnológicos en México porque atropellaron los derechos laborales de uno de los compañeros que
fue cesado fuera de norma, enjuiciamos sindicalmente al director del plantel por conducta antisindicalista,
quien fue expulsado del SNTE aunque por el otro lado y en represalia yo fui dado de baja del Tecnológico
al que serví 10 años.
También en los sesentas, en la región cañera de M orelos, y después en todo el
Estado, participam os a fondo por la dem ocratización del SNTE; trabajam os por la
educación sindical de los m aestros y por su toma de conciencia. N uestra presencia
ideológica se hizo sentir en boletines, en periódicos, en asam bleas, en reuniones de
orientación, en conferencias, en discusiones, en brigadeos, en m ítines, en convenciones,
en congresos. Muchos maestros líderes estuvieron con nosotros en esa lucha, entre ellos J.
Santos Campos Méndez, Eudoxio Mora Torreblanca, Salomón Alarcón Encarnación, Pablo
Benítez, Guillermo Mañón, Alfredo Ortiz Aranda, José Sánchez Pérez, J. Carmen Bravo
Robles, Pablo Medellín, Pablo A ñorve,!etc. El resultado fue, la burla, una y otra vez, a la
voluntad de las mayorías por parte del CEN del SNTE y el de la Sección 19. La demagogia,
la m ediatización, la m anipulación, la m entira institucionalizada fueron entonces, como
siguen siendo ahora, el muro donde rebotaron y rebotan las legítim as aspiraciones
m agisteriales.
A ctivistas contra el «suprem o gobierno» por la m atanza de T latelolco, supimos
otra vez, aunque en este caso en la N orm al Superior de Puebla, lo que es correr
-impotentes- frente al trotar del ejército con sus rifles embrazados, llevando la bayoneta
calada. A prendí entonces que, la presencia m ilitar es el colmo de la prepotencia y el
autoritarism o gubernam ental. De quienes vivieron conm igo esos avatares recordaré
siempre a Guillermo Mañón y al Güero Montesinos.
Al principio de los setentas, quienes nos habíam os radicalizado com partiendo
ideales, nos incorporamos al trabajo revolucionario clandestino y constituimos una célula
que formaba parte de una organización nacional que nos brindaba asesoría desde México,
a través de «enlaces» como lo fueron Salvador, Orozco y «el A ntiojudo», con quienes
analizábamos y discutíam >s las tesis de Marx, Lenin, Mao, El Che, etc.. Los fines de semana
recibíam os inform ación especial sobre guerra de guerrillas y salíam os a entrenam iento
sobre manejo de armas y a establecer contacto con campesinos por los cerros del rumbo
7. LIBRO DE MONTALVO
de Huautla. De esa célula puedo mencionar ahora, ya no por sus alias, sino por sus nombres, entre otros
a Guillermo Mañón Cerrillo, Alfredo Ortiz Aranda, Francisco del Fabro Jiménez y a Ricardo Montalvo,
con quienes el grado de identificación personal era tal, que bien podíamos confiarnos unos a otros hasta
la vida. Como algo anecdótico de ese grupo, en esas andanzas, hoy también puedo contar por ejemplo,
cómo Del Fabro nos hizo reír después de realizar en el D.F, una expropiación revolucionaria, al expresar
nervioso y arrepentido «mejor me retiro y me dedico a mi profesión donde algún día podré llegar a ser
gerente de una empresa, porque si sigo aquí me van a matar o a encarcelar, y, si bien me va, seguiré
siempre pobre»... O cuando a Mañón lo comisionamos como nuestro emisario para ir a las montañas del
sur en busca de Lucio Cabañas, a quien pretendíamos unirnos, y regresar después de varios días con su
«batea de babas» de que no pudo encontrarlo, ni por equivocación... O de cómo nos pitorreábamos de
Montalvo, aspirante a guerrillero, al verlo caminar por el cerro con sandalias y con los pies todos
colorados de merthiolate...
Esa etapa terminó al quedarnos desconectados de la Organización Nacional que se desarticuló
víctima de sus propias medidas de seguridad extremas, donde, la verdad sea dicha, prácticamente nadie
sabía nada de nadie, y de nuestra célula nadie pudo con aquello que decía El Che de que «el primer deber
de un revolucionario es hacer la revolución».
Por los años setentas anduve fundando escuelas, trabajando gratis, ejerciendo el derecho mínimo
de todo profesor: El de servir voluntariamente a la educación de los hijos del pueblo. En Jojuda participé
con Eudoxio Mora, Pablo Benítez, Lupito Bahcna, Honorato Zarate, Rubén Román, etc. en la fundación
de la Escuela Secundaria para Trabajadores «Fco. Javier Mina», hasta hacerla federal.
En Tlaltizapán participé con el Lic. Emilio Chavarría Perdomo, quien fue el iniciador, y otros
maestros como J. Santos Campos Méndez, Nereo Altamirano, Guillermo Mañón, Adolfo Franco Vargas
y el Arq. Ricardo Zúñiga en la fundación de la Escuela Preparatoria incorporada a la UAEM (Universidad
Autónoma de Estado de Morelos).
En Zacatepec, al lado de Eudoxio Mora, participé en la fundación de la Escuela Secundaria
«Salvador Allende», junto con maestros que también trabajaron gratis hasta que logramos hacerla federal;
entre otros puedo citar a Flora Fuentes, Salomón Alarcón, M aría Teresa López, J. Santos Campos
Méndez, Guillermo Ayala, Víctor Manuel Cortés, Eliud Cerdán, Quintín Muñoz, Clemente Ulloa, Donato
Castro, Francisco Martínez. Cuando logramos hacerla federal nos
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8. LIBRO DE MONTALVO
retiramos (Mora y yo) dejándola provista de terreno y edificio propios. Los nuevos directivos lo primero
que hicieron fue cambiarle el nombre «subversivo» de «Salvador Allende» por el de «Enrique González
Aparicio».
Por esos años ya trabajaba en la Escuela Preparatoria de Jojutla, dependiente de
la UAEM, donde siendo yo el director, mi amigo M ontalvo me planteó el proyecto de
organizar discretam ente a los catedráticos de todas las escuelas de la universidad,
empezando por las prepas, para crear en aquel entonces el que sería -hasta donde sé- el
prim er sindicato legalm ente reconocido de maestros universitarios en este país.
Ricardo hizo un buen trabajo de gestoría y reclutamiento, aunque a la hora buena
se le rajaron los maestros de prácticamente todas las escuelas comprometidas, quedándose
solos los maestros de la Prepa de Jojutla, con Ricardo Montalvo a la cabeza.
Yo colaboré para esa causa con lo que pude, sobre todo con mi discreción y mi
sim patía com prom etida.
Cubiertos los requisitos se registró legalm ente al sindicato y cuando el Rector se
enteró, me citó a su despacho donde, montado en cólera, me increpó, me culpó de traición
a la universidad por haber permitido que se organizara el sindicato, por haberlo propiciado
y alentado en lugar de denunciarlo para que abortara. Discutim os acaloradam ente, pues
yo no soy precisam ente un dejado.
Allí empezó la guerra del rector contra mí y contra la Prepa de Jojutla, a través de
h Federación áe 'Estudiantes Universitarios, cuyos dirigentes por aquellos días eran
marionetas del rector. El ambiente de estudio, de trabajo y de respeto que se vivía en la
escuela se volvió caos.
Los maestros de la prepa -tomada por asalto por aquellos vándalos- dijeron que
preferían renunciar antes que perm itir un atropello contra la legalidad, y se declaró un
paro.
Los porros centraron el ataque contra mí formulando todo un pliego de acusaciones. Se
recurrió al H. Consejo Universitario, mismo que me eximió de toda culpa.
9. LIBRO DE MONTALVO
Cuando no obstante los acuerdos del H. Consejo Universitario se presionó a los maestros para
que regresaran a dar clases, y a mí se me presionó para que aceptara legitimar las arbitrariedades del
Rector, disfrazadas de movimiento estudiantil, me negué a presentarme en un acto en el que yo abdicaría
sumisamente y el designado por el Rector, tomaría posesión del cargo, pasando sobre lo legalmente
estatuido, como procedimiento para el caso. Los maestros se sometieron ante la amenaza de ser
substituidos en su trabajo por estudiantes de la UAEM, así que, ante la arbitrariedad de los métodos,
impuse mi propia anarquía, y, contra la voluntad del Rector le hice entrega en su despacho de los recursos
financieros de la escuela, obligándolo a firmarme de recibido, cobrándome «a lo chino» los meses de
sueldo que me correspondería cobrar como director hasta concluir el período para el que fui nombrado
por el propio rector y por acuerdo del H. Consejo Universitario, con el consenso de los alumnos, de lo
que tenía constancia oficial y por escrito.
Con ese pretexto el Rector me atacó en los «medios» difamatoriamente y, habiéndose hecho
personal el pleito, lo busqué hasta encontrarlo y le propiné una golpiza en su mismísima casa, incurriendo
en delito, y me fui «de malas».
El Gobernador del Estado, Rivera Crespo, y el Procurador Teodoro Lavín, me recibieron en
Casa de Gobierno y me felicitaron, pero de todos modos me fui del Estado porque porros y judiciales
pagados me andaban buscando.
Dejo aquí constancia de que sólo un compañero de entre quienes integraban el personal docente
de la prepa, cumplió su palabra empeñada, de renunciar antes que aceptar que se impusiera la ilegalidad
en los hechos que refiero; ese hombre fue el Dr. Alfonso Figueroa Dehesa merecedor de todo mi respeto.
Ya fuera de la ley me incorporé a la guerrilla urbana en el D. F. donde conocí a mexicanos que
le habían puesto como precio a su amor por México, el de su propia vida. Entre ellos subrayo el nombre
de David Jiménez Sarmineto, cuya lucha me pareció honesta, independientemente de su viabilidad y de
lo discutible del método.
Este último período lo menciono como desenlace del tema de estos versos, período que
concluyó cuando me acogí a la amnistía de López Portillo a fines de 1976; pero, volviendo al asunto de
Montalvo quiero decir para terminar que, en los días álgidos de la represión contra la prepa, contra los
maestros y contra mí, Montalvo no metió las manos en su calidad de líder sindical, ni de Consejero
Universitario, lo que me pareció extraño, por ser mi amigo que, por lo demás, no era de sorprenderme
lo ocurrido. Con
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10. LIBRO DE MONTALVO
codo y eso, lo que sí me dolió y originó este libro, fueron las declaraciones del propio Ricardo Montalvo
al expresar cuando yo dejé la prepa y el estado, que por mí culpa se había quedado sin sueldo todo el
personal, porque dejé vacías las arcas de la escuela condenándome casi como un vulgar ladrón, olvidándose
de que la idea del sindicato fue suya y de que yo como amigo la respaldé; olvidándose de que el
movimiento de los pseudoestudiantes surgió para eliminarme del seno de la universidad por haberme
puesto del lado de los catedráticos que él encabezaba; olvidándose de que el paro fue acuerdo unánime
de los maestros y de que yo simplemente cumplí con llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
Por lo dem ás, debo decir tam bién que no he hablado con Ricardo en muchos
años, y tengo la esperanza de que lo dicho por él haya sido producto de una
dcsinform ación o para «justificar» el sometim iento en el que r a y e r o n casi todos, lo que
aminoraría su pecado, sin borrarlo, porque creo que me conoce bien y sabe que puedo ser
todo, menos ladrón, ni traidor.
| De todas maneras mi afecto por él es mayor que su ofensa por mí, y hace mucho
que se la perdoné, aunque claro, «palo dado ni Dios lo quita» y lo que él dijo dicho está y
lo que yo digo en este libro también.
José S. Socorro Martínez A.
1993
11. LIBRO DE MONTALVO
Que se pierda Todo,
menos la dignidad.
MONTALVO
México, D.F., 1993.
i
LOSPORROS
Mandaron a los «porros»
y con ellos los gritos,
los atropellos,
los líos y los engorros;
las arbitrariedades,
el ataque insolente,
la agresión prepotente,
la ofensa sin recato,
la acusación hiriente...
12. II
EL SINDICATO
Y ¿cuál era el delito?
¿cuál el agravio?
Sin arrepentim iento
lo vuelvo a repetir
por necesario:
El haber propiciado
un sindicato
desde mi puesto de directivo,
haciendo alianza
-contra la usanza-
en bien de los maestros
com prom etidos
-los universitarios-
que eran «punta de lanza»...
y a quienes no pudieron reprim ir
ni disuadir
ante lo consumado:
¡El sindicato legalizado.!
14. LIBRO DE MONTALVO
IV
EL PARO
A nte la m ezquindad
brotó la dignidad
y sobrevino el «paro»,
la solidaridad...
«¡Que nos corran a todos!»
«¡O todos nos quedamos
o renunciamos todos!»
«¡De aquí nadie se m ueve!»
«¡D ejam os de ser parias!»
«¡En paro hasta que impere
la verdad
el respeto al derecho
y a la legalidad!»...
Palabras lapidarias
que de* todos surgieron;
que todos aplaudieron;
estrategia de honor
que todos asum ieron...
15. V
LAS CLAUDICACIONES
Siguieron, las presiones,
las am enazas,
las intim idaciones;
y luego los temores,
los esquiroles
y las claudicaciones...
16. VI
EL OPROBIO
Por conservar el sueldo,
por no perder la «chamba»
por simple conveniencia,
por lambisconería,
por todo lo sabido,
algunos se callaron,
otros se amedrentaron
y lo que siempre pasa:
La razón la escondieron;
siguió la gritería,
la noticia amañada
el oprobio a la izquierda...
17. VII
SAÑ A
A l invocado
y Honorable Consejo
-el universitario-
lo rebasaron;
a mi me secuestraron,
me golpearon con saña
para que renunciara,
sin lograrlo.
LIBRO DE MONTALVO
18. V II!
LA M A FIA
Por si no se recuerda,
a la justicia
-vendada de por sí-
la embozalaron...
Quedó como por arte
de negra magia,
sólo el hedor a mierda
de la mafia...
19. IX
PERRO DE RABIA
Excepto un catedrático,
-el del honor-
ios demás «se rajaron»...
Mi cargo y posición
simplemente
los negociaron,
y así las circunstancias
me convirtieron
en un «perro de rabia»
queriéndome aplastar
por rebelde,
por terco,
por apostar
a la malicia
del chaparro Montalvo
-que ya era Secretario General
y Consejero Universitario-
20. X
N UDO GO RD IAN O
Aunque m ucho me apena
-y aunque mucho lo siento-
debo decir de mi amigo Ricardo
que «no le entró»...
Sus cargos, no contaron;
¿se som etió?
¿o no se decidió?
¡o no pudo asestar
el tajo que hacia falta
en el nudo gordiano!.; .
21. LIBRO DE MONTALVO
XI
EL NOVICIADO
En su momento
él tuvo mi respaldo
muy «a tras mano»
-por obviedades-
como mi hermano;
y a la hora de la hora
en el Consejo Universitario
-que por cierto estuvo de mi lado
con verbo temerario-
él no se apareció,
menos habló...
¿Sería su noviciado?
22. XII
RADICALISMO
Aunque también
-hay que decirlo-
me cargaron la mano
por mi radicalismo,
por mandarlos al diablo
-que era lo mismo-
y sobre todo
-cuando de plano
no hubo otra opción,-
por hacerme justicia
con propia mano...
23. XIII
PUNDONOR
De corazón lo digo:
la lealtad ante todo
menos ante el honor...
Sostengo
que un amigo
siempre es mejor
que un simple socio
y por ese tenor-
sostengo
que toda convicción
siempre es cuestión
de pundonor,
no de negocio...
24. XIV
EL PELLEJO
Al final de todo esto
si debo ser honesto,
a falta de ser práctico
perdí el trabajo
por ser anárquico,
pero además, maltrecho,
ya con la lumbre hasta los aparejos
dejé mi casa,
mi tierra
y mi familia,
por salvar el pellejo...
25. XV
OTRA PAJ.KSTRA
Que si por eso
a otra palestra
fui a rebotar
en obscura contienda
para luchar
por otro ideal
sin faro ni linterna;
y si otra vez topé
con la claudicación
que nunca falta
en quebrados terrenos?...
¡Es lo de menos...!
26. LIBRO DE MONTALVO
XVI
EL SAN BENITO
Y no me quejo...
Ya es ganancia estar viejo
cargando el «San Benito»
-que no el baldón-
de ser violento...
Y todo eso es más cierto
que el padre nuestro...
Pero hay un pero
como aguijón...
27. XVII
SOCRATES
Dicen en Grecia
que a Sócrates
-el sabio-
aquel que envenenaron
sus enemigos;
los atenienses
que lo juzgaron
le otorgaron la gracia
de defenderse
frente a testigos.
28. LIBRO DE MONTALVO
XVIII
CRISTO
Dice la cristiandad
que a Cristo
-el justo-
ai que crucificaron
sus enemigos;
como sea lo juzgaron
v declinó en silencio
la su oportunidad
de defenderse
frente a testigos.
29. XIX
ROBl'iSPIERl!
Y dicen los franceses
que a Robespiere
-el revolucionaro-
al que guillotinaron
sus enem igos;
de cierto lo juzgaron
y ante sus jueces,
fue a defenderse
frente a testigos.
30. LIBRO DE MONTALVO
X X
HIDALGO
Dicen algunos
historiadores
que a H idalgo
-el héroe-
lo fusilaron
sus enem igos;
pero antes lo juzgaron,
y hasta los torvos
inquisidores,
lo oyeron defenderse
frente a testigos.
31. XXI
ABIMAEL
Y dice Zabludovsky
en la televisión,
que a Abimael
-el terrorista-
aquel que hasta enjaularon
sus enemigos
los fujimoris,
no obstante lo juzgaron
dándole opción
de defenderse
frente a testigos.
32. LIBRO DE MONTALVO
XXII
TU MI AMIGO
Por eso a mi me apena
que tú mi amigo
-mi gran amigo-
compañero de lucha
y de bohemia;
amén de no asistirme,
me acusas de bandido
sin oírme;
y, sin yo estar presente,
muy comodinamente,
me condenas.
33. LIBRO DE MONTALVO
XXIII
MONTALVO
Como cosa del diablo
recibo este revés,
y mejor ni le sigo,
ni para qué me quejo...
Contigo -como ves-
nadie está a salvo...
Eres mal juez, M ontalvo;
superas al cangrejo:
Tu enanismo es parejo...
34. LIBRO DE MONTALVO
XXIV
LOS BENEFICIADOS
Más lo importante
de este relato
es que sin tí y sin mí
-diáconos jubilados-
prosigue el sindicato
sin grandes alborotos,
pues quienes se rajaron
son los beneficiados...
35. XXV
LOS PLATOS ROTOS
Y ya para qué hablar
de haberme desterrado
tantos años ignotos,
si en lo que yo quería
participar,
para aclarar,
me quedo corto;
dicho lo cual,
te puedo asegurar
que lo demás en cierto grado
me pareció normal
y ¡ya ni hablar!:
Era el aborto
de una hidalguía
que, al fin y al cabo,
alguien tenía que apechugar
para pagar
¡los platos rotos!.