Los mercados son generalmente un buen mecanismo para organizar la actividad económica ya que permiten a las empresas decidir a quién contratar y qué producir, y permiten a los compradores y vendedores buscar su propio bienestar. Aunque los participantes del mercado solo persiguen su propio interés, la "mano invisible" de Adam Smith hace que esto promueva el bienestar general de la sociedad a través de la competencia constante entre compradores y vendedores.