2. Tabla de contenido
TABLA DE CONTENIDO 2
3
MÓDULO I 3
ENTENDIENDO LA CONVIVENCIA ESCOLAR 3
OBJETIVO DEL MÓDULO: 3
OBJETIVO DE APRENDIZAJE: 3
1.1 PRÁCTICA REFLEXIVA 4
1.2 FORMACIÓN CONCEPTUAL: 4
1.2.1 PERCEPCIÓN DEL DETERIORO DE LA CONVIVENCIA ESCOLAR POR LOS ACTORES DE
LA COMUNIDAD EDUCATIVA: 5
1.2.2 ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CONVIVENCIA ESCOLAR? 6
1.2.3 ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CONFLICTOS EN EL ÁMBITO ESCOLAR? 7
1.2.4 DIFERENCIA ENTRE VIOLENCIA Y CONFLICTO 8
IDENTIFICANDO LA DIFERENCIA ENTRE CONFLICTO Y VIOLENCIA 10
1.2.5 ACTUACIÓN FRENTE AL CONFLICTO Y MALAS CONDUCTAS EN EL AULA: ENFOQUE
PUNITIVO VERSUS ENFOQUE RESTAURATIVO 11
VISIÓN PUNITIVA VS VISIÓN RESTAURATIVA DENTRO DEL SISTEMA EDUCATIVO. 14
1.2.6 ¿HACIA QUÉ CONVIVENCIA ESCOLAR QUEREMOS APUNTAR? 19
BIBLIOGRAFÍA 21
3. Módulo I
Entendiendo la convivencia escolar
Objetivo del módulo:
Comprender las diferencias entre las visiones punitiva y restaurativa y
sus consecuencias respectivas en relación con la convivencia escolar y
cuál es el rol que los y las docentes tenemos en los procesos
educativos de nuestros estudiantes.
Objetivo de aprendizaje:
Identificar los planteamientos teóricos y conceptuales de las visiones
punitiva y restaurativa, para diferenciar el abordaje de las prácticas
restaurativas en el aula.
4. 1.1 Práctica reflexiva
Las formas en que nos dirigimos a las y los estudiantes, como a
cualquier persona, influye en cómo procede la comunicación y en
cómo se resuelven o empeoran las tensiones. Existen modos punitivos
de actuar, así como modos restaurativos. Para identificar cómo se vive
uno u otro desde el lugar de las y los estudiantes, además de leerlo en
las explicaciones del módulo, vale la pena que revisemos nuestras
propias vivencias. Alguna vez fuimos niños, niñas y adolescentes, y
tuvimos relación con muchos docentes. Les invitamos a recordar
aquella época para identificar las prácticas de sus docentes, y las
emociones y comportamientos que esas prácticas provocaban en
ustedes. De esta forma, ver qué descubren de sus propias prácticas
actuales.
1.2 Formación conceptual:
El acuerdo nº 0434-12 del 28 de septiembre del 2012 del Ministerio de
Educación referente a la normativa sobre la solución de conflictos en
las instituciones educativas señalaba en su artículo nº 2 que las
instituciones educativas deben ser espacios de convivencia social
pacífica y armónica, en los que se promueva una cultura de paz y de
no violencia entre las personas y contra cualquiera de los actores de la
comunidad educativa, así como la resolución pacífica de conflictos en
todos los espacios de la vida personal, escolar, familiar y social y en su
artículo nº 4 sobre el tratamiento de los conflictos que las situaciones
conflictivas en todos los espacios de la vida escolar, debían ser
abordado oportuna y eficazmente por las instituciones educativas, a
través de la adopción de acciones de prevención, resolución de
conflictos y seguimientos de las medidas aplicadas para su solución.
Sin embargo, a partir de las percepciones expresadas por los actores
de las comunidades educativas, el Ministerio de Educación de Ecuador
ha constatado que la convivencia escolar presenta niveles de
deterioro, lo cual dificulta el aprendizaje, la participación y el
desarrollo integral de las y los estudiantes. Estos niveles de deterioro
se amplifican o se reducen según las capacidades de las instituciones
educativas, los servicios y programas a proponer medidas de
resolución de conflictos internos, y a implementar ambientes de
protección frente a los impactos de riesgos psicosociales, tales como
la violencia. También estos deterioros están ligados a la práctica
5. pedagógica, es decir, cómo los procesos escolares que promueven
aprendizajes evaluables integran o no aprendizajes de convivencia.
Además, se correlacionan con los aportes educacionales de las familias
y la vinculación de las instituciones educativas con los otros entornos
de los territorios, para asegurar y ampliar las corresponsabilidades en
torno a la seguridad y protección de los derechos.
1.2.1 Percepción del deterioro de la convivencia escolar por los
actores de la comunidad educativa:
• Relaciones distanciadas y débiles entre directivos, docentes,
estudiantes, padres y madres de familia. Por ejemplo, esto se
evidencia en las instituciones educativas donde un grupo de
docentes no se alinean con los cambios planteados por la
autoridad educativa.
• Convivencia escolar desligada de los aprendizajes. Es decir, no
se incluyen en los contenidos de clase el trabajo en habilidades
para la vida, como por ejemplo, la empatía.
• Tejido social de la comunidad educativa debilitado debido a la
filtración y reproducción de patrones y riesgos sociales en los
ambientes escolares. Se dice que la escuela es una reproducción
de las prácticas sociales de una comunidad, donde se repite lo
que se aprende, por lo tanto en nuestra sociedad podemos situar
una cultura machista que hace que estas prácticas se vivan al
interior de las instituciones educativas generando desigualdad y
ambientes escolares poco saludables.
• Bajas capacidades educadoras y de protección por parte de las
familias. En nuestro país una queja permanente por parte de los
equipos docentes es que la familia se ha desentendido del
proceso educativo, dejando a sus hijos e hijas en la escuela a la
espera de que en ella se resuelvan todas las dudas que tienen, lo
que ha generado un distanciamiento importante por parte de las
familias en el proceso educativo lo cual genera malestar en las
dos partes, tanto en la educativa como en la familiar.
• Frágiles conexiones entre las Instituciones educativas y los
entornos comunitarios para prevenir el impacto de riesgos
sociales en la convivencia escolar. La escuela no habla con su
comunidad, no se relaciona con ella y por lo tanto no se
beneficia de todo lo que en ella sucede.
6. 1.2.2 ¿Qué entendemos por convivencia escolar?
La convivencia escolar representa una condición y un resultado de la
construcción social de un ambiente en el que los miembros de la
comunidad educativa fortalecen mediante el aprendizaje de sus
capacidades de relación, reconocen sus diferencias y alcanzan
acuerdos para sostener formas, procedimientos y regulaciones para
poder aprender y compartir diariamente.
Varios países proponen la convivencia escolar como unos de los
elementos básicos e indicadores de calidad educativa (Correa y
Ferreira, 2005); otros, la valoran como “la capacidad que tienen las
personas para vivir con otras en un marco de respeto y solidaridad
recíprocas”; también se prioriza a la convivencia escolar como parte de
un “proceso de integración a la vida social, de la participación
responsable en la vida ciudadana y en el desarrollo de su propio
proyecto de vida”.
El tema de la convivencia escolar se ha convertido en tema de
reflexión teórica y de proposiciones pedagógicas que busca poner “las
bases para futuras intervenciones socioeducativas orientadas a
transformar la escuela en una comunidad crítica y armoniosa, capaz de
asumir los quiebres y los problemas de comunicación, a la vez como
recursos y oportunidades, en el objetivo de construir una convivencia
iluminada desde la diversidad y la mutua comprensión” (Arastegui,
Bazán & all, 2005).
Dada la probabilidad de actos que vulneren derechos de niñas, niños y
adolescentes, en las relaciones de los miembros de la comunidad
educativa, la convivencia escolar armónica alcanza el sentido de
garantía y componente para la prevención e instaura, en las
instituciones educativas y en el Sistema Nacional de Educación, un
conjunto de protocolos y regulaciones para hacer viable la exigibilidad
y restitución de derechos, como parte del sistema de protección
integral.
Consecuentemente, la convivencia escolar supone no solo educación
de la emocionalidad o educación de valores o capacidades de resolver
conflictos, sino la promoción de oportunidades en donde los sujetos
que conviven, en ejercicio de sus derechos, resuelven construir una
comunidad para el bienestar cotidiano de sí mismos y afianzan una
cultura de participación ética, que refleja la sociedad que el país quiere
alcanzar. Es entonces cuando nuestro rol como docentes es
7. fundamental para entender y además practicar la convivencia escolar,
donde se prioricen los acuerdos, donde se trabaje con todas las
personas que conforman una institución educativa, donde las aulas se
conviertan en espacios de debate respetuoso y, finalmente, donde se
promueva un entorno seguro para aprender.
1.2.3 ¿Qué entendemos por conflictos en el ámbito escolar?
«No hay vida social sin conflictos». Esta afirmación se entiende de la
siguiente manera: nuestra sociedad, los grupos y las personas con
quienes convivimos, se caracterizan por su gran diversidad: de
culturas, de formas de vivir y entender el mundo, de intereses, de
necesidades, etc. Tal diversidad es una fuente de enriquecimiento para
toda la comunidad; pero es también muchas veces fuente de
conflictos.
Habitualmente, la palabra «conflicto» es entendida como algo negativo
y lleva asociadas connotaciones peyorativas. Seguramente esto se
debe a que solemos identificarla con la violencia. Es cierto que en
ocasiones los conflictos no son reconocidos como tales hasta que
alguien reacciona con violencia ante la situación de injusticia que
padece. Sin embargo, no toda violencia es expresión de un conflicto, ni
tampoco todos los conflictos generan expresiones violentas. Se podría
afirmar incluso que, en último término, la violencia es la negación del
conflicto, en la medida en que pretende eliminar a quien es diferente,
negar su humanidad e imponer una falsa solución por la fuerza. La
violencia no es propia de la vida, mientras que el conflicto sí lo es. La
violencia es un recurso destructivo para manejar el conflicto
intrapersonal o interpersonal.
Por tanto en el ámbito escolar los conflictos se presentan, se generan
entre las personas que lo conforman y muchas veces estos pueden
servir para reflexionar sobre las posibilidad que se tienen para su
resolución, la cual puede ser pacífica y generar aprendizajes para
todos y todas. Por ejemplo, en las aulas enfrentamos conflictos
generados por las creencias que tienen las familias de cada uno de sus
estudiantes, cuando comentamos un partido de fútbol, donde
tendremos opiniones diferentes y en varias ocasiones contrarias,
estudiantes que creen que un equipo es mejor que el otro, los que
consideran que el equipo ganador tiene mejores atributos y los que
creen que el equipo perdedor solo tuvo mala suerte o un árbitro que
no les favoreció. Esto genera un conflicto en el aula y depende de la
habilidad que tenemos como docentes para poder analizar esta
8. situación y sobre todo sacar una ganancia de esas diferencias, es decir
podemos mencionar que lo importante es el juego, reconocer los
esfuerzos que hacen los jugadores en el campo y que cuando se juega
colaborativamente seguramente los resultados serán mejores.
1.2.4 Diferencia entre violencia y conflicto
La violencia es un problema social y cultural que afecta al desarrollo
integral de las personas, pues vulnera su derecho a vivir en un entorno
libre de ella (Convención sobre los Derechos del Niño, 1989). La
Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia como “el
uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como
amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad,
que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte,
daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (1996).
Por tanto, la violencia se origina en las relaciones de poder
inequitativas y de sometimiento a la víctima. Esto puede ocurrir en
varios escenarios, como la escuela, la familia, el hogar, instituciones
educativas, establecimientos de acogimiento institucional, residencias
escolares, la calle, el barrio, el lugar de trabajo o el transporte público;
y abarca acciones como la agresión física y psicológica, el abandono o
el trato negligente, la explotación y el abuso sexual, entre otras.
Hay que diferenciar claramente el concepto de «violencia» con el de
«conflicto». El conflicto es una situación en la cual dos o más personas,
estudiantes o miembros de la comunidad educativa con intereses
diferentes entran en confrontación, oposición o emprenden acciones
mutuamente antagonistas, y tienen el objetivo de dañar o eliminar a la
parte rival. Cuando este último no se afronta, ni se dan los pasos para
resolverlo por cauces pacíficos, se desencadena una dinámica de
incomunicación, desconfianza mutua, temores y prejuicios que puede
culminar en episodios de violencia, especialmente en los ámbitos
intergrupal y social. La violencia genera muchos daños. En el mejor de
los casos, afecta la dignidad y la autoestima de las personas. En el
peor, se lleva por delante la vida de víctimas, para las que ya no habrá
posibilidad de buscar otros caminos. Se habrá cometido con ellas una
injusticia irreparable.
Sin embargo, hay otra forma de interpretar el conflicto: vivirlo no
como una amenaza, sino como una oportunidad de aprendizaje.
Cuando optamos por medios pacíficos, el conflicto y todo el proceso
que conduce a su resolución suponen una oportunidad para nuestro
9. crecimiento como personas y como sociedades. De hecho, podemos
considerar al conflicto como uno de los motores principales de
transformación social y de nuestro crecimiento como personas
maduras. No hay que verlo únicamente como una crisis sino también
como una oportunidad de aprendizaje, crecimiento y transformación
(Moreno Martín, 2010).
Jacques Delors, en el informe dirigido a la UNESCO y titulado “La
educación encierra un tesoro (1996)”, señalaba que la educación del
siglo XXI ha de lograr en las personas la consecución de cuatro pilares,
cuatro aprendizajes fundamentales: aprender a conocer, aprender a
hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Entre estos pilares es
relevante resaltar “aprender a vivir juntos” en el ámbito escolar, el cual
hace referencia a convivir con los demás, favoreciendo un clima que
permita a cada persona desarrollarse en condiciones óptimas.
Patricia Arías Martín en su trabajo sobre prevención en el ámbito
escolar, cita a varios autores, como Monjas (2009) y Rodríguez et al
(2018), señalando que, en los centros educativos, las y los estudiantes
han de enfrentarse a conflictos diarios debido a su carácter ineludible,
que, si se resuelven de forma positiva, se convierten en una
oportunidad de aprendizaje y desarrollo, a la vez que de crecimiento
personal y social. Sin embargo, su deficiente resolución dará lugar a
problemas cuyas consecuencias, en muchos casos y cuando ya están
presentes, son irreversibles: violencia escolar, bullying, acoso o burlas,
entre un largo etcétera.
En este sentido, la convivencia pacífica en los centros educativos no
debe ser entendida como ausencia de conflictos, sino como un
escenario natural en el que se producen relaciones que dan lugar a
conflictos que se resuelven de forma no violenta (Monjas, 2009;
Rodríguez et al., 2018).
Patricia Arías señala también que convivir en el aula implica vivir
conflictos entre escolares con necesidades, intereses, deseos y
aspiraciones contrapuestas, desarrollando un espacio en el que el
conflicto se resuelve, ya sea previniendo su aparición o reduciendo su
intensidad cuando se ha manifestado. Aprender a convivir, por tanto,
se convierte en una meta que para la educación ha de plantearse de
una forma irrenunciable y que debe contemplar todas las acciones
necesarias para aprender a resolver de manera pacífica los conflictos
que en la cotidianidad se presentan.
10. Asimismo, la misma autora señala que a convivir se aprende y que, por
tanto, también se han de enseñar las habilidades que permitan al
estudiantado enfrentarse de forma positiva a los conflictos (Bisquerra,
2008). Con este aprendizaje se genera una convivencia eficaz. En
definitiva, la convivencia en el ámbito educativo se define como el
escenario en el que se producen relaciones que pueden dar lugar a
conflictos y cuya gestión potenciará la creación de un clima positivo o
negativo de desarrollo y aprendizaje en todos los miembros del centro
escolar. La convivencia, por tanto, se configura como el resultado de
ese complejo entramado de interrelaciones que suponen la propia
acción de compartir un espacio con los demás, de convivir (Monjas,
2009).
Se puede concluir por tanto que del conflicto se aprende, podemos
sacarle provecho y generar habilidades para poder respetar las
diferencias y llegar a acuerdos, mientras que la violencia no se puede
tolerar, no debe proponerse como una práctica cotidiana y debe ser
enfrentada de manera seria y con el apoyo de toda la comunidad
educativa para evitar su repetición.
Identificando la diferencia entre conflicto y violencia
https://view.genial.ly/61d8524695ad050d7f6b5858/interactive-
content-m1-diferencia-entre-conflicto-y-violencia
11. 1.2.5 Actuación frente al conflicto y malas conductas en el aula:
enfoque punitivo versus enfoque restaurativo
Según la RAE, el castigo es la pena que se impone a quien ha cometido
un delito o una falta. Podemos decir que es igual a una sanción por una
mala acción o conducta. Por supuesto que los comportamientos
inapropiados, inadecuados, incorrectos e indebidos, no
necesariamente violentos, tienen sus consecuencias.
Como lo señala claramente Pedro Ma. Uruñuela de la Asociación
española Convives en sus análisis en relación con la convivencia y
educación en valores, las y los estudiantes necesitan saber y aprender
que toda conducta contraria a la convivencia tiene consecuencias y
que debe ser corregida. Nadie quiere ni defiende la permisividad, que
nada suceda después de determinados comportamientos, ya que eso
sería nefasto para la convivencia y promovería la impunidad, es decir
considerar que todo es posible porque no existen consecuencias
frente a estos actos. Por lo tanto, es fundamental pensar en cómo
debemos abordar la corrección de estas conductas que generan
malestar en la comunidad educativa y específicamente en el aula.
Existen claramente dos enfoques de actuación frente a una conducta
inapropiada, el enfoque punitivo y el restaurativo. Aunque ambos
defienden y comparten la preocupación por el buen clima de
convivencia, las diferencias entre estos dos modos de actuación son
muy importantes, y con consecuencias adversas.
El enfoque punitivo en el ámbito educativo se basa esencialmente en
corregir las malas conductas a través de la sanción o castigo, teniendo
como objetivos una prevención individual y colectiva. Un ejemplo de
esto ocurre en las aulas en las que los docentes consideran que existe
“un culpable” y que debe ser reconocido permanentemente como la
“mala influencia” para todos los y las demás compañeras.
La prevención individual se basa en creer que castigar llevará al
estudiante que tuvo una conducta disruptiva a reflexionar sobre su
conducta, esperando que entienda y se responsabilice ya que ésta
causó algún daño a otras personas (estudiantes, docentes, familias). Es
evidente que esta reflexión ocurre raramente, casi nunca a decir
verdad y, en lugar que el estudiante agresor tome consciencia, la
sanción estimula rencores y genera resentimientos en su mente y, en
12. algunos casos, suscita en él unas ganas de venganza por considerar el
castigo como una “mera injusticia”.
Por otro lado, la prevención colectiva busca convencer al estudiantado
de que no cometa algún acto disruptivo. Se basa en pensar que
imponer un castigo por infringir las normas escolares lo disuadirá de
cometer un comportamiento indebido. Sin embargo, esta intención
resulta ser muy ineficaz ya que la naturaleza humana tiende a ignorar
la posibilidad de un castigo hasta que el individuo es capturado.
Está claro que nos equivocamos al pensar que castigar contribuirá a
provocar una reducción o desaparición de una conducta considerada
inadecuada. Si fuera así, ya no tendríamos tantos actos inapropiados
que se repiten varias veces por los mismos estudiantes a lo largo de un
año académico. Pensemos ahora en cuál es nuestra actitud frente a
los conflictos que se suscitan en el aula y reflexionemos sobre nuestra
postura frente a su resolución, solo eso nos permitirá que pensemos en
cómo mejoramos la convivencia escolar y sobre todo desde qué
enfoque queremos actuar.
Numerosos estudios han demostrado que el castigo no funciona
porque:
• quienes ofenden ven el castigo como una experiencia pasiva, y
no esperan participar.
• quienes ofenden no desarrollan controles internos cuando nos
basamos en las recompensas y el castigo.
• quienes ofenden, resienten a menudo de las figuras de autoridad
que les imponen castigos.
• quienes ofenden están alejados de las víctimas, de la comunidad
y de las autoridades.
• la víctima y la comunidad no tienen voz sobre cómo restaurar el
respeto social y la seguridad.
• los familiares de quienes ofenden se alejan de educadores/as y
de otros/as ayudantes; a menudo sienten impotencia y
vergüenza, e incluso culpa.
Por otro lado, estos estudios no apoyan la efectividad de los castigos
para detener las conductas rudas y desafiantes ya que la comunidad
educativa en general no se involucra en planes de prevención a largo
plazo y estas acciones quedan como estrategias de amedrentamiento
y no de reflexión y cambio de actitudes.
13. Mientras tanto, el enfoque restaurativo está basado en el principio
fundamental de que toda conducta antisocial o violenta no solamente
infringe las normas, sino que también y, sobre todo, daña a quienes
son víctimas directas e indirectas de estos comportamientos. Por
tanto, cualquier esfuerzo dirigido a manejar las consecuencias de la
conducta problemática debería implicar, cuando sea posible, a todo el
estudiantado que se ha visto involucrado en el incidente.
Más que un modelo o una metodología, el enfoque restaurativo debe
verse como una filosofía, un paradigma que se fundamenta en una
serie de premisas, entre las que se destacan:
• Todo conflicto representa una oportunidad de aprendizaje,
desarrollo y crecimiento.
• Los seres humanos son más felices, cooperadores y productivos
y tienen mayores probabilidades de hacer cambios positivos en
su conducta cuando quienes están en una posición de autoridad
hacen las cosas con ellos, en lugar de hacerlas contra ellos o
hacerlas para ellos.
• Más allá de castigos y sanciones, la respuesta a una mala
conducta debe centrarse en la reparación de los daños
ocasionados; para ello, es fundamental que las personas
ofensoras asuman su responsabilidad y que las personas
ofendidas tengan la posibilidad de expresar libremente sus
sentimientos y emociones, y manifestar ante las partes
involucradas sus necesidades y expectativas.
En concreto, actuar dentro del enfoque restaurativo anima a la parte
ofensora a responsabilizarse de sus acciones y del daño causado, a
comprender las causas y los efectos de su comportamiento en las
demás personas, y a ofrecer soluciones que reparen el daño para
merecer de nuevo aceptación en la comunidad, desde el
reconocimiento de que se juzgan los hechos y no a la persona autora
del mal comportamiento. Al mismo tiempo, ofrece a quien ha sido
víctima la posibilidad de formular preguntas, obtener respuestas,
poder comprender, explicar el impacto y los daños sufridos a
consecuencia de la acción problemática, y exponer su punto de vista
sobre la manera de reparar el daño y reintegrar a la persona en
conflicto con la comunidad (Costello, Wachtel y Wachtel, 2010).
14. Responder al mal comportamiento a través del enfoque restaurativo
persigue los siguientes objetivos:
• Asumir la responsabilidad de los hechos que dieron origen al
conflicto, particularmente quien realizó la ofensa, así como
participar en su solución y en el compromiso de no repetición de
la conducta ofensiva.
• Reparar el daño a la víctima a fin de restaurar lo afectado por el
estudiante ofensor o la estudiante ofensora; o en su caso, por
ambos.
• Reintegrar a la persona ofensora en el aula y en su la comunidad
educativa, fortaleciendo la dinámica funcional de sus integrantes,
a fin de alcanzar la recomposición de una convivencia pacífica.
Cabe aclarar que este enfoque no busca sustituir los distintos sistemas,
rutas o protocolos para denunciar y gestionar situaciones
problemáticas ocurridas en la comunidad escolar (por ejemplo,
violencia sexual, acoso escolar, tráfico de estupefaciente). Lo que se
persigue es complementarlos, orientando su actividad desde una
nueva perspectiva que plantee la transformación de los conflictos
desde la asunción de la responsabilidad y la reparación, entre quienes
protagonizaron el conflicto y provocaron daños a otros.
Visión punitiva vs visión restaurativa dentro del Sistema Educativo.
Visión punitiva dentro del
Sistema Educativo
Visión restaurativa dentro del
Sistema Educativo
El comportamiento violento o
problemático es considerado
como un acto que va en contra
del centro educativo y sus
normas. Es una visión
culpabilizante, que busca ubicar a
un único responsable.
El comportamiento violento o
problemático es un acto que va en
contra de otra(s) persona(s) y de
la comunidad educativa,
provocando una ruptura de las
relaciones y afectando la
convivencia. Es una visión mucho
más humana.
En este tipo de visión, quien
comete un comportamiento
indebido debe recibir una
sanción por el daño ocasionado.
Este enfoque considera que, para
una convivencia armónica, es de
vital importancia asumir
responsabilidad, reparar los daños
causados, restaurar el clima de
convivencia que se vio afectado
15. Es el pensamiento retribucionista
del «ojo por ojo, diente por
diente».
por la conducta indebida y,
siempre que se pueda, lograr
la reconciliación entre las partes en
conflicto.
Frente a un comportamiento
inapropiado por parte de un o
una estudiante, la dirección y/o el
profesorado centra su respuesta
en establecer la culpabilidad para
luego castigar a la persona.
Por ello, se basan en las
preguntas siguientes:
¿Quién es el culpable? Y ¿Qué se
merece?
Se busca que quien tuvo el
comportamiento indebido
comprenda que su acto ha
afectado a otros, para luego
reconocer y asumir su
responsabilidad individual.
Por ello, se basan en las preguntas
siguientes:
¿Quienes han sido afectados?
¿Qué necesidades tienen?
¿Quien o quienes tienen la
responsabilidad y obligación de
reparar los daños ocasionados?
El castigo impuesto a quien ha
ofendido persigue dos objetivos:
1. Cambiar su conducta.
2. Disuadir a la comunidad. Es
una advertencia a la
colectividad: «Quien se
comporta mal, será
también castigado/a».
En general, castigar marginaliza y
etiqueta de «malas personas» a
los responsables, quienes luego
irán buscando agruparse con
otras que pasan por la misma
situación, gestando así una
subcultura de violencia.
En vez de «culpabilizar para
castigar», se busca concientizar y
reflexionar para luego “asumir
responsabilidad, reparar los daños
y restaurar las relaciones».
Las víctimas pasan muchas veces
a un segundo plano, o son
ignoradas y a veces hasta re-
victimizadas.
La visión punitiva asume que
castigar a quien ofende creará
cierta satisfacción y una forma de
compensación a la víctima.
Los derechos y las necesidades de
todas las partes en conflicto, y
especialmente de la víctima, son
tomados en cuenta.
Las personas que sufrieron el daño
(víctimas) son centrales en el
proceso de resolución del
conflicto, y su voz es escuchada.
16. Muchas veces, se produce lo
contrario, ya que sus verdaderas
necesidades no son satisfechas,
además de tener miedo de una
venganza o represalia en el
futuro por parte del ofensor/de la
ofensora y su entorno.
Desde un enfoque punitivo, las
necesidades de la víctima no son
consideradas.
Las víctimas tienen oportunidad de
plantear sus necesidades y exigir
una reparación de los daños
ocasionados por la ofensa, y sentir
que han sido escuchadas y
reconocidas.
Lo que importa es la mala
conducta, no importa saber lo
que ha llevado al ofensor/a la
ofensora a comportarse de tal
manera.
Si bien es importante que se sepa
lo que ha pasado, es fundamental
interesarse en qué está pasando
con el ofensor/la ofensora, qué le
llevó a actuar así, y pensar en el
futuro mejor.
La participación de la persona
ofensora en el enfoque punitivo
es totalmente pasiva: no tiene
voz, solo espera de manera
pasiva recibir una sanción.
Muchas veces, recibirá esta
sanción como algo injusto e
inmerecido ya que no habrá
tenido la posibilidad de
expresarse y reflexionar sobre
todos los daños ocasionados y
sus consecuencias. En algunos
casos, quien haya ofendido
puede considerarse y verse como
la «víctima del sistema punitivo»,
que lo considera como
«violento», estigmatizándolo.
El enfoque restaurativo empuja a la
persona ofensora a participar
activamente en el proceso de
resolución del conflicto,
responsabilizándose.
Quien ha ofendido debe hacer
frente por sus actos, respondiendo
preguntas y escuchando a las
personas que fueron afectadas.
Solo de esta manera, podrá llegar a
comprender a quiénes ha afectado
y de qué manera; y, por ende,
asumir su responsabilidad por lo
ocurrido y lo que tiene que hacer
para que las cosas queden bien.
En el enfoque punitivo, el
conflicto está gestionado sólo
por las personas responsables de
la disciplina, quienes toman las
decisiones sobre la manera de
resolver el conflicto.
Por el contrario, el abordaje y la
resolución del conflicto se hace
con la participación activa de todas
las partes implicadas, directa e
indirectamente (responsables de
disciplina, persona ofensora,
víctima, comunidad).
17. Revisa la información sobre estas visiones en el siguiente enlace:
https://view.genial.ly/61d4559f141d390d85f9dc26/interactive-
content-m1-vision-punitiva-or-restaurativa
18. «Disciplinar» no significa «castigar» sino «enseñar». El castigo
coacciona el comportamiento, usando fuerzas externas, provocando
daños y humillaciones, creando al final traumas potencialmente
crecientes. Mientras que la disciplina cultiva el control interno,
promueve un comportamiento educado y sociable por el bien de toda
la comunidad educativa. Por ello, es necesario modificar nuestra
mentalidad de la disciplina, abordándola con una mentalidad
restaurativa y dejando de lado las prácticas punitivas.
DISCIPLINA PUNITIVA DISCIPLINA RESTAURATIVA
Miedo
Docente impone el respeto
mediante advertencias y
amenazas.
Respeto
Docente se gana el respeto dando el
ejemplo a sus estudiantes.
Reglas – Normas Estrictas
Docente hace cumplir las
normas para que el
estudiantado esté tranquilo
y trabaje.
Compromiso
Docente realiza actividades atractivas
para que el estudiantado se sienta
motivado a trabajar, participando en
conversaciones.
Control
Docente señala al
estudiantado cuando
se comporta mal.
Apoyo
El estudiantado reflexiona sobre su
comportamiento, considerando los
cambios que puede hacer.
Enfado – Ira
Docente muestra enfado e
ira, culpando al
estudiantado cuando se
porta mal.
Entendimiento
Docente utiliza un tono amable y busca
contribuir a una mejor comprensión del
estudiantado cuando se porta de manera
inapropiada.
Público
Docente utiliza voces
fuertes y estrictas para
llamar
la atención al estudiantado
que se porta de manera
inapropiada.
Privado
Docente habla en privado con el
estudiantado que necesita recordatorios
para comportarse correctamente”.
Castigo
El buen comportamiento se
basa en el miedo al castigo.
Responsabilidad y Reflexión
El buen comportamiento se basa en el
deseo personal de comportarse
correctamente.
19. Refuerza lo aprendido por medio del siguiente juego:
https://view.genial.ly/61d46f8f4917b90d6cac6ff2/presentation-m1-
juego-disciplinas
1.2.6 ¿Hacia qué convivencia escolar queremos apuntar?
La convivencia escolar es un tema que preocupa a docentes, centros
educativos, estudiantes, familias, sociedad en general y desde hace
cierto tiempo. Los medios de comunicación hacen especial énfasis en
esta cuestión, sobre todo dando relevancia a los casos más graves de
acoso escolar y mostrando las situaciones más conflictivas. Por ello, se
ha vuelto un tema de gran interés de todos los centros educativos
puesto que constituye un aspecto fundamental en la formación
integral del estudiantado.
La convivencia escolar es un fenómeno dinámico y complejo; su
mejora empieza por la responsabilidad compartida de todos los
miembros de la comunidad educativa, implicados directa o
indirectamente en la educación: familia, profesorado, instituciones,
agentes sociales, etc. Sin duda, prevenir la violencia y promover una
20. convivencia armónica requiere del respaldo y de la colaboración de la
familia y del centro educativo.
Es entonces necesario que las acciones preventivas superen las
acciones punitivas en caso de conflictos o disrupción en el aula. Las
acciones correctivas no son suficientes por sí mismas si no se
acompañan de acciones socioeducativas y formativas, de acciones que
fomenten la reflexión, que promuevan la responsabilidad frente a los
hechos suscitados y que permitan aprender para no repetir situaciones
incómodas y que generan daño a las personas de las instituciones
educativas y el aula.
La educación para la convivencia armónica requiere un planteamiento
continuo que exige fomentar la información, la participación, la
comunicación y la colaboración. En este marco, cada persona que
participa de la convivencia escolar, desde su rol y de sus propias
características puede contribuir al logro y metas que el centro
educativo se plantee para la convivencia que espera al interior de su
comunidad. La familia es también un actor muy importante en este
proceso, puesto que deben alinearse a las prácticas de convivencia
establecidas y por sobre todo no naturalizar las prácticas violentas en
sus entornos familiares, por ejemplo se ha evidenciado que las
situaciones de discriminación provienen de los comentarios generados
por los padres y madres de estudiantes en las conversaciones que
mantienen con sus hijos e hijas con relación a estudiantes que tienen
otras formas de vida. Es común mencionar que “un hombrecito no
tiene que llorar y debe dejar de comportarse como nena”, por lo tanto
frente al hecho de que un compañero llore en el aula, varios
estudiantes pueden reproducir estos comentarios, generando mucho
malestar y en algunos casos llegando a generar situaciones de graves
vulneraciones de derechos.
Por lo tanto, las y los docentes tienen una labor fundamental al
respecto, pues son quienes deben enseñar las formas de convivir más
sanas y positivas, y para eso, deben contar con las herramientas
formativas que les permitan cumplir con esta tarea que resulta un
aprendizaje esencial para la vida de sus estudiantes.
Nadie se opone a una convivencia armónica y pacífica en el aula y en
todas las instituciones educativas. Sin embargo, ¿cada actor de la
comunidad educativa estará dispuesto a cambiar, principalmente con
respecto a su práctica relacional? Robert Dilts dijo “Todos queremos el
21. cambio, pero nadie quiere cambiar”. Las relaciones son sistemas, de
manera que, si uno cambia o unos cambian, el sistema cambiará.
La adopción del enfoque restaurativo en los centros educativos sólo es
posible si se hace desde la propia comunidad, fomentando y
fortaleciendo la participación de todas las personas vinculadas con el
centro (profesorado, estudiantes, familias y personal no docente), y
creando las estructuras necesarias para su aplicación y gestión. La
manera como se abordan los conflictos en los centros y la
implantación de las prácticas restaurativas son buenos ejemplos de
ello. Es tiempo de trabajar de manera positiva, por el desarrollo y
aprendizaje de un enfoque restaurativo en todo nuestro alumnado, la
mejor garantía para otro tipo de sociedad en el futuro. Algunas
estrategias serán revisadas en este curso para que puedan servir de
incentivo y que finalmente vivamos estos cambios en nuestras aulas y
con nuestros estudiantes. ¡Ánimo que estos cambios son posibles!
Bibliografía
• García Correa, A.; Ferreira Cristofolini, G. (2005). La Convivencia
Escolar en las Aulas. International Journal of Developmental and
Educational Psychology, vol. 2, núm. 1, pp. 163-183.
• Arístegui, R.; Bazán, D.; Leiva, J.; López, R.; Muñoz, B.; Ruz, J.
(2005). Hacia una Pedagogía de la Convivencia. Psykhe, vol. 14,
núm. 1, mayo, 2005, pp. 137-150. Pontificia Universidad Católica de
Chile.
• Bisquerra, R., Pérez González, J. C., y García Navarro, E. (2015).
Inteligencia emocional en educación. Madrid: Síntesis.
• Costello, B., Wachtel, J. y Wachtel, T. (2010). Manual de Prácticas
Restaurativas para Docentes, Personal Responsable de la Disciplina
y Administradores de Instituciones Educativas. Bethlehem,
Pennsylvania, EEUU: International Institute for restaurative
practices. Versión Kindle.
• Monjas, I. (2009). Cómo promover la convivencia. Programa de
Asertividad y Habilidades Sociales (PAHS). Madrid: CEPE.
• Moreno Martín, F. (2010). «La mediación y la evolución histórica de
la idea de conflicto». En N. González-Cuéllar (dir.); A.M. Sanz y J.C.
Ortiz (coords.). Mediación: Un método de ? conflictos: 21-40.
Madrid: Colex.
• Rodríguez Ortiz, A. M., Andino Mora, M. G., Portilla Arteaga, O.W., y
Elmira Coral, R. (2018). El conflicto interpersonal como oportunidad
para aprender a convivir en la escuela. Análisis, 50(93), 287-315.