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CUESTIÓN SOCIAL,
VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES,
LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
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TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
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CUESTIÓN SOCIAL,
VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES,
LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
COMPILADORES:
MANUEL W. MALLARDI – LILIANA B. MADRID – ADRIANA ROSSI
AUTORES:
JORGELINA BARROS – RAMIRO DULCICH – SILVIA FERNÁNDEZ SOTO
SERGIO D. GIANNA – LILIANA MADRID - CAROLINA MAMBLONA
LAURA MASSA– VALERIA REDONDI – MARIA SOL ROMERO
CYNTHIA TERENZIO – MARISA TOMELLINI
Publicación de la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
6
Diseño de Tapa: María Ángel Conte
Diseño de Interior: María Ángel Conte
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea
Idéntica o modificada, escrita a maquina, por el sistema “multigraph”, mimeógrafo,
impreso en fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola
Derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
1º Edición, 2011.-
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723
ISBN: 978-950-658-282-1
Cuestión social, vida cotidiana y debates en trabajo social / compilado por Manuel W. Mallardi –
Liliana B. Madrid – Adriana Rossi
1ª ed. – Buenos Aires: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
158 p.; 14,8 x 21 cm – Cuestión Social – Trabajo Social
ISBN: 978-950-658-282-1
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
7
ÍNDICE
Presentación .................................................................................................................... 9
Prólogo
Gustavo J. Repetti ...................................................................................................... 11
Capítulo I
Capitalismo Contemporáneo y Barbarie en America Latina: Notas sobre los dilemas del
proyecto profesional crítico – Ramiro Dulcich .............................................................. 15
Capítulo II
Capitalismo tardío y decadencia ideológica: La posmodernidad y su incidencia en el trabajo
social contemporáneo – Sergio Gianna ……………………………………………………… 35
Capítulo III
Perspectivas Tradicional y Emergente: Desafíos a la Intervención Profesional del Trabajo
Social en el contexto actual – Laura Massa – Jorgelina Barros .................................... 63
Capítulo IV
Movimientos Sociales y Trabajo Social: en la necesidad de fortalecer un diálogo crítico –
Carolina Mamblona – Valeria Redondi ...................................................................... . 75
Capítulo V
Vida cotidiana, totalidad concreta y construcción de mediaciones en el Trabajo Social:
desafíos políticos en la superación de la inmediaticidad – Silvia Fernández Soto – Cynthia
Terenzio – Marisa Tomellini ........................................................................................ 93
Capítulo VI
La problemática alimentaria como expresión de la Cuestión Social: determinantes
sociohistóricos y vivencias cotidianas – Liliana Madrid ...................................................111
Capítulo VII
Vida cotidiana, Salud y Capitalismo: La particularidad del cáncer, el enfermo oncológico y
su entorno vincular – María Sol Romero ..................................................................... 127
8
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
9
Presentación
En presente libro incluye distintos trabajos recibidos a partir de la convocatoria
abierta desarrollada por la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
Dicha convocatoria tuvo como objetivo recopilar trabajos que discutan distintos
aspectos vinculados al Trabajo Social, destinados a constituirse en material de lectura
de los estudiantes de grado.
Es importante remarcar la repercusión nacional y latinoamericana que la
convocatoria tuvo, habiendo recepcionado trabajos de distintas unidades académicas
del país y también, principalmente, de Brasil. Al respecto, queda en evidencia la
actualidad de la discusión teórica en la profesión, la variedad de temas y problemas
que se están abordando en las investigaciones desarrolladas, como así también la
profundidad y calidad de los trabajos desarrollados.
En cuanto a la selección de trabajos, vale mencionar que la totalidad de los
trabajos ha sido evaluada por un comité de referato de docentes/investigadores de
Trabajo Social, lo cual garantiza la calidad y pertinencia de los trabajos, considerando
que se trata de una publicación destinada a generar materiales de lectura en la
formación de grado.
Manuel W. Mallardi
Director
Carrera de Trabajo Social
FCH - UNCPBA
10
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
11
Prólogo
Gustavo J. Repetti1
La presente publicación, promovida por la carrera de Trabajo Social de la
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, constituye un aporte
de gran relevancia para el área de las ciencias sociales en general – y del Trabajo
Social en particular – por varias razones. En primer lugar, esta publicación es un
importante vehículo de socialización de producciones académicas de índole diversa,
incluyendo resultados parciales de tesis de nivel de grado, maestría y doctorado,
contribuciones producto de la actividad de docencia, investigación y extensión
universitaria, como así también de prácticas de intervención en el ámbito de las
políticas sociales. En segundo lugar, los debates propuestos constituyen insumos de
fundamental importancia para la formación académica en Trabajo Social por las
razones que en seguida expondré.
Si defendemos una formación profesional para Trabajo Social como formación
intelectual, cultural, generalista y crítica2, deberemos enfrentar el desafío de ofrecer
en los procesos formativos un riguroso trato teórico, histórico y metodológico de la
realidad social y del Trabajo Social como forma de garantizar la más fiel comprensión
de los problemas puestos a la intervención profesional, propios del mundo de la
producción y reproducción de la vida social. En la línea del documento mencionado,
cabe afirmar que la opción por una formación profesional que garantice esta dirección
nos exige la adscripción a una teoría social que permita aprehender las
particularidades del desarrollo del modo de producción capitalista y del Trabajo Social
como forma de especialización del trabajo colectivo en esa forma de sociedad, es
decir, destacamos la importancia de develar el significado social de la profesión para
captar las posibilidades de la acción profesional.
La interlocución teórica del trabajo Social con la tradición marxista3 constituyó un
proceso que se remonta al llamado Movimiento de Reconceptualización del Trabajo
1 Licenciado en Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Magíster y Doctorando en
Servicio Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ-Brasil). Miembro investigador del
Núcleo de Estudios e investigaciones sobre los fundamentos del Servicio Social en la contemporaneidad,
Escuela de Servicio Social, UFRJ. Profesor concursado del Departamento de Fundamentos del Servicio
Social de la misma Universidad.
2 Véase documento de directrices curriculares de la Asociación Brasileña de enseñanza e investigación en
Servicio Social (ABEPSS), disponible en: www.abepss.org.br
3 Parto de comprender que la teoría social de Marx es la tradición teórico-metodológica que a partir de la
crítica de la economía política mejor captó la naturaleza del capitalismo, y en consecuencia, sus
contribuciones permiten la comprensión más fiel de los mecanismos de producción y reproducción del
capital entendido como relación social.
12
Social – durante la segunda mitad de los años 60 del siglo XX y la primera mitad de la
década siguiente - , como fenómeno típicamente latinoamericano aunque con algunas
repercusiones en otros países del mundo4. Esta interlocución atravesó diferentes
caminos en los distintos países del subcontinente, sobretodo, en función de las
particularidades de las dictaduras militares distribuidas por toda la región que
implementaron modalidades que van desde la llamada “modernización conservadora”
– como en el caso brasileño – hasta planes sistemáticos de exterminio como el
desarrollado por el denominado “Plan Cóndor”.
La particularidad de la mencionada interlocución para el caso brasileño permitió
una profundización de aquella primera aproximación con la tradición marxista
posibilitando a la categoría profesional de ese país – durante las décadas de 80 y 90
del siglo pasado – aprehender el análisis de los fundamentos históricos y teórico
metodológicos de la profesión, su génesis y desarrollo, superando los argumentos de
la llamada perspectiva endogenista5, develando el significado social de la profesión. A
partir de la compresión del Trabajo Social como producto históricamente situado,
como resultado del movimiento contradictorio de la relación entre las necesidades del
orden del capital en un momento histórico de su desarrollo6 y las conquistas de la
clase trabajadora que comenzaba a consolidarse en cuanto movimiento organizado a
partir de los incipientes procesos de industrialización de principios del siglo XX.
Los artículos que componen la presente compilación evidencian, de formas
diversas, los aportes de esta perspectiva para entender la profesión desde diferentes
ángulos de análisis.
A partir de aquí, parece pertinente afirmar que la presente compilación ofrece
insumos teóricos para profundizar el debate contemporáneo en Trabajo Social, para
discutir sus fundamentos históricos y teórico-metodológicos en el escenario actual,
esto es, para actualizar el debate sobre el papel social de la profesión en un momento
histórico del desarrollo del orden del capital diverso de aquel cuyas determinaciones
permitieron su emergencia, esto significa afirmar que el significado histórico de la
profesión sufre transformaciones al compás de las transformaciones societarias. En
este sentido es necesario – y los diferentes autores de este libro ofrecen herramientas
4 En Alayón (2005) encontraremos las particularidades de este movimiento en 19 países de América Latina
y Caribe, como así también las influencias en España y Portugal. Cf. Alayón, N. (Org.) Trabajo Social
Latinoamericano. A 40 años de la Reconceptualización. Buenos Aires: Espacio, 2005.
5 En los términos de Montaño 1998. Cf. MONTAÑO, C. La Naturaleza del Servicio Social: Un ensayo sobre
su génesis, su especificidad y su reproducción. San Pablo: Cortez, 1998.
6 Para un estudio en profundidad sobre las determinaciones de la emergencia del Trabajo Social en esta
línea se sugiere la lectura de Netto, J. P. Capitalismo Monopolista e Serviço Social. São Paulo, Cortez:
1992. En esta obra el autor analiza el proceso de emergencia de la profesión situándola – basado en los
estudios mandelianos – en el período de pasaje de la era competitiva para la era monopolista del modo de
producción capitalista, período conocido a partir de Lenin como imperialismo clásico.
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
13
para eso – captar las determinaciones del capitalismo contemporáneo en el actual
contexto de crisis estructural. Comprender en profundidad de qué se trata esa
denominada crisis estructural, cuales son las determinaciones del denominado
capitalismo tardío, cuales son las particularidades de las formas contemporáneas de
expresión de la “cuestión social” y, a partir de aquí, aprehender las nuevas formas de
gestión del trabajo asalariado, que actualizan el debate sobre la reproducción
ampliada de la “cuestión social” como expresión de la ley general de acumulación
capitalista. Estas nuevas configuraciones exigen un cuidadoso análisis de las
transformaciones ocurridas en el mundo del trabajo, y a partir de ellas del profundo
proceso de heterogeneización de la clase trabajadora y de la emergencia y/o
consolidación de distintos movimientos sociales con características particulares según
las heterogéneas realidades nacionales de la región. En esta línea de análisis es
fundamental identificar las determinaciones de la pós-modernidad entendida como la
dominante cultural de la lógica del capitalismo tardío7 y su influencia en el campo
académico-profesional.
Estas transformaciones imponen nuevos dilemas y desafíos para la construcción
de un proyecto profesional crítico, históricamente referenciado y necesariamente
articulado a un proyecto societario basado en la superación de la explotación del
hombre por el hombre, que coloque en el horizonte la superación de la sociedad de
clases como única forma posible de eliminación de la reproducción ampliada de la
“cuestión social”.
De este modo, considero que la presente compilación va en la dirección de
responder al desafío puesto a partir de los análisis de Iamamoto8 en términos de
“hacer el camino de vuelta” para “aprehender el trabajo profesional en sus múltiples
determinaciones y relaciones en el escenario actual”.
Se trata, según esta autora, de
“(...) procesar los avances obtenidos en el análisis de la dinámica
societaria en sus incidencias en la elaboración teórica, histórica y
metodológica de los fundamentos y procesamiento del trabajo del
asistente social, retomando, con nuevas luces, el Servicio Social
como objeto de su propia investigación” (Iamamoto, 2007: 463-464,
traducción mía).
Rio de Janeiro, septiembre de 2011
7 En los términos de Jameson. Cf. JAMESON, Fredric. Pós-modernismo - A lógica cultural do capitalismo
tardio. Trad. Maria Elisa Cevasco. São Paulo: Ática, 1996.
8 Iamamoto, M. V. Serviço Social em tempo de capital fetiche. Capital financeiro, trabalho e questão social.
São Paulo: Cortez, 2007.
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CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
15
Capítulo I
Capitalismo Contemporáneo y Barbarie en America Latina:
Notas sobre los dilemas del proyecto profesional crítico
Ramiro Dulcich
“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y
con tal que le quede de alcalde, o le mortifique al rival que le
quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por
bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan
siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de
la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos
engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de
despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a
la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de
Juan Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras.
Trincheras de ideas valen mas que trincheras de piedra” (José
Martí, Nuestra América, 1891).
I. La “crisis estructural” del capitalismo y el retorno de la barbarie
Buscando comprender la actualidad histórica, encontramos grandes pensadores
contemporáneos que hablan de la presencia de una crisis de civilización que es
producto del desarrollo maduro del sistema capitalista. Desde esta perspectiva, la
realidad actual refleja la “crisis estructural” del orden del capital (Mészáros, 2002); una
crisis integral, permanente, crónica, que, tristemente, nos muestra el agotamiento de
las “energías civilizadoras”, del “potencial emancipador” contenido en el desarrollo de
las fuerzas productivas del orden social burgués. Para István Mészáros, filósofo
marxista, el socio-metabolismo del capital alcanzó ciertos “límites absolutos” que son
insuperables bajo sus parámetros, que detonan un conjunto de contradicciones de
difícil administración. Así, el sistema sólo logra reproducirse al costo de generar
niveles crecientes de destructividad, de irracionalidad, de des-humanización y
barbarie.
En un sentido semejante, el geógrafo norte-americano David Harvey, plantea que
las exigencias actuales de la “reproducción ampliada del capital” a lo largo del
planeta, implican un intenso proceso de barbarización de la vida social, y la modalidad
asumida es la expoliación (2004). Enfatiza que, bajo las condiciones actuales, la
reproducción del capital globalmente competitivo deja un saldo “catastrófico” para la
16
humanidad. Para este autor, estamos ante un “nuevo imperialismo” que trabaja con
márgenes de tolerancia bien restrictos, lo que lo torna fuertemente inestable,
surgiendo la necesidad de pensar formas y modalidades de enfrentar sus
“amenazas”. Desde el “corazón del sistema”, Harvey dirá que su lógica
inherentemente expansiva lo obliga a apoderarse de todas las cosas y a
mercantilizarlas; lo lleva a crecer cada vez más y a cualquier costo.
Por su lado, el crítico egipcio Samir Amin caracteriza al capitalismo actual como
viviendo su “fase senil” (2005). Para este autor, es falso el discurso hegemónico que
presenta la crisis como transitoria, coyuntural y parcial; como si fuera una crisis más
del capitalismo: nada que una mejor coordinación del funcionamiento del sistema y
una adecuada administración del sistema no puedan resolver. Desde su perspectiva
es dudoso que las agitantes contradicciones que hoy imperan en la sociedad sean
superadas con la retomada de una nueva “fase expansiva” del capitalismo, similar a la
fase fordista-keynesiana – “desarrollista” en América Latina – de la segunda pos
guerra.
De modo que, para estos autores, la crisis social contemporánea es diferentes de
todas las anteriores crisis cíclicas del capitalismo, plausibles de ser reabsorbidas y
superadas por una nueva onda de crecimiento productivo. Más bien, estaríamos ante
una crisis estructural, permanente, que se arrastra junto a la reproducción ampliada
del sistema; una crisis “crónica”, expresión de la activación de ciertos límites
absolutos del socio-metabolismo del capital, que emerge como un resultado de su
pleno desarrollo. Intentando superar sus “límites absolutos” (Mészáros), el capital –
mediante sus personificaciones – viene apelando a los métodos más bárbaros,
haciendo que segmentos importantes de la sociedad vean imposibilitada su
reproducción social, lo que se configura como un verdadero proceso de destrucción
de humanidad, reforzado por la profunda alienación surgida del irracionalismo
imperante.
Desde este punto de vista, es igualmente falso el discurso que presenta la crisis
actual como producto del “subdesarrollo” (capitalista) de determinado país; en ese
discurso el problema radica en la “deficiencia del desarrollo” (capitalista, claro), en el
poco dinamismo de sus economías, en fin, en el retraso de las fuerzas productivas de
la sociedad en cuestión.
En contraposición, entendemos que la realidad contemporánea representa el pleno
desarrollo de la lógica del capital, como nunca antes; el punto de mayor consolidación
y madurez histórica de este socio-metabolismo, parafraseando a Mészáros. Según la
hipótesis del marxista húngaro, el sistema del capital naufraga en una crisis
estructural, que impone un conjunto creciente de restricciones para que el capitalismo
pueda “evacuarla” satisfactoriamente y “fugarse”: éste alcanzó sus “limites
estructurales”, “absolutos”, declarando el agotamiento de su “fase civilizadora”,
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
17
abriendo un periodo cualitativamente distinto de la etapa de “ascenso histórico” y
“acumulación tranquila” del orden burgués (Cf. Harvey). En esta perspectiva,
diferentemente de otras épocas, la dinámica actual del capitalismo no puede
garantizar condiciones elementales de vida al conjunto de la población del planeta, a
pesar de la presencia de condiciones técnicas para lograrlo. La imposibilidad
sistémica de “absorber” al conjunto de la población, al mismo tiempo que existe una
disponibilidad de fuerzas productivas para hacerlo, evidencia una efectiva agudización
de la contradicción formada por la concentración privada de los medios de producción
(incluida la tierra) y las crecientes necesidades sociales insatisfechas. Es este el
proceso por el cual se alimentan y administran las tendencias de barbarización de la
vida social actualmente en curso.
Desde esta caracterización, la realidad contemporánea, como totalidad social, no
tiene como dirección fundamental la realización plena del género. La lógica irracional
que la preside creó potencias destructivas de dimensiones gigantescas, que siembran
incertidumbre sobre el futuro de la humanidad y del planeta. Observando la trayectoria
societaria de las últimas décadas, se revelan las dificultades y las contradicciones de
apelar a “salidas expansionistas”, “desarrollistas”, frente a las crisis, mostrando el final
del período de “acumulación tranquila” y evacuación expansionista de éstas, y el inicio
de otro, marcado por el “desempleo crónico”, como expresión más aguda de la crisis
estructural1. Entonces, el desempleo se torna una de las tensiones más críticas para
el funcionamiento del sistema, convirtiéndose en la manifestación trágica de la crisis
estructural, con potencial para tornarse la expresión más “explosiva” de la llamada
“cuestión social” en los días de hoy.
Así, el análisis de estos autores nos lleva a ver el perfil trágico de la
contemporaneidad: al mismo tiempo que el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas abre posibilidades emancipadoras – desarrollo alcanzado en los marcos
de la dinámica capitalista, donde la productividad creciente del trabajo llega a niveles
que podrían permitir la satisfacción y la creciente diversificación de las necesidades
(del estómago y de la fantasía) del conjunto de la sociedad, y así contribuir con el
proceso de humanización del género –, éste se concretiza como un proceso
predominantemente destructivo para la humanidad, con la afirmación de un patrón de
1 Según la crítica de la economía política fundada en Marx, para enfrentar las dificultades de la acumulación
y de la expansión lucrativa – hoy regidas por una competencia cada vez más feroz entre monopolios - el
capital globalmente competitivo tiende a reducir a un nivel mínimo el costo del “tiempo de trabajo
necesario” (costo del trabajo en la producción), lo genera un movimiento de transformación del trabajo en
fuerza de trabajo superflua. Esta contra-tendencia del capital a su crisis estructural, antes que resolver el
problema, acaba produciendo recesión, puesto que el deterioro de los salarios reduce el consumo, con
riesgo de precipitar una crisis de superproducción. Para esta cuestión remitimos al lector al libro I de El
Capital, especialmente el capítulo XXIII, bien como el capítulo XIV del libro III.
18
producción crecientemente depredador, que degrada las formas de sociabilidad y
barbariza la vida social. Una producción destructiva que responde a las exigencias
actuales del proceso de valorización del capital en escala mundial. Este es, sin dudas,
el núcleo irracional del orden social burgués maduro. Desnudado por su crisis crónica,
muestra el predominio de tendencias destructivas en el desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad.
En este contexto, los relatos apologéticos del capital, especialmente la versión
neoliberal que fue hegemónica durante más de dos décadas, encuentran serias
dificultades para legitimarse, precisando renovar su crédito. Las promesas de mejoras
sustantivas en la calidad de vida social; de un bienestar para todos; de prosperidad y
progreso social basado en el trabajo – relato fordista-keynesiano, que informara,
también, al ideario social-demócrata de reformas sociales crecientemente universales
–, hoy se aprecian como una auténtica tragedia, una “catástrofe social” de
dimensiones mundiales. Un observador que consiga suspenderse de la “alineación
mediática” que cotidianamente intenta colonizar nuestras mentes, podrá corroborar el
hecho.
En esta perspectiva, en la actual fase sistémica de crisis estructural, las formas
que definen la sociabilidad se presentan como aquello que Marx y Engels, en 1848,
llamaron de “regresos momentáneos a la barbarie”2, pero con la diferencia
fundamental de que hoy, tales “regresiones civilizadoras”, dejan de ser coyunturales y
pasan a tornarse parte de la propia estructura de funcionamiento del capitalismo. El
retorno a la barbarie que hoy vivimos es parte constitutiva del sistema; es un
momento necesario de su reproducción siempre ampliada; una exigencia para el
funcionamiento “adecuado” del régimen social del capital en nuestros días.
De modo que, a diferencia de mediados del siglo XIX, la regresión civilizatoria que
hoy nos interpela, al asumir un carácter estructural, permanente, crónico, supera en
determinaciones a aquella del siglo XIX. Con la crisis estructural del sistema, el
desempleo crónico y la producción de barbarie se afirman como algo natural e
inapelable en la formas de sociabilidad. Así, la crisis es “naturalizada”, sus
determinaciones son mistificadas y sus irracionales antagonismos son solapados3.
II. Cuando la producción se torna destrucción
En su crítica de la economía política clásica, Marx afirma que la producción de
2 Nos referimos al célebre Manifiesto Comunista.
3 Ante el aumento de las dificultades para realizar una “reproducción saludable”, el sistema activa e
intensifica todos los dispositivos disciplinadores disponibles, tendientes a nublar y oscurecer los
fundamentos de lo real. Esto es, se potencian las energías e impulsos mistificadores y fetichizantes del
orden social.
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
19
bienes como valores de uso – necesarios para reproducir la vida – se distingue y se
contrapone a la producción de valores de cambio – para intercambiar en el mercado
–, siendo ésta última la forma necesaria de la acumulación de riquezas en el orden
societario del capital. Así, la producción de riquezas es, primeramente, producción de
valores para el cambio, para el mercado, y no para la satisfacción inmediata de las
necesidades sociales de los individuos. Esto está determinado por la propia
naturaleza del capital, cuya particularidad consiste, justamente, en separar la
producción de bienes necesarios para la vida, de la satisfacción inmediata de
necesidades. Esto significa que, la producción material de la vida social, bajo este tipo
de relaciones sociales, no se organiza en función de la satisfacción de necesidades
humanas de la sociedad, antes, se orienta a la ganancia4.
De modo que, en el orden del capital, la producción apunta principalmente al
intercambio en el mercado; o sea, a la venta del producto – en tanto mediación
necesaria para la valorización del capital – para la realización de la plusvalía. Es así
como el capital cumple sus expectativas, cierra su ciclo de valorización y se realiza
como tal. No se cuestiona en que medida el “progreso”, el “desarrollo de sus fuerzas
productivas” contribuye con la elevación de la calidad de vida del conjunto de la
humanidad – entendiendo por esto, un proceso progresivo de superación de las
barreras naturales, a través de la ampliación, diversificación y satisfacción de las
necesidades de los individuos sociales.
Ahora, para que la producción pueda ser distanciada de la satisfacción inmediata
de necesidades, un pre-requisito ineludible es la mercantilización de la fuerza de
trabajo. Este proceso permitió la emergencia del “trabajo abstracto”, el trabajo simple
que, medido en tiempo, determina el valor contenido por las mercancías5. Pero, para
que la fuerza de trabajo se torne una mercancía como cualquier otra, sus portadores
(los trabajadores) debieron ser despojados, desapropiados de medios de producción
propios; debieron ser “liberados” de toda propiedad más allá de su capacidad
nervioso-muscular de producir, y obligados a concurrir al mercado de trabajo a vender
su única propiedad como condición para la reproducción de su vida.
Si la producción se limitara y se rigiera por el consumo, priorizando la satisfacción
4 Lo que no anula el hecho de que toda “mercancía”, para ser vendida, tiene que ser un “valor de uso”; o
sea, debe corresponder a una necesidad elemental o del espíritu. Sin embargo, la producción mercantil no
se orienta, prioritariamente, a la satisfacción de las necesidades, antes, es la modalidad de generar
plusvalor: la sustancia del lucro. Ahora, para acopiar la plusvalía generada en el momento de la producción
de mercancías, éstas deben ser vendidas, deben realizarse en el mercado, y para esto deben ser objetos
útiles, que correspondan a necesidades sociales.
5 En la crítica de la economía política, Marx parte de la teoría del valor-trabajo de los clásicos (Smith y
Ricardo), pero la supera al descubrir el “secreto” de la plusvalía. Dicha teoría afirma que el valor de una
mercancía está dado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla, o, lo que es lo mismo,
por el tiempo de trabajo socialmente necesario que ésta lleva acumulado, objetivado.
20
de necesidades – tal como ocurría en los sistemas de producción antiguos –, no
habría condiciones para la existencia de crisis de valorización del capital, debido a su
inactividad. El modo de producción capitalista subordina el valor de uso de los
productos a su valor de cambio; no los trata separadamente, los combina de forma
peculiar. Así, la producción se determina por la producción misma, en escalas siempre
crecientes, como forma de bajar los costos unitarios de la producción para tener
suceso en la competencia. La acumulación capitalista exige y supone todas estas
condiciones6.
Una vez afianzada dicha dislocación – entre producción y satisfacción de
necesidades sociales –, o sea, cuando la producción no es para el consumo
inmediato y lo que importa es el intercambio del producto – porque sólo de esa forma
la plusvalía puede ser apropiada y servir para sucesivas ondas de acumulación de
capital –, se abre la posibilidad de una producción destructiva7. Cuando esto ocurre, la
producción social de la vida material deja de responder a las necesidades sociales y
abandona su potencial civilizador.
En los borradores de 1857/58 (los llamados Grundrisse), Marx desarrolla la idea de
que el consumo creciente que el capitalismo expansivo del siglo XIX impelía, contenía
energías humanizadoras – puesto que diversificaba el complejo de necesidades
existentes, creando otras nuevas, las cuales encontraban posibilidades de
satisfacción con el “progreso de las fuerzas productivas sociales”. Este “desarrollo de
las fuerzas productivas” – que no se reduce al progreso científico-técnico, sino que,
también, envuelve las capacidades y habilidades humanas –, en permanente ascenso
desde los primeros días del capitalismo, es una condición necesaria de la
reproducción ampliada del mismo. Ya unos años antes, en el Manifiesto de 1848,
Marx observa que la burguesía, como la clase que encarna los intereses vitales de la
sociedad del capital, no podía desplegarse y afianzarse sino a través de revolucionar
permanentemente las fuerzas productivas, considerando este momento como
civilizador por llevar a la superación de la escasez8.
6 Aumentando la escala, tiende a disminuir el costo unitario de la mercancía, lo que brinda posibilidades de
suceso en la competencia en el mercado; esto, secundariamente, se vincula con la satisfacción de
necesidades humanas, siendo la principal motivación la venta y la consecuente obtención de lucros
capitalistas, a partir de la apropiación de trabajo no retribuido, esto es, la producción y apropiación de
plusvalía.
7 La destructividad del capitalismo y su lógica se expresan desde el momento que subordina valor de uso a
valor de cambio. El consumo deja de fundamentarse en el uso y pasa a depender del cambio. Del consumo
por la necesidad se pasa al consumo por el consumo mismo; un momento irracional cada vez más fuerte
que coadyuva con la reproducción auto-destructiva.
8 Actualmente, las exigencias de la valorización del capital suponen, tanto la creación permanente de
nuevos mercados, como la intensificación del consumo al interior de los mismos. La “esfera del consumo”
debe estar a la altura del ritmo febril impuesto por la competencia ínter-imperialista, para permitir la
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
21
Lo importante a resaltar aquí, una vez más, es la diferencia cualitativa que nuestra
época histórica guarda con el capitalismo observado por Marx, puesto que se han
procesado cambios sustanciales en las bases de reproducción del sistema, a partir de
las metamorfosis que el mismo fue operando a lo largo de su despliegue histórico. De
modo que, las condiciones necesarias a la reproducción sistémica fueron unas en su
fase competitiva y expansiva inicial, se trastocaron y re-formularon con el pasaje para
la etapa imperialista del capitalismo, y hoy, en su etapa de más avanzada madurez (y
de agudización de sus contradicciones), son nuevamente transformadas. La idea de
metamorfosis expresa justamente esta dialéctica de transformaciones y
continuidades, o continuidades bajo otras formas9.
En este sentido, el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad – que porta
un potencial para la diversificación y la ampliación de las necesidades humanas y la
satisfacción a través de un consumo creciente –, al operarse bajo la lógica del capital
y de su reproducción ampliada, no redundan en un proceso de humanización
creciente. Tal desarrollo de las capacidades productivas sociales, en esta época de
crisis estructural, se vuelve contra la propia humanidad, una vez que su usufructo está
negado para millones de seres humanos – que ha llegado, incluso, a poner en riesgo
la propia vida en el planeta, con la suicida destrucción de recursos naturales no
renovables. Es la afirmación férrea de la lógica alienada que comanda los desarrollos
tecno-productivos – la lógica del lucro y de la “acumulación interminable de capital” –
lo que impide que ese potencial humanizador hoy se haya tornado un verdugo que no
vacila en cortar las cabezas de los “residuos humanos” del capital.
En síntesis, no es la producción en sí lo que más le interesa al capital; más bien, le
preocupa, fundamentalmente, su auto-reproducción ampliada. Actualmente, asume la
forma de una auto-reproducción destructiva que barbariza la vida social. Una
alternativa básicamente racional para esta paradoja sería la reducción de las horas de
trabajo, lo que permitiría “absorber” las tendencias a la “exclusión estructural”. Sin
embargo, el “tiempo libre” que tal distribución del trabajo acarrearía, además de
encarecer las mercancías, también es portador de una carga “explosiva”, puesto que
puede operar en el sentido de suspender la alienación.
Es interesante, en este sentido, recuperar la tesis de Mészáros (2002) sobre la
realización de las cada vez más numerosas mercancías producidas con los sucesivos saltos en la escala
de producción y en la productividad del proceso de trabajo, lo que ha redundado en un auténtico proceso de
destrucción de fuerzas productivas sociales.
9 Un buen ejemplo de esto puede encontrarse al analizar el desempleo actual y su carácter crónico. En los
marcos de lo que hemos llamado la “fase expansiva” del capitalismo, cuando todavía no había agotado sus
estímulos civilizadores, el desempleo se presenta como momentáneo y susceptible de ser absorbido por
nuevas ondas de inversiones productivas de capital. Es ese el ciclo que parece haberse cerrado
definitivamente con la crisis estructural del capital.
22
afirmación de una tendencia a la “tasa de utilización decreciente” de los bienes y
servicios en el capitalismo contemporáneo. Éste, como respuesta a su propia crisis,
desarrolla un conjunto de contra-tendencias que ya no apuntan fundamentalmente a
aumentar extensivamente la esfera del consumo (como fue el consumo de masa,
propio de la fase “fordista-keynesiana”, en la segunda pos-guerra). Hoy, la respuesta
sistémica se orienta a la intensificación del mismo; o sea, al aumento de la
“profundidad” del mercado. Estas dimensiones, más que ser excluyentes, se
complementan, tendiendo a predominar la segunda estrategia.
En la línea de este autor, podría pensarse que, como respuesta a su crisis de la
década de 1970, el capitalismo elabora una tendencia que busca restringir los
mercados de masa, concentrando y profundizando el consumo en determinados
segmentos sociales. Con esto, opera una transformación en la modalidad de
reproducción del sistema del capital, la cual deja de realizarse básicamente a través
de la “vía keynesiana”, y pasa a adoptar la “vía neoliberal”. El sistema se reproduce
intensificando la profundidad de los mercados, que deben ser dinámicos para saciar la
sed de ganar en la competencia, lo que implica crear y consolidar una masa de
“excluidos” de un consumo sustancial.
Ahora, para que esto no provoque el colapso del sistema por una crisis de sub-
consumo, el capital desarrolla una contra-tendencia dirigida hacia la producción de
desperdicio que, poco a poco, pasa a convertirse en una pieza fundamental del
funcionamiento del sistema en su edad madura. Ésta consiste en reducir la
durabilidad de los productos – si es preciso, boicoteando la calidad de los mismos –,
para aumentar la demanda, la circulación y el consumo de mercancías10.
Queda claro, entonces, que al capital no le interesa la alta durabilidad, puesto que
restringe el consumo y lo desacelera. Por esto, en el capitalismo en crisis estructural
se acaba conformando una dialéctica irracional de producción para el desperdicio,
donde el segundo es el momento predominante. Este es el núcleo irracional y
deshumanizante de lo que llamamos producción destructiva11.
10 La solución para la crisis que es inherente al capitalismo en su edad madura (la superproducción) por la
vía de la expansión del consumo civil, parece superada. Hoy, puede apreciarse que el capital opta por
expulsar fuerza de trabajo a pesar de los riesgos de contraer el consumo, y lo contrarresta con la caída de
la tasa de utilidad y la producción destructiva (Remito al lector a Mézsaros, 2002, Capitulo 16.2.5: Página
692). Es importante aclarar que esta tendencia capitalista tardía - de profundizar intensivamente el
consumo, antes que expandirlo extensivamente -, forma parte del elenco de respuestas elaboradas por el
capital para sortear su última gran crisis global, cuyo epicentro se dio en la década de 1970. Desde
entonces, según el filósofo húngaro, el capitalismo se reproduce generando y manteniendo una masa
enorme de excluidos, los cuales son fundamentales para mantener desarticulada la “vieja clase
trabajadora”, neutralizando la amenaza sistémica fundamental y logrando sumergir todo a la tiranía de lo
“único posible”, mediante la negación de alternativas.
11 Son varios los autores que han colocado al complejo industrial-militar como el pilar fundamental de esta
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
23
III. Actualidad del Imperialismo
Inicialmente, impulsado por la lógica de acumulación del régimen capitalista, el
imperialismo representa un movimiento que expresa la tendencia expansiva del
capital. Se refiere al proceso por el cual, las contradicciones y las crisis que el sistema
enfrenta en su reproducción ampliada, son evacuadas o distendidas por medio de
extensiones territoriales, cuestión que acaba siempre en nuevas expansiones del
ambiente capitalista (Cf. Harvey, 2004). Esto es, los procesos de creación de nuevos
mercados, de apertura de territorios para la inversión productiva de capital, funcionan
en el sentido de construir las condiciones para que el mismo pueda auto-reproducirse.
Para Harvey, en el marco de estas expansiones – determinadas por el avance de
la concentración y la centralización del capital, al calor de la competencia inter-
monopolista –, pueden encontrase intensas y variadas presiones sobre el poder
político de cada Estado, para que éste asuma políticas imperialistas y aumente los
controles territoriales necesarios para evacuar las crisis de super-acumulación que
periódicamente se manifiestan bajo la forma de desvalorización. Así, los impulsos del
capital para “no quedar parado” y desvalorizarse se resuelven al costo de asumir
crecientemente formas y prácticas de dominación imperialistas.
De modo que, con el progreso de la acumulación, de la concentración y de la
centralización del capital, se va creado una lucha inter-imperialista por el control de
territorios, que tiene como protagonistas centrales a los Estados-nación imperialistas
más avanzados. En algunas situaciones históricas, como producto de las exigencias
de la valorización del capital, la competencia entre los grandes monopolios
desembocó en conflagraciones bélicas portadoras de una carga de destructividad de
enormes dimensiones – como lo testimonian las dos grandes guerras mundiales del
siglo XX. De estos cataclismos inter-imperialistas resultaron nuevas configuraciones
geográficas o, en otros términos, el reparto de países entre las potencias victoriosas.
Así, bajo la dinámica crisis/expansión/crisis, se crean y renuevan, hasta los días
actuales, experiencias de dominación colonial y neo-colonial, bajo la influencia
exclusiva de una respectiva potencia imperialista.
El dato de peso que debe tenerse presente al momento de analizar el pasaje del
llamado capitalismo competitivo al monopolista12 – o, en la formulación de Lenin, al
producción destructiva, y como el ejemplo más dramático e irracional de la misma. El complejo industrial
militar es la solución encontrada para la superproducción. Allí pueden combinarse la máxima expansión con
la tasa mínima de utilidad, superándose en la práctica la distinción entre consumo y destrucción. Al
respecto, remito al lector a la obra Capitalismo Tardío, de Ernest Mandel, donde se encuentra
rigurosamente desarrollado este problema.
12 Son varios los autores que abordan dicho pasaje o cambio de fase del capitalismo, coincidiendo en que el
mismo se procesa a partir del último tercio del siglo XIX, y va incrementándose y reformulándose hasta
24
imperialismo, como la etapa más avanzada del capitalismo –, es el papel central que
pasan a jugar los grandes conglomerados monopolistas en la definición del modo de
reproducción del orden social. Éstos, en el comando del aparato del Estado-nación
moderno, buscarán instrumentalizarlo para posibilitar las condiciones de la
acumulación del capital en un contexto de creciente recalentamiento de la
competencia inter-monopolista. Aquí, la conquista de territorios, el control de los
recursos humanos y naturales, la exclusividad en los negocios, entre otros elementos,
son una fuente permanente donde el capital monopolista buscará oxigenar sus
momentos críticos para continuar la corrida de la competencia mundial.
Retomando la reflexión del geógrafo David Harvey (ídem), la “acumulación
interminable de capital” requiere para sí una “acumulación interminable de poder”,
capaz de proteger y mantener segura a la propiedad. Por esto, afirma el autor,
concentración de capital implica concentración de poder. La historia de la burguesía
tiene que ser una historia de hegemonías que expresan siempre un poder más amplio
y expansivo, continuamente. La pregunta que Harvey se formula al respecto es: ¿en
qué estructura se podrá concentrar un poder suficientemente fuerte como para
controlar la continuidad ilimitada de la acumulación de capital? O, ¿este afán ilimitado
de acumulación nos conducirá a la barbarie?
Con base en dicho autor, históricamente, pude pensarse en un primer momento
del imperialismo capitalista (puesto que políticas imperiales existieron con anterioridad
al capitalismo) comprendido entre las décadas que van de 1875 a 1945. El mismo, se
caracterizaría por un contexto mundial en el que existen imperialismos rivales
fundados en Estados nacionales, los cuales funcionan, se legitiman y reproducen,
mediante la movilización de la “unidad nacional” para el enfrentamiento de un poder
externo – para lo cual muchas veces se apela al racismo.
Un segundo momento del imperialismo comenzaría luego de la segunda guerra
mundial y se extendería por 30 años, hasta entrada la década de 1970. La segunda
pos-guerra, entonces, abriría una nueva fase de configuración geo-política del
capitalismo imperialista, donde los Estados Unidos de América salen del conflicto
bélico como potencia dominante – líder en tecnología y en producción –, con el dólar
reinando supremo y su aparato militar bien superior al de cualquier otro país13. En
nuestros días. El imperialismo, como fase más avanzada del capitalismo llamado competitivo, expresa la
entrada en la escena de los monopolios; por esto, es también llamado “capitalismo de los monopolios”.
Entre los teóricos clásicos fundamentales podemos destacar a Lenin, Hilferdin, Bujarin, Hobsson, Rosa de
Luxemburgo, Baran y Sweezy, entre otros.
13 Diferentemente de la URSS que cargó con el principal costo de la segunda guerra mundial. Es bueno
recordar que, la demora de los Aliados para lanzar un segundo frente de ataque en Europa y derrotar más
rápidamente al poderío nazista (probablemente calculada por EUA e Inglaterra), desgastó mucho el poderío
militar soviético.
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
25
este periodo histórico, puede decirse que su política imperialista no se explicitó
abiertamente; más bien, el “gran hermano” del norte buscó por todos los medios
ocultar sus ambiciones imperiales, presentándose como un socio poderoso, con
intereses afines, dispuesto a auxiliar el “desarrollo” de las periferias y de los países
europeos desbastados por la guerra. Para esto, se dedicó minuciosamente a la
formulación de un perfil amistoso y solidario, con base en un “universalismo
abstracto”. Esa fase podría caracterizarse como un imperialismo “leve”, o de “baja
intensidad” (Cf. Harvey, ídem)14.
La expansión geográfica propulsada por la concentración y la centralización del
capital, fue garantizada mediante la descolonización de los países del llamado Tercer
Mundo y los planes del modelo “desarrollista”, como meta generalizada para el resto
del mundo. En el plano interno de los EUA, el creciente poder del trabajo organizado
redundó en mejoras del nivel de consumo para las clases inferiores y el problema de
la sobre-acumulación fue contenido hasta finales de los 60. Pero, cuando en esta
década, Japón y Alemania (ya recuperados) comienzan a contraponerse a EUA, se
reaviva la competencia internacional. En este contexto comienza a declinar la
capacidad interna de este país para absorber el capital excedente, dando lugar al
surgiendo de la sobre-acumulación – esto es, la crisis de valorización del capital por
falta de posibilidades de inversión productiva. Esto profundizó aún más el
recalentamiento de la competencia económica mundial, y como una consecuencia
necesaria de aquello, fue endureciéndose la tolerancia política de los EUA con los
gobiernos que no colaboraran con las necesidades de su capital, no vacilando en
derrocar y eliminar a la disidencia15.
La creciente concentración de poder en los “centros” del sistema generó diversas
respuestas en el sentido de la anti-dependencia, de la liberación nacional y de las
luchas de clases en el mundo desarrollado. La anti-dependencia se fundió con el anti-
colonialismo en el “tercer mundo”, conformando un bloque anti-imperialista que
14 En este sentido, si observamos la conducta histórica de los EUA puede percibirse que el consentimiento y
la cooperación tienen la misma importancia que el uso de la coerción y la eliminación del enemigo o la
disidencia. Sin lograr capacidad internacional de movilización de consentimientos y cooperaciones, esto es,
sin lograr ejercer un liderazgo de modo que genere ciertos beneficios colectivos, haría mucho tiempo que
EUA habría dejado de ser hegemónico. La “cabeza del Imperio” debe actuar de forma tal que, por lo menos,
sea creada la ilusión de que las ganancias serán en beneficio de todos; no puede descuidarse esta cuestión
a la hora de hablar de liderazgo por medio del consentimiento, o sea, del ejercicio de la hegemonía. No
obstante, lo que queremos resaltar es que esto no anula el momento coercitivo del sistema, más bien, el
mismo no precisa ser movilizado para enfrentamientos sociales fuertes; son momentos de relativa paz
social que el sistema también demuestra como posibles dentro de sus marcos contradictorios.
15 Aunque no nos propongamos en este ensayo el tratamiento de los golpes militares que sacudieron a
varios países latinoamericanos en este período, bajo la organización estratégica del Pentágono
Norteamericano, es importante mencionar como ejemplo, el genocida Plan Cóndor que eliminó
efectivamente la disidencia en Sudamérica.
26
procuró contestar, con más o menos radicalidad, las estructuras del orden social. Este
movimiento contra-hegemónico se confrontó con una respuesta sistémica que no
vaciló en la utilización del terrorismo de Estado – desplegado mundialmente – para
ahogar en sangre los procesos potencialmente transformadores del status quo.
El período que se inicia con la crisis capitalista de la década de 1970 – la crisis
estructural del capitalismo – deja como saldo fundamental, el establecimiento de un
grupo dominante de países, formado por las grandes potencias capitalistas,
globalmente cohesionado, articulado bajo el liderazgo de los EUA. Esto se produce, a
fin de evitar confrontaciones internas y compartir mejor los beneficios de un
capitalismo integrado en las regiones nucleares, procesándose una verdadera
intensificación del capitalismo.
De este modo, siguiendo a Harvey (ídem), desde 1970 hasta nuestros días, se
afirma, en términos históricos, la “hegemonía neoliberal”. Con ella, el funcionamiento
del sistema, aún bajo la tutela de EUA, relativiza fuertemente la base material de los
valores monetarios. El abandono del patrón dólar-oro opera como una suerte de
desmaterialización del sistema monetario. La llamada crisis del petróleo – una gran
elevación de su precio – perjudicó mucho más a Alemania y a Japón, que al propio
EUA – que tenía reservas propias en ese momento. Los bancos norteamericanos
fueron quienes absorbieron los “petro-dólares”, y Nueva York se convirtió en el centro
financiero mundial, mientras los mercados financieros fueron desregulados, unos tras
otros.
En este nuevo contexto, la burguesía inclina sus negocios hacia las actividades
financieras, descubriendo que éstas significan un arma contundente para atacar las
posiciones del trabajo organizado y oxigenar las ganancias. Las luchas de los
trabajadores adquieren cada vez más un carácter defensivo, buscando preservar las
conquistas del Welfare State, y los movimientos de resistencia son derrotados unos
tras otros en los países centrales, provocando la desarticulación político-organizativa
de la clase trabajadora. En este marco, el capital financiero ocupa el centro de la
escena y logra ejercer un efectivo disciplinamiento sobre la misma a escala mundial –
especialmente en aquellos países cuyos Estados se encuentran considerablemente
endeudados16.
Por otra parte, en la perspectiva del geógrafo norteamericano , el reino de la
especulación financiera y del capitalismo de acumulación flexible – pilares
fundamentales de lo que hemos conocido como neoliberalismo – fueron realmente
posibles, gracias al conjunto de transformaciones tecnológicas advenidas con la
16 La “deuda externa” en determinados países – especialmente los asociados al FMI - fue usada para
reorganizar las relaciones de producción internas de los mismos, favoreciendo la mayor penetración de los
capitales externos: EUA, Japón, Europa. (Cf. Harvey, 2005, p. 59).
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
27
revolución de la micro-electrónica17 – la llamada revolución científico-técnica o tercera
revolución industrial –, y en términos políticos, debido a la derrota global del proyecto
de emancipación de la clase trabajadora. De modo que, fueron estas bases
tecnológicas revolucionadas y los resultados políticos de las luchas de clases, las que
permitieron que la producción y la acumulación del capital se tornen más flexibles y
con una mayor movilidad geográfica – fundamentalmente, a partir de la reducción de
los precios del transporte y de los subsidios estatales para las relocalizaciones
productivas. Así, se inaugura el proceso de financierización del capitalismo, en que
actualmente nos encontramos.
No menos importante que lo anterior, resulta la “implosión” de la Unión Soviética,
puesto que remueve una amenaza de larga duración para el capitalismo, al mismo
tiempo que amplía territorios y expande el ambiente capitalista para amortiguar la
crisis de valorización del capital.
En el análisis de Harvey (ídem), hoy la economía mundial se presenta organizada
sobre tres grandes pilares regionales: el NAFTA (EUA, México y Canadá, queriendo
ampliarse para el ALCA, que involucraría todo el continente americano); la Unión
Europea (UE); y la región de Asia (los llamados “tigres” y, fundamentalmente, China).
Estos bloques funcionan más solidariamente que en competencia mutua, mostrando
con esto que las potencias capitalistas han aprendido la lección dejada por las
guerras inter-imperialistas. No obstante, esta complementación no puede anular la
competencia, siendo EUA quien sigue apareciendo como el portador de las mejores
posiciones.
Esto abona la tesis del autor de que estamos ante un “nuevo imperialismo”, que se
particulariza por expresar un movimiento de endurecimiento y de mayor explicitación
del papel de control que precisan ejercer los EUA – como cabeza del imperio – para
garantizar la auto-reproducción del sistema como un todo, junto con su particular
posición dominante en el mundo.
En síntesis, en esta perspectiva, desde la segunda pos-guerra mundial se
constituye un imperialismo de “baja intensidad”, el cual busca reproducirse a través de
procesos más o menos consensuales – particularmente porque los ciudadanos
norteamericanos se niegan a aceptar políticas contrapuestas a los valores
republicanos y burgueses, propios de la época ascendente del capitalismo. Las
acciones imperialistas efectuadas – que las hubo y muchas – fueron sigilosamente
amortiguadas por la proliferación de discursos de “libertad”, “democracia”, de “no-
intervención”, de “respeto mutuo”. Aquí, las prácticas imperialistas de EUA no
17 Sus antecedentes pueden encontrarse en las investigaciones militares desarrolladas por las potencias,
en el marco de la segunda guerra inter-imperialista, y, posteriormente, en el transcurso de la llamada
“guerra fría”.
28
aparecían abiertamente tal como lo hacen hoy, cuando la explícita belicosidad se
debe, en parte, a que en la atmósfera posterior al 11 de septiembre, la acción militar
abierta y unilateral se torno más aceptable al interior de la principal potencia
imperialista, aunque no sin resistencias locales, regionales y globales.
IV. Neoliberalismo y “Nuestra América”
Entendemos que América Latina no es una unidad indiferenciada, ni la región se
configura como una identidad. Ignorar esto, nos traería una serie de problemas
relacionados con la dialéctica de identidades y diferencias presentes en la misma, con
riesgo de caer en una unilateralidad en el análisis. La perspectiva analítica aquí
adoptada no aborda a América Latina como una identidad homogénea, con mismas
raíces, culturas, sistemas y relaciones de producción. Antes que esto, proponemos
pensarla como una unidad problemática y en proceso; como una particularidad
dinámica que se constituye a partir de innegables trazos históricos comunes que la
unifican y singulares experiencias que la diferencian.
Este desafío, para no devenir en un empobrecimiento o simplificación del análisis,
precisa captar la particularidad latinoamericana en tanto unidad en proceso, en tanto
proceso de unidad, sin negar sus singularidades, reconstruyendo la relación existente
entre las mismas. Nos proponemos pensar América Latina – o, mejor, como dijera
Martí: “Nuestra América” –, ante todo, como el proceso de constitución de una rica
unidad de diversos que, por compartir situaciones históricas, necesidades, posiciones
periféricas en el usufructo del desarrollo de las fuerzas productivas sociales – esto es,
un lugar en la totalidad social –, cuenta con potencialidades para formular un proyecto
societario diferente al actualmente hegemónico, por lo menos en escala regional.
Desde esta perspectiva, el estudio del significado de América Latina en la dinámica
capitalista parte de investigar las raíces históricas de “Nuestra América”, y no busca
encontrar una “esencia latinoamericana” o periférica, de la cual extraer una “pureza
natural” o “exótica” de la región. Muchos menos pretendemos realizar un análisis de
las diferencias en sí mismas, argumentando la “complejidad sin fin de las cosas” y, por
ende, la imposibilidad de cualquier orientación de sentido más o menos planificada
para el conjunto, o el abandono de la perspectiva de la totalidad. Antes que esto, el
objetivo es contribuir con la recomposición de la unidad latinoamericana desde una
perspectiva crítica, capaz de analizar la actual realidad socio-política de los países
que la integran para apuntar posibles estrategias frente al cuadro de barbarización de
la vida social que, cada vez con mayor violencia, se nos impone a los “primos pobres”
del sistema.
Partimos de la premisa de que el conjunto de trasformaciones societarias operadas
en los países latinoamericanos desde la década de 1970, estructuradas en el marco
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
29
de la ya mencionada respuesta del capital a su propia crisis y reunidas bajo el rótulo
de “modelo neoliberal” – recomendado por los organismos internacionales de crédito,
como el nuevo plan que nos permitiría superar de una vez por todas el subdesarrollo
–, redundaron en una verdadera catástrofe socio-económica para la enorme mayoría
de la población del continente. El neoliberalismo significó un proceso socialmente
regresivo que evidenció, por un lado, los límites crecientes que enfrenta el sistema
como un todo para mantener sus lucros y reproducirse, y, por otro, el papel reservado
para nuestros países periféricos ante las nuevas y más potentes crisis capitalistas que
puedan presentarse.
De forma contradictoria, esta catástrofe social sentó las bases para un nuevo
proceso – en tanto tendencia – de unificación continental, débilmente organizado en
función de resistir las embestidas del imperialismo en las diversas dimensiones de la
vida social y en sus peculiares expresiones nacionales. La unidad de la resistencia al
avance del imperialismo en América Latina aparece, en la contemporaneidad, como la
“alternativa” históricamente más factible para, por lo menos, amortiguar el “exterminio”
económico que viene azotando sin descanso a la región, especialmente las tres
últimas décadas – por no hablar de las resistencias que datan de más de 500 años.
En este sentido, entendemos la fase neoliberal del capitalismo, que comenzó a
manifestarse inequívocamente desde los primeros años de la década de 1970, como
una respuesta económico-política y cultural, ensayada por el capital para responder a
su crisis estructural. El neoliberalismo representa, ante todo, el resultado histórico de
los grandes enfrentamientos sociales y políticos que conmocionaron el mundo en las
décadas de 1960 y 1970, los cuales portaron una gran carga de explosividad para la
manutención del orden social. No es, como algunos creen, una nueva etapa más
avanzada del progreso (lineal y natural) de la sociedad. Antes, significa la respuesta
históricamente posible y necesaria que el capital debe dar a su crisis de valorización,
si quiere permanecer vigente como relación social predominante. El neoliberalismo se
afirma sobre las ruinas del proyecto social que pretendía superar la sociedad basada
en la explotación del hombre por el hombre.
Si bien se propone pensar al neoliberalismo como una fase histórica general de
regresión civilizatoria – que en América Latina se expresa de modo particularmente
crudo, aunque no sólo en esta parte de la periferia del sistema –, la que homogeneiza
y nivela la región a través de la producción del pauperismo, esto no significa que sus
políticas, rígida y mecánicamente, se repitan en cada uno de los países
latinoamericanos. Mucho menos que su aplicación genere condiciones para su
automática superación. Es fundamental puntuar que existen graduaciones locales,
nacionales y regionales; o sea, modalidades diversas de aplicar las “recetas” del
“Consenso de Washington”, de acuerdo con el tipo peculiar de formación económico-
social de que se trate. Del mismo modo, la aplicación del recetario neoliberal ha
30
creado diferentes reacciones socio-políticas, lo cual explica la existencia de tiempos y
profundidades diferenciadas en la implementación de su paquete de “contra-
reformas”. En este sentido, no pueden olvidarse las mediaciones existentes entre el
aumento de la barbarización de la vida social y la formación de un sujeto colectivo
capaz de dar otro sentido al orden social.
Nos interesa destacar aquí, fundamentalmente, las tendencias unificadoras
producidas por esta fase social regresiva del capitalismo en Nuestra América. Como
pudo constatarse recientemente, es en estas áreas donde el sistema busca
primeramente obtener “oxígeno” para “respirar” en sus crisis de desvalorización. En
otras palabras, es en las periferias del sistema, donde el capitalismo imperialista
maduro, primeramente descarga el peso destructivo y cada vez más violento de las
crisis de valorización; sobre éstas han sido realizados históricamente los “ajustes
estructurales” necesarios para la recomposición de la tasa de lucros y de la
acumulación.
En este contexto, la contundencia del “fracaso neoliberal” y el fin de su promesa
civilizadora, pone en pauta la necesidad de brindar alternativas. Podemos encontrar,
en la América Latina actual, fuerzas de resistencia a los procesos de expansión
insaciable del imperialismo maduro, cuestionando firmemente las bases neoliberales
de organización socio-económica y política de los países. Hoy, en “Nuestra América”,
se vienen procesando agitadas jornadas de lucha social, las cuales se expresaron, de
forma intermitente, en el período pos-dictatorial y fueron ganando intensidad al ritmo
de la agudización de algunas contradicciones sistémicas, una vez que el capitalismo
alcanzó sus “limites estructurales”. Lo que podríamos esperar del despliegue de las
formas imperialistas en esta coyuntura, es el desarrollo de una dialéctica que no es
nueva en la región, la cual se caracteriza por un endurecimiento del “gran hermano”
del norte en función de mantener su supremacía, aunque no sin contestaciones más o
menos decididas por parte de los “de abajo”, los “condenados”, nosotros, los
“inferiores”.
V. Proyecto ético político profesional
El debate sobre los proyectos profesionales es relativamente reciente al interior de
la profesión. De acuerdo con el análisis de Netto (2003), en Brasil, donde el mismo se
encuentra en un nivel de formulación avanzado (si es comparado con el resto del
continente), la construcción del proyecto profesional crítico (o proyecto ético-político)
se inicia en las décadas de 1970 y 1980, sobre la base del enfrentamiento y de la
crítica al conservadurismo en la profesión; se enraíza criticando las demandas
liberales y conservadoras del Servicio Social.
En este contexto se sitúa la polémica actual sobre los dilemas y desafíos que
CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
31
enfrenta el pensamiento crítico y un proyecto emancipador para América Latina;
polémica esta que, como sabemos, tiene una interlocución fluida en el ámbito del
Trabajo Social, especialmente a partir de la irrupción del movimiento latinoamericano
de reconceptualización, de mediados de la década de 1960. Allí, por primera vez en la
historia profesional, diferentes grupos de profesionales, impulsados por el clima de
contestación general al orden del capital, se interrogan sobre las determinaciones
fundamentales que explican esta actividad profesional; se preguntan por sus
fundamentos socio-históricos, por su significado social, por su funcionalidad en la
sociedad capitalista. Por primera vez en el ámbito profesional, las concepciones
conservadoras tradicionales que marcaron su génesis, son blanco de una crítica que
busca ir a la raíz del problema, evidenciando la “complicidad” histórica de esta
profesión con el orden social del capital.
Podríamos pensar que, desde entonces, se manifiesta una voluntad colectiva de
constitución de un Proyecto Ético Político para el Trabajo Social en escala
latinoamericana, aunque no restricta a ésta. Formulado desde una perspectiva que no
desconsidera las particularidades históricas de cada formación social latinoamericana,
el movimiento de reconceptualización del Trabajo Social enfrenta el desafío de
comprender en profundidad la actual dinámica sistémica, “materia prima” que delimita
el campo de las demandas sociales a que debe responder profesionalmente.
En este sentido, dicho proyecto profesional hoy se constituye a partir de las
determinaciones generales presentadas por la actual fase del desarrollo capitalista,
tanto en la región como un todo, como para cada país o grupo de países en particular.
Dentro de esta dinámica societaria, y como resultado de las “correlaciones de fuerzas”
políticas, se desenvuelven los procesos y las actividades que sustentan, con más o
menos efectividad, la formación de “proyectos profesionales”, los que pueden
corresponder o no con el proyecto societario históricamente hegemónico. El estudio
de la historia profesional muestra claramente la presencia (que llega a nuestros días),
de diferentes proyectos profesionales en disputa; los mismos, van desde una “sintonía
perfecta” con el orden social dado, hasta plantear una radical negación del mismo. De
modo que, es fundamental partir del reconocimiento de que el ámbito profesional se
encuentra fuertemente atravesado por las determinaciones macro-societarias – que
definen su demanda socio-histórica en las instituciones, y las manifestaciones de la
“cuestión social” sobre las que debemos centrar nuestra actividad profesional –, así
como también por las respuestas formuladas por los diferentes segmentos del
colectivo profesional, para posicionarse frente a dichas determinaciones contextuales.
Sin embargo, es importante destacar que los proyectos societarios se distinguen
cualitativamente de los proyectos profesionales. Como todo proyecto, ambos se
presentan como anticipación ideal de una finalidad que se quiere alcanzar; implican
valores que los fundamentan, como también elecciones de los medios para lograrlos,
32
entre otras cuestiones esenciales. Los proyectos societarios se diferencian de los
proyectos profesionales, fundamentalmente, por el nivel de amplitud y de totalización
que comportan. Entendemos, junto con Netto (ídem), que los primeros se refieren a
una propuesta integral de organización social, que envuelve al conjunto de los
ámbitos de la vida social. Se basan en una “imagen ética ideal” de la sociedad a ser
construida, con valores y principios que la fundamentan; privilegian ciertos medios
para concretizarla; y pueden pensarse en escala nacional, regional, continental o
universal.
Por otro lado, los proyectos profesionales son también colectivos, pero no tienen la
amplitud de los anteriores. Según nuestro autor, éstos se desarrollan en una escala
menor y también prefiguran una imagen ideal, un proyecto, pero de la profesión. Los
proyectos profesionales también exigen valores que los legitiman socialmente;
delimitan sus objetivos y funciones; formulan los requisitos para su ejercicio; dictan
normas para el comportamiento de los profesionales; y establecen bases para
relacionarse con los usuarios de los servicios sociales en los que trabaja.
Al igual que los proyectos societarios, los proyectos profesionales son estructuras
dinámicas que responden a las alteraciones del sistema de necesidades sociales
sobre las cuales opera la actividad profesional; esto es, se mueven al ritmo de las
transformaciones económico-culturales, del desarrollo teórico-práctico de la propia
profesión y de los cambios en la composición social del colectivo profesional. Su
dimensión política es atravesada, tanto por la relación con los proyectos societarios,
como por las luchas hegemónicas internas al campo profesional – luchas por hacer
prevalecer un proyecto con determinadas orientaciones u otro. Así como existe en la
sociedad disputa de proyectos societarios, al interior del ámbito profesional existen
también disputas en torno de la orientación que debe asumir el proyecto profesional
en cada momento histórico. Por esto, el espacio profesional está lejos de ser
homogéneo en relación con las concepciones y los compromisos con los proyectos
societarios presentes en la realidad, lo que se traduce como adhesión o confrontación
de tal o cual proyecto en el interior del ámbito profesional.
Uno de los límites fundamentales que hoy enfrentan los proyectos profesionales
que resisten al proyecto societario hegemónico, según el autor18, se centra en el
mercado de trabajo profesional. Como vimos, éste es uno de los mecanismos de
ajuste y disciplinamiento más efectivo para garantizar el proceso de “reproducción de
lo dado” en la contemporaneidad. La precarización de los empleos, la informalidad y
la inestabilidad laboral, abonan para mantener la adecuación funcional de las
18 José Paulo Netto (2003) sustenta la idea de que, en la relación que existe entre proyectos profesionales /
proyectos societarios, es común que el que es hegemónico en la sociedad tienda a predominar dentro de la
profesión, aunque también pueden ocurrir descompases y enfrentamientos entre ambos.
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TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
33
prácticas profesionales a las exigencias sistémicas que emergen con la nueva fase de
crisis estructural del capital19. La condición ineludible de trabajador asalariado,
dependiente de las oscilaciones del mercado de trabajo, es el “eslabón más delgado”,
cuando nos proponemos reflexionar sobre los desafíos contemporáneos del proyecto
crítico del Trabajo Social en Nuestra América.
Evidentemente, esta es una contradicción existencial para el proyecto profesional
crítico: una tensión que no puede ser resuelta desde el interior de la categoría
profesional, por más que se piensen estrategias sofisticadas, y por más inteligentes
que puedan ser los cuadros que conspiran. Esta cuestión, vital para la propuesta de
un proyecto profesional crítico en la actualidad, se constituye como uno de los puntos
fundamentales que articulan recíprocamente proyecto profesional y proyecto
societario.
Para concluir estas reflexiones, podemos decir que la existencia de una fuerte
contradicción entre el avance del proyecto profesional crítico y la vigencia del proyecto
societario neoliberal, revela los enormes desafíos que enfrenta una formulación eficaz
del primero a escala continental. Dicha formulación, no puede ser pensada
aisladamente de la suerte y de las condiciones de las fuerzas socio-políticas que
disputan políticamente e intentan plasmar proyectos societarios contra-hegemónicos
en los diferentes países de “Nuestra América” o en la totalidad del sistema-mundo.
Entendemos que la profundización de la resistencia contra el neoliberalismo
expresa la conciencia cada vez más clara de la necesidad de unir a quienes lo
padecen y organizarse para su enfrentamiento. Si este principio es adoptado como
horizonte en la intervención profesional crítica, es preciso trabajar en la construcción
del proyecto profesional crítico en escala continental. El proyecto societario que
orienta las estrategias de intervención profesional en una perspectiva crítica es el de
la emancipación humana, que se basa en valores radicalmente diferentes a los
imperantes, y precisa ser materializado por medios alternativos a la miserable
racionalidad instrumental.
Por esta razón, entendemos que la construcción de un proyecto profesional crítico
en América Latina implica, hoy, por lo menos dos desafíos fundamentales: la
recuperación radical – en el plano del pensamiento – del proceso socio-histórico de
formación de Nuestra América en la dinámica capitalista, y la comprensión del
significado estratégico de la unidad latinoamericana para enfrentar el conjunto de
tendencias socialmente regresivas (vitales para el “nuevo imperialismo”) que
barbarizan la vida social.
19 Con mayor autonomía política-económica, el profesional tiene mejores condiciones para intervenir a
partir de sus propios valores éticos, y no a partir de aquellos impuestos de forma unilateral por el empleador
– como es cada vez más corriente.
34
Bibliografía
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Paidos, Argentina; 2005).
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CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL
TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
35
Capítulo II
Capitalismo tardío y decadencia ideológica:
La posmodernidad y su incidencia en el trabajo social contemporáneo.
Sergio D. Gianna
Introducción
El presente trabajo busca indagar en torno al surgimiento del pensamiento
posmoderno dentro de los límites del capitalismo tardío, y cómo éste incide en el
debate contemporáneo del trabajo social.
En una primera parte, se recuperan las determinaciones centrales de la
“decadencia ideológica” del pensamiento burgués (Lukács, 1981) que coincide con la
consolidación de la burguesía como clase dominante en 1848 (Marx, 1965). Desde
entonces, ha predominado en este pensamiento un común denominador: el
irracionalismo o un racionalismo formalista (Coutinho, 1972) que abandona tres
núcleos centrales del pensamiento clásico: el historicismo concreto, la concepción
humanista del mundo y la razón dialéctica. Entendiendo al campo posmoderno como
la pauta cultural dominante de la lógica del capitalismo tardío (Jameson, 1992) se
pretende indagar cuál es el tratamiento que hace este pensamiento de los tres
núcleos señalados anteriormente.
En una segunda parte, el trabajo analiza la incidencia del pensamiento
posmoderno en el trabajo social. Para ello, se toma como matriz de análisis la
dimensión teórico-metodológica (Iamamoto, 2003), entendiéndola a ésta como las
múltiples teorías que explican lo real y que incluyen en sí un modo de aprehender la
realidad. En ese sentido, pensar la presencia del pensamiento posmoderno en trabajo
social desde esta dimensión, procura analizar cómo se aprehende la realidad social,
cuáles son las categorías o conceptos teóricos que dan cuenta de esa realidad y
cuáles son los fundamentos que los sustentan.
I. La destrucción de la Razón: Decadencia ideológica y ciencias sociales.
La historia del desarrollo de la conciencia humana, que a lo largo de la historia
adquiere diversas expresiones -como la religión, el arte y la ciencia- no puede ser
comprendida a partir de una lógica interna, de autorepresentación y autodesarrollo.
Por el contrario, Marx y Engels (2005) plantean un punto de partida enteramente
distinto: esta no tiene una historia propia, y sólo puede ser aprehendida a partir del
proceso de vida material del hombre.
36
En el caso de la ciencia, su historia no es meramente el desarrollo de las ideas o
de las personalidades que las sustentan, sino el desarrollo de las fuerzas productivas
del trabajo del hombre, su desarrollo social, que le plantean a la ciencia determinados
interrogantes y dilemas que debe resolver1 (Lukács, 1959).
A partir de este planteo inicial, la ciencia sólo cobra sentido dentro de una totalidad
más amplia que la contiene, desarrollándose en su plenitud dentro del modo de
producción capitalista. Esto es posible, porque se socializan todas las relaciones
humanas, produciéndose un recorte de la base natural de la sociedad2, pasándose a
reconocer que la historia del hombre es la historia de su propia actividad (Netto,
2005).
A partir del siglo XVI, y durante los dos siglos subsiguientes, se produce la
transición entre el modo de producción feudal hacia el modo de producción capitalista.
Dentro de este proceso, Lukács (1958) reconoce distintos momentos en la burguesía,
en su conformación como clase y su posterior consolidación como clase dominante.
En la lucha contra el absolutismo feudal, la burguesía se constituyó en una clase
ascendente, representando el “interés general del pueblo” (Marx, 1965), consolidando
una transformación no sólo en el plano de lo económico y lo social, sino también en lo
cultural.
Junto a la transformación del modo de producción, comienza a cobrar forma el
proyecto de la modernidad (Ilustración), en cuanto programática socio-cultural
inspirado en el proyecto Iluminista. Según Rouanet (1993) el Proyecto Iluminista es un
proyecto transhistórico que adquiere particularidad y expresión en diversos momentos
históricos. El mismo está basado en tres categorías centrales: La universalidad, que
presenta la unidad de la especie humana y su horizonte emancipatorio, marcando la
igualdad entre los hombres independientemente de su raza, sexo, religión y
pertenencia a una nación. La individualidad, reconoce al hombre como persona
concreta y no sólo como integrante de una colectividad3. Y finalmente, la autonomía,
1 Lukács (2004), muestra la mediación que se produce en el proceso de trabajo entre la teleología, la
objetivación y la exteriorización. Recuperando a Aristóteles y a Hartmann, señala que todo proceso de
trabajo que se inicia con una necesidad concreta, conlleva un proceso de ideación en la mente de la
finalidad a lograr. En este proceso, se producen investigaciones de los medios y de los fines, en los que
aparece el núcleo embrionario del desarrollo de la ciencia, como modo de aprehender las determinaciones
de la realidad natural para actuar sobre ella y transformar su potencialidad.
2 Esto no implica la desaparición de la base natural en el modo de producción capitalista. Por el contrario,
en todo modo de producción existe necesariamente una base natural. Esto porque en el acto de trabajo se
producen “…combinaciones de dos elementos: material natural y trabajo” (Marx, 2002: 53).
3 Esto no implica la concepción liberal criticada por el propio Marx (2006) en la “Cuestión Judía” en la que la
individualidad es sinónimo de monada individual. Por el contrario, implica reconocer al hombre en cuanto
ser genérico, en su dimensión individual y colectiva, en la cual la realización del individuo está dada por la
realización con los otros hombres.
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TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
37
en cuanto los derechos y los poderes de los hombres para ejércelos. Dicha autonomía
se vincula con la utilización del hombre de su razón autónoma, el reconocimiento de
su libertad tanto en el espacio público como privado y la libre participación del
individuo en la esfera de la producción, la circulación y el consumo.
El proyecto de la modernidad se plantea en abierta oposición y antagonismo al
régimen feudal, colocando al hombre como el constructor de su propia historia, en
detrimento de la concepción religiosa, que no es más que la “autoconciencia y el
autosentimiento del hombre que aún no se ha encontrado a sí mismo…” (Marx, 1965:
8). Esto permite un proceso de secularización del pensamiento, en el cual la “figura de
Dios” pierde centralidad para comprender el mundo y con ello, toda explicación que
asume un carácter inmutable y mistificador de la realidad. Comienza a producirse el
rompimiento con la autoalienación descripta por Marx (1965), reconociendo que el
hombre debe “girar sobre su propio sol”, que no es más que el hombre en cuanto ser
social.
Esto también produjo un impacto en el campo del conocimiento, ya que superado
el velo mistificador de la religión se reconoce la posibilidad de generar un
conocimiento racional de la realidad. El mundo -tanto social como natural- no es algo
caótico, sino un sistema que posee conexiones causales y leyes inmanentes que el
hombre puede conocer.
Esta fase ascendente de la burguesía es acompañada por el desarrollo de un
pensamiento teórico que busca aprehender la realidad a partir de su devenir. La
ciencia codifica los principios últimos y una concepción general del mundo, propia del
movimiento progresista y liberador que constituyó la burguesía en ascenso. En este
momento histórico, entre la clase ascendente y la ciencia era posible aún la crítica:
Ella emerge del seno mismo de esta clase (Lukács, 1958).
Este período, comprende aproximadamente desde fines del primer tercio del Siglo
XIX hasta 1848, desde los pensadores renacentistas hasta Hegel. Según Coutinho,
Hegel sintetiza el pensamiento burgués revolucionario, reconociendo en él tres
núcleos categoriales: “…el humanismo, la teoría de que el hombre es un producto de
su propia actividad, de su historia colectiva, el historicismo concreto, o sea, la
afirmación del carácter ontológicamente histórico de la realidad, con la consecuente
defensa del progreso y del mejoramiento de la especie humana; y, finalmente, la
razón dialéctica, en su doble aspecto, esto es, de una racionalidad objetiva inmanente
al desenvolvimiento de la realidad (que se presenta sobre la forma de la unidad de los
contrarios), y aquella de las categorías capaces de aprehender subjetivamente esa
racionalidad objetiva, categorías que engloban, superando, las provenientes del
“saber inmediato” (intuición) y del “entendimiento” (intelecto analítico)” (1972: 14-15).
El desarrollo de la ciencia en este estadio del capitalismo, si bien tenía falencias y
era objeto de deformaciones que no le permitían al científico captar en su plenitud la
38
realidad y su movimiento, estos planteaban una respuesta “honesta y científica,
aunque incompleta y contradictoria…” (Lukács, 1981:31).
El modo de producción capitalista desarrolla una verdadera revolución en las
fueras productivas del trabajo, pero al mismo tiempo agudiza su contradicción
principal: una producción de mercancías ampliada y cada vez más social y una
apropiación cada vez más privada de los productos del trabajo. Esta contradicción
comienza a tener eco por toda Europa a partir de 1848, con lo que Hobsbawm (2005)
llamó la “Primavera de los Pueblos”, momento histórico en el cual la clase trabajadora
adquiere conciencia para sí, reconociendo el límite establecido en el orden burgués.
Este proceso histórico, evidencia la presencia de una doble racionalidad
(Wallerstein, 1995), una de carácter instrumental, que busca el desarrollo de la ciencia
y de la tecnología para revolucionar las condiciones de producción y de este modo
obtener un mayor lucro ganancial mediante una plusvalía extraordinaria, la otra, de
liberación, orientada a la emancipación y la consecución de la felicidad de los
hombres. Esta contradicción es la que la clase trabajadora pondrá en evidencia del
orden burgués, comenzando a disputar con la burguesía el cumplimiento y
efectivización del ideario de la modernidad.
Según Harvey “El movimiento socialista amenazaba la unidad de la razón de la
Ilustración e insertaba una dimensión de clase en el modernismo. ¿Sería la burguesía
o el movimiento obrero el que informaría y dirigiría el proyecto modernista?...” (2004:
45). Por lo tanto, la burguesía consolida una revolución política4 –en términos de Marx
(1965)-, que tiende a la emancipación política del hombre dejando su base económica
-las relaciones de producción- intacta.
La clase trabajadora veía como el proyecto de la modernidad, que promovía la
emancipación del hombre lo convertía en una mercancía más5 en “ese enorme
cúmulo de mercancías” (Marx, 2002) que es el modo de producción capitalista, en el
cual el trabajador debe vender su fuerza de trabajo para poder reproducir su vida. De
este modo, la clase trabajadora se constituye en “una clase con cadenas radicales, de
una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, de un estado
que es la disolución de todos los estados; de una esfera que posee carácter universal
por sus padecimientos universales y que no reclama un derecho particular porque no
4 Marx señala que la revolución parcial es “…la revolución meramente política, la revolución que deje en pie
los pilares de la casa ¿En qué estriba una revolución parcial, simplemente política? Estriba en que una
fracción de la sociedad burguesa se emancipa y alcanza la supremacía general, en que una clase
determinada emprende, partiendo de su situación particular, la emancipación general de la sociedad. Esa
clase emancipa a toda la sociedad, pero sólo bajo el supuesto de que toda la sociedad se encuentre en la
situación de esa clase” (Marx, 1965: 37-38).
5 Aunque con la particularidad de que es la única mercancía capaz de producir mayor valor que el
capitalista paga para acceder al valor de uso de su fuerza de trabajo.
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39
ha sufrido una injusticia particular sino la injusticia misma, que ya no pueda apelar a
un título histórico, sino simplemente al título humano, que no esté en oposición
unilateral con las consecuencias, sino en oposición total…de una esfera, finalmente,
que no se puede emancipar sin emanciparse de todas las demás esferas de la
sociedad y por eso emanciparlas a todas ellas; que, en una palabra, es la completa
pérdida del hombre y que por lo tanto sólo puede conquistarse a sí misma al volverse
a conquistar de nuevo completamente el hombre. Esta disolución de la sociedad
como clase particular es el proletariado” (Marx, 1965: 44-45).
Las aspiraciones de superación del modo de producción capitalista queda en
manos de la clase trabajadora, mientras que la burguesía se consolida como la clase
hegemónica que busca reproducir el orden existente. El viraje que sufre la ciencia en
este momento histórico, sólo puede ser comprendido a partir del cambio de rumbo
que se produce en la sociedad, en la cual aparecen dos clases sociales antagónicas
que se disputan la manutención o la superación del orden vigente: no son más que la
burguesía y el proletariado.
Netto (2005) señala que en 1848 se produce un corte cultural en la teoría social, ya
que desaparece del horizonte de las ciencias, las bases para la elaboración de una
teoría social unitaria y totalizante. Esto es producto del desplazamiento del punto de
partida que tenía el pensamiento clásico del período anteriormente descripto, que
tomaba al trabajo como el productor de valores y riquezas. Ahora se vuelve necesario
hacer desaparecer este punto de partida, porque “Ya no se trataba de si este o aquel
teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba útil o perjudicial, cómodo o
incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a
sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada y la mala conciencia y las ruines
intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la investigación científica sin
prejuicios” (Marx, 2002: 14).
Es el momento de surgimiento de la decadencia ideológica del pensamiento
burgués, que coincide con la génesis de las ciencias sociales, con sus métodos y
objetos específicos, como recortes abstractos de la realidad. Según Lukács “…ahora
los ideólogos de la burguesía toman la fuga y prefieren imaginar los misticismo más
insustanciales y absurdos, antes que mirar de frente el hecho de la lucha de clases
entre la burguesía y el proletariado…” (1981: 22). Así, las ciencias sociales
específicas “Renuncian…a la ambición de poder contestar a las preguntas últimas del
espíritu… Sólo tenemos que preocuparnos de las adquisiciones de las ciencias,
especializadas y separadas unas de otras, que nos proporcionan los conocimientos
indispensables desde el punto de vista de la vida práctica” (Lukács, 1958: 26).
Estableciendo una comparación entre la fase ascendente de la burguesía y la
consolidación de ésta como clase hegemónica, Coutinho ubica un viraje en el
desarrollo de las ciencias, así “En lugar del humanismo, surge un individualismo
40
exacerbado que niega la sociabilidad del hombre, o la afirmación de que el hombre es
una “cosa”, ambas posiciones llevan a una negación del momento creador de la
praxis humana; en lugar del historicismo, surge una pseudo-historicidad subjetivista y
abstracta o una apología de la positividad, que transforman a la historia real (el
proceso de surgimiento de lo nuevo) en algo “superficial” o irracional, en lugar de la
razón dialéctica, que afirma la cognocibilidad de la esencia contradictoria real, vemos
el nacimiento de un irracionalismo fundando en la intuición arbitraria, o un profundo
agnosticismo recurrente de la limitación de la racionalidad a sus formas puramente
intelectivas” (1972: 16).
La decadencia ideológica transforma la razón en una razón formal-abstracta6,
planteando límites al modo de aprehender la realidad, ya que no se busca más captar
la legalidad objetiva de la realidad, sino el establecimiento una serie de reglas y pasos
formales que permiten manipular datos de la realidad. De este modo se rompe con
una perspectiva de totalidad, que reconoce a los hechos y fenómenos como parte de
una totalidad más amplia que las contiene, reconociendo en ella su movimiento. Dicho
movimiento, en su esencia, es de contradicción. Ya Hegel planteaba que la razón se
basaba en un principio de identidad y de no identidad, es decir, de un movimiento de
unidad de contrarios, que establece momentos de síntesis y superación, que se
encuentra en un permanente devenir, estos es, en un permanente desarrollo7. En
contraposición, se plantea la desaparición de la contradicción y si la existencia de
ambigüedades. Finalmente la realidad es tal cual la que se le presenta a los ojos del
investigador, reconociendo sólo la superficie fenoménica de los hechos y fenómenos.
Es decir, queda ligada al nivel de lo inmediato, epidérmico, y no alcanza la
reproducción de la esencia8.
El irracionalismo al igual que el racionalismo formal, tienen en común el abandono
del historicismo concreto, el humanismo y la razón dialéctica. El irracionalismo, pone
el acento en una dimensión subjetiva -emparentada con lo que Lukács (1981) llamó la
“critica romántica del capitalismo”-, ya que mediante la propia subjetividad y por las
vivencias personales es posible alcanzar la realidad auténtica, disolviéndose el objeto
6 Esta razón formal abstracta, se basa en una serie de reglas y pasos formales para manipular la realidad y
de este modo conocerla, dejando por “fuera” todo aquello que no puede ser reducido a cálculo y a
manipulaciones homogeneizadoras.
7 Para Marx, al igual que Hegel, la negatividad es el motor de la vida, del movimiento. Pero si para Hegel el
movimiento era el devenir de la Idea, para Marx y Engels el motor de la historia es la lucha de clases, en la
cual “…opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, veladas
unas veces y otras franca y abierta…” (Marx y Engels, 2003: 27).
8 Esto no implica que la forma fenoménica y la esencia de un hecho sean algo separado entre sí. Al
contrario, “La comprensión del fenómeno marca el acceso a la esencia. Sin el fenómeno, sin su
manifestación y revelación, la esencia sería inaccesible…La realidad es la unidad del fenómeno y la
esencia” (Kosik, 1963: 28).
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-y con él su racionalidad inmanente- en una mera intuición subjetiva. Mientras que el
racionalismo formal -vinculado a la “preconización burguesa del progreso” (Lukács,
1981)- niegan la contradictoriedad del objeto, afirmando su equilibrio y progreso lineal.
Qué predomine uno u otro, depende del momento histórico: en épocas de
agudización de las crisis capitalistas predomina el momento irracionalista, subjetivista,
en períodos de “relativa estabilidad”9, se desarrolla un racionalismo formal (Coutinho,
1972).
Esta introducción ha querido reflejar como la ciencia y el desarrollo del
pensamiento teórico se encuentra en permanente relación y diálogo con el modo de
producción capitalista y las transformaciones macroscópicas ocurridas en la sociedad.
Abordar la cuestión de la posmodernidad, desde esta lógica de análisis implica, por un
lado, comprenderla a partir de las transformaciones ocurridas en el modo de
producción capitalista, con lo que Mandel (1972) llamó el capitalismo tardío, y por otro
lado, reconocer a la posmodernidad como una nueva expresión de la decadencia
ideológica.
A partir de la década del setenta, se produce una recesión generalizada de la
economía, cuya expresión más reconocida fue la “crisis del petróleo”. Esto revelaba el
comienzo de una tendencia mundial al descenso de la tasa promedio de ganancia y al
incremento de la capacidad de producción sobrante de la industria (Mandel, 1980).
La “crisis de los años dorados” del capitalismo significó un proceso de
reestructuración del capital, con el fin de dar respuestas a la caída de la tasa de
ganancia y a la búsqueda de un crecimiento estable y mayor lucro ganancial. Al
mismo tiempo, era una respuesta a la “crisis de la sociedad contemporánea”, que no
era más que la crisis y el derrumbe del Estado de Bienestar y el Socialismo Real
(Netto, 1993). De este modo, cobra vigencia el proyecto neoliberal, en cuanto
proyecto societal del capital, que se expande en las décadas del ochenta y noventa.
Para Netto y Braz (2006) el proyecto neoliberal configura tres respuestas a la
“crisis de los años dorados”: La reestructuración productiva, la financiarización y la
ideología neoliberal.
La crisis plantea la extinción de un patrón de producción –que sigue manteniendo
su carácter esencial de explotación de fuerza de trabajo para obtener plusvalía-,
produciéndose el transito entre un patrón de producción “rígido” –que Harvey (2004)
denomina “fordista-keynesiano”- a un patrón de producción “flexible”. Este patrón de
9 La “relativa estabilidad” del capitalismo refiere a que la crisis es una determinación inherente al
capitalismo. “El análisis teórico e histórico del MPC (modo de producción capitalista) comprueba que la
crisis no es un accidente de proceso, no es aleatoria, no es algo independiente del movimiento del capital.
Ni es una enfermedad, una anomalía o una excepcionalidad que puede ser suprimida en el capitalismo.
Expresión concentrada de las contradicciones inherentes al MPC, la crisis es constitutiva del capitalismo: no
existió, no existe y no existirá capitalismo sin crisis” (Netto y Braz, 2007: 157).
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Mallardi cuestion social vida_cotidiana_y_debates

  • 1. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS
  • 2. 4
  • 3. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 5 CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS COMPILADORES: MANUEL W. MALLARDI – LILIANA B. MADRID – ADRIANA ROSSI AUTORES: JORGELINA BARROS – RAMIRO DULCICH – SILVIA FERNÁNDEZ SOTO SERGIO D. GIANNA – LILIANA MADRID - CAROLINA MAMBLONA LAURA MASSA– VALERIA REDONDI – MARIA SOL ROMERO CYNTHIA TERENZIO – MARISA TOMELLINI Publicación de la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
  • 4. 6 Diseño de Tapa: María Ángel Conte Diseño de Interior: María Ángel Conte La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea Idéntica o modificada, escrita a maquina, por el sistema “multigraph”, mimeógrafo, impreso en fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola Derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. 1º Edición, 2011.- Impreso en Argentina – Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 ISBN: 978-950-658-282-1 Cuestión social, vida cotidiana y debates en trabajo social / compilado por Manuel W. Mallardi – Liliana B. Madrid – Adriana Rossi 1ª ed. – Buenos Aires: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires 158 p.; 14,8 x 21 cm – Cuestión Social – Trabajo Social ISBN: 978-950-658-282-1
  • 5. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 7 ÍNDICE Presentación .................................................................................................................... 9 Prólogo Gustavo J. Repetti ...................................................................................................... 11 Capítulo I Capitalismo Contemporáneo y Barbarie en America Latina: Notas sobre los dilemas del proyecto profesional crítico – Ramiro Dulcich .............................................................. 15 Capítulo II Capitalismo tardío y decadencia ideológica: La posmodernidad y su incidencia en el trabajo social contemporáneo – Sergio Gianna ……………………………………………………… 35 Capítulo III Perspectivas Tradicional y Emergente: Desafíos a la Intervención Profesional del Trabajo Social en el contexto actual – Laura Massa – Jorgelina Barros .................................... 63 Capítulo IV Movimientos Sociales y Trabajo Social: en la necesidad de fortalecer un diálogo crítico – Carolina Mamblona – Valeria Redondi ...................................................................... . 75 Capítulo V Vida cotidiana, totalidad concreta y construcción de mediaciones en el Trabajo Social: desafíos políticos en la superación de la inmediaticidad – Silvia Fernández Soto – Cynthia Terenzio – Marisa Tomellini ........................................................................................ 93 Capítulo VI La problemática alimentaria como expresión de la Cuestión Social: determinantes sociohistóricos y vivencias cotidianas – Liliana Madrid ...................................................111 Capítulo VII Vida cotidiana, Salud y Capitalismo: La particularidad del cáncer, el enfermo oncológico y su entorno vincular – María Sol Romero ..................................................................... 127
  • 6. 8
  • 7. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 9 Presentación En presente libro incluye distintos trabajos recibidos a partir de la convocatoria abierta desarrollada por la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Dicha convocatoria tuvo como objetivo recopilar trabajos que discutan distintos aspectos vinculados al Trabajo Social, destinados a constituirse en material de lectura de los estudiantes de grado. Es importante remarcar la repercusión nacional y latinoamericana que la convocatoria tuvo, habiendo recepcionado trabajos de distintas unidades académicas del país y también, principalmente, de Brasil. Al respecto, queda en evidencia la actualidad de la discusión teórica en la profesión, la variedad de temas y problemas que se están abordando en las investigaciones desarrolladas, como así también la profundidad y calidad de los trabajos desarrollados. En cuanto a la selección de trabajos, vale mencionar que la totalidad de los trabajos ha sido evaluada por un comité de referato de docentes/investigadores de Trabajo Social, lo cual garantiza la calidad y pertinencia de los trabajos, considerando que se trata de una publicación destinada a generar materiales de lectura en la formación de grado. Manuel W. Mallardi Director Carrera de Trabajo Social FCH - UNCPBA
  • 8. 10
  • 9. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 11 Prólogo Gustavo J. Repetti1 La presente publicación, promovida por la carrera de Trabajo Social de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, constituye un aporte de gran relevancia para el área de las ciencias sociales en general – y del Trabajo Social en particular – por varias razones. En primer lugar, esta publicación es un importante vehículo de socialización de producciones académicas de índole diversa, incluyendo resultados parciales de tesis de nivel de grado, maestría y doctorado, contribuciones producto de la actividad de docencia, investigación y extensión universitaria, como así también de prácticas de intervención en el ámbito de las políticas sociales. En segundo lugar, los debates propuestos constituyen insumos de fundamental importancia para la formación académica en Trabajo Social por las razones que en seguida expondré. Si defendemos una formación profesional para Trabajo Social como formación intelectual, cultural, generalista y crítica2, deberemos enfrentar el desafío de ofrecer en los procesos formativos un riguroso trato teórico, histórico y metodológico de la realidad social y del Trabajo Social como forma de garantizar la más fiel comprensión de los problemas puestos a la intervención profesional, propios del mundo de la producción y reproducción de la vida social. En la línea del documento mencionado, cabe afirmar que la opción por una formación profesional que garantice esta dirección nos exige la adscripción a una teoría social que permita aprehender las particularidades del desarrollo del modo de producción capitalista y del Trabajo Social como forma de especialización del trabajo colectivo en esa forma de sociedad, es decir, destacamos la importancia de develar el significado social de la profesión para captar las posibilidades de la acción profesional. La interlocución teórica del trabajo Social con la tradición marxista3 constituyó un proceso que se remonta al llamado Movimiento de Reconceptualización del Trabajo 1 Licenciado en Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Magíster y Doctorando en Servicio Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ-Brasil). Miembro investigador del Núcleo de Estudios e investigaciones sobre los fundamentos del Servicio Social en la contemporaneidad, Escuela de Servicio Social, UFRJ. Profesor concursado del Departamento de Fundamentos del Servicio Social de la misma Universidad. 2 Véase documento de directrices curriculares de la Asociación Brasileña de enseñanza e investigación en Servicio Social (ABEPSS), disponible en: www.abepss.org.br 3 Parto de comprender que la teoría social de Marx es la tradición teórico-metodológica que a partir de la crítica de la economía política mejor captó la naturaleza del capitalismo, y en consecuencia, sus contribuciones permiten la comprensión más fiel de los mecanismos de producción y reproducción del capital entendido como relación social.
  • 10. 12 Social – durante la segunda mitad de los años 60 del siglo XX y la primera mitad de la década siguiente - , como fenómeno típicamente latinoamericano aunque con algunas repercusiones en otros países del mundo4. Esta interlocución atravesó diferentes caminos en los distintos países del subcontinente, sobretodo, en función de las particularidades de las dictaduras militares distribuidas por toda la región que implementaron modalidades que van desde la llamada “modernización conservadora” – como en el caso brasileño – hasta planes sistemáticos de exterminio como el desarrollado por el denominado “Plan Cóndor”. La particularidad de la mencionada interlocución para el caso brasileño permitió una profundización de aquella primera aproximación con la tradición marxista posibilitando a la categoría profesional de ese país – durante las décadas de 80 y 90 del siglo pasado – aprehender el análisis de los fundamentos históricos y teórico metodológicos de la profesión, su génesis y desarrollo, superando los argumentos de la llamada perspectiva endogenista5, develando el significado social de la profesión. A partir de la compresión del Trabajo Social como producto históricamente situado, como resultado del movimiento contradictorio de la relación entre las necesidades del orden del capital en un momento histórico de su desarrollo6 y las conquistas de la clase trabajadora que comenzaba a consolidarse en cuanto movimiento organizado a partir de los incipientes procesos de industrialización de principios del siglo XX. Los artículos que componen la presente compilación evidencian, de formas diversas, los aportes de esta perspectiva para entender la profesión desde diferentes ángulos de análisis. A partir de aquí, parece pertinente afirmar que la presente compilación ofrece insumos teóricos para profundizar el debate contemporáneo en Trabajo Social, para discutir sus fundamentos históricos y teórico-metodológicos en el escenario actual, esto es, para actualizar el debate sobre el papel social de la profesión en un momento histórico del desarrollo del orden del capital diverso de aquel cuyas determinaciones permitieron su emergencia, esto significa afirmar que el significado histórico de la profesión sufre transformaciones al compás de las transformaciones societarias. En este sentido es necesario – y los diferentes autores de este libro ofrecen herramientas 4 En Alayón (2005) encontraremos las particularidades de este movimiento en 19 países de América Latina y Caribe, como así también las influencias en España y Portugal. Cf. Alayón, N. (Org.) Trabajo Social Latinoamericano. A 40 años de la Reconceptualización. Buenos Aires: Espacio, 2005. 5 En los términos de Montaño 1998. Cf. MONTAÑO, C. La Naturaleza del Servicio Social: Un ensayo sobre su génesis, su especificidad y su reproducción. San Pablo: Cortez, 1998. 6 Para un estudio en profundidad sobre las determinaciones de la emergencia del Trabajo Social en esta línea se sugiere la lectura de Netto, J. P. Capitalismo Monopolista e Serviço Social. São Paulo, Cortez: 1992. En esta obra el autor analiza el proceso de emergencia de la profesión situándola – basado en los estudios mandelianos – en el período de pasaje de la era competitiva para la era monopolista del modo de producción capitalista, período conocido a partir de Lenin como imperialismo clásico.
  • 11. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 13 para eso – captar las determinaciones del capitalismo contemporáneo en el actual contexto de crisis estructural. Comprender en profundidad de qué se trata esa denominada crisis estructural, cuales son las determinaciones del denominado capitalismo tardío, cuales son las particularidades de las formas contemporáneas de expresión de la “cuestión social” y, a partir de aquí, aprehender las nuevas formas de gestión del trabajo asalariado, que actualizan el debate sobre la reproducción ampliada de la “cuestión social” como expresión de la ley general de acumulación capitalista. Estas nuevas configuraciones exigen un cuidadoso análisis de las transformaciones ocurridas en el mundo del trabajo, y a partir de ellas del profundo proceso de heterogeneización de la clase trabajadora y de la emergencia y/o consolidación de distintos movimientos sociales con características particulares según las heterogéneas realidades nacionales de la región. En esta línea de análisis es fundamental identificar las determinaciones de la pós-modernidad entendida como la dominante cultural de la lógica del capitalismo tardío7 y su influencia en el campo académico-profesional. Estas transformaciones imponen nuevos dilemas y desafíos para la construcción de un proyecto profesional crítico, históricamente referenciado y necesariamente articulado a un proyecto societario basado en la superación de la explotación del hombre por el hombre, que coloque en el horizonte la superación de la sociedad de clases como única forma posible de eliminación de la reproducción ampliada de la “cuestión social”. De este modo, considero que la presente compilación va en la dirección de responder al desafío puesto a partir de los análisis de Iamamoto8 en términos de “hacer el camino de vuelta” para “aprehender el trabajo profesional en sus múltiples determinaciones y relaciones en el escenario actual”. Se trata, según esta autora, de “(...) procesar los avances obtenidos en el análisis de la dinámica societaria en sus incidencias en la elaboración teórica, histórica y metodológica de los fundamentos y procesamiento del trabajo del asistente social, retomando, con nuevas luces, el Servicio Social como objeto de su propia investigación” (Iamamoto, 2007: 463-464, traducción mía). Rio de Janeiro, septiembre de 2011 7 En los términos de Jameson. Cf. JAMESON, Fredric. Pós-modernismo - A lógica cultural do capitalismo tardio. Trad. Maria Elisa Cevasco. São Paulo: Ática, 1996. 8 Iamamoto, M. V. Serviço Social em tempo de capital fetiche. Capital financeiro, trabalho e questão social. São Paulo: Cortez, 2007.
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  • 13. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 15 Capítulo I Capitalismo Contemporáneo y Barbarie en America Latina: Notas sobre los dilemas del proyecto profesional crítico Ramiro Dulcich “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que le quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen mas que trincheras de piedra” (José Martí, Nuestra América, 1891). I. La “crisis estructural” del capitalismo y el retorno de la barbarie Buscando comprender la actualidad histórica, encontramos grandes pensadores contemporáneos que hablan de la presencia de una crisis de civilización que es producto del desarrollo maduro del sistema capitalista. Desde esta perspectiva, la realidad actual refleja la “crisis estructural” del orden del capital (Mészáros, 2002); una crisis integral, permanente, crónica, que, tristemente, nos muestra el agotamiento de las “energías civilizadoras”, del “potencial emancipador” contenido en el desarrollo de las fuerzas productivas del orden social burgués. Para István Mészáros, filósofo marxista, el socio-metabolismo del capital alcanzó ciertos “límites absolutos” que son insuperables bajo sus parámetros, que detonan un conjunto de contradicciones de difícil administración. Así, el sistema sólo logra reproducirse al costo de generar niveles crecientes de destructividad, de irracionalidad, de des-humanización y barbarie. En un sentido semejante, el geógrafo norte-americano David Harvey, plantea que las exigencias actuales de la “reproducción ampliada del capital” a lo largo del planeta, implican un intenso proceso de barbarización de la vida social, y la modalidad asumida es la expoliación (2004). Enfatiza que, bajo las condiciones actuales, la reproducción del capital globalmente competitivo deja un saldo “catastrófico” para la
  • 14. 16 humanidad. Para este autor, estamos ante un “nuevo imperialismo” que trabaja con márgenes de tolerancia bien restrictos, lo que lo torna fuertemente inestable, surgiendo la necesidad de pensar formas y modalidades de enfrentar sus “amenazas”. Desde el “corazón del sistema”, Harvey dirá que su lógica inherentemente expansiva lo obliga a apoderarse de todas las cosas y a mercantilizarlas; lo lleva a crecer cada vez más y a cualquier costo. Por su lado, el crítico egipcio Samir Amin caracteriza al capitalismo actual como viviendo su “fase senil” (2005). Para este autor, es falso el discurso hegemónico que presenta la crisis como transitoria, coyuntural y parcial; como si fuera una crisis más del capitalismo: nada que una mejor coordinación del funcionamiento del sistema y una adecuada administración del sistema no puedan resolver. Desde su perspectiva es dudoso que las agitantes contradicciones que hoy imperan en la sociedad sean superadas con la retomada de una nueva “fase expansiva” del capitalismo, similar a la fase fordista-keynesiana – “desarrollista” en América Latina – de la segunda pos guerra. De modo que, para estos autores, la crisis social contemporánea es diferentes de todas las anteriores crisis cíclicas del capitalismo, plausibles de ser reabsorbidas y superadas por una nueva onda de crecimiento productivo. Más bien, estaríamos ante una crisis estructural, permanente, que se arrastra junto a la reproducción ampliada del sistema; una crisis “crónica”, expresión de la activación de ciertos límites absolutos del socio-metabolismo del capital, que emerge como un resultado de su pleno desarrollo. Intentando superar sus “límites absolutos” (Mészáros), el capital – mediante sus personificaciones – viene apelando a los métodos más bárbaros, haciendo que segmentos importantes de la sociedad vean imposibilitada su reproducción social, lo que se configura como un verdadero proceso de destrucción de humanidad, reforzado por la profunda alienación surgida del irracionalismo imperante. Desde este punto de vista, es igualmente falso el discurso que presenta la crisis actual como producto del “subdesarrollo” (capitalista) de determinado país; en ese discurso el problema radica en la “deficiencia del desarrollo” (capitalista, claro), en el poco dinamismo de sus economías, en fin, en el retraso de las fuerzas productivas de la sociedad en cuestión. En contraposición, entendemos que la realidad contemporánea representa el pleno desarrollo de la lógica del capital, como nunca antes; el punto de mayor consolidación y madurez histórica de este socio-metabolismo, parafraseando a Mészáros. Según la hipótesis del marxista húngaro, el sistema del capital naufraga en una crisis estructural, que impone un conjunto creciente de restricciones para que el capitalismo pueda “evacuarla” satisfactoriamente y “fugarse”: éste alcanzó sus “limites estructurales”, “absolutos”, declarando el agotamiento de su “fase civilizadora”,
  • 15. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 17 abriendo un periodo cualitativamente distinto de la etapa de “ascenso histórico” y “acumulación tranquila” del orden burgués (Cf. Harvey). En esta perspectiva, diferentemente de otras épocas, la dinámica actual del capitalismo no puede garantizar condiciones elementales de vida al conjunto de la población del planeta, a pesar de la presencia de condiciones técnicas para lograrlo. La imposibilidad sistémica de “absorber” al conjunto de la población, al mismo tiempo que existe una disponibilidad de fuerzas productivas para hacerlo, evidencia una efectiva agudización de la contradicción formada por la concentración privada de los medios de producción (incluida la tierra) y las crecientes necesidades sociales insatisfechas. Es este el proceso por el cual se alimentan y administran las tendencias de barbarización de la vida social actualmente en curso. Desde esta caracterización, la realidad contemporánea, como totalidad social, no tiene como dirección fundamental la realización plena del género. La lógica irracional que la preside creó potencias destructivas de dimensiones gigantescas, que siembran incertidumbre sobre el futuro de la humanidad y del planeta. Observando la trayectoria societaria de las últimas décadas, se revelan las dificultades y las contradicciones de apelar a “salidas expansionistas”, “desarrollistas”, frente a las crisis, mostrando el final del período de “acumulación tranquila” y evacuación expansionista de éstas, y el inicio de otro, marcado por el “desempleo crónico”, como expresión más aguda de la crisis estructural1. Entonces, el desempleo se torna una de las tensiones más críticas para el funcionamiento del sistema, convirtiéndose en la manifestación trágica de la crisis estructural, con potencial para tornarse la expresión más “explosiva” de la llamada “cuestión social” en los días de hoy. Así, el análisis de estos autores nos lleva a ver el perfil trágico de la contemporaneidad: al mismo tiempo que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas abre posibilidades emancipadoras – desarrollo alcanzado en los marcos de la dinámica capitalista, donde la productividad creciente del trabajo llega a niveles que podrían permitir la satisfacción y la creciente diversificación de las necesidades (del estómago y de la fantasía) del conjunto de la sociedad, y así contribuir con el proceso de humanización del género –, éste se concretiza como un proceso predominantemente destructivo para la humanidad, con la afirmación de un patrón de 1 Según la crítica de la economía política fundada en Marx, para enfrentar las dificultades de la acumulación y de la expansión lucrativa – hoy regidas por una competencia cada vez más feroz entre monopolios - el capital globalmente competitivo tiende a reducir a un nivel mínimo el costo del “tiempo de trabajo necesario” (costo del trabajo en la producción), lo genera un movimiento de transformación del trabajo en fuerza de trabajo superflua. Esta contra-tendencia del capital a su crisis estructural, antes que resolver el problema, acaba produciendo recesión, puesto que el deterioro de los salarios reduce el consumo, con riesgo de precipitar una crisis de superproducción. Para esta cuestión remitimos al lector al libro I de El Capital, especialmente el capítulo XXIII, bien como el capítulo XIV del libro III.
  • 16. 18 producción crecientemente depredador, que degrada las formas de sociabilidad y barbariza la vida social. Una producción destructiva que responde a las exigencias actuales del proceso de valorización del capital en escala mundial. Este es, sin dudas, el núcleo irracional del orden social burgués maduro. Desnudado por su crisis crónica, muestra el predominio de tendencias destructivas en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. En este contexto, los relatos apologéticos del capital, especialmente la versión neoliberal que fue hegemónica durante más de dos décadas, encuentran serias dificultades para legitimarse, precisando renovar su crédito. Las promesas de mejoras sustantivas en la calidad de vida social; de un bienestar para todos; de prosperidad y progreso social basado en el trabajo – relato fordista-keynesiano, que informara, también, al ideario social-demócrata de reformas sociales crecientemente universales –, hoy se aprecian como una auténtica tragedia, una “catástrofe social” de dimensiones mundiales. Un observador que consiga suspenderse de la “alineación mediática” que cotidianamente intenta colonizar nuestras mentes, podrá corroborar el hecho. En esta perspectiva, en la actual fase sistémica de crisis estructural, las formas que definen la sociabilidad se presentan como aquello que Marx y Engels, en 1848, llamaron de “regresos momentáneos a la barbarie”2, pero con la diferencia fundamental de que hoy, tales “regresiones civilizadoras”, dejan de ser coyunturales y pasan a tornarse parte de la propia estructura de funcionamiento del capitalismo. El retorno a la barbarie que hoy vivimos es parte constitutiva del sistema; es un momento necesario de su reproducción siempre ampliada; una exigencia para el funcionamiento “adecuado” del régimen social del capital en nuestros días. De modo que, a diferencia de mediados del siglo XIX, la regresión civilizatoria que hoy nos interpela, al asumir un carácter estructural, permanente, crónico, supera en determinaciones a aquella del siglo XIX. Con la crisis estructural del sistema, el desempleo crónico y la producción de barbarie se afirman como algo natural e inapelable en la formas de sociabilidad. Así, la crisis es “naturalizada”, sus determinaciones son mistificadas y sus irracionales antagonismos son solapados3. II. Cuando la producción se torna destrucción En su crítica de la economía política clásica, Marx afirma que la producción de 2 Nos referimos al célebre Manifiesto Comunista. 3 Ante el aumento de las dificultades para realizar una “reproducción saludable”, el sistema activa e intensifica todos los dispositivos disciplinadores disponibles, tendientes a nublar y oscurecer los fundamentos de lo real. Esto es, se potencian las energías e impulsos mistificadores y fetichizantes del orden social.
  • 17. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 19 bienes como valores de uso – necesarios para reproducir la vida – se distingue y se contrapone a la producción de valores de cambio – para intercambiar en el mercado –, siendo ésta última la forma necesaria de la acumulación de riquezas en el orden societario del capital. Así, la producción de riquezas es, primeramente, producción de valores para el cambio, para el mercado, y no para la satisfacción inmediata de las necesidades sociales de los individuos. Esto está determinado por la propia naturaleza del capital, cuya particularidad consiste, justamente, en separar la producción de bienes necesarios para la vida, de la satisfacción inmediata de necesidades. Esto significa que, la producción material de la vida social, bajo este tipo de relaciones sociales, no se organiza en función de la satisfacción de necesidades humanas de la sociedad, antes, se orienta a la ganancia4. De modo que, en el orden del capital, la producción apunta principalmente al intercambio en el mercado; o sea, a la venta del producto – en tanto mediación necesaria para la valorización del capital – para la realización de la plusvalía. Es así como el capital cumple sus expectativas, cierra su ciclo de valorización y se realiza como tal. No se cuestiona en que medida el “progreso”, el “desarrollo de sus fuerzas productivas” contribuye con la elevación de la calidad de vida del conjunto de la humanidad – entendiendo por esto, un proceso progresivo de superación de las barreras naturales, a través de la ampliación, diversificación y satisfacción de las necesidades de los individuos sociales. Ahora, para que la producción pueda ser distanciada de la satisfacción inmediata de necesidades, un pre-requisito ineludible es la mercantilización de la fuerza de trabajo. Este proceso permitió la emergencia del “trabajo abstracto”, el trabajo simple que, medido en tiempo, determina el valor contenido por las mercancías5. Pero, para que la fuerza de trabajo se torne una mercancía como cualquier otra, sus portadores (los trabajadores) debieron ser despojados, desapropiados de medios de producción propios; debieron ser “liberados” de toda propiedad más allá de su capacidad nervioso-muscular de producir, y obligados a concurrir al mercado de trabajo a vender su única propiedad como condición para la reproducción de su vida. Si la producción se limitara y se rigiera por el consumo, priorizando la satisfacción 4 Lo que no anula el hecho de que toda “mercancía”, para ser vendida, tiene que ser un “valor de uso”; o sea, debe corresponder a una necesidad elemental o del espíritu. Sin embargo, la producción mercantil no se orienta, prioritariamente, a la satisfacción de las necesidades, antes, es la modalidad de generar plusvalor: la sustancia del lucro. Ahora, para acopiar la plusvalía generada en el momento de la producción de mercancías, éstas deben ser vendidas, deben realizarse en el mercado, y para esto deben ser objetos útiles, que correspondan a necesidades sociales. 5 En la crítica de la economía política, Marx parte de la teoría del valor-trabajo de los clásicos (Smith y Ricardo), pero la supera al descubrir el “secreto” de la plusvalía. Dicha teoría afirma que el valor de una mercancía está dado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla, o, lo que es lo mismo, por el tiempo de trabajo socialmente necesario que ésta lleva acumulado, objetivado.
  • 18. 20 de necesidades – tal como ocurría en los sistemas de producción antiguos –, no habría condiciones para la existencia de crisis de valorización del capital, debido a su inactividad. El modo de producción capitalista subordina el valor de uso de los productos a su valor de cambio; no los trata separadamente, los combina de forma peculiar. Así, la producción se determina por la producción misma, en escalas siempre crecientes, como forma de bajar los costos unitarios de la producción para tener suceso en la competencia. La acumulación capitalista exige y supone todas estas condiciones6. Una vez afianzada dicha dislocación – entre producción y satisfacción de necesidades sociales –, o sea, cuando la producción no es para el consumo inmediato y lo que importa es el intercambio del producto – porque sólo de esa forma la plusvalía puede ser apropiada y servir para sucesivas ondas de acumulación de capital –, se abre la posibilidad de una producción destructiva7. Cuando esto ocurre, la producción social de la vida material deja de responder a las necesidades sociales y abandona su potencial civilizador. En los borradores de 1857/58 (los llamados Grundrisse), Marx desarrolla la idea de que el consumo creciente que el capitalismo expansivo del siglo XIX impelía, contenía energías humanizadoras – puesto que diversificaba el complejo de necesidades existentes, creando otras nuevas, las cuales encontraban posibilidades de satisfacción con el “progreso de las fuerzas productivas sociales”. Este “desarrollo de las fuerzas productivas” – que no se reduce al progreso científico-técnico, sino que, también, envuelve las capacidades y habilidades humanas –, en permanente ascenso desde los primeros días del capitalismo, es una condición necesaria de la reproducción ampliada del mismo. Ya unos años antes, en el Manifiesto de 1848, Marx observa que la burguesía, como la clase que encarna los intereses vitales de la sociedad del capital, no podía desplegarse y afianzarse sino a través de revolucionar permanentemente las fuerzas productivas, considerando este momento como civilizador por llevar a la superación de la escasez8. 6 Aumentando la escala, tiende a disminuir el costo unitario de la mercancía, lo que brinda posibilidades de suceso en la competencia en el mercado; esto, secundariamente, se vincula con la satisfacción de necesidades humanas, siendo la principal motivación la venta y la consecuente obtención de lucros capitalistas, a partir de la apropiación de trabajo no retribuido, esto es, la producción y apropiación de plusvalía. 7 La destructividad del capitalismo y su lógica se expresan desde el momento que subordina valor de uso a valor de cambio. El consumo deja de fundamentarse en el uso y pasa a depender del cambio. Del consumo por la necesidad se pasa al consumo por el consumo mismo; un momento irracional cada vez más fuerte que coadyuva con la reproducción auto-destructiva. 8 Actualmente, las exigencias de la valorización del capital suponen, tanto la creación permanente de nuevos mercados, como la intensificación del consumo al interior de los mismos. La “esfera del consumo” debe estar a la altura del ritmo febril impuesto por la competencia ínter-imperialista, para permitir la
  • 19. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 21 Lo importante a resaltar aquí, una vez más, es la diferencia cualitativa que nuestra época histórica guarda con el capitalismo observado por Marx, puesto que se han procesado cambios sustanciales en las bases de reproducción del sistema, a partir de las metamorfosis que el mismo fue operando a lo largo de su despliegue histórico. De modo que, las condiciones necesarias a la reproducción sistémica fueron unas en su fase competitiva y expansiva inicial, se trastocaron y re-formularon con el pasaje para la etapa imperialista del capitalismo, y hoy, en su etapa de más avanzada madurez (y de agudización de sus contradicciones), son nuevamente transformadas. La idea de metamorfosis expresa justamente esta dialéctica de transformaciones y continuidades, o continuidades bajo otras formas9. En este sentido, el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad – que porta un potencial para la diversificación y la ampliación de las necesidades humanas y la satisfacción a través de un consumo creciente –, al operarse bajo la lógica del capital y de su reproducción ampliada, no redundan en un proceso de humanización creciente. Tal desarrollo de las capacidades productivas sociales, en esta época de crisis estructural, se vuelve contra la propia humanidad, una vez que su usufructo está negado para millones de seres humanos – que ha llegado, incluso, a poner en riesgo la propia vida en el planeta, con la suicida destrucción de recursos naturales no renovables. Es la afirmación férrea de la lógica alienada que comanda los desarrollos tecno-productivos – la lógica del lucro y de la “acumulación interminable de capital” – lo que impide que ese potencial humanizador hoy se haya tornado un verdugo que no vacila en cortar las cabezas de los “residuos humanos” del capital. En síntesis, no es la producción en sí lo que más le interesa al capital; más bien, le preocupa, fundamentalmente, su auto-reproducción ampliada. Actualmente, asume la forma de una auto-reproducción destructiva que barbariza la vida social. Una alternativa básicamente racional para esta paradoja sería la reducción de las horas de trabajo, lo que permitiría “absorber” las tendencias a la “exclusión estructural”. Sin embargo, el “tiempo libre” que tal distribución del trabajo acarrearía, además de encarecer las mercancías, también es portador de una carga “explosiva”, puesto que puede operar en el sentido de suspender la alienación. Es interesante, en este sentido, recuperar la tesis de Mészáros (2002) sobre la realización de las cada vez más numerosas mercancías producidas con los sucesivos saltos en la escala de producción y en la productividad del proceso de trabajo, lo que ha redundado en un auténtico proceso de destrucción de fuerzas productivas sociales. 9 Un buen ejemplo de esto puede encontrarse al analizar el desempleo actual y su carácter crónico. En los marcos de lo que hemos llamado la “fase expansiva” del capitalismo, cuando todavía no había agotado sus estímulos civilizadores, el desempleo se presenta como momentáneo y susceptible de ser absorbido por nuevas ondas de inversiones productivas de capital. Es ese el ciclo que parece haberse cerrado definitivamente con la crisis estructural del capital.
  • 20. 22 afirmación de una tendencia a la “tasa de utilización decreciente” de los bienes y servicios en el capitalismo contemporáneo. Éste, como respuesta a su propia crisis, desarrolla un conjunto de contra-tendencias que ya no apuntan fundamentalmente a aumentar extensivamente la esfera del consumo (como fue el consumo de masa, propio de la fase “fordista-keynesiana”, en la segunda pos-guerra). Hoy, la respuesta sistémica se orienta a la intensificación del mismo; o sea, al aumento de la “profundidad” del mercado. Estas dimensiones, más que ser excluyentes, se complementan, tendiendo a predominar la segunda estrategia. En la línea de este autor, podría pensarse que, como respuesta a su crisis de la década de 1970, el capitalismo elabora una tendencia que busca restringir los mercados de masa, concentrando y profundizando el consumo en determinados segmentos sociales. Con esto, opera una transformación en la modalidad de reproducción del sistema del capital, la cual deja de realizarse básicamente a través de la “vía keynesiana”, y pasa a adoptar la “vía neoliberal”. El sistema se reproduce intensificando la profundidad de los mercados, que deben ser dinámicos para saciar la sed de ganar en la competencia, lo que implica crear y consolidar una masa de “excluidos” de un consumo sustancial. Ahora, para que esto no provoque el colapso del sistema por una crisis de sub- consumo, el capital desarrolla una contra-tendencia dirigida hacia la producción de desperdicio que, poco a poco, pasa a convertirse en una pieza fundamental del funcionamiento del sistema en su edad madura. Ésta consiste en reducir la durabilidad de los productos – si es preciso, boicoteando la calidad de los mismos –, para aumentar la demanda, la circulación y el consumo de mercancías10. Queda claro, entonces, que al capital no le interesa la alta durabilidad, puesto que restringe el consumo y lo desacelera. Por esto, en el capitalismo en crisis estructural se acaba conformando una dialéctica irracional de producción para el desperdicio, donde el segundo es el momento predominante. Este es el núcleo irracional y deshumanizante de lo que llamamos producción destructiva11. 10 La solución para la crisis que es inherente al capitalismo en su edad madura (la superproducción) por la vía de la expansión del consumo civil, parece superada. Hoy, puede apreciarse que el capital opta por expulsar fuerza de trabajo a pesar de los riesgos de contraer el consumo, y lo contrarresta con la caída de la tasa de utilidad y la producción destructiva (Remito al lector a Mézsaros, 2002, Capitulo 16.2.5: Página 692). Es importante aclarar que esta tendencia capitalista tardía - de profundizar intensivamente el consumo, antes que expandirlo extensivamente -, forma parte del elenco de respuestas elaboradas por el capital para sortear su última gran crisis global, cuyo epicentro se dio en la década de 1970. Desde entonces, según el filósofo húngaro, el capitalismo se reproduce generando y manteniendo una masa enorme de excluidos, los cuales son fundamentales para mantener desarticulada la “vieja clase trabajadora”, neutralizando la amenaza sistémica fundamental y logrando sumergir todo a la tiranía de lo “único posible”, mediante la negación de alternativas. 11 Son varios los autores que han colocado al complejo industrial-militar como el pilar fundamental de esta
  • 21. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 23 III. Actualidad del Imperialismo Inicialmente, impulsado por la lógica de acumulación del régimen capitalista, el imperialismo representa un movimiento que expresa la tendencia expansiva del capital. Se refiere al proceso por el cual, las contradicciones y las crisis que el sistema enfrenta en su reproducción ampliada, son evacuadas o distendidas por medio de extensiones territoriales, cuestión que acaba siempre en nuevas expansiones del ambiente capitalista (Cf. Harvey, 2004). Esto es, los procesos de creación de nuevos mercados, de apertura de territorios para la inversión productiva de capital, funcionan en el sentido de construir las condiciones para que el mismo pueda auto-reproducirse. Para Harvey, en el marco de estas expansiones – determinadas por el avance de la concentración y la centralización del capital, al calor de la competencia inter- monopolista –, pueden encontrase intensas y variadas presiones sobre el poder político de cada Estado, para que éste asuma políticas imperialistas y aumente los controles territoriales necesarios para evacuar las crisis de super-acumulación que periódicamente se manifiestan bajo la forma de desvalorización. Así, los impulsos del capital para “no quedar parado” y desvalorizarse se resuelven al costo de asumir crecientemente formas y prácticas de dominación imperialistas. De modo que, con el progreso de la acumulación, de la concentración y de la centralización del capital, se va creado una lucha inter-imperialista por el control de territorios, que tiene como protagonistas centrales a los Estados-nación imperialistas más avanzados. En algunas situaciones históricas, como producto de las exigencias de la valorización del capital, la competencia entre los grandes monopolios desembocó en conflagraciones bélicas portadoras de una carga de destructividad de enormes dimensiones – como lo testimonian las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. De estos cataclismos inter-imperialistas resultaron nuevas configuraciones geográficas o, en otros términos, el reparto de países entre las potencias victoriosas. Así, bajo la dinámica crisis/expansión/crisis, se crean y renuevan, hasta los días actuales, experiencias de dominación colonial y neo-colonial, bajo la influencia exclusiva de una respectiva potencia imperialista. El dato de peso que debe tenerse presente al momento de analizar el pasaje del llamado capitalismo competitivo al monopolista12 – o, en la formulación de Lenin, al producción destructiva, y como el ejemplo más dramático e irracional de la misma. El complejo industrial militar es la solución encontrada para la superproducción. Allí pueden combinarse la máxima expansión con la tasa mínima de utilidad, superándose en la práctica la distinción entre consumo y destrucción. Al respecto, remito al lector a la obra Capitalismo Tardío, de Ernest Mandel, donde se encuentra rigurosamente desarrollado este problema. 12 Son varios los autores que abordan dicho pasaje o cambio de fase del capitalismo, coincidiendo en que el mismo se procesa a partir del último tercio del siglo XIX, y va incrementándose y reformulándose hasta
  • 22. 24 imperialismo, como la etapa más avanzada del capitalismo –, es el papel central que pasan a jugar los grandes conglomerados monopolistas en la definición del modo de reproducción del orden social. Éstos, en el comando del aparato del Estado-nación moderno, buscarán instrumentalizarlo para posibilitar las condiciones de la acumulación del capital en un contexto de creciente recalentamiento de la competencia inter-monopolista. Aquí, la conquista de territorios, el control de los recursos humanos y naturales, la exclusividad en los negocios, entre otros elementos, son una fuente permanente donde el capital monopolista buscará oxigenar sus momentos críticos para continuar la corrida de la competencia mundial. Retomando la reflexión del geógrafo David Harvey (ídem), la “acumulación interminable de capital” requiere para sí una “acumulación interminable de poder”, capaz de proteger y mantener segura a la propiedad. Por esto, afirma el autor, concentración de capital implica concentración de poder. La historia de la burguesía tiene que ser una historia de hegemonías que expresan siempre un poder más amplio y expansivo, continuamente. La pregunta que Harvey se formula al respecto es: ¿en qué estructura se podrá concentrar un poder suficientemente fuerte como para controlar la continuidad ilimitada de la acumulación de capital? O, ¿este afán ilimitado de acumulación nos conducirá a la barbarie? Con base en dicho autor, históricamente, pude pensarse en un primer momento del imperialismo capitalista (puesto que políticas imperiales existieron con anterioridad al capitalismo) comprendido entre las décadas que van de 1875 a 1945. El mismo, se caracterizaría por un contexto mundial en el que existen imperialismos rivales fundados en Estados nacionales, los cuales funcionan, se legitiman y reproducen, mediante la movilización de la “unidad nacional” para el enfrentamiento de un poder externo – para lo cual muchas veces se apela al racismo. Un segundo momento del imperialismo comenzaría luego de la segunda guerra mundial y se extendería por 30 años, hasta entrada la década de 1970. La segunda pos-guerra, entonces, abriría una nueva fase de configuración geo-política del capitalismo imperialista, donde los Estados Unidos de América salen del conflicto bélico como potencia dominante – líder en tecnología y en producción –, con el dólar reinando supremo y su aparato militar bien superior al de cualquier otro país13. En nuestros días. El imperialismo, como fase más avanzada del capitalismo llamado competitivo, expresa la entrada en la escena de los monopolios; por esto, es también llamado “capitalismo de los monopolios”. Entre los teóricos clásicos fundamentales podemos destacar a Lenin, Hilferdin, Bujarin, Hobsson, Rosa de Luxemburgo, Baran y Sweezy, entre otros. 13 Diferentemente de la URSS que cargó con el principal costo de la segunda guerra mundial. Es bueno recordar que, la demora de los Aliados para lanzar un segundo frente de ataque en Europa y derrotar más rápidamente al poderío nazista (probablemente calculada por EUA e Inglaterra), desgastó mucho el poderío militar soviético.
  • 23. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 25 este periodo histórico, puede decirse que su política imperialista no se explicitó abiertamente; más bien, el “gran hermano” del norte buscó por todos los medios ocultar sus ambiciones imperiales, presentándose como un socio poderoso, con intereses afines, dispuesto a auxiliar el “desarrollo” de las periferias y de los países europeos desbastados por la guerra. Para esto, se dedicó minuciosamente a la formulación de un perfil amistoso y solidario, con base en un “universalismo abstracto”. Esa fase podría caracterizarse como un imperialismo “leve”, o de “baja intensidad” (Cf. Harvey, ídem)14. La expansión geográfica propulsada por la concentración y la centralización del capital, fue garantizada mediante la descolonización de los países del llamado Tercer Mundo y los planes del modelo “desarrollista”, como meta generalizada para el resto del mundo. En el plano interno de los EUA, el creciente poder del trabajo organizado redundó en mejoras del nivel de consumo para las clases inferiores y el problema de la sobre-acumulación fue contenido hasta finales de los 60. Pero, cuando en esta década, Japón y Alemania (ya recuperados) comienzan a contraponerse a EUA, se reaviva la competencia internacional. En este contexto comienza a declinar la capacidad interna de este país para absorber el capital excedente, dando lugar al surgiendo de la sobre-acumulación – esto es, la crisis de valorización del capital por falta de posibilidades de inversión productiva. Esto profundizó aún más el recalentamiento de la competencia económica mundial, y como una consecuencia necesaria de aquello, fue endureciéndose la tolerancia política de los EUA con los gobiernos que no colaboraran con las necesidades de su capital, no vacilando en derrocar y eliminar a la disidencia15. La creciente concentración de poder en los “centros” del sistema generó diversas respuestas en el sentido de la anti-dependencia, de la liberación nacional y de las luchas de clases en el mundo desarrollado. La anti-dependencia se fundió con el anti- colonialismo en el “tercer mundo”, conformando un bloque anti-imperialista que 14 En este sentido, si observamos la conducta histórica de los EUA puede percibirse que el consentimiento y la cooperación tienen la misma importancia que el uso de la coerción y la eliminación del enemigo o la disidencia. Sin lograr capacidad internacional de movilización de consentimientos y cooperaciones, esto es, sin lograr ejercer un liderazgo de modo que genere ciertos beneficios colectivos, haría mucho tiempo que EUA habría dejado de ser hegemónico. La “cabeza del Imperio” debe actuar de forma tal que, por lo menos, sea creada la ilusión de que las ganancias serán en beneficio de todos; no puede descuidarse esta cuestión a la hora de hablar de liderazgo por medio del consentimiento, o sea, del ejercicio de la hegemonía. No obstante, lo que queremos resaltar es que esto no anula el momento coercitivo del sistema, más bien, el mismo no precisa ser movilizado para enfrentamientos sociales fuertes; son momentos de relativa paz social que el sistema también demuestra como posibles dentro de sus marcos contradictorios. 15 Aunque no nos propongamos en este ensayo el tratamiento de los golpes militares que sacudieron a varios países latinoamericanos en este período, bajo la organización estratégica del Pentágono Norteamericano, es importante mencionar como ejemplo, el genocida Plan Cóndor que eliminó efectivamente la disidencia en Sudamérica.
  • 24. 26 procuró contestar, con más o menos radicalidad, las estructuras del orden social. Este movimiento contra-hegemónico se confrontó con una respuesta sistémica que no vaciló en la utilización del terrorismo de Estado – desplegado mundialmente – para ahogar en sangre los procesos potencialmente transformadores del status quo. El período que se inicia con la crisis capitalista de la década de 1970 – la crisis estructural del capitalismo – deja como saldo fundamental, el establecimiento de un grupo dominante de países, formado por las grandes potencias capitalistas, globalmente cohesionado, articulado bajo el liderazgo de los EUA. Esto se produce, a fin de evitar confrontaciones internas y compartir mejor los beneficios de un capitalismo integrado en las regiones nucleares, procesándose una verdadera intensificación del capitalismo. De este modo, siguiendo a Harvey (ídem), desde 1970 hasta nuestros días, se afirma, en términos históricos, la “hegemonía neoliberal”. Con ella, el funcionamiento del sistema, aún bajo la tutela de EUA, relativiza fuertemente la base material de los valores monetarios. El abandono del patrón dólar-oro opera como una suerte de desmaterialización del sistema monetario. La llamada crisis del petróleo – una gran elevación de su precio – perjudicó mucho más a Alemania y a Japón, que al propio EUA – que tenía reservas propias en ese momento. Los bancos norteamericanos fueron quienes absorbieron los “petro-dólares”, y Nueva York se convirtió en el centro financiero mundial, mientras los mercados financieros fueron desregulados, unos tras otros. En este nuevo contexto, la burguesía inclina sus negocios hacia las actividades financieras, descubriendo que éstas significan un arma contundente para atacar las posiciones del trabajo organizado y oxigenar las ganancias. Las luchas de los trabajadores adquieren cada vez más un carácter defensivo, buscando preservar las conquistas del Welfare State, y los movimientos de resistencia son derrotados unos tras otros en los países centrales, provocando la desarticulación político-organizativa de la clase trabajadora. En este marco, el capital financiero ocupa el centro de la escena y logra ejercer un efectivo disciplinamiento sobre la misma a escala mundial – especialmente en aquellos países cuyos Estados se encuentran considerablemente endeudados16. Por otra parte, en la perspectiva del geógrafo norteamericano , el reino de la especulación financiera y del capitalismo de acumulación flexible – pilares fundamentales de lo que hemos conocido como neoliberalismo – fueron realmente posibles, gracias al conjunto de transformaciones tecnológicas advenidas con la 16 La “deuda externa” en determinados países – especialmente los asociados al FMI - fue usada para reorganizar las relaciones de producción internas de los mismos, favoreciendo la mayor penetración de los capitales externos: EUA, Japón, Europa. (Cf. Harvey, 2005, p. 59).
  • 25. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 27 revolución de la micro-electrónica17 – la llamada revolución científico-técnica o tercera revolución industrial –, y en términos políticos, debido a la derrota global del proyecto de emancipación de la clase trabajadora. De modo que, fueron estas bases tecnológicas revolucionadas y los resultados políticos de las luchas de clases, las que permitieron que la producción y la acumulación del capital se tornen más flexibles y con una mayor movilidad geográfica – fundamentalmente, a partir de la reducción de los precios del transporte y de los subsidios estatales para las relocalizaciones productivas. Así, se inaugura el proceso de financierización del capitalismo, en que actualmente nos encontramos. No menos importante que lo anterior, resulta la “implosión” de la Unión Soviética, puesto que remueve una amenaza de larga duración para el capitalismo, al mismo tiempo que amplía territorios y expande el ambiente capitalista para amortiguar la crisis de valorización del capital. En el análisis de Harvey (ídem), hoy la economía mundial se presenta organizada sobre tres grandes pilares regionales: el NAFTA (EUA, México y Canadá, queriendo ampliarse para el ALCA, que involucraría todo el continente americano); la Unión Europea (UE); y la región de Asia (los llamados “tigres” y, fundamentalmente, China). Estos bloques funcionan más solidariamente que en competencia mutua, mostrando con esto que las potencias capitalistas han aprendido la lección dejada por las guerras inter-imperialistas. No obstante, esta complementación no puede anular la competencia, siendo EUA quien sigue apareciendo como el portador de las mejores posiciones. Esto abona la tesis del autor de que estamos ante un “nuevo imperialismo”, que se particulariza por expresar un movimiento de endurecimiento y de mayor explicitación del papel de control que precisan ejercer los EUA – como cabeza del imperio – para garantizar la auto-reproducción del sistema como un todo, junto con su particular posición dominante en el mundo. En síntesis, en esta perspectiva, desde la segunda pos-guerra mundial se constituye un imperialismo de “baja intensidad”, el cual busca reproducirse a través de procesos más o menos consensuales – particularmente porque los ciudadanos norteamericanos se niegan a aceptar políticas contrapuestas a los valores republicanos y burgueses, propios de la época ascendente del capitalismo. Las acciones imperialistas efectuadas – que las hubo y muchas – fueron sigilosamente amortiguadas por la proliferación de discursos de “libertad”, “democracia”, de “no- intervención”, de “respeto mutuo”. Aquí, las prácticas imperialistas de EUA no 17 Sus antecedentes pueden encontrarse en las investigaciones militares desarrolladas por las potencias, en el marco de la segunda guerra inter-imperialista, y, posteriormente, en el transcurso de la llamada “guerra fría”.
  • 26. 28 aparecían abiertamente tal como lo hacen hoy, cuando la explícita belicosidad se debe, en parte, a que en la atmósfera posterior al 11 de septiembre, la acción militar abierta y unilateral se torno más aceptable al interior de la principal potencia imperialista, aunque no sin resistencias locales, regionales y globales. IV. Neoliberalismo y “Nuestra América” Entendemos que América Latina no es una unidad indiferenciada, ni la región se configura como una identidad. Ignorar esto, nos traería una serie de problemas relacionados con la dialéctica de identidades y diferencias presentes en la misma, con riesgo de caer en una unilateralidad en el análisis. La perspectiva analítica aquí adoptada no aborda a América Latina como una identidad homogénea, con mismas raíces, culturas, sistemas y relaciones de producción. Antes que esto, proponemos pensarla como una unidad problemática y en proceso; como una particularidad dinámica que se constituye a partir de innegables trazos históricos comunes que la unifican y singulares experiencias que la diferencian. Este desafío, para no devenir en un empobrecimiento o simplificación del análisis, precisa captar la particularidad latinoamericana en tanto unidad en proceso, en tanto proceso de unidad, sin negar sus singularidades, reconstruyendo la relación existente entre las mismas. Nos proponemos pensar América Latina – o, mejor, como dijera Martí: “Nuestra América” –, ante todo, como el proceso de constitución de una rica unidad de diversos que, por compartir situaciones históricas, necesidades, posiciones periféricas en el usufructo del desarrollo de las fuerzas productivas sociales – esto es, un lugar en la totalidad social –, cuenta con potencialidades para formular un proyecto societario diferente al actualmente hegemónico, por lo menos en escala regional. Desde esta perspectiva, el estudio del significado de América Latina en la dinámica capitalista parte de investigar las raíces históricas de “Nuestra América”, y no busca encontrar una “esencia latinoamericana” o periférica, de la cual extraer una “pureza natural” o “exótica” de la región. Muchos menos pretendemos realizar un análisis de las diferencias en sí mismas, argumentando la “complejidad sin fin de las cosas” y, por ende, la imposibilidad de cualquier orientación de sentido más o menos planificada para el conjunto, o el abandono de la perspectiva de la totalidad. Antes que esto, el objetivo es contribuir con la recomposición de la unidad latinoamericana desde una perspectiva crítica, capaz de analizar la actual realidad socio-política de los países que la integran para apuntar posibles estrategias frente al cuadro de barbarización de la vida social que, cada vez con mayor violencia, se nos impone a los “primos pobres” del sistema. Partimos de la premisa de que el conjunto de trasformaciones societarias operadas en los países latinoamericanos desde la década de 1970, estructuradas en el marco
  • 27. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 29 de la ya mencionada respuesta del capital a su propia crisis y reunidas bajo el rótulo de “modelo neoliberal” – recomendado por los organismos internacionales de crédito, como el nuevo plan que nos permitiría superar de una vez por todas el subdesarrollo –, redundaron en una verdadera catástrofe socio-económica para la enorme mayoría de la población del continente. El neoliberalismo significó un proceso socialmente regresivo que evidenció, por un lado, los límites crecientes que enfrenta el sistema como un todo para mantener sus lucros y reproducirse, y, por otro, el papel reservado para nuestros países periféricos ante las nuevas y más potentes crisis capitalistas que puedan presentarse. De forma contradictoria, esta catástrofe social sentó las bases para un nuevo proceso – en tanto tendencia – de unificación continental, débilmente organizado en función de resistir las embestidas del imperialismo en las diversas dimensiones de la vida social y en sus peculiares expresiones nacionales. La unidad de la resistencia al avance del imperialismo en América Latina aparece, en la contemporaneidad, como la “alternativa” históricamente más factible para, por lo menos, amortiguar el “exterminio” económico que viene azotando sin descanso a la región, especialmente las tres últimas décadas – por no hablar de las resistencias que datan de más de 500 años. En este sentido, entendemos la fase neoliberal del capitalismo, que comenzó a manifestarse inequívocamente desde los primeros años de la década de 1970, como una respuesta económico-política y cultural, ensayada por el capital para responder a su crisis estructural. El neoliberalismo representa, ante todo, el resultado histórico de los grandes enfrentamientos sociales y políticos que conmocionaron el mundo en las décadas de 1960 y 1970, los cuales portaron una gran carga de explosividad para la manutención del orden social. No es, como algunos creen, una nueva etapa más avanzada del progreso (lineal y natural) de la sociedad. Antes, significa la respuesta históricamente posible y necesaria que el capital debe dar a su crisis de valorización, si quiere permanecer vigente como relación social predominante. El neoliberalismo se afirma sobre las ruinas del proyecto social que pretendía superar la sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre. Si bien se propone pensar al neoliberalismo como una fase histórica general de regresión civilizatoria – que en América Latina se expresa de modo particularmente crudo, aunque no sólo en esta parte de la periferia del sistema –, la que homogeneiza y nivela la región a través de la producción del pauperismo, esto no significa que sus políticas, rígida y mecánicamente, se repitan en cada uno de los países latinoamericanos. Mucho menos que su aplicación genere condiciones para su automática superación. Es fundamental puntuar que existen graduaciones locales, nacionales y regionales; o sea, modalidades diversas de aplicar las “recetas” del “Consenso de Washington”, de acuerdo con el tipo peculiar de formación económico- social de que se trate. Del mismo modo, la aplicación del recetario neoliberal ha
  • 28. 30 creado diferentes reacciones socio-políticas, lo cual explica la existencia de tiempos y profundidades diferenciadas en la implementación de su paquete de “contra- reformas”. En este sentido, no pueden olvidarse las mediaciones existentes entre el aumento de la barbarización de la vida social y la formación de un sujeto colectivo capaz de dar otro sentido al orden social. Nos interesa destacar aquí, fundamentalmente, las tendencias unificadoras producidas por esta fase social regresiva del capitalismo en Nuestra América. Como pudo constatarse recientemente, es en estas áreas donde el sistema busca primeramente obtener “oxígeno” para “respirar” en sus crisis de desvalorización. En otras palabras, es en las periferias del sistema, donde el capitalismo imperialista maduro, primeramente descarga el peso destructivo y cada vez más violento de las crisis de valorización; sobre éstas han sido realizados históricamente los “ajustes estructurales” necesarios para la recomposición de la tasa de lucros y de la acumulación. En este contexto, la contundencia del “fracaso neoliberal” y el fin de su promesa civilizadora, pone en pauta la necesidad de brindar alternativas. Podemos encontrar, en la América Latina actual, fuerzas de resistencia a los procesos de expansión insaciable del imperialismo maduro, cuestionando firmemente las bases neoliberales de organización socio-económica y política de los países. Hoy, en “Nuestra América”, se vienen procesando agitadas jornadas de lucha social, las cuales se expresaron, de forma intermitente, en el período pos-dictatorial y fueron ganando intensidad al ritmo de la agudización de algunas contradicciones sistémicas, una vez que el capitalismo alcanzó sus “limites estructurales”. Lo que podríamos esperar del despliegue de las formas imperialistas en esta coyuntura, es el desarrollo de una dialéctica que no es nueva en la región, la cual se caracteriza por un endurecimiento del “gran hermano” del norte en función de mantener su supremacía, aunque no sin contestaciones más o menos decididas por parte de los “de abajo”, los “condenados”, nosotros, los “inferiores”. V. Proyecto ético político profesional El debate sobre los proyectos profesionales es relativamente reciente al interior de la profesión. De acuerdo con el análisis de Netto (2003), en Brasil, donde el mismo se encuentra en un nivel de formulación avanzado (si es comparado con el resto del continente), la construcción del proyecto profesional crítico (o proyecto ético-político) se inicia en las décadas de 1970 y 1980, sobre la base del enfrentamiento y de la crítica al conservadurismo en la profesión; se enraíza criticando las demandas liberales y conservadoras del Servicio Social. En este contexto se sitúa la polémica actual sobre los dilemas y desafíos que
  • 29. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 31 enfrenta el pensamiento crítico y un proyecto emancipador para América Latina; polémica esta que, como sabemos, tiene una interlocución fluida en el ámbito del Trabajo Social, especialmente a partir de la irrupción del movimiento latinoamericano de reconceptualización, de mediados de la década de 1960. Allí, por primera vez en la historia profesional, diferentes grupos de profesionales, impulsados por el clima de contestación general al orden del capital, se interrogan sobre las determinaciones fundamentales que explican esta actividad profesional; se preguntan por sus fundamentos socio-históricos, por su significado social, por su funcionalidad en la sociedad capitalista. Por primera vez en el ámbito profesional, las concepciones conservadoras tradicionales que marcaron su génesis, son blanco de una crítica que busca ir a la raíz del problema, evidenciando la “complicidad” histórica de esta profesión con el orden social del capital. Podríamos pensar que, desde entonces, se manifiesta una voluntad colectiva de constitución de un Proyecto Ético Político para el Trabajo Social en escala latinoamericana, aunque no restricta a ésta. Formulado desde una perspectiva que no desconsidera las particularidades históricas de cada formación social latinoamericana, el movimiento de reconceptualización del Trabajo Social enfrenta el desafío de comprender en profundidad la actual dinámica sistémica, “materia prima” que delimita el campo de las demandas sociales a que debe responder profesionalmente. En este sentido, dicho proyecto profesional hoy se constituye a partir de las determinaciones generales presentadas por la actual fase del desarrollo capitalista, tanto en la región como un todo, como para cada país o grupo de países en particular. Dentro de esta dinámica societaria, y como resultado de las “correlaciones de fuerzas” políticas, se desenvuelven los procesos y las actividades que sustentan, con más o menos efectividad, la formación de “proyectos profesionales”, los que pueden corresponder o no con el proyecto societario históricamente hegemónico. El estudio de la historia profesional muestra claramente la presencia (que llega a nuestros días), de diferentes proyectos profesionales en disputa; los mismos, van desde una “sintonía perfecta” con el orden social dado, hasta plantear una radical negación del mismo. De modo que, es fundamental partir del reconocimiento de que el ámbito profesional se encuentra fuertemente atravesado por las determinaciones macro-societarias – que definen su demanda socio-histórica en las instituciones, y las manifestaciones de la “cuestión social” sobre las que debemos centrar nuestra actividad profesional –, así como también por las respuestas formuladas por los diferentes segmentos del colectivo profesional, para posicionarse frente a dichas determinaciones contextuales. Sin embargo, es importante destacar que los proyectos societarios se distinguen cualitativamente de los proyectos profesionales. Como todo proyecto, ambos se presentan como anticipación ideal de una finalidad que se quiere alcanzar; implican valores que los fundamentan, como también elecciones de los medios para lograrlos,
  • 30. 32 entre otras cuestiones esenciales. Los proyectos societarios se diferencian de los proyectos profesionales, fundamentalmente, por el nivel de amplitud y de totalización que comportan. Entendemos, junto con Netto (ídem), que los primeros se refieren a una propuesta integral de organización social, que envuelve al conjunto de los ámbitos de la vida social. Se basan en una “imagen ética ideal” de la sociedad a ser construida, con valores y principios que la fundamentan; privilegian ciertos medios para concretizarla; y pueden pensarse en escala nacional, regional, continental o universal. Por otro lado, los proyectos profesionales son también colectivos, pero no tienen la amplitud de los anteriores. Según nuestro autor, éstos se desarrollan en una escala menor y también prefiguran una imagen ideal, un proyecto, pero de la profesión. Los proyectos profesionales también exigen valores que los legitiman socialmente; delimitan sus objetivos y funciones; formulan los requisitos para su ejercicio; dictan normas para el comportamiento de los profesionales; y establecen bases para relacionarse con los usuarios de los servicios sociales en los que trabaja. Al igual que los proyectos societarios, los proyectos profesionales son estructuras dinámicas que responden a las alteraciones del sistema de necesidades sociales sobre las cuales opera la actividad profesional; esto es, se mueven al ritmo de las transformaciones económico-culturales, del desarrollo teórico-práctico de la propia profesión y de los cambios en la composición social del colectivo profesional. Su dimensión política es atravesada, tanto por la relación con los proyectos societarios, como por las luchas hegemónicas internas al campo profesional – luchas por hacer prevalecer un proyecto con determinadas orientaciones u otro. Así como existe en la sociedad disputa de proyectos societarios, al interior del ámbito profesional existen también disputas en torno de la orientación que debe asumir el proyecto profesional en cada momento histórico. Por esto, el espacio profesional está lejos de ser homogéneo en relación con las concepciones y los compromisos con los proyectos societarios presentes en la realidad, lo que se traduce como adhesión o confrontación de tal o cual proyecto en el interior del ámbito profesional. Uno de los límites fundamentales que hoy enfrentan los proyectos profesionales que resisten al proyecto societario hegemónico, según el autor18, se centra en el mercado de trabajo profesional. Como vimos, éste es uno de los mecanismos de ajuste y disciplinamiento más efectivo para garantizar el proceso de “reproducción de lo dado” en la contemporaneidad. La precarización de los empleos, la informalidad y la inestabilidad laboral, abonan para mantener la adecuación funcional de las 18 José Paulo Netto (2003) sustenta la idea de que, en la relación que existe entre proyectos profesionales / proyectos societarios, es común que el que es hegemónico en la sociedad tienda a predominar dentro de la profesión, aunque también pueden ocurrir descompases y enfrentamientos entre ambos.
  • 31. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 33 prácticas profesionales a las exigencias sistémicas que emergen con la nueva fase de crisis estructural del capital19. La condición ineludible de trabajador asalariado, dependiente de las oscilaciones del mercado de trabajo, es el “eslabón más delgado”, cuando nos proponemos reflexionar sobre los desafíos contemporáneos del proyecto crítico del Trabajo Social en Nuestra América. Evidentemente, esta es una contradicción existencial para el proyecto profesional crítico: una tensión que no puede ser resuelta desde el interior de la categoría profesional, por más que se piensen estrategias sofisticadas, y por más inteligentes que puedan ser los cuadros que conspiran. Esta cuestión, vital para la propuesta de un proyecto profesional crítico en la actualidad, se constituye como uno de los puntos fundamentales que articulan recíprocamente proyecto profesional y proyecto societario. Para concluir estas reflexiones, podemos decir que la existencia de una fuerte contradicción entre el avance del proyecto profesional crítico y la vigencia del proyecto societario neoliberal, revela los enormes desafíos que enfrenta una formulación eficaz del primero a escala continental. Dicha formulación, no puede ser pensada aisladamente de la suerte y de las condiciones de las fuerzas socio-políticas que disputan políticamente e intentan plasmar proyectos societarios contra-hegemónicos en los diferentes países de “Nuestra América” o en la totalidad del sistema-mundo. Entendemos que la profundización de la resistencia contra el neoliberalismo expresa la conciencia cada vez más clara de la necesidad de unir a quienes lo padecen y organizarse para su enfrentamiento. Si este principio es adoptado como horizonte en la intervención profesional crítica, es preciso trabajar en la construcción del proyecto profesional crítico en escala continental. El proyecto societario que orienta las estrategias de intervención profesional en una perspectiva crítica es el de la emancipación humana, que se basa en valores radicalmente diferentes a los imperantes, y precisa ser materializado por medios alternativos a la miserable racionalidad instrumental. Por esta razón, entendemos que la construcción de un proyecto profesional crítico en América Latina implica, hoy, por lo menos dos desafíos fundamentales: la recuperación radical – en el plano del pensamiento – del proceso socio-histórico de formación de Nuestra América en la dinámica capitalista, y la comprensión del significado estratégico de la unidad latinoamericana para enfrentar el conjunto de tendencias socialmente regresivas (vitales para el “nuevo imperialismo”) que barbarizan la vida social. 19 Con mayor autonomía política-económica, el profesional tiene mejores condiciones para intervenir a partir de sus propios valores éticos, y no a partir de aquellos impuestos de forma unilateral por el empleador – como es cada vez más corriente.
  • 32. 34 Bibliografía AMIN, S.: Más allá del capitalismo senil; Por un siglo XXI no norteamericano; Editorial Paidos, Argentina; 2005). BUJARIN N.: La economía mundial y el imperialismo. Cuadernos de Pasado y Presente, México; 1987. GONZALES CASANOVA, P.: Imperialismo y Liberación en América Latina. Siglo XXI, México; 1978. HARVEY D.: O novo Imperialismo. Edições Loyola, São Paulo 2004. LENIN V.I.: El imperialismo, etapa superior del capitalismo. Editorial Polémica, Buenos Aires; 1974. MARTI J.: Paginas Escogidas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana; 1991. MARX K. El Capital. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1981. Tomo I, 3º re- impresión. __________ Elementos Fundamentales para la crítica de la Economía Política (Borrador) 1857-1858. Volumen 1 y 2. Siglo XXI Editores, Buenos Aires; 1973. MÉSZAROS I.: Para Além do Capital; Boitempo Editorial, São Paulo; 2002. NETTO J.: Capitalismo Monopolista e Serviço Social; Cortez Editora, São Paulo; 1992. __________ La construcción del proyecto ético-político Del Servicio Social frente a la crisis contemporánea. In BORGIANNI E., etc. (Orgs.):Servicio Social Critico: Hacia la construcción del nuevo proyecto ético-político profesional; Cortes Editora, São Paulo; 2003. PARRA G.: Discutiendo el Movimiento de Reconceptualización. Tesis de Doctorado, PUC/SP: Sao Paulo; 2002. RETAMAR F. R.: Algunos usos de civilización y barbarie. Editorial Contrapunto, Buenos Aires; 1989.
  • 33. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 35 Capítulo II Capitalismo tardío y decadencia ideológica: La posmodernidad y su incidencia en el trabajo social contemporáneo. Sergio D. Gianna Introducción El presente trabajo busca indagar en torno al surgimiento del pensamiento posmoderno dentro de los límites del capitalismo tardío, y cómo éste incide en el debate contemporáneo del trabajo social. En una primera parte, se recuperan las determinaciones centrales de la “decadencia ideológica” del pensamiento burgués (Lukács, 1981) que coincide con la consolidación de la burguesía como clase dominante en 1848 (Marx, 1965). Desde entonces, ha predominado en este pensamiento un común denominador: el irracionalismo o un racionalismo formalista (Coutinho, 1972) que abandona tres núcleos centrales del pensamiento clásico: el historicismo concreto, la concepción humanista del mundo y la razón dialéctica. Entendiendo al campo posmoderno como la pauta cultural dominante de la lógica del capitalismo tardío (Jameson, 1992) se pretende indagar cuál es el tratamiento que hace este pensamiento de los tres núcleos señalados anteriormente. En una segunda parte, el trabajo analiza la incidencia del pensamiento posmoderno en el trabajo social. Para ello, se toma como matriz de análisis la dimensión teórico-metodológica (Iamamoto, 2003), entendiéndola a ésta como las múltiples teorías que explican lo real y que incluyen en sí un modo de aprehender la realidad. En ese sentido, pensar la presencia del pensamiento posmoderno en trabajo social desde esta dimensión, procura analizar cómo se aprehende la realidad social, cuáles son las categorías o conceptos teóricos que dan cuenta de esa realidad y cuáles son los fundamentos que los sustentan. I. La destrucción de la Razón: Decadencia ideológica y ciencias sociales. La historia del desarrollo de la conciencia humana, que a lo largo de la historia adquiere diversas expresiones -como la religión, el arte y la ciencia- no puede ser comprendida a partir de una lógica interna, de autorepresentación y autodesarrollo. Por el contrario, Marx y Engels (2005) plantean un punto de partida enteramente distinto: esta no tiene una historia propia, y sólo puede ser aprehendida a partir del proceso de vida material del hombre.
  • 34. 36 En el caso de la ciencia, su historia no es meramente el desarrollo de las ideas o de las personalidades que las sustentan, sino el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo del hombre, su desarrollo social, que le plantean a la ciencia determinados interrogantes y dilemas que debe resolver1 (Lukács, 1959). A partir de este planteo inicial, la ciencia sólo cobra sentido dentro de una totalidad más amplia que la contiene, desarrollándose en su plenitud dentro del modo de producción capitalista. Esto es posible, porque se socializan todas las relaciones humanas, produciéndose un recorte de la base natural de la sociedad2, pasándose a reconocer que la historia del hombre es la historia de su propia actividad (Netto, 2005). A partir del siglo XVI, y durante los dos siglos subsiguientes, se produce la transición entre el modo de producción feudal hacia el modo de producción capitalista. Dentro de este proceso, Lukács (1958) reconoce distintos momentos en la burguesía, en su conformación como clase y su posterior consolidación como clase dominante. En la lucha contra el absolutismo feudal, la burguesía se constituyó en una clase ascendente, representando el “interés general del pueblo” (Marx, 1965), consolidando una transformación no sólo en el plano de lo económico y lo social, sino también en lo cultural. Junto a la transformación del modo de producción, comienza a cobrar forma el proyecto de la modernidad (Ilustración), en cuanto programática socio-cultural inspirado en el proyecto Iluminista. Según Rouanet (1993) el Proyecto Iluminista es un proyecto transhistórico que adquiere particularidad y expresión en diversos momentos históricos. El mismo está basado en tres categorías centrales: La universalidad, que presenta la unidad de la especie humana y su horizonte emancipatorio, marcando la igualdad entre los hombres independientemente de su raza, sexo, religión y pertenencia a una nación. La individualidad, reconoce al hombre como persona concreta y no sólo como integrante de una colectividad3. Y finalmente, la autonomía, 1 Lukács (2004), muestra la mediación que se produce en el proceso de trabajo entre la teleología, la objetivación y la exteriorización. Recuperando a Aristóteles y a Hartmann, señala que todo proceso de trabajo que se inicia con una necesidad concreta, conlleva un proceso de ideación en la mente de la finalidad a lograr. En este proceso, se producen investigaciones de los medios y de los fines, en los que aparece el núcleo embrionario del desarrollo de la ciencia, como modo de aprehender las determinaciones de la realidad natural para actuar sobre ella y transformar su potencialidad. 2 Esto no implica la desaparición de la base natural en el modo de producción capitalista. Por el contrario, en todo modo de producción existe necesariamente una base natural. Esto porque en el acto de trabajo se producen “…combinaciones de dos elementos: material natural y trabajo” (Marx, 2002: 53). 3 Esto no implica la concepción liberal criticada por el propio Marx (2006) en la “Cuestión Judía” en la que la individualidad es sinónimo de monada individual. Por el contrario, implica reconocer al hombre en cuanto ser genérico, en su dimensión individual y colectiva, en la cual la realización del individuo está dada por la realización con los otros hombres.
  • 35. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 37 en cuanto los derechos y los poderes de los hombres para ejércelos. Dicha autonomía se vincula con la utilización del hombre de su razón autónoma, el reconocimiento de su libertad tanto en el espacio público como privado y la libre participación del individuo en la esfera de la producción, la circulación y el consumo. El proyecto de la modernidad se plantea en abierta oposición y antagonismo al régimen feudal, colocando al hombre como el constructor de su propia historia, en detrimento de la concepción religiosa, que no es más que la “autoconciencia y el autosentimiento del hombre que aún no se ha encontrado a sí mismo…” (Marx, 1965: 8). Esto permite un proceso de secularización del pensamiento, en el cual la “figura de Dios” pierde centralidad para comprender el mundo y con ello, toda explicación que asume un carácter inmutable y mistificador de la realidad. Comienza a producirse el rompimiento con la autoalienación descripta por Marx (1965), reconociendo que el hombre debe “girar sobre su propio sol”, que no es más que el hombre en cuanto ser social. Esto también produjo un impacto en el campo del conocimiento, ya que superado el velo mistificador de la religión se reconoce la posibilidad de generar un conocimiento racional de la realidad. El mundo -tanto social como natural- no es algo caótico, sino un sistema que posee conexiones causales y leyes inmanentes que el hombre puede conocer. Esta fase ascendente de la burguesía es acompañada por el desarrollo de un pensamiento teórico que busca aprehender la realidad a partir de su devenir. La ciencia codifica los principios últimos y una concepción general del mundo, propia del movimiento progresista y liberador que constituyó la burguesía en ascenso. En este momento histórico, entre la clase ascendente y la ciencia era posible aún la crítica: Ella emerge del seno mismo de esta clase (Lukács, 1958). Este período, comprende aproximadamente desde fines del primer tercio del Siglo XIX hasta 1848, desde los pensadores renacentistas hasta Hegel. Según Coutinho, Hegel sintetiza el pensamiento burgués revolucionario, reconociendo en él tres núcleos categoriales: “…el humanismo, la teoría de que el hombre es un producto de su propia actividad, de su historia colectiva, el historicismo concreto, o sea, la afirmación del carácter ontológicamente histórico de la realidad, con la consecuente defensa del progreso y del mejoramiento de la especie humana; y, finalmente, la razón dialéctica, en su doble aspecto, esto es, de una racionalidad objetiva inmanente al desenvolvimiento de la realidad (que se presenta sobre la forma de la unidad de los contrarios), y aquella de las categorías capaces de aprehender subjetivamente esa racionalidad objetiva, categorías que engloban, superando, las provenientes del “saber inmediato” (intuición) y del “entendimiento” (intelecto analítico)” (1972: 14-15). El desarrollo de la ciencia en este estadio del capitalismo, si bien tenía falencias y era objeto de deformaciones que no le permitían al científico captar en su plenitud la
  • 36. 38 realidad y su movimiento, estos planteaban una respuesta “honesta y científica, aunque incompleta y contradictoria…” (Lukács, 1981:31). El modo de producción capitalista desarrolla una verdadera revolución en las fueras productivas del trabajo, pero al mismo tiempo agudiza su contradicción principal: una producción de mercancías ampliada y cada vez más social y una apropiación cada vez más privada de los productos del trabajo. Esta contradicción comienza a tener eco por toda Europa a partir de 1848, con lo que Hobsbawm (2005) llamó la “Primavera de los Pueblos”, momento histórico en el cual la clase trabajadora adquiere conciencia para sí, reconociendo el límite establecido en el orden burgués. Este proceso histórico, evidencia la presencia de una doble racionalidad (Wallerstein, 1995), una de carácter instrumental, que busca el desarrollo de la ciencia y de la tecnología para revolucionar las condiciones de producción y de este modo obtener un mayor lucro ganancial mediante una plusvalía extraordinaria, la otra, de liberación, orientada a la emancipación y la consecución de la felicidad de los hombres. Esta contradicción es la que la clase trabajadora pondrá en evidencia del orden burgués, comenzando a disputar con la burguesía el cumplimiento y efectivización del ideario de la modernidad. Según Harvey “El movimiento socialista amenazaba la unidad de la razón de la Ilustración e insertaba una dimensión de clase en el modernismo. ¿Sería la burguesía o el movimiento obrero el que informaría y dirigiría el proyecto modernista?...” (2004: 45). Por lo tanto, la burguesía consolida una revolución política4 –en términos de Marx (1965)-, que tiende a la emancipación política del hombre dejando su base económica -las relaciones de producción- intacta. La clase trabajadora veía como el proyecto de la modernidad, que promovía la emancipación del hombre lo convertía en una mercancía más5 en “ese enorme cúmulo de mercancías” (Marx, 2002) que es el modo de producción capitalista, en el cual el trabajador debe vender su fuerza de trabajo para poder reproducir su vida. De este modo, la clase trabajadora se constituye en “una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, de un estado que es la disolución de todos los estados; de una esfera que posee carácter universal por sus padecimientos universales y que no reclama un derecho particular porque no 4 Marx señala que la revolución parcial es “…la revolución meramente política, la revolución que deje en pie los pilares de la casa ¿En qué estriba una revolución parcial, simplemente política? Estriba en que una fracción de la sociedad burguesa se emancipa y alcanza la supremacía general, en que una clase determinada emprende, partiendo de su situación particular, la emancipación general de la sociedad. Esa clase emancipa a toda la sociedad, pero sólo bajo el supuesto de que toda la sociedad se encuentre en la situación de esa clase” (Marx, 1965: 37-38). 5 Aunque con la particularidad de que es la única mercancía capaz de producir mayor valor que el capitalista paga para acceder al valor de uso de su fuerza de trabajo.
  • 37. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 39 ha sufrido una injusticia particular sino la injusticia misma, que ya no pueda apelar a un título histórico, sino simplemente al título humano, que no esté en oposición unilateral con las consecuencias, sino en oposición total…de una esfera, finalmente, que no se puede emancipar sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y por eso emanciparlas a todas ellas; que, en una palabra, es la completa pérdida del hombre y que por lo tanto sólo puede conquistarse a sí misma al volverse a conquistar de nuevo completamente el hombre. Esta disolución de la sociedad como clase particular es el proletariado” (Marx, 1965: 44-45). Las aspiraciones de superación del modo de producción capitalista queda en manos de la clase trabajadora, mientras que la burguesía se consolida como la clase hegemónica que busca reproducir el orden existente. El viraje que sufre la ciencia en este momento histórico, sólo puede ser comprendido a partir del cambio de rumbo que se produce en la sociedad, en la cual aparecen dos clases sociales antagónicas que se disputan la manutención o la superación del orden vigente: no son más que la burguesía y el proletariado. Netto (2005) señala que en 1848 se produce un corte cultural en la teoría social, ya que desaparece del horizonte de las ciencias, las bases para la elaboración de una teoría social unitaria y totalizante. Esto es producto del desplazamiento del punto de partida que tenía el pensamiento clásico del período anteriormente descripto, que tomaba al trabajo como el productor de valores y riquezas. Ahora se vuelve necesario hacer desaparecer este punto de partida, porque “Ya no se trataba de si este o aquel teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada y la mala conciencia y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la investigación científica sin prejuicios” (Marx, 2002: 14). Es el momento de surgimiento de la decadencia ideológica del pensamiento burgués, que coincide con la génesis de las ciencias sociales, con sus métodos y objetos específicos, como recortes abstractos de la realidad. Según Lukács “…ahora los ideólogos de la burguesía toman la fuga y prefieren imaginar los misticismo más insustanciales y absurdos, antes que mirar de frente el hecho de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado…” (1981: 22). Así, las ciencias sociales específicas “Renuncian…a la ambición de poder contestar a las preguntas últimas del espíritu… Sólo tenemos que preocuparnos de las adquisiciones de las ciencias, especializadas y separadas unas de otras, que nos proporcionan los conocimientos indispensables desde el punto de vista de la vida práctica” (Lukács, 1958: 26). Estableciendo una comparación entre la fase ascendente de la burguesía y la consolidación de ésta como clase hegemónica, Coutinho ubica un viraje en el desarrollo de las ciencias, así “En lugar del humanismo, surge un individualismo
  • 38. 40 exacerbado que niega la sociabilidad del hombre, o la afirmación de que el hombre es una “cosa”, ambas posiciones llevan a una negación del momento creador de la praxis humana; en lugar del historicismo, surge una pseudo-historicidad subjetivista y abstracta o una apología de la positividad, que transforman a la historia real (el proceso de surgimiento de lo nuevo) en algo “superficial” o irracional, en lugar de la razón dialéctica, que afirma la cognocibilidad de la esencia contradictoria real, vemos el nacimiento de un irracionalismo fundando en la intuición arbitraria, o un profundo agnosticismo recurrente de la limitación de la racionalidad a sus formas puramente intelectivas” (1972: 16). La decadencia ideológica transforma la razón en una razón formal-abstracta6, planteando límites al modo de aprehender la realidad, ya que no se busca más captar la legalidad objetiva de la realidad, sino el establecimiento una serie de reglas y pasos formales que permiten manipular datos de la realidad. De este modo se rompe con una perspectiva de totalidad, que reconoce a los hechos y fenómenos como parte de una totalidad más amplia que las contiene, reconociendo en ella su movimiento. Dicho movimiento, en su esencia, es de contradicción. Ya Hegel planteaba que la razón se basaba en un principio de identidad y de no identidad, es decir, de un movimiento de unidad de contrarios, que establece momentos de síntesis y superación, que se encuentra en un permanente devenir, estos es, en un permanente desarrollo7. En contraposición, se plantea la desaparición de la contradicción y si la existencia de ambigüedades. Finalmente la realidad es tal cual la que se le presenta a los ojos del investigador, reconociendo sólo la superficie fenoménica de los hechos y fenómenos. Es decir, queda ligada al nivel de lo inmediato, epidérmico, y no alcanza la reproducción de la esencia8. El irracionalismo al igual que el racionalismo formal, tienen en común el abandono del historicismo concreto, el humanismo y la razón dialéctica. El irracionalismo, pone el acento en una dimensión subjetiva -emparentada con lo que Lukács (1981) llamó la “critica romántica del capitalismo”-, ya que mediante la propia subjetividad y por las vivencias personales es posible alcanzar la realidad auténtica, disolviéndose el objeto 6 Esta razón formal abstracta, se basa en una serie de reglas y pasos formales para manipular la realidad y de este modo conocerla, dejando por “fuera” todo aquello que no puede ser reducido a cálculo y a manipulaciones homogeneizadoras. 7 Para Marx, al igual que Hegel, la negatividad es el motor de la vida, del movimiento. Pero si para Hegel el movimiento era el devenir de la Idea, para Marx y Engels el motor de la historia es la lucha de clases, en la cual “…opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, veladas unas veces y otras franca y abierta…” (Marx y Engels, 2003: 27). 8 Esto no implica que la forma fenoménica y la esencia de un hecho sean algo separado entre sí. Al contrario, “La comprensión del fenómeno marca el acceso a la esencia. Sin el fenómeno, sin su manifestación y revelación, la esencia sería inaccesible…La realidad es la unidad del fenómeno y la esencia” (Kosik, 1963: 28).
  • 39. CUESTIÓN SOCIAL, VIDA COTIDIANA Y DEBATES EN TRABAJO SOCIAL TENSIONES, LUCHAS Y CONFLICTOS CONTEMPORÁNEOS 41 -y con él su racionalidad inmanente- en una mera intuición subjetiva. Mientras que el racionalismo formal -vinculado a la “preconización burguesa del progreso” (Lukács, 1981)- niegan la contradictoriedad del objeto, afirmando su equilibrio y progreso lineal. Qué predomine uno u otro, depende del momento histórico: en épocas de agudización de las crisis capitalistas predomina el momento irracionalista, subjetivista, en períodos de “relativa estabilidad”9, se desarrolla un racionalismo formal (Coutinho, 1972). Esta introducción ha querido reflejar como la ciencia y el desarrollo del pensamiento teórico se encuentra en permanente relación y diálogo con el modo de producción capitalista y las transformaciones macroscópicas ocurridas en la sociedad. Abordar la cuestión de la posmodernidad, desde esta lógica de análisis implica, por un lado, comprenderla a partir de las transformaciones ocurridas en el modo de producción capitalista, con lo que Mandel (1972) llamó el capitalismo tardío, y por otro lado, reconocer a la posmodernidad como una nueva expresión de la decadencia ideológica. A partir de la década del setenta, se produce una recesión generalizada de la economía, cuya expresión más reconocida fue la “crisis del petróleo”. Esto revelaba el comienzo de una tendencia mundial al descenso de la tasa promedio de ganancia y al incremento de la capacidad de producción sobrante de la industria (Mandel, 1980). La “crisis de los años dorados” del capitalismo significó un proceso de reestructuración del capital, con el fin de dar respuestas a la caída de la tasa de ganancia y a la búsqueda de un crecimiento estable y mayor lucro ganancial. Al mismo tiempo, era una respuesta a la “crisis de la sociedad contemporánea”, que no era más que la crisis y el derrumbe del Estado de Bienestar y el Socialismo Real (Netto, 1993). De este modo, cobra vigencia el proyecto neoliberal, en cuanto proyecto societal del capital, que se expande en las décadas del ochenta y noventa. Para Netto y Braz (2006) el proyecto neoliberal configura tres respuestas a la “crisis de los años dorados”: La reestructuración productiva, la financiarización y la ideología neoliberal. La crisis plantea la extinción de un patrón de producción –que sigue manteniendo su carácter esencial de explotación de fuerza de trabajo para obtener plusvalía-, produciéndose el transito entre un patrón de producción “rígido” –que Harvey (2004) denomina “fordista-keynesiano”- a un patrón de producción “flexible”. Este patrón de 9 La “relativa estabilidad” del capitalismo refiere a que la crisis es una determinación inherente al capitalismo. “El análisis teórico e histórico del MPC (modo de producción capitalista) comprueba que la crisis no es un accidente de proceso, no es aleatoria, no es algo independiente del movimiento del capital. Ni es una enfermedad, una anomalía o una excepcionalidad que puede ser suprimida en el capitalismo. Expresión concentrada de las contradicciones inherentes al MPC, la crisis es constitutiva del capitalismo: no existió, no existe y no existirá capitalismo sin crisis” (Netto y Braz, 2007: 157).