Los noveno y décimo mandamientos se centran en los pensamientos y deseos internos, no solo en los actos externos. Prohíben los malos pensamientos y deseos contra la castidad y la pobreza del prójimo. Jesús enseñó que incluso mirar a una mujer con deseo ya es adulterio en el corazón. La moral cristiana responde a la totalidad de la persona, no solo a los actos externos.