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Newman: m
santo doctor
para la
lglesia del
siglo XXI
Doscientos años del nacimiento
del insigne converso
Probablemente John Henry
Newman fue el converso a la lglesia
Católica más notable del siglo XIX y
uno de los más influyentes en el
XX, especialmente en lnglaterra y
pai'ses anglosajones. Newman no
fue sólo un gran intelectual sino
también un alma santa que desde
muy joven respondió a la llamada
de Dios y perseveró toda su larga
vida (1801 -1890) en el trato y en el
amor a su Creador.
Ahora, a los doscientos años de su
nacimiento, comprobado el influjo
excepcional de su vida santa y de
sus escrftos, muchos cristianos
rezan para que la lglesia, que ya
reconoció la heroicidad sus
virtudes, eleve a este Venerable a la
dignidad de Beato.
PoT Víctor Garci'a Rulz (Catedrátlco
de Llteratura. Un[vorsldad de
Navarra)
E
n Newman hay dos facetas: su vida
y su obra, y varios niveles de inte-
rés posibles. Algunas de sus obras
no están destinadas al público general, co-
mo las dedicadas a los arrianos del siglo
IV, el concepto de asentimienio religioso
o el desanollo de la doctrina cristiana.
Otras, como la ApoJogi.a pro v[.Ía swa, la
Carta al Duque de NorSolk, las com£e:[e:n-
cias sobre la situación de los católicos en
lnglatena, los sermones teológicos e in-
cluso los sermones ascéticos, requieren
cierto conocimiento del contexto social y
mligLi:S:iá:l:e`nNg:awüm=nv.i:::ri,=:ria|o
aventurero y romántico, contiene cierto
nivel de dramatismo que inviste al perso-
naje de un Sutil atractivo. De ahí que la
::,Loar,as%rao,xaíTeacctLór:áeesoteb¡::[[éaseeñcdeíp¿
62
EI Card. Newimn. en rehato do 1878 de W.W. OuJoes8.
biografía de lan Kerr, en inglés (Oxford
University Press), o bien la más sencilla. y
excelente, que publicó José Morales en la
editorial Rialp.
h vida y el pensamiento de Newman
no son complejos, pero sí polifacéticos; al
tiempo, una y otro son tan coherentes que
podrían condensarse en una idea: la causa
de la religión revelada. En realidad, con
estc lacónico dardo no hago más que r€pe-
tir la fómula a que redujo su vida el pro-
pio Newman en el momento de recibir el
capelo cardenalicio en Roma, en 1879, Su
vida como aiLglicano, su obra como católi-
co, su obra publicada, su otra «obra», el
Movimiento de Oxford, tuvieron un senti-
do coyuntural que nació como respuesta al
contexto intelectual del siglo XIX, pero
también un sentido intcmporal. que se pro-
longa con todo vigor y actualidad hasta
hoy. Ese sentido. esa idea, es el núcleo del
cristianismo como hecho religioso: que
Dios sc ha comunicado con los hombres y
que esa comunicación. presente en la Es-
crit`ma y en la lglesia, implica un mensaje
divino con contenidos que al hombre toca
aceptar. El liberalismo en religión, más
que malo, es absurdo, es «irreal».
Hablemos, pues, un poco de su vida,
una vida presidida por la búsqueda de la
verdad. que tiene dos partes ig`mles: antes
y después del momento -1845-en que
fi]e recibido en la lglesia Católica.
HIJO DE BANOUERO
John Hcnry Newman nació en 1801,
el mayor de los seis hijos -tres vaDones y
tres mujeres- de John Newman, un hon-
PALABRA 444, VLol (310)
Despacl`o de John Henry Newman. E]
grabado representa la fachada del Orlel
College, como ostaba en la época en qLie dlo
clase. Abajo, su r®trato en una mlnlatura de
VV¡Illam F]os§.
rado propietario de una casa de banca en
la "city" de Londres, que disfiiitaba de un
sólido desahogo económico. Ya desde ni-
ño demostnó una particu]ar atención a las
cosas del entomo. EI John Henry adoles-
cente es un muchacho que destaca en casa
y en la escuela por su inteligencia rápida y
también por una cierta reserva, perfecta-
mente compatible con un carácter afec-
tuoso y extraordinariamente perceptivo.
PFIIMERA CONVERslóN
El ambiente religioso de los Newman
era el típico del anglicanismo de ]a época:
respeto a las formas y desconfianza con
cuanto pudiera parecer exageración devo-
ta. Este ambieme, unido a la lectura de au-
tores racionalistas del XVIII` estaba con-
duciendo al joven Newman hacia el
escepticismo cuando se produjo la que él
siempre consideró su conversión radical a
Dios. Fue a los quince años, durante el ve-
rano de lsl6, gracias a uno de los maes-
tros de su escuela en las afueras de Lon-
dres. el reverendo Walter Mayers.
Aquella experiencia interior le dejó mar-
cado para siempre; reconoció en ella una
llamada de Dios e hizo de él un cristiano.
A partir de entonces se asentó en su espí-
ritu la certeza inconmovible y simultánea
de Dios y de sí mismo. Su conversión tu-
vo lugar a lo largo de ese verano, no de
forma instantánea, y cuajó en la adhesión
al único movimiento con vitalidad religio-
PALABRA 444, V-O I (311 )
sa dentro de la comunión anglicana: el
Evangelismo.
Newman contrajo con Mayers, ade-
más, otra deuda: el descubrimiento de la
lglesia primitiva. AI Newman adolescente
le encantaron los largos ffagmentos de san
AgLLstín` san Ambrosio y otros PadTes, que
pudo lee[ en unaL Historia de bi lglesia que
lc dio a leer su maestro. Su aidiente imagi-
nación reconstmi'a la vida de aquellos cris-
tianos, influido sin duda por la moda ro-
mántica y su apasionada lectura de Wdter
Scott. Ese ejemplar de la H!.síorz.a de /a
/g/esf.a, prestado en momento oportuno. dc-
jará en su ánimo una huella profiinda pero
latente: el propio Newman tardaría aún
bastantes años en volver ]a mirada con en-
vidia hacia esta lglesia de laicos y pastores,
católica. todavía una y única.
EN OXFORD
Pocos meses después. todavía en 1816,
John Henry se traslada a Oxford e ingresa
en Trinity College. EI Newman que estudia
en Oxford es un muchacho de costumbres y
convicciones vibrantemente protestantes
que se escandaliza ante la afición al vino y
a la holganza que son generales en el am-
biente. En Oxford, que entonces em el se-
mi]lero del clero anglicano, los aspirantes a
las órdenes sagradas convivían con los hijos
de la aristocracia, en general poco aficiona-
dos ál estudio y a la vida sobria.
Hasta 1820 trabaja y lee con ardor y
dedicación extraordinarios. No obstante,
al presentarse a los exámenes, cuando to-
dos sus maestros y compañeros daban por
seguro que obtendn'a los mejores resulta-
dos, Newman sufrió un bloqueo y tuvo
que licenciarse con un modestísimo, casi
afrentoso, diploma de tercera categon'a.
Este fracaso le cerrat)a las puertas a lo que
era su mayor ilusión: vivir para siempre
en su querida Oxford.
El fiacaso académico, sin embargo, no
es el único. A consecuencia de la caída de
Napoleón, el banco de John Newman ha-
bíaquébradoylafamilia,arminadaymzan-
do la deshonra, vivía de prestado en las dis.
:gn¥sep°cb:=¡:::Lda°nmd:ee:epad¥phaEFeúep:
1824 convierte a John Heiiry en cabeza de
:*óHiaays::g%:Seüi:e::S;:c=kdffe#:
63
l)l,..Rl..II.
sos adecuados para sus hemanas. ÉI
podíá seguir en Oxford gracias a un be-
ca y a tutorías privadas para estudiantes;
pero esos primeros años veinte fueron
muy hstes para el joven Newman.
EN 0RIEL
Se convocó por entonces un puesto
de /e//ow en Oriel College, el más
prestigioso en aquellos años. En cual-
quier otro de los co/JGgcs ni siquiera le
hubieran permitido optar al puesto de-
bido a su ignomirioso "Second Class
Degree". Sin embargo, Oriel se ufana-
ba de hacer convocatorias completa-
mente abier(as y de valorar otros talen-
tos aparte dcl diploma fin de camia y
Newman decidió presentarse. El temor
a una nueva reacción incontrolada que-
dó conjurado con una oportLina mirada
a una cristalcm emplomada del Aal/ de
Oriel donde pudo leer: "Pi.e neponc
Íc ". Tras cinco d'as de distinta.s prue-
bas, el 12 de abril de 1822 se encontra-
ba Newman tocando el violín en su Igle3Ia d® St. Mary ant®s de un semón unlvorsftarlo,
alojamiento cuando se presentó un ma- on le35.
yordomo de Oriel College. En tono scr
lemne le comunica la "dcsagradczbb m)8.-
c.i.a" isa era la fómula-de que ha sido
elegido/eJbw y le pide que acuda iimedia-
tamente al coJJcgc. Newman. al parecer. in-
diferente, sigue tocando e] violín unos
instantes hasta que cae en la cuenta de lo
que acaba de suceder. arroja el violín y sale
coriendo en direoción a Oriel.
CARRERA INTELECTUAL
1822 es el momento clave de su radica-
ción en Oxford. la ciudad que será uno de los
gmndes amoics de su vida. "Dc iacíczs 4as co-
sas humar.ns, quizÁ OxfioTd es la más queri-
dz dc mz. corazón ", anotó en una ocasión.
La llegada a Oriel, la convivencia con
importantes colegas, supone el verdadero
®omienzo de su carrera como intelectual.
Sus primeros contactos son con compa-
ñeros dc tendencia liberal, la entoiices
predominante en Oriel. De ellos aprende
dos ideas básicas para el futuro Newman:
la idea de Tradición y la lglesia como
Cuerpo invisible. Pei.o las amistades que
marcaron definitivamente a Newman no
fueron las del círculo liberal, sino otras
que llegarían un poco más tarde y que
pertenecían a la lglesia Alta o "High
Church", ala del anglicanismo cuya caiac-
ten`stica principal era la fime decisión de
no ser ni considerarse protestantes. Uno
de ellos era John Keble, de unos treinta
años, poseedor de un inmenso prestigio.
Otro. Edward Pusey. era un erudi(o espe-
ciálista en hebreo. El tercero tuvo una
influencia en Ncwman profundamen-
te vitd, romántica, si se quiere: se Ua-
maba Richapd Hurrell Froude.
Hurrdl Fmude no era un intelec-
tuai. pero quería ser santo. Quería
restaurar la lglesia de lnglatena a su
primitivo ser religioso y a su libertad,
perdidas desde el siglo XVI. Era una
personalidad arrolladora, polémica,
que uno se imagina simpatiquísimo
pero en absoluto fn'volo; un sujeto
que estaba feliz de que le tomaran por
un hombre de partido iosa que re-
pugnaba a Newman- y que disfruta-
ba proclamando con descaro que la
Reforma había sido el más funesto de
los eTTores. Y no ocultaba sus simpa-
tías por la lglesia de Roma. De él
aprendería Newman la devoción a la
Virgen y el amor a la presencia real
de Cristo en la Eucaristía; de él tam-
bién heredó el rezo del Breviario Ro-
mano y, además. el ejemplar que
Froude dejó al morir. Pero lo que
más radicalmente hizo de Froude un
alma gemela de Ncwman fue su afán
de entrega a Dios y a la lglesia. Frou-
de murió tan románticamente como
había vivido: de tuberculosis, en 1837.
Durante toda su larga vida, Newman,
siempre fiel a todos sus amigos, no podía
recordarle sin conmoverse.
SEGUNDA CONVERSIÓN
A finales de ]os años veinte, Newman
es un/cJJow de Oriel. ya presbítero de la
lglesia anglicana, que acaba de ser nom-
brado párroco de St. Mary's. la iglesia
universitaria. En estas circunstancias se
produce lo que Newman consideró su
"segunda conversión". El resultado de es~
ta crisis lo resumió así en ÁpoJogi.a: "IÁz
vendad es que yo iba prefiriendo la exce-
lencia intelectual a la moral. Me inclina-
¿UNCENTR0CATÓLIC0EN0XFORD?
La preocupación de New-
man por la educación de
los católicos le trajo fiustracio-
nes, disgustos e incomprensicr
nes dentro la comuhidad cató-
lica de lnglaterra. Él estaba
convencido de que era necesa-
rio que los jóvenes católicos
estuvieran al mismo nivel intc-
iectualquelosanglicanos.Éiy
otms muchos conversos tenían
=:?o#t°ó#c:rmad*ía*:íno=
les. ni menos la pequeña masa
=¥TF¥:ssg¥ndseíQc,c#::
Newman pensó no sólo en lo
que hoy llamamos enseñanza
secundaria sino, sobm todo. en
la universitaria. Muchos católi-
cos y autoridades ecle§iásticas
compartían esa misma aspira-
ción, Pero les separaba el mo-
do de ponerla en práctica. IÁ
cuestión universitaria fue la
más problemática. En concre-
to, ¿pod`an los católicos estu-
diar en Oxford o Cambridge,
universidades confesional-
mente protestantes? ¿En qué
condiciones? ¿No era mejof
fundar ui]ivcrsida&s católi-
cas? Y, ¿qué nivel acadérico
iban a tener esos centros, ca-
rentes por completo de tradi-
ción? Ne- y los s€ivos
Fire:°:Ndíec¿:£g#sih;
Edward Maiming-, mantu-
vieron criterios distintos ;obre
el mcjor modo dé actum. New-
mannopqdonevaracábouno
de sus proyütos más. queridos:
um misión en Oxford para
atcnder a estudiantes católicos.
Thpm tuvo érito la Uhiver-
sidad católica de hlanda. en
cuya preparación trabajó du-
Efzíe¥£#g##;§aámzzná
el resultado de aquellos esfiJer-
zos. I V.GJL
64 PALABRA 444. VL01 (312)
PERFIL
ba en la dirección del liberalismo del día.
Fui despertado violentamente de mi sue-
ño por dos grandes goli}es: ln e"ferrru2dad
y la desolación interior" . LíL en£eirnedzid
consistió en un fuerte colapso anímico
que le sobrevino cuando actuaba como
examinador en aquel mismo lugar donde
él ffacasó pocos años antes. No senti'a do-
lor sino una especie de ausencia que le
impedía, por ejemplo, contar. La desola-
ción interior se la trajo la muerte repenti-
na de su querida hemana Mary. Esta
pérdida reavivó en él una intensa per-
cepción de lo sobrenatural que conser-
vó siempre y le hizo tan ajeno al ra-
cionalismo decimonónico: "/'O«e`
hermoso velo es este mundo de los
sení!.dos./ -scribe a su hemana Jemi-
ma.-. pero ru} es más que un velo" .
Esta "segunda conversión" de 1830
supone la superación de] evangelismo y
el definitivo acercamiento al círculo ca-
tolizante de Keb]e, P`isey y Froude;
poco después hace su primera lectura
de los Padres de la lglesia. Este viraje
implica ruptura y tensiones con sus pri-
meros mentores liberales. inevitables y
dolorosas para un corazón sensible co-
mo el de Newman.
A puNTo DE MOFtm,
EN SICILIA
En 1833, por culpa, precisamente,
de un incidente con el jefe de su coJJe-
ge, realiza Lin viaje a] Mediterráneo en
compañía de Hurre]] Froude. Des-
pués de visitar Roma que no le pro-
duce particular impresión- y de cono-
cer al futuro cardenal Wiseman,
es un himno muy popular entre católicos
y anglicanos. y comienza así: "Gz/z'amc,
Luz Buena, entre tanta tiniebla espesa, /
illévame Tú! / Estoy lejos de casa, es r.o-
che prie{a y de"a, / illévame Tú!" . A;do-
más del sentido de misión. este pocma
contiene una idea central en e] cíftos de
Newinan, la idea de la Providencia como
luz amiga pero de corto alcance, una luz
que guía con seguridad pero que exige fe
y abandono en Dios porque no muestra el
pero la mayon'a fueron redactados por el
propio Newman, que se encargaba tam-
bién. de distribuirlos yendo a caballo por
las distintas panoquias rurales.
Los semones que Newman predicaba
la tarde de los domingos ejercieron enor-
me influencia. Se percibía en ellos una
censura de la tibieza y el conformismo
práctico en religión. Esto ya resultaba
nuevo. Pero lo más novedoso y atractivo
era el modo de exposición: sin casi otra
referencia que el Antiguo y el Nuevo
Newman en 186e. Retrato por A.F]. Venat)]os en el
Oratoi.lo de Oxlord.
decide recorrer Sicilia. Allí cae víctima de
unas fiebres y está a punto de morir en un
mi'sero pueblo de la isla. sin más compa-
ñía que un criado de alquiler con el que ni
siquiera puede entenderse. Años más tar-
de escribió que, en medio de aquellos de-
lirios. "no podía evitar repetirme a mí
mismo: 'debo actuar como si fuera a mo-
rir, pero pienso que Dios tiene reservado
aún un trabajo para mí.. Pensaba que hu-
bo capricho por mi i)arte al venir a Sici-
lia, entendí que mi dimisión como tutor
[el incidente con su jefe de coJJcge] /we
precipitada y orgullosa. Pero no tenía
concíencia de pecado. Me dije: `No he pe-
cado contra la luz' y repetí estas palabras
con f recuei¢cia" .
Ya recuperado, el 13 de junio zarpa de
vuelta a lnglaterra con esa imagen de la
luz. -"No he pecado contra la luz:'-presi-
diendo su imaginación. Sobre la cubierta
del barco cscribe un poema que simboliza
s" exíste!nciaL. Se Ü"1a. Lead Kindly Light,
PALABRA 444, V-Ol (313)
final dcl camino: "G¿¿andcz mz.s paso§,. no
pido ver / confines ni I.orízontes, sólo un
paso más me basta." .
MOVIMIENTO DE OXFORD
A partir de este momento, 1833, la vi-
da de Newman se confunde con ]o que la
historia conoce como Movimiento de Ox-
ford. Nada más volver a lnglatena co-
mienza a desplegar una actividad muy in-
tensa que abarca tres campos: los
`Tracíos", sus semones dominicales y la
idea del anglicanismo como "vz.a mÉ.dz.a ".
lÁ)S Tracts for the Tirries o Folletos de
acíwa/i.dad fueron una serie de noventa
entregas, sin firma. en las que se tomaba
postura acerca de cuestiones teológicas
del anglicanismo. Tenían formato de ho-
jas volanderas y fiieron el órgano oficioso
y cada vez más polémico. del Movimiento
o Tractarianismo. Froude, Keble, Pusey
y otros simpatizantes escribieron 7}t]cÍos,
Testamento, rompiendo ]a tradición
del sermón retórico y "redondo", el
vicario de la iglesia de Santa Man'a,
con su voz frágil y en medio de pro-
longadas pausas. ponía a sus oyentes
frente a exigencias morales en las que
nunca habían reparado. Un testigo co-
etáneo escribió: ``Sójo gw!.cnes Jos ne-
cuerdan pueden juzgar adecuadamen-
te el efecto de los sermones que Mr.
Newman predicaba en Santa María a
las cuatro de la tarde... Senti^an que
eran diferentes a cualquler tipo de
predicación... Sencillos. directos, so-
brios. envuelios en un inglés puro y
transparente... Los sermones hacían
pensar a los oyentes sobre las cosas
que hablaba el predicador y no sobre
los sermones mismos''. RecueTda.
Lord Coleridge que "Húo %n `Dean '
concreto que cambió la hora de la ce-
na en su college para que no fueran
otros, y él iba siempre". A1go de faLs-
cinante debieron de tener tales semo-
nes, a juzgar por los testimonios de
asiduos concurrentes.
A ]a altura de 1 839, Newman se
encuentra en el apogeo de su influen-
cia en un Oxford que vive con pasión, co-
mo una moda, el interés por las disputas
teológicas. Muchos le hacen responsable,
a él y al Movimiento, de ese ambiente que
juzgan malsano y que identifican con un
partido más bien indeseable que no hace
más que traer la discordia al sereno recin-
to del anglicanismo -ambiente universita-
rio retratado en su primera novela, Pgndcr
y ganar, una pionera "novela de campus".
ADlós A OXFOFtD
Tras las dos iluminaciones que tiene. y
que suponen la crisis de confianza (ver re-
cuadro en pág. siguiente), logra remontar
el deslumbramiento, en medio de doloro-
sas vacilaciones y fintas intelectuales, que
culminan con la publicación del rrflcío
90. En un supremo intento de conci-
liación, afirma que los Artículos de la Fe
anglicanos condenan los abusos prácticos
de Roma, pero no su doctrina, y que por
65
I)I RI ll
tanto la existencia del purgatorio o la in-
vocación a los santos son perfectamente
aceptables dentro de esa V¡a Mcdi-a angli-
Cana,
Newman no era consciente de lo que
::atbr:::pdaereenstcariií:.ys:¡;.:aenndísduez::;vqei:
autobiográfica de 1848 Pender y ganar
-n el estrambótico personaje Bateman,
Newman practica un gracioso juego de
autorretrato: así de artificial y vo]untaris-
ta era yo cuando sostenía a capa y espada
la viabilidad dc un anglicanismo imposi-
ble- provocó un tremendo revuelo a ni-
vel nacional, e incluso en los reinotos pa-
rajes del Borneo colonial. En el seno de
la universidad se desató una abierta per-
secución contra los tractarianos. New-
man suspendió los rrcrcíos y abandonó
Oriel College después de casi veinte
años para retirarse a Littlemore, una pe-
queña aldea a tres millas de Oxford, don-
de había acondicionado unas habitacio-
nes, una capilla y una biblioteca.
aprovechando unas caballerizas en desu-
so. El violento rechazo le impone sin
querer, y también sin rencor, un senti-
miento predominante: no hay sitio para
él en la lglesia de lnglaterra.
PTonto se le unen en Littlemore
otros que quieTen llevar a su lado
una vida de estudio y oración.
De 1841 a 1845 es tiempo de es-
clarecimiento. En realidad, como
escribió en ApoJog¡.a, es el lecho
de muerte de su anglicanismo.
Intuye que su corazón está ya en
Roma, pero ama a la lglesia de
lnglaterra y, sobre todo, todavía
no ha llegado al deseado estado
de certeza. Si algo teme y
quiere evitar a toda costa son
LA PRUEBA DE LITTLEMOF]E
Con ese fin, decide imponerse una es-
pecie de prueba: redactar lo que será su
E"ayo sobre el desarrollo de la doctrina
cn.síi.a". que contiene una de sus grandes
aportaciones, la idea del desanollo dog-
mático: las "corrupciones romanas" que
denuncian los anticatólicos. especial men-
te el Papado, ¿son corrupcioi`es. o son de-
sarrollos legítimos de lo que ya estaba
contenido en la Revelación? Si al termi-
narlo se mantiene en eso que ahora intuye
sobre Roma, se convertirá. Mientras, va
cortando amaiTas: renuncia a su vicaría y
predica ante sus amigos su último y con-
movedor semón: ``Separarse de los ami-
gos". Algunos de sus camaradas de Little-
more dan el paso de la conversión y se
van, a pesar de que él intenta frenarlos.
Pronto llegan otros a sustituirles. El
mundo anglicano tiene los ojos cla- j=.
vados en Li(tlemore mientras circu-
lan rumores absudos sobre la vida
monástica que se hace
en Littlemore. IÁ) cierto es que oran` ha-
cen ayuno riguroso. estudian y traducen al
inglés vidas de santos.
LOS CATÓLICOS
La pequeña comunidad católica de ln-
glaterra también vuelve sus ojos. expec-
tante. hacia la pequeña aldea. Pero New-
man no conoce ni mantiene ninguna
relación con católicos. Es más. no le atra-
en como grupo y el tipo de escritos suyos
que ha podido leer en la prensa le disgusta
positivamente. A comienzos del verano de
1845 se presenta allí un amigo, Bemard
Smith. cléi.igo anglicano converso. que
viene por encargo del impaciente cardenal
Wiseman a obtener información sobre el
estado interior de Newman. Charlan, pa-
sean, pero se muestra impenetrable. Invi-
ta, sin embargo, a Smith a que almuerce
con él y sus compañeros. Y en el momen-
to de sentarse a la mcsa aparece Newman
íi vestido con pantalones grises. La señal,
7.1] Para smith -y Para wiseman-, es ine-
`..'.`
_,---`*£`-
'i
quívoca: el paso hacia Roma está muy
próximo. Pronto el Ensayo sobrc cJ
desarrollo de la doctrina cristiana
queda interrumpido y rematado
cor e szmo "Nunc dimitis...".
difi'cilmente más oportuno. No
son necesarias ya más esperas.
Roma está en lo cierto. La Vi.a
Mcd!.a no ha tenido existencia
más que en las bibliotecas y en su
imaginación. pero no la vida.
=rJ-^-i-" FiEC|B'Do EN LA |GLES|A
Capllla de Lmlomoro, tomado de aMemorlals of Oxfoi.d», de lngram,
l-Os aiTebatos emociona|es. en l 837.
A comienzos de octubre pi-
de su dimisión como/e/Jow de
IA«VÍAMEDn»
¿_Q;:
es lo que proponía
f?Eni:í::::#tbea,¥:=adnei
anglicanismo como Vja A4É.-
dia? La Vi.cr Med[.a es el ha-
]1azgo con que Newman in-
tenta purificar a su lglesia y
dévolverla a su primitivo es-
píritu, poniendo el funda-
mento teológico en los Pa-
dres. Ilabría una única
lglesia Católica, con tres ra-
mas: Roma, los griegos y el
anglicanismo. Pero no el an-
glicanismo tal como había
llegado a la lnglaterra del
XIX -adocenado, sin espiri-
tua]idad, completamente so-
metido al Estado-, sino un
anglicanismo "i`eformado".
Newman quen'a una segunda
Refoma; aspiraba a un cuer-
po de doctrina. una especie
de magisterio estable que
contuviese la Revelación.
Muchos de sus contemporá-
neos ven que esa Vi.a Med!.a
implica un Í)eligroso acerca-
miento a Roma y los numero-
sos casos de conversiones en
el entomo del Tractarianismo
parecen confirmarlo. Pero
Newman se si?nte seguro y
confiado en su teoría.
• DOS ILUMINACIO-
NES. Hasta que tiene como
dos iluminacione§ que supo-
nen la crisis de confianza. Así
lo cuenta en su ApoJogi.a: "A
mediados de junio comencé a
estudiar y doininar la historia
de los monofisitas. In cues-
tión doctrir.al me tenía absor-
bido.. esto era más o menos
enme el 13 de junio y el 30 de
agosto. Y fte en medio de es-
tas lecturas cuando me asal{ó
por primera vez la idea de
que el Anglícanismo era in-
sostenible |...|. Mi baluar{e
era la Antigüedad,- y he aquí
que, en pleno siglo V, me pa-
reció ver reflejada la Cris-
tiandad de los siglos Xvl y
XIX. Ví mi rostro en ese espe-
jo: yo era un monofisita. IA
lglesia de la VLz Meüa ocu-
paba el lugar de la Comunión
Oriental,. Roma estaba donde
está ahora; y los pi.otestaníes
crtzn Jos cwíig%!.aJ®os. [. . .]
Apenas había terminado
inis lecturas, cuando la Du-
blin Review dc agwcJ m!.§i%o
agosto llegó a mis manos a
través de amigos que eran
más fc[vorables que yo hacia
la causa romana. Contenía un
66 PALABRA 444, V-Ol (314)
Oriel y comienza a escri-
bir cartas a sus íntimos
anunciando su decisión
en un escueto texto: "Es-
pero ser r.ecibido en el
que creo ser, sólo él, el
único rebaño del Reden-
Íor". Pusey al recibirla,
escribe al dorso: "rw,
autein Domine, miserere
#obi.s". Su querido Ke-
ble la llevó encima todo
el día sin atreverse a
abrirla, presintiendo el
contenido.
El 9 de octubre, apro-
vechando el paso por
Oxford del pasionista
Domíngo Barbieri,
Newman es recibido en
la lglesia Católica.
"Ocupé mi sitio -uer{iA Blblioteca de Ne`man que se conseiva en el Oi.atorio de Birmingham.
Barbieri-jwnío a/ /wcgo
para secarrne. Se abrió la puerta y, iqué
escena fue para mí ver de repente a mis
pies a Jolm Henry Newman pidiéndoine
oír su cor[fesión y ser admi{ido en el seno
dc Ja Jg/csi.a./". Los amigos más íntimos
reaccionan con magnanimidad. Keble:
`` El rayo lm caído firialmen{e sobre noso-
tros, que Dios te bendiga y i}remie mil ve-
ces la ayuda que me has presiado a mí sin
merecerlo, y a muchos oiros". Pusey..
"Nuestra iglesia no ha sabido emplearle.
Era como si uria afiladísima espada dur-
miera en su vaina porque nadie sabía ma-
nejarla. Se ha ido -omo todos los grair
des instruinentos de Dios- inconscienie
de su grandeza. Se ha ido en uii sencillo
acto de deber:, sin pensar en sí mismo. Se
diría iw [an[o que nos ha dejado coino
que lm sido trasplantado a oíra i)ai.te de
la ,iña ".
COM0 UN APESTADO SOCIAL
Pero el csíabJi.sb7!cní eclesiástico y ci-
vil no es tan benigno. El poeta Thomas
Carlyle sentenció al conocer la noticia:
"Newman tiene menos cerebro que un
c/tor/i.Ío ". En su fuero íntimo, Newman
no se engaña. Sabe que ha tomado una de-
cisión que hace de él un apestado. En la
lnglatena de mediados del XIX dar ese
paso suponía un verdadero acto de de-
mencia. Que un caballero inglés, con su
educación` sus ventajas, airojara todo eso
por la ventana y atara su conciencia a un
obispo italiano era sencillamente inconce-
bible. Su hermana Harriet, muy molesta
con él los últimos años, corta toda rela-
ción. Sus hermanos haci'a tiempo que no
le dirigían la palabra. Jemima, con la que
conservó contacio por carta, cuidará de
mantener a sus seis hijos
lejos de la influencia de
su tío. Con los tractaria-
nos que no dan el paso a
Roma el contacto se
mantiene al principio,
pero con menos intensi-
dad cada vez, hasta que
se extingue. Veinte años
pasarán hasta que vuel-
van a saber los unos de
los otros.
LLEGAF] A PUEFtTO
El paso de Newman
hacia la lglesia Católica
supone una divisoria.
aunque sólo en cierto
modo. Su vida, que hasta
entonces fue la crónica
de un amor a la verdad,
pasó a ser una historia de lealtad a la lgle-
sia, por encima de circunstancias adversas
e incomprensiones personales. Esto es, lo
mismo antes que después. En Apo/og!.a.
una vez alcanzado e] momento de la con-
versión sobreviene un anticli'max: "Desde
que me hice católico se acabó la his[oria
de mis `opiniones religiosas'; ya no hay
nada que narrar. No quiero decir con esto
que mi mente haya es{ado inactiva o que
haya dejado de peruar en asuntos teológi-
cos. pero no ha habido cambios de los
que dar cuenta ni, en absoluto, ansíedad
alguna en mí coraz;ón. Mi paz y mi alegri'a
lwm sido i)erf;ectas, y no he vuelto a tener
una sola duda. Al convertirme no noté
que se produjem en mí ningún cambio, in-
telec{ual o moral. No es que empezara a
sentir um fe más firme en las verdades
fimdamentales de k. Revelación o un rna-
ar{ículo del Di'. lílliueman. IÁi
leí sin encontrar sran cosa.
IA controversia donatista ine
era conocida desde años
atrás. No era wn caso pareci-
do al de la lglesh anglicona.
[...] pt?m 17¡!. amz.8o [,..] mc
llamó la atención sobre unas
palabras impresionantes de
san Agustín contenidas en
uno de los extractos hechos
por la revista, que yo había
pasado por alto al leer el ar-
Í¿'cwJo. Decían.. `Securus iudi-
cat orbis tenarum'. Rep!.Íi.ó
estas palabras una vez y oti^a;
cuando se marchó. continua-
ror. resonando en rrüs oídos.
`Securus iudicat orbis terra-
"m. . Iban más allá del caso
de los donatistas, se aplica-
ban también a los monofisí-
tas. Daban al ariículo unn co-
herencia que yo no había
adveriido al principio. Deci-
dían cuestiones eclesiales so-
bre una base y una regla más
sencillas que el criterio de la
antigüedad. Es más, dado que
san Agustín era una de las
primeras voces de la antigüe-
dad, la antigüedad esiaba
aquí condenándose a sí mis-
ina. ¡Qué luz tan fuerte se
arrojaba así sobre cualquier
controversia denti.o de la lgle-
sia! No quería decir que, en
un principio, la masa de los
cristianos no pudiera equivo-
carse en su juicio; ni que. en
el huracári arriano, innume-
rables sedes episcopales no
ca:yeran y se apartaran de San
Atanasio. No significaba que
una multítud de obispos de
Oriente no necesitaran ser
sostenidos durante el conflic-
to por la voz y la mirada de
San León, sino que el juicio
expreso en que, al final, la
lglesia entera descansa y se
muestra co"fori'rie, constitwye
una regla irifialible y una sen-
tencia inapelable contra las
porciones de ella que protes-
ten y se separen. ¿Quién es
capaz de valorar las impre-
síones que recibe? Una sim-
ple frase, esas palabras de
san Agustín. me golpearon
ccrn w:na fuerza que jamás ha-
bía sentido antes en otras pa-
Jcibras. [...] Securus iudicat
orbis tenarum! Con csías
grandes palabras del antiguo
Padre, que interpretabar. y re-
sumían el la[rgo y accidentado
cur.so de la historia de la lgle-
sia, la teorta de la Via Medii
había quedado absolutamente
pulverizada".-V.GR.
PALABRA 444, V-Ol (315)
yor dominío sobre mí misrr.o. Tlampo-
co terría más fervor. Pero se"tía corrio
si hubiera llegado a puerto después
de una galema; y ml felicidad por ha-
ber encontnado la paz ha permaneci-
do sin la menor alteración hasta el
momento presente" .
Visto a lo humano. la estrella de
Newman parece apagarse casi en el
mismo momento de su conversión.
Aquellos años oxonienses de] New-
man anglicano bril]an entne un aLira ro-
mántica y espectacular. Sus 45 años de
católico, en cambio, parecen transmitir
fracaso y cierto arrinconamiento en el
extramadio de una ciudad fea e indus-
trial como Birming-
ham, donde estable-
ció la Congregación
del Oratorio y vivió
desde los cincuenta
hasta los noventa
años. Un contempo-
ráneo escribía; "Nos
duele, lo misrno que
a miles y decenas de
miles de compatrio-
tas suyos y nuestros,
verle co"lenado. en
su avanzada edad, a
malvívir dando clase
a niños pequeños en
una escuela desco-
nocida de Edgbas-
torL en lugar de ejer-
cer su influemía
sobre toda la socie-
dad con su pluma
Tumba del ¢ardení)l, que aparece aba|o en un
conocido retrato de 18el , por J.E. Mlllal8,
Aun a riesgo de
simplificar un pe-
riodo tan largo o,
peor, de crear una
imagen falsa, haré
un retrato de los
años de Newman
como sacerdote fiel
y humilde, a base
de sólo dos trazos
algo extremosos.
El primero procede
de sus notas ínti-
mas y dice así con
la inevitable par-
cialidad de la in-
t[ospección.. ``EI
contraste ha sido
este: corrio protes-
tante sentía que mi
religión era algo
magistml y su írresistible elocuencia, como
hubiera hecho de haber seguido en Ox-
ford".
Más de uno se planteó cuál era el se-
creto de Newman en sus tiempos de an-
glicano. Un viejo admirador dio la res-
pues". "El secreto de Newman es que le
importaba un bledo este mundo" . ln rriis-
mo que renunció a los honores y al triunfo
en ]a vida cuando era anglicano -aún hoy
un obispo anglicano goza de un importan-
te rango social en lnglatena-, quiso ser
fiel a Dios como sacerdote católico, como
educador y, de cuando en cuando, como
hombre de la opirión pública en servicio
de la lglesia Católica en un pai`s de arrai-
gados prejuicios "antipapistas". Estos tres
podn`an ser los ejes de su etapa católica.
LA APO[OGM
La publicación de la Apo/ogi.a pno v[.-
Ít¡ swa (1864) constituye el pico de su vi-
da de católico y tiene que ver con este úl-
timo eje, el de la opinión pública. La
68
historia es la si-
guiente. Un enton-
ces conocido y
hoy olvidado autor
de nóvelas y cuen-
tos. y además ca-
pellán de la reina
Victoria, Charles
Kingsley. escribió
en un texto sin
mayor importan-
cia que, "el Pddre
Newman nos in-
forma de que la
verdad por sí mis-
ma nunca ha sido
una virtud para el clero romano" .
Newinan pidió explicaciones , Kings-
ley no se avino a darlas, ni a rectificar lo
que claramente era un desliz. La cosa se
enredó y Newman, que vivía en Bir-
mingham como desaparecido del mundo,
empezó a pub]icar en entregas semana-
les, durante poco más de un mes. la his-
toria de su conversión con un dramatis-
mo, una sinceridad y una honradez tan
arrolladoras que la opinión pública ingle-
sa, aplastantemente anglicana, aplaudió
la vibrante resurrección del antiguo re-
fomador de la lglesia anglicana.
Kíngsley quedó primero aplastado;
después, relegado a simple ocasión de un
imprevisto fenómeno de opiDión pública.
El enome impacto de esas entregas, más
tarde recogidas en un libro titulado Apo-
Jogi.a pno vi.Ía swa, no significó sólo su
rehabilitación personal; supuso al mismo
tiempo un enome servicio a los católi-
cos de lnglaterra, un paso muy importan-
te para su implantación en el país tras si-
glos de inferioridad legal, social y
cultural.
[riste y seco, pero
no lo era mí vida; como católíco, ml vida
es triste y seca, pero no lo es mi religión" .
SACEFtDOTE FIEL
El otno es el relato, esta vez desde fue-
ra, de su obispo, Bemard Ullathome, ya
al final de sus días, cuando había sido he-
cho Cardenal por el papa León XIII:
"Mantuvimos ur.a larga y animada con-
versación, peTo cuamdo me levaritaba pa-
ra marcharme, una acción suya originó
una escena que nunca olvidaré. En tono
suave y humilde me dijo.. `Mi querido Se-
ñor, ¿me haría usted un gran favor?'.
` ¿De qué se traia? ' , pregimté. Y de repen-
[e se hincó de rodillas, inclinó su venera-
ble cabez;a, y exclamó: `Déme su bendi-
ción'. ¿Qué podía hacer yo. ieniéndole
ante mí en semejante posiura? No podía
negarme sin causarle una situación em-
barazosa. De modo que coloqué mi mario
sobre su cabeza y dije.. `Querido Señor
Cardenal, a pesar de todas las normas
que parecen impedirlo |po[ se[ Newman
Caiidenal], ruego a Dios que le bendiga, y
que el Espíritu Santo llene del todo su co-
razón'. Cuando r.os dirigíamos hacia la
pueria no quiso cubrirse con el birrete, y
dijo: 'Me he pasado toda la vida dentro
de casa, mientras usted combatía en el
mundo por la lglesia'. Me senrí anonada-
do en su presencia. ` iEste hombre es un
santo! ' " -
Por su santidad y por su talla intelec-
tual, Newman podría ser Doctor de la
lglesia. Pero antes confiemos y recemos
para que pueda ser propuesto al mundo,
en especial al mundo intelectual, como
guía e intercesor de los cristianos, del si-
glo que comienza. I
PALABRA 444, VL0l (316)

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Newman santo doctor para la iglesia del siglo xxi (palabra)

  • 1. Newman: m santo doctor para la lglesia del siglo XXI Doscientos años del nacimiento del insigne converso Probablemente John Henry Newman fue el converso a la lglesia Católica más notable del siglo XIX y uno de los más influyentes en el XX, especialmente en lnglaterra y pai'ses anglosajones. Newman no fue sólo un gran intelectual sino también un alma santa que desde muy joven respondió a la llamada de Dios y perseveró toda su larga vida (1801 -1890) en el trato y en el amor a su Creador. Ahora, a los doscientos años de su nacimiento, comprobado el influjo excepcional de su vida santa y de sus escrftos, muchos cristianos rezan para que la lglesia, que ya reconoció la heroicidad sus virtudes, eleve a este Venerable a la dignidad de Beato. PoT Víctor Garci'a Rulz (Catedrátlco de Llteratura. Un[vorsldad de Navarra) E n Newman hay dos facetas: su vida y su obra, y varios niveles de inte- rés posibles. Algunas de sus obras no están destinadas al público general, co- mo las dedicadas a los arrianos del siglo IV, el concepto de asentimienio religioso o el desanollo de la doctrina cristiana. Otras, como la ApoJogi.a pro v[.Ía swa, la Carta al Duque de NorSolk, las com£e:[e:n- cias sobre la situación de los católicos en lnglatena, los sermones teológicos e in- cluso los sermones ascéticos, requieren cierto conocimiento del contexto social y mligLi:S:iá:l:e`nNg:awüm=nv.i:::ri,=:ria|o aventurero y romántico, contiene cierto nivel de dramatismo que inviste al perso- naje de un Sutil atractivo. De ahí que la ::,Loar,as%rao,xaíTeacctLór:áeesoteb¡::[[éaseeñcdeíp¿ 62 EI Card. Newimn. en rehato do 1878 de W.W. OuJoes8. biografía de lan Kerr, en inglés (Oxford University Press), o bien la más sencilla. y excelente, que publicó José Morales en la editorial Rialp. h vida y el pensamiento de Newman no son complejos, pero sí polifacéticos; al tiempo, una y otro son tan coherentes que podrían condensarse en una idea: la causa de la religión revelada. En realidad, con estc lacónico dardo no hago más que r€pe- tir la fómula a que redujo su vida el pro- pio Newman en el momento de recibir el capelo cardenalicio en Roma, en 1879, Su vida como aiLglicano, su obra como católi- co, su obra publicada, su otra «obra», el Movimiento de Oxford, tuvieron un senti- do coyuntural que nació como respuesta al contexto intelectual del siglo XIX, pero también un sentido intcmporal. que se pro- longa con todo vigor y actualidad hasta hoy. Ese sentido. esa idea, es el núcleo del cristianismo como hecho religioso: que Dios sc ha comunicado con los hombres y que esa comunicación. presente en la Es- crit`ma y en la lglesia, implica un mensaje divino con contenidos que al hombre toca aceptar. El liberalismo en religión, más que malo, es absurdo, es «irreal». Hablemos, pues, un poco de su vida, una vida presidida por la búsqueda de la verdad. que tiene dos partes ig`mles: antes y después del momento -1845-en que fi]e recibido en la lglesia Católica. HIJO DE BANOUERO John Hcnry Newman nació en 1801, el mayor de los seis hijos -tres vaDones y tres mujeres- de John Newman, un hon- PALABRA 444, VLol (310)
  • 2. Despacl`o de John Henry Newman. E] grabado representa la fachada del Orlel College, como ostaba en la época en qLie dlo clase. Abajo, su r®trato en una mlnlatura de VV¡Illam F]os§. rado propietario de una casa de banca en la "city" de Londres, que disfiiitaba de un sólido desahogo económico. Ya desde ni- ño demostnó una particu]ar atención a las cosas del entomo. EI John Henry adoles- cente es un muchacho que destaca en casa y en la escuela por su inteligencia rápida y también por una cierta reserva, perfecta- mente compatible con un carácter afec- tuoso y extraordinariamente perceptivo. PFIIMERA CONVERslóN El ambiente religioso de los Newman era el típico del anglicanismo de ]a época: respeto a las formas y desconfianza con cuanto pudiera parecer exageración devo- ta. Este ambieme, unido a la lectura de au- tores racionalistas del XVIII` estaba con- duciendo al joven Newman hacia el escepticismo cuando se produjo la que él siempre consideró su conversión radical a Dios. Fue a los quince años, durante el ve- rano de lsl6, gracias a uno de los maes- tros de su escuela en las afueras de Lon- dres. el reverendo Walter Mayers. Aquella experiencia interior le dejó mar- cado para siempre; reconoció en ella una llamada de Dios e hizo de él un cristiano. A partir de entonces se asentó en su espí- ritu la certeza inconmovible y simultánea de Dios y de sí mismo. Su conversión tu- vo lugar a lo largo de ese verano, no de forma instantánea, y cuajó en la adhesión al único movimiento con vitalidad religio- PALABRA 444, V-O I (311 ) sa dentro de la comunión anglicana: el Evangelismo. Newman contrajo con Mayers, ade- más, otra deuda: el descubrimiento de la lglesia primitiva. AI Newman adolescente le encantaron los largos ffagmentos de san AgLLstín` san Ambrosio y otros PadTes, que pudo lee[ en unaL Historia de bi lglesia que lc dio a leer su maestro. Su aidiente imagi- nación reconstmi'a la vida de aquellos cris- tianos, influido sin duda por la moda ro- mántica y su apasionada lectura de Wdter Scott. Ese ejemplar de la H!.síorz.a de /a /g/esf.a, prestado en momento oportuno. dc- jará en su ánimo una huella profiinda pero latente: el propio Newman tardaría aún bastantes años en volver ]a mirada con en- vidia hacia esta lglesia de laicos y pastores, católica. todavía una y única. EN OXFORD Pocos meses después. todavía en 1816, John Henry se traslada a Oxford e ingresa en Trinity College. EI Newman que estudia en Oxford es un muchacho de costumbres y convicciones vibrantemente protestantes que se escandaliza ante la afición al vino y a la holganza que son generales en el am- biente. En Oxford, que entonces em el se- mi]lero del clero anglicano, los aspirantes a las órdenes sagradas convivían con los hijos de la aristocracia, en general poco aficiona- dos ál estudio y a la vida sobria. Hasta 1820 trabaja y lee con ardor y dedicación extraordinarios. No obstante, al presentarse a los exámenes, cuando to- dos sus maestros y compañeros daban por seguro que obtendn'a los mejores resulta- dos, Newman sufrió un bloqueo y tuvo que licenciarse con un modestísimo, casi afrentoso, diploma de tercera categon'a. Este fracaso le cerrat)a las puertas a lo que era su mayor ilusión: vivir para siempre en su querida Oxford. El fiacaso académico, sin embargo, no es el único. A consecuencia de la caída de Napoleón, el banco de John Newman ha- bíaquébradoylafamilia,arminadaymzan- do la deshonra, vivía de prestado en las dis. :gn¥sep°cb:=¡:::Lda°nmd:ee:epad¥phaEFeúep: 1824 convierte a John Heiiry en cabeza de :*óHiaays::g%:Seüi:e::S;:c=kdffe#: 63
  • 3. l)l,..Rl..II. sos adecuados para sus hemanas. ÉI podíá seguir en Oxford gracias a un be- ca y a tutorías privadas para estudiantes; pero esos primeros años veinte fueron muy hstes para el joven Newman. EN 0RIEL Se convocó por entonces un puesto de /e//ow en Oriel College, el más prestigioso en aquellos años. En cual- quier otro de los co/JGgcs ni siquiera le hubieran permitido optar al puesto de- bido a su ignomirioso "Second Class Degree". Sin embargo, Oriel se ufana- ba de hacer convocatorias completa- mente abier(as y de valorar otros talen- tos aparte dcl diploma fin de camia y Newman decidió presentarse. El temor a una nueva reacción incontrolada que- dó conjurado con una oportLina mirada a una cristalcm emplomada del Aal/ de Oriel donde pudo leer: "Pi.e neponc Íc ". Tras cinco d'as de distinta.s prue- bas, el 12 de abril de 1822 se encontra- ba Newman tocando el violín en su Igle3Ia d® St. Mary ant®s de un semón unlvorsftarlo, alojamiento cuando se presentó un ma- on le35. yordomo de Oriel College. En tono scr lemne le comunica la "dcsagradczbb m)8.- c.i.a" isa era la fómula-de que ha sido elegido/eJbw y le pide que acuda iimedia- tamente al coJJcgc. Newman. al parecer. in- diferente, sigue tocando e] violín unos instantes hasta que cae en la cuenta de lo que acaba de suceder. arroja el violín y sale coriendo en direoción a Oriel. CARRERA INTELECTUAL 1822 es el momento clave de su radica- ción en Oxford. la ciudad que será uno de los gmndes amoics de su vida. "Dc iacíczs 4as co- sas humar.ns, quizÁ OxfioTd es la más queri- dz dc mz. corazón ", anotó en una ocasión. La llegada a Oriel, la convivencia con importantes colegas, supone el verdadero ®omienzo de su carrera como intelectual. Sus primeros contactos son con compa- ñeros dc tendencia liberal, la entoiices predominante en Oriel. De ellos aprende dos ideas básicas para el futuro Newman: la idea de Tradición y la lglesia como Cuerpo invisible. Pei.o las amistades que marcaron definitivamente a Newman no fueron las del círculo liberal, sino otras que llegarían un poco más tarde y que pertenecían a la lglesia Alta o "High Church", ala del anglicanismo cuya caiac- ten`stica principal era la fime decisión de no ser ni considerarse protestantes. Uno de ellos era John Keble, de unos treinta años, poseedor de un inmenso prestigio. Otro. Edward Pusey. era un erudi(o espe- ciálista en hebreo. El tercero tuvo una influencia en Ncwman profundamen- te vitd, romántica, si se quiere: se Ua- maba Richapd Hurrell Froude. Hurrdl Fmude no era un intelec- tuai. pero quería ser santo. Quería restaurar la lglesia de lnglatena a su primitivo ser religioso y a su libertad, perdidas desde el siglo XVI. Era una personalidad arrolladora, polémica, que uno se imagina simpatiquísimo pero en absoluto fn'volo; un sujeto que estaba feliz de que le tomaran por un hombre de partido iosa que re- pugnaba a Newman- y que disfruta- ba proclamando con descaro que la Reforma había sido el más funesto de los eTTores. Y no ocultaba sus simpa- tías por la lglesia de Roma. De él aprendería Newman la devoción a la Virgen y el amor a la presencia real de Cristo en la Eucaristía; de él tam- bién heredó el rezo del Breviario Ro- mano y, además. el ejemplar que Froude dejó al morir. Pero lo que más radicalmente hizo de Froude un alma gemela de Ncwman fue su afán de entrega a Dios y a la lglesia. Frou- de murió tan románticamente como había vivido: de tuberculosis, en 1837. Durante toda su larga vida, Newman, siempre fiel a todos sus amigos, no podía recordarle sin conmoverse. SEGUNDA CONVERSIÓN A finales de ]os años veinte, Newman es un/cJJow de Oriel. ya presbítero de la lglesia anglicana, que acaba de ser nom- brado párroco de St. Mary's. la iglesia universitaria. En estas circunstancias se produce lo que Newman consideró su "segunda conversión". El resultado de es~ ta crisis lo resumió así en ÁpoJogi.a: "IÁz vendad es que yo iba prefiriendo la exce- lencia intelectual a la moral. Me inclina- ¿UNCENTR0CATÓLIC0EN0XFORD? La preocupación de New- man por la educación de los católicos le trajo fiustracio- nes, disgustos e incomprensicr nes dentro la comuhidad cató- lica de lnglaterra. Él estaba convencido de que era necesa- rio que los jóvenes católicos estuvieran al mismo nivel intc- iectualquelosanglicanos.Éiy otms muchos conversos tenían =:?o#t°ó#c:rmad*ía*:íno= les. ni menos la pequeña masa =¥TF¥:ssg¥ndseíQc,c#:: Newman pensó no sólo en lo que hoy llamamos enseñanza secundaria sino, sobm todo. en la universitaria. Muchos católi- cos y autoridades ecle§iásticas compartían esa misma aspira- ción, Pero les separaba el mo- do de ponerla en práctica. IÁ cuestión universitaria fue la más problemática. En concre- to, ¿pod`an los católicos estu- diar en Oxford o Cambridge, universidades confesional- mente protestantes? ¿En qué condiciones? ¿No era mejof fundar ui]ivcrsida&s católi- cas? Y, ¿qué nivel acadérico iban a tener esos centros, ca- rentes por completo de tradi- ción? Ne- y los s€ivos Fire:°:Ndíec¿:£g#sih; Edward Maiming-, mantu- vieron criterios distintos ;obre el mcjor modo dé actum. New- mannopqdonevaracábouno de sus proyütos más. queridos: um misión en Oxford para atcnder a estudiantes católicos. Thpm tuvo érito la Uhiver- sidad católica de hlanda. en cuya preparación trabajó du- Efzíe¥£#g##;§aámzzná el resultado de aquellos esfiJer- zos. I V.GJL 64 PALABRA 444. VL01 (312)
  • 4. PERFIL ba en la dirección del liberalismo del día. Fui despertado violentamente de mi sue- ño por dos grandes goli}es: ln e"ferrru2dad y la desolación interior" . LíL en£eirnedzid consistió en un fuerte colapso anímico que le sobrevino cuando actuaba como examinador en aquel mismo lugar donde él ffacasó pocos años antes. No senti'a do- lor sino una especie de ausencia que le impedía, por ejemplo, contar. La desola- ción interior se la trajo la muerte repenti- na de su querida hemana Mary. Esta pérdida reavivó en él una intensa per- cepción de lo sobrenatural que conser- vó siempre y le hizo tan ajeno al ra- cionalismo decimonónico: "/'O«e` hermoso velo es este mundo de los sení!.dos./ -scribe a su hemana Jemi- ma.-. pero ru} es más que un velo" . Esta "segunda conversión" de 1830 supone la superación de] evangelismo y el definitivo acercamiento al círculo ca- tolizante de Keb]e, P`isey y Froude; poco después hace su primera lectura de los Padres de la lglesia. Este viraje implica ruptura y tensiones con sus pri- meros mentores liberales. inevitables y dolorosas para un corazón sensible co- mo el de Newman. A puNTo DE MOFtm, EN SICILIA En 1833, por culpa, precisamente, de un incidente con el jefe de su coJJe- ge, realiza Lin viaje a] Mediterráneo en compañía de Hurre]] Froude. Des- pués de visitar Roma que no le pro- duce particular impresión- y de cono- cer al futuro cardenal Wiseman, es un himno muy popular entre católicos y anglicanos. y comienza así: "Gz/z'amc, Luz Buena, entre tanta tiniebla espesa, / illévame Tú! / Estoy lejos de casa, es r.o- che prie{a y de"a, / illévame Tú!" . A;do- más del sentido de misión. este pocma contiene una idea central en e] cíftos de Newinan, la idea de la Providencia como luz amiga pero de corto alcance, una luz que guía con seguridad pero que exige fe y abandono en Dios porque no muestra el pero la mayon'a fueron redactados por el propio Newman, que se encargaba tam- bién. de distribuirlos yendo a caballo por las distintas panoquias rurales. Los semones que Newman predicaba la tarde de los domingos ejercieron enor- me influencia. Se percibía en ellos una censura de la tibieza y el conformismo práctico en religión. Esto ya resultaba nuevo. Pero lo más novedoso y atractivo era el modo de exposición: sin casi otra referencia que el Antiguo y el Nuevo Newman en 186e. Retrato por A.F]. Venat)]os en el Oratoi.lo de Oxlord. decide recorrer Sicilia. Allí cae víctima de unas fiebres y está a punto de morir en un mi'sero pueblo de la isla. sin más compa- ñía que un criado de alquiler con el que ni siquiera puede entenderse. Años más tar- de escribió que, en medio de aquellos de- lirios. "no podía evitar repetirme a mí mismo: 'debo actuar como si fuera a mo- rir, pero pienso que Dios tiene reservado aún un trabajo para mí.. Pensaba que hu- bo capricho por mi i)arte al venir a Sici- lia, entendí que mi dimisión como tutor [el incidente con su jefe de coJJcge] /we precipitada y orgullosa. Pero no tenía concíencia de pecado. Me dije: `No he pe- cado contra la luz' y repetí estas palabras con f recuei¢cia" . Ya recuperado, el 13 de junio zarpa de vuelta a lnglaterra con esa imagen de la luz. -"No he pecado contra la luz:'-presi- diendo su imaginación. Sobre la cubierta del barco cscribe un poema que simboliza s" exíste!nciaL. Se Ü"1a. Lead Kindly Light, PALABRA 444, V-Ol (313) final dcl camino: "G¿¿andcz mz.s paso§,. no pido ver / confines ni I.orízontes, sólo un paso más me basta." . MOVIMIENTO DE OXFORD A partir de este momento, 1833, la vi- da de Newman se confunde con ]o que la historia conoce como Movimiento de Ox- ford. Nada más volver a lnglatena co- mienza a desplegar una actividad muy in- tensa que abarca tres campos: los `Tracíos", sus semones dominicales y la idea del anglicanismo como "vz.a mÉ.dz.a ". lÁ)S Tracts for the Tirries o Folletos de acíwa/i.dad fueron una serie de noventa entregas, sin firma. en las que se tomaba postura acerca de cuestiones teológicas del anglicanismo. Tenían formato de ho- jas volanderas y fiieron el órgano oficioso y cada vez más polémico. del Movimiento o Tractarianismo. Froude, Keble, Pusey y otros simpatizantes escribieron 7}t]cÍos, Testamento, rompiendo ]a tradición del sermón retórico y "redondo", el vicario de la iglesia de Santa Man'a, con su voz frágil y en medio de pro- longadas pausas. ponía a sus oyentes frente a exigencias morales en las que nunca habían reparado. Un testigo co- etáneo escribió: ``Sójo gw!.cnes Jos ne- cuerdan pueden juzgar adecuadamen- te el efecto de los sermones que Mr. Newman predicaba en Santa María a las cuatro de la tarde... Senti^an que eran diferentes a cualquler tipo de predicación... Sencillos. directos, so- brios. envuelios en un inglés puro y transparente... Los sermones hacían pensar a los oyentes sobre las cosas que hablaba el predicador y no sobre los sermones mismos''. RecueTda. Lord Coleridge que "Húo %n `Dean ' concreto que cambió la hora de la ce- na en su college para que no fueran otros, y él iba siempre". A1go de faLs- cinante debieron de tener tales semo- nes, a juzgar por los testimonios de asiduos concurrentes. A ]a altura de 1 839, Newman se encuentra en el apogeo de su influen- cia en un Oxford que vive con pasión, co- mo una moda, el interés por las disputas teológicas. Muchos le hacen responsable, a él y al Movimiento, de ese ambiente que juzgan malsano y que identifican con un partido más bien indeseable que no hace más que traer la discordia al sereno recin- to del anglicanismo -ambiente universita- rio retratado en su primera novela, Pgndcr y ganar, una pionera "novela de campus". ADlós A OXFOFtD Tras las dos iluminaciones que tiene. y que suponen la crisis de confianza (ver re- cuadro en pág. siguiente), logra remontar el deslumbramiento, en medio de doloro- sas vacilaciones y fintas intelectuales, que culminan con la publicación del rrflcío 90. En un supremo intento de conci- liación, afirma que los Artículos de la Fe anglicanos condenan los abusos prácticos de Roma, pero no su doctrina, y que por 65
  • 5. I)I RI ll tanto la existencia del purgatorio o la in- vocación a los santos son perfectamente aceptables dentro de esa V¡a Mcdi-a angli- Cana, Newman no era consciente de lo que ::atbr:::pdaereenstcariií:.ys:¡;.:aenndísduez::;vqei: autobiográfica de 1848 Pender y ganar -n el estrambótico personaje Bateman, Newman practica un gracioso juego de autorretrato: así de artificial y vo]untaris- ta era yo cuando sostenía a capa y espada la viabilidad dc un anglicanismo imposi- ble- provocó un tremendo revuelo a ni- vel nacional, e incluso en los reinotos pa- rajes del Borneo colonial. En el seno de la universidad se desató una abierta per- secución contra los tractarianos. New- man suspendió los rrcrcíos y abandonó Oriel College después de casi veinte años para retirarse a Littlemore, una pe- queña aldea a tres millas de Oxford, don- de había acondicionado unas habitacio- nes, una capilla y una biblioteca. aprovechando unas caballerizas en desu- so. El violento rechazo le impone sin querer, y también sin rencor, un senti- miento predominante: no hay sitio para él en la lglesia de lnglaterra. PTonto se le unen en Littlemore otros que quieTen llevar a su lado una vida de estudio y oración. De 1841 a 1845 es tiempo de es- clarecimiento. En realidad, como escribió en ApoJog¡.a, es el lecho de muerte de su anglicanismo. Intuye que su corazón está ya en Roma, pero ama a la lglesia de lnglaterra y, sobre todo, todavía no ha llegado al deseado estado de certeza. Si algo teme y quiere evitar a toda costa son LA PRUEBA DE LITTLEMOF]E Con ese fin, decide imponerse una es- pecie de prueba: redactar lo que será su E"ayo sobre el desarrollo de la doctrina cn.síi.a". que contiene una de sus grandes aportaciones, la idea del desanollo dog- mático: las "corrupciones romanas" que denuncian los anticatólicos. especial men- te el Papado, ¿son corrupcioi`es. o son de- sarrollos legítimos de lo que ya estaba contenido en la Revelación? Si al termi- narlo se mantiene en eso que ahora intuye sobre Roma, se convertirá. Mientras, va cortando amaiTas: renuncia a su vicaría y predica ante sus amigos su último y con- movedor semón: ``Separarse de los ami- gos". Algunos de sus camaradas de Little- more dan el paso de la conversión y se van, a pesar de que él intenta frenarlos. Pronto llegan otros a sustituirles. El mundo anglicano tiene los ojos cla- j=. vados en Li(tlemore mientras circu- lan rumores absudos sobre la vida monástica que se hace en Littlemore. IÁ) cierto es que oran` ha- cen ayuno riguroso. estudian y traducen al inglés vidas de santos. LOS CATÓLICOS La pequeña comunidad católica de ln- glaterra también vuelve sus ojos. expec- tante. hacia la pequeña aldea. Pero New- man no conoce ni mantiene ninguna relación con católicos. Es más. no le atra- en como grupo y el tipo de escritos suyos que ha podido leer en la prensa le disgusta positivamente. A comienzos del verano de 1845 se presenta allí un amigo, Bemard Smith. cléi.igo anglicano converso. que viene por encargo del impaciente cardenal Wiseman a obtener información sobre el estado interior de Newman. Charlan, pa- sean, pero se muestra impenetrable. Invi- ta, sin embargo, a Smith a que almuerce con él y sus compañeros. Y en el momen- to de sentarse a la mcsa aparece Newman íi vestido con pantalones grises. La señal, 7.1] Para smith -y Para wiseman-, es ine- `..'.` _,---`*£`- 'i quívoca: el paso hacia Roma está muy próximo. Pronto el Ensayo sobrc cJ desarrollo de la doctrina cristiana queda interrumpido y rematado cor e szmo "Nunc dimitis...". difi'cilmente más oportuno. No son necesarias ya más esperas. Roma está en lo cierto. La Vi.a Mcd!.a no ha tenido existencia más que en las bibliotecas y en su imaginación. pero no la vida. =rJ-^-i-" FiEC|B'Do EN LA |GLES|A Capllla de Lmlomoro, tomado de aMemorlals of Oxfoi.d», de lngram, l-Os aiTebatos emociona|es. en l 837. A comienzos de octubre pi- de su dimisión como/e/Jow de IA«VÍAMEDn» ¿_Q;: es lo que proponía f?Eni:í::::#tbea,¥:=adnei anglicanismo como Vja A4É.- dia? La Vi.cr Med[.a es el ha- ]1azgo con que Newman in- tenta purificar a su lglesia y dévolverla a su primitivo es- píritu, poniendo el funda- mento teológico en los Pa- dres. Ilabría una única lglesia Católica, con tres ra- mas: Roma, los griegos y el anglicanismo. Pero no el an- glicanismo tal como había llegado a la lnglaterra del XIX -adocenado, sin espiri- tua]idad, completamente so- metido al Estado-, sino un anglicanismo "i`eformado". Newman quen'a una segunda Refoma; aspiraba a un cuer- po de doctrina. una especie de magisterio estable que contuviese la Revelación. Muchos de sus contemporá- neos ven que esa Vi.a Med!.a implica un Í)eligroso acerca- miento a Roma y los numero- sos casos de conversiones en el entomo del Tractarianismo parecen confirmarlo. Pero Newman se si?nte seguro y confiado en su teoría. • DOS ILUMINACIO- NES. Hasta que tiene como dos iluminacione§ que supo- nen la crisis de confianza. Así lo cuenta en su ApoJogi.a: "A mediados de junio comencé a estudiar y doininar la historia de los monofisitas. In cues- tión doctrir.al me tenía absor- bido.. esto era más o menos enme el 13 de junio y el 30 de agosto. Y fte en medio de es- tas lecturas cuando me asal{ó por primera vez la idea de que el Anglícanismo era in- sostenible |...|. Mi baluar{e era la Antigüedad,- y he aquí que, en pleno siglo V, me pa- reció ver reflejada la Cris- tiandad de los siglos Xvl y XIX. Ví mi rostro en ese espe- jo: yo era un monofisita. IA lglesia de la VLz Meüa ocu- paba el lugar de la Comunión Oriental,. Roma estaba donde está ahora; y los pi.otestaníes crtzn Jos cwíig%!.aJ®os. [. . .] Apenas había terminado inis lecturas, cuando la Du- blin Review dc agwcJ m!.§i%o agosto llegó a mis manos a través de amigos que eran más fc[vorables que yo hacia la causa romana. Contenía un 66 PALABRA 444, V-Ol (314)
  • 6. Oriel y comienza a escri- bir cartas a sus íntimos anunciando su decisión en un escueto texto: "Es- pero ser r.ecibido en el que creo ser, sólo él, el único rebaño del Reden- Íor". Pusey al recibirla, escribe al dorso: "rw, autein Domine, miserere #obi.s". Su querido Ke- ble la llevó encima todo el día sin atreverse a abrirla, presintiendo el contenido. El 9 de octubre, apro- vechando el paso por Oxford del pasionista Domíngo Barbieri, Newman es recibido en la lglesia Católica. "Ocupé mi sitio -uer{iA Blblioteca de Ne`man que se conseiva en el Oi.atorio de Birmingham. Barbieri-jwnío a/ /wcgo para secarrne. Se abrió la puerta y, iqué escena fue para mí ver de repente a mis pies a Jolm Henry Newman pidiéndoine oír su cor[fesión y ser admi{ido en el seno dc Ja Jg/csi.a./". Los amigos más íntimos reaccionan con magnanimidad. Keble: `` El rayo lm caído firialmen{e sobre noso- tros, que Dios te bendiga y i}remie mil ve- ces la ayuda que me has presiado a mí sin merecerlo, y a muchos oiros". Pusey.. "Nuestra iglesia no ha sabido emplearle. Era como si uria afiladísima espada dur- miera en su vaina porque nadie sabía ma- nejarla. Se ha ido -omo todos los grair des instruinentos de Dios- inconscienie de su grandeza. Se ha ido en uii sencillo acto de deber:, sin pensar en sí mismo. Se diría iw [an[o que nos ha dejado coino que lm sido trasplantado a oíra i)ai.te de la ,iña ". COM0 UN APESTADO SOCIAL Pero el csíabJi.sb7!cní eclesiástico y ci- vil no es tan benigno. El poeta Thomas Carlyle sentenció al conocer la noticia: "Newman tiene menos cerebro que un c/tor/i.Ío ". En su fuero íntimo, Newman no se engaña. Sabe que ha tomado una de- cisión que hace de él un apestado. En la lnglatena de mediados del XIX dar ese paso suponía un verdadero acto de de- mencia. Que un caballero inglés, con su educación` sus ventajas, airojara todo eso por la ventana y atara su conciencia a un obispo italiano era sencillamente inconce- bible. Su hermana Harriet, muy molesta con él los últimos años, corta toda rela- ción. Sus hermanos haci'a tiempo que no le dirigían la palabra. Jemima, con la que conservó contacio por carta, cuidará de mantener a sus seis hijos lejos de la influencia de su tío. Con los tractaria- nos que no dan el paso a Roma el contacto se mantiene al principio, pero con menos intensi- dad cada vez, hasta que se extingue. Veinte años pasarán hasta que vuel- van a saber los unos de los otros. LLEGAF] A PUEFtTO El paso de Newman hacia la lglesia Católica supone una divisoria. aunque sólo en cierto modo. Su vida, que hasta entonces fue la crónica de un amor a la verdad, pasó a ser una historia de lealtad a la lgle- sia, por encima de circunstancias adversas e incomprensiones personales. Esto es, lo mismo antes que después. En Apo/og!.a. una vez alcanzado e] momento de la con- versión sobreviene un anticli'max: "Desde que me hice católico se acabó la his[oria de mis `opiniones religiosas'; ya no hay nada que narrar. No quiero decir con esto que mi mente haya es{ado inactiva o que haya dejado de peruar en asuntos teológi- cos. pero no ha habido cambios de los que dar cuenta ni, en absoluto, ansíedad alguna en mí coraz;ón. Mi paz y mi alegri'a lwm sido i)erf;ectas, y no he vuelto a tener una sola duda. Al convertirme no noté que se produjem en mí ningún cambio, in- telec{ual o moral. No es que empezara a sentir um fe más firme en las verdades fimdamentales de k. Revelación o un rna- ar{ículo del Di'. lílliueman. IÁi leí sin encontrar sran cosa. IA controversia donatista ine era conocida desde años atrás. No era wn caso pareci- do al de la lglesh anglicona. [...] pt?m 17¡!. amz.8o [,..] mc llamó la atención sobre unas palabras impresionantes de san Agustín contenidas en uno de los extractos hechos por la revista, que yo había pasado por alto al leer el ar- Í¿'cwJo. Decían.. `Securus iudi- cat orbis tenarum'. Rep!.Íi.ó estas palabras una vez y oti^a; cuando se marchó. continua- ror. resonando en rrüs oídos. `Securus iudicat orbis terra- "m. . Iban más allá del caso de los donatistas, se aplica- ban también a los monofisí- tas. Daban al ariículo unn co- herencia que yo no había adveriido al principio. Deci- dían cuestiones eclesiales so- bre una base y una regla más sencillas que el criterio de la antigüedad. Es más, dado que san Agustín era una de las primeras voces de la antigüe- dad, la antigüedad esiaba aquí condenándose a sí mis- ina. ¡Qué luz tan fuerte se arrojaba así sobre cualquier controversia denti.o de la lgle- sia! No quería decir que, en un principio, la masa de los cristianos no pudiera equivo- carse en su juicio; ni que. en el huracári arriano, innume- rables sedes episcopales no ca:yeran y se apartaran de San Atanasio. No significaba que una multítud de obispos de Oriente no necesitaran ser sostenidos durante el conflic- to por la voz y la mirada de San León, sino que el juicio expreso en que, al final, la lglesia entera descansa y se muestra co"fori'rie, constitwye una regla irifialible y una sen- tencia inapelable contra las porciones de ella que protes- ten y se separen. ¿Quién es capaz de valorar las impre- síones que recibe? Una sim- ple frase, esas palabras de san Agustín. me golpearon ccrn w:na fuerza que jamás ha- bía sentido antes en otras pa- Jcibras. [...] Securus iudicat orbis tenarum! Con csías grandes palabras del antiguo Padre, que interpretabar. y re- sumían el la[rgo y accidentado cur.so de la historia de la lgle- sia, la teorta de la Via Medii había quedado absolutamente pulverizada".-V.GR. PALABRA 444, V-Ol (315)
  • 7. yor dominío sobre mí misrr.o. Tlampo- co terría más fervor. Pero se"tía corrio si hubiera llegado a puerto después de una galema; y ml felicidad por ha- ber encontnado la paz ha permaneci- do sin la menor alteración hasta el momento presente" . Visto a lo humano. la estrella de Newman parece apagarse casi en el mismo momento de su conversión. Aquellos años oxonienses de] New- man anglicano bril]an entne un aLira ro- mántica y espectacular. Sus 45 años de católico, en cambio, parecen transmitir fracaso y cierto arrinconamiento en el extramadio de una ciudad fea e indus- trial como Birming- ham, donde estable- ció la Congregación del Oratorio y vivió desde los cincuenta hasta los noventa años. Un contempo- ráneo escribía; "Nos duele, lo misrno que a miles y decenas de miles de compatrio- tas suyos y nuestros, verle co"lenado. en su avanzada edad, a malvívir dando clase a niños pequeños en una escuela desco- nocida de Edgbas- torL en lugar de ejer- cer su influemía sobre toda la socie- dad con su pluma Tumba del ¢ardení)l, que aparece aba|o en un conocido retrato de 18el , por J.E. Mlllal8, Aun a riesgo de simplificar un pe- riodo tan largo o, peor, de crear una imagen falsa, haré un retrato de los años de Newman como sacerdote fiel y humilde, a base de sólo dos trazos algo extremosos. El primero procede de sus notas ínti- mas y dice así con la inevitable par- cialidad de la in- t[ospección.. ``EI contraste ha sido este: corrio protes- tante sentía que mi religión era algo magistml y su írresistible elocuencia, como hubiera hecho de haber seguido en Ox- ford". Más de uno se planteó cuál era el se- creto de Newman en sus tiempos de an- glicano. Un viejo admirador dio la res- pues". "El secreto de Newman es que le importaba un bledo este mundo" . ln rriis- mo que renunció a los honores y al triunfo en ]a vida cuando era anglicano -aún hoy un obispo anglicano goza de un importan- te rango social en lnglatena-, quiso ser fiel a Dios como sacerdote católico, como educador y, de cuando en cuando, como hombre de la opirión pública en servicio de la lglesia Católica en un pai`s de arrai- gados prejuicios "antipapistas". Estos tres podn`an ser los ejes de su etapa católica. LA APO[OGM La publicación de la Apo/ogi.a pno v[.- Ít¡ swa (1864) constituye el pico de su vi- da de católico y tiene que ver con este úl- timo eje, el de la opinión pública. La 68 historia es la si- guiente. Un enton- ces conocido y hoy olvidado autor de nóvelas y cuen- tos. y además ca- pellán de la reina Victoria, Charles Kingsley. escribió en un texto sin mayor importan- cia que, "el Pddre Newman nos in- forma de que la verdad por sí mis- ma nunca ha sido una virtud para el clero romano" . Newinan pidió explicaciones , Kings- ley no se avino a darlas, ni a rectificar lo que claramente era un desliz. La cosa se enredó y Newman, que vivía en Bir- mingham como desaparecido del mundo, empezó a pub]icar en entregas semana- les, durante poco más de un mes. la his- toria de su conversión con un dramatis- mo, una sinceridad y una honradez tan arrolladoras que la opinión pública ingle- sa, aplastantemente anglicana, aplaudió la vibrante resurrección del antiguo re- fomador de la lglesia anglicana. Kíngsley quedó primero aplastado; después, relegado a simple ocasión de un imprevisto fenómeno de opiDión pública. El enome impacto de esas entregas, más tarde recogidas en un libro titulado Apo- Jogi.a pno vi.Ía swa, no significó sólo su rehabilitación personal; supuso al mismo tiempo un enome servicio a los católi- cos de lnglaterra, un paso muy importan- te para su implantación en el país tras si- glos de inferioridad legal, social y cultural. [riste y seco, pero no lo era mí vida; como católíco, ml vida es triste y seca, pero no lo es mi religión" . SACEFtDOTE FIEL El otno es el relato, esta vez desde fue- ra, de su obispo, Bemard Ullathome, ya al final de sus días, cuando había sido he- cho Cardenal por el papa León XIII: "Mantuvimos ur.a larga y animada con- versación, peTo cuamdo me levaritaba pa- ra marcharme, una acción suya originó una escena que nunca olvidaré. En tono suave y humilde me dijo.. `Mi querido Se- ñor, ¿me haría usted un gran favor?'. ` ¿De qué se traia? ' , pregimté. Y de repen- [e se hincó de rodillas, inclinó su venera- ble cabez;a, y exclamó: `Déme su bendi- ción'. ¿Qué podía hacer yo. ieniéndole ante mí en semejante posiura? No podía negarme sin causarle una situación em- barazosa. De modo que coloqué mi mario sobre su cabeza y dije.. `Querido Señor Cardenal, a pesar de todas las normas que parecen impedirlo |po[ se[ Newman Caiidenal], ruego a Dios que le bendiga, y que el Espíritu Santo llene del todo su co- razón'. Cuando r.os dirigíamos hacia la pueria no quiso cubrirse con el birrete, y dijo: 'Me he pasado toda la vida dentro de casa, mientras usted combatía en el mundo por la lglesia'. Me senrí anonada- do en su presencia. ` iEste hombre es un santo! ' " - Por su santidad y por su talla intelec- tual, Newman podría ser Doctor de la lglesia. Pero antes confiemos y recemos para que pueda ser propuesto al mundo, en especial al mundo intelectual, como guía e intercesor de los cristianos, del si- glo que comienza. I PALABRA 444, VL0l (316)