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PIEDAD
M A R Z O 2 0 2 2 • E D I C I Ó N 1 • V O L U M E N 1
C O N T E N I D O
03
04
06
EL SILENCIO DE UN SANTO
CORAZÓN DE PADRE
SEMANA DEL CORAZÓN DE SAN
JOSÉ
10
UNA CONGOJA CASI MORTAL
13
LAS CONGOJAS DEL CORAZÓN
DE SAN JOSÉ
16
GRANADA SERÁ TU CRUZ
18
20
22
VISITA A SAN JUAN DE DIOS
EL LADRÓN DEL CIELO
NOVENA A SAN DIMAS
E L S I L E N C I O D E U N
S A N T O
U N P R O T A G O N I S M O M U D O
Entre l os muchos aspectos que
pone de rel i eve, pondera en
especi al el si l enci o de san José.
Su si l enci o estaba i mpregnado
de contempl aci ón del mi steri o
de Di os, con una acti tud de total
di sponi bi l i dad a l a vol untad
di vi na. En otras pal abras, el
si l enci o de san José no
mani fi esta un vací o i nteri or, si no,
al contrari o, l a pl eni tud de fe
que l l eva en su corazón y que
guí a todos sus pensami entos y
todos sus actos.
Un si l enci o graci as al cual san
José, al uní sono con Marí a,
guarda l a pal abra de Di os,
conoci da a través de l as
Sagradas Escri turas,
confrontándol a conti nuamente
con l os aconteci mi entos de l a
vi da de Jesús; un si l enci o
entretej i do de oraci ón constante,
oraci ón de bendi ci ón del Señor,
de adoraci ón de su santí si ma
vol untad y de confi anza si n
reservas en su provi denci a.
No se exagera si se piensa que,
precisamente de su "padre" José,
Jesús aprendió, en el plano
humano, la fuerte interioridad
que es presupuesto de la
auténtica justicia, la "justicia
superior", que él un día enseñará
a sus discípulos (cf. Mt 5, 20).
Dejémonos "contagiar" por el
silencio de san José. Nos es muy
necesario, en un mundo a
menudo demasiado ruidoso, que
no favorece el recogimiento y la
escucha de la voz de Dios. En
este tiempo de preparación para
la Navidad cultivemos el
recogimiento interior, para
acoger y tener siempre a Jesús
en nuestra vida.
S. S. Benedicto XVI
18 de diciembre del 2005
Así, como por designio de Dios, el
Corazón Inmaculado de la Santísima
Virgen está unido "indisolublemente al
Corazón de Cristo", el corazón que mas
de cerca vive en alianza con éstos Dos
Corazones es el corazón de San José.
Cuando contemplamos el corazón de San
José, contemplamos un corazón puro,
que dirige todos sus afectos y acciones
hacia aquellos que le fueron
encomendados, cuya grandeza él supo
leer y entender. Todos los movimientos
del corazón de San José tenían un solo
objetivo: el amor de los Dos Corazones.
Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por
ellos sufrió; a ellos los defendió y
protegió sin interrupción. Su vida era
para amar, consolar, proteger y cuidar a
los Dos Corazones. Hay que recordar que
San José no era Dios hecho hombre, ni
tampoco fue concebido inmaculado; el
nació con el pecado original igual que
todos nosotros. Pero su corazón se hizo
uno con el Corazón de María y a través
de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús.
Veamos como se da en San José esta
misteriosa unidad.
C O R A Z Ó N
D E P A D R E
E L C O R A Z Ó N D E L C A S T Í S I M O S A N J O S É
El corazón de San José vivió en plena
comunión con el Inmaculado Corazón de
María. Ella fue para el, igual que lo es para
todos nosotros, el camino que lo condujo
al misterio del Dios hecho Hombre. En el
sueño del ángel, oyó éstas palabras: "No
temas tomar contigo a María tu mujer
porque lo nacido de ella es del Espíritu
Santo." (Mt 1: 20) Con esto, es introducido
no solamente en el misterio de la
Encarnación, sino también en el misterio
del corazón excepcional de la Virgen
Santísima, escogida para ser Madre de
Dios. San José se dio cuenta que el Mesías
y Salvador, tan esperado por su pueblo,
había de llegar al mundo a través del seno
maternal de María, la mujer a quien Dios le
había dado por esposa.
¿Cuál fue la respuesta de San José?
" Despertado José del sueño, hizo como el
Ángel del Señor le había mandado, y
tomo consigo a su mujer" (Mt 1: 24). En
otras palabras, San José se consagrá a
María, a su persona, a su corazón, y a su
misión. Accedió a la voluntad de Dios
quien designó que el, y todo el genero
humano, había de recibir al Redentor por
manos de María. Mucho mas que todas las
generaciones que llamarán bendita a la
Virgen por las maravillas que Dios ha
hecho en ella (cf. Lc 1: 48-49), San José las
supo ver, ponderar, y amar, levantandose
así en su corazón, un profundo deseo de
protegerla.
D espués del de l a Vi r gen, el corazón
de San José es el que mas cerca
estuvo del Cor azón del Redentor. San
José amaba con ver dader o amor
pater nal a Cr i sto. Su cor azón estaba
uni do de tal f or ma al de Jesús, que
mucho antes que San Juan se
r ecostar a sobr e el pecho del Señor, ya
San José conocí a pl enamente l os
l ati dos del Cor azón de Cr i sto y aún
mas, Cr i sto conocí a per f ectamente l os
l ati dos del cor azón de su padre
vi r gi nal , puesto que toda su ni ñez l a
pasó r ecostado del pecho de su
padr e, San José.
En esta comuni ón de " cor azón a
Cor azón" , ¿qué secr etos i nsondabl es
habr á descubi er to San José en el
Cor azón de su Hi j o? El Ángel l e habí a
r evel ado en sueño que el Hi j o de
Mar í a er a qui en " sal var á a su puebl o
de sus pecados" ( Mt 1 : 21 ) . Entendi ó
que el Cor azón del Emmanuel era un
cor azón humi l de, mi ser i cor di oso y
r edentor . Er a el Cor azón de Di os,
f or mado por el Espí r i tu Santo, que
vi no a sal var a su puebl o. No para una
sal vaci ón mer amente temporal , si no
mucho mas pr of unda; er a l a sal vaci ón
del mal que habí a entr ado en el
cor azón humano: el egoí smo, el
desamor , l a di vi si ón, l a i nj usti ci a. . . . el
pecado.
Estos secretos insondables fueron
conocidos plenamente por San
José, por la intimidad de
contemplación de los corazones de
Jesús y María. Lo encontramos al
lado de la Santísima Virgen en los
misterios gozosos del Santo
Rosario. Al convivir y contemplar lo
que se desarrollaba en la vida de
Jesús y en la vida de su esposa, su
corazón crecía en admiración y
amor a Dios y en ardientes deseos
de participar plenamente en su
obra.
San José, dado como protector de
los Dos Corazones en el principio,
es ahora encomendado por Dios
como protector de toda la familia
humana. De forma particular, San
José es protector de todos
aquellos que aman a los Dos
Corazones, que se han unido a
ellos y que promueven su pronto
Reinado en la humanidad.
L A S E M A N A
D E V O T A D E L
C O R A Z Ó N D E
S A N J O S É
D I S P U E S T A P O R E L P . I G N A C I O
T O M A Y , D E L A C O M P A Ñ Í A D E
J E S Ú S
I M P R E S O C O N L A S L I C E N C I A S
N E C E S A R I A S , P O R L A V D A . D E D .
J O S É B E R N A R D O D E H O G A L .
A Ñ O D E 1 7 5 1
DOMINGO
ORACIÓN
Oh Corazón Purísimo, Erario
incomparable de Santidad,
pureza y dones celestiales, yo te
adoro y saludo, te admiro y amo
con todo el afecto de mi
corazón me alegro de tus
soberanas grandezas, y doy
afectuosas gracias a la Divina
Bondad, por haberte así
engrandecido. Más ¡Oh! y como
lleno de confusión y dolor, miro
a mi corazón tan inmundo y
asqueroso con tantas culpas y
pecados. ¡Oh, y quien me diera
dos fuentes de lágrimas de
perfecta contrición para lavarlo
de todas las inmundicias! ¡Ah!
malditos pecadores, yo con
infinito dolor os detesto y
abomino, solamente por ser
ofensas de la infinita e
incomprensible Majestad y
Bondad de Dios. ¡Oh Santo mío!
a ti clamo, y por tu Purísimo y
Santísimo Corazón te suplico,
me alcances gracia tan
abundante, que yo escoja mil
veces hasta la muerte, antes
que manche mi corazón, que es
Templo vivo de Dios, con alguna
culpa, y para que yo emplee
todo el tiempo de mi vida en
donarlo siempre más y más, con
el atavío de las virtudes y de la
divina gracia, como yo confiado
en tu intercesión, firmemente lo
propongo.
Se rezan siete padres
nuestros, siete aves maría y
glorias, en reverencia de los
siete dolores y gozos que
inundaron el purísimo Corazón
del Patriarca Señor San José.
LUNES
ORACIÓN
Oh Corazón Humildísimo de mi Señor San
José, yo te adoro, te saludo, te alabo y
admiro en tan excelsos dones y privilegios
celestiales, y quedo confuso mirando en
mis tantas miserias y pecados, y tanta
soberbia y altivez de mi corazón. Abre,
Santo mío, los ojos de mi mente, para que
claramente te conozca, que, en mí, nada
tengo y nada puedo de bien, y que lo que
tengo y puedo de bien, todo es de Dios, y
que lo que tengo de mi no es otra cosa que
una pura nada, una pura impotencia, y un
abismo de miserias, pecados y malicias, y
fortalece en mi corazón, para que,
reconociendo todos los bienes que veo en
mí, o en los otros, como puros dones de
Dios, no quiera más que su sola gloria,
alabanza y acción de gracias para este
Señor, y para mi no otra cosa, sino lo que
merece mi nada, malicia y pecados, que es
la confusión y abatimiento. Óyeme,
gloriosísimo Santo, por tu tan humilde
Corazón, para que consiguiendo por tus
méritos esta tan esclarecida virtud,
merezca, según la promesa de Cristo, ser
ensalzado en el cielo. Amén.
MARTES
ORACIÓN
Oh Corazón Purísimo de mi glorioso Santo,
yo te saludo, te adoro, te alabo y admiro tu
más seráfica pureza, y doy humildes
gracias a la Divina Bondad por haberte con
ella adornado, para que fueras digno
esposo de la Inmaculada Madre de Dos. ¡Oh
y cuan confuso y avergonzado quedo yo,
mirando mi corazón tan inmundo y tan
manchado, y combatido de continuo de los
estímulos de la concupiscencia! ¡Ha, que
no he conocido precio de esta Angélica
virtud, ni reparado en las luces de su
celestial hermosura! Oh Santo mío, abre los
ojos de mi alma, para que yo admire su
belleza, e instila en ella un entrañable
amor y aprecio de esta divina virtud, para
que a costa aun de la vida, la conserve
siempre pura e incontaminada en la
mente, y en el cuerpo, así, firmemente lo
propongo y determino, confiado en el
amparo y patrocinio tuyo, ejecutarlo hasta
la muerte. Amén.
M I É R C O L E S
O R A C I Ó N
O h C o r a z ó n O b e d i e n t í s i m o d e m i S e ñ o r S a n
J o s é , t o d o f o r m a d o e n e l C o r a z ó n d e D i o s , y o
t e a d o r o , t e s a l u d o y a l a b o . M a s q u e p u e d o
h a c e r , s i n o c o n f u n d i r m e y l l o r a r a m a r g a m e n t e ,
m i r a n d o m i c o r a z ó n p e r v e r s o , t a n c o n t u m a z e n
e j e c u t a r l o s p r e c e p t o s d e m i D i o s , y l o s
o r d e n e s d e l o s q u e t i e n e n s u l u g a r . A y , q u e h e
v i v i d o a c i e g a s , s i n c o n s i d e r a r e l r e n d i m i e n t o ,
o b e d i e n c i a y a m o r , q u e d e b o a m i D i o s , S e ñ o r
y P a d r e a m a n t í s i m o , c o m o s u c r i a t u r a , s u v i l
e s c l a v o e i n d i g n í s i m o h i j o . A t i a h o r a t e i n v o c o ,
O h G l o r i o s o S a n t o m í o , a l c á n z a m e p o r t u
o b e d i e n t í s i m o C o r a z ó n , t a n t a s l á g r i m a d e
p e r f e c t a c o n t r i c i ó n , q u e s e a n b a s t a n t e s a
b o r r a r t o d a s l a s d e s o b e d i e n c i a s d e m i r e b e l d e
c o r a z ó n , a l o s a m a b l e s p r e c e p t o s d e m i D i o s , y
d e l o s i n t e r p r e t e s d e t u S a n t í s i m a V o l u n t a d , y
h a z c o n t u i n t e r c e s i ó n , q u e y o e n a d e l a n t e v i v a
s i e m p r e o b e d i e n t e , r e n d i d o y s u j e t o , n o
s o l a m e n t e a m i D i o s y S e ñ o r , y a m i s
s u p e r i o r e s , s i n o t a m b i é n a t o d a h u m a n a
c r i a t u r a , p o r s u a m o r , a l l í f i r m e m e n t e
p r o p o n g o e j e c u t a r l o s i e m p r e c o n l a d i v i n a
g r a c i a , q u e e s p e r o p o r t u s r u e g o s y m é r i t o s
a l c a n z a r d e l a D i v i n a B o n d a d . A m é n .
J U E V E S
O R A C I Ó N
O h C o r a z ó n S a n t í s i m o d e m i S e ñ o r S a n J o s é ,
t o d o f u e g o d e s e r á f i c o a m o r , y o t e a d o r o , t e
a l a b o y a d m i r o e n e s t e s o b e r a n o i n c e n d i o d e
c a r i d a d d i v i n a , y d o y h u m i l d e s g r a c i a s a l a
b o n d a d i n f i n i t a d e m i D i o s , p o r h a b e r t e c o n e l
a b r a z a d o t o d o . ¡ A h ! P o b r e d e m í , q u e n o e h
s a b i d o a m a r , s i n o l a b a s u r a y a s q u e r o s i d a d d e
l a t i e r r a . ¡ A h ! Q u e c i e g o f u i , p u e s n o h e
c o n o c i d o l a i n f i n i t a b o n d a d e i n c o m p r e n s i b l e
a m a b i l i d a d d e m i D i o s , p a r a c o n s a g r a r l e t o d o
m i a m o r . I n f e l i z y d e s d i c h a d o a q u e l t i e m p o , e n
q u e y o n o t e a m é , D i o s m í o , ¡ O h ! y s i p u d i e r a
y o h a c e r , a u n c o n p a d e c e r c u a l q u i e r m a l , q u e
t o d o t i e m p o d e m i v i d a p a s a d a l o h u b i e r a
t o d o , t o d o e m p l e a d o e n a m a r t e s i e m p r e
i n c e s a n t e m e n t e a t i , D i o s m í o , s o l o
i n f i n i t a m e n t e a m a b l e ¡ A y d o l o r i n e f a b l e ! ¡A y
t o r m e n t o d e m i c o r a z ó n s i n r e m e d i o ! ¡A y q u e
l o q u e d e s e o y q u i e r o n o e s m á s p o s i b l e ! ¿ Q u é
p u e d o h a c e r , D i o s m í o ? t e a m a r é d e s d e e s t e
i n s t a n t e , y p o r m i v i d a c o n t o d o m i c o r a z ó n ,
c o n t o d a m i m e n t e , c o n t o d a m i a l m a , y c o n
t o d a s m i s f u e r z a s . A s í l o q u i e r o , a s í f i r m e m e n t e
l o d e t e r m i n o , D i o s m í o , c o n t u D i v i n a G r a c i a .
S e a s t ú , O h P a d r e m í o a m a n t í s i m o , f i a d o r d e
e s t a r e s o l u c i ó n , a l c a n z á n d o m e d e l a D i v i n a
B o n d a d u n a t a n p o d e r o s a g r a c i a , q u e s i e m p r e
p e r f e c t a m e n t e l a c u m p l a . A m é n .
VIERNES
ORACIÓN
Oh Corazón Excelentísimo de mi
Señor San José, que, con tan
indecible fortaleza y amor,
sufriste agudas espinas, que en
esta vida siempre te hirieron y
traspasaron, porque conocías que
eran del agrado de Dios y de su
Santísima Voluntad, que era el
centro de todos tus afectos y
deseos. ¡Ah! ¿Y hasta cuando yo
viviré engañado, huyendo
siempre de la Cruz, y el padecer,
siendo estos los regalos más
ricos y los dones más preciosos,
que reparte la Divina Bondad a
sus más queridas almas? Ilumina,
te ruego, Oh gloriosísimo Santo,
mi entendimiento, para que
conozca el inestimable valor de
la Cruz, y fortalece mi corazón,
para que ardientemente la ame,
y goce de estar elevado en ella
con mi amantísimo Redentor y
Dios, y para que juzgándome
indigno, como lo soy de este
favor tan grande, admire su
Divina Bondad, que era tan
altamente se digna de favorecer
a este gran pecador. Hazlo, Santo
mío, con tus ruegos, por el amor
que tienes al Humanado Dios y a
tu Santísima Esposa, para que,
asemejándome yo en esta vida a
mi Crucificado Señor, merezca
serle semejante en la gloria.
Amén.
DÍA SÁBADO
ORACIÓN
Oh Dichoso Corazón de mi Señor
San José, Erario riquísimo de
celestiales favores e inefables
gozos, yo te alabo, te adoro y
admiro con gran complacencia
de mi corazón la inenarrable
felicidad y divinos regalos de que
fuiste colmado en esta vida, y
ahora con sobreabundante
plenitud lo eres eternamente en
el Cielo. Yo de corazón me gozo
de todos ellos más, que, si fueran
míos, y doy humildes y
afectuosas gracias a la Divina
Bondad por habértelos
concedido. ¡Ah! Que yo no
pruebo las dulzuras y favores
celestiales, porque no purifico mi
corazón con los afectos terrenos,
apartándole de todos los viles
consuelos de las criaturas, ni
sufro con humildad y amor las
penalidades, con que mi Dios
nuestro Señor me regala. A ti
recurro, o Santo mío, concede
con tu intercesión a mi corazón
tan cobarde tanta fortaleza y
vigor, para que desasido de las
criaturas, huya constantemente,
aun de los lícitos recreos de la
tierra, y para que tolere con
alegría y perfecta resignación
todas las adversidades, con que
Dios fuere servido favorecerme,
para que así no me haga indigno
de participar en esta vida las
espirituales delicias, que fueren
necesarias para el bien de mi
alma, y merezca después de ella,
de la Divina Misericordia, la
eterna y cumplida felicidad en la
Gloria. Amén.
LAVS DEVS
U N A
C O N G O J A
C A S I
M O R T A L . . .
L O S C E L O S D E L C A S T Í S I M O S A N
J O S É
“José... resolvió
repudiarla en secreto ”
(Mt 1, 19)
María —dice el Evangelio
— permaneció unos tres
meses con su prima
Isabel y luego regresó a
su casa. Este lacónico
texto nos permite
imaginar los
sentimientos de la
Virgen durante el viaje
de vuelta...
Volvía feliz, pensando en
José, pero su felicidad
era menos clara que a la
¡da. Sabía que pronto su
prometido advertiría su
estado, y tal idea le
causaba una inquietud
que sólo podía paliar
pensando en la gloria del
Ser divino que llevaba en
su seno, adorándole llena
de confianza y de
abandono.
Al llegar a Nazaret, José
la acogería con
desbordante gozo, que le
impediría reparar en su
estado. Sin embargo, los
signos de su futura
maternidad ya habrían
comenzado a
manifestarse y ciertos
síntomas la
traicionarían... Las gentes
de Nazaret, al darse
cuenta, no dejarían de
felicitar a la joven
pareja...
Es entonces cuando estalla el drama
en el alma de José. Al principio, no
termina de creérselo. Está a punto de
rechazar como injurias las
enhorabuenas, pero pronto comprende
que no hay error posible. No cabe
duda: María lleva un niño en su
vientre... Y ante esta realidad
indudable, sucumbe. Su espíritu se
hunde en un abismo de agonía...
¿Dudó de la virtud de María? Bastantes
Padres de la Iglesia así lo creen: San
Justino, San Juan Crisóstomo, San
Ambrosio, San Agustín... Nosotros
pensamos que no, pues nos repugna
imaginar que la virginidad de María
fuese puesta en entredicho, incluso
fugitivamente, en el espíritu de José.
Preferimos, con mucho, la opinión de
San Jerónimo: «José, sabedor de la
virtud de María, rodeó de silencio el
misterio que ignoraba».
¿Cómo iba a dudar de la inocencia de
María? ¿Cómo iba a creerla culpable de
esa debilidad...? Rechazaría tal
pensamiento como un crimen. Habría
creído más fácilmente a quien le
hubiera dicho que las aguas del
Jordán corrían hacia su fuente o que el
monte Hermón había desaparecido. La
inocencia de María era patente en
todas sus palabras, en todos sus
gestos. Seguía siendo igual de
cándida, igual de sencilla...
Continuaba realizando sus tareas
habituales con la misma dedicación,
sin artificio ni duplicidad. Ninguna
inquietud, ningún gesto equívoco,
rompía la serenidad de su sonrisa o la
pureza de su semblante. Cuando se
acercaba a él, le miraba con sus ojos
profundos, más llenos que nunca de
amor y de lealtad, y le tendía las
manos con su naturalidad habitual...
No, no es una culpable la que tiene
ante él. Además, ¿no le ha hecho
partícipe de su voto de virginidad?...
Pero, ¿por qué no le dice nada? ¿Por
qué calla? ¿No tiene acaso derecho a
saber la verdad?
M arí a, con una sol a pal abra, hubi era
podi do tranqui l i zar e i nundar de
gozo al angusti ado José. Si no l o
hi zo, fue porque no habí a reci bi do
el mandato de descubri r el secreto
del Rey. Pensarí a que era
conveni ente que, por del i cadeza, no
hi ci era el l a tal confi denci a a su
esposo, y esperarí a, l l ena de
confi anza, que Di os habl ara a José.
Y mi entras esperaba, rezarí a y se
abandonarí a, en manos de l a
Sabi durí a i nfi ni ta.
Este abandono no i mpedí a que
sufri era. Si guardaba si l enci o era
porque tení a una fe heroi ca, no
porque. fuera i ndi ferente. Veí a l a
profundí si ma angusti a que
atenazaba a su esposo y l a sentí a
como propi a, vi vi endo as¡ su pri mer
mi steri o dol oroso. Observaba en su
frente arrugada, en sus rasgos
afi l ados y ensombreci dos, una
especi e de desesperaci ón tanto más
profunda cuanto que. no podí a
comparti rl a con nadi e. Sus oj os
estaban enfebreci dos y fati gados, y
el l a adi vi naba que debí a estar
pasando horri bl es noches en vel a. Le
veí a i r a su trabaj o como a rastras y,
si n embargo, conti nuaba guardando
si l enci o, aceptando l a i dea atroz de
que José al i mentase sospechas
sobre esa vi rgi ni dad que él
santamente habí a respetado.
De hecho, en el al ma de José se
desarrol l aba un dramáti co combate.
Di os no ha puesto j amás en una
si tuaci ón como aquel l a a un al ma
superi or en santi dad y amada por El
con amor de predi l ecci ón. Durante
noches y dí as tuvo que l uchar con
aquel eni gma i rresol ubl e, dándol e
vuel tas y más vuel tas. Cada hora
que pasaba estrechaba más y más el
l azo que apretaba su corazón.
Al principio pensó en interrogar a
María. Intentó hablarle varias veces,
pero no lo logró. Las palabras
preparadas para iniciar el diálogo
morían antes de salir de su boca,
convencido de que el silencio de su
esposa encerraba un misterio cuyo velo
no se creía autorizado a levantar.
Se sentía perplejo ante la doble
imposibilidad de conservar a María y de
condenarla. Su lealtad le ,prohibía
tanto seguirla teniendo por esposa
como exponerla a la vergüenza pública.
No ignoraba la férrea norma dictada
por Moisés que ordenaba, en casos
como éste, entregarla a 1 los tribunales
de justicia, pero como estaba
convencido de que María era inocente,
buscaba la manera de dejarla en
libertad salvaguardando al mismo
tiempo su honor.
Por una parte no podía conservarla,
pues a ello se oponía la Ley. No tenía
ningún derecho sobre el fruto que
llevaba en sus entrañas, cuyo origen
ella le ocultaba, y tampoco quería
hacerse solidario de un misterio que le
estaba vedado. Se sentía incapaz de
construir su matrimonio sobre una
mentira.
Por otra parte, no quería tampoco
tratar a María como a esas adúlteras a
que se refería la Ley. El texto del
Evangelio lo señala claramente: Porque
era "justo", no quería denunciar a su
prometida ante los tribunales, ya que
estaba envuelta en un misterio que no
le correspondía desvelar, un misterio
que presentía que venía de Dios.
Así pues, sólo una cosa podía hacer,
incluso a riesgo de difamarse él mismo.
Una cosa con la que creía salvaguardar
al mismo tiempo el honor de María y la
obediencia a la Ley: se separaría de su
prometida no por despecho, sino para
respetar un misterio que no le estaba
permitido desentrañar.
No tendrí a más remedi o que
abandonarl a, después de devol verl e su
ani l l o y de recuperar l os presentes
que l e habí a hecho en l os
esponsal es. . . Sí : l a dej arí a en secreto,
si n deci r nada a nadi e. Tal vez l e
acusaran de cobardí a, pero eso era
mej or que acusarl a a el l a. . .
Pero José tarda en ej ecutar su
proyecto. Lo apl aza dí a tras dí a, hasta
que l l ega el momento en que l a
si tuaci ón ya no puede prol ongarse.
Di os, si n duda, ha aceptado su
sacri fi ci o —puesto que nada di ce—, un
sacri fi ci o tan duro como el que pi di ó
a Abraham mandándol e sacri fi car a
I saac, su úni co hi j o. Por fi n, se deci de:
Mete en un saco l o que se va a l l evar,
para parti r con el al ba. . . Y mi entras
espera, di ce: " Señor, Señor, ¿por qué
me has abandonado? ¿Por qué
permi tes que sufra tal marti ri o?. . . "
Porque eras agradabl e a Di os, José, l a
tentaci ón habí a de probarte. Porque
en l a mente del Al tí si mo estabas
predesti nado a ser ahogado de l as
causas perdi das, haci a qui en vol verán
sus oj os l as al mas dol ori das en l as
horas tenebrosas y apl astantes, era
preci so que tú mi smo l o
experi mentases, que estuvi eras
preparado para desempeñar tu papel ,
porque te habí a correspondi do el
i ndeci bl e honor de ser padre adopti vo
del Verbo encarnado, tení as que
quedar marcado con l a Cruz, si gno
supremo de su Redenci ón.
Y esa Cruz debí a al canzarte en el
punto más sensi bl e para ti : el amor
que profesabas a aquel l a que, después
de Di os, ocupaba el centro de tus
pensami entos. . .
P . M i c h e l G a s n i e r , O F
D EVOCIÓN EN HONOR
DE LAS CONGOJAS QUE
PADECIÓN EL
CORAZÓN DE SAN
JOSÉ
EN LOS RECELOS DE
SU DIVINA ESPOSA,
ANTES QUE EL CIELO
LE REVELARA EL
SOBERANO MISTERIO
DE LA ENCARNACION
DEL DIVINO VERBO
Dispuesta por un
Sacerdote del
Obispado de Puebla
MOTIVO DE ESTA DEVOCIÓN
Es gran consuelo a un espíritu
atribulado, y que necesita de
remedio en su aflicción, sabe que
quien es poderoso para socorrerlo ha
experimentado y llevado sobre si la
cruz del padecer. Es grande la
confianza que sobre el poder y
querer añade esta experiencia, y
hace creer que ella ha de excitar y
avivar la compasión y lástima de
aquel a quien se recurre. ¿Quién más
atribulado que Señor San José en sus
recelos? ¿Qué corazón más rodeado
de congojas? Ves aquí, cristiano, el
remedio de las tuyas, sean las que
fueren, ves aquí el motivo grande
para llenar tu corazón de la más
segura confianza: José tiene poder y
voluntad para socorrerte, él fue
atribulado, tu necesitas de consuelo,
si careces de en tus aflicciones es
por tu omisión en acogerte a su
patrocinio: invócalo, que ciertamente
te remediará, y para obligarlo, rézale
siete Padres nuestros y Aves Marías, y
después la siguiente:
¡Oh José justísimo! ¡Oh Patriarca
Santo! ¡Oh Varón Celestial
adornado de la más invencible
fortaleza! ¡Que congojas! ¡Que
tribulaciones! ¡Que penas tan
agudas combatieron tu generoso
y noble Corazón, a vista de la
preñez de tu Divina Esposa la
Virgen María! disponiendo el
cielo que estas penetraran lo
más íntimo de tu Espíritu, hasta
que llegara el tiempo
determinado por Dios para que
se te revelara el Misterio de la
Encarnación del Verbo en sus
virginales entrañas, para el
remedio de los mortales. ¡Oh
Corazón Afligidísimo de José!
¡Oh Espíritu de José, sumamente
combatido! solo a ti pudo fijar la
Divina Providencia semejante
tormento, y solo a ti también
tanto colmo de merecimiento y
de gracia. Te probó Dios, se
confirmó tu fidelidad y amor
para con tu dulcísima Esposa, a
vista de los más terribles
escuadrones de penas, siendo
esta última prueba que se
acrisolaría en los ojos de Dios, y
declarará digno de ser Nuncio,
Hayo, Protector, Custodio,
Defensor y Padre putativo del
mismo Dios hecho hombre: Yo
pues, José admirabilísimo,
mirado mi flaqueza y mi pobre
corazón, por todas partes
combatido de enemigos, de
tentaciones, de penas y de
peligros, ¿a quien he de llamar
sino a ti, que como poderoso y
experimentado sabrás
compadecerte de mis muchas
miserias y remediarlas
compasivo?
A ti, en fin, consuelo de
atribulados, remedio de los
desvalidos, y seguro asilo de
los que te invocan, a ti, José
dulcísimo, abogado mío,
recurro en mis trabajos. Tu
conoces en Dios las
aflicciones de mi corazón, y
las necesidades de mi alma,
consuélame, puesto que mi
confianza y amor para contigo
debe obligarte a que me
socorras. Así te lo pido, con la
mayor humildad, por estas
penas que padeciste, y por el
gozo que inundó tu Santísimo
Corazón y Alma, cuando el
Ángel del Señor, desvaneció
todos tus temores,
declarándote la mayor
exaltación que gozaste en la
tierra, y gozas ahora en el
cielo desde el Trono sublime
de tu gloria, pon esos tus ojos
amabilísimos sobre este
humilde hijo y devoto.
Dígnate de recibir
benignamente el pequeño
obsequio que te eh ofrecido
de siete Padres nuestros y
siete Aves Marías, en honra de
tus aflicciones, para que tu
remedies las que me cercan,
con la compasión con que
acostumbras mirar a los
afligidos. Como te lo pido así
lo espero, para que pueda,
con el mayor regocijo de mi
corazón, cantar en el tiempo y
en la eternidad, espero en
José, mi abogado dulcísimo y
no quede confundido. Amén.
ORACIÓN
A L A B A D O
S e a b e n d i t o y a l a b a d o
e l S a n t í s i m o J o s é ,
p o r q u e d e l E t e r n o P a d r e
e n e l m u n d o i m a g e n f u e .
S e a e t e r n a m e n t e a l a b a d o ,
p o r q u e c o n s u m o p l a c e r ,
f u e v e n e r a d o p o r P a d r e
d e l V e r b o E t e r n o t a m b i é n .
S e a b e n d i t o y a l a b a d o ,
p o r q u e s u s t i t o e s
d e l E s p í r i t u D i v i n o ,
g u a r d á n d o l e e n t e r a f é .
S e a m i l v e c e s a l a b a d o ,
p u e s m e r e c i ó e l s u m o b i e n
d e h a b e r s i d o a m a n t e e s p o s o ,
d e l a m á s p u r a M u j e r .
S e a b e n d i t o y a l a b a d o ,
p o r q u e s u p o m a n t e n e r
a J e s ú s N i ñ o y s u M a d r e ,
s i n a h o r r o d e l p a d e c e r .
S e a b e n d i t o y a l a b a d o
p u e s p a r a t a n a l t o s e r ,
D i o s e n t r e m i l l a s d e h o m b r e s
a J o s é q u i s o e s c o g e r .
S e a e n e l c i e l o y t i e r r a a l a b a d o
a p e s a r d e L u c i f e r ,
p o r l o s s i g l o s d e l o s s i g l o s
e l S a n t o P a t r i a r c a . A m é n .
JACULATORIA
B endita sea la grandeza
que el Señor te concedió,
pues por Esposa te dio
a la Celestial Princesa.
Por dignidad tan excelsa
José, esposo de María,
te pido desde este día
con todo mi corazón,
que me veas compasión
y asistas en mi agonía.
LAVS DEVS
G R A N A D A
S E R Á T U
C R U Z . . .
S A N J U A N D E D I O S , E L L O C O D E
C R I S T O
F I E S T A : 8 D E M A R Z O
“ … E l d í a d e l b i e n a v e n t u r a d o m á r t i r S a n
S e b a s t i á n , e n l a c i u d a d d e G r a n a d a s e
h a c í a e n t o n c e s u n a f i e s t a s o l e m n e e n
l a e r m i t a d e l o s M á r t i r e s … y s u c e d i ó
p r e d i c a r u n e x c e l e n t e v a r ó n , m a e s t r o
e n t e o l o g í a , l l a m a d o e l m a e s t r o Á v i l a ,
l u z y r e s p l a n d o r d e s a n t i d a d … ( J u a n d e
D i o s ) o í d a s a q u e l l a s r a z o n e s v i v a s d e
a q u e l v a r ó n , e n q u e e n g r a n d e c í a e l
p r e m i o q u e e l S e ñ o r h a b í a d a d o a s u
s a n t o m á r t i r , p o r h a b e r p a d e c i d o p o r
s u a m o r t a n t o s t o r m e n t o s , s a c a n d o d e
a q u í a l o q u e s e d e b í a p o n e r u n
c r i s t i a n o p o r s e r v i r a s u S e ñ o r y n o
o f e n d e r l e , y p a d e c e r a t r u e q u e d e e s t o
m i l m u e r t e s ; y a y u d a d o c o n l a g r a c i a
d e l S e ñ o r , q u e d i o v i d a a a q u e l l a s
p a l a b r a s , d e t a l m a n e r a s e l e f i j a r o n e n
s u s e n t r a ñ a s y f u e r o n a é l e f i c a c e s , q u e
l u e g o m o s t r a r o n b i e n s u f u e r z a y
v i r t u d .
P o r q u e , a c a b a d o e l s e r m ó n , s a l i ó d e
a l l í c o m o f u e r a d e s í , d a n d o v o c e s
p i d i e n d o a D i o s m i s e r i c o r d i a … d a n d o
s a l t o s y c o r r i e n d o … h a s t a l l e g a r a s u
p o s a d a … e c h ó m a n o d e l o s l i b r o s q u e
t e n í a , y l o s q u e t r a t a b a n d e c a b a l l e r í a s
y c o s a s p r o f a n a s h a c í a l o s c o n l a s
m a n o s m u c h o s p e d a z o s y c o n l o s
d i e n t e s , y l o s q u e e r a n d e v i d a s d e
s a n t o s … d á b a l o s l i b r e m e n t e d e g r a c i a
a l p r i m e r o q u e s e l o s p e d í a p o r a m o r
d e D i o s … Y a s í d e s n u d o , d e s c a l z o y
d e s c a p e r u z a d o , s i g u i ó o t r a v e z p o r l a s
c a l l e s m á s p r i n c i p a l e s d e G r a n a d a
d a n d o v o c e s , q u e r i e n d o , d e s n u d o ,
s e g u i r a l d e s n u d o I e s u ‑ C r i s t o …
A s í , I o a n , d e e s t a m a n e r a f u e p i d i e n d o
m i s e r i c o r d i a a l S e ñ o r … F u e t a n t o l o q u e
d e e s t o h a c í a , q u e v i s t o p o r p e r s o n a s
h o n r a d a s … , y l o l l e v a r o n a l a p o s a d a d e l
p a d r e Á v i l a … ( q u e ) l e a d m i t i ó p o r h i j o
d e c o n f e s i ó n d e s d e e n t o n c e s , ( y l o
d e s p i d i ó ) d i c i é n d o l e : ‘ H e r m a n o I o a n , …
i d e n h o r a b u e n a , c o n l a b e n d i c i ó n d e
D i o s y l a m í a ; q u e y o c o n f í o e n e l S e ñ o r
q u e n o o s s e r á n e g a d a s u m i s e r i c o r d i a .
L o i n t e r n a r o n e n e l H o s p i t a l R e a l c o m o
e n f e r m o m e n t a l , d o n d e f u e t r a t a d o c o n
l a t e r a p i a u s a d a e n t o n c e s . E s t a
e x p e r i e n c i a l e a y u d ó a m a d u r a r s u
v o c a c i ó n , q u e e x p r e s ó c o n e s t a s
p a l a b r a s : “ I e s u - C r i s t o m e t r a i g a a
t i e m p o y m e d é g r a c i a p a r a q u e y o
t e n g a u n h o s p i t a l , d o n d e p u e d a
r e c o g e r l o s p o b r e s d e s a m p a r a d o s y
f a l t o s d e j u i c i o , y s e r v i r l e s c o m o y o
d e s e o . ”
Pe regrinó a Guadalupe para pedir la
ayuda de la Virgen, de acuerdo con
Juan de Ávila, con el que
previamente se entrevistó en
Montilla y luego en Baeza. En
Guadalupe se le apareció la Virgen y
puso en sus brazos al Niño Jesús.
Entregándole unos pañales, le
encomendó: «Juan, vísteme al Niño
para que aprendas a vestir a los
pobres». Conmovido por la visión, se
formó en lo preciso para afrontar su
obra y comenzó su acción en
Granada, por indicación del padre
Ávila que le alentó en su quehacer.
A finales de 1539 un pequeño
hospital abierto en la calle de
Lucena pronto se llenó con pobres
desamparados cuyo único
patrimonio era el sufrimiento que
llevaban tatuado en sus frentes:
huérfanos, vagabundos, prostitutas,
ancianos, viudas, locos, enfermos
diversos, etc. Los curaba, consolaba,
aseaba y proporcionaba comida. Sin
arredrarse, pedía para ellos por las
calles con una espuerta y dos
marmitas pendidas de su cuello:
«Hermanos, haced bien para
vosotros mismos».
Las noches eran testigos de su
mendicidad: «¿quién se hace bien a
sí mismo dando a los pobres de
Cristo?», decía. Le abrieron las
puertas y le proporcionaron la ayuda
requerida, porque las gentes se
conmovían ante la potente
presencia de aquel hombre menudo
del que brotaba la aureola del amor
divino. A orillas del río Darro, en el
cautivador entorno de la Alhambra,
iba cargado con sus fatigas y
también con sus añoranzas por lo
divino. El arzobispo Ramírez de
Fuenleal le impuso el hábito y le dio
el nombre de Juan de Dios.
Espiritualmente sufrió las
asechanzas del maligno.
En 1549 se declaró un pavoroso
incendio en el hospital, y no dudó
en salvar a sus enfermos penetrando
en el recinto, aunque le aconsejaron
que no expusiera su vida. Sus
hombros fueron la tabla de salvación
de todos ellos. Milagrosamente,
porque lo vieron moverse envuelto
en llamas, no sufrió daño alguno.
Numerosas mujeres descarriadas a
quienes leía la Pasión de Cristo se
convirtieron y cambiaron de vida.
Uno de sus éxitos apostólicos fue
haber logrado reconciliar a Antón
Martín con Pedro de Velasco, asesino
de su hermano. Y es que la caridad
de Juan era desbordante.
A primeros de febrero de 1550 supo
que el río Genil arrastraba madera
en gran cantidad y la precisaba para
sus enfermos. Estando en la rivera,
vio a una persona que se ahogaba.
Se hallaba muy débil, pero se lanzó
al río y la rescató. No obstante,
tamaño esfuerzo le costó la vida
debido a un agotamiento del que no
pudo reponerse.
Este excelso samaritano,
penitente y caritativo, murió con
fama de santidad el 8 de marzo
de 1550 en la casa de los Pisa
donde, a petición del arzobispo,
le habían acogido esperando que
se recuperase. Se había hincado
de rodillas abrazado a su
crucifijo. Urbano VIII lo beatificó
el 21 de septiembre de 1630.
Inocencio XII lo canonizó el 15 de
agosto de 1691. Y León XIII lo
declaró patrono de los hospitales
y de los enfermos.
ACTO DE CONTRICIÓN
Trinidad Santísima, Dios de mi corazón
y Criador de mi alma. Yo que nunca
más fuera de mi juicio, que cuando tan
gravemente te ofendí, me postro
humildemente ante el tribunal de tu
amor, con el corazón verdaderamente
adolorido de tantas ofensas, dándote
Señor, firme palabra de la seria
enmienda de mi vida, y pidiéndome mil
perdones de tantos miles de culpas
que contra tu Inmensa Bondad he
cometido.
Misericordia Señor, Misericordia.
ORACIÓN A DI OS PADRE
Eterno Padre, Soberano de l as l uces, por l os
excel sos méri tos de tu Benj amí n San Juan de
Di os, que por tu amor qui so ser teni do por
l oco, te ruego con vi va f é, no me pri ves j amás
de l as l uces natural es de l a razón en casti go
de mi s cul pas, si no que me des l as l uces
ef i caces de tu graci a para enmendar l os
desordenes y l ocuras de mi vi da. Y de l os que
estando en pecado mortal , han perdi do el
j ui ci o, te api ades, Mi seri cordi oso Padre,
vol vi éndol os al uso natural de su razón, para
que arrepenti dos y conf esaos, se restaures a l a
f i l i aci ón sobrenatural de tu Di vi na Graci a.
Amén.
Padre nuestro, Ave Marí a y Gl ori a.
ORACIÓN A DIOS HIJO
Eterno Hijo, Verbo Divino humanado, por mi amor
hecho hombre y oprobio de los hombres por
salvarme, y por la misma causa tenido por fatuo en
el tribunal de Herodes, te pido con gran confianza
por los grandes méritos del compañero de tus
injurias San Juan de Dios, que fue castigado de los
hombres, como loco, que no descargues sobre mi el
castigo de el gran mal de la demencia, sino que con
las cadenas de tu santo temor, amarres mis
potencias y sentidos para que jamás incurran en las
locuras del pecado, y de los que en estado de
pecado mortal han perdido el juicio, te
compadezcas, volviéndolos a su acuerdo y a tu
gracia, para que en el tremendo día del juicio no
perezcan. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
VISITA PARA EL OCHO
DE MES EN
REVERENCIA DEL
GRAN PADRE DE LOS
POBRES Y SANTÍSIMO
PATRIARCA SAN JUAN
DE DIOS
Por un sacerdote
devoto del mismo
Santo.
ORACIÓN A DIOS ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, Consolador y
Santificador de las Almas, fuego
divino de los corazones, que a los
Apóstoles encerrados en el cenáculo
abrasaste en tu amor. Te suplico
Divino Espíritu con amorosos ruegos
de una ardiente caridad, que por la
intercesión de San Juan de Dios, que
encerrado en una cárcel por loco, se
encendió más en tu amor, me libre
de la gravísima enfermedad de la
demencia, y en lo que me resta de
vida, sepa yo emplear mi juicio en
amarte, y a los que perdieron al
tiempo, que habían perdido tu
gracia, los consuelos, sanándolos, y
los justifiques de modo que vivas y
mueran en tu gracia. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN A SAN JUAN DE DIOS
Santísimo Patriarca San Juan de
Dios, remedio universal de los
enfermos, bien sabes que la
enfermedad de la demencia, es
entre todas las naturales la
mayor, porque privando del
juicio, priva también de disponer
para la muerte. Y pues el mal es
tan grave, tu intercesión ha de
ser la de el mayor empeño,
pidiendo a la Trinidad
Misericordiosísima, derrame
sobre mí alma el mar de sus
misericordias, no castigándome
con el mal tan grave, y dando a
los pobres dementes, remedios
tan eficaces, que, con ellos sanos
ya en cuerpo, aseguren el alma
por una eternidad. Amén.
Tres padres nuestros, Aves
Marías y Glorias.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Santísima Virgen María, refugio de
pecadores, luz clarísima de los
entendimientos, desconcertados con las
tinieblas de la culpa, yo mas que todos,
frenético por mis pasiones he agraviado a
mi Dios, Trino en la Personas, Uno en
esencia, con mis muchas culpas. Pero ya
vuelo en mí y reconozco mi ingratitud, y así
esperando en tus purísimas entrañas, el
remedio imploro, tu amparo. Oh bellísima
María, para convertirme a Dios de todo
corazón, y desde ahora para todos los días
de mi vida, y para la hora de mi muerte, te
ofrezco mis potencias y sentidos con toda
mi alma y cuerpo. Y pues te dignas, Señora,
el ser mi Madre, guárdame como a cosa
tuya y no permitas que mi alma se mancha,
o este en mi cuerpo o de el se aparte en
pecado mortal, sino antes muera, como sea
en gracia de tu Hijo Santísimo, mi Dios y
Señor, en quien creo y en quien espero y a
quien amo y deseo amar por toda la
eternidad. Mas si acaso por justos juicios de
Dios, mi última enfermedad fuere frenesí,
maña, delirio, demencia u otro accidente,
que me prive del uso de los sentidos,
estando en pecado mortal, tu maternal
intercesión ha de ser alcanzarme perfecta
contrición, y que vuelva al uso de mis
sentidos para recibir la saludable medicina
de la penitencia y la Sagrada comunión del
Cuerpo y Sangre Sacramentado de tu Hijo
Jesús, por cuyo amor lo espero conseguir de
tu piedad. Y con la misma confianza te
pido, el que ejecutes tu piedad y grande
misericordia con todos los que en este día,
y en todo el mundo se hallan privados del
juicio, y con riesgo de perderse en ellos el
valor de la Sangre de Cristo Jesús, por estar
sus almas manchadas con la culpa grave,
sea esmero de tu clemencia el volverlos a
su juicio, y de acuerdo, para que reciban los
santos sacramentos, y puestos en gracia de
Dios se logré en ellos el fruto de la Sangre
de Nuestro Redentor Jesucristo, quien por
intercesión y amparo nos conceda a mi y a
todos, vivir y morir en gracia suya, y que
nuestras almas sean presentadas por tus
soberanas manos en el tribunal de Dios.
Amén.
E L L A D R Ó N
D E L C I E L O
S A N D I M A S , E L " B U E N L A D R Ó N "
F I E S T A : 2 5 D E M A R Z O
Sobre este santo solo sabemos
un par de cosas: Había recibido
justo castigo por sus pecados e
iniquidades, y que en el final
de su vida confió en Cristo y
manifestó su fe en Él, lo cual
no es poco.
Ni siquiera el nombre de Dimas
es real (ni el del otro ladrón,
Gestas), sólo parten de una
leyenda apócrifa, que buscó
darle orígenes a este peculiar
personaje que aparece en unos
momentos cruciales de su vida,
de la vida de Cristo y de la
nuestra, en tanto que su
conversión se realiza en el
momento en que se efectúa la
salvación del mundo. Con
respecto a su infancia, la
deliciosa leyenda de San Dimas
cuenta que cuando la Sagrada
Familia huía a Egipto,
perseguida por los soldados de
Herodes, San José y la Virgen
María hallaron una cueva
donde fácilmente se podrían
esconder, si les dejaban entrar.
La cueva estaba habitada por
unos ladrones, que les dejan
entrar. San José les agradece,
diciéndoles que su acto no
quedará sin recompensa, y le
anuncia que será su propio hijo
(Cristo) quien ayudará al suyo
(Dimas) en un futuro. Pero hay
más, estaba el niño Dimas
enfermo de lepra, y al preparar
la Santísima Virgen el baño del
Niño Jesús, pidió a la madre de
Dimas que metiera a su niño en
la artesa. Esta se negó,
diciendo que Jesús se
contagiaría, pero la Virgen le
dijo que confiara. Accedió la
mujer y los niños se bañaron
juntos, y al salir, Dimas estaba
limpio y sano de su
enfermedad.
La conversión de Dimas y la
aseveración de Cristo, de
otorgarle su reino, ese mismo
día, junto con Él es señal de
esperanza para todos los
cristianos. Indudablemente, en el
relato hay sentido alegórico y
cierta liturgia (el "uno a su
derecha y otro a su izquierda"
hace clara referencia a las
palabras de Cristo que "acercará
a los de su derecha y alejará a
los de su izquierda"), lo cual le
da solemnidad y, por tanto realza
la importancia que tiene en el
momento en que sucede. ¿Que
llevó a Dimas (o como se
llamase) a creer en Cristo. La
opinión de casi todos los
escrituristas ha sido siempre que
el ver la paciencia, la
mansedumbre de Cristo durante
toda su Pasión y Cruz, fue lo que
le cambió el corazón.
Un detalle muy interesante, es la
fecha de celebración de San
Dimas, aunque la Iglesia Romana
no lo celebra: el 25 de marzo. El
motivo, sin duda, es la creencia
antigua (no bíblica) de que los
profetas morían el mismo día en
que habían sido concebidos, por
tanto, si Jesucristo había muerto
un 25 de marzo, debía haber sido
concebido un 25 de marzo. Se
asocia la entrada de Dimas en el
cielo con la entrada y salida de
Cristo de este mundo.
Su iconografía es bastante
repetitiva, siempre a la derecha
del Señor, mirándole o mirando
hacia arriba, en contraposición a
“Gestas”, que siempre aparta la
vista del Señor. En la iconografía
oriental, sin embargo, es
frecuente ver el pasaje de su
anuncio a los santos del Antiguo
Testamento que esperan en el
limbo.
Y má s aún, la típica cruz
ortodoxa, que bajo los pies de
Cristo tiene un travesaño
inclinado, representa una
balanza de justicia, y son
precisamente Dimas y Gestas.
Pesadas las acciones de ambos,
cada uno tiene su destino: El
brazo hacia arriba, a la derecha
de Cristo es Dimas que gana el
paraíso, y el otro, que mira hacia
abajo es Gestas, que mira a la
condenación.
Y para finalizar, añadir dos
detalles: San Dimas es patrono
de relojeros (¿por su conversión
"a tiempo"?); atracadores y
ladrones, para hallar las cosas
perdidas. En algunos sitios hay
costumbre de "atar a San Dimas"
(atando un trozo de tela) hasta
que lo perdido aparezca,
reminiscencias del pasado que
tienen su encanto. En Guatemala,
en la Iglesia del Calvario ocurre
algo muy curioso: Es una zona
muy conflictiva y peligrosa, y
dicha iglesia es el santuario de
los delincuentes. Acuden los
ladrones y maleantes a dar
gracias de sus robos, pero a
Gestas, el "mal ladrón" que se
halla en el retablo principal en
una típica escena de Calvario.
Suelen llevarle parte del botín,
dinero o, para no levantar
muchas sospechas, flores, pero
que han de ser compradas con el
beneficio de algun hurto o
maldad. Sobre la cruz en la que
murió, supuestamente se venera
en Chipre; mientras que el
travesaño está en Roma, en la
iglesia de la Santa Cruz.
Ramón Rabre Jordá
MODO DE HACER ESTA NOVENA
El modo de hacer la Novena será ponerle
de rodillas ante una imagen del glorioso
Santo, y, habiendo confesado y
comulgado (si diere licencia el confesor),
apartada de toda ocasión de culpa el
alma, porque no podrá de otra suerte ser
a Dios agradable su súplica, para que la
otorgue su piadosísima clemencia, con
dolor y lágrimas del corazón se hará un
acto de contrición, se signará con la señal
de la Santa Cruz, y luego dirá la oración
común para todos los días, que empieza:
«¡Oh ladrón Santo!», la cual acabada, se
rezan cinco Padrenuestros y cinco
Avemarías, que corresponden a las cinco
letras de DIMAS; y éstos rezados, se
ofrecerán con la oración propia para cada
día; luego la jaculatoria, y por fin la
oración última, común también para
todos los días de la Novena, y procurar no
apartar del alma la consideración de cada
día.
El tiempo será el que la necesidad pidiere
en el año, y el asignado para cada un año,
es nueve días antes de la fiesta, que
celebrará dicho convento de Nuestra
Señora de la Merced, como lo celebra
esta sacratísima Religión el día 24 de
abril, y así empezará la Novena el día 16
de dicho mes, y de estar ocupados en
estos días antecedentes, se hará en los
nueve días subsecuentes. Advirtiendo
también que, si la necesidad urge, se
puede hacer en nueve horas de un mismo
día.
N O V E N A D E L
S A N T O
F E L I C Í S I M O Y
B U E N L A D R Ó N
S A N D I M A S
D I S P Ú S O L A
U N R E L I G I O S O A F E C T O A L S A N T O
H I J O D E D I C H O R E A L M E R C E N A R I O C O N V E N T O
C O N L I C E N C I A D E L O R D I N A R I O
S A N T I A G O D E C U B A
1 9 0 6
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh ladrón Santo, Dimas, penitente el más
dichoso, que desde el ignominioso patíbulo
en que moriste, acompañando a nuestro
Redentor divino en los tormentos del
Calvario, diste el asalto hasta el cielo, en
donde descansas con Su Majestad en su
trono, y con las ardientes palabras de tu
predicación y confesión fervorosa robaste al
mismo Dios la voluntad y arrebataste a
Cristo el corazón! Suplicámoste, ladrón
felicísimo, que por tu intercesión eficaz y
piadosa nos alcances de la divina
misericordia gracia y nos comuniques la
tuya para que robemos a la Soberana
Majestad sus amorosas atenciones a
nuestras súplicas, y así nos conceda el
socorro que para nuestra especial necesidad
le pedimos por tu intercesión en esta
novena, y te rogamos también
humildemente, ladrón del cielo, que, así
como te apiadaste de Cristo y sus
dichosísimos Padres en el camino de Egipto,
cuando saliste a Sus Majestades al
encuentro, y como predicaste celoso al
ladrón protervo en defensa de tu Rey divino,
así, apiadándose de todos nosotros, alcances
de Jesús, María y José, por aquel gozo que
tuvieron con tu piedad, el que nuestro Sumo
Pontífice, y todas las cabezas eclesiásticas, y
nosotros todos, vivamos libres de los
interiores infernales ladrones que nos
asaltan el espíritu para despojarlo de la gala
de las virtudes y de los salteadores
facinerosos que en las ciudades y campos
roban los temporales tesoros; y defiende,
Santo mío, con especialidad los sagrados
templos, los monasterios religiosos,
especialmente el de Nuestra Señora de la
Merced, por haber sido el primero tú que
gozaste el fruto de la Redención, y los
purísimos relicarios de vírgenes, para que así,
dilatando en toda la tierra tu favorable
sombra, te vivamos todos reconocidos,
implorando en todo tiempo y lugar tu
patrocinio, por el cual esperamos imitar tu
muerte dichosa y gozar contigo la eterna luz
de la bienaventuranza. Amén.
DÍA PRIMERO
Domine.
La primera palabra de las que habló Dimas a
Cristo, fué con las que confesó, adoró e invocó
a su Señor Soberano, Domine; el Siriaco añade
mí; y así esté día se considera el soberano
universal dominio de Cristo, y el excesivo
amor que lo hizo esclavo en el mundo para
sacar de la esclavitud tirana del demonio, y se
ejercitará alma y cuerpo en profundos afectos
de humildad y reverentes adoraciones al
Señor de los señores; en sus sagradas
imágenes, y rezando los cinco Padrenuestros y
cinco Avemarías, se ofrecerán con la siguiente
ORACIÓN
¡Oh Señor Soberano de todos los señores,
Jesús dueño amantísimo de nuestras almas,
que, disfrazando con nuestra servil humana
librea vuestra excelsa soberanía por
libertarnos de la esclavitud de la culpa,
empeñáis nuestro reconocimiento a la
sujeción y adoración a vuestro soberano
dominio! Suplicamos, Señor, con vuestros
humildes siervos, que, como al gloriosísimo
ladrón, dichoso siervo vuestro, manifestasteis
en la Cruz las luces de vuestra divinidad
soberana ocultas en la linterna de nuestro
barro, para que os publicara su Señor en el
mundo, así por su intercesión y rendimiento
debido a vuestra alteza, nos alumbréis a todos
los ojos del alma y deis a conocer a todos los
bárbaros y herejes vuestro dominio para que
así os confesemos con Dimas y adoremos
todas las criaturas de la tierra al Dueño único
y universal Señor de nuestras almas, las
cuales, libres de la esclavitud de la culpa, os
sirvan y alaben en la bienaventuranza. Amén.
JACULATORIA
Si después de esclavo infiel,
Dimas, fiel os adoró,
Jesús, porque lo haga yo,
En mí haced del ladrón fiel.
ORACIÓN COMÚN PARA LOS DEMÁS
DÍAS, SACADA DEL «DEVOTO
PEREGRINO», EN LATÍN, Y
TRADUCIDA PARA USO DE TODOS EN
ESPAÑOL
¡Oh, Dimas, penitente ladrón el más
feliz! Si cuando estabas en la Cruz
cuidabas tanto de ti, ahora que reinas
en el cielo con Cristo, acuérdate de mí,
de todos los fieles cautivos, de los que
en el purgatorio están más necesitados
y de los obstinados pecadores, y ruega
al que te guió á su reino, que a mí me
lleve contigo a gozar eternamente en
su Trono. Amén,
Por amor de Dios, un Padrenuestro y
un Avemaría por los cautivos
cristianos, y otro Padrenuestro y
Avemaría por el religioso que la
hizo.
DÍA SEGUNDO
Memento mei.
La segunda palabra que dijo a Cristo el
ladrón penitente, fué con la que le
pidió su memoria, con estas voces:
Memento mei; y así, considerando este
día cuan desdichados son aquellos a
quienes Dios aparta de su memoria,
permitiendo su obstinación en la
culpa, y cuan felices los que la obligan
al recuerdo amoroso, con acordarse de
sus pecados para confesarlos y
llorarlos arrepentidos, se ejercitarán
este día en examinar la conciencia y
confesar con lágrimas y dolor de las
culpas, y rezando lo acostumbrado, se
ofrecerá así:
ORACIÓN
¡Oh amantísimo Jesús Padre finísimo
de nuestras almas, que teniendo
presentes a vuestros ojos todas las
criaturas, a las que se olvidan de vos
por la culpa negáis los auxilios
eficaces, para dar a entender que las
apartáis de vuestra eterna memoria
por moverlas con este castigo a la
penitencia de sus pecados, como
hicisteis con vuestro escogido ladrón,
permitiendo el olvido que tuvo de Vos
en su vida, para que solicitase
arrepentido en la muerte vuestra
memoria!
Suplicamos, Señor y Padre nuestro, que,
por intercesión del ladrón Santo, y por
su memoria tan fina, no nos apartéis de
la vuestra, sino que, purificando con las
luces de vuestros ojos de nuestros
corazones las manchas, miréis las
lágrimas que para lavarlos lloran los
nuestros, porque así os mováis a
comunicarnos los auxilios de la gracia,
que será la señal cierta de que nos
tenéis en vuestra memoria eterna por
todos los siglos. Amén.
JACULATORIA
Ya que tan poco os temí
Para ofenderos, mi Dios,
0, vi dad mis culpas Vos,
Y acordaos, Jesús, de mí.
DÍA TERCERO
Dum veneris .
La tercera palabra del ladrón Santo fué
con la que publicó la gloriosa vuelta de
Cristo a su reino: Dum veneris. Y así
considerarás este día el de nuestra
muerte y partida de este mundo al otro,
ejercitándote en continua oración y
buenas obras; pedirás a Nuestro Señor
nos guíe en el camino del cielo y dé
feliz viaje en la salida de este mundo, y
rezando lo acostumbrado, ofrecerás así:
ORACIÓN
¡Oh Jesús amorosísimo, Capitán
Soberano de la cristiana milicia, que
siendo luz de ciegos, camino de errados
y vida de muertos, sois guía también de
perdidos, como lo fuisteis con el ciego
errado y perdido ladrón a quien
pusisteis y guiasteis en el camino de la
Cruz, que es el de la verdad, para que,
llegando con Vos al monte Calvario,
viéndoos en el trance riguroso de la
muerte, publicara con fe, esperanza y
caridad tan viva vuestra ida gloriosa al
cielo! Suplicamos, Señor, por sus
virtudes heroicas y por vuestra
preciosísima sangre y agonías de
vuestro tránsito, nos lo deis a todos, y
con especialidad a los que están
agonizando, felices, para que,
asistiéndonos con Dimas en la hora
tremenda de nuestra muerte, nos guiéis
á la Jerusalén gloriosa, en donde os
alaben por toda la eternidad nuestras
almas. Amén.
JACULATORIA
Vuestra luz, Jesús divino,
Alumbra mi corazón,
Porque, como buen ladrón,
Os robe á Vos de camino.
DÍA CUARTO
In Regnum tuum.
La última palabra del Santo ladrón a
nuestro dueño Jesús, fué con la que le
juró y publicó su soberano Rey: In
Regnum tuum, y así este día. se
considerará el grande abatimiento a
que obligó nuestro remedio y redención
al Rey Soberano, pues dejó el trono en
que le adoraban los serafines por morir
en la Cruz entre dos ladrones, y
ejercitándose en actos de humildad y
abnegación, y en deseos de acompañar
a Cristo con la Cruz, se rezará lo
acostumbrado, y se ofrecerá, diciendo:
ORACIÓN
¡Oh rey Soberano de los ángeles, Jesús,
amantísimo dueño de los hombres, que
por redimirnos del infernal tirano
dejasteis el excelso Trono de la diestra
de vuestro Eterno Padre, en donde os
adoran su Rey todos los celestiales
espíritus, y moristeis en la Cruz
acompañado de dos ladrones, é
injuriado por falso Rey de los judíos!
Suplicamos, Señor, que, como con el
dichoso Dimas, que fué uno de los dos
ladrones que os acompañaron en el
Calvario, disteis a conocer vuestra
soberana majestad para que os
confesara y publicara su verdadero Rey,
nos deis, por su fe admirable y dolorosa
muerte, luz para que, conociendo
vuestra alta majestad y excelsa
soberanía, os confesemos y sirvamos
fieles vasallos, sin ofensa vuestra, y que
como tales veneremos, amemos y
abracemos todos como trono vuestro la
Cruz, para cargarla con verdadera
resignación y pronta voluntad en esta
vida hasta llegar al monte de la gloria,
donde con Dimas os alabemos por la
eternidad de los siglos. Amén.
JACULATORIA
Mi Jesús, mi Rey, si á Vos
Ya el corazón se avasalla,
Haced que cuando á Vos viva,
Vuestro reino venga a nos.
DÍA Q UINTO
Amen dico tibí.
Al día quinto dará materia para la
consideración la primera de las
palabras que respondió Cristo á
Dimas, y fué ésta: Amen dico tibi;
enseñándonos en ella el Señor que,
no a cualquiera, sino solamente a
aquellas almas que le confiesan,
adoran y llaman arrepentidas, les
asegura su reino y concede las
dulces voces de sus divinos labios, y
así, considerando este día cuan
pronto es Dios en responder a quien
le llama se ejercitará en oración y
penitencia para llamar con voces y
golpes a las puertas del cielo, y
rezando lo acostumbrado, se
ofrecerá así:
ORACIÓN
¡Oh Pastor bueno, Jesús piadosísimo,
que tan atento y pronto respondéis a
los balidos tiernos de las ovejas
perdidas de vuestro rebaño, para
atraerlas a vuestro redil amoroso,
como lo hicisteis con Dimas, ladrón
dichoso, pues de los montes en que
andaba como perdida descarriada
oveja, la trajo al monte del Calvario
vuestra piadosísima misericordia, y
respondisteis tan benigno a sus
tiernas súplicas! Por su intercesión y
vuestra piedad os pedimos,
amorosísimo Pastor Jesús, nos deis
voces para llamaros que sean
agradables a vuestros oídos,
atendáis a los clamores tiernos de
las almas que padecen en el
purgatorio, y nos entréis a todos en
el redil de vuestro costado, para
que, oyendo de cerca vuestros
amantes silbos, os respondamos
alabando vuestra misericordia en
esta vida y todos vuestros divinos
atributos en la eterna. Amén.
JACULATORIA
Jesús, mi pastor amado,
De Dimas, es mi balido:
Respondedme, que perdido
Ando por vuestro ganado.
DÍA SEXTO
Hodie.
La segunda palabra de Cristo fué la
que le prometió al ladrón dichoso en
aquel mismo día su reinó: Hodie y
así éste se considerará en aquel en
que hemos de dar cuenta, de
nuestra vida al divino Juez, que será
el del juicio particular, y se
ejercitarán en componer las cuentas,
ajustar las partidas, y descargar el
alma de las culpas, con la confesión
y penitencia de ellas; y rezando lo
acostumbrado, se ofrecerá:
ORACIÓN
¡Oh Juez rectísimo de nuestras
almas, Jesús, que, sentado a la
diestra de vuestro Eterno Padre,
habéis de juzgar nuestras almas en
el tribunal de vuestro reino, aquel
formidable y espantoso día en que
nos llamáis a juicio, como juzgó
Vuestra Majestad en el tribunal de la
Cruz á Dimas, en el día que detestó
y confesó públicamente sus culpas!
Suplicamos, rectísimo Juez, que, por
intercesión de vuestro ladrón
dichoso, a quien elegimos por
nuestro abogado, y por el valor
infinito de vuestros méritos, que
ponemos para nuestro descargo en
el libro de nuestro juicio, juzguéis
con vuestra infinita piedad nuestras
almas, echando el contrapeso de
vuestra misericordia a la gravedad
de nuestra malicia, para que así
salga a nuestro favor la sentencia, y
la celebremos con Dimas, por todo
el día sin noche en la eternidad de
vuestra gloria. Amén.
JACULATORIA
Hoy, mí Dios, el beneficio
De vuestra piedad invoco,
Para no quedar por loco
Cuando me miréis de juicio.
DÍA SÉPTIMO
Meum.
Este día séptimo, atendiendo a
Cristo tan humanado con Dimas, que
le prometió su lado con estas
palabras: Meum, se considerará la
inmensa bondad con que Dios asiste
a todos y está en todo, y el excesivo
amor que le movió a la institución
del Santísimo Sacramento, por
quedarse con los hombres en el
mundo; y así, ejercitándose este día
en operaciones dignas de los divinos
ojos, recibirá, con licencia del
confesor, a Cristo Sacramentado, y
rezando lo acostumbrado, se
ofrecerá:
ORACIÓN
¡Oh inmenso bien de nuestras almas,
Jesús, que para manifestar el amor
infinito con que asistís a los que os
buscan, aseguró vuestro divino labio,
al penitente dichosísimo Dimas,
vuestro lado y compañía en el cielo,
y nos la comunicáis en el Santísimo
Sacramento del Altar a todas las
almas en el mundo! Suplicamos,
Señor, humildemente, que, a
imitación del ladrón santo, no se
aparten de Vos nuestros espíritus, no
ofendamos con algún desacato la
pureza de vuestros divinos ojos, y
que espiritual o corporalmente os
recibamos siempre en el Sacramento
de la Eucaristía, para que, no
faltándonos jamás a nosotros,
seamos en nuestros pensamientos,
palabras y obras, todos vuestros, y
gozando en este mundo vuestra
compañía soberana, gocemos en el
cielo de vuestra gloriosa visita por
toda la eternidad. Amén.
JACULATORIA
¡Oh Jesús! Vuestra presencia
Gocé con Dimas, y el lado
Qué hace grande, y no privado
De gozar de vuestra esencia.
DÍA OCTAVO
Er is
Para la consideración de este día
octavo, se atenderá bien a la
penúltima palabra que dijo Cristo á
Dimas, prometiéndole su gloria de
fruto: Eris para enseñarnos que en
esta vida no se puede gozar la gloria
de Dios con permanencia; y así,
considerando este día en la
oposición de las glorias y felicidades
de la tierra a las de la eterna gloria,
se ejercitará en el desprecio de
todos los bienes caducos, vanos y
transitorios de este mundo, y en el
deseó de los eternos y verdaderos
gozos del cielo, y rezando lo
acostumbrado, se ofrecerá:
ORACIÓN
¡Oh Eterno é inmenso Jesús,
indefectible bien de nuestro
corazón, que a los más trabajados en
esta vida prometéis y aseguráis el
eterno descanso en vuestra gloria,
como se lo prometisteis á Dimas,
porque lo visteis con tanta
resignación y humildad en los
tormentos de la Cruz! Suplicamos,
Señor, por sus virtudes y vuestros
méritos, deis constancia en la fe,
conformidad con vuestra voluntad y
paciencia en sus muchos trabajos y
tormentos a los cautivos cristianos, y
a todos los que padecen en castigo
de nuestras culpas, nos deis para el
sufrimiento vuestra gracia, para que,
imitando al ladrón paciente y
humilde en las tribulaciones,
merezcamos ser llamados y
escogidos para vuestra gloria, la cual
esperamos por vuestra promesa,
para alabaros en ella sin mudanza,
por los siglos eternos. Amén Jesús.
JACULATORIA
Por Vos, Jesús, sufriré
Cuantos trabajos queráis;
Como Vos a mi vengáis,
Yo al cielo con Vos me iré.
DÍA NOVENO
In Paradiso.
La última palabra que dijo el Señor a
su ladrón dichoso, fué con la que le
concedió su paraíso: In Paradiso, y
así, considerando este día las
gloriosas felicidades y hermosura del
cielo, para conseguirlo será de todo
género de virtudes el ejercicio, y
rezando lo acostumbrado, se
ofrecerá, diciendo:
ORACIÓN
¡Oh Criador Soberano de la gloria,
alegría infinita de nuestras almas,
Jesús, dulce embeleso de los
bienaventurados, qué en premio de
los muchos tormentos que padeció
constante el ladrón San Dimas, en
vuestra compañía en el Calvario, le
disteis el Trono excelso con Vuestra
Majestad en la gloria de nuestro
celestial paraíso! Con todo
rendimiento os pedimos, Jesús
triunfante y glorioso, que por las
virtudes heroicas de San Dimas, y
por el gran deseo y gozo que os
causa la salvación de las almas, no
permitáis salgan desterradas de
vuestro paraíso las nuestras por la
culpa, sino que todos los que están
obstinados en ella hagan penitencia,
en los auxilios de vuestra gracia la
cual mediante os gocemos todos en
vuestra gloria, por todos los siglos
de los siglos. Amén.
JACULATORIA
Si del cielo Dimas hizo
Digno el tormento, Jesús,
Vuestro amor me ponga en Cruz,
Y yo estaré en mi paraíso.
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  • 1. PIEDAD M A R Z O 2 0 2 2 • E D I C I Ó N 1 • V O L U M E N 1
  • 2. C O N T E N I D O 03 04 06 EL SILENCIO DE UN SANTO CORAZÓN DE PADRE SEMANA DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ 10 UNA CONGOJA CASI MORTAL
  • 3. 13 LAS CONGOJAS DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ 16 GRANADA SERÁ TU CRUZ 18 20 22 VISITA A SAN JUAN DE DIOS EL LADRÓN DEL CIELO NOVENA A SAN DIMAS
  • 4. E L S I L E N C I O D E U N S A N T O U N P R O T A G O N I S M O M U D O Entre l os muchos aspectos que pone de rel i eve, pondera en especi al el si l enci o de san José. Su si l enci o estaba i mpregnado de contempl aci ón del mi steri o de Di os, con una acti tud de total di sponi bi l i dad a l a vol untad di vi na. En otras pal abras, el si l enci o de san José no mani fi esta un vací o i nteri or, si no, al contrari o, l a pl eni tud de fe que l l eva en su corazón y que guí a todos sus pensami entos y todos sus actos. Un si l enci o graci as al cual san José, al uní sono con Marí a, guarda l a pal abra de Di os, conoci da a través de l as Sagradas Escri turas, confrontándol a conti nuamente con l os aconteci mi entos de l a vi da de Jesús; un si l enci o entretej i do de oraci ón constante, oraci ón de bendi ci ón del Señor, de adoraci ón de su santí si ma vol untad y de confi anza si n reservas en su provi denci a. No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5, 20). Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida. S. S. Benedicto XVI 18 de diciembre del 2005
  • 5. Así, como por designio de Dios, el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen está unido "indisolublemente al Corazón de Cristo", el corazón que mas de cerca vive en alianza con éstos Dos Corazones es el corazón de San José. Cuando contemplamos el corazón de San José, contemplamos un corazón puro, que dirige todos sus afectos y acciones hacia aquellos que le fueron encomendados, cuya grandeza él supo leer y entender. Todos los movimientos del corazón de San José tenían un solo objetivo: el amor de los Dos Corazones. Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por ellos sufrió; a ellos los defendió y protegió sin interrupción. Su vida era para amar, consolar, proteger y cuidar a los Dos Corazones. Hay que recordar que San José no era Dios hecho hombre, ni tampoco fue concebido inmaculado; el nació con el pecado original igual que todos nosotros. Pero su corazón se hizo uno con el Corazón de María y a través de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús. Veamos como se da en San José esta misteriosa unidad. C O R A Z Ó N D E P A D R E E L C O R A Z Ó N D E L C A S T Í S I M O S A N J O S É El corazón de San José vivió en plena comunión con el Inmaculado Corazón de María. Ella fue para el, igual que lo es para todos nosotros, el camino que lo condujo al misterio del Dios hecho Hombre. En el sueño del ángel, oyó éstas palabras: "No temas tomar contigo a María tu mujer porque lo nacido de ella es del Espíritu Santo." (Mt 1: 20) Con esto, es introducido no solamente en el misterio de la Encarnación, sino también en el misterio del corazón excepcional de la Virgen Santísima, escogida para ser Madre de Dios. San José se dio cuenta que el Mesías y Salvador, tan esperado por su pueblo, había de llegar al mundo a través del seno maternal de María, la mujer a quien Dios le había dado por esposa. ¿Cuál fue la respuesta de San José? " Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomo consigo a su mujer" (Mt 1: 24). En otras palabras, San José se consagrá a María, a su persona, a su corazón, y a su misión. Accedió a la voluntad de Dios quien designó que el, y todo el genero humano, había de recibir al Redentor por manos de María. Mucho mas que todas las generaciones que llamarán bendita a la Virgen por las maravillas que Dios ha hecho en ella (cf. Lc 1: 48-49), San José las supo ver, ponderar, y amar, levantandose así en su corazón, un profundo deseo de protegerla.
  • 6. D espués del de l a Vi r gen, el corazón de San José es el que mas cerca estuvo del Cor azón del Redentor. San José amaba con ver dader o amor pater nal a Cr i sto. Su cor azón estaba uni do de tal f or ma al de Jesús, que mucho antes que San Juan se r ecostar a sobr e el pecho del Señor, ya San José conocí a pl enamente l os l ati dos del Cor azón de Cr i sto y aún mas, Cr i sto conocí a per f ectamente l os l ati dos del cor azón de su padre vi r gi nal , puesto que toda su ni ñez l a pasó r ecostado del pecho de su padr e, San José. En esta comuni ón de " cor azón a Cor azón" , ¿qué secr etos i nsondabl es habr á descubi er to San José en el Cor azón de su Hi j o? El Ángel l e habí a r evel ado en sueño que el Hi j o de Mar í a er a qui en " sal var á a su puebl o de sus pecados" ( Mt 1 : 21 ) . Entendi ó que el Cor azón del Emmanuel era un cor azón humi l de, mi ser i cor di oso y r edentor . Er a el Cor azón de Di os, f or mado por el Espí r i tu Santo, que vi no a sal var a su puebl o. No para una sal vaci ón mer amente temporal , si no mucho mas pr of unda; er a l a sal vaci ón del mal que habí a entr ado en el cor azón humano: el egoí smo, el desamor , l a di vi si ón, l a i nj usti ci a. . . . el pecado. Estos secretos insondables fueron conocidos plenamente por San José, por la intimidad de contemplación de los corazones de Jesús y María. Lo encontramos al lado de la Santísima Virgen en los misterios gozosos del Santo Rosario. Al convivir y contemplar lo que se desarrollaba en la vida de Jesús y en la vida de su esposa, su corazón crecía en admiración y amor a Dios y en ardientes deseos de participar plenamente en su obra. San José, dado como protector de los Dos Corazones en el principio, es ahora encomendado por Dios como protector de toda la familia humana. De forma particular, San José es protector de todos aquellos que aman a los Dos Corazones, que se han unido a ellos y que promueven su pronto Reinado en la humanidad.
  • 7. L A S E M A N A D E V O T A D E L C O R A Z Ó N D E S A N J O S É D I S P U E S T A P O R E L P . I G N A C I O T O M A Y , D E L A C O M P A Ñ Í A D E J E S Ú S I M P R E S O C O N L A S L I C E N C I A S N E C E S A R I A S , P O R L A V D A . D E D . J O S É B E R N A R D O D E H O G A L . A Ñ O D E 1 7 5 1 DOMINGO ORACIÓN Oh Corazón Purísimo, Erario incomparable de Santidad, pureza y dones celestiales, yo te adoro y saludo, te admiro y amo con todo el afecto de mi corazón me alegro de tus soberanas grandezas, y doy afectuosas gracias a la Divina Bondad, por haberte así engrandecido. Más ¡Oh! y como lleno de confusión y dolor, miro a mi corazón tan inmundo y asqueroso con tantas culpas y pecados. ¡Oh, y quien me diera dos fuentes de lágrimas de perfecta contrición para lavarlo de todas las inmundicias! ¡Ah! malditos pecadores, yo con infinito dolor os detesto y abomino, solamente por ser ofensas de la infinita e incomprensible Majestad y Bondad de Dios. ¡Oh Santo mío! a ti clamo, y por tu Purísimo y Santísimo Corazón te suplico, me alcances gracia tan abundante, que yo escoja mil veces hasta la muerte, antes que manche mi corazón, que es Templo vivo de Dios, con alguna culpa, y para que yo emplee todo el tiempo de mi vida en donarlo siempre más y más, con el atavío de las virtudes y de la divina gracia, como yo confiado en tu intercesión, firmemente lo propongo. Se rezan siete padres nuestros, siete aves maría y glorias, en reverencia de los siete dolores y gozos que inundaron el purísimo Corazón del Patriarca Señor San José.
  • 8. LUNES ORACIÓN Oh Corazón Humildísimo de mi Señor San José, yo te adoro, te saludo, te alabo y admiro en tan excelsos dones y privilegios celestiales, y quedo confuso mirando en mis tantas miserias y pecados, y tanta soberbia y altivez de mi corazón. Abre, Santo mío, los ojos de mi mente, para que claramente te conozca, que, en mí, nada tengo y nada puedo de bien, y que lo que tengo y puedo de bien, todo es de Dios, y que lo que tengo de mi no es otra cosa que una pura nada, una pura impotencia, y un abismo de miserias, pecados y malicias, y fortalece en mi corazón, para que, reconociendo todos los bienes que veo en mí, o en los otros, como puros dones de Dios, no quiera más que su sola gloria, alabanza y acción de gracias para este Señor, y para mi no otra cosa, sino lo que merece mi nada, malicia y pecados, que es la confusión y abatimiento. Óyeme, gloriosísimo Santo, por tu tan humilde Corazón, para que consiguiendo por tus méritos esta tan esclarecida virtud, merezca, según la promesa de Cristo, ser ensalzado en el cielo. Amén. MARTES ORACIÓN Oh Corazón Purísimo de mi glorioso Santo, yo te saludo, te adoro, te alabo y admiro tu más seráfica pureza, y doy humildes gracias a la Divina Bondad por haberte con ella adornado, para que fueras digno esposo de la Inmaculada Madre de Dos. ¡Oh y cuan confuso y avergonzado quedo yo, mirando mi corazón tan inmundo y tan manchado, y combatido de continuo de los estímulos de la concupiscencia! ¡Ha, que no he conocido precio de esta Angélica virtud, ni reparado en las luces de su celestial hermosura! Oh Santo mío, abre los ojos de mi alma, para que yo admire su belleza, e instila en ella un entrañable amor y aprecio de esta divina virtud, para que a costa aun de la vida, la conserve siempre pura e incontaminada en la mente, y en el cuerpo, así, firmemente lo propongo y determino, confiado en el amparo y patrocinio tuyo, ejecutarlo hasta la muerte. Amén. M I É R C O L E S O R A C I Ó N O h C o r a z ó n O b e d i e n t í s i m o d e m i S e ñ o r S a n J o s é , t o d o f o r m a d o e n e l C o r a z ó n d e D i o s , y o t e a d o r o , t e s a l u d o y a l a b o . M a s q u e p u e d o h a c e r , s i n o c o n f u n d i r m e y l l o r a r a m a r g a m e n t e , m i r a n d o m i c o r a z ó n p e r v e r s o , t a n c o n t u m a z e n e j e c u t a r l o s p r e c e p t o s d e m i D i o s , y l o s o r d e n e s d e l o s q u e t i e n e n s u l u g a r . A y , q u e h e v i v i d o a c i e g a s , s i n c o n s i d e r a r e l r e n d i m i e n t o , o b e d i e n c i a y a m o r , q u e d e b o a m i D i o s , S e ñ o r y P a d r e a m a n t í s i m o , c o m o s u c r i a t u r a , s u v i l e s c l a v o e i n d i g n í s i m o h i j o . A t i a h o r a t e i n v o c o , O h G l o r i o s o S a n t o m í o , a l c á n z a m e p o r t u o b e d i e n t í s i m o C o r a z ó n , t a n t a s l á g r i m a d e p e r f e c t a c o n t r i c i ó n , q u e s e a n b a s t a n t e s a b o r r a r t o d a s l a s d e s o b e d i e n c i a s d e m i r e b e l d e c o r a z ó n , a l o s a m a b l e s p r e c e p t o s d e m i D i o s , y d e l o s i n t e r p r e t e s d e t u S a n t í s i m a V o l u n t a d , y h a z c o n t u i n t e r c e s i ó n , q u e y o e n a d e l a n t e v i v a s i e m p r e o b e d i e n t e , r e n d i d o y s u j e t o , n o s o l a m e n t e a m i D i o s y S e ñ o r , y a m i s s u p e r i o r e s , s i n o t a m b i é n a t o d a h u m a n a c r i a t u r a , p o r s u a m o r , a l l í f i r m e m e n t e p r o p o n g o e j e c u t a r l o s i e m p r e c o n l a d i v i n a g r a c i a , q u e e s p e r o p o r t u s r u e g o s y m é r i t o s a l c a n z a r d e l a D i v i n a B o n d a d . A m é n . J U E V E S O R A C I Ó N O h C o r a z ó n S a n t í s i m o d e m i S e ñ o r S a n J o s é , t o d o f u e g o d e s e r á f i c o a m o r , y o t e a d o r o , t e a l a b o y a d m i r o e n e s t e s o b e r a n o i n c e n d i o d e c a r i d a d d i v i n a , y d o y h u m i l d e s g r a c i a s a l a b o n d a d i n f i n i t a d e m i D i o s , p o r h a b e r t e c o n e l a b r a z a d o t o d o . ¡ A h ! P o b r e d e m í , q u e n o e h s a b i d o a m a r , s i n o l a b a s u r a y a s q u e r o s i d a d d e l a t i e r r a . ¡ A h ! Q u e c i e g o f u i , p u e s n o h e c o n o c i d o l a i n f i n i t a b o n d a d e i n c o m p r e n s i b l e a m a b i l i d a d d e m i D i o s , p a r a c o n s a g r a r l e t o d o m i a m o r . I n f e l i z y d e s d i c h a d o a q u e l t i e m p o , e n q u e y o n o t e a m é , D i o s m í o , ¡ O h ! y s i p u d i e r a y o h a c e r , a u n c o n p a d e c e r c u a l q u i e r m a l , q u e t o d o t i e m p o d e m i v i d a p a s a d a l o h u b i e r a t o d o , t o d o e m p l e a d o e n a m a r t e s i e m p r e i n c e s a n t e m e n t e a t i , D i o s m í o , s o l o i n f i n i t a m e n t e a m a b l e ¡ A y d o l o r i n e f a b l e ! ¡A y t o r m e n t o d e m i c o r a z ó n s i n r e m e d i o ! ¡A y q u e l o q u e d e s e o y q u i e r o n o e s m á s p o s i b l e ! ¿ Q u é p u e d o h a c e r , D i o s m í o ? t e a m a r é d e s d e e s t e i n s t a n t e , y p o r m i v i d a c o n t o d o m i c o r a z ó n , c o n t o d a m i m e n t e , c o n t o d a m i a l m a , y c o n t o d a s m i s f u e r z a s . A s í l o q u i e r o , a s í f i r m e m e n t e l o d e t e r m i n o , D i o s m í o , c o n t u D i v i n a G r a c i a . S e a s t ú , O h P a d r e m í o a m a n t í s i m o , f i a d o r d e e s t a r e s o l u c i ó n , a l c a n z á n d o m e d e l a D i v i n a B o n d a d u n a t a n p o d e r o s a g r a c i a , q u e s i e m p r e p e r f e c t a m e n t e l a c u m p l a . A m é n .
  • 9. VIERNES ORACIÓN Oh Corazón Excelentísimo de mi Señor San José, que, con tan indecible fortaleza y amor, sufriste agudas espinas, que en esta vida siempre te hirieron y traspasaron, porque conocías que eran del agrado de Dios y de su Santísima Voluntad, que era el centro de todos tus afectos y deseos. ¡Ah! ¿Y hasta cuando yo viviré engañado, huyendo siempre de la Cruz, y el padecer, siendo estos los regalos más ricos y los dones más preciosos, que reparte la Divina Bondad a sus más queridas almas? Ilumina, te ruego, Oh gloriosísimo Santo, mi entendimiento, para que conozca el inestimable valor de la Cruz, y fortalece mi corazón, para que ardientemente la ame, y goce de estar elevado en ella con mi amantísimo Redentor y Dios, y para que juzgándome indigno, como lo soy de este favor tan grande, admire su Divina Bondad, que era tan altamente se digna de favorecer a este gran pecador. Hazlo, Santo mío, con tus ruegos, por el amor que tienes al Humanado Dios y a tu Santísima Esposa, para que, asemejándome yo en esta vida a mi Crucificado Señor, merezca serle semejante en la gloria. Amén. DÍA SÁBADO ORACIÓN Oh Dichoso Corazón de mi Señor San José, Erario riquísimo de celestiales favores e inefables gozos, yo te alabo, te adoro y admiro con gran complacencia de mi corazón la inenarrable felicidad y divinos regalos de que fuiste colmado en esta vida, y ahora con sobreabundante plenitud lo eres eternamente en el Cielo. Yo de corazón me gozo de todos ellos más, que, si fueran míos, y doy humildes y afectuosas gracias a la Divina Bondad por habértelos concedido. ¡Ah! Que yo no pruebo las dulzuras y favores celestiales, porque no purifico mi corazón con los afectos terrenos, apartándole de todos los viles consuelos de las criaturas, ni sufro con humildad y amor las penalidades, con que mi Dios nuestro Señor me regala. A ti recurro, o Santo mío, concede con tu intercesión a mi corazón tan cobarde tanta fortaleza y vigor, para que desasido de las criaturas, huya constantemente, aun de los lícitos recreos de la tierra, y para que tolere con alegría y perfecta resignación todas las adversidades, con que Dios fuere servido favorecerme, para que así no me haga indigno de participar en esta vida las espirituales delicias, que fueren necesarias para el bien de mi alma, y merezca después de ella, de la Divina Misericordia, la eterna y cumplida felicidad en la Gloria. Amén. LAVS DEVS
  • 10. U N A C O N G O J A C A S I M O R T A L . . . L O S C E L O S D E L C A S T Í S I M O S A N J O S É “José... resolvió repudiarla en secreto ” (Mt 1, 19) María —dice el Evangelio — permaneció unos tres meses con su prima Isabel y luego regresó a su casa. Este lacónico texto nos permite imaginar los sentimientos de la Virgen durante el viaje de vuelta... Volvía feliz, pensando en José, pero su felicidad era menos clara que a la ¡da. Sabía que pronto su prometido advertiría su estado, y tal idea le causaba una inquietud que sólo podía paliar pensando en la gloria del Ser divino que llevaba en su seno, adorándole llena de confianza y de abandono. Al llegar a Nazaret, José la acogería con desbordante gozo, que le impediría reparar en su estado. Sin embargo, los signos de su futura maternidad ya habrían comenzado a manifestarse y ciertos síntomas la traicionarían... Las gentes de Nazaret, al darse cuenta, no dejarían de felicitar a la joven pareja...
  • 11. Es entonces cuando estalla el drama en el alma de José. Al principio, no termina de creérselo. Está a punto de rechazar como injurias las enhorabuenas, pero pronto comprende que no hay error posible. No cabe duda: María lleva un niño en su vientre... Y ante esta realidad indudable, sucumbe. Su espíritu se hunde en un abismo de agonía... ¿Dudó de la virtud de María? Bastantes Padres de la Iglesia así lo creen: San Justino, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín... Nosotros pensamos que no, pues nos repugna imaginar que la virginidad de María fuese puesta en entredicho, incluso fugitivamente, en el espíritu de José. Preferimos, con mucho, la opinión de San Jerónimo: «José, sabedor de la virtud de María, rodeó de silencio el misterio que ignoraba». ¿Cómo iba a dudar de la inocencia de María? ¿Cómo iba a creerla culpable de esa debilidad...? Rechazaría tal pensamiento como un crimen. Habría creído más fácilmente a quien le hubiera dicho que las aguas del Jordán corrían hacia su fuente o que el monte Hermón había desaparecido. La inocencia de María era patente en todas sus palabras, en todos sus gestos. Seguía siendo igual de cándida, igual de sencilla... Continuaba realizando sus tareas habituales con la misma dedicación, sin artificio ni duplicidad. Ninguna inquietud, ningún gesto equívoco, rompía la serenidad de su sonrisa o la pureza de su semblante. Cuando se acercaba a él, le miraba con sus ojos profundos, más llenos que nunca de amor y de lealtad, y le tendía las manos con su naturalidad habitual... No, no es una culpable la que tiene ante él. Además, ¿no le ha hecho partícipe de su voto de virginidad?... Pero, ¿por qué no le dice nada? ¿Por qué calla? ¿No tiene acaso derecho a saber la verdad? M arí a, con una sol a pal abra, hubi era podi do tranqui l i zar e i nundar de gozo al angusti ado José. Si no l o hi zo, fue porque no habí a reci bi do el mandato de descubri r el secreto del Rey. Pensarí a que era conveni ente que, por del i cadeza, no hi ci era el l a tal confi denci a a su esposo, y esperarí a, l l ena de confi anza, que Di os habl ara a José. Y mi entras esperaba, rezarí a y se abandonarí a, en manos de l a Sabi durí a i nfi ni ta. Este abandono no i mpedí a que sufri era. Si guardaba si l enci o era porque tení a una fe heroi ca, no porque. fuera i ndi ferente. Veí a l a profundí si ma angusti a que atenazaba a su esposo y l a sentí a como propi a, vi vi endo as¡ su pri mer mi steri o dol oroso. Observaba en su frente arrugada, en sus rasgos afi l ados y ensombreci dos, una especi e de desesperaci ón tanto más profunda cuanto que. no podí a comparti rl a con nadi e. Sus oj os estaban enfebreci dos y fati gados, y el l a adi vi naba que debí a estar pasando horri bl es noches en vel a. Le veí a i r a su trabaj o como a rastras y, si n embargo, conti nuaba guardando si l enci o, aceptando l a i dea atroz de que José al i mentase sospechas sobre esa vi rgi ni dad que él santamente habí a respetado. De hecho, en el al ma de José se desarrol l aba un dramáti co combate. Di os no ha puesto j amás en una si tuaci ón como aquel l a a un al ma superi or en santi dad y amada por El con amor de predi l ecci ón. Durante noches y dí as tuvo que l uchar con aquel eni gma i rresol ubl e, dándol e vuel tas y más vuel tas. Cada hora que pasaba estrechaba más y más el l azo que apretaba su corazón.
  • 12. Al principio pensó en interrogar a María. Intentó hablarle varias veces, pero no lo logró. Las palabras preparadas para iniciar el diálogo morían antes de salir de su boca, convencido de que el silencio de su esposa encerraba un misterio cuyo velo no se creía autorizado a levantar. Se sentía perplejo ante la doble imposibilidad de conservar a María y de condenarla. Su lealtad le ,prohibía tanto seguirla teniendo por esposa como exponerla a la vergüenza pública. No ignoraba la férrea norma dictada por Moisés que ordenaba, en casos como éste, entregarla a 1 los tribunales de justicia, pero como estaba convencido de que María era inocente, buscaba la manera de dejarla en libertad salvaguardando al mismo tiempo su honor. Por una parte no podía conservarla, pues a ello se oponía la Ley. No tenía ningún derecho sobre el fruto que llevaba en sus entrañas, cuyo origen ella le ocultaba, y tampoco quería hacerse solidario de un misterio que le estaba vedado. Se sentía incapaz de construir su matrimonio sobre una mentira. Por otra parte, no quería tampoco tratar a María como a esas adúlteras a que se refería la Ley. El texto del Evangelio lo señala claramente: Porque era "justo", no quería denunciar a su prometida ante los tribunales, ya que estaba envuelta en un misterio que no le correspondía desvelar, un misterio que presentía que venía de Dios. Así pues, sólo una cosa podía hacer, incluso a riesgo de difamarse él mismo. Una cosa con la que creía salvaguardar al mismo tiempo el honor de María y la obediencia a la Ley: se separaría de su prometida no por despecho, sino para respetar un misterio que no le estaba permitido desentrañar. No tendrí a más remedi o que abandonarl a, después de devol verl e su ani l l o y de recuperar l os presentes que l e habí a hecho en l os esponsal es. . . Sí : l a dej arí a en secreto, si n deci r nada a nadi e. Tal vez l e acusaran de cobardí a, pero eso era mej or que acusarl a a el l a. . . Pero José tarda en ej ecutar su proyecto. Lo apl aza dí a tras dí a, hasta que l l ega el momento en que l a si tuaci ón ya no puede prol ongarse. Di os, si n duda, ha aceptado su sacri fi ci o —puesto que nada di ce—, un sacri fi ci o tan duro como el que pi di ó a Abraham mandándol e sacri fi car a I saac, su úni co hi j o. Por fi n, se deci de: Mete en un saco l o que se va a l l evar, para parti r con el al ba. . . Y mi entras espera, di ce: " Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué permi tes que sufra tal marti ri o?. . . " Porque eras agradabl e a Di os, José, l a tentaci ón habí a de probarte. Porque en l a mente del Al tí si mo estabas predesti nado a ser ahogado de l as causas perdi das, haci a qui en vol verán sus oj os l as al mas dol ori das en l as horas tenebrosas y apl astantes, era preci so que tú mi smo l o experi mentases, que estuvi eras preparado para desempeñar tu papel , porque te habí a correspondi do el i ndeci bl e honor de ser padre adopti vo del Verbo encarnado, tení as que quedar marcado con l a Cruz, si gno supremo de su Redenci ón. Y esa Cruz debí a al canzarte en el punto más sensi bl e para ti : el amor que profesabas a aquel l a que, después de Di os, ocupaba el centro de tus pensami entos. . . P . M i c h e l G a s n i e r , O F
  • 13. D EVOCIÓN EN HONOR DE LAS CONGOJAS QUE PADECIÓN EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ EN LOS RECELOS DE SU DIVINA ESPOSA, ANTES QUE EL CIELO LE REVELARA EL SOBERANO MISTERIO DE LA ENCARNACION DEL DIVINO VERBO Dispuesta por un Sacerdote del Obispado de Puebla MOTIVO DE ESTA DEVOCIÓN Es gran consuelo a un espíritu atribulado, y que necesita de remedio en su aflicción, sabe que quien es poderoso para socorrerlo ha experimentado y llevado sobre si la cruz del padecer. Es grande la confianza que sobre el poder y querer añade esta experiencia, y hace creer que ella ha de excitar y avivar la compasión y lástima de aquel a quien se recurre. ¿Quién más atribulado que Señor San José en sus recelos? ¿Qué corazón más rodeado de congojas? Ves aquí, cristiano, el remedio de las tuyas, sean las que fueren, ves aquí el motivo grande para llenar tu corazón de la más segura confianza: José tiene poder y voluntad para socorrerte, él fue atribulado, tu necesitas de consuelo, si careces de en tus aflicciones es por tu omisión en acogerte a su patrocinio: invócalo, que ciertamente te remediará, y para obligarlo, rézale siete Padres nuestros y Aves Marías, y después la siguiente:
  • 14. ¡Oh José justísimo! ¡Oh Patriarca Santo! ¡Oh Varón Celestial adornado de la más invencible fortaleza! ¡Que congojas! ¡Que tribulaciones! ¡Que penas tan agudas combatieron tu generoso y noble Corazón, a vista de la preñez de tu Divina Esposa la Virgen María! disponiendo el cielo que estas penetraran lo más íntimo de tu Espíritu, hasta que llegara el tiempo determinado por Dios para que se te revelara el Misterio de la Encarnación del Verbo en sus virginales entrañas, para el remedio de los mortales. ¡Oh Corazón Afligidísimo de José! ¡Oh Espíritu de José, sumamente combatido! solo a ti pudo fijar la Divina Providencia semejante tormento, y solo a ti también tanto colmo de merecimiento y de gracia. Te probó Dios, se confirmó tu fidelidad y amor para con tu dulcísima Esposa, a vista de los más terribles escuadrones de penas, siendo esta última prueba que se acrisolaría en los ojos de Dios, y declarará digno de ser Nuncio, Hayo, Protector, Custodio, Defensor y Padre putativo del mismo Dios hecho hombre: Yo pues, José admirabilísimo, mirado mi flaqueza y mi pobre corazón, por todas partes combatido de enemigos, de tentaciones, de penas y de peligros, ¿a quien he de llamar sino a ti, que como poderoso y experimentado sabrás compadecerte de mis muchas miserias y remediarlas compasivo? A ti, en fin, consuelo de atribulados, remedio de los desvalidos, y seguro asilo de los que te invocan, a ti, José dulcísimo, abogado mío, recurro en mis trabajos. Tu conoces en Dios las aflicciones de mi corazón, y las necesidades de mi alma, consuélame, puesto que mi confianza y amor para contigo debe obligarte a que me socorras. Así te lo pido, con la mayor humildad, por estas penas que padeciste, y por el gozo que inundó tu Santísimo Corazón y Alma, cuando el Ángel del Señor, desvaneció todos tus temores, declarándote la mayor exaltación que gozaste en la tierra, y gozas ahora en el cielo desde el Trono sublime de tu gloria, pon esos tus ojos amabilísimos sobre este humilde hijo y devoto. Dígnate de recibir benignamente el pequeño obsequio que te eh ofrecido de siete Padres nuestros y siete Aves Marías, en honra de tus aflicciones, para que tu remedies las que me cercan, con la compasión con que acostumbras mirar a los afligidos. Como te lo pido así lo espero, para que pueda, con el mayor regocijo de mi corazón, cantar en el tiempo y en la eternidad, espero en José, mi abogado dulcísimo y no quede confundido. Amén. ORACIÓN
  • 15. A L A B A D O S e a b e n d i t o y a l a b a d o e l S a n t í s i m o J o s é , p o r q u e d e l E t e r n o P a d r e e n e l m u n d o i m a g e n f u e . S e a e t e r n a m e n t e a l a b a d o , p o r q u e c o n s u m o p l a c e r , f u e v e n e r a d o p o r P a d r e d e l V e r b o E t e r n o t a m b i é n . S e a b e n d i t o y a l a b a d o , p o r q u e s u s t i t o e s d e l E s p í r i t u D i v i n o , g u a r d á n d o l e e n t e r a f é . S e a m i l v e c e s a l a b a d o , p u e s m e r e c i ó e l s u m o b i e n d e h a b e r s i d o a m a n t e e s p o s o , d e l a m á s p u r a M u j e r . S e a b e n d i t o y a l a b a d o , p o r q u e s u p o m a n t e n e r a J e s ú s N i ñ o y s u M a d r e , s i n a h o r r o d e l p a d e c e r . S e a b e n d i t o y a l a b a d o p u e s p a r a t a n a l t o s e r , D i o s e n t r e m i l l a s d e h o m b r e s a J o s é q u i s o e s c o g e r . S e a e n e l c i e l o y t i e r r a a l a b a d o a p e s a r d e L u c i f e r , p o r l o s s i g l o s d e l o s s i g l o s e l S a n t o P a t r i a r c a . A m é n . JACULATORIA B endita sea la grandeza que el Señor te concedió, pues por Esposa te dio a la Celestial Princesa. Por dignidad tan excelsa José, esposo de María, te pido desde este día con todo mi corazón, que me veas compasión y asistas en mi agonía. LAVS DEVS
  • 16. G R A N A D A S E R Á T U C R U Z . . . S A N J U A N D E D I O S , E L L O C O D E C R I S T O F I E S T A : 8 D E M A R Z O “ … E l d í a d e l b i e n a v e n t u r a d o m á r t i r S a n S e b a s t i á n , e n l a c i u d a d d e G r a n a d a s e h a c í a e n t o n c e s u n a f i e s t a s o l e m n e e n l a e r m i t a d e l o s M á r t i r e s … y s u c e d i ó p r e d i c a r u n e x c e l e n t e v a r ó n , m a e s t r o e n t e o l o g í a , l l a m a d o e l m a e s t r o Á v i l a , l u z y r e s p l a n d o r d e s a n t i d a d … ( J u a n d e D i o s ) o í d a s a q u e l l a s r a z o n e s v i v a s d e a q u e l v a r ó n , e n q u e e n g r a n d e c í a e l p r e m i o q u e e l S e ñ o r h a b í a d a d o a s u s a n t o m á r t i r , p o r h a b e r p a d e c i d o p o r s u a m o r t a n t o s t o r m e n t o s , s a c a n d o d e a q u í a l o q u e s e d e b í a p o n e r u n c r i s t i a n o p o r s e r v i r a s u S e ñ o r y n o o f e n d e r l e , y p a d e c e r a t r u e q u e d e e s t o m i l m u e r t e s ; y a y u d a d o c o n l a g r a c i a d e l S e ñ o r , q u e d i o v i d a a a q u e l l a s p a l a b r a s , d e t a l m a n e r a s e l e f i j a r o n e n s u s e n t r a ñ a s y f u e r o n a é l e f i c a c e s , q u e l u e g o m o s t r a r o n b i e n s u f u e r z a y v i r t u d . P o r q u e , a c a b a d o e l s e r m ó n , s a l i ó d e a l l í c o m o f u e r a d e s í , d a n d o v o c e s p i d i e n d o a D i o s m i s e r i c o r d i a … d a n d o s a l t o s y c o r r i e n d o … h a s t a l l e g a r a s u p o s a d a … e c h ó m a n o d e l o s l i b r o s q u e t e n í a , y l o s q u e t r a t a b a n d e c a b a l l e r í a s y c o s a s p r o f a n a s h a c í a l o s c o n l a s m a n o s m u c h o s p e d a z o s y c o n l o s d i e n t e s , y l o s q u e e r a n d e v i d a s d e s a n t o s … d á b a l o s l i b r e m e n t e d e g r a c i a a l p r i m e r o q u e s e l o s p e d í a p o r a m o r d e D i o s … Y a s í d e s n u d o , d e s c a l z o y d e s c a p e r u z a d o , s i g u i ó o t r a v e z p o r l a s c a l l e s m á s p r i n c i p a l e s d e G r a n a d a d a n d o v o c e s , q u e r i e n d o , d e s n u d o , s e g u i r a l d e s n u d o I e s u ‑ C r i s t o … A s í , I o a n , d e e s t a m a n e r a f u e p i d i e n d o m i s e r i c o r d i a a l S e ñ o r … F u e t a n t o l o q u e d e e s t o h a c í a , q u e v i s t o p o r p e r s o n a s h o n r a d a s … , y l o l l e v a r o n a l a p o s a d a d e l p a d r e Á v i l a … ( q u e ) l e a d m i t i ó p o r h i j o d e c o n f e s i ó n d e s d e e n t o n c e s , ( y l o d e s p i d i ó ) d i c i é n d o l e : ‘ H e r m a n o I o a n , … i d e n h o r a b u e n a , c o n l a b e n d i c i ó n d e D i o s y l a m í a ; q u e y o c o n f í o e n e l S e ñ o r q u e n o o s s e r á n e g a d a s u m i s e r i c o r d i a . L o i n t e r n a r o n e n e l H o s p i t a l R e a l c o m o e n f e r m o m e n t a l , d o n d e f u e t r a t a d o c o n l a t e r a p i a u s a d a e n t o n c e s . E s t a e x p e r i e n c i a l e a y u d ó a m a d u r a r s u v o c a c i ó n , q u e e x p r e s ó c o n e s t a s p a l a b r a s : “ I e s u - C r i s t o m e t r a i g a a t i e m p o y m e d é g r a c i a p a r a q u e y o t e n g a u n h o s p i t a l , d o n d e p u e d a r e c o g e r l o s p o b r e s d e s a m p a r a d o s y f a l t o s d e j u i c i o , y s e r v i r l e s c o m o y o d e s e o . ”
  • 17. Pe regrinó a Guadalupe para pedir la ayuda de la Virgen, de acuerdo con Juan de Ávila, con el que previamente se entrevistó en Montilla y luego en Baeza. En Guadalupe se le apareció la Virgen y puso en sus brazos al Niño Jesús. Entregándole unos pañales, le encomendó: «Juan, vísteme al Niño para que aprendas a vestir a los pobres». Conmovido por la visión, se formó en lo preciso para afrontar su obra y comenzó su acción en Granada, por indicación del padre Ávila que le alentó en su quehacer. A finales de 1539 un pequeño hospital abierto en la calle de Lucena pronto se llenó con pobres desamparados cuyo único patrimonio era el sufrimiento que llevaban tatuado en sus frentes: huérfanos, vagabundos, prostitutas, ancianos, viudas, locos, enfermos diversos, etc. Los curaba, consolaba, aseaba y proporcionaba comida. Sin arredrarse, pedía para ellos por las calles con una espuerta y dos marmitas pendidas de su cuello: «Hermanos, haced bien para vosotros mismos». Las noches eran testigos de su mendicidad: «¿quién se hace bien a sí mismo dando a los pobres de Cristo?», decía. Le abrieron las puertas y le proporcionaron la ayuda requerida, porque las gentes se conmovían ante la potente presencia de aquel hombre menudo del que brotaba la aureola del amor divino. A orillas del río Darro, en el cautivador entorno de la Alhambra, iba cargado con sus fatigas y también con sus añoranzas por lo divino. El arzobispo Ramírez de Fuenleal le impuso el hábito y le dio el nombre de Juan de Dios. Espiritualmente sufrió las asechanzas del maligno. En 1549 se declaró un pavoroso incendio en el hospital, y no dudó en salvar a sus enfermos penetrando en el recinto, aunque le aconsejaron que no expusiera su vida. Sus hombros fueron la tabla de salvación de todos ellos. Milagrosamente, porque lo vieron moverse envuelto en llamas, no sufrió daño alguno. Numerosas mujeres descarriadas a quienes leía la Pasión de Cristo se convirtieron y cambiaron de vida. Uno de sus éxitos apostólicos fue haber logrado reconciliar a Antón Martín con Pedro de Velasco, asesino de su hermano. Y es que la caridad de Juan era desbordante. A primeros de febrero de 1550 supo que el río Genil arrastraba madera en gran cantidad y la precisaba para sus enfermos. Estando en la rivera, vio a una persona que se ahogaba. Se hallaba muy débil, pero se lanzó al río y la rescató. No obstante, tamaño esfuerzo le costó la vida debido a un agotamiento del que no pudo reponerse. Este excelso samaritano, penitente y caritativo, murió con fama de santidad el 8 de marzo de 1550 en la casa de los Pisa donde, a petición del arzobispo, le habían acogido esperando que se recuperase. Se había hincado de rodillas abrazado a su crucifijo. Urbano VIII lo beatificó el 21 de septiembre de 1630. Inocencio XII lo canonizó el 15 de agosto de 1691. Y León XIII lo declaró patrono de los hospitales y de los enfermos.
  • 18. ACTO DE CONTRICIÓN Trinidad Santísima, Dios de mi corazón y Criador de mi alma. Yo que nunca más fuera de mi juicio, que cuando tan gravemente te ofendí, me postro humildemente ante el tribunal de tu amor, con el corazón verdaderamente adolorido de tantas ofensas, dándote Señor, firme palabra de la seria enmienda de mi vida, y pidiéndome mil perdones de tantos miles de culpas que contra tu Inmensa Bondad he cometido. Misericordia Señor, Misericordia. ORACIÓN A DI OS PADRE Eterno Padre, Soberano de l as l uces, por l os excel sos méri tos de tu Benj amí n San Juan de Di os, que por tu amor qui so ser teni do por l oco, te ruego con vi va f é, no me pri ves j amás de l as l uces natural es de l a razón en casti go de mi s cul pas, si no que me des l as l uces ef i caces de tu graci a para enmendar l os desordenes y l ocuras de mi vi da. Y de l os que estando en pecado mortal , han perdi do el j ui ci o, te api ades, Mi seri cordi oso Padre, vol vi éndol os al uso natural de su razón, para que arrepenti dos y conf esaos, se restaures a l a f i l i aci ón sobrenatural de tu Di vi na Graci a. Amén. Padre nuestro, Ave Marí a y Gl ori a. ORACIÓN A DIOS HIJO Eterno Hijo, Verbo Divino humanado, por mi amor hecho hombre y oprobio de los hombres por salvarme, y por la misma causa tenido por fatuo en el tribunal de Herodes, te pido con gran confianza por los grandes méritos del compañero de tus injurias San Juan de Dios, que fue castigado de los hombres, como loco, que no descargues sobre mi el castigo de el gran mal de la demencia, sino que con las cadenas de tu santo temor, amarres mis potencias y sentidos para que jamás incurran en las locuras del pecado, y de los que en estado de pecado mortal han perdido el juicio, te compadezcas, volviéndolos a su acuerdo y a tu gracia, para que en el tremendo día del juicio no perezcan. Amén. Padre nuestro, Ave María y Gloria. VISITA PARA EL OCHO DE MES EN REVERENCIA DEL GRAN PADRE DE LOS POBRES Y SANTÍSIMO PATRIARCA SAN JUAN DE DIOS Por un sacerdote devoto del mismo Santo.
  • 19. ORACIÓN A DIOS ESPÍRITU SANTO Espíritu Santo, Consolador y Santificador de las Almas, fuego divino de los corazones, que a los Apóstoles encerrados en el cenáculo abrasaste en tu amor. Te suplico Divino Espíritu con amorosos ruegos de una ardiente caridad, que por la intercesión de San Juan de Dios, que encerrado en una cárcel por loco, se encendió más en tu amor, me libre de la gravísima enfermedad de la demencia, y en lo que me resta de vida, sepa yo emplear mi juicio en amarte, y a los que perdieron al tiempo, que habían perdido tu gracia, los consuelos, sanándolos, y los justifiques de modo que vivas y mueran en tu gracia. Amén. Padre nuestro, Ave María y Gloria. ORACIÓN A SAN JUAN DE DIOS Santísimo Patriarca San Juan de Dios, remedio universal de los enfermos, bien sabes que la enfermedad de la demencia, es entre todas las naturales la mayor, porque privando del juicio, priva también de disponer para la muerte. Y pues el mal es tan grave, tu intercesión ha de ser la de el mayor empeño, pidiendo a la Trinidad Misericordiosísima, derrame sobre mí alma el mar de sus misericordias, no castigándome con el mal tan grave, y dando a los pobres dementes, remedios tan eficaces, que, con ellos sanos ya en cuerpo, aseguren el alma por una eternidad. Amén. Tres padres nuestros, Aves Marías y Glorias. ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA Santísima Virgen María, refugio de pecadores, luz clarísima de los entendimientos, desconcertados con las tinieblas de la culpa, yo mas que todos, frenético por mis pasiones he agraviado a mi Dios, Trino en la Personas, Uno en esencia, con mis muchas culpas. Pero ya vuelo en mí y reconozco mi ingratitud, y así esperando en tus purísimas entrañas, el remedio imploro, tu amparo. Oh bellísima María, para convertirme a Dios de todo corazón, y desde ahora para todos los días de mi vida, y para la hora de mi muerte, te ofrezco mis potencias y sentidos con toda mi alma y cuerpo. Y pues te dignas, Señora, el ser mi Madre, guárdame como a cosa tuya y no permitas que mi alma se mancha, o este en mi cuerpo o de el se aparte en pecado mortal, sino antes muera, como sea en gracia de tu Hijo Santísimo, mi Dios y Señor, en quien creo y en quien espero y a quien amo y deseo amar por toda la eternidad. Mas si acaso por justos juicios de Dios, mi última enfermedad fuere frenesí, maña, delirio, demencia u otro accidente, que me prive del uso de los sentidos, estando en pecado mortal, tu maternal intercesión ha de ser alcanzarme perfecta contrición, y que vuelva al uso de mis sentidos para recibir la saludable medicina de la penitencia y la Sagrada comunión del Cuerpo y Sangre Sacramentado de tu Hijo Jesús, por cuyo amor lo espero conseguir de tu piedad. Y con la misma confianza te pido, el que ejecutes tu piedad y grande misericordia con todos los que en este día, y en todo el mundo se hallan privados del juicio, y con riesgo de perderse en ellos el valor de la Sangre de Cristo Jesús, por estar sus almas manchadas con la culpa grave, sea esmero de tu clemencia el volverlos a su juicio, y de acuerdo, para que reciban los santos sacramentos, y puestos en gracia de Dios se logré en ellos el fruto de la Sangre de Nuestro Redentor Jesucristo, quien por intercesión y amparo nos conceda a mi y a todos, vivir y morir en gracia suya, y que nuestras almas sean presentadas por tus soberanas manos en el tribunal de Dios. Amén.
  • 20. E L L A D R Ó N D E L C I E L O S A N D I M A S , E L " B U E N L A D R Ó N " F I E S T A : 2 5 D E M A R Z O Sobre este santo solo sabemos un par de cosas: Había recibido justo castigo por sus pecados e iniquidades, y que en el final de su vida confió en Cristo y manifestó su fe en Él, lo cual no es poco. Ni siquiera el nombre de Dimas es real (ni el del otro ladrón, Gestas), sólo parten de una leyenda apócrifa, que buscó darle orígenes a este peculiar personaje que aparece en unos momentos cruciales de su vida, de la vida de Cristo y de la nuestra, en tanto que su conversión se realiza en el momento en que se efectúa la salvación del mundo. Con respecto a su infancia, la deliciosa leyenda de San Dimas cuenta que cuando la Sagrada Familia huía a Egipto, perseguida por los soldados de Herodes, San José y la Virgen María hallaron una cueva donde fácilmente se podrían esconder, si les dejaban entrar. La cueva estaba habitada por unos ladrones, que les dejan entrar. San José les agradece, diciéndoles que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que será su propio hijo (Cristo) quien ayudará al suyo (Dimas) en un futuro. Pero hay más, estaba el niño Dimas enfermo de lepra, y al preparar la Santísima Virgen el baño del Niño Jesús, pidió a la madre de Dimas que metiera a su niño en la artesa. Esta se negó, diciendo que Jesús se contagiaría, pero la Virgen le dijo que confiara. Accedió la mujer y los niños se bañaron juntos, y al salir, Dimas estaba limpio y sano de su enfermedad.
  • 21. La conversión de Dimas y la aseveración de Cristo, de otorgarle su reino, ese mismo día, junto con Él es señal de esperanza para todos los cristianos. Indudablemente, en el relato hay sentido alegórico y cierta liturgia (el "uno a su derecha y otro a su izquierda" hace clara referencia a las palabras de Cristo que "acercará a los de su derecha y alejará a los de su izquierda"), lo cual le da solemnidad y, por tanto realza la importancia que tiene en el momento en que sucede. ¿Que llevó a Dimas (o como se llamase) a creer en Cristo. La opinión de casi todos los escrituristas ha sido siempre que el ver la paciencia, la mansedumbre de Cristo durante toda su Pasión y Cruz, fue lo que le cambió el corazón. Un detalle muy interesante, es la fecha de celebración de San Dimas, aunque la Iglesia Romana no lo celebra: el 25 de marzo. El motivo, sin duda, es la creencia antigua (no bíblica) de que los profetas morían el mismo día en que habían sido concebidos, por tanto, si Jesucristo había muerto un 25 de marzo, debía haber sido concebido un 25 de marzo. Se asocia la entrada de Dimas en el cielo con la entrada y salida de Cristo de este mundo. Su iconografía es bastante repetitiva, siempre a la derecha del Señor, mirándole o mirando hacia arriba, en contraposición a “Gestas”, que siempre aparta la vista del Señor. En la iconografía oriental, sin embargo, es frecuente ver el pasaje de su anuncio a los santos del Antiguo Testamento que esperan en el limbo. Y má s aún, la típica cruz ortodoxa, que bajo los pies de Cristo tiene un travesaño inclinado, representa una balanza de justicia, y son precisamente Dimas y Gestas. Pesadas las acciones de ambos, cada uno tiene su destino: El brazo hacia arriba, a la derecha de Cristo es Dimas que gana el paraíso, y el otro, que mira hacia abajo es Gestas, que mira a la condenación. Y para finalizar, añadir dos detalles: San Dimas es patrono de relojeros (¿por su conversión "a tiempo"?); atracadores y ladrones, para hallar las cosas perdidas. En algunos sitios hay costumbre de "atar a San Dimas" (atando un trozo de tela) hasta que lo perdido aparezca, reminiscencias del pasado que tienen su encanto. En Guatemala, en la Iglesia del Calvario ocurre algo muy curioso: Es una zona muy conflictiva y peligrosa, y dicha iglesia es el santuario de los delincuentes. Acuden los ladrones y maleantes a dar gracias de sus robos, pero a Gestas, el "mal ladrón" que se halla en el retablo principal en una típica escena de Calvario. Suelen llevarle parte del botín, dinero o, para no levantar muchas sospechas, flores, pero que han de ser compradas con el beneficio de algun hurto o maldad. Sobre la cruz en la que murió, supuestamente se venera en Chipre; mientras que el travesaño está en Roma, en la iglesia de la Santa Cruz. Ramón Rabre Jordá
  • 22. MODO DE HACER ESTA NOVENA El modo de hacer la Novena será ponerle de rodillas ante una imagen del glorioso Santo, y, habiendo confesado y comulgado (si diere licencia el confesor), apartada de toda ocasión de culpa el alma, porque no podrá de otra suerte ser a Dios agradable su súplica, para que la otorgue su piadosísima clemencia, con dolor y lágrimas del corazón se hará un acto de contrición, se signará con la señal de la Santa Cruz, y luego dirá la oración común para todos los días, que empieza: «¡Oh ladrón Santo!», la cual acabada, se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías, que corresponden a las cinco letras de DIMAS; y éstos rezados, se ofrecerán con la oración propia para cada día; luego la jaculatoria, y por fin la oración última, común también para todos los días de la Novena, y procurar no apartar del alma la consideración de cada día. El tiempo será el que la necesidad pidiere en el año, y el asignado para cada un año, es nueve días antes de la fiesta, que celebrará dicho convento de Nuestra Señora de la Merced, como lo celebra esta sacratísima Religión el día 24 de abril, y así empezará la Novena el día 16 de dicho mes, y de estar ocupados en estos días antecedentes, se hará en los nueve días subsecuentes. Advirtiendo también que, si la necesidad urge, se puede hacer en nueve horas de un mismo día. N O V E N A D E L S A N T O F E L I C Í S I M O Y B U E N L A D R Ó N S A N D I M A S D I S P Ú S O L A U N R E L I G I O S O A F E C T O A L S A N T O H I J O D E D I C H O R E A L M E R C E N A R I O C O N V E N T O C O N L I C E N C I A D E L O R D I N A R I O S A N T I A G O D E C U B A 1 9 0 6 ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS ¡Oh ladrón Santo, Dimas, penitente el más dichoso, que desde el ignominioso patíbulo en que moriste, acompañando a nuestro Redentor divino en los tormentos del Calvario, diste el asalto hasta el cielo, en donde descansas con Su Majestad en su trono, y con las ardientes palabras de tu predicación y confesión fervorosa robaste al mismo Dios la voluntad y arrebataste a Cristo el corazón! Suplicámoste, ladrón felicísimo, que por tu intercesión eficaz y piadosa nos alcances de la divina misericordia gracia y nos comuniques la tuya para que robemos a la Soberana Majestad sus amorosas atenciones a nuestras súplicas, y así nos conceda el socorro que para nuestra especial necesidad le pedimos por tu intercesión en esta novena, y te rogamos también humildemente, ladrón del cielo, que, así como te apiadaste de Cristo y sus dichosísimos Padres en el camino de Egipto, cuando saliste a Sus Majestades al encuentro, y como predicaste celoso al ladrón protervo en defensa de tu Rey divino, así, apiadándose de todos nosotros, alcances de Jesús, María y José, por aquel gozo que tuvieron con tu piedad, el que nuestro Sumo Pontífice, y todas las cabezas eclesiásticas, y nosotros todos, vivamos libres de los interiores infernales ladrones que nos asaltan el espíritu para despojarlo de la gala de las virtudes y de los salteadores facinerosos que en las ciudades y campos roban los temporales tesoros; y defiende,
  • 23. Santo mío, con especialidad los sagrados templos, los monasterios religiosos, especialmente el de Nuestra Señora de la Merced, por haber sido el primero tú que gozaste el fruto de la Redención, y los purísimos relicarios de vírgenes, para que así, dilatando en toda la tierra tu favorable sombra, te vivamos todos reconocidos, implorando en todo tiempo y lugar tu patrocinio, por el cual esperamos imitar tu muerte dichosa y gozar contigo la eterna luz de la bienaventuranza. Amén. DÍA PRIMERO Domine. La primera palabra de las que habló Dimas a Cristo, fué con las que confesó, adoró e invocó a su Señor Soberano, Domine; el Siriaco añade mí; y así esté día se considera el soberano universal dominio de Cristo, y el excesivo amor que lo hizo esclavo en el mundo para sacar de la esclavitud tirana del demonio, y se ejercitará alma y cuerpo en profundos afectos de humildad y reverentes adoraciones al Señor de los señores; en sus sagradas imágenes, y rezando los cinco Padrenuestros y cinco Avemarías, se ofrecerán con la siguiente ORACIÓN ¡Oh Señor Soberano de todos los señores, Jesús dueño amantísimo de nuestras almas, que, disfrazando con nuestra servil humana librea vuestra excelsa soberanía por libertarnos de la esclavitud de la culpa, empeñáis nuestro reconocimiento a la sujeción y adoración a vuestro soberano dominio! Suplicamos, Señor, con vuestros humildes siervos, que, como al gloriosísimo ladrón, dichoso siervo vuestro, manifestasteis en la Cruz las luces de vuestra divinidad soberana ocultas en la linterna de nuestro barro, para que os publicara su Señor en el mundo, así por su intercesión y rendimiento debido a vuestra alteza, nos alumbréis a todos los ojos del alma y deis a conocer a todos los bárbaros y herejes vuestro dominio para que así os confesemos con Dimas y adoremos todas las criaturas de la tierra al Dueño único y universal Señor de nuestras almas, las cuales, libres de la esclavitud de la culpa, os sirvan y alaben en la bienaventuranza. Amén. JACULATORIA Si después de esclavo infiel, Dimas, fiel os adoró, Jesús, porque lo haga yo, En mí haced del ladrón fiel. ORACIÓN COMÚN PARA LOS DEMÁS DÍAS, SACADA DEL «DEVOTO PEREGRINO», EN LATÍN, Y TRADUCIDA PARA USO DE TODOS EN ESPAÑOL ¡Oh, Dimas, penitente ladrón el más feliz! Si cuando estabas en la Cruz cuidabas tanto de ti, ahora que reinas en el cielo con Cristo, acuérdate de mí, de todos los fieles cautivos, de los que en el purgatorio están más necesitados y de los obstinados pecadores, y ruega al que te guió á su reino, que a mí me lleve contigo a gozar eternamente en su Trono. Amén, Por amor de Dios, un Padrenuestro y un Avemaría por los cautivos cristianos, y otro Padrenuestro y Avemaría por el religioso que la hizo. DÍA SEGUNDO Memento mei. La segunda palabra que dijo a Cristo el ladrón penitente, fué con la que le pidió su memoria, con estas voces: Memento mei; y así, considerando este día cuan desdichados son aquellos a quienes Dios aparta de su memoria, permitiendo su obstinación en la culpa, y cuan felices los que la obligan al recuerdo amoroso, con acordarse de sus pecados para confesarlos y llorarlos arrepentidos, se ejercitarán este día en examinar la conciencia y confesar con lágrimas y dolor de las culpas, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá así: ORACIÓN ¡Oh amantísimo Jesús Padre finísimo de nuestras almas, que teniendo presentes a vuestros ojos todas las criaturas, a las que se olvidan de vos por la culpa negáis los auxilios eficaces, para dar a entender que las apartáis de vuestra eterna memoria por moverlas con este castigo a la penitencia de sus pecados, como hicisteis con vuestro escogido ladrón, permitiendo el olvido que tuvo de Vos en su vida, para que solicitase arrepentido en la muerte vuestra memoria!
  • 24. Suplicamos, Señor y Padre nuestro, que, por intercesión del ladrón Santo, y por su memoria tan fina, no nos apartéis de la vuestra, sino que, purificando con las luces de vuestros ojos de nuestros corazones las manchas, miréis las lágrimas que para lavarlos lloran los nuestros, porque así os mováis a comunicarnos los auxilios de la gracia, que será la señal cierta de que nos tenéis en vuestra memoria eterna por todos los siglos. Amén. JACULATORIA Ya que tan poco os temí Para ofenderos, mi Dios, 0, vi dad mis culpas Vos, Y acordaos, Jesús, de mí. DÍA TERCERO Dum veneris . La tercera palabra del ladrón Santo fué con la que publicó la gloriosa vuelta de Cristo a su reino: Dum veneris. Y así considerarás este día el de nuestra muerte y partida de este mundo al otro, ejercitándote en continua oración y buenas obras; pedirás a Nuestro Señor nos guíe en el camino del cielo y dé feliz viaje en la salida de este mundo, y rezando lo acostumbrado, ofrecerás así: ORACIÓN ¡Oh Jesús amorosísimo, Capitán Soberano de la cristiana milicia, que siendo luz de ciegos, camino de errados y vida de muertos, sois guía también de perdidos, como lo fuisteis con el ciego errado y perdido ladrón a quien pusisteis y guiasteis en el camino de la Cruz, que es el de la verdad, para que, llegando con Vos al monte Calvario, viéndoos en el trance riguroso de la muerte, publicara con fe, esperanza y caridad tan viva vuestra ida gloriosa al cielo! Suplicamos, Señor, por sus virtudes heroicas y por vuestra preciosísima sangre y agonías de vuestro tránsito, nos lo deis a todos, y con especialidad a los que están agonizando, felices, para que, asistiéndonos con Dimas en la hora tremenda de nuestra muerte, nos guiéis á la Jerusalén gloriosa, en donde os alaben por toda la eternidad nuestras almas. Amén. JACULATORIA Vuestra luz, Jesús divino, Alumbra mi corazón, Porque, como buen ladrón, Os robe á Vos de camino. DÍA CUARTO In Regnum tuum. La última palabra del Santo ladrón a nuestro dueño Jesús, fué con la que le juró y publicó su soberano Rey: In Regnum tuum, y así este día. se considerará el grande abatimiento a que obligó nuestro remedio y redención al Rey Soberano, pues dejó el trono en que le adoraban los serafines por morir en la Cruz entre dos ladrones, y ejercitándose en actos de humildad y abnegación, y en deseos de acompañar a Cristo con la Cruz, se rezará lo acostumbrado, y se ofrecerá, diciendo: ORACIÓN ¡Oh rey Soberano de los ángeles, Jesús, amantísimo dueño de los hombres, que por redimirnos del infernal tirano dejasteis el excelso Trono de la diestra de vuestro Eterno Padre, en donde os adoran su Rey todos los celestiales espíritus, y moristeis en la Cruz acompañado de dos ladrones, é injuriado por falso Rey de los judíos! Suplicamos, Señor, que, como con el dichoso Dimas, que fué uno de los dos ladrones que os acompañaron en el Calvario, disteis a conocer vuestra soberana majestad para que os confesara y publicara su verdadero Rey, nos deis, por su fe admirable y dolorosa muerte, luz para que, conociendo vuestra alta majestad y excelsa soberanía, os confesemos y sirvamos fieles vasallos, sin ofensa vuestra, y que como tales veneremos, amemos y abracemos todos como trono vuestro la Cruz, para cargarla con verdadera resignación y pronta voluntad en esta vida hasta llegar al monte de la gloria, donde con Dimas os alabemos por la eternidad de los siglos. Amén. JACULATORIA Mi Jesús, mi Rey, si á Vos Ya el corazón se avasalla, Haced que cuando á Vos viva, Vuestro reino venga a nos.
  • 25. DÍA Q UINTO Amen dico tibí. Al día quinto dará materia para la consideración la primera de las palabras que respondió Cristo á Dimas, y fué ésta: Amen dico tibi; enseñándonos en ella el Señor que, no a cualquiera, sino solamente a aquellas almas que le confiesan, adoran y llaman arrepentidas, les asegura su reino y concede las dulces voces de sus divinos labios, y así, considerando este día cuan pronto es Dios en responder a quien le llama se ejercitará en oración y penitencia para llamar con voces y golpes a las puertas del cielo, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá así: ORACIÓN ¡Oh Pastor bueno, Jesús piadosísimo, que tan atento y pronto respondéis a los balidos tiernos de las ovejas perdidas de vuestro rebaño, para atraerlas a vuestro redil amoroso, como lo hicisteis con Dimas, ladrón dichoso, pues de los montes en que andaba como perdida descarriada oveja, la trajo al monte del Calvario vuestra piadosísima misericordia, y respondisteis tan benigno a sus tiernas súplicas! Por su intercesión y vuestra piedad os pedimos, amorosísimo Pastor Jesús, nos deis voces para llamaros que sean agradables a vuestros oídos, atendáis a los clamores tiernos de las almas que padecen en el purgatorio, y nos entréis a todos en el redil de vuestro costado, para que, oyendo de cerca vuestros amantes silbos, os respondamos alabando vuestra misericordia en esta vida y todos vuestros divinos atributos en la eterna. Amén. JACULATORIA Jesús, mi pastor amado, De Dimas, es mi balido: Respondedme, que perdido Ando por vuestro ganado. DÍA SEXTO Hodie. La segunda palabra de Cristo fué la que le prometió al ladrón dichoso en aquel mismo día su reinó: Hodie y así éste se considerará en aquel en que hemos de dar cuenta, de nuestra vida al divino Juez, que será el del juicio particular, y se ejercitarán en componer las cuentas, ajustar las partidas, y descargar el alma de las culpas, con la confesión y penitencia de ellas; y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá: ORACIÓN ¡Oh Juez rectísimo de nuestras almas, Jesús, que, sentado a la diestra de vuestro Eterno Padre, habéis de juzgar nuestras almas en el tribunal de vuestro reino, aquel formidable y espantoso día en que nos llamáis a juicio, como juzgó Vuestra Majestad en el tribunal de la Cruz á Dimas, en el día que detestó y confesó públicamente sus culpas! Suplicamos, rectísimo Juez, que, por intercesión de vuestro ladrón dichoso, a quien elegimos por nuestro abogado, y por el valor infinito de vuestros méritos, que ponemos para nuestro descargo en el libro de nuestro juicio, juzguéis con vuestra infinita piedad nuestras almas, echando el contrapeso de vuestra misericordia a la gravedad de nuestra malicia, para que así salga a nuestro favor la sentencia, y la celebremos con Dimas, por todo el día sin noche en la eternidad de vuestra gloria. Amén. JACULATORIA Hoy, mí Dios, el beneficio De vuestra piedad invoco, Para no quedar por loco Cuando me miréis de juicio.
  • 26. DÍA SÉPTIMO Meum. Este día séptimo, atendiendo a Cristo tan humanado con Dimas, que le prometió su lado con estas palabras: Meum, se considerará la inmensa bondad con que Dios asiste a todos y está en todo, y el excesivo amor que le movió a la institución del Santísimo Sacramento, por quedarse con los hombres en el mundo; y así, ejercitándose este día en operaciones dignas de los divinos ojos, recibirá, con licencia del confesor, a Cristo Sacramentado, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá: ORACIÓN ¡Oh inmenso bien de nuestras almas, Jesús, que para manifestar el amor infinito con que asistís a los que os buscan, aseguró vuestro divino labio, al penitente dichosísimo Dimas, vuestro lado y compañía en el cielo, y nos la comunicáis en el Santísimo Sacramento del Altar a todas las almas en el mundo! Suplicamos, Señor, humildemente, que, a imitación del ladrón santo, no se aparten de Vos nuestros espíritus, no ofendamos con algún desacato la pureza de vuestros divinos ojos, y que espiritual o corporalmente os recibamos siempre en el Sacramento de la Eucaristía, para que, no faltándonos jamás a nosotros, seamos en nuestros pensamientos, palabras y obras, todos vuestros, y gozando en este mundo vuestra compañía soberana, gocemos en el cielo de vuestra gloriosa visita por toda la eternidad. Amén. JACULATORIA ¡Oh Jesús! Vuestra presencia Gocé con Dimas, y el lado Qué hace grande, y no privado De gozar de vuestra esencia. DÍA OCTAVO Er is Para la consideración de este día octavo, se atenderá bien a la penúltima palabra que dijo Cristo á Dimas, prometiéndole su gloria de fruto: Eris para enseñarnos que en esta vida no se puede gozar la gloria de Dios con permanencia; y así, considerando este día en la oposición de las glorias y felicidades de la tierra a las de la eterna gloria, se ejercitará en el desprecio de todos los bienes caducos, vanos y transitorios de este mundo, y en el deseó de los eternos y verdaderos gozos del cielo, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá: ORACIÓN ¡Oh Eterno é inmenso Jesús, indefectible bien de nuestro corazón, que a los más trabajados en esta vida prometéis y aseguráis el eterno descanso en vuestra gloria, como se lo prometisteis á Dimas, porque lo visteis con tanta resignación y humildad en los tormentos de la Cruz! Suplicamos, Señor, por sus virtudes y vuestros méritos, deis constancia en la fe, conformidad con vuestra voluntad y paciencia en sus muchos trabajos y tormentos a los cautivos cristianos, y a todos los que padecen en castigo de nuestras culpas, nos deis para el sufrimiento vuestra gracia, para que, imitando al ladrón paciente y humilde en las tribulaciones, merezcamos ser llamados y escogidos para vuestra gloria, la cual esperamos por vuestra promesa, para alabaros en ella sin mudanza, por los siglos eternos. Amén Jesús. JACULATORIA Por Vos, Jesús, sufriré Cuantos trabajos queráis; Como Vos a mi vengáis, Yo al cielo con Vos me iré.
  • 27. DÍA NOVENO In Paradiso. La última palabra que dijo el Señor a su ladrón dichoso, fué con la que le concedió su paraíso: In Paradiso, y así, considerando este día las gloriosas felicidades y hermosura del cielo, para conseguirlo será de todo género de virtudes el ejercicio, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá, diciendo: ORACIÓN ¡Oh Criador Soberano de la gloria, alegría infinita de nuestras almas, Jesús, dulce embeleso de los bienaventurados, qué en premio de los muchos tormentos que padeció constante el ladrón San Dimas, en vuestra compañía en el Calvario, le disteis el Trono excelso con Vuestra Majestad en la gloria de nuestro celestial paraíso! Con todo rendimiento os pedimos, Jesús triunfante y glorioso, que por las virtudes heroicas de San Dimas, y por el gran deseo y gozo que os causa la salvación de las almas, no permitáis salgan desterradas de vuestro paraíso las nuestras por la culpa, sino que todos los que están obstinados en ella hagan penitencia, en los auxilios de vuestra gracia la cual mediante os gocemos todos en vuestra gloria, por todos los siglos de los siglos. Amén. JACULATORIA Si del cielo Dimas hizo Digno el tormento, Jesús, Vuestro amor me ponga en Cruz, Y yo estaré en mi paraíso.
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