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PIEDAD
EDICIÓN 6 • VOLUMEN 1 AGOSTO DE 2022
NOVENA AL APÓSTOL SAN
BARTOLOMÉ
Pag. 21
"NOS HAS LLAMADO
SEÑOR, PARA TI... "
Pag. 27
San Agustín de Hipona
VEINTIOCHO DE MES AL
CORAZÓN DE SAN AGUSTÍN
Pag. 29
CONTENIDO
EL DIVINO SALVADOR DEL
MUNDO
Por el Lic. Ever Alexander Castillo
Pag. 5
"TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA
GLORIOSO"
La Asunción de María al Cielo
Pag. 13
QUINCE GRADAS DE LA
ASUNCIÓN
Pag. 15
SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL
Pag. 18
Por Ramón Rabre Jordá
NOVENA AL DIVINO
SALVADOR
Pag. 7
DIVINO SALVADOR DEL MUNDO
TEN PIEDAD DE NOSOTROS
EL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO
PATRONO TITULAR DE EL SALVADOR EN LA AMÉRICA CENTRAL
Memoria: 6 de Agosto
Si nos remontamos a la historia nacional de El Salvador,
encontramos que al fundarse la Provincia de San
Salvador, el Rey de España, como era su costumbre,
obsequiaba la “Imagen Patronal” y, en este caso, aquí en
la Catedral Metropolitana, aún se conserva la imagen
obsequiada por el Emperador Carlos V de Alemania y I de
España, en 1546.
La celebración se inicia, en lo que hoy es nuestro
país, desde los primeros años de la colonia, y
posiblemente en sus inicios, como un acto de acción
de gracias en el lugar conocido históricamente como
Ciudad Vieja, muy cerca de La Bermuda. Algunos
referentes históricos apuntan a que, durante la
Colonia, la festividad se celebraba con un desfile de
carácter cívico-religioso. Por el hecho de que en los
primeros años no se disponía de una imagen
patronal, se utilizó un banderín real que simbolizaba
al Rey.
En todas las provincias (colonias) se guardaba este
banderín. No es hasta el año de 1546 —no se sabe
exactamente la fecha— que llega la imagen,
obsequiada por el Emperador, del Divino Salvador del
Mundo que se ocupa para la procesión. Desde
entonces hasta la fecha, la fiesta se celebra el 5 de
agosto. La imagen donada por el Emperador Carlos
V, no se prestaba “para representar el acto bíblico de
la transfiguración, ya que se trata de una bella talla de
una sola pieza, lo que dificultaba colocarle la
vestimenta requerida”.
En 1777, el artista y devoto don Silvestre Antonio
García miembro dela Tercer Orden Franciscana,
esculpe la bella imagen del Divino Salvador, que es la
que ahora recorre en procesión cada 5 de agosto la
Ciudad Capital. Esta imagen los salvadoreños de
cariño le dicen “El Colocho’” (por su cabellera).
Desde 1777, don Silvestre García se encargó del cuido de
la imagen y la celebración de la fiesta. Esto lo llevó a cabo
hasta su muerte en 1808, tres décadas después. Los
miembros dela Asociación Cofradía del Divino Salvador,
honran su memoria recordándolo con respeto,
agradecimiento y cariño. Desde la muerte de don Silvestre
hasta la fecha, siempre ha habido un grupo de personas
organizadas en cofradías las que se han encargado en
seguir adelante con lo iniciado por don Silvestre García.
Se constata que a lo largo de los años la Asociación ha
tenido diferentes nombres, pero todos se han centrado en
el mismo objetivo. Desde hace trece años se llama
“Asociación Cofradía del Divino Salvador”, y tiene como
objetivo, rescatar las tradiciones religiosas del Centro
Histórico de San Salvador.
Es importante mencionar que hasta el año 2000 se
mantuvo, desde tiempos de don Silvestre, la tradición que
el carro que trasportaba la imagen de nuestro Patrono de
la República tuviera una altura de entre 17 y 20 metros.
-Por el Lic. Ever Alexander Castillo
NOVENA AL DIVINO SALVADOR DEL
MUNDO
Arreglada por el Sr. Pbro. D. Luis María Argumedo.
Por disposición del M. I. Sr. Canónigo Dr. D. Santiago Vilanova
Provisor y Vicario General del Obispado de San Salvador
República de El Salvador en la América Central
ACTO DE CONTRICIÓN
Dios mío yo me arrepiento de todos los pecados
que he cometido hasta hoy. Y me pesa de todo
corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan
bueno. Propongo firmemente no volver a pecar. Y
confío en que, por tu infinita misericordia, me has
de conceder el perdón de mis culpas y me has de
llevar a la vida eterna. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh Dios! que, en el misterio de la gloriosa
Transfiguración de tu Divino Hijo, te dignaste hacer
brillar las verdades de la fe católica, y confirmar
milagrosamente con tu voz desde la nube, nuestra
adopción de hijos tuyos, te suplicamos humildemente
nos concedas ser coherederos de ese mismo Rey de
la gloria y participantes de su bienaventuranza eterna.
Amén.
Puestos de rodillas delante de la Imagen del Divino Salvador, y con el corazón fervoroso y dispuesto
dirás lo siguiente:
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL
Ipsum audite. A El oid. –(S. Mat. 17)
Vino a la tierra el Salvador para iluminar a los
hombres, vino para ser el Maestro de los
pueblos. Su doctrina es divina, porque
procede de Dios. “Lo que he oído a mi Padre,
eso mismo les enseño a ustedes”, dice Jesús
“Yo soy la luz del mundo”, ha dicho nuestro
Salvador, y el que sigue esa luz, no andará en
tinieblas. En la cumbre del Monte Tabor, el
Padre celestial declara que Jesús es el “Hijo
de sus complacencias” y lo presenta a los
hombres como el Maestro a quien deben oír
para no errar en el conocimiento de la verdad.
“A El escúchenle”. ¡Qué felicidad y qué honor
tan grande es para nosotros ser discípulos de
tal Maestro! Procuremos practicar con
fidelidad y constancia los preceptos del señor;
agradezcamos el inmenso beneficio que nos
ha concedido constituyéndose nuestro
Maestro.
ORACIÓN A LOS SANTOS APÓSTOLES
Gloriosos apóstoles, San Pedro, Santiago y
San Juan, que, por especial predilección del
Divino Salvador, tuvieron la felicidad de
contemplar en el tabor su transfiguración
gloriosa, les rogamos humildemente, nos
alcancen del señor la gracia de hacer con
fervorosa devoción esta santa novena. “Bueno
es estar con Jesús” No permitáis pues, que
nos apartemos jamás de él. Hacednos
participantes de vuestros sentimientos para
vivir unidos a vuestro Salvador mediante una
fé viva, una esperanza firme, y una ardiente
caridad que nos haga dignos de contemplar
eternamente la hermosura infinita de nuestro
Dios y Salvador. Amen
LETANÍAS
Señor, ten misericordia de nosotros,
Cristo, ten misericordia de nosotros,
Jesús, óyenos,
Jesús, escúchanos.
Dios Padre celestial.
Dios Hijo Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Trinidad Santa que eres un solo Dios.
Jesús Hijo de Dios Vivo. R/: Ten Misericordia de
Nosotros
Jesús, esplendor del Padre.
Jesús, candor de luz eterna.
Jesús, rey de la gloria.
Jesús, sol de justicia.
Jesús, Hijo de María Virgen.
Jesús, amable.
Jesús, Admirable.
Jesús, Dios fuerte.
Jesús, Padre del siglo futuro.
Jesús, Ángel del gran consejo.
Jesús, poderosísimo.
Jesús, pacientísimo.
Jesús, obedientísimo.
Jesús, manso y humilde de corazón.
Jesús, amador de la castidad.
Jesús, amante nuestro.
Jesús, Dios de Paz.
Jesús, autor de la vida.
Jesús, ejemplar de las virtudes.
Jesús, celador de las almas.
Jesús, Dios nuestro.
Jesús, refugio nuestro.
Jesús, Padre de los pobres.
Jesús, tesoro de los fieles.
Jesús, buen pastor.
Jesús, luz verdadera.
Jesús, sabiduría eterna.
Jesús, bondad infinita.
Jesús, camino y vida nuestra.
Jesús, gozo de los ángeles.
Jesús, rey de los patriarcas.
Jesús, Maestro de los Apóstoles.
Jesús, Doctor de los Evangelistas.
Jesús, fortaleza de los mártires.
Jesús, luz de los confesores.
Jesús, fuerza de las vírgenes.
Jesús, corona de todos los Santos.
Sednos propicio R/: Perdónanos, Jesús.
Sednos propicio R/: Escúchanos Jesús.
De todo mal, R/: Líbranos Jesús.
De todo pecado.
De tu ira.
Del espíritu de fornicación.
De la muerte perpetua.
Del destierro de tus inspiraciones.
Por el misterio de tu santa encarnación.
Por tu natividad.
Por tu infancia.
Por tu divina vida.
Por tus trabajos.
Por tu agonía y pasión.
Por tu Cruz y desamparo.
Por tus dolores.
Por tu muerte y sepultura.
Por tu resurrección.
Por tu ascensión.
Por la institución de la Santísima Eucaristía.
Por tus gozos.
Por tu gloria.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del
mundo; perdónanos, Jesús.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del
mundo; escúchanos Jesús.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del
mundo, ten misericordia de nosotros. Jesús.
Jesús óyenos
Jesús Escúchanos.
ORACIÓN FINAL
Señor Dios, Jesucristo, que dijiste “pidan y
recibirán; busquen y hallaran; toquen y se les
abrirá” te rogamos concedas lo que pedimos,
gracias a tu divino amor, que de todo corazón
te amemos con obras buenas y palabras y
nunca dejemos de alabarte. Eres Dios, por los
siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
L/: Jesús, Salvador del mundo.
R/: Salva a tu pueblo que en ti confía.
DÍA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL
Bienaventurados los pobres de espíritu
(San Mateo 5,3)
Jesús como Maestro, comenzó sus enseñanzas
estableciendo los principios de la felicidad que habían
sido falseados por el paganismo. De aquí se origina el
contraste entre la doctrina de Jesucristo y la del mundo.
El mundo dice: “Bienaventurados los ricos”, y Jesús
enseña desde el monte diciendo: “Bienaventurados los
pobres”, no precisamente los pobres de nacimiento,
sino los pobres de “espíritu”, cuyo corazón está
desprendido de los bienes de la tierra. ¿Y por qué son
“bienaventurados”? Porque “de ellos es el reino de los
cielos”, dice el Salvador. Esta pobreza cristiana trae
consigo el goce anticipado de la felicidad del cielo, y da
a las almas quietud y paz mientras reciben la herencia
eterna que el Señor les tiene prometida. Lo que nuestro
Salvador nos enseña acerca de la pobreza nos da a
entender lo que debemos pensar de las riquezas y de
los que las consideran como un supremo bien. Para no
apegar nuestro corazón a los bienes caducos y
perecederos y no poseerlos con avaricia, tengamos
presente estas terribles palabras de nuestro soberano
Maestro: “¡Ay de vosotros ricos que tenéis vuestro
consuelo en este mundo”! – (S. Luc. 6-24)
DÍA TERCERO
CONSIDERACIÓN
Aprended de Mi que soy manso.
(S. Mat. 11-29)
La primera lección que nos da nuestro maestro es
sobre la “mansedumbre”. “Aprended de Mí dice, que
soy mando”. El espíritu de mansedumbre es el espíritu
de nuestro Salvador y de sus verdaderos discípulos. El
mundo está agitado y perturbado, porque no reina en
los corazones la mansedumbre cristiana, que trae
consigo la paz en las familias y en las naciones. Esta
virtud deja las enemistades y enojos, los rencores y
venganzas; conserva la paz con Dios, con el prójimo y
consigo mismo. Mantiene en las familias la buena
armonía, la concordia y la unión, y hace que reine la
condescendencia, la tolerancia, la cordialidad y la
benevolencia. San Gregorio Nacianceno dice que “la
mansedumbre” aproxima al hombre a Dios y lo asemeja
a la Divinidad en cuanto es posible a la
criatura humana. Si reflexionamos sobre la
conducta de nuestro Salvador con los hombres,
hallaremos innumerables ejemplos de su
mansedumbre para con todos. Pidamos a Jesús
la gracia de practicar la virtud de mansedumbre,
y si conseguimos ser pacíficos como El,
mereceremos la gloria especial de ser llamados
“hijos de Dios”
DÍA CUARTO
CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL
Aprended de Mí que soy manso y humilde de
corazón
(S. Mat. 11, 29).
La Sagrada Escritura nos enseña que Dios
rechaza a los orgullosos y que sólo da sus
gracias y ensalza a los humildes. Basta esto para
persuadirnos cuánto nos interesa y nos conviene
ser humildes de corazón como nuestro Salvador,
desechando toda presunción, orgullo y vanidad.
Todo cristiano ha contraído en el bautismo la
obligación de seguir a Jesucristo y de imitar sus
virtudes. Nuestro Salvador practicó la humildad
en grado tan eminente que se hizo el oprobio y el
desprecio de los hombres para curar nuestro
orgullo. Toda la vida de nuestro Señor Jesucristo
no fue más que una serie de humillaciones: nació
pobre en un establo; ¡vivió siempre ignorado del
mundo entero por espacio de treinta años, y en
los tres años de su ida pública permitió que la
envidia y la calumnia le tratasen de seductor y
endemoniado! Por último, murió en un suplicio
humillante, propio de criminales, en medio de dos
ladrones, manifestándose, ¡así como el Rey de la
humanidad! Debemos persuadirnos de la
necesidad que tenemos de ser humildes, porque
si la humildad no se puede agradar al Señor. Sin
la humildad no hay virtud sólida, puesto que ella
es la raíz de todas las virtudes: sin la humildad
no hay gracia, porque sólo “a los humildes da
Dios su gracia”. Además, sin la humildad
seríamos inútiles para nuestros prójimos porque
¿cómo podrá Dios bendecir nuestras obras de
caridad y celo si en ellas buscamos nuestra
propia gloria? Esforcémonos, pues, por adquirir
esta virtud tan grata al Señor, y tan necesaria a
nosotros.
DÍA QUINTO
CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL
Dios rechaza a los soberbios.
(Santiago, 4, 6)
Consideremos la necesidad que tenemos de ser
humildes para salvarnos. Y animarnos más a practicar la
humildad que tanto nos recomienda nuestro Salvador.
Consideremos la soberbia. La soberbia consiste en “el
amor desordenado de nuestra propia gloria”. El deseo de
nuestra propia gloria se dice “desordenado” porque se
opone directamente a la ley suprema de toda justicia que
consiste en “dar a cada uno lo que le corresponde”; Pero
el soberbio se engríe y envanece, por todos los dones
naturales y sobrenaturales que halla en sí, se sirve de
ellos para atraerse la estima y los elogios de los
hombres y se pone, en cierto modo, en lugar de Dios.
En todo tiempo el señor ha castigado y castigará
severamente a los orgullosos. ¡Ay! Cuántos cristianos de
toda “condición y estado” han sido víctimas de la
soberbia que los ha conducido al pecado. Grabemos en
nuestra memoria ese precepto del Espíritu Santo: Hijo
mío: no te dejes jamás dominar de la soberbia porque
ella es causa de toda ruina. (Job. 4).
DÍA SEXTO
CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL
Es necesario orar siempre y nunca desfallecer
(S. Luc. 18)
No hay quizá obligación más urgente y grande para un
cristiano como la de “orar siempre”. Nuestro Salvador,
con su ejemplo y sus palabras, nos enseña, que
tenemos necesidad imperiosa de ora para salvarnos. El
Señor desea y quiere dispensarnos sus gracias, pero no
las concede sino a aquel que las pide. El nos dice:
“pedid y recibiréis”; así, pues, el que no pide no recibe.
El que descuida la oración, muy luego caerá en el
pecado, porque, así como el cuerpo no puede
sostenerse sin alimento, así también el alma no podrá
conservar la vida de la gracia si le falta el alimento
espiritual de la oración que le da fortaleza para no caer
en pecado. Las excelencias de la oración las describe
admirablemente Fray Luis de Granada con estas
hermosísimas palabras: “La oración es medicina para los
enfermos, gozo para los afligidos, fortaleza para los
débiles, remedio para los pecadores, regocijo para los
justos, auxilio para los vivos, sufragio para los muertos y
auxilio poderoso para la Iglesia” (Lib. III cap. I). Por eso,
el Príncipe de los Apóstoles, San Pedro dice:
“Hermanos, ¿estad todos unánimes en la oración?
(Sn. Pedro). Para que vuestra oración sea
agradable al Señor debemos hacerla con un
corazón puro y debemos orar con recogimiento,
con atención y humildad. Pero sobre todo debemos
orar “con fe” para alcanzar lo que pedimos. Así lo
enseña nuestro Salvador, diciendo: “Todo cuánto
pidan con fe, crean que lo alcanzaran” (S. Mat. 21,
22). Otra condición indispensable para obtener los
frutos de la oración es la “perseverancia”, pues,
aunque el Señor ha prometido oírnos, no ha dicho
que nos ha de conceder “inmediatamente” lo que le
pedimos, sino que se reserva hacerlo en tiempo
oportuno cuando y como mejor nos convenga.
DÍA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Jesús fue obediente hasta la muerte
(S. Pab. ad Philip 2)
La desobediencia de nuestros primeros padres ha
sido la causa de todos los males que afligen a la
humanidad. Este pecado atrajo sobre la posteridad
de Adán la maldición, pero vino a la tierra el
Salvador del Mundo y por su obediencia admirable
hemos sido redimidos del pecado y colmados de
celestiales dones. En tres palabras quiso el Espíritu
Santo encerrar y transmitir a las generaciones la
historia de la vida oculta del Salvador,
diciéndosenos que “estaba sumiso a ellos”, es
decir, a María y a José (San Luc. 2). Toda la
grandeza de Nuestro Señor parece compendiarse
en su obediencia. Sin la humildad no se puede
agradar a Dios y sin la obediencia no puede haber
humildad. Nuestra obediencia ha de ser, “no por
ellos” sino “por Dios”, porque Dios es origen de
toda potestad legítima; son representantes suyos
los que gobiernan y por lo mismo estamos
obligados “en conciencia”, a obedecer a las
autoridades civiles, en todo aquello que no se
oponga a los mandamientos del Señor. También la
Iglesia es una sociedad y además del Romano
Pontífice están los señores Obispos. Tenemos
pues, la obligación gravísima de obedecer con
prontitud y buena voluntad a ellos. Nuestra
obediencia a los superiores es sumamente útil a
nuestras almas. Porque lo que nos mandan
siempre se refiere a nuestro bien espiritual.
Agradezcamos esa amorosa solicitud por nuestra felicidad
eterna y seamos dóciles a los mandatos de nuestros
Pastores, porque “quien los oye y obedece, presta ese
obsequio al mismo Jesucristo, y el que los desprecia y
ofende, ofende y desprecia al mismo Salvador”. Así lo
enseña nuestro Maestro en su Evangelio. (S. Luc. 10, 16).
Debemos obedecer, no por temor servil, sino por amor a
Dios, que ha querido ser representado por una autoridad
visible. Obedecer por “amor a Dios”, es cosa grande, es
noble y meritoria: es vivir solamente bajo la dependencia
de Dios, en la persona de los superiores. “El obediente
cantará victorias” (Prov. 21)
DÍA OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Dios es caridad.
(S. Juan 1a. Epíst. 4, 8)
La reina de las virtudes es la “caridad”, que consiste en el
amor a Dios y al prójimo. Con mucha verdad afirma el
Discípulo amado que “Dios es caridad” porque fue testigo
ocular de la vida de nuestro amable Salvador, “que pasó
por el mundo haciendo el bien”, sin quejarse de las
ingratitudes que recibió en pago. Tomó sobre sí todas
nuestras miserias para aliviarlas, todas nuestras
iniquidades para expiarlas. Después de una vida llena de
servicios, muere mártir de la caridad y encuentra excusas
aún para sus verdugos. “¡Padre mío: perdónalos porque
no saben lo que hacen!”
DÍA NOVENO
La Transfiguración del Divino Salvador
(S. Mat. 17)
Consideremos piadosamente el gran acontecimiento de la
Transfiguración del Señor, y pidamos la gracia de sacar
copiosos frutos de esta consideración. A ejemplo del
Príncipe de los Apóstoles, penetrémonos de las
intenciones de Nuestro Divino Salvador, que el recuerdo
de la gloriosa Transfiguración, esté siempre vivo en
nuestra memoria para sacar de allí grande generosidad y
constancia en el servicio, diciendo: “si la vista
momentánea de la humanidad glorificada de Jesucristo,
lleno de inmenso gozo y de felicidad suprema al Apóstol
San Pedro, ¿Qué será contemplarla en el cielo?” Y con la
esperanza de tal felicidad que nos está prometida,
exclamaremos en tiempo de prueba, con San Pablo:
“todos los padecimientos de la vida presente, no merecen
compararse con la gloria infinita que el Señor tiene
preparado para los que lo aman”
ET ASUNTA AD CAELUM
"Tu cuerpo es santo y sobremanera
glorioso"
La Asunción de María Santísima al Cielo en cuerpo y alma
Memoria: 15 de Agosto
Los santos Padres y grandes doctores, en las
homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la
fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de
este hecho como de algo ya conocido y aceptado
por los fieles y -lo explican con toda precisión,
procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo
que se conmemora en esta festividad es, no sólo el
hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María
no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su
triunfo sobre la muerte y su glorificación, a imitación
de su hijo único, Jesucristo.
Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre
transmisor de esta tradición, comparando la
asunción de la santa Madre de Dios con sus demás
dotes y privilegios, afirma, con elocuencia
vehemente:
"Convenía que aquella que en el parto había
conservado intacta su virginidad conservara su
cuerpo también después de la muerte libre de la
corruptibilidad. Convenía que aquella que había
llevado al Creador como un niño en su seno tuviera
después su mansión en el cielo. Convenía que la
esposa que el Padre había desposado habitara en el
tálamo celestial. Convenía que aquella que había
visto a su hijo en la cruz y cuya alma había sido
atravesada por la espada del dolor, del que se había
visto libre en el momento del parto, lo contemplara
sentado a la derecha del Padre. Convenía que la
Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que
fuera venerada por toda criatura como Madre y
esclava de Dios."
Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el
cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo
incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el
hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar
santidad de su cuerpo virginal: "Tú, según está escrito, te
muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo
él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté
exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder
su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e
incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y
participe de la vida perfecta."
"La gloriosísima Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador,
dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un
cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la
hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que
él solo conoce." Todos estos argumentos y consideraciones de
los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento,
en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa
Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria
siempre de su destino.
Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo
segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como
la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él,
aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo
infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio,
había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado
y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del
Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa
resurrección de Cristo fue la parte esencial y el ú1timo trofeo de
esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima
Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la
glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo
Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces
se cumplirá la palabra escrita: "La muerte ha sido absorbida en
la victoria." Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a
Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un
mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su
concepción, asociada generosamente a la obra del divino
Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus
consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación
de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la
corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la
muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para
resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey
inmortal de los siglos.
LAS QUINCE GRADAS DE LA ASUNCIÓN
Por la señal...
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dios y señor mío, creador y padre, dulce y regalado
esposo, aquí tenéis al mayor de todos los pecadores,
que suspira por serviros, pues hasta hoy me he
mostrado ingrato, no será así en adelante, ya me pesa
de haberos ofendido, oh si todas las arterias de mi
cuerpo se convirtieran en ojos para llorar lágrimas de
sangre día y noche x las ofensas cometidas contra un
Dios tan bueno y digno de ser amado. Dadme señor
las lágrimas de Pedro, Agustín y Magdalena para llorar
mis pecados, Oh señora mía! Oh madre mía!
Alcánzame el perdón de tu santísimo hijo, y por la
leche con que lo alimentaste, por los servicios que le
prestaste, por las lágrimas que en su pasión lloraste,
por la voluntad con que por imitarlo moriste, y por tu
tránsito y asunción a los cielos, haz que las lágrimas
que han llorado los santos penitentes las viertan mis
ojos, despedazándose mi corazón para q acabe mi
vida con una muerte de puro amor y dolor. Así sea.
1.- Es la primera excelencia
de tu corona imperial
que seas de real descendencia
y sin culpa original.
Ave María....
2.- Que gran singularidad
María en vos se considera
pues que fuiste la primera
que voto virginidad.
Ave María.......
3.- oh María en tu anunciación
cuanto te miro exaltada
pues que fuiste saludada
con nueva salutación.
Ave María ......
4.- Que concibieras señora
del espíritu divino
os concedió el uno y trino
al oír vuestra voz sonora.
Ave María...
5.- aunque le pese al infierno
escogida de Dios fuiste
y en tu seno concebiste
al hijo de Dios eterno.
Ave María...
6.- Que la sacra majestad
a tu virtud concediera
concebir quedando entera
tu santa virginidad.
Ave María...
7.- Vos cargáis con grande gozo
a vuestro hijo celestial
en el vientre virginal
y sin que os fuera gravoso.
Ave María...
8.- Vos paristeis sin dolor
y siempre virgen quedasteis
la integridad no quebrasteis
oh que singular favor.
Ave María...
9.- Leche distéis sola vos
a aquel que de todo es dueño
y le guardasteis el sueño
al hijo eterno de Dios.
Ave María…
10.- La más profunda humildad
se admira en ti virgen pura
ninguna otra creatura
tuvo contigo igualdad.
Ave María...
11.- Mayor y más firme fe
tuviste que todo el resto
de los santos y por esto
tan grande gloria posees.
Ave María...
12.- Fuiste la mártir mayor
tu martirio fue excelente
nada habrá que experimente
igual pena a tu dolor.
Ave María...
13.- Dios te salve María hija de Dios padre,
quien te comunico su poder,
usa de el en la hora de mi muerte
apartando de mi a las potestades infernales.
Ave María...
14.- Dios te salve María santísima, madre de Dios hijo,
quien te lleno de luz y sabiduría,
yo te suplico q en la hora de mi muerte me des tanta luz divina
que disipe las tinieblas y tentaciones del maligno espíritu.
Ave María...
15.- Dios te salve María santísima esposa de Dios Espíritu
Santo,
quien te comunicó los ardores de su caridad,
participa este don en mi alma a la hora de mi muerte
para que no la enfermedad, si no el amor a la suma bondad
acabe con mi vida.
Ave María...
ORACIÓN
Oh María Madre admirable, reina de los ángeles y santos,
consoladora de los afligidos y abogada de los pecadores, a
tus reales y benditas plantas llega humillada esta vilísima
creatura, Recordándote aquella singular promesa q en bien
del género humano te hizo tu santísimo hijo, de que todos los
que te llamaren en la hora de su muerte en memoria de tu
felicísimo tránsito, sean consolados, amparados y protegidos
por tu amante corazón y poderosa diestra librándolos de las
tentaciones del demonio que pretenderá perderlos en tan
angustioso trance, yo desde ahora te invocó para aquella
última hora, y te ofrezco mi alma, mi vida y lo que haga en
estos quince días en el corazón, así como todo lo bueno en
reverencia de tu tránsito y asunción, a fin de lograr una muerte
semejante a la tuya, no soy digno de este favor, pero tú eres
por mil títulos mi madre, y es cosa como natural que los hijos
hereden las enfermedades de los padres; tu enfermedad fue
amor divino, pues haz que el amor de Dios sea el que acabe
con mi vida, y conduzca mi alma al cielo donde reinas con tu
santísimo hijo, para alabarte y bendecirte por toda una
eternidad. Amén.
ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL
EVANGELIO
San Bartolomé, Apóstol
Memoria: 24 de agosto
Por Ramón Rabre Jordá
San Bartolomé, a quien el Evangelio cuenta siempre el sexto en el número de los doce Apóstoles, fue
galileo, de condición tan humilde como todos ellos, siendo de oficio pescador; pero eran muy puras
sus costumbres. Fue hijo de Tolmai, como lo da a entender su propio nombre; porque “Bar” en hebreo
significa lo mismo que hijo. Creyeron algunos que San Bartolomé fue aquel Natanael que San Felipe
llevó a la presencia del Salvador, de quien el mismo Señor hizo aquel bello elogio, cuando dijo: 'Veis
ahí un verdadero israelita, en quien no hay dolo ni artificio'. Pero San Agustín impugna esta opinión,
asegurando que Jesucristo no escogió a Natanael para apóstol suyo, precisamente porque era doctor
de la Ley; y no quería valerse para el ministerio evangélico de letrados ni de sabios, sino de hombres
idiotas y groseros, a fin de que resplandeciese visiblemente su omnipotencia en una obra tan grande,
en la cual no había de tener parte alguna la humana sabiduría.
Fue este santo Apóstol uno de los que más mostraron su generosidad y su fervor en seguir a
Jesucristo. Luego que fue llamado al apostolado, todo lo dejó, y nunca pensó volver a tomar lo que
una vez había dejado. Algunos otros apóstoles, después de su vocación, volvieron al ejercicio de
pescar; pero San Bartolomé no se apartó de su divino Maestro, siendo uno de los mas ansiosos por
acompañarle a todas partes, de los mas embelesados con sus conversaciones, de los más atentos a
sus discursos, y de los más adictos a su divina persona.
Fue llamado al apostolado, todo lo dejó, y nunca pensó volver a
tomar lo que una vez había dejado. Algunos otros apóstoles,
después de su vocación, volvieron al ejercicio de pescar; pero
San Bartolomé no se apartó de su divino Maestro, siendo uno de
los mas ansiosos por acompañarle a todas partes, de los mas
embelesados con sus conversaciones, de los más atentos a sus
discursos, y de los más adictos a su divina persona.
Preso el Salvador del mundo por los judíos, fue general la
consternación en todos los Apóstoles. Aunque ya estaban muy
prevenidos por todo lo que habían oído al Hijo de Dios acerca de
su pasión, con todo eso se llenaron de tristeza, de espanto y de
pavor. Sobrecogió tanto el dolor a Bartolomé viendo a su divino
Maestro tan maltratado, que se estuvo encerrado todos los tres
días de la pasión en la casa donde se habían hospedado en
Jerusalén derramando continuas lágrimas. Enjugáronsele con la
resurrección del Salvador; hasta la ascensión estuvo con los
demás en la escuela de Jesucristo; y desde la ascensión hasta el
día de Pentecostés retirado en el cenáculo.
En aquel día, que fue el quincuagésimo después de la
resurrección; en aquella solemnísima fiesta, llamada
Pentecostés, el Espíritu Santo, cuya inmensidad llena todo el
universo, sin dejar el cielo, vino a la tierra, santificada ya con los
trabajos del Salvador, haciéndola sensible su particular
presencia por la admirable profusión de sus dones, y por una
comunicación más admirable de su persona, de que se sintieron
llenos todos los Apóstoles y todos los discípulos.
En el repartimiento que hicieron entre sí de todas las regiones
del universo tocó a nuestro santo Apóstol la misión de la
Licaonia, de Albania, de las Indias orientales y de la Armenia.
Llevó a ellas el Evangelio en hebreo, que ya había escrito San
Mateo. Extendió las luces de la fe en todas las provincias por
donde pasaba, y no fue el menor de sus milagros la multitud
prodigiosa de conversiones que hacía.
No podían menos de pensar en la venganza todas las
potestades del infierno viéndose tan maltratadas. Los sacerdotes
de los ídolos eran el oprobio de la nación, y conociendo que no
era posible pervertir al rey Polemon, en cuyo corazón había
echado la Religión profundísimas raíces, recurrieron a Astiages,
hermano del mismo Príncipe, que reinaba en una parte de la
Armenia.
Era Astiages idólatra supersticioso, y resolvió vengar la afrenta
que hacía a sus dioses aquel desconocido extranjero.
Convidóle artificiosamente a que pasase a sus Estados, y San
Bartolomé, que ninguna cosa deseaba tanto en este mundo
como derramar la sangre por Jesucristo, corrió
apresuradamente a la corona del martirio. Así fue; pues no
bien había puesto los pies en la corte de Astiages, cuando el
tirano le hizo desollar vivo. No parecía posible tormento más
cruel; pero el Santo le sufrió con tan invicta paciencia, que
hasta los mismos gentiles quedaron asombrados. Y como en
medio del cruelísimo tormento no cesase de predicar la
divinidad de Jesucristo y las grandes verdades de la fe, mandó
el tirano que le cortasen la cabeza. Créese que sucedió esto el
día 25 de agosto, y que el día antecedente había sido
desollado por amor de Jesucristo; siendo acaso este el motivo
por que algunas iglesias celebran su fiesta el día 25, que fue el
de su muerte, y otras el 24, que fue el de su suplicio.
NOVENA A SAN BARTOLOMÉ
APÓSTOL Y MÁRTIR
PRODIGIOSO ABOGADO CONTRA TODA CLASE DE ENFERMEDADES
COMPUESTA POR UN PRESBÍTERO SECULAR DEVOTO DEL SANTO
L/: Oh Dios, venid en mi auxilio.
R/: Señor, apresuraos a socorrerme.
L/: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/: Como era en el principio, y ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús, mi señor y redentor, yo me arrepiento de
todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me
pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido
a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no
volver a pecar y confío en que, por tu infinita
misericordia, me has de conceder el perdón de mis
culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
PRIMER DÍA
¡Oh humildísimo Bartolomé! Vos sois sin duda aquella
alma dichosa, con quien (según nos avisa el Espíritu
Santo) tiene el Altísimo sus complacencias y familiares
conversaciones. Vuestra humildad profunda confunde
mi orgullo; y al ver con esta preciosa virtud os hicisteis
tan amante y tan amado de Jesucristo, concibo un
ardiente deseo de imitaros. ¡Ah Santo mío! ¡quién
tuviera esta dicha! No me faltan motivos para
humillarme; pero soy tan orgulloso, que quizá llego a
envanecerme de aquello mismo que debería llenarme
de confusión y vergüenza. Ahora empero que Vos me
dais de esta virtud tan sublimes ejemplos, quiero
desvanecer mis pensamientos vanos, corregir mis
palabras ruidosas, reformar mis obras estériles y secas
del viento de la vanidad.
¡Amado Patrón mío! Alcanzadme que sea humilde
de corazón; os lo pido con toda efusión de mi alma,
a fin de que, imitándoos en tan sublime virtud, me
asemeje también en todo y por todo a aquel divino
ejemplar Jesucristo, mi amabilísimo Señor. ¡Amén!
ORACIÓN FINAL
¡Oh gloriosísimo Santo Bartolomé!, íntegro sin
mancha ni doblez, ante ti me presento pidiéndote
por la salud emocional y la restauración de la raíz
de mis crisis nerviosas. Asísteme, Oh Santo Varón
de Dios, cuando la nube negra de la desesperación
amenace mi pensamiento, tú que fuiste
atormentado por un cruel martirio apiádate de mí
presente necesidad: (pedir el favor que se necesita)
Oh San Bartolomé intercede por nosotros que
vivimos en un mundo agitado donde las angustias y
temores, los nerviosismos, las ansiedades y
depresiones nos rodean y como olas tempestuosas
se agitan en nuestro interior. ¡Oh San Bartolomé!
restáuranos la paz interior y la paz en nuestros
hogares. Muéstrame que Dios siempre está
conmigo y obtenme la gracia de experimentar paz y
tranquilidad en mi vida. Que siguiendo tus pasos de
Santidad pueda imitar tus virtudes, viviendo una
vida íntegra, sin las manchas de los errores ni
corrupciones de este mundo, para hacerme
merecedor como tú de los halagos del Maestro y
poder un día disfrutar de las bienaventuranzas
dignas del pueblo santo. Te lo ruego por Jesucristo
Nuestro Señor.
SEGUNDO DÍA
¡Oh Bartolomé escogido! Vuestra humildad os
elevó a tanta grandeza, vuestra rectitud os condujo
a tan alta dignidad, vuestra sencillez os alcanzó tan
santa familiaridad con Dios. Al contemplaros
acompañando al Salvador, y designado como a uno
de los maestros del mundo, se me representa
decidido empeño en haceros un fiel retrato de
vuestro divino Maestro. ¡Oh!, ¡qué atención sería la
vuestra para aprender sus doctrinas! ¡qué empeño
en imitar aquella modestia, aquella mansedumbre
sin cobardía, aquel celo sin indiscreción, que
continuamente veíais en Jesucristo!, ¡qué deseo
tan ardiente concebirás de procurar en todo y por
toda la gloria de Dios, al ver que este mismo deseo
traía absorto al divino Maestro!
Sí; Santo mío, así lo acreditaron las innumerables
conversaciones que obrasteis en vuestro glorioso y
memorable apostolado. ¡Oh! ¡Apóstol dichoso! Ya
que tan bien supisteis aprovecharos con el trato del
celestial Maestro, interceded por mí, y alcanzadme
que se agradecido a la divina misericordia, por
haberme elegido entre mil, y haberme hermoseado,
sin ningún mérito mío, con el sello de su preciosa
sangre, a fin de que, acordándome de mi dignidad de
cristiano, imite a mi divino Maestro, procurando
practicar las virtudes para gloria de Dios, bien mío y
de mis hermanos. ¡Amén!
TERCER DÍA
¡Oh generoso Bartolomé! Al mismo tiempo que me
admira vuestra heroica y pronta generosidad no
puedo menos de confundirme, de avergonzarme al
considerar mi flojedad y tibieza. ¡Qué resolución la
vuestra en dejarlo todo al primer llamado del
Salvador! No os contentasteis con dejar cuando
poseíais, y hasta el deseo mismo de poseer, sino que
renunciasteis a vuestra misma voluntad, vuestro
propio querer; en una palabra, os entregasteis todo,
sin reserva, en manos de Jesucristo. 'Oh qué felicidad
la vuestra! ¡Oh cuán bueno y cuán dulce os sería
descansar en la providencia del amabilísimo Jesús!
¡Oh Santo mío! ¡Cuán lejos estoy de tan inapreciable
felicidad! Cuando pienso que después de tantos
llamados, no solo no he abierto mi corazón ingrato al
dulce Huésped que me llamaba, sino que, por un
sórdido placer, por un vil interés, por un puntillo de
honor mal entendido, por una pura bagatela he
dejado a mi Dios, haciéndome su enemigo, me
confundo, me avergüenzo; veo que no debería hacer
más que cubrir de polvo mi boca altanera, y regar la
tierra con lágrimas de contrición. Penetrado, pues, del
más vivo dolor, y animado por la confianza en la
divina misericordia, mientras propongo desde ahora
no solo practicar la pobreza de espíritu, corrigiendo
mi sobrada afición a lo terreno; sino también
escuchar dócilmente mis firmes deseos en vuestra
poderosa protección, desde ahora digo a Dios:
"Señor, hablad, que vuestro siervo escucha". ¡Amén!
CUARTO DÍA
¡Oh fiel y agradecido Bartolomé! ¡Cuán fina fue
vuestra correspondencia! Así como para Vos es de
suma gloria el aprecio que hicisteis de ser apóstol del
Señor. ¡Oh, cómo debería cubrirse de rubor mi
semblante al considerar, que después de tanto tiempo
de haber sido llamado por pura misericordia de Dios a
la comunidad eclesial, no solo no me he aprovechado
de los dones y augustos misterios que se me han
dado, sino que he llegado en cierto modo a
abandonar la misa fe! ¡Oh, qué dolor el mío, cuando
pienso que aquellos respetos humanos que me
apartan de mis piadosos ejercicios, y tal vez del
cumplimiento de mis deberes, me hacen reo en cierto
modo de una vergonzosa falta de fe! ¡Oh venerado
Patrón mío! ¿Cómo podré esperar que Jesucristo me
reconozca como a discípulo suyo delante del Padre
celestial, si desde ahora no me siento más decidido
en confesar su santo nombre delante de los hombres
en volver por su gloria a cumplir religiosamente sus
divinos preceptos, y los de su santa Iglesia? ¡Oh Dios
mío! No; no será en adelante mi conducta tan
descuidada; os lo prometo con todo mi corazón.
Entretanto me acojo humildemente a la protección
poderosa de vuestro amado Apóstol. Sí, santo mío,
imploro vuestra intercesión, y os pido me alcancéis de
mi Señor un rayo de luz vivísima, para poder conocer
toda la gravedad de mis culpas, y una centella de su
amor ardientísimo, para que, despierte, acrisole y
purifique mi corazón, y logre poseer un corazón
nuevo, tierno, fervoroso, lleno del mismo amor, y
solícito de mi eterna salvación. ¡Amén!
QUINTO DÍA
¡Dulce y enamorado Bartolomé! Vos aprendisteis del
mejor de los maestros las leyes del más fino amor.
Vos oísteis de la misma Sabiduría eterna el primero y
máximo de todos los preceptos, que es: Amar a Dios
con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas. Mirando a vuestro Maestro como a verdadero
Dios, y estando en su compañía, ¿qué recelo podíais
tener de excederos en amar a un Ser tal, que reunía
las circunstancias perfectísimas de Maestro, de Señor
y de Creador? Como a Maestro os atraía su preciosa
doctrina, su amable conversación, y demás bellas
prendas: como a Dios y Creados os veíais obligado a
amarle por ser todo vuestro bien.
¡Qué fervores, pues, serían los de vuestro corazón
enamorado! Rodeando siempre, cual sencilla
mariposa, en torno de aquella luz divina, no podríais
menos de caer víctima de su amor. ¡Oh amantísimo
Patrono mío! ¡Cuánto necesito yo una centella de
aquel fuego que comunicó a vuestro corazón el
amor divino! ¡Ah Santo mío! Miradme cuán lleno
estoy de miserias, cuán frío, cuán entorpecido para
amar a mi dulcísimo Jesús. Este amoroso Huésped
ha llamado con muchas instancias, con palabras
sumamente tiernas, a las puertas de mi corazón, me
ha pedido mis afectos, ofreciéndome en cambio su
amor; y yo no he abierto, no he hecho caso de sus
dones, me he hecho el sordo a sus cautivadoras
palabras: en fin, Dios me ha querido amar; me ha
amado como Dios, y yo nunca he correspondido.
¡Infelicidad la mía! Al pensar en esto debería
estremecerme de pies a cabeza, mayormente
debiendo temer que ese Dios esté cansado de tanto
llamar, y obligado por mi resistencia a retirarse.
Ahora su algún incendio experimento en mí, es el
que excitan las viles pasiones, que quisieran borrar
de mi corazón todo vestigio de respeto y amor a mi
Dios. Miradme pues, ¡oh amado Patrón mío! con
ojos de compasión. No prevalezcan sobre mí la
ingratitud, caigan las tinieblas que me esconden la
belleza de mi Jesús y me ocultan la gravísima
obligación que tengo de amarle, ábrase mi
reservado corazón a las divinas bondades; a fin de
que, imitándoos, ame tanto a Dios ya en este
mundo, nada busque sin Dios, nada me satisfaga
sino Dios. ¡Amén!
SEXTO DÍA
¡Oh Bartolomé celoso! ¡Cómo prendió en vuestro
corazón la llama de la caridad que os comunicó el
divino Maestro! Interesado como estabais en
extender la amorosa doctrina que habías aprendido
de aquellos labios suavísimos, nunca os olvidasteis
que Jesucristo había venido a traer fuego a la tierra,
y que su vivo deseo era que se difundiera. ¡Oh cuán
perfectamente correspondisteis a sus deseos,
donde el Espíritu Santo había perfeccionado vuestro
corazón ardiente, superasteis todos los obstáculos,
salvasteis la fragosidad de los caminos, la distancia
de los lugares, despreciasteis los peligros,
vencisteis contradicciones, disipasteis temores,
logrando comunicar extensas regiones el fuego santo
que ardía en vuestro pecho heroico! Desplegasteis
vuestro celo apostólico, logrando humillar al infierno,
dominar los elementos, y hacer deponer cetros y
coronas al pie de la cruz de Jesucristo. ¡Oh amado
Patrón mío! ¡Cuánto me enardecen estos sublimes
rasgos de vuestro celo inflamado! Al considerar que
yo no sólo no he sido de ningún provecho para mis
prójimos, sino que tal vez he sido positivamente
causa de su ruina espiritual con mis obras poco
cristianas, con mis conversaciones nada piadosas, y
sí llenas de la sala mordaz de la crítica, de la
vanidad, del orgullo, quisiera sepultarme en un
perpetuo olvido, para no servir jamás a nadie de
tropiezo. Veo al divino Maestro deseoso de que mis
hermanos sean testigos de mis buenas obras, para
que glorifiquen por ellas al Padre celestial. Pero
¿qué? Si alguna buena obra practico, es a
escondidas, para que el mundo no me tilde de
devoto. ¡Ah Santo Mío! aún envuelto en las tinieblas
del gentilismo. Ayudadme pues, oh Patrón amado;
comunicadme vuestro celo; a fin de que, encendido
mi corazón en el amor divino, procure con obras y
palabras comunicar esta llama celestial a cuantos
tratare, y logre también en el cielo una corona de
apóstol de Jesús. ¡Amén!
SÉPTIMO DÍA
Poderosísimo Bartolomé: al considerar vuestros
insignes triunfos sobre el infierno, no puedo menos
que tributar al Altísimo las más afectuosas alabanzas,
por haberos dotados de un poder tan absoluto. Este
poder aumenta mucho más mi confianza en vuestro
amorosísimo patrocinio. A pensar en las potestades
infernales os temieron tanto, que ni vuestra presencia
podían sufrir, mi alma no puede menos que concebir
con fundamento la esperanza de poder vencer todas
las tentaciones, apoyado en vuestra protección ahora
que os encontráis en la posesión de vuestro Dios, y
gozáis de un poder plenísimo. Socorredme pues, oh
amado Patrón mío. No ignoráis cuanto el infierno
envidia mi suerte; por esto me tiende innumerables
tentaciones, se vale de sus infames aliados, el mundo
y la carne, para hacerme tropezar y caer
miserablemente, adormecerme en el vicio, y hacer
finalmente que sea inútil para mí el fruto copiosísimo
de la pasión y muerte de mi adorable Redentor. ¡Oh,
cuánto trabaja el demonio en mi perdición! ¡Cuánto
se afana! ¡Oh; si hiciera yo tanto para salvarme,
como hace él para perderme; a estas horas sería un
gran santo! Más si hasta ahora le ha bastado al
infernal tentador un leve tropiezo, un vil interés para
hacerme caer, espero no ha de ser así en adelante;
porque imploraré con viva confianza los auxilios de
lo alto; creeré con una firme fe que todo lo puede
con la gracia de Dios, y animado de una invencible
fortaleza que Vos me alcanzaréis, venceré todos los
peligros, despreciaré todos los obstáculos, venceré
todas las dificultades y demás diabólicos artificios
con que el infierno intenta impedir en mí el fruto de
la sangre de mi amoroso Jesús. Concededme Vos,
oh Santo Mío, esta gracia, a fin de que jamás pueda
el enemigo gloriarse de haber prevalecido contra
mí; antes bien sea yo el vencedor, para poder
vencer una brillante corona en el cielo. ¡Amén!
OCTAVO DÍA
¡Oh Bartolomé invicto! Yo os contemplo cual varón
fortísimo, cuya constancia no pudieron rendir la
multitud de trabajos, ni apagar vuestras caridades
las muchas aguas de la tribulación. En medio de los
mayores tormentos no cejasteis en el empeño de
enseñar la doctrina celestial, reportando de vuestra
heroica constancia los más abundantes frutos,
obrando innumerables conversiones hasta el último
momento de vuestra vida. El fuego divino que
abrasaba vuestra vida. El fuego divino que
abrasaba vuestro pecho heroico, os hizo exclamar
entre los vivos tormentos como a otro Pablo:
¿Quién podrá separarme del amor de mi Dios? ni
las cadenas, ni las cárceles, ni los tormentos, ni la
muerte misma son capaces de distraer mi corazón
del amor de Jesucristo. Animado con vuestro
ejemplo, a Vos acudo, oh amado Patrón mío, para
que me alcancéis, tal firmeza en la fe, que ni
trabajos, ni tentaciones, ni persecuciones, ni la
imagen de una muerte horrorosa me hagan vacilar
un solo momento: antes bien, fijo mis ojos en las
celestiales delicias que me prometen, sea constante
hasta la muerte, y lo logre con Vos el premio de la
gloria. ¡Amén!
NOVENO DÍA
¡Oh glorioso y feliz Bartolomé! Mil parabienes os doy
en este día de vuestro triunfo. Quisiera que mi lengua
se multiplicase a proporción de los honores que
merecéis, para felicitaros dignamente por la gloria de
que os veis colmado. ¡Oh, cuánto os enaltecen
vuestros méritos delante de Dios! ¡Oh, cómo se han
convertido en alegrías vuestras penas, vuestros
tormentos, vuestros sacrificios! Vos habéis ya
probado, oh glorioso Patrón mío, que una leve y
momentánea tribulación produce una gloria
imponderable. Animado yo con vuestros heroicos
ejemplos, confiado en aquella caridad perfectísima,
que abrasaba vuestro corazón sobre la tierra, y os
hacía olvidar de vuestras propias necesidades para
socorrer el prójimo, imploro en este día vuestro
poderoso patrocinio. Vuestra caridad no solo ha
llegado a su mayor perfección. Desplegadla, ahora a
favor de esta humildad profunda, un perfecto
agradecimiento a los divinos beneficios, una fe viva
cual Vos la tuvisteis, una firme esperanza que excite
nuestra apatía e indiferencia por los bienes eternos,
una caridad ardiente que nos disponga a sufrir penas,
tribulaciones y la muerte misma, con tal que podamos
amar a Jesucristo. Pero con lo que todo interés os
pedimos, debiendo vivir en medio de un mundo
corrupto, es que nunca olvidemos el fin por el cual
fuimos criados, redimidos y favorecidos con tantas
gracias sobrenaturales, que es para conseguir una
corona de gloria inmarcesible. En cambio, nosotros
nos ofrecemos en cuerpo y alma a vuestro servicio, y
os rogamos nos recibáis, aunque indignos, bajo
vuestra amable y poderosa protección. Recibid entre
tanto nuestros homenajes, que no dudamos
aceptaréis como testimonio de nuestros corazones
agradecidos a tantos beneficios que nos habéis dado.
Proseguid, compasiva y generosa; y si alguna vez
nos desviamos solicitamos tu intercesión del
verdadero camino, y después la corona de la gloria.
¡Amén!
«LA MEDIDA DEL AMOR ES AMAR SIN
MEDIDA»
"NOS HAS LLAMADO SEÑOR, PARA
TI... "
San Agustín, Obispo de Hipona
Padre de la Iglesia
Memoria: 28 de agosto
Nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste,
al norte de África. El padre de Agustín.
Patricio, era un pagano de temperamento
violento; pero, gracias al ejemplo de Mónica,
su esposa, se bautizó poco antes de morir.
Aunque Agustín ingresó en el catecumenado
desde la infancia, no recibió el bautismo, de
acuerdo con las costumbres de la época. En
su juventud se dejó arrastrar por los malos
ejemplos y, hasta los 32 años, llevó una vida
licenciosa, aferrado a la herejía maniquea.
e ello habla en sus "Confesiones", que comprenden
la descripción de su conversión y la muerte de
Mónica, su madre. Dicha obra fue escrita para
mostrar la misericordia de Dios hacia un gran
pecador, que por esta gracia, llegó a ser también, y
en mayor medida, un gran santo. Mónica había
enseñado a orar a su hijo desde niño, y le había
instruido en la fe, de modo que el mismo Agustín
que cayó gravemente enfermo, pidió que le fuese
conferido el bautismo y Mónica hizo todos los
preparativos para que los recibiera; pero la salud del
joven mejoró y el bautismo fue diferido.
El santo condenó más tarde, con mucha razón, la
costumbre de diferir el bautismo por miedo de pecar
después de haberlo recibido.
A raíz del saqueo de Roma por Alarico, el año 410, los
paganos renovaron sus ataques contra el cristianismo,
atribuyéndole todas las calamidades del Imperio. Para
responder a esos ataques, San Agustín escribió su gran
obra "La Ciudad de Dios". Esta obra, es después de "Las
Confesiones", la obra más conocida del santo. Ella es no
sólo una respuesta a los paganos, sino trata toda una
filosofía de la historia providencial del mundo. Luego de
"Las Confesiones" escribió también "Las Retractaciones",
donde expuso con la misma sinceridad los errores que
había cometido en sus juicios.
Murió el 28 de agosto de 430, a los 72 años de edad, de
los cuales había pasado casi 40 consagrado al servicio de
Dios.
DÍA VEINTE Y OCHO DE CADA MES DEDICADO AL
CULTO DEL CORAZÓN DEL GRANDE PADRE Y
DOCTOR DE LA IGLESIA SAN AGUSTÍN
Reimpreso en México por D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros
Año de 1784.
ACTO DE CONTRICION
Corazón amantísimo de Jesús, que impulsos de tu
fineza para con, los hombres, te ofreciste
voluntariamente a los dolores y tormentos toda tu
pasión y muerte toleraste, por obligar así a tus
redimidos, a los más finos sentimientos de tus penas.
¡Qué mal ha correspondido mi corazón a tus amores!
¡Qué inicuamente ha faltado al cumplimiento y
desempeño dc la obligación en quo le puso tu fineza!
Pues cuando todo su empico, debía haber sido
corresponder incesantemente a tu amor, con vivos
sentimientos de tu pasión y muerte, solo ha vivido
hasta ahora, ocupado en renovar y repetir tu muerte y
pasión con inhumana crueldad,
tantas veces, cuantas han o sido las innumerables
culpas con quo ha ofendido tu in-. finita bondad: más
si es propio de tu generosísima condición, el no
despreciar los corazones contritos y humillados, aquí
tenéis, el mío humillado reverentemente ante tu suma
grandeza, y tan contrito, que quisiera deshacerse en
pedazos por los ojos, llorando y sintiendo las
innumerables culpas con quo ha ofendido a corazón
tan digno de ser amado y no injuriado. Pésame, ¡oh
corazón deifico de mi Jesús! de lo que te he ofendido
con las iniquidades del mío: propongo de todo
corazón, con tu divina gracia, la enmienda, y confío de
tu infinita bondad y misericordia, que me has de
perdonar, y dar a la enmienda de mis vicios y
pecados;
y para que se muevan mejor tus piedades a
concederme uno y otro, te presento y ofrezco el
corazón amante del gran padre de la iglesia san
Agustín, que fuerza do la continua meditación de tu
sagrada pasión y muerte, con un vivir y alentarse del
mismo sentirlas y padecerlas; llegó merecer el que
las cinco llagas que en ti en los pies y manos abrió la
impiedad judaica, se imprimieran en él de tal Suerte,
que fué depósito de estas tan preciosas cicatrices.
Atiende, ¡o corazón amante de mi Jesús! al corazón
herido y llagado de Agustín y por estas llagas, el
amor a ti, y sentimiento de tus penas con que las
mereció, concédeme el perdón de mis culpas, y la
enmienda do todas ellas. Misericordia. Corazón
misericordiosisimo de mi Jesús: perdón, corazón
liberalísimo de mi Jesús: enmienda; corazón
poderosísimo de mí Jesús, por el llagado, herido,
amante y compasivo corazón del gran padre
Agustino. Amén.
ORACIÓN
Inefable Dios Trino y Uno, que, para mostrar tu infinita
voluntad, é inextinguible; amor. para con los hombres,
te publicas en varios lugares de 1as divinas letras con
Corazón: yo, adoro, venero y reverencio con el mayor
rendimiento este amantísimo Corazón, que, siendo tu
misma infinitamente amante voluntad, el principio,
origen y fuente de toda santidad, perfección y bien,
que derrama liberalmente este tú mismo amor
inefable en los hombres; y el entender que de esto
mismo bien, perfección y santidad, que por naturaleza
gozas, formaste, ¡o Trinidad Santísima! por
comunicación, un tesoro de estas tus grandezas, en
el abrazado corazón del serafín de amores san
Agustín, como lo publicó el ángel, que al entregarlo a
san Segisberto obispo, le dijo: Recibe el tesoro de
toda la santísima Trinidad. Después de darte las más
reverentes gracias, porque has formado de estas tus
perfecciones, un corazón de tan gran padre, te
suplico rendidamente nos concedas la devoción más
encendida a este tu tesoro, al corazón de Agustino;
para que valiéndonos de su protección para con tu
soberanía, ¡o Trinidad misericordiosísima! saquemos
de él los pecadores, la gracia y santidad justificante,
con que se muden nuestras vidas, de pecadoras, á
ejemplares y santas: los justos, santidad y gracia
perseverante, con que aumentando cada día la virtud,
lleguen a lograr una sublime perfección y unión con tu
augusta Majestad; y todos saquemos de ese tu
riquísimo tesoro, la santidad, e inexplicable bien de la
gracia final, con que saliendo en paz de los riesgos
de esta vida mortal, debamos al corazón de Agustín,
tesoro de la Trinidad santísima, el ver y gozar por
toda la eternidad, de la misma inefable Trinidad, y de
su tesoro en la gloria. Amén.
Tres Padre nuestros y Ave María a la beatísima
Trinidad, y uno al corazón de san Agustín, y
después esta:
ORACION
¡Oh Corazón abrasado de mi adorado protector san
Agustín! ¡Cuán fogosa fue la llama de amor divino'
que vivió en ti, mientras viviste! Bien lo demostrabas
cuando, aun después de muerto, repetidos saltos de
tu inflamado corazón, colocado dentro de aquel
relicario donde la devoción le adora, llamas y
convidas los corazones de todos, admirar tu amor
para con un Dios, por el que siempre verifican tus
movimientos. Verdaderamente pudiste, decir: Se
calentó mi corazón dentro de mí, y en mi meditación
se arderá su fuego. ¡O llama del fuego de amor de
Dios que abrasó el corazón de Agustín! Ven a mí, y
abrasa el mío: viva desde hoy mi corazón, solo
ardiendo en el amor que te abrasó a ti, sea solo mi
empleo, ¡o corazón amantísimo! en todos los
espacios de los días de este mes, fomentar en mí el
nobilísimo incendio de amor divino, que espero se
traslade de ti a mi corazón. Si santa Gertrudis vio al
Serafín Agustino tu dueño, poniendo ante el trono de
la Trinidad Augustísima, ardieran los corazones de
los devotos, con las llamas de este dulce, amable y
poderoso fuego de amor, pues son sus devotos los
que lo son tuyos, alcanza del gran padre San Agustín,
continúe pidiendo tan singular beneficio a favor de
sus devotos, consiguiendo de él al mismo tiempo,
esfuerce su oración con Dios Trino, especialmente a
favor tuyo; y que poniéndote delante del trono de la
divinidad, con tus; incendios amorosos para con su
Majestad divina, alcance para este tibio, rebelde y
endurecido corazón mío, que apartado de todo lo que
es mundo, huyendo y horrorizándose aun de las más
ligeras culpas, lo sean sus alimentos, arder en el
fuego do amor de Dios que mientras solo vivió en ti;
para que muerto mi corazón a todo lo que pueda
entibiar la llama de amor divino, viva solo do amar a
Dios Trino y Uno, para continuar esta vida dc amores
al gozarle por toda la eternidad en la gloria. Amén.
Aquí la petición, y la siguiente:
CONMEMORACION
AL CORAZÓN DEL GRAN PADRE SAN AGUSTÍN
ANTIFONA
Señor: con tu caridad heriste mi corazón, y tus
palabras traspasa. ron mis entrañas como saetas
agudas: Los ejemplos de tus, siervos, a los que tu
gracia resucitó misericordiosamente, fueron para mí
cual las encendidas brasas que todo lo devoran.
L/: Se calentó dentro de mí, mi corazón.
R/: Y en mi meditación se arderá mucho el fuego
ORACION
¡O Dios, poseedor de todas las riquezas, pues de
aquellas que hay en la Trinidad comunicables, ad
extra, formaste el admirable tesoro en el abrasado
corazón dc Agustín! Concédenos que, enriquecidos
con el fuego de ese mismo corazón, merezcamos
gozar dc tu Trinidad, por Cristo nuestro Señor. Amén.
PATRONATOS DEL
MES
-Contra las pestes y aires contagiosos:
San Roque de Montpellier
Santa Rosa de Lima
-De las parturientas y embarazos
difíciles:
San Ramón Nonato
16 de Agosto
30 de Agosto
31 de Agosto
-Por la conversión de los hijos:
Santa Mónica 27 de Agosto
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  • 1. PIEDAD EDICIÓN 6 • VOLUMEN 1 AGOSTO DE 2022
  • 2. NOVENA AL APÓSTOL SAN BARTOLOMÉ Pag. 21 "NOS HAS LLAMADO SEÑOR, PARA TI... " Pag. 27 San Agustín de Hipona VEINTIOCHO DE MES AL CORAZÓN DE SAN AGUSTÍN Pag. 29 CONTENIDO EL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO Por el Lic. Ever Alexander Castillo Pag. 5 "TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA GLORIOSO" La Asunción de María al Cielo Pag. 13 QUINCE GRADAS DE LA ASUNCIÓN Pag. 15 SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL Pag. 18 Por Ramón Rabre Jordá NOVENA AL DIVINO SALVADOR Pag. 7
  • 3. DIVINO SALVADOR DEL MUNDO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
  • 4. EL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO PATRONO TITULAR DE EL SALVADOR EN LA AMÉRICA CENTRAL Memoria: 6 de Agosto Si nos remontamos a la historia nacional de El Salvador, encontramos que al fundarse la Provincia de San Salvador, el Rey de España, como era su costumbre, obsequiaba la “Imagen Patronal” y, en este caso, aquí en la Catedral Metropolitana, aún se conserva la imagen obsequiada por el Emperador Carlos V de Alemania y I de España, en 1546. La celebración se inicia, en lo que hoy es nuestro país, desde los primeros años de la colonia, y posiblemente en sus inicios, como un acto de acción de gracias en el lugar conocido históricamente como Ciudad Vieja, muy cerca de La Bermuda. Algunos referentes históricos apuntan a que, durante la Colonia, la festividad se celebraba con un desfile de carácter cívico-religioso. Por el hecho de que en los primeros años no se disponía de una imagen patronal, se utilizó un banderín real que simbolizaba al Rey. En todas las provincias (colonias) se guardaba este banderín. No es hasta el año de 1546 —no se sabe exactamente la fecha— que llega la imagen, obsequiada por el Emperador, del Divino Salvador del Mundo que se ocupa para la procesión. Desde entonces hasta la fecha, la fiesta se celebra el 5 de agosto. La imagen donada por el Emperador Carlos V, no se prestaba “para representar el acto bíblico de la transfiguración, ya que se trata de una bella talla de una sola pieza, lo que dificultaba colocarle la vestimenta requerida”. En 1777, el artista y devoto don Silvestre Antonio García miembro dela Tercer Orden Franciscana, esculpe la bella imagen del Divino Salvador, que es la que ahora recorre en procesión cada 5 de agosto la Ciudad Capital. Esta imagen los salvadoreños de cariño le dicen “El Colocho’” (por su cabellera).
  • 5. Desde 1777, don Silvestre García se encargó del cuido de la imagen y la celebración de la fiesta. Esto lo llevó a cabo hasta su muerte en 1808, tres décadas después. Los miembros dela Asociación Cofradía del Divino Salvador, honran su memoria recordándolo con respeto, agradecimiento y cariño. Desde la muerte de don Silvestre hasta la fecha, siempre ha habido un grupo de personas organizadas en cofradías las que se han encargado en seguir adelante con lo iniciado por don Silvestre García. Se constata que a lo largo de los años la Asociación ha tenido diferentes nombres, pero todos se han centrado en el mismo objetivo. Desde hace trece años se llama “Asociación Cofradía del Divino Salvador”, y tiene como objetivo, rescatar las tradiciones religiosas del Centro Histórico de San Salvador. Es importante mencionar que hasta el año 2000 se mantuvo, desde tiempos de don Silvestre, la tradición que el carro que trasportaba la imagen de nuestro Patrono de la República tuviera una altura de entre 17 y 20 metros. -Por el Lic. Ever Alexander Castillo
  • 6. NOVENA AL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO Arreglada por el Sr. Pbro. D. Luis María Argumedo. Por disposición del M. I. Sr. Canónigo Dr. D. Santiago Vilanova Provisor y Vicario General del Obispado de San Salvador República de El Salvador en la América Central ACTO DE CONTRICIÓN Dios mío yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy. Y me pesa de todo corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar. Y confío en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén. ORACIÓN PREPARATORIA ¡Oh Dios! que, en el misterio de la gloriosa Transfiguración de tu Divino Hijo, te dignaste hacer brillar las verdades de la fe católica, y confirmar milagrosamente con tu voz desde la nube, nuestra adopción de hijos tuyos, te suplicamos humildemente nos concedas ser coherederos de ese mismo Rey de la gloria y participantes de su bienaventuranza eterna. Amén. Puestos de rodillas delante de la Imagen del Divino Salvador, y con el corazón fervoroso y dispuesto dirás lo siguiente:
  • 7. DÍA PRIMERO CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL Ipsum audite. A El oid. –(S. Mat. 17) Vino a la tierra el Salvador para iluminar a los hombres, vino para ser el Maestro de los pueblos. Su doctrina es divina, porque procede de Dios. “Lo que he oído a mi Padre, eso mismo les enseño a ustedes”, dice Jesús “Yo soy la luz del mundo”, ha dicho nuestro Salvador, y el que sigue esa luz, no andará en tinieblas. En la cumbre del Monte Tabor, el Padre celestial declara que Jesús es el “Hijo de sus complacencias” y lo presenta a los hombres como el Maestro a quien deben oír para no errar en el conocimiento de la verdad. “A El escúchenle”. ¡Qué felicidad y qué honor tan grande es para nosotros ser discípulos de tal Maestro! Procuremos practicar con fidelidad y constancia los preceptos del señor; agradezcamos el inmenso beneficio que nos ha concedido constituyéndose nuestro Maestro. ORACIÓN A LOS SANTOS APÓSTOLES Gloriosos apóstoles, San Pedro, Santiago y San Juan, que, por especial predilección del Divino Salvador, tuvieron la felicidad de contemplar en el tabor su transfiguración gloriosa, les rogamos humildemente, nos alcancen del señor la gracia de hacer con fervorosa devoción esta santa novena. “Bueno es estar con Jesús” No permitáis pues, que nos apartemos jamás de él. Hacednos participantes de vuestros sentimientos para vivir unidos a vuestro Salvador mediante una fé viva, una esperanza firme, y una ardiente caridad que nos haga dignos de contemplar eternamente la hermosura infinita de nuestro Dios y Salvador. Amen LETANÍAS Señor, ten misericordia de nosotros, Cristo, ten misericordia de nosotros, Jesús, óyenos, Jesús, escúchanos. Dios Padre celestial. Dios Hijo Redentor del mundo. Dios Espíritu Santo. Trinidad Santa que eres un solo Dios. Jesús Hijo de Dios Vivo. R/: Ten Misericordia de Nosotros Jesús, esplendor del Padre. Jesús, candor de luz eterna. Jesús, rey de la gloria. Jesús, sol de justicia. Jesús, Hijo de María Virgen. Jesús, amable. Jesús, Admirable. Jesús, Dios fuerte. Jesús, Padre del siglo futuro. Jesús, Ángel del gran consejo. Jesús, poderosísimo. Jesús, pacientísimo. Jesús, obedientísimo. Jesús, manso y humilde de corazón. Jesús, amador de la castidad. Jesús, amante nuestro. Jesús, Dios de Paz. Jesús, autor de la vida. Jesús, ejemplar de las virtudes. Jesús, celador de las almas. Jesús, Dios nuestro. Jesús, refugio nuestro. Jesús, Padre de los pobres. Jesús, tesoro de los fieles. Jesús, buen pastor. Jesús, luz verdadera. Jesús, sabiduría eterna. Jesús, bondad infinita. Jesús, camino y vida nuestra. Jesús, gozo de los ángeles. Jesús, rey de los patriarcas. Jesús, Maestro de los Apóstoles. Jesús, Doctor de los Evangelistas. Jesús, fortaleza de los mártires. Jesús, luz de los confesores. Jesús, fuerza de las vírgenes. Jesús, corona de todos los Santos. Sednos propicio R/: Perdónanos, Jesús. Sednos propicio R/: Escúchanos Jesús. De todo mal, R/: Líbranos Jesús. De todo pecado.
  • 8. De tu ira. Del espíritu de fornicación. De la muerte perpetua. Del destierro de tus inspiraciones. Por el misterio de tu santa encarnación. Por tu natividad. Por tu infancia. Por tu divina vida. Por tus trabajos. Por tu agonía y pasión. Por tu Cruz y desamparo. Por tus dolores. Por tu muerte y sepultura. Por tu resurrección. Por tu ascensión. Por la institución de la Santísima Eucaristía. Por tus gozos. Por tu gloria. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo; perdónanos, Jesús. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo; escúchanos Jesús. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros. Jesús. Jesús óyenos Jesús Escúchanos. ORACIÓN FINAL Señor Dios, Jesucristo, que dijiste “pidan y recibirán; busquen y hallaran; toquen y se les abrirá” te rogamos concedas lo que pedimos, gracias a tu divino amor, que de todo corazón te amemos con obras buenas y palabras y nunca dejemos de alabarte. Eres Dios, por los siglos de los siglos. Amen. JACULATORIA L/: Jesús, Salvador del mundo. R/: Salva a tu pueblo que en ti confía. DÍA SEGUNDO CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL Bienaventurados los pobres de espíritu (San Mateo 5,3) Jesús como Maestro, comenzó sus enseñanzas estableciendo los principios de la felicidad que habían sido falseados por el paganismo. De aquí se origina el contraste entre la doctrina de Jesucristo y la del mundo. El mundo dice: “Bienaventurados los ricos”, y Jesús enseña desde el monte diciendo: “Bienaventurados los pobres”, no precisamente los pobres de nacimiento, sino los pobres de “espíritu”, cuyo corazón está desprendido de los bienes de la tierra. ¿Y por qué son “bienaventurados”? Porque “de ellos es el reino de los cielos”, dice el Salvador. Esta pobreza cristiana trae consigo el goce anticipado de la felicidad del cielo, y da a las almas quietud y paz mientras reciben la herencia eterna que el Señor les tiene prometida. Lo que nuestro Salvador nos enseña acerca de la pobreza nos da a entender lo que debemos pensar de las riquezas y de los que las consideran como un supremo bien. Para no apegar nuestro corazón a los bienes caducos y perecederos y no poseerlos con avaricia, tengamos presente estas terribles palabras de nuestro soberano Maestro: “¡Ay de vosotros ricos que tenéis vuestro consuelo en este mundo”! – (S. Luc. 6-24) DÍA TERCERO CONSIDERACIÓN Aprended de Mi que soy manso. (S. Mat. 11-29) La primera lección que nos da nuestro maestro es sobre la “mansedumbre”. “Aprended de Mí dice, que soy mando”. El espíritu de mansedumbre es el espíritu de nuestro Salvador y de sus verdaderos discípulos. El mundo está agitado y perturbado, porque no reina en los corazones la mansedumbre cristiana, que trae consigo la paz en las familias y en las naciones. Esta virtud deja las enemistades y enojos, los rencores y venganzas; conserva la paz con Dios, con el prójimo y consigo mismo. Mantiene en las familias la buena armonía, la concordia y la unión, y hace que reine la condescendencia, la tolerancia, la cordialidad y la benevolencia. San Gregorio Nacianceno dice que “la mansedumbre” aproxima al hombre a Dios y lo asemeja a la Divinidad en cuanto es posible a la
  • 9. criatura humana. Si reflexionamos sobre la conducta de nuestro Salvador con los hombres, hallaremos innumerables ejemplos de su mansedumbre para con todos. Pidamos a Jesús la gracia de practicar la virtud de mansedumbre, y si conseguimos ser pacíficos como El, mereceremos la gloria especial de ser llamados “hijos de Dios” DÍA CUARTO CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón (S. Mat. 11, 29). La Sagrada Escritura nos enseña que Dios rechaza a los orgullosos y que sólo da sus gracias y ensalza a los humildes. Basta esto para persuadirnos cuánto nos interesa y nos conviene ser humildes de corazón como nuestro Salvador, desechando toda presunción, orgullo y vanidad. Todo cristiano ha contraído en el bautismo la obligación de seguir a Jesucristo y de imitar sus virtudes. Nuestro Salvador practicó la humildad en grado tan eminente que se hizo el oprobio y el desprecio de los hombres para curar nuestro orgullo. Toda la vida de nuestro Señor Jesucristo no fue más que una serie de humillaciones: nació pobre en un establo; ¡vivió siempre ignorado del mundo entero por espacio de treinta años, y en los tres años de su ida pública permitió que la envidia y la calumnia le tratasen de seductor y endemoniado! Por último, murió en un suplicio humillante, propio de criminales, en medio de dos ladrones, manifestándose, ¡así como el Rey de la humanidad! Debemos persuadirnos de la necesidad que tenemos de ser humildes, porque si la humildad no se puede agradar al Señor. Sin la humildad no hay virtud sólida, puesto que ella es la raíz de todas las virtudes: sin la humildad no hay gracia, porque sólo “a los humildes da Dios su gracia”. Además, sin la humildad seríamos inútiles para nuestros prójimos porque ¿cómo podrá Dios bendecir nuestras obras de caridad y celo si en ellas buscamos nuestra propia gloria? Esforcémonos, pues, por adquirir esta virtud tan grata al Señor, y tan necesaria a nosotros. DÍA QUINTO CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL Dios rechaza a los soberbios. (Santiago, 4, 6) Consideremos la necesidad que tenemos de ser humildes para salvarnos. Y animarnos más a practicar la humildad que tanto nos recomienda nuestro Salvador. Consideremos la soberbia. La soberbia consiste en “el amor desordenado de nuestra propia gloria”. El deseo de nuestra propia gloria se dice “desordenado” porque se opone directamente a la ley suprema de toda justicia que consiste en “dar a cada uno lo que le corresponde”; Pero el soberbio se engríe y envanece, por todos los dones naturales y sobrenaturales que halla en sí, se sirve de ellos para atraerse la estima y los elogios de los hombres y se pone, en cierto modo, en lugar de Dios. En todo tiempo el señor ha castigado y castigará severamente a los orgullosos. ¡Ay! Cuántos cristianos de toda “condición y estado” han sido víctimas de la soberbia que los ha conducido al pecado. Grabemos en nuestra memoria ese precepto del Espíritu Santo: Hijo mío: no te dejes jamás dominar de la soberbia porque ella es causa de toda ruina. (Job. 4). DÍA SEXTO CONSIDERACIÓN ESPIRITUAL Es necesario orar siempre y nunca desfallecer (S. Luc. 18) No hay quizá obligación más urgente y grande para un cristiano como la de “orar siempre”. Nuestro Salvador, con su ejemplo y sus palabras, nos enseña, que tenemos necesidad imperiosa de ora para salvarnos. El Señor desea y quiere dispensarnos sus gracias, pero no las concede sino a aquel que las pide. El nos dice: “pedid y recibiréis”; así, pues, el que no pide no recibe. El que descuida la oración, muy luego caerá en el pecado, porque, así como el cuerpo no puede sostenerse sin alimento, así también el alma no podrá conservar la vida de la gracia si le falta el alimento espiritual de la oración que le da fortaleza para no caer en pecado. Las excelencias de la oración las describe admirablemente Fray Luis de Granada con estas hermosísimas palabras: “La oración es medicina para los enfermos, gozo para los afligidos, fortaleza para los débiles, remedio para los pecadores, regocijo para los justos, auxilio para los vivos, sufragio para los muertos y auxilio poderoso para la Iglesia” (Lib. III cap. I). Por eso,
  • 10. el Príncipe de los Apóstoles, San Pedro dice: “Hermanos, ¿estad todos unánimes en la oración? (Sn. Pedro). Para que vuestra oración sea agradable al Señor debemos hacerla con un corazón puro y debemos orar con recogimiento, con atención y humildad. Pero sobre todo debemos orar “con fe” para alcanzar lo que pedimos. Así lo enseña nuestro Salvador, diciendo: “Todo cuánto pidan con fe, crean que lo alcanzaran” (S. Mat. 21, 22). Otra condición indispensable para obtener los frutos de la oración es la “perseverancia”, pues, aunque el Señor ha prometido oírnos, no ha dicho que nos ha de conceder “inmediatamente” lo que le pedimos, sino que se reserva hacerlo en tiempo oportuno cuando y como mejor nos convenga. DÍA SÉPTIMO CONSIDERACIÓN Jesús fue obediente hasta la muerte (S. Pab. ad Philip 2) La desobediencia de nuestros primeros padres ha sido la causa de todos los males que afligen a la humanidad. Este pecado atrajo sobre la posteridad de Adán la maldición, pero vino a la tierra el Salvador del Mundo y por su obediencia admirable hemos sido redimidos del pecado y colmados de celestiales dones. En tres palabras quiso el Espíritu Santo encerrar y transmitir a las generaciones la historia de la vida oculta del Salvador, diciéndosenos que “estaba sumiso a ellos”, es decir, a María y a José (San Luc. 2). Toda la grandeza de Nuestro Señor parece compendiarse en su obediencia. Sin la humildad no se puede agradar a Dios y sin la obediencia no puede haber humildad. Nuestra obediencia ha de ser, “no por ellos” sino “por Dios”, porque Dios es origen de toda potestad legítima; son representantes suyos los que gobiernan y por lo mismo estamos obligados “en conciencia”, a obedecer a las autoridades civiles, en todo aquello que no se oponga a los mandamientos del Señor. También la Iglesia es una sociedad y además del Romano Pontífice están los señores Obispos. Tenemos pues, la obligación gravísima de obedecer con prontitud y buena voluntad a ellos. Nuestra obediencia a los superiores es sumamente útil a nuestras almas. Porque lo que nos mandan siempre se refiere a nuestro bien espiritual. Agradezcamos esa amorosa solicitud por nuestra felicidad eterna y seamos dóciles a los mandatos de nuestros Pastores, porque “quien los oye y obedece, presta ese obsequio al mismo Jesucristo, y el que los desprecia y ofende, ofende y desprecia al mismo Salvador”. Así lo enseña nuestro Maestro en su Evangelio. (S. Luc. 10, 16). Debemos obedecer, no por temor servil, sino por amor a Dios, que ha querido ser representado por una autoridad visible. Obedecer por “amor a Dios”, es cosa grande, es noble y meritoria: es vivir solamente bajo la dependencia de Dios, en la persona de los superiores. “El obediente cantará victorias” (Prov. 21) DÍA OCTAVO CONSIDERACIÓN Dios es caridad. (S. Juan 1a. Epíst. 4, 8) La reina de las virtudes es la “caridad”, que consiste en el amor a Dios y al prójimo. Con mucha verdad afirma el Discípulo amado que “Dios es caridad” porque fue testigo ocular de la vida de nuestro amable Salvador, “que pasó por el mundo haciendo el bien”, sin quejarse de las ingratitudes que recibió en pago. Tomó sobre sí todas nuestras miserias para aliviarlas, todas nuestras iniquidades para expiarlas. Después de una vida llena de servicios, muere mártir de la caridad y encuentra excusas aún para sus verdugos. “¡Padre mío: perdónalos porque no saben lo que hacen!” DÍA NOVENO La Transfiguración del Divino Salvador (S. Mat. 17) Consideremos piadosamente el gran acontecimiento de la Transfiguración del Señor, y pidamos la gracia de sacar copiosos frutos de esta consideración. A ejemplo del Príncipe de los Apóstoles, penetrémonos de las intenciones de Nuestro Divino Salvador, que el recuerdo de la gloriosa Transfiguración, esté siempre vivo en nuestra memoria para sacar de allí grande generosidad y constancia en el servicio, diciendo: “si la vista momentánea de la humanidad glorificada de Jesucristo, lleno de inmenso gozo y de felicidad suprema al Apóstol San Pedro, ¿Qué será contemplarla en el cielo?” Y con la esperanza de tal felicidad que nos está prometida, exclamaremos en tiempo de prueba, con San Pablo: “todos los padecimientos de la vida presente, no merecen compararse con la gloria infinita que el Señor tiene preparado para los que lo aman”
  • 11. ET ASUNTA AD CAELUM
  • 12. "Tu cuerpo es santo y sobremanera glorioso" La Asunción de María Santísima al Cielo en cuerpo y alma Memoria: 15 de Agosto Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y -lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es, no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación, a imitación de su hijo único, Jesucristo. Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente: "Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios."
  • 13. Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal: "Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y participe de la vida perfecta." "La gloriosísima Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que él solo conoce." Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino. Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el ú1timo trofeo de esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: "La muerte ha sido absorbida en la victoria." Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.
  • 14. LAS QUINCE GRADAS DE LA ASUNCIÓN Por la señal... ACTO DE CONTRICCIÓN Dios y señor mío, creador y padre, dulce y regalado esposo, aquí tenéis al mayor de todos los pecadores, que suspira por serviros, pues hasta hoy me he mostrado ingrato, no será así en adelante, ya me pesa de haberos ofendido, oh si todas las arterias de mi cuerpo se convirtieran en ojos para llorar lágrimas de sangre día y noche x las ofensas cometidas contra un Dios tan bueno y digno de ser amado. Dadme señor las lágrimas de Pedro, Agustín y Magdalena para llorar mis pecados, Oh señora mía! Oh madre mía! Alcánzame el perdón de tu santísimo hijo, y por la leche con que lo alimentaste, por los servicios que le prestaste, por las lágrimas que en su pasión lloraste, por la voluntad con que por imitarlo moriste, y por tu tránsito y asunción a los cielos, haz que las lágrimas que han llorado los santos penitentes las viertan mis ojos, despedazándose mi corazón para q acabe mi vida con una muerte de puro amor y dolor. Así sea. 1.- Es la primera excelencia de tu corona imperial que seas de real descendencia y sin culpa original. Ave María.... 2.- Que gran singularidad María en vos se considera pues que fuiste la primera que voto virginidad. Ave María....... 3.- oh María en tu anunciación cuanto te miro exaltada pues que fuiste saludada con nueva salutación. Ave María ......
  • 15. 4.- Que concibieras señora del espíritu divino os concedió el uno y trino al oír vuestra voz sonora. Ave María... 5.- aunque le pese al infierno escogida de Dios fuiste y en tu seno concebiste al hijo de Dios eterno. Ave María... 6.- Que la sacra majestad a tu virtud concediera concebir quedando entera tu santa virginidad. Ave María... 7.- Vos cargáis con grande gozo a vuestro hijo celestial en el vientre virginal y sin que os fuera gravoso. Ave María... 8.- Vos paristeis sin dolor y siempre virgen quedasteis la integridad no quebrasteis oh que singular favor. Ave María... 9.- Leche distéis sola vos a aquel que de todo es dueño y le guardasteis el sueño al hijo eterno de Dios. Ave María… 10.- La más profunda humildad se admira en ti virgen pura ninguna otra creatura tuvo contigo igualdad. Ave María... 11.- Mayor y más firme fe tuviste que todo el resto de los santos y por esto tan grande gloria posees. Ave María... 12.- Fuiste la mártir mayor tu martirio fue excelente nada habrá que experimente igual pena a tu dolor. Ave María... 13.- Dios te salve María hija de Dios padre, quien te comunico su poder, usa de el en la hora de mi muerte apartando de mi a las potestades infernales. Ave María... 14.- Dios te salve María santísima, madre de Dios hijo, quien te lleno de luz y sabiduría, yo te suplico q en la hora de mi muerte me des tanta luz divina que disipe las tinieblas y tentaciones del maligno espíritu. Ave María... 15.- Dios te salve María santísima esposa de Dios Espíritu Santo, quien te comunicó los ardores de su caridad, participa este don en mi alma a la hora de mi muerte para que no la enfermedad, si no el amor a la suma bondad acabe con mi vida. Ave María... ORACIÓN Oh María Madre admirable, reina de los ángeles y santos, consoladora de los afligidos y abogada de los pecadores, a tus reales y benditas plantas llega humillada esta vilísima creatura, Recordándote aquella singular promesa q en bien del género humano te hizo tu santísimo hijo, de que todos los que te llamaren en la hora de su muerte en memoria de tu felicísimo tránsito, sean consolados, amparados y protegidos por tu amante corazón y poderosa diestra librándolos de las tentaciones del demonio que pretenderá perderlos en tan angustioso trance, yo desde ahora te invocó para aquella última hora, y te ofrezco mi alma, mi vida y lo que haga en estos quince días en el corazón, así como todo lo bueno en reverencia de tu tránsito y asunción, a fin de lograr una muerte semejante a la tuya, no soy digno de este favor, pero tú eres por mil títulos mi madre, y es cosa como natural que los hijos hereden las enfermedades de los padres; tu enfermedad fue amor divino, pues haz que el amor de Dios sea el que acabe con mi vida, y conduzca mi alma al cielo donde reinas con tu santísimo hijo, para alabarte y bendecirte por toda una eternidad. Amén.
  • 16. ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO
  • 17. San Bartolomé, Apóstol Memoria: 24 de agosto Por Ramón Rabre Jordá San Bartolomé, a quien el Evangelio cuenta siempre el sexto en el número de los doce Apóstoles, fue galileo, de condición tan humilde como todos ellos, siendo de oficio pescador; pero eran muy puras sus costumbres. Fue hijo de Tolmai, como lo da a entender su propio nombre; porque “Bar” en hebreo significa lo mismo que hijo. Creyeron algunos que San Bartolomé fue aquel Natanael que San Felipe llevó a la presencia del Salvador, de quien el mismo Señor hizo aquel bello elogio, cuando dijo: 'Veis ahí un verdadero israelita, en quien no hay dolo ni artificio'. Pero San Agustín impugna esta opinión, asegurando que Jesucristo no escogió a Natanael para apóstol suyo, precisamente porque era doctor de la Ley; y no quería valerse para el ministerio evangélico de letrados ni de sabios, sino de hombres idiotas y groseros, a fin de que resplandeciese visiblemente su omnipotencia en una obra tan grande, en la cual no había de tener parte alguna la humana sabiduría. Fue este santo Apóstol uno de los que más mostraron su generosidad y su fervor en seguir a Jesucristo. Luego que fue llamado al apostolado, todo lo dejó, y nunca pensó volver a tomar lo que una vez había dejado. Algunos otros apóstoles, después de su vocación, volvieron al ejercicio de pescar; pero San Bartolomé no se apartó de su divino Maestro, siendo uno de los mas ansiosos por acompañarle a todas partes, de los mas embelesados con sus conversaciones, de los más atentos a sus discursos, y de los más adictos a su divina persona.
  • 18. Fue llamado al apostolado, todo lo dejó, y nunca pensó volver a tomar lo que una vez había dejado. Algunos otros apóstoles, después de su vocación, volvieron al ejercicio de pescar; pero San Bartolomé no se apartó de su divino Maestro, siendo uno de los mas ansiosos por acompañarle a todas partes, de los mas embelesados con sus conversaciones, de los más atentos a sus discursos, y de los más adictos a su divina persona. Preso el Salvador del mundo por los judíos, fue general la consternación en todos los Apóstoles. Aunque ya estaban muy prevenidos por todo lo que habían oído al Hijo de Dios acerca de su pasión, con todo eso se llenaron de tristeza, de espanto y de pavor. Sobrecogió tanto el dolor a Bartolomé viendo a su divino Maestro tan maltratado, que se estuvo encerrado todos los tres días de la pasión en la casa donde se habían hospedado en Jerusalén derramando continuas lágrimas. Enjugáronsele con la resurrección del Salvador; hasta la ascensión estuvo con los demás en la escuela de Jesucristo; y desde la ascensión hasta el día de Pentecostés retirado en el cenáculo. En aquel día, que fue el quincuagésimo después de la resurrección; en aquella solemnísima fiesta, llamada Pentecostés, el Espíritu Santo, cuya inmensidad llena todo el universo, sin dejar el cielo, vino a la tierra, santificada ya con los trabajos del Salvador, haciéndola sensible su particular presencia por la admirable profusión de sus dones, y por una comunicación más admirable de su persona, de que se sintieron llenos todos los Apóstoles y todos los discípulos. En el repartimiento que hicieron entre sí de todas las regiones del universo tocó a nuestro santo Apóstol la misión de la Licaonia, de Albania, de las Indias orientales y de la Armenia. Llevó a ellas el Evangelio en hebreo, que ya había escrito San Mateo. Extendió las luces de la fe en todas las provincias por donde pasaba, y no fue el menor de sus milagros la multitud prodigiosa de conversiones que hacía. No podían menos de pensar en la venganza todas las potestades del infierno viéndose tan maltratadas. Los sacerdotes de los ídolos eran el oprobio de la nación, y conociendo que no era posible pervertir al rey Polemon, en cuyo corazón había echado la Religión profundísimas raíces, recurrieron a Astiages, hermano del mismo Príncipe, que reinaba en una parte de la Armenia.
  • 19. Era Astiages idólatra supersticioso, y resolvió vengar la afrenta que hacía a sus dioses aquel desconocido extranjero. Convidóle artificiosamente a que pasase a sus Estados, y San Bartolomé, que ninguna cosa deseaba tanto en este mundo como derramar la sangre por Jesucristo, corrió apresuradamente a la corona del martirio. Así fue; pues no bien había puesto los pies en la corte de Astiages, cuando el tirano le hizo desollar vivo. No parecía posible tormento más cruel; pero el Santo le sufrió con tan invicta paciencia, que hasta los mismos gentiles quedaron asombrados. Y como en medio del cruelísimo tormento no cesase de predicar la divinidad de Jesucristo y las grandes verdades de la fe, mandó el tirano que le cortasen la cabeza. Créese que sucedió esto el día 25 de agosto, y que el día antecedente había sido desollado por amor de Jesucristo; siendo acaso este el motivo por que algunas iglesias celebran su fiesta el día 25, que fue el de su muerte, y otras el 24, que fue el de su suplicio.
  • 20. NOVENA A SAN BARTOLOMÉ APÓSTOL Y MÁRTIR PRODIGIOSO ABOGADO CONTRA TODA CLASE DE ENFERMEDADES COMPUESTA POR UN PRESBÍTERO SECULAR DEVOTO DEL SANTO L/: Oh Dios, venid en mi auxilio. R/: Señor, apresuraos a socorrerme. L/: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R/: Como era en el principio, y ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ACTO DE CONTRICIÓN Jesús, mi señor y redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén. PRIMER DÍA ¡Oh humildísimo Bartolomé! Vos sois sin duda aquella alma dichosa, con quien (según nos avisa el Espíritu Santo) tiene el Altísimo sus complacencias y familiares conversaciones. Vuestra humildad profunda confunde mi orgullo; y al ver con esta preciosa virtud os hicisteis tan amante y tan amado de Jesucristo, concibo un ardiente deseo de imitaros. ¡Ah Santo mío! ¡quién tuviera esta dicha! No me faltan motivos para humillarme; pero soy tan orgulloso, que quizá llego a envanecerme de aquello mismo que debería llenarme de confusión y vergüenza. Ahora empero que Vos me dais de esta virtud tan sublimes ejemplos, quiero desvanecer mis pensamientos vanos, corregir mis palabras ruidosas, reformar mis obras estériles y secas del viento de la vanidad.
  • 21. ¡Amado Patrón mío! Alcanzadme que sea humilde de corazón; os lo pido con toda efusión de mi alma, a fin de que, imitándoos en tan sublime virtud, me asemeje también en todo y por todo a aquel divino ejemplar Jesucristo, mi amabilísimo Señor. ¡Amén! ORACIÓN FINAL ¡Oh gloriosísimo Santo Bartolomé!, íntegro sin mancha ni doblez, ante ti me presento pidiéndote por la salud emocional y la restauración de la raíz de mis crisis nerviosas. Asísteme, Oh Santo Varón de Dios, cuando la nube negra de la desesperación amenace mi pensamiento, tú que fuiste atormentado por un cruel martirio apiádate de mí presente necesidad: (pedir el favor que se necesita) Oh San Bartolomé intercede por nosotros que vivimos en un mundo agitado donde las angustias y temores, los nerviosismos, las ansiedades y depresiones nos rodean y como olas tempestuosas se agitan en nuestro interior. ¡Oh San Bartolomé! restáuranos la paz interior y la paz en nuestros hogares. Muéstrame que Dios siempre está conmigo y obtenme la gracia de experimentar paz y tranquilidad en mi vida. Que siguiendo tus pasos de Santidad pueda imitar tus virtudes, viviendo una vida íntegra, sin las manchas de los errores ni corrupciones de este mundo, para hacerme merecedor como tú de los halagos del Maestro y poder un día disfrutar de las bienaventuranzas dignas del pueblo santo. Te lo ruego por Jesucristo Nuestro Señor. SEGUNDO DÍA ¡Oh Bartolomé escogido! Vuestra humildad os elevó a tanta grandeza, vuestra rectitud os condujo a tan alta dignidad, vuestra sencillez os alcanzó tan santa familiaridad con Dios. Al contemplaros acompañando al Salvador, y designado como a uno de los maestros del mundo, se me representa decidido empeño en haceros un fiel retrato de vuestro divino Maestro. ¡Oh!, ¡qué atención sería la vuestra para aprender sus doctrinas! ¡qué empeño en imitar aquella modestia, aquella mansedumbre sin cobardía, aquel celo sin indiscreción, que continuamente veíais en Jesucristo!, ¡qué deseo tan ardiente concebirás de procurar en todo y por toda la gloria de Dios, al ver que este mismo deseo traía absorto al divino Maestro! Sí; Santo mío, así lo acreditaron las innumerables conversaciones que obrasteis en vuestro glorioso y memorable apostolado. ¡Oh! ¡Apóstol dichoso! Ya que tan bien supisteis aprovecharos con el trato del celestial Maestro, interceded por mí, y alcanzadme que se agradecido a la divina misericordia, por haberme elegido entre mil, y haberme hermoseado, sin ningún mérito mío, con el sello de su preciosa sangre, a fin de que, acordándome de mi dignidad de cristiano, imite a mi divino Maestro, procurando practicar las virtudes para gloria de Dios, bien mío y de mis hermanos. ¡Amén! TERCER DÍA ¡Oh generoso Bartolomé! Al mismo tiempo que me admira vuestra heroica y pronta generosidad no puedo menos de confundirme, de avergonzarme al considerar mi flojedad y tibieza. ¡Qué resolución la vuestra en dejarlo todo al primer llamado del Salvador! No os contentasteis con dejar cuando poseíais, y hasta el deseo mismo de poseer, sino que renunciasteis a vuestra misma voluntad, vuestro propio querer; en una palabra, os entregasteis todo, sin reserva, en manos de Jesucristo. 'Oh qué felicidad la vuestra! ¡Oh cuán bueno y cuán dulce os sería descansar en la providencia del amabilísimo Jesús! ¡Oh Santo mío! ¡Cuán lejos estoy de tan inapreciable felicidad! Cuando pienso que después de tantos llamados, no solo no he abierto mi corazón ingrato al dulce Huésped que me llamaba, sino que, por un sórdido placer, por un vil interés, por un puntillo de honor mal entendido, por una pura bagatela he dejado a mi Dios, haciéndome su enemigo, me confundo, me avergüenzo; veo que no debería hacer más que cubrir de polvo mi boca altanera, y regar la tierra con lágrimas de contrición. Penetrado, pues, del más vivo dolor, y animado por la confianza en la divina misericordia, mientras propongo desde ahora no solo practicar la pobreza de espíritu, corrigiendo mi sobrada afición a lo terreno; sino también escuchar dócilmente mis firmes deseos en vuestra poderosa protección, desde ahora digo a Dios: "Señor, hablad, que vuestro siervo escucha". ¡Amén!
  • 22. CUARTO DÍA ¡Oh fiel y agradecido Bartolomé! ¡Cuán fina fue vuestra correspondencia! Así como para Vos es de suma gloria el aprecio que hicisteis de ser apóstol del Señor. ¡Oh, cómo debería cubrirse de rubor mi semblante al considerar, que después de tanto tiempo de haber sido llamado por pura misericordia de Dios a la comunidad eclesial, no solo no me he aprovechado de los dones y augustos misterios que se me han dado, sino que he llegado en cierto modo a abandonar la misa fe! ¡Oh, qué dolor el mío, cuando pienso que aquellos respetos humanos que me apartan de mis piadosos ejercicios, y tal vez del cumplimiento de mis deberes, me hacen reo en cierto modo de una vergonzosa falta de fe! ¡Oh venerado Patrón mío! ¿Cómo podré esperar que Jesucristo me reconozca como a discípulo suyo delante del Padre celestial, si desde ahora no me siento más decidido en confesar su santo nombre delante de los hombres en volver por su gloria a cumplir religiosamente sus divinos preceptos, y los de su santa Iglesia? ¡Oh Dios mío! No; no será en adelante mi conducta tan descuidada; os lo prometo con todo mi corazón. Entretanto me acojo humildemente a la protección poderosa de vuestro amado Apóstol. Sí, santo mío, imploro vuestra intercesión, y os pido me alcancéis de mi Señor un rayo de luz vivísima, para poder conocer toda la gravedad de mis culpas, y una centella de su amor ardientísimo, para que, despierte, acrisole y purifique mi corazón, y logre poseer un corazón nuevo, tierno, fervoroso, lleno del mismo amor, y solícito de mi eterna salvación. ¡Amén! QUINTO DÍA ¡Dulce y enamorado Bartolomé! Vos aprendisteis del mejor de los maestros las leyes del más fino amor. Vos oísteis de la misma Sabiduría eterna el primero y máximo de todos los preceptos, que es: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Mirando a vuestro Maestro como a verdadero Dios, y estando en su compañía, ¿qué recelo podíais tener de excederos en amar a un Ser tal, que reunía las circunstancias perfectísimas de Maestro, de Señor y de Creador? Como a Maestro os atraía su preciosa doctrina, su amable conversación, y demás bellas prendas: como a Dios y Creados os veíais obligado a amarle por ser todo vuestro bien. ¡Qué fervores, pues, serían los de vuestro corazón enamorado! Rodeando siempre, cual sencilla mariposa, en torno de aquella luz divina, no podríais menos de caer víctima de su amor. ¡Oh amantísimo Patrono mío! ¡Cuánto necesito yo una centella de aquel fuego que comunicó a vuestro corazón el amor divino! ¡Ah Santo mío! Miradme cuán lleno estoy de miserias, cuán frío, cuán entorpecido para amar a mi dulcísimo Jesús. Este amoroso Huésped ha llamado con muchas instancias, con palabras sumamente tiernas, a las puertas de mi corazón, me ha pedido mis afectos, ofreciéndome en cambio su amor; y yo no he abierto, no he hecho caso de sus dones, me he hecho el sordo a sus cautivadoras palabras: en fin, Dios me ha querido amar; me ha amado como Dios, y yo nunca he correspondido. ¡Infelicidad la mía! Al pensar en esto debería estremecerme de pies a cabeza, mayormente debiendo temer que ese Dios esté cansado de tanto llamar, y obligado por mi resistencia a retirarse. Ahora su algún incendio experimento en mí, es el que excitan las viles pasiones, que quisieran borrar de mi corazón todo vestigio de respeto y amor a mi Dios. Miradme pues, ¡oh amado Patrón mío! con ojos de compasión. No prevalezcan sobre mí la ingratitud, caigan las tinieblas que me esconden la belleza de mi Jesús y me ocultan la gravísima obligación que tengo de amarle, ábrase mi reservado corazón a las divinas bondades; a fin de que, imitándoos, ame tanto a Dios ya en este mundo, nada busque sin Dios, nada me satisfaga sino Dios. ¡Amén! SEXTO DÍA ¡Oh Bartolomé celoso! ¡Cómo prendió en vuestro corazón la llama de la caridad que os comunicó el divino Maestro! Interesado como estabais en extender la amorosa doctrina que habías aprendido de aquellos labios suavísimos, nunca os olvidasteis que Jesucristo había venido a traer fuego a la tierra, y que su vivo deseo era que se difundiera. ¡Oh cuán perfectamente correspondisteis a sus deseos, donde el Espíritu Santo había perfeccionado vuestro corazón ardiente, superasteis todos los obstáculos, salvasteis la fragosidad de los caminos, la distancia de los lugares, despreciasteis los peligros, vencisteis contradicciones, disipasteis temores,
  • 23. logrando comunicar extensas regiones el fuego santo que ardía en vuestro pecho heroico! Desplegasteis vuestro celo apostólico, logrando humillar al infierno, dominar los elementos, y hacer deponer cetros y coronas al pie de la cruz de Jesucristo. ¡Oh amado Patrón mío! ¡Cuánto me enardecen estos sublimes rasgos de vuestro celo inflamado! Al considerar que yo no sólo no he sido de ningún provecho para mis prójimos, sino que tal vez he sido positivamente causa de su ruina espiritual con mis obras poco cristianas, con mis conversaciones nada piadosas, y sí llenas de la sala mordaz de la crítica, de la vanidad, del orgullo, quisiera sepultarme en un perpetuo olvido, para no servir jamás a nadie de tropiezo. Veo al divino Maestro deseoso de que mis hermanos sean testigos de mis buenas obras, para que glorifiquen por ellas al Padre celestial. Pero ¿qué? Si alguna buena obra practico, es a escondidas, para que el mundo no me tilde de devoto. ¡Ah Santo Mío! aún envuelto en las tinieblas del gentilismo. Ayudadme pues, oh Patrón amado; comunicadme vuestro celo; a fin de que, encendido mi corazón en el amor divino, procure con obras y palabras comunicar esta llama celestial a cuantos tratare, y logre también en el cielo una corona de apóstol de Jesús. ¡Amén! SÉPTIMO DÍA Poderosísimo Bartolomé: al considerar vuestros insignes triunfos sobre el infierno, no puedo menos que tributar al Altísimo las más afectuosas alabanzas, por haberos dotados de un poder tan absoluto. Este poder aumenta mucho más mi confianza en vuestro amorosísimo patrocinio. A pensar en las potestades infernales os temieron tanto, que ni vuestra presencia podían sufrir, mi alma no puede menos que concebir con fundamento la esperanza de poder vencer todas las tentaciones, apoyado en vuestra protección ahora que os encontráis en la posesión de vuestro Dios, y gozáis de un poder plenísimo. Socorredme pues, oh amado Patrón mío. No ignoráis cuanto el infierno envidia mi suerte; por esto me tiende innumerables tentaciones, se vale de sus infames aliados, el mundo y la carne, para hacerme tropezar y caer miserablemente, adormecerme en el vicio, y hacer finalmente que sea inútil para mí el fruto copiosísimo de la pasión y muerte de mi adorable Redentor. ¡Oh, cuánto trabaja el demonio en mi perdición! ¡Cuánto se afana! ¡Oh; si hiciera yo tanto para salvarme, como hace él para perderme; a estas horas sería un gran santo! Más si hasta ahora le ha bastado al infernal tentador un leve tropiezo, un vil interés para hacerme caer, espero no ha de ser así en adelante; porque imploraré con viva confianza los auxilios de lo alto; creeré con una firme fe que todo lo puede con la gracia de Dios, y animado de una invencible fortaleza que Vos me alcanzaréis, venceré todos los peligros, despreciaré todos los obstáculos, venceré todas las dificultades y demás diabólicos artificios con que el infierno intenta impedir en mí el fruto de la sangre de mi amoroso Jesús. Concededme Vos, oh Santo Mío, esta gracia, a fin de que jamás pueda el enemigo gloriarse de haber prevalecido contra mí; antes bien sea yo el vencedor, para poder vencer una brillante corona en el cielo. ¡Amén! OCTAVO DÍA ¡Oh Bartolomé invicto! Yo os contemplo cual varón fortísimo, cuya constancia no pudieron rendir la multitud de trabajos, ni apagar vuestras caridades las muchas aguas de la tribulación. En medio de los mayores tormentos no cejasteis en el empeño de enseñar la doctrina celestial, reportando de vuestra heroica constancia los más abundantes frutos, obrando innumerables conversiones hasta el último momento de vuestra vida. El fuego divino que abrasaba vuestra vida. El fuego divino que abrasaba vuestro pecho heroico, os hizo exclamar entre los vivos tormentos como a otro Pablo: ¿Quién podrá separarme del amor de mi Dios? ni las cadenas, ni las cárceles, ni los tormentos, ni la muerte misma son capaces de distraer mi corazón del amor de Jesucristo. Animado con vuestro ejemplo, a Vos acudo, oh amado Patrón mío, para que me alcancéis, tal firmeza en la fe, que ni trabajos, ni tentaciones, ni persecuciones, ni la imagen de una muerte horrorosa me hagan vacilar un solo momento: antes bien, fijo mis ojos en las celestiales delicias que me prometen, sea constante hasta la muerte, y lo logre con Vos el premio de la gloria. ¡Amén!
  • 24. NOVENO DÍA ¡Oh glorioso y feliz Bartolomé! Mil parabienes os doy en este día de vuestro triunfo. Quisiera que mi lengua se multiplicase a proporción de los honores que merecéis, para felicitaros dignamente por la gloria de que os veis colmado. ¡Oh, cuánto os enaltecen vuestros méritos delante de Dios! ¡Oh, cómo se han convertido en alegrías vuestras penas, vuestros tormentos, vuestros sacrificios! Vos habéis ya probado, oh glorioso Patrón mío, que una leve y momentánea tribulación produce una gloria imponderable. Animado yo con vuestros heroicos ejemplos, confiado en aquella caridad perfectísima, que abrasaba vuestro corazón sobre la tierra, y os hacía olvidar de vuestras propias necesidades para socorrer el prójimo, imploro en este día vuestro poderoso patrocinio. Vuestra caridad no solo ha llegado a su mayor perfección. Desplegadla, ahora a favor de esta humildad profunda, un perfecto agradecimiento a los divinos beneficios, una fe viva cual Vos la tuvisteis, una firme esperanza que excite nuestra apatía e indiferencia por los bienes eternos, una caridad ardiente que nos disponga a sufrir penas, tribulaciones y la muerte misma, con tal que podamos amar a Jesucristo. Pero con lo que todo interés os pedimos, debiendo vivir en medio de un mundo corrupto, es que nunca olvidemos el fin por el cual fuimos criados, redimidos y favorecidos con tantas gracias sobrenaturales, que es para conseguir una corona de gloria inmarcesible. En cambio, nosotros nos ofrecemos en cuerpo y alma a vuestro servicio, y os rogamos nos recibáis, aunque indignos, bajo vuestra amable y poderosa protección. Recibid entre tanto nuestros homenajes, que no dudamos aceptaréis como testimonio de nuestros corazones agradecidos a tantos beneficios que nos habéis dado. Proseguid, compasiva y generosa; y si alguna vez nos desviamos solicitamos tu intercesión del verdadero camino, y después la corona de la gloria. ¡Amén!
  • 25. «LA MEDIDA DEL AMOR ES AMAR SIN MEDIDA»
  • 26. "NOS HAS LLAMADO SEÑOR, PARA TI... " San Agustín, Obispo de Hipona Padre de la Iglesia Memoria: 28 de agosto Nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, al norte de África. El padre de Agustín. Patricio, era un pagano de temperamento violento; pero, gracias al ejemplo de Mónica, su esposa, se bautizó poco antes de morir. Aunque Agustín ingresó en el catecumenado desde la infancia, no recibió el bautismo, de acuerdo con las costumbres de la época. En su juventud se dejó arrastrar por los malos ejemplos y, hasta los 32 años, llevó una vida licenciosa, aferrado a la herejía maniquea. e ello habla en sus "Confesiones", que comprenden la descripción de su conversión y la muerte de Mónica, su madre. Dicha obra fue escrita para mostrar la misericordia de Dios hacia un gran pecador, que por esta gracia, llegó a ser también, y en mayor medida, un gran santo. Mónica había enseñado a orar a su hijo desde niño, y le había instruido en la fe, de modo que el mismo Agustín que cayó gravemente enfermo, pidió que le fuese conferido el bautismo y Mónica hizo todos los preparativos para que los recibiera; pero la salud del joven mejoró y el bautismo fue diferido.
  • 27. El santo condenó más tarde, con mucha razón, la costumbre de diferir el bautismo por miedo de pecar después de haberlo recibido. A raíz del saqueo de Roma por Alarico, el año 410, los paganos renovaron sus ataques contra el cristianismo, atribuyéndole todas las calamidades del Imperio. Para responder a esos ataques, San Agustín escribió su gran obra "La Ciudad de Dios". Esta obra, es después de "Las Confesiones", la obra más conocida del santo. Ella es no sólo una respuesta a los paganos, sino trata toda una filosofía de la historia providencial del mundo. Luego de "Las Confesiones" escribió también "Las Retractaciones", donde expuso con la misma sinceridad los errores que había cometido en sus juicios. Murió el 28 de agosto de 430, a los 72 años de edad, de los cuales había pasado casi 40 consagrado al servicio de Dios.
  • 28. DÍA VEINTE Y OCHO DE CADA MES DEDICADO AL CULTO DEL CORAZÓN DEL GRANDE PADRE Y DOCTOR DE LA IGLESIA SAN AGUSTÍN Reimpreso en México por D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros Año de 1784. ACTO DE CONTRICION Corazón amantísimo de Jesús, que impulsos de tu fineza para con, los hombres, te ofreciste voluntariamente a los dolores y tormentos toda tu pasión y muerte toleraste, por obligar así a tus redimidos, a los más finos sentimientos de tus penas. ¡Qué mal ha correspondido mi corazón a tus amores! ¡Qué inicuamente ha faltado al cumplimiento y desempeño dc la obligación en quo le puso tu fineza! Pues cuando todo su empico, debía haber sido corresponder incesantemente a tu amor, con vivos sentimientos de tu pasión y muerte, solo ha vivido hasta ahora, ocupado en renovar y repetir tu muerte y pasión con inhumana crueldad, tantas veces, cuantas han o sido las innumerables culpas con quo ha ofendido tu in-. finita bondad: más si es propio de tu generosísima condición, el no despreciar los corazones contritos y humillados, aquí tenéis, el mío humillado reverentemente ante tu suma grandeza, y tan contrito, que quisiera deshacerse en pedazos por los ojos, llorando y sintiendo las innumerables culpas con quo ha ofendido a corazón tan digno de ser amado y no injuriado. Pésame, ¡oh corazón deifico de mi Jesús! de lo que te he ofendido con las iniquidades del mío: propongo de todo corazón, con tu divina gracia, la enmienda, y confío de tu infinita bondad y misericordia, que me has de perdonar, y dar a la enmienda de mis vicios y pecados;
  • 29. y para que se muevan mejor tus piedades a concederme uno y otro, te presento y ofrezco el corazón amante del gran padre de la iglesia san Agustín, que fuerza do la continua meditación de tu sagrada pasión y muerte, con un vivir y alentarse del mismo sentirlas y padecerlas; llegó merecer el que las cinco llagas que en ti en los pies y manos abrió la impiedad judaica, se imprimieran en él de tal Suerte, que fué depósito de estas tan preciosas cicatrices. Atiende, ¡o corazón amante de mi Jesús! al corazón herido y llagado de Agustín y por estas llagas, el amor a ti, y sentimiento de tus penas con que las mereció, concédeme el perdón de mis culpas, y la enmienda do todas ellas. Misericordia. Corazón misericordiosisimo de mi Jesús: perdón, corazón liberalísimo de mi Jesús: enmienda; corazón poderosísimo de mí Jesús, por el llagado, herido, amante y compasivo corazón del gran padre Agustino. Amén. ORACIÓN Inefable Dios Trino y Uno, que, para mostrar tu infinita voluntad, é inextinguible; amor. para con los hombres, te publicas en varios lugares de 1as divinas letras con Corazón: yo, adoro, venero y reverencio con el mayor rendimiento este amantísimo Corazón, que, siendo tu misma infinitamente amante voluntad, el principio, origen y fuente de toda santidad, perfección y bien, que derrama liberalmente este tú mismo amor inefable en los hombres; y el entender que de esto mismo bien, perfección y santidad, que por naturaleza gozas, formaste, ¡o Trinidad Santísima! por comunicación, un tesoro de estas tus grandezas, en el abrazado corazón del serafín de amores san Agustín, como lo publicó el ángel, que al entregarlo a san Segisberto obispo, le dijo: Recibe el tesoro de toda la santísima Trinidad. Después de darte las más reverentes gracias, porque has formado de estas tus perfecciones, un corazón de tan gran padre, te suplico rendidamente nos concedas la devoción más encendida a este tu tesoro, al corazón de Agustino; para que valiéndonos de su protección para con tu soberanía, ¡o Trinidad misericordiosísima! saquemos de él los pecadores, la gracia y santidad justificante, con que se muden nuestras vidas, de pecadoras, á ejemplares y santas: los justos, santidad y gracia perseverante, con que aumentando cada día la virtud, lleguen a lograr una sublime perfección y unión con tu augusta Majestad; y todos saquemos de ese tu riquísimo tesoro, la santidad, e inexplicable bien de la gracia final, con que saliendo en paz de los riesgos de esta vida mortal, debamos al corazón de Agustín, tesoro de la Trinidad santísima, el ver y gozar por toda la eternidad, de la misma inefable Trinidad, y de su tesoro en la gloria. Amén. Tres Padre nuestros y Ave María a la beatísima Trinidad, y uno al corazón de san Agustín, y después esta: ORACION ¡Oh Corazón abrasado de mi adorado protector san Agustín! ¡Cuán fogosa fue la llama de amor divino' que vivió en ti, mientras viviste! Bien lo demostrabas cuando, aun después de muerto, repetidos saltos de tu inflamado corazón, colocado dentro de aquel relicario donde la devoción le adora, llamas y convidas los corazones de todos, admirar tu amor para con un Dios, por el que siempre verifican tus movimientos. Verdaderamente pudiste, decir: Se calentó mi corazón dentro de mí, y en mi meditación se arderá su fuego. ¡O llama del fuego de amor de Dios que abrasó el corazón de Agustín! Ven a mí, y abrasa el mío: viva desde hoy mi corazón, solo ardiendo en el amor que te abrasó a ti, sea solo mi empleo, ¡o corazón amantísimo! en todos los espacios de los días de este mes, fomentar en mí el nobilísimo incendio de amor divino, que espero se traslade de ti a mi corazón. Si santa Gertrudis vio al Serafín Agustino tu dueño, poniendo ante el trono de la Trinidad Augustísima, ardieran los corazones de los devotos, con las llamas de este dulce, amable y poderoso fuego de amor, pues son sus devotos los que lo son tuyos, alcanza del gran padre San Agustín, continúe pidiendo tan singular beneficio a favor de sus devotos, consiguiendo de él al mismo tiempo, esfuerce su oración con Dios Trino, especialmente a favor tuyo; y que poniéndote delante del trono de la divinidad, con tus; incendios amorosos para con su Majestad divina, alcance para este tibio, rebelde y endurecido corazón mío, que apartado de todo lo que es mundo, huyendo y horrorizándose aun de las más ligeras culpas, lo sean sus alimentos, arder en el fuego do amor de Dios que mientras solo vivió en ti; para que muerto mi corazón a todo lo que pueda entibiar la llama de amor divino, viva solo do amar a Dios Trino y Uno, para continuar esta vida dc amores
  • 30. al gozarle por toda la eternidad en la gloria. Amén. Aquí la petición, y la siguiente: CONMEMORACION AL CORAZÓN DEL GRAN PADRE SAN AGUSTÍN ANTIFONA Señor: con tu caridad heriste mi corazón, y tus palabras traspasa. ron mis entrañas como saetas agudas: Los ejemplos de tus, siervos, a los que tu gracia resucitó misericordiosamente, fueron para mí cual las encendidas brasas que todo lo devoran. L/: Se calentó dentro de mí, mi corazón. R/: Y en mi meditación se arderá mucho el fuego ORACION ¡O Dios, poseedor de todas las riquezas, pues de aquellas que hay en la Trinidad comunicables, ad extra, formaste el admirable tesoro en el abrasado corazón dc Agustín! Concédenos que, enriquecidos con el fuego de ese mismo corazón, merezcamos gozar dc tu Trinidad, por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • 31. PATRONATOS DEL MES -Contra las pestes y aires contagiosos: San Roque de Montpellier Santa Rosa de Lima -De las parturientas y embarazos difíciles: San Ramón Nonato 16 de Agosto 30 de Agosto 31 de Agosto -Por la conversión de los hijos: Santa Mónica 27 de Agosto