La poesía mexicana contemporánea, entre otros motivos, se caracteriza por el desarraigo, la identidad y la descentralización. Podemos pensar en Gloria Gervitz y el poemario que viene escribiendo durante toda su vida, Migraciones (1991). Cristina Rivera Garza, Gaëlle Le Calvez, Manuel Iris, Dolores Dorantes o Stephanie Alcantar se encuentran a caballo entre México y EUA; sin embargo, nos centraremos en la poética que establecen Heriberto Yépez (Tijuana, Baja California, 1974) y Esther M. García (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1987). Por un lado, Yépez plantea una nueva forma de escritura, muy ligada a lo visual, a la ciudad y al capitalismo. Lo hace desde EUA en libros como Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda (2000) o Made in Tijuana (2005). Por su parte, García, con Bitácora de mujeres extrañas (2014) o Mamá es un animal negro que va de largo en las alcobas blancas (2017), reescribe en México el tópico de la madre, la violencia machista y los estereotipos de género al norte de un país que sigue estando por debajo del narcotráfico. Ambos poetas demuestran los rumbos que va tomando un género que colinda con diversos estados, en todos sus sentidos, de ida y vuelta. En el siglo XXI los límites de la lírica confluyen en el coloquialismo de un verso que se aleja del hermetismo imperante en los círculos intelectuales y traspasa la realidad del espacio urbano en contacto continuo con el conflicto, la denuncia y el compromiso.