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El reloj de arena
En una época de magia donde los sueños se vivían a flor de piel y el mundo giraba en torno de
amistad y mitos, bajo el reloj de arena de la Madre Naturaleza que medía el tiempo en el que
entraba el reino de cada uno de los reyes, invierno, verano, primavera y otoño, ninguno igual
al otro y cada uno con sus propios deseos y convicciones, educados y respetados todos, por los
humanos gozosos de sus privilegios y alegrías y festejantes siempre de la llegada de estos
reyes, festejaban todos con fiestas en su honor.

Desgraciadamente no todo es lo que aparenta y los cuatro reyes eran ambiciosos y querían ser
los únicos que rigieran sobre la tierra y la Madre Naturaleza intervenía dando fin al poder de
cada uno de ellos volteando al reloj de arena, dando así comienzo a una nueva estación
quitándole fuerza a la estación que termina y brindándosela a la que inicia, enfureciendo cada
vez más y más a cada rey al restarles la Madre Naturaleza su poder.

Mientras tanto, el humano ignorante del dilema de los agobios, día a día con los ojos cerrados
gozaba de su torpeza al enfermar el planeta tirando desechos, ensuciando el agua, matando la
tierra, explotando sus recursos naturales a manos llenas.

En uno de esos días en los que los reyes vigilaban la tierra, se percataron de lo que estaba
sucediendo y al poder intervenir antepusieron sus deseos de gobernar para siempre y
sabiendo del mal que presenciaban, se preocupaban más por sacar ventaja de ello,
gobernados por sus propios propósitos sin sentido.

Frente a tal encrucijada, los reyes planearon una traición a sus compañeros convenciéndolos
que se apoyaran entre si, confrontándose y peleándose continuamente para mantener a la
Madre Naturaleza ocupada y que no se diera cuenta de lo que el humano estaba haciendo con
su planeta, hasta que él mismo estuviera listo para fortalecer el poder de cada estación.

Cuando el planeta estaba ya casi organizando y el humano sufría por conseguir lo que antes la
tierra le brindaba gozosa, pidió ayuda, gritó que la Madre Naturaleza no lograba escuchar pues
estaba escondida detrás de tanto grito y peleas de los cuatro reinos.

Reunidos los cuatro reyes en casa de la Madre Naturaleza, esperando el turno de gobernar la
tierra bajo el rito de cambiar el reloj de arena y brindando el poder para viajar a la tierra,
esperaban cayeran los últimos granos del reloj de arena y éste se detuvo. La arena flotaba
dentro del mismo reloj y comenzó a rabotear; quebrantando el vidrio, explotando por toda la
sala, dispersándose.

Un silencio entonces cubrió la habitación y la Madre Naturaleza se desvaneció, y con nadie que
dirigiera el poder del reloj éste se dividió por igual entre los relojes que bajaron a la tierra,
pero con tan poco poder ¿cómo iban a vivir en la tierra, sin nadie que los regresara cuando su
poder y tiempo se extinguiese?

Así pues, se fortalecieron del error del humano y se aprovechaban de la enfermedad de la
tierra, arrasando con todo a su paso.
El humano consciente de su error, se alegraba de que los cuatro reyes se presentaran,
creyendo que recibirían su apoyo para salvar su planeta, pero se indignaron al ver que aquellos
a quienes tanto adoraban se negaban bajo la avaricia sin importarles que mataban todo, y
nada había ya.

Pasaba el otoño y emigraban las aves. Detrás de él, el rey invierno congelaba a los que
erróneamente emigraban hacia él, y gozosa de la vista que producía, la reina primavera
exprimía minerales y subsuelo para existir bajo la belleza de flores sin el aroma que el otoño
arrancaba una vez todos los días, y el invierno feliz brindando calidez en noches invernales.
Todo al revés, todo mal, todo se extinguía y ningún rey se daba cuenta.

Orgullosos de lo que habían hecho sólo esperaban ser adorados por los humanos día a día,
humanos cansados, hambrientos y enfermos, y viendo que bajo cada adoración eran menos
sus seguidores y que nunca iban por su voluntad ni para que los escucharan y apoyaran, se
preocupaban por un momento y continuaban su rechazo al inferior.

Pronto sus poderes tan extensos se extinguían y no podían sobrevivir en la tierra, morirían si
no regresaban a su hogar del que huyeron. Y sin la Madre Naturaleza que los regresara pues
estaba enferma a causa del humano, su preocupación era grande.

Las masas ya dispersas se habían convertido en pueblillos lejanos regidos por los reyes que
huían hacia tierras neutras donde vivía el gran sabio, que nunca interviene en cosas de
humanos ni de reyes a no ser que se solicite su ayuda a través de la Madre Naturaleza, que al
seguir inconsciente tubo que escuchar a los humanos.

Ésta, conociendo los hechos se indignó de los humanos derrochadores pero los apoyó
trasformados ahora por el arrepentimiento y les dijo cómo sanarla. Les dijo: cuenten, cuenten
con el alma y el corazón, pues el que siente el amor lo sana todo, brinden toda su energía en
un canto elegido, fuerte y claro para que llegue a oídos de la noche y la logre despertar.

Unidos todos los humanos y tomados de las manos, ignoraron a los reyes y cerrando los ojos
con el alma cantaron fuerte, más fuerte, y mas fuerte cada vez.

Pero nada cambió, su sentimiento no era tan fuerte como para despertar a la Madre
Naturaleza. El sol no salió ni brillaban las estrellas. No se detuvo la marca, ni la onda de calor,
los polos derritiéndose y cada vez había menos agua, todo igual, todo mal, nada bien. No había
nada más qué hacer, y el humano, desesperado comenzó a llorar, lloró y lloró. Gritó y no
soltaba la mano del compañero, para no sentirse solo.

Qué pena, habían matado a su planeta, y ya ni el apoyo de los reyes fue suficiente para
despertar a la Madre Naturaleza y así, morirían todos.

Mientras tanto, el impulso del llanto viajó por el tiempo en una canción de amor cobijando y
despertando a la Madre Naturaleza, débil bajo a la tierra y dijo: ustedes se han buscado su
propio mal. No puedo intervenir en el orden de las cosas que ustedes mismos han creado,
estoy muy débil y no puedo reparar el reloj del tiempo, que hace mucho se forjó con todo lo
bueno de su planeta, pero ya no hay nada bueno en él, ni en ustedes.
Fue larga la espera para el humano pero la Madre Naturaleza, el sabio inmortal y los cuatro
reyes buscaron la solución mas precisa para encontrar el bien para todos. Se abrieron las
grandes puertas y el cansancio se olvidó bajo la esperanza, escuchando lo que se tenía que
hacer.

Y hablo la Madre Naturaleza. Dijo: me avergüenza la infamia de los reyes que pensando en su
bien causaron un mal a quienes debían proteger. Es hora de remediar el mal que han causado.
Tómense de las manos, todos con todos a su alrededor. Éste es el tiempo de la reina
primavera, quiero que todos los reyes le brinden el poco poder que tienen y se expongan a la
debilidad de ser humanos. Sorprendidos, arrepentidos y si replicar, lo hicieron en conjunto con
los humanos, fortaleciendo así a la primavera.

La Madre Naturaleza dijo entonces a la primavera: hija, ve por el mundo y repara el mal con
amor. Hoy tú gobiernas, usa magia, ve. Preocupada la primavera porque no sabía qué pasaría
con sus hermanos el otoño, el invierno y el verano, al ser humana y morir sin poder regresar a
su hogar, obedeció a su madre y reinó con amor.

Ante su partida de luz, el sabio dijo al humano: la solución no está hecha si no se repara el reloj
del tiempo de la madre naturaleza. Los cuatro reyes morirán como humanos. El humano
ignorante pregunta cómo repararlo y la Madre Naturaleza revela que el reloj funciona con 365
granos de arena, pero están perdidos en por mundo y hay que hacer otros nuevos con cuatro
elementos, escondidos en las estaciones, forjados con la unión del sol y la luna.

El humano, con susto en los ojos pregunta cómo encontrar los granos de arena pero ante el
poco tiempo antes de la unión del sol y la luna, lo mejor fue hacer granos nuevos, uno con
cada canción, una canción al vierto, a la tierra, al amor, al odio, a la paz, a la guerra, al día, a la
noche, a todo aquello que exista bueno o malo, pues uno sin el otro no puede existir. Y el
viento atrapó cada canción en una gota de agua, forjándola con calor del corazón, para
permanecer para siempre en la tierra, encontrando a su vez los nueve elementos.

Y llegó el eclipse dándole energía al reloj y comenzó a correr el tiempo. La Madre Naturaleza
recobró sus fuerzas y fortaleció cada vez más a la primavera para ser más bella y partió con sus
tres hijos, el otoño, el invierno y el verano a su hogar, ahora reyes buenos como debía de ser
siempre y dijo al humano, ahora les toca a ustedes cuidar lo suyo, sanen al planeta, cuídenlo
para sí mismos, protejan sus recursos, no tomen más de lo que necesitan y den paso a la vida y
al amor, y a todo lo bueno.

La Madre Naturaleza y los tres reyes partieron a su hogar desvaneciéndose en el aire, dejando
al sabio en la tierra para recordar al humano ser bueno e intermediario y todo quedo en un
cuento, algo que nadie cree que pasó. El mundo de la magia se separó del de la tierra y hoy
nos vigila a través del tiempo hasta el día en el que tengan que venir y decir cómo salvar
nuestro mundo otra vez, pues nuevamente está enfermando el planeta, pero ya nadie cree en
cuentos como este, de magia. Eso quedó en la historia a la que se le acaba el tiempo.

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  • 1. El reloj de arena En una época de magia donde los sueños se vivían a flor de piel y el mundo giraba en torno de amistad y mitos, bajo el reloj de arena de la Madre Naturaleza que medía el tiempo en el que entraba el reino de cada uno de los reyes, invierno, verano, primavera y otoño, ninguno igual al otro y cada uno con sus propios deseos y convicciones, educados y respetados todos, por los humanos gozosos de sus privilegios y alegrías y festejantes siempre de la llegada de estos reyes, festejaban todos con fiestas en su honor. Desgraciadamente no todo es lo que aparenta y los cuatro reyes eran ambiciosos y querían ser los únicos que rigieran sobre la tierra y la Madre Naturaleza intervenía dando fin al poder de cada uno de ellos volteando al reloj de arena, dando así comienzo a una nueva estación quitándole fuerza a la estación que termina y brindándosela a la que inicia, enfureciendo cada vez más y más a cada rey al restarles la Madre Naturaleza su poder. Mientras tanto, el humano ignorante del dilema de los agobios, día a día con los ojos cerrados gozaba de su torpeza al enfermar el planeta tirando desechos, ensuciando el agua, matando la tierra, explotando sus recursos naturales a manos llenas. En uno de esos días en los que los reyes vigilaban la tierra, se percataron de lo que estaba sucediendo y al poder intervenir antepusieron sus deseos de gobernar para siempre y sabiendo del mal que presenciaban, se preocupaban más por sacar ventaja de ello, gobernados por sus propios propósitos sin sentido. Frente a tal encrucijada, los reyes planearon una traición a sus compañeros convenciéndolos que se apoyaran entre si, confrontándose y peleándose continuamente para mantener a la Madre Naturaleza ocupada y que no se diera cuenta de lo que el humano estaba haciendo con su planeta, hasta que él mismo estuviera listo para fortalecer el poder de cada estación. Cuando el planeta estaba ya casi organizando y el humano sufría por conseguir lo que antes la tierra le brindaba gozosa, pidió ayuda, gritó que la Madre Naturaleza no lograba escuchar pues estaba escondida detrás de tanto grito y peleas de los cuatro reinos. Reunidos los cuatro reyes en casa de la Madre Naturaleza, esperando el turno de gobernar la tierra bajo el rito de cambiar el reloj de arena y brindando el poder para viajar a la tierra, esperaban cayeran los últimos granos del reloj de arena y éste se detuvo. La arena flotaba dentro del mismo reloj y comenzó a rabotear; quebrantando el vidrio, explotando por toda la sala, dispersándose. Un silencio entonces cubrió la habitación y la Madre Naturaleza se desvaneció, y con nadie que dirigiera el poder del reloj éste se dividió por igual entre los relojes que bajaron a la tierra, pero con tan poco poder ¿cómo iban a vivir en la tierra, sin nadie que los regresara cuando su poder y tiempo se extinguiese? Así pues, se fortalecieron del error del humano y se aprovechaban de la enfermedad de la tierra, arrasando con todo a su paso.
  • 2. El humano consciente de su error, se alegraba de que los cuatro reyes se presentaran, creyendo que recibirían su apoyo para salvar su planeta, pero se indignaron al ver que aquellos a quienes tanto adoraban se negaban bajo la avaricia sin importarles que mataban todo, y nada había ya. Pasaba el otoño y emigraban las aves. Detrás de él, el rey invierno congelaba a los que erróneamente emigraban hacia él, y gozosa de la vista que producía, la reina primavera exprimía minerales y subsuelo para existir bajo la belleza de flores sin el aroma que el otoño arrancaba una vez todos los días, y el invierno feliz brindando calidez en noches invernales. Todo al revés, todo mal, todo se extinguía y ningún rey se daba cuenta. Orgullosos de lo que habían hecho sólo esperaban ser adorados por los humanos día a día, humanos cansados, hambrientos y enfermos, y viendo que bajo cada adoración eran menos sus seguidores y que nunca iban por su voluntad ni para que los escucharan y apoyaran, se preocupaban por un momento y continuaban su rechazo al inferior. Pronto sus poderes tan extensos se extinguían y no podían sobrevivir en la tierra, morirían si no regresaban a su hogar del que huyeron. Y sin la Madre Naturaleza que los regresara pues estaba enferma a causa del humano, su preocupación era grande. Las masas ya dispersas se habían convertido en pueblillos lejanos regidos por los reyes que huían hacia tierras neutras donde vivía el gran sabio, que nunca interviene en cosas de humanos ni de reyes a no ser que se solicite su ayuda a través de la Madre Naturaleza, que al seguir inconsciente tubo que escuchar a los humanos. Ésta, conociendo los hechos se indignó de los humanos derrochadores pero los apoyó trasformados ahora por el arrepentimiento y les dijo cómo sanarla. Les dijo: cuenten, cuenten con el alma y el corazón, pues el que siente el amor lo sana todo, brinden toda su energía en un canto elegido, fuerte y claro para que llegue a oídos de la noche y la logre despertar. Unidos todos los humanos y tomados de las manos, ignoraron a los reyes y cerrando los ojos con el alma cantaron fuerte, más fuerte, y mas fuerte cada vez. Pero nada cambió, su sentimiento no era tan fuerte como para despertar a la Madre Naturaleza. El sol no salió ni brillaban las estrellas. No se detuvo la marca, ni la onda de calor, los polos derritiéndose y cada vez había menos agua, todo igual, todo mal, nada bien. No había nada más qué hacer, y el humano, desesperado comenzó a llorar, lloró y lloró. Gritó y no soltaba la mano del compañero, para no sentirse solo. Qué pena, habían matado a su planeta, y ya ni el apoyo de los reyes fue suficiente para despertar a la Madre Naturaleza y así, morirían todos. Mientras tanto, el impulso del llanto viajó por el tiempo en una canción de amor cobijando y despertando a la Madre Naturaleza, débil bajo a la tierra y dijo: ustedes se han buscado su propio mal. No puedo intervenir en el orden de las cosas que ustedes mismos han creado, estoy muy débil y no puedo reparar el reloj del tiempo, que hace mucho se forjó con todo lo bueno de su planeta, pero ya no hay nada bueno en él, ni en ustedes.
  • 3. Fue larga la espera para el humano pero la Madre Naturaleza, el sabio inmortal y los cuatro reyes buscaron la solución mas precisa para encontrar el bien para todos. Se abrieron las grandes puertas y el cansancio se olvidó bajo la esperanza, escuchando lo que se tenía que hacer. Y hablo la Madre Naturaleza. Dijo: me avergüenza la infamia de los reyes que pensando en su bien causaron un mal a quienes debían proteger. Es hora de remediar el mal que han causado. Tómense de las manos, todos con todos a su alrededor. Éste es el tiempo de la reina primavera, quiero que todos los reyes le brinden el poco poder que tienen y se expongan a la debilidad de ser humanos. Sorprendidos, arrepentidos y si replicar, lo hicieron en conjunto con los humanos, fortaleciendo así a la primavera. La Madre Naturaleza dijo entonces a la primavera: hija, ve por el mundo y repara el mal con amor. Hoy tú gobiernas, usa magia, ve. Preocupada la primavera porque no sabía qué pasaría con sus hermanos el otoño, el invierno y el verano, al ser humana y morir sin poder regresar a su hogar, obedeció a su madre y reinó con amor. Ante su partida de luz, el sabio dijo al humano: la solución no está hecha si no se repara el reloj del tiempo de la madre naturaleza. Los cuatro reyes morirán como humanos. El humano ignorante pregunta cómo repararlo y la Madre Naturaleza revela que el reloj funciona con 365 granos de arena, pero están perdidos en por mundo y hay que hacer otros nuevos con cuatro elementos, escondidos en las estaciones, forjados con la unión del sol y la luna. El humano, con susto en los ojos pregunta cómo encontrar los granos de arena pero ante el poco tiempo antes de la unión del sol y la luna, lo mejor fue hacer granos nuevos, uno con cada canción, una canción al vierto, a la tierra, al amor, al odio, a la paz, a la guerra, al día, a la noche, a todo aquello que exista bueno o malo, pues uno sin el otro no puede existir. Y el viento atrapó cada canción en una gota de agua, forjándola con calor del corazón, para permanecer para siempre en la tierra, encontrando a su vez los nueve elementos. Y llegó el eclipse dándole energía al reloj y comenzó a correr el tiempo. La Madre Naturaleza recobró sus fuerzas y fortaleció cada vez más a la primavera para ser más bella y partió con sus tres hijos, el otoño, el invierno y el verano a su hogar, ahora reyes buenos como debía de ser siempre y dijo al humano, ahora les toca a ustedes cuidar lo suyo, sanen al planeta, cuídenlo para sí mismos, protejan sus recursos, no tomen más de lo que necesitan y den paso a la vida y al amor, y a todo lo bueno. La Madre Naturaleza y los tres reyes partieron a su hogar desvaneciéndose en el aire, dejando al sabio en la tierra para recordar al humano ser bueno e intermediario y todo quedo en un cuento, algo que nadie cree que pasó. El mundo de la magia se separó del de la tierra y hoy nos vigila a través del tiempo hasta el día en el que tengan que venir y decir cómo salvar nuestro mundo otra vez, pues nuevamente está enfermando el planeta, pero ya nadie cree en cuentos como este, de magia. Eso quedó en la historia a la que se le acaba el tiempo.