La revolución industrial transformó el trabajo de forma artesanal a mecanizado, con máquinas que realizaban gran parte del trabajo. Esto generó una división entre la burguesía propietaria de las fábricas y el proletariado, trabajadores asalariados con condiciones de vida difíciles por largas jornadas y bajos salarios. El trabajo infantil y femenino estaba permitido y era peor remunerado.