Roma logró mantener el orden y la paz en el mundo occidental y oriental durante siglos gracias a tres pilares: la unidad de fe, el imperio y el derecho. Los factores clave para su expansión fueron la organización administrativa del imperio y el desarrollo progresivo del derecho romano. Bajo Augusto, el poder se concentró en la figura del emperador, estableciéndose el principado y divinizándose la autoridad imperial para garantizar la paz universal.