Este documento resume la investigación de María Paula Parolo sobre los sectores populares en la ciudad de Tucumán entre 1800 y 1870. Describe que en 1812, más del 50% de la población se ocupaba como servidumbre doméstica, de los cuales el 41% eran esclavos. Otras ocupaciones como peones y jornaleros implicaban dependencia laboral. Un 20% se dedicaba a oficios artesanales. Para 1869, la ciudad de Tucumán había crecido y se observa un aumento de las actividades relacionadas con el comercio de product
La Nobleza Indígena de Tepexi de la Seda Durante el Siglo XVIII. La Cabecera ...Tepexi Puebla
La investigación que ahora se presenta, no es un estudio sobre el pueblo de indios de Tepexi de la Seda, sino sobre su nobleza.
En cuanto al marco geográfico se refiere, esta tesis se circunscribe a la cabecera de república de Tepexi de la Seda y a los treinta y un pueblos sujetos bajo su jurisdicción.
CAPITULO 2 Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia. La Noble...Tepexi Puebla
Vamos a abordar una serie de historias vitales, las de un grupo de familias compuestas por caciques y principales, es decir, individuos con una posición social y económica privilegiada que lucharon por mantenerla y reforzarla. Quiénes eran, qué tipo de acciones emprendieron para lograr sus objetivos, y si obtuvieron resultados positivos o negativos, son algunas de las preguntas a las que trataremos de dar respuesta en éste y los siguientes capítulos. Las cuotas de poder que manejaron fueron su principal baza en favor de la consecución de sus ambiciones. Éstas se alimentaban de tres fuentes principalmente: las relaciones sociales, el patrimonio personal y familiar, y la participación en diversos ámbitos de la administración colonial.
La Nobleza Indígena de Tepexi de la Seda Durante el Siglo XVIII. La Cabecera ...Tepexi Puebla
La investigación que ahora se presenta, no es un estudio sobre el pueblo de indios de Tepexi de la Seda, sino sobre su nobleza.
En cuanto al marco geográfico se refiere, esta tesis se circunscribe a la cabecera de república de Tepexi de la Seda y a los treinta y un pueblos sujetos bajo su jurisdicción.
CAPITULO 2 Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia. La Noble...Tepexi Puebla
Vamos a abordar una serie de historias vitales, las de un grupo de familias compuestas por caciques y principales, es decir, individuos con una posición social y económica privilegiada que lucharon por mantenerla y reforzarla. Quiénes eran, qué tipo de acciones emprendieron para lograr sus objetivos, y si obtuvieron resultados positivos o negativos, son algunas de las preguntas a las que trataremos de dar respuesta en éste y los siguientes capítulos. Las cuotas de poder que manejaron fueron su principal baza en favor de la consecución de sus ambiciones. Éstas se alimentaban de tres fuentes principalmente: las relaciones sociales, el patrimonio personal y familiar, y la participación en diversos ámbitos de la administración colonial.
La Nobleza Indígena de Tepexi de la Seda Durante el Siglo XVIII. La Cabecera ...Tepexi Puebla
La investigación que ahora se presenta, no es un estudio sobre el pueblo de indios de Tepexi de la Seda, sino sobre su nobleza.
En cuanto al marco geográfico se refiere, esta tesis se circunscribe a la cabecera de república de Tepexi de la Seda y a los treinta y un pueblos sujetos bajo su jurisdicción.
CONCLUSIONES los Objetivos de la Nobleza Indigena Tepejana. La Nobleza Indíge...Tepexi Puebla
Para finalizar esta investigación, recopilaremos las ideas claves que hemos ido desgranando a lo largo de cinco capítulos y que se corresponden con los objetivos que inicialmente nos planteamos: 1. El pueblo de Tepexi ostentó la categoría de cabecera por partida triple, como alcaldía mayor, doctrina-curato y república de indios. La primera abarca las cabeceras de Tepexi, Huehuetlán y Huatlatlauca y sus sujetos, las dos últimas en calidad de agregadas al menos desde 1701, hasta 1786 cuando se implanta el sistema de intendencias y subdelegaciones. La segunda se circunscribe únicamente a Tepexi y sus sujetos. Hasta 1755 es administrada por los dominicos. Ese año pasa a manos del clero secular, junto con cuatro nuevas cabeceras de curato: Atexcatl, Chicmecatitlán, Molcaxac y Zacapala. La tercera está constituida por 31 pueblos sujetos a la cabecera de Tepexi hasta 1767, fecha en la que se produce la primera separación de uno de sus sujetos. Además su jurisdicción está integrada por 29 ranchos y 4 haciendas administradas por españoles. 2. La jurisdicción sujeta a la cabecera de república de Tepexi experimenta un proceso de fragmentación que se concreta en dos fases.
Se ofrece una biografía de Martín Mónaco de Ansa, vecino de Pamplona, entre los difíciles años de 1808 a 1833. Comerciante, administrador, hombre acaudalado, optó por don Carlos V y VIII de Navarra en 1833, siendo expulsado por ello de su cargo de administrador del hospital general de Pamplona, que era de patronato municipal. Con motivo de su biografía se analiza la situación sociopolítica de Pamplona de 1820 a 1833. Este trabajo se presenta sin fotografías comentadas, que se ofrecen en otra entrega simultánea.
El siguiente ensayo trata sobre la construcción de una nueva cultura en transición, que es la Chicha, a partir de las migraciones del campo a la ciudad, principalmente en los años 80s. Se intenta reivindicar una mezcla cultural que da gran identidad nacional a través de la música.
Presentación del tema "El gaucho y la literatura argentina hasta Borges" del módulo "La historia de hispanoamérica a través de su literatura" del Instituto de Estudios de Ocio (Universidad de Deusto)
La Nobleza Indígena de Tepexi de la Seda Durante el Siglo XVIII. La Cabecera ...Tepexi Puebla
La investigación que ahora se presenta, no es un estudio sobre el pueblo de indios de Tepexi de la Seda, sino sobre su nobleza.
En cuanto al marco geográfico se refiere, esta tesis se circunscribe a la cabecera de república de Tepexi de la Seda y a los treinta y un pueblos sujetos bajo su jurisdicción.
CONCLUSIONES los Objetivos de la Nobleza Indigena Tepejana. La Nobleza Indíge...Tepexi Puebla
Para finalizar esta investigación, recopilaremos las ideas claves que hemos ido desgranando a lo largo de cinco capítulos y que se corresponden con los objetivos que inicialmente nos planteamos: 1. El pueblo de Tepexi ostentó la categoría de cabecera por partida triple, como alcaldía mayor, doctrina-curato y república de indios. La primera abarca las cabeceras de Tepexi, Huehuetlán y Huatlatlauca y sus sujetos, las dos últimas en calidad de agregadas al menos desde 1701, hasta 1786 cuando se implanta el sistema de intendencias y subdelegaciones. La segunda se circunscribe únicamente a Tepexi y sus sujetos. Hasta 1755 es administrada por los dominicos. Ese año pasa a manos del clero secular, junto con cuatro nuevas cabeceras de curato: Atexcatl, Chicmecatitlán, Molcaxac y Zacapala. La tercera está constituida por 31 pueblos sujetos a la cabecera de Tepexi hasta 1767, fecha en la que se produce la primera separación de uno de sus sujetos. Además su jurisdicción está integrada por 29 ranchos y 4 haciendas administradas por españoles. 2. La jurisdicción sujeta a la cabecera de república de Tepexi experimenta un proceso de fragmentación que se concreta en dos fases.
Se ofrece una biografía de Martín Mónaco de Ansa, vecino de Pamplona, entre los difíciles años de 1808 a 1833. Comerciante, administrador, hombre acaudalado, optó por don Carlos V y VIII de Navarra en 1833, siendo expulsado por ello de su cargo de administrador del hospital general de Pamplona, que era de patronato municipal. Con motivo de su biografía se analiza la situación sociopolítica de Pamplona de 1820 a 1833. Este trabajo se presenta sin fotografías comentadas, que se ofrecen en otra entrega simultánea.
El siguiente ensayo trata sobre la construcción de una nueva cultura en transición, que es la Chicha, a partir de las migraciones del campo a la ciudad, principalmente en los años 80s. Se intenta reivindicar una mezcla cultural que da gran identidad nacional a través de la música.
Presentación del tema "El gaucho y la literatura argentina hasta Borges" del módulo "La historia de hispanoamérica a través de su literatura" del Instituto de Estudios de Ocio (Universidad de Deusto)
Historia (Santiago)
versión On-line ISSN 0717-7194
Historia (Santiago) v.43 n.1 Santiago jun. 2010
doi: 10.4067/S0717-71942010000100016
HISTORIA N° 43, vol. I, enero junio 2010: 271-282
¿Cómo era la vida cotidiana de la ciudad de Santa Marta (Colombia) de 1590 a ...Kelly (Kellaxia) Zuluaga
Es una pequeña investigación, la cual trata un tema que en la historia colombiana ha sido poco estudiado: la ciudad de Santa Marta. Esta ciudad tuvo en el siglo XVI una época de esplendor, pues estaba rodeada de riquezas de todo tipo y gobernaba un territorio, llamado provincia, la cual estaba lleno de piedras preciosas y tierras fértiles. Los indios y los piratas acabaron con su gloria. Es un caso muy peculiar en la época colonial de Latinoamérica. Este tema no se toca desde hace ya mucho tiempo.
Tiene tanto fuentes de archivo como bibliográficas.
Resumen del Capítulo 1 de "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1" de Roberto Cassá:
El capítulo 1 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1", escrito por el destacado historiador Roberto Cassá, ofrece una visión panorámica y analítica de la evolución de la historiografía dominicana desde sus orígenes hasta la actualidad. A través de un recorrido cronológico y temático, Cassá examina las principales corrientes, autores y obras que han marcado el estudio del pasado dominicano, así como los contextos sociales, políticos e intelectuales que han influido en su desarrollo.
Resumen del Capítulo 2 de "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1" de Roberto Cassá:
En el capítulo 2 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1", Roberto Cassá nos ofrece un análisis detallado y profundo de los primeros pobladores de la isla de Santo Domingo, desde la llegada de los grupos indígenas hasta el inicio de la colonización española. A través de un examen riguroso de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas, el autor nos presenta una visión compleja y matizada de las sociedades indígenas que habitaron la isla antes de la conquista.
Un pequeño resumen de lo que fue el turismo en el Cusco hace tiempo.
Este libro que reseñamos viene a cubrir una ausencia en los estudios de la
historia de la actividad turística en el Perú. Es una historia integral, ordenada y
detallada del desarrollo del turismo en nuestro país, desde sus antecedentes en
el siglo XIX hasta el 2000.
La historia del turismo es narrada por Fernando Armas Asín de manera
secuencial, quien sugiere además nuevos temas relacionados al turismo, que
deja pendientes para futuras investigaciones. Un ejemplo de estos temas es la
relación que existió entre el desarrollo del turismo y los gobiernos conservadores
en Europa, tema que apenas conocemos en el Perú. Egresado de la Universidad
Católica del Perú, Armas Asín es doctor por la Universidad de Navarra
(España), investigador de la Universidad de San Martín de Porres y profesor en
la Universidad del Pacífico, y sus trabajos anteriores se han ocupado de temas
diversos, como la secularización de los bienes eclesiásticos, la prensa católica o
la tolerancia religiosa en la modernidad del Perú.
Los capítulos de este extenso estudio se desarrollan a partir de una
metodología sencilla basada en una de las premisas del autor, que considera que
la actividad turística, muy por el contrario de lo que se pensaba, se desarrolló
en el Perú de manera muy parecida a lo que ocurría en Europa y Norteamérica,
pero en menor escala.
Un tema constante a lo largo de la obra es sobre el papel del Estado en el
desarrollo de esta actividad –que en el caso peruano– no fue constante, siendo
los sectores privados sus principales protagonistas y promotores.
El turismo como actividad humana estuvo basada en la aparición del ocio
o tiempo libre entre los siglos XVIII y XIX, época del desarrollo del capitalismo
y de la sociedad de consumo. Su aparición solo sería posible con la existencia de
un mercado interno y la apertura económica del Perú al mundo.
También hubo factores sociales y culturales que permitieron la aparición
del turismo en el Perú, como fueron un cambio de mentalidad en la sociedad,
un proceso de laicización, el despertar de la conciencia de las élites frente
al patrimonio, la llegada de viajeros, misiones científicas, negociantes y
empresarios.
El autor considera a los primeros viajeros extranjeros que llegaron al Perú
como antecesores de los turistas. Los viajeros tuvieron una mirada exótica y
fantástica sobre el territorio peruano y su gente.
Las relaciones y descripciones de los viajeros que visitaron el Perú en el
siglo XIX son muy detalladas. A estos les siguen los empresarios que comenzaron
a escribir guías comerciales y turísticas para un público europeo
Instrucciones del procedimiento para la oferta y la gestión conjunta del proceso de admisión a los centros públicos de primer ciclo de educación infantil de Pamplona para el curso 2024-2025.
2. 2
Ocupaciones y oficios. Los sectores populares en la ciudad de Tucumán,
1800-1870.
María Paula Parolo
Universidad Nacional de Tucumán
CONICET
La noción “sectores populares” no ha sido definida de manera unívoca en la
historiografía, y el concepto “popular” exige reacomodos y redefiniciones según
distintas épocas y lugares. Por ello nuestro estudio se trata de un campo de límites
fluctuantes, ya que lo que separa a “lo popular” de lo “no popular” no se define de una
vez para siempre, sino que es el resultado de la dinámica del proceso histórico y, como
tal, se desplaza y modifica.
Se trata de un variado universo poblacional que se caracteriza por ser ajeno al mundo
del privilegio y del ejercicio del poder. De allí que, por exclusión, podría definírselo
como un amplio sector de la sociedad que no disfruta de posiciones dominantes en lo
económico, lo político y lo social. En él confluirían, por lo tanto, junto a una gran
variedad de oficios y ocupaciones, diversidades de tradiciones culturales, de origen
étnico, de riqueza y prestigio; las que permiten distinguir diferentes estratos y
condiciones.
En términos generales, estamos haciendo referencia a un complejo abanico integrado
por los trabajadores del campo y la ciudad, por “el pueblo menudo ocupado en servir”,
por quienes se dedicaban al pequeño comercio, por los artesanos y por quienes
organizaban un ciclo laboral entre la ciudad y el campo combinando temporadas de
dependencia laboral con actividades de subsistencia.1
Pese a la importancia de las transformaciones económicas y políticas que se iniciaron a
partir de las Reformas Borbónicas y la revolución por la independencia, el análisis del
impacto de las mismas sobre la estructuración social de Tucumán, en general, y sobre
los sectores populares, en partic ular, no despertó hasta ahora la suficiente atención de
los historiadores. En efecto, en la historiografía sobre la provincia de Tucumán es
notoria la carencia de investigaciones relativas a la problemática social. Excepto el
aporte de Ana María Bascary -en cuya tesis doctoral sobre la familia y la vida cotidiana
en Tucumán a fines de la colonia dedica buena parte de sus capítulos al análisis de
algunos aspectos de los sectores populares urbanos (familia, condiciones de vida,
1
LIDA, Clara “¿Qué son las Clases populares? Los modelos europeos frente al caso español en el siglo
XIX”, enRevista Historia Social, Nro. 27, Valencia, 1997 (I)
3. 3
actividades económicas)-,2
el estudio de las transformaciones que experimentaron estos
sectores y sus estrategias de adaptación a la nueva realidad revolucionaria del siglo XIX
no han sido aún abordadas.
En este marco, en el presente trabajo se analizarán dos de los segmentos que formaron
parte del vasto universo de los sectores populares urbanos en el Tucumán del siglo XIX:
los “servidores domésticos” y los “oficios artesanales”. El objetivo que se persigue es
definirlos como categorías socio-ocupacionales y explorar su composición a lo largo de
los setenta años bajo estudio.
No hay de los sectores populares demasiados testimonios directos. Durante la mayor
parte de su historia, esta “gente sin historia” no supo escribir, a lo sumo se escribía por
ella. En todos los lugares donde se la ve actuar se constata que, en definitiva, siempre
fue una actuación mediada por elementos, estructuras y pautas culturales dominantes,
sus creencias y expresiones pasaron por el filtro de la iglesia, sus ideas fueron
expresadas por otros. Por todo ello, las primeras fuentes a las que recurrimos fueron los
censos y padrones del período. La falta de criterios comunes en el relevamiento de los
censistas, sumado a las falencias propias de un registro de datos en la etapa
protoestadística, limitan la cantidad y calidad de información de dichas fuentes en la
primera mitad del siglo XIX. Por ello, además de las fuentes censales recurrimos a
padrones parciales de individuos y bienes, listas de contribuyentes, de sueldos, de pagos
de derechos y patentes, censos de propietarios, padrones de indios, morenos y mulatos,
etc; que completan la información extraída de los censos generales.
Se utilizaron, también, otros fondos documentales que nos introdujeron, desde otra
perspectiva, en el mundo de las relaciones sociales. Nos referimos a expedientes
judiciales –criminales y civiles–, relatos de viajeros, contratos de arrendamiento, boletos
de compraventa, etc., fuentes en las que quedaron registradas, aunque de modo
indirecto, las “voces” de los actores sociales.
Tucumán en la primera mitad del siglo XIX: el mundo urbano
En 1810 la ciudad estaba comprendida dentro de las cuatro calles que se denominaban
“de ronda” –es decir aquellas hasta donde llegaba la vigilancia nocturna de la policía–;
constaba de 80 manzanas, de las que sólo las centrales tenían edificación densa.3
Pero,
2
BASCARY, Ana María Familia y vida cotidina. Tucumán a fines de la Colonia. Tesis doctoral, inédita,
Universidad de Sevilla, 1998. Sobre un período posterior encontramos el estudio de Daniel CAMPI “Los
ingenios del Norte: un mundo de contrastes”; en DEVOTO, Fernando y MADERO, Marta (directores),
Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina Plural: 1870-1930; Tomo 2, Taurus, Buenos
Aires 1999.
3
AVILA, Julio P, La ciudad arribeña. Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán 1920.
4. 4
cuando hablamos de la “ciudad” de San Miguel de Tucumán, nos estamos refiriendo
tanto a la ciudad edificada -comprendida entre las “cuadras de ronda”-, así como a las
quintas, chacras y campos que la circunscribían, constituyendo los “suburbios” o
“extramuros” de la ciudad.
La misma se encontraba inserta un un complejo y vasto circuito de relaciones
comerciales interregionales. Su papel de intermediaria comercial la convirtió en un
verdadero centro redistribuidor de procuctos desde y hacia otras regiones.
A finales de la primera década del siglo XIX el imperio hispánico de América inició su
rápida desintegración y el eje de las transformaciones económicas en la mayor parte de
las colonias españolas de América del Sur estuvo dado por las rupturas, cambios y
reacomodamientos del “espacio económico peruano” que se tradujo en la interrupción
del tráfico ascendente de mercadería y la consiguiente provisión de mulas para el
transporte de montaña -aunque se mantuvieron lazos comerciales con algunas ciudades
altoperuanas-. Al mismo tiempo se detuvo el flujo descendente de plata, con lo cuál
desapareció la principal fuente de metálico de la economía tucumana. Sin embargo, la
provincia siguió inserta en el “espacio econónico peruano”, de manera que a lo largo de
toda la primera mitad del siglo XIX sus intercambios mercantiles se desenvolvieron
bajo el influjo de diversas fuentes de aprovisionamiento de bienes importados y no
dependió de un solo mercado de consumo para la colocación de sus productos. Por otra
parte, la repercusión de diversas coyunturas políticas y militares (como los bloqueos al
puerto de Buenos Aires y algunos episodios de las guerras civiles) sobre el comercio
tucumano, moderaron la inclinación de la provincia hacia el Atlántico –tendencia que se
venía manifestando desde fines del siglo XVIII-, reorientándola parcial y
transitoriamente hacia el Pacífico y el mundo andino conectado a sus puertos.4
De este modo, las actividades relacionadas con la nueva red de intercambios cobraron
mayor peso (la construcción de carretas; el curtido y elaboración del cuero; la
producción tabacalera y la de azúcares y aguardientes), mientras subsistieron otras como
las artesanías textiles y productos agropecuarios para consumo interno.
En las décadas siguientes se observa un marcado crecimiento de la actividad azucarera.
Ya en 1876, año en que se inauguró el ferrocarril que unió a Tucumán con el litoral, el
valor de la producción azucarera triplicaba al de la industria del cuero y constituía más
del 45% del producto provincial, iniciándose de este modo el auge de esta actividad.
Este auge azucarero coincidió con el ocaso definitivo de los vínculos mercantiles que
5. 5
daban vida al “espacio económico peruano”, un complejo de circuitos dinamizados por
la producción argentífera altoperuana del que formaba parte todo el norte argentino. 5
Los sectores populares urbanos en el siglo XIX
El primer padrón levantado en el siglo XIX fue el de 1812. Se conservaron los listados
de dos de los cuatro cuarteles en que se dividió al curato rectoral para su relevamiento.
Estos albergaban a una población de 2.297 habitantes, de los cuáles 940 (40%) eran
hombres y el 60% restante (1.345) mujeres.6
En dicho recuento, más del 50% de la població n con ocupación fue registrada como
"servidumbre", el conjunto de personas que “servían” a particulares. Si bien no remitía
directamente a la condición de siervo y no existía una correspondencia directa entre
"servidumbre" y "esclavitud", el 41% del sector estaba sometido a esta última
condición.
Otras ocupaciones registradas, que implicaban una forma de sujeción personal a un
patrón, eran las de los agregados, criados, peones y conchabados. 7
Los dos primeros
presentaban un alto porcentaje de mujeres y niños, pues se trataría de familias enteras
que se empleaban como servidores domésticos. Peones y conchabados aparecen en las
fuentes vinculados a tareas que, en general, no requerían mayor calificación como la
cocina (sobre todo en el caso de las mujeres), conducción de caballos, reparaciones en el
hospital militar, guardas de corrales, de muladas, pintores, y, desde 1813, en la fábrica
de fusiles.
El 80,8% de la población femenina y masculina bajo estas formas de trabajo
"dependiente"8
eran indios; el 13,2% pardos, mulatos y negros, y el 5,8% "españoles" y
no llevaban en ningún caso el apelativo "Don".
Un 20 % de las ocupaciones masculinas registradas correspondían a oficios artesanales,
los que no parecían ser exclusivos de ningún grupo étnico ya que tanto indios (27,6%),
pardos (27,6%), negros (13,1%) y españoles (31,5%) se ocupaban en ellos.
4
CAMPI, Daniel “Aproximación a la génesis de una élite azucarera. Las exportaciones tucumanas en
carretas,1863-1867”; (inédito), Tucumán 1996, p. 5.
5
CAMPI, Daniel “Economía y sociedad en las provincias del Norte”; en LOBATO, Mirta Zaida
(Compiladora) Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916),
Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2000, P. 96.
6
Al tratarse de un padrón con un objetivo militar, debe contemplarse la posibilidad de un subregistro de
varones.
7
Si bien “agregado”, “criado”, “conchabado” son términos que hacen referencia a una condición laboral,
más que a la ocupación en sí, en los padrones de la época fueron consignados como profesiones.
8
Agrupamos bajo la denominación de “dependientes” a las personas registradas como peones, jornaleros,
criados, gente de servicio, agregados y esclavos, ya que dentro del conjunto global de las ocupaciones
compartían el hecho de vender su fuerza de trabajo.
6. 6
Entre los individuos que hemos agrupado como “artesanos” (carpinteros, zapateros,
herreros, sastres, lomilleros, plateros) constaban diferentes situaciones. La
estratificación entre maestros, oficiales y aprendices, no expresaba sólo –como veremos
posteriormente- diferentes grados de destreza y habilidad en el oficio, sino que
implicaba condiciones de trabajo y de vida diversas.
En 1818 se levantó otro padrón de los habitantes de la ciudad, del que se conservaron
cuatro listados, en los que constan 532 individuos “libres”.9
Una lectura acrítica de los
datos permitiría considerar que mientras en 1812 casi el 24% de los hombres “libres” se
ocupaban en la servidumbre, en 1818 dicho porcentaje habría descendido abruptamente
a un 3,5%. Por otra parte, comerciantes y pulperos se habrían incrementado (en 1812
comerciantes y pulperos alcanzaban a un 18% del total de las ocupaciones y en 1818
habrían superado el 30%), mientras que los oficios habrían disminuido levemente de un
23,4% en 1812 al 21,1%). Sin embargo, las falencias de las fuentes (están incompletas,
son registros parciales y poseen una gran diversidad de criterios de relevamiento) y el
corto tiempo transcurrido entre uno y otro recuento, hacen dudar de que los datos
extraídos reflejen fielmente la realidad del momento. Es probable que algunas de las
tendencias observadas (incremento de comerciantes y pulperos, y descenso de la
“servidumbre” en contraste con el incremento de “otros dependientes” y otras
ocupaciones) se hayan comenzado a manifestar en el marco de la crisis por el impacto
de las guerras de la independencia y la disminución del tráfico con el Alto Perú. Pero
los datos de los que disponemos hasta ahora no son suficientes para confirmar esta
hipótesis.
Cinco décadas más tarde, en 1869, el departamento Capital se dividía en tres secciones:
el área central de la ciudad de Tucumán; los suburbios y su campaña. Las dos primeras
–consideradas “urbanas”– albergaban a 17.438 individuos. Nuestro análisis se
centraliza en ese ámbito y fue realizado a partir de una muestra aleatoria de 3.618
registros (20% de la población total), extraídos de las cédulas censales correspondientes
a las ocho secciones en que se dividió a la ciudad para el relevamiento.
9
Tratándose de un relevamiento –encomendado por el Cabildo– de “todo hombre libre existente (…)
expresando el origen de cada uno, su edad, su estado político, su oficio y las propiedades qe. tenga pa.
Inscribirlos en los libros cíbicos” (con el fin de realizar un empréstito para solventar los gastos de la
guerra), este recuento carece, por un lado, de información sobre ocupaciones femeninas, y, por otro, deja
fuera de registro a un amplio sector de la población constituido por los esclavos. (AHT; S.A; Vol. 26;
Año 1817-1818; f. 248).
7. 7
Las ocupaciones que concentraban mayor porcentaje de población masculina eran la de
peón y la de jornalero que alcanzaban, según nuestra muestra, a un 18,2% del total de
las registradas. En segundo término encontramos a los comerciantes representados por
un 16,5%, y, muy cerca de ellos, los zapateros que constituían el 16,2%.
Si analizamos los datos agrupados, podemos constatar que, en realidad, eran estos
“oficios” los que aglutinaban la mayor cantidad de hombres (representaban el 31,3% de
las ocupaciones), aunque, probablemente, entre los que figuraban como zapateros,
carpinteros y sastres, estaban incluídos también oficiales y aprendices, quienes se
desempeñaban como peones asalariados en los talleres de los maestros.
Los “dependientes” (en los que se agruparon a peones, jornaleros y sirvientes)
constituían el 26% de las ocupaciones registradas.
Junto a los “dependientes” y a los oficios artesanales, existían una variedad de
ocupaciones que compartían con aquéllas la exclusión de los espacios de poder y el
escaso prestigio social. Pequeños labradores, comerciantes al menudeo y pulperos de
escasa fortuna, carniceros, barberos, aguateros y músicos, entre otros, subsistían
gracias a determinados recursos (pequeña pulpería, barbería, parcela de tierra) evitando
la venta de su fuerza de trabajo. En 1869 aparecieron una gran variedad de profesiones
“nuevas” (tonelero, blanqueador, barraquero, preceptor, abastecedor, etc.) muchas de
las cuáles implicaban cierta independencia económica. Sin duda esta multiplicidad de
ocupaciones que aparecieron en 1869 no responden solamente a las transformaciones
económicas y sociales del período, sino fundamentalmente, a una forma de
relevamiento que no sólo era ya de carácter estadístico (por ende conlleva una
clasificación mucho más analítica), sino que se prestó especial cuidado en especificar
las ocupaciones de las mujeres, hecho que no ocurría en ningún padrón anterior.
Entre las ocupaciones femeninas la que concentraba mayor porcentaje era la de sirvienta
(28,2%). Sumando a ésta las lavanderas, cocineras y planchadoras, el “servicio
doméstico” representaba al 46% del total de ocupaciones.
Después del “servicio doméstico”, era la confección –costura y bordado– la actividad
que nucleaba el mayor porcentaje de mano de obra femenina (21,2%). La textil, era la
tercera actividad en cuanto a porcentaje de mujeres ocupadas (17%). El 16% restante de
la mano de obra femenina se encontraba distribuido entre una multiplicidad de
ocupaciones entre las cuales, la de cigarrera concentraba el mayor porcentaje. Junto a
éstas, encontramos empanaderas, amasanderas, tamaleras, verduleras, veleras, y
8. 8
mujeres dedicadas al comercio. Todas estas actividades –excepto las cigarreras-10
podrían entenderse como vías alt ernativas a la dependencia que significaba emplearse
en el servicio doméstico, y tal vez, a la falta de preparación y/o “calificación” para
dedicarse a la costura o a la manufactura textil. De este modo, la elaboración de este
tipo de productos (empanadas, velas, tamales, etc) habrían permitido a algunas mujeres
sobrevivir con cierta independencia.
En suma, el universo de los sectores populares de la ciudad de Tucumán era amplio,
complejo y fue modificando su composición interna en el transcurso del siglo XIX. Los
oficios artesanales y las ocupaciones ligadas al “servicio doméstico” tuvieron
continuidad y preeminencia a lo largo de todo el período, de allí que focalicemos
nuestro análisis en estos dos segmentos de aquél vasto universo.
Los oficios artesanales
El uso del término artesano para englobar a todas aquellas actividades manuales de las
que resultaba un producto final destinado a la venta, no es propia de las fuentes. En los
padrones y censos consultados se volcaron las categorías profesionales precisas:
herrero, carpintero, zapatero, sastre, etc; y para facilitar su análisis las hemos
examinado en conjunto en tanto manifestaciones de actividades artesanales, las que
compartían una serie de características que hacen legítima su agrupación.11
En 1812 existía un 20% de hombres con ocupación conocida dedicados a actividades
artesanales. Las mismas se distribuían de la siguiente manera:
10
En 1894, Rodríguez Marquina, desde su visión negativa sobre las mujeres de los sectores populares,
afirmaba que la cigarrera “es por regla general, jóven, de catorce á veinte años (...) carece de educación;
no vive de los cigarros que confecciona y con raras escepciones vive del vicio” (RODRIGUEZ
MARQUINA, P. “Crónica General” , en Tucumán Literario, Año III, Nro 11, Tucumán, 8 de abril de
1894, p. 91).
11
No se contemplaron la totalidad de las ocupaciones artesanales, este análisis se centra
fundamentalmente en las cuatro categorías anteriormente mencionadas. Si bien no desconocemos la
importancia que tuvieron en el Tucumán del siglo XIX los plateros, lomilleros y talabarteros, entre otros,
las fuentes no nos brindan mayor información sobre ellos.
9. 9
Gráfico 1: Oficios Artesanales registrados en la ciudad de Tucumán en 1812
carpinteros
22%
sastres
18%
zapateros
32%
herreros
18%
otros
10%
Fuente: elaboración propia según datos del censo de 1812
Excepto entre los plateros (quienes eran todos españoles), el resto de los oficios
artesanales contaban tanto con españoles, indios, pardos y negros. Asimismo, existía un
3% de la población esclava dedicada a estas actividades.
En 1812 entre los artesanos coexistían hombres libres y esclavos; españoles, indios y
negros; tucumanos, de otras provincias y extranjeros; así como individuos distinguidos
con el apelativo don y sin él.
En 1818 el sector pasó a constituir el 21,5% del total de las ocupaciones consignadas.
Aparecieron registradas en este último recuento, nuevas actividades dentro de los
“oficios mecánicos”, pues a las mencionadas en 1812 se agregaron los sombrereros,
lozeros y armeros, entre otras (gráfico 2).
Gráfico 2: Oficios registrados en cuatro cuarteles de la ciudad de Tucumán en 1818
carpinteros
10%
sastres
24%
zapateros
23%
herreros
11%
otros
32%
Fuente: elaboración propia según datos del censo de 1818
10. 10
Las diferencias entre ambos recuentos radican fundamentalmente en la disminución del
porcentaje de zapateros, carpinteros y herreros y en el incremento de los sastres y
“otros” artesanos.
El cruce de los datos proporcionados por ambos padrones permitió descubrir que si bien
la mayoría de los individuos que figuraban como artesanos en 1812 mantuvieron en
1818 el mismo oficio, otros lo modificaron. Algunos ejemplos de estos cambios fueron
los de León García, Tomás y León Alderete.
El primero figuraba en 1812 como español, herrero de 14 años y distinguido por el
apelativo don; seis años más tarde fue registrado como hazendado y mantenía su don.
Sin embargo, en 1819 inicia un expediente judicial pidiendo la herencia de su padre –
consistente en ganados y una estancia- por hallarse “...desesperado por emplear(se) en
el excersio de buscar arvitrios para (su) natural subsistencia”.12
El segundo caso, el de Tomás Alderete, se trataba de un sastre pardo, libre, originario de
Santiago del Estero, que en 1818 se tornó pulpero. Del mismo modo, León Alderete,
quién en 1812 contaba 12 años y era sastre, también figura en 1818 como pulpero.
A esta posibilidad de movilidad horizontal (entre ocupaciones), se agregaba la de
ascenso vertical ya que dentro de cada gremio de artesanos existían diferenciaciones
internas bien marcadas. Tratándose de ocupaciones que implicaban la necesidad de un
período de aprendizaje y práctica del oficio, las mismas se encontraban organizadas
jerárquicamente: “peones”, “oficiales”, “maestros” y “maestros mayores”. Como es
lógico suponer, los dos primeros constituían el escalón más bajo dentro de la actividad,
generalmente ocupado por esclavos, pardos, mulatos libres o indios; mientras que los
maestros eran, en su mayoría, españoles y llevaban el don.
Sin duda, el denominativo maestro habría estado relacionado con el grado de
experiencia en el oficio y con la posesión de un taller. Eran ellos quienes arreglaban con
el gobierno los trabajos para el ejército o arreglos de las casas consisteriles y eran,
asimismo, quienes cobraban por ellos.13
El lugar de “maestro mayor”, en cambio, excedía al requisito de poseer experiencia. A
comienzos del siglo XIX, eran nombrados directamente por el Gobernador Intendente, a
quién le concernía “...el arreglo de gremios en las artes liberales, lo mismo que en las
mecánicas”. El procedimiento de selección se realizaba a partir de los informes y
12
AHT; Sección Judicial Civil; Caja 60; Exp. 5; Año 1819.
13
Abundan los recibos firmados por los maestros sastres por la hechura de pantalones y chaquetas para el
ejército (AHT, SA, Vol 23, año 1813); por los maestros carpinteros por la fabricación de sillas, mesa y
arreglos para la Sala Capitular (AHT, SA, Vols. 17 y 18; años 1806 y 1807); o por la herradura de los
caballos del ejército (AHT; SA; Vol. 49; tomo IV; año 1837).
11. 11
noticias sobre el estado de cada gremio que recogía el Gobernador, y de allí elegía y
nombraba por maestro mayor al individuo que cumplía con:
“...las qualidades de honradez, notoria inteligencia y actividad qe. son necesarias,
confiriéndole (...) las bastantes facultades económicas, y coactibas, que, aceptando y
jurando, exerxerá respecto a los individuos del mismo gremio con la precisa
subordinación al Govno. Intenda., y en su caso a los jueces ordinarios que son y
fueren”.
Seguidamente se procedía a citar al resto de los maestros del mismo rubro quienes
reconocían al maestro mayor del gremio.14
En 1823 se reglamenta el procedimiento de apertura de talleres artesanales y el de
elección de los maestros mayores. El artículo 8 del Reglamento de ese año estableció:
“Todo artesano Maestro de Tienda ocurrirá por esta licencia en enero de cada año,
pagando seis pesos por ella. El Cabildo reunirá por medio de los Alcaldes de Barrio a
todos los gremios, cada día el que elija, para que ante su responsabilidad nombren un
Maestro Mayor que cele la conducta de los demás, y de todo el que sin la tal licencia
pusiese o abriese trabajo de cuyo nombramiento dará cuenta a este Gobierno, siendo la
obligación del Maestro Mayor formar y presentar a la Municipalidad una lista de
artesanos de su gremio, para que obtengan la patente impresa de su oficio...”.15
Al parecer, la norma se trató de imponer, pero tanto los artesanos como los
compradores, evitaron su cumplimiento, razón por la cuál en octubre de 1824 un bando
del Cabildo reitera que ningún artesano podía abrir tienda pública sin ser examinado.16
A pesar del importante desarrollo que habrían comenzado a tener estos oficios en
directa relación con la coyuntura bélica, no parecen haber sido ocupaciones que
aseguraban estabilidad ni solvencia económica. La casi inexistencia de testamentarias
de este sector abona este supuesto.17
Por otra parte, entre las escasas transacciones comerciales registradas en las que
participaron artesanos, predominaban las compras de sitios pequeños (de un cuarto o de
medio solar), así como los pedidos de cobro de pesos, y, en menor medida, la compra
de esclavos.18
14
AHT; SA; Vol. 18; Año 1807; f. 500.
15
AHT; Oficios Varios; Vol. 25; Año 1823; f. 399.
16
Citado por Leoni Pinto, Ramón, Tucumán y la región noroeste. Período 1810-182, Tesis doctoral
inédita, Tucumán 1998. Un ejemplo de aplicación de esta norma es el caso de José Ignacio Ganzedo, el
que al ser intimado por el Cabildo a cerrar su tienda de herrería, se dirije al Gobernador Intendente
argumentando que “...haviendo notado en este pueblo la suma escases de herreros establecí en mi casa:
una fragua y herrería, conchavando maestros, oficiales y peones, y con ellos é servido al público
posibilitando todas las ferreterías pa. Construcción de casas, y otros destinos...” , y suplica se le conceda
una “...licencia para que continúe con ella hasta tanto devengue las cantidades que he adelantado a los
maestros, oficiales y peones...”. AHT; SA; Vol. 18; Año 1806; f. 504.
17
Encontramos solamente un testamento correspondiente al maestro carpintero Ramón Zavaleta.
18
AHT; Protocolo (Serie A); Año 1806, 1816 y 1824.
12. 12
Estos indicadores generales sobre la realidad social de los artesanos en los primeros
años del siglo XIX, pueden ejemplificarse con algunos casos puntuales: el ya
mencionado de León García que solicitó adelanto de herencia por no poder sostenerse; o
el del maestro carpintero Ramón Zavaleta, quien pidiera al Cabildo en 1820 “un solar
de los pertenecientes a la ciudad qe. se haya en sus extramuros vaco...”, debido a que
se hallaba “sin sitio capas en qe. mantener(se) ni trabajar en el oficio de carpintero”.19
Posteriormente, tras su muerte, en 1848, su viuda fue declarada “pobre de solemnidad”.
Los únicos bienes que le quedaban eran la casa donde vivía y el dinero del pleito por el
pago de pesos que había ganado el año anterior, pero ambos fueron embargados para
pagar a la larguísima lista de acreedores que dejó, producto de deudas por “préstamos
de dinero”, por “productos de tienda”, por “las visitas del médico” y por “alimentos
fiados”.20
En suma, al parecer, las actividades artesanales no constituían garantía de una existencia
desahogada en términos económicos. No sólo lo atestigua el caso de Ramón Zavaleta,
sino que en el petitorio -ya citado- de José Ignacio Ganzedo consta que también los
artesanos, fueran peones, oficiales e, inclusive, maestros, trabajaban en relación de
dependencia en tanto se conchababan. Ese mismo documento es, también, un testimonio
de la práctica del adelanto de salarios.
Por otra parte, del mismo modo que los comerciantes, tampoco los artesanos pudieron
eludir los requerimientos del Gobierno. En 1806 contribuyeron en los donativos para el
ramo de hospital. La recaudación se realizó por gremio y consistió tanto en dinero (entre
uno y cuatro pesos por persona), como en materiales y servicios (tirantes, hechura de
puertas, cerraduras).21
En 1807, de los once artesanos detectados -cinco de los cuales eran maestros- ocho
contribuyeron con seis reales, uno con diez; otro con quince; y el zapatero Don Mariano
Díaz con veinte; por lo que se encontraban entre los individuos que menos aportaron.
Efectivamente, en la separación por “clases pudientes” que se realizó en ese mismo
año para una nueva recaudación, de los veintiún artesanos identificados, tres figuran en
la 6° clase (que pagaron 15 pesos cada uno), cuatro en la 5° clase (10 pesos cada uno), y
los catorce restantes en la 8° clase (con 5 pesos cada uno).22
19
AHT; Sección Judicial Civil; Caja 61; Exp. 7; Año 1820.
20
AHT; Sección Judicial Civil; Caja 87, Exp. 5; Año 1848.
21
AHT. SA. Vol. 17. Año 1806. Fs. 225-234.
22
AHT . SA. Vol. 18. Año 1807. Fs. 536-540v.
13. 13
A la requisitoria voluntaria de 1808 respondieron sólo los sastres y los zapateros, los
que aportaron en calidad de gremio treinta y cinco pesos, los primeros, y dieciséis pesos
los últimos.
De lo hasta aquí examinado se desprende que los artesanos constituían el sector
ocupacional que presentaba un alto grado de heterogeneidad. La existencia de
situaciones tan dispares como las de Pedro, Xavier, Manuel y Plácido Villafañe,
carpinteros esclavos del tropero Domingo Villafañe; frente a la de Don José Correa,
también carpintero, pero blanco, con indios agregados e, inclusive, un esclavo negro,
demuestran que el oficio de carpintero no denotaba una ubicación social unívoca.
Sin embargo, a pesar de que algunos artesanos lograron una posición social y
económica nada despreciable -manifiesta en el trato de don, la posesión de propiedades
y la condición de vecino-, la casi inexistencia de testamentos, las escasas operaciones
comerciales realizadas y las bajas contribuciones en los empréstitos, hacen pensar que
no fue la solvencia económica ni el prestigio social las características distintivas de este
sector en las primeras cinco décadas del siglo XIX.
En 1869 las actividades artesanales aglutinaban a un importante porcentaje (31,3%) de
los hombres con ocupación. Este notable incremento del sector en el período podría
explicarse en parte por los efectos de la guerra y la política revolucionaria, las que
habrían convertido a Tucumán en teatro de la lucha, en centro logístico para las
operaciones de vanguardia en el avance al norte y, finalmente, en sede del Ejército
Auxiliar. Sería por ello que su suelo se inundó de soldados y sus habitantes se
convirtieron en artesanos de nuevas manufacturas o en pequeños comerciantes, que
encontraron mejores perspectivas en la apertura de pulperías y en su dedicación a
labores antaño inexistentes.23
Posteriormente, sin duda, el papel que Tucumán desempeñó como proveedor de
artículos manufacturados (suelas, monturas, riendas, botas, carretas, etc.) de una amplia
región, habría contribuido al desarrollo sostenido de dichas actividades.
En 1869, entre los oficios artesanales predominaban los zapateros, quienes constituían
más del 50% del total del sector (Gráfico 3).
23
LEONI PINTO, Ramón, Tucumán y la región noroeste. Período 1810-1825. Tesis doctoral inédita,
Tucumán 1998, p. 2.
14. 14
Gráfico 3: Oficios registrados en la ciudad de Tucumán en 1869
carpinteros
18%
sastres
13%
zapateros
51%
herreros
6%
otros
12%
Fuente: elaboración propia según datos de la muestra del censo de 1869
El análisis comparativo permite inferir que los artesanos, en el período bajo estudio,
experimentaron un notable aumento, el que, empero, no fue uniforme en todos los
rubros. El incremento se produjo marcadamente entre los zapateros y ligeramente entre
los rubros artesanales minoritarios (agrupados como “otros”), mientras que los sastres,
los herreros y los carpinteros sufrieron una notable disminución porcentual.
Por otra parte, el análisis de la composición por edad demuestra que los artesanos, tanto
en 1812, como en 1818 y en 1869, pertenecían a un sector de la población masculina
comprendida entre los 15 y 29 años. Sin embargo, la edad promedio en el primer
recuento rondaba los 28 años, cincuenta y siete años más tarde nos encontramos con un
segmento de población aún más joven, cuya edad promedio bajó a 25,7 años
(especialmente los zapateros quienes experimentaron el mayor incremento cuantitativo
y la baja más abrupta en la media de la edad: de 28,6 años en 1812 a 23,8 en 1869).
De este modo creemos poder afirmar que a pesar de tratarse de oficios que no
aseguraban una posición económica estable y sólida, la gran demanda de mano de obra
que requerían las actividades artesanales generó un importante incremento del
porcentaje de hombres jóvenes ocupados en estos oficios artesanales.
Los servidores domésticos.
Como ya afirmáramos anteriormente, en las primeras décadas del siglo XIX un
importante sector de la población aparecía registrada como "servidumbre".24
Estaban
24
El uso de este término era diverso, podía aplicarse tanto para designar la condición (sujeción personal)
de criados y esclavos, como la actividad (limpieza, lavado, planchado, cocina –las mujeres-, o trabajo en
las chacras, acarreo, etc.-los hombres-) que desarrollaban en las casas de los patrones. Según Ana María
Bascary, poco se sabe de las características de “esta especial forma de captación de mano de obra, pero el
hecho de que quienes estaban en servidumbre pertenecieran en su mayoría al grupo indígena-mestizo
probablemente esté indicando una evolución de las formas tradicionales de la mita y la encomienda” (Ana
María Bascary, Op. Cit, p. 80)
15. 15
bajo esa condición tanto indios (46,5%), pardos (32,3%), negros (18,1%) y una ínfima
proporción de "españoles" (3,1%). Se trataba, mayoritariamente, de mujeres (56%),
solteras (85%) y jóvenes (edad promedio de 22 años).
Si bien era, sin duda, uno de los sectores más bajos de la sociedad colonial y
posindependiente, no estuvo totalmente librado a su suerte y a los antojos de los
patrones, como podría suponerse. En un expediente fechado en diciembre de 1794 el
defensor de pobres, Manuel de Figueroa, se dirige al Síndico Procurador del Cabildo
manifestándole que:
“...informado por los pobres qe. sirben de criados qe. solo con su trabajo personal se
mantienen y biben muy escasamte. por ser el estipendio que se les da muy corto (...) y
agregando a esto el maltrato que estas pobres miserables esperimentan de sus señores
sin poderse quejar justamente por contemplarse desbalidas y sin amparo alguno (...) me
quejo formalmente de semejantes procedimientos y pido se probea el mejor remedio en
amparo de las pobres señalando lo que deben darles de salario qe. corresponda al
trabajo tan insoportable de estas pobres miserables...”.25
El Síndico Procurador aceptó la propuesta del Defensor de Pobres “...en veneficio de
unas Jentes qe. (...) sufr(en) un trato aspero, y poco conforme alos sentimientos que
dicta la humanidad”, y propuso a las autoridades “mejorar” el salario que debían ganar
en lo sucesivo las criadas, pero con algunas consideraciones según “...los diferentes
servicios qe. hacen estas jentes, ya porsu desigualdad en la industria, y edad, como en
los diversos motivos y fines quelas llevan ala dependencia”.
De este modo, queda claro que la “servidumbre” no era una condición exclusiva de los
esclavos -que indefectiblemente caían en ella por su condición jurídica-, sino que
existían otros condicionantes, los que constituían la base de la diferenciación interna
dentro esta categoría tan numerosa. El mismo síndico afirmó que según los motivos que
hayan llevado a dicha condición, dependería la graduación del servicio que les
correspondería, ya que :
“...una muger qe. por sus excesos o vida licensiosa es conducida por un juez con Titulo
de correccion ala casa de una Señora paraqe. purgue su delito porno haver carcel: ó
una muchacha aquien en edad tierna le faltaron los Padres, y para atender asu
educación pone el juez al arrimo de una Señora, no deven igualarse para la graduasion
del salario, con otra muger que por elección propia, con el fin de ocurrir al remedio
desu indigencia por medio de un trabajo onroso se dedica libremente a servir...”.26
Una vez realizada esta distinción, propuso la designación de un salario fijo sólo a esta
última clase de mujeres:
25
AHT; SA; Vol. 12; Año 1794; f. 157.
26
AHT; SA; Vol. 12; Año 1794; ff. 158-160.
16. 16
“...siendo de catorce años para arriva su edad, cualquiera persona que la quiera
recibir asu servicio con calidad de conchavadas debe pagarles doce reales por mes
corrido en dinero ó otra especie que acomode a la sirvienta”.27
Por su parte, establecía para las huérfanas:
“...a quienes consultando su buena educación, y adelantamiento, recomienda el Juez al
arrimo de alguna Señora deven servir a esta por solo el vestuario hasta qe. tengan la
edad de catorce años, y cumplidos estos es justo qe. gosen de libertad de buscar su
salario señalado antes en la casa qe. mejor les acomode, en fuerza del privilegio qe.
pertenese asu origen libre”.28
Y por último, para las depositadas en casas de señoras como castigo por delitos
cometidos establecía que deberían cumplir el servicio “...arrasión y sin sueldo”; pero,
cumplido el término de la pena debían ser declaradas absueltas y otorgarles la libertad
para elegir su medio de vida.
El Cabildo, a su vez, antes de aprobar y hacer ejecutar la propuesta del síndico
procurador, agregó una serie de precisiones que demuestran que también dentro de la
“servidumbre” se encontraban diferencias cualitativas que no sólo implicaban distintos
grados de “jerarquía” dentro de este sector, sino también de remuneración. La fuente
analizada habla de la “distinta avilidad” y de la cantidad de trabajo que recaía sobre
cada una de las criadas como factores determinantes del salario que le correspondería a
cada una. De este modo, estipuló que:
“Las qe. sirbiesen en labado, planchado, costuras y cocinas ganen: dos pesos
mensuales. “Las que solamente sirben en uno de estos ofs. Por no ser mas abundante su
aplicación é industria ganen doce rs. mensuales.
“Las qe. no puedan hacer estos servicios por ser totalmente inaviles ganen un peso
mensual.
“Las que se depositan en casas particulares por defecto de carcel para compurgar sus
delitos o estar contenidas no podrán exsigir salario alguno y así permanecerán a
racion y sin sueldo sirbiendo en cuanto se les ocupe por el alimento qe. se les da.29
Para el resto de las criadas –aquellas que cayeron en la servidumbre por orfandad o
voluntariamente- se estableció que :
“ninguna podrá ajustarse en menos de un año de srvo. Á exsepcion de combenio
particular y por lo mismo no les será arbitrar o mudar señoras antes de cumplido el
ajuste, á no ser padescan cebicia ó interbengan motibos suficientes para ello”.30
El mismo reglamento de 1794 aclara que:
27
Idem.
28
Idem.
29
Idem.
30
Idem.
17. 17
“algunos entendiendo mal la obra de caridad que hacen en obsequio de Dios con la
criansa de huérfanos quieren sugetarlos auna especie de servidumbre incompatible con
la libertad qe estos tienen […] se aclara que teniendo dieciocho años cumplidos,
pueden libremente elegir señores con quienes conchabarse”.31
De este modo, en el caso de la población libre, la “servidumbre” era concebida como un
estado de sujeción personal que debía ser retribuído económicamente y podía revertirse
cumplidas ciertas condiciones.
Por otra parte, según esta fuente tanto las criadas como las conchabadas se
desempeñaban como sirvientas. Criados, conchabados y servidumbre, parecían ser,
entonces, formas de nombrar a una misma condición que llevaba implícita una situación
de dependencia y, al mismo tiempo, de relativa libertad (restringida por las leyes contra
la vagancia y la papeleta de conchabo). Se trataba, obviamente, de una “ocupación”
despreciada por la sociedad, a tal punto que se la utilizaba como pena para purgar actos
delictivos.
El bando del Cabildo que estipuló el salario para estas gentes es, a su vez, un ejemplo de
que el estado de indefensión y desamparo de estos sectores sociales no eran absolutos.
El mismo manifiesta la intención de las autoridades de protegerlos ante los excesos de
los usos y costumbres de una sociedad basada en la desigualdad jurídica y étnica.
Sin embargo, las condiciones de vida y de trabajo de estos “dependientes” no parece
haberse modificado demasiado en el transcurso de los primeros años de la vida
independiente, aunque no se trató de un sector totalmente pasivo y resignado a su suerte.
Existen numerosos testimonios de manifestaciones de rebeldía cotidiana (denunciada
por los amos), así como de iniciativas civiles y judiciales de criados en defensa de sus
derechos.32
Las denuncias por maltratos y las fugas de esclavos y conchabados
constituyen otras formas de resistencia de estos sectores frente a su sujeción personal. 33
En 1869, si bien el cuadro ocupacional de la ciudad ha sufrido algunas
transformaciones, el “servicio doméstico” seguía absorbiendo el mayor porcentaje de
mano de obra femenina (46%), mientras que entre los hombres el porcentaje de
31
Idem.
32
Los casos del mulato Blas Giménez que insultó a un cura que lo obligaba a rezar y el de la “negra
Francisca” procesada por calumnias por una “Señora del vecindario” constituyen dos claros ejemplos de
la rebeldía cotidiana a la que hacemos referencia (AHT; S. Judicial del Crimen; Caja 14; Exp. 10; año
1802 y Exp. 36; año 1805).
33
Entre 1800 y 1809 las denuncias por fugas son regulares y a partir de 1810 las mismas comienzan a
disminuír (AHT; Sección Judicial del Crimen; Cajas 12 a 18). Por otra parte existen expedientes en los
que constan los malos tratos a criados y se solicita el pago por los servicios, el cambio de amos o la
libertad de los criados (AHT; Sección Judicial Civil: Caja 48, Exp. 3, año 1800; Caja 49, Exp. 12, año
1812).
18. 18
sirvientes se redujo considerablemente (8%) y se incrementó el de peones y jornaleros
(18,2%).
En esta oportunidad, los censistas registraron detalladamente –según la función
específica que se realizaba dentro del servicio doméstico- a quienes otrora se
denominaba genéricamente con el término “servidumbre”. De este modo, hacia finales
de la década del ’60 encontramos una diversificación en este sector ocupacional en base
a los mismos criterios de clasificación que se manejaron en el bando de fines del siglo
XVIII, ya que se contabilizaron por separado a las sirvientas –probablemente aquéllas
que sólo limpiaban y servían-; las mucamas; las lavanderas, las planchadoras y las
cocineras (gráfico 4).
Gráfico 4: Lavanderas, planchadoras, cocineras y sirvientas registradas en la ciudad
de Tucumán en 1869
sirvientas
60%
mucamas
1%
lavanderas
23%
planchadoras
5%
cocineras
11%
Fuente:elaboración propia según muestra del censo de 1869
El grueso del servicio doméstico estaba compuesto por sirvientas. Se trataba de mujeres
jóvenes cuya edad promedio era de 19,6 años, entre las que predominaban las solteras
(60%). El resto –excepto las mucamas que también eran de corta edad- eran mujeres por
lo general adultas, también predominantemente solteras, cuya edad promedio superaba
los 30 años (34,2 años las lavanderas, 30,2 las cocineras y 30,9 las planchadoras).
El análisis por grupo de edades confirma que las sirvientas eran las más jóvenes dentro
del servicio doméstico, resultando más del 80% de ellas menores de 30 años, edad a
partir de la cuál se producía una abrupta disminución hasta casi desaparecer después de
los 45 años. En el resto de las servidoras domésticas, por el contrario, el mayor
porcentaje se encontraba en el segmento entre los 15 y 44 años y mantenían cierta
regularidad (sobre todo las lavanderas) hasta después de los 45 años (cuadro 1).
19. 19
Cuadro 1: Sirvientas, planchadoras, cocineras y lavanderas registradas en la ciudad
de Tucumán en 1869 (por grupo de edades)
Edad /
Ocupaciones
Hasta
14 años
15 a 29 años 30 a 44 años 45 años y
más
Total
Sirvientas 133 38,8% 158 46,0% 37 10,8% 15 4,4% 343 100%
Planchadoras 0 0 15 53,6% 10 35,7% 3 10,7% 28 100%
Cocineras 2 3,3% 35 58,3% 14 23,3% 9 15,0% 60 100%
Lavanderas 3 2,3% 55 43,0% 37 28,9% 33 25,8% 128 100%
Total 138 24,7% 263 47,0% 98 17,5% 60 10,7% 559 100%
Fuente: elaboración propia según muestra del censo de 1869
Es probable, entonces, que entre el servicio doméstico se haya producido una suerte de
ciclo vital en el que según la edad, y las habilidades adquiridas con el tiempo, se
abandonaban las tareas de limpieza (generalmente desempeñadas por las sirvientas) y se
especializaba en alguna de aquellas que requerían una particular habilidad: planchado,
lavado o cocina. No estamos en condiciones de afirmar que este paso entre una y otra
actividad haya implicado una mejora en las condiciones de trabajo o una mejor
remuneración.34
De este modo, en el mundo del trabajo femenino, habrían existido una multiplicidad de
itinerarios posibles: cocineras que pasaban a ser lavanderas;35
sirvientas que se pasaban
a lavanderas o al hospital;36
planchadoras que aprendían el oficio en un taller y luego se
independizaban;37
o “mucamas” o “doncellas” que por diversos motivos dejaban de
serlo y pasaban a ser “...una cigarrera más”.38
34
Treinta y cinco años después del censo, en su Informe sobre el estado de la Clase Obrera, Bialet Massé
marca claramente estas diferencias entre las trabajadoras domésticas: las planchadoras –que trabajaban en
talleres o “por su cuenta”- ganaban entre 40 centavos (las aprendizas) y un peso (las oficiales); las
lavanderas ganaban un peso a un peso 20 centavos; mientras que las sirvientas ganaban al mes entre 5 y
15 pesos. Hace referencia también a la “chinita” (criada) que no ganaban más que el cuidado y el techo.
(BIALET MASSE, Juan, Informe sobre el estado de la clase obrera, Tomo I, Buenos Aires,
Hyspamérica, 1985 (Primera edición en 1904).
35
RODRIGUEZ MARQUINA, Op. Cit, Nro. 11, 8 abril de 1894, p. 91.
36
Bialet Massé considera esta alternativa como “la biografía que como cliché se puede aplicar a la
mayoría” (Op. Cit; p. 219)
37
“Lo dueños de taller se quejan de que así que una muchacha aprende se va a planchar por su cuenta”
(BIALET MASSE, Op. Cit, p. 218)
38
RODRIGUEZ MARQUINA, Op. Cit, p. 92
20. 20
Consideraciones finales
En el mundo urbano del Tucumán del siglo XIX coexistieron una variedad de
ocupaciones entre las cuáles se destacaban –por la cantidad de personas ocupadas en
ellas- los sirvientes domésticos y los oficios artesanales.
Paralelamente al desarrollo del comercio y al crecimiento de las actividades mercantiles
que experimentó la región en el período bajo estudio, se produjo el incremento de las
tareas artesanales, probablemente para abastecer la creciente demanda del Ejército del
Norte, en los primeros años de vida independiente y, posteriormente, la del mercado
interno en expansión. De este modo observamos que el sector dedicado a estos oficios
(especialmente carpinteros y zapateros) creció notablemente en el período.
Las características comunes encontradas entre estos individuos dedicados al trabajo
“mecánico y artesanal” permiten afirmar que no se trataba de un sector social
caracterizado por la riqueza ni el prestigio. Si bien encontramos diferencias internas
entre aprendices y maestros, ni unos ni otros pertenecían a la clase política ni
económicamente predominante. Sus contemporáneos los concebían como una clase
intermedia entre lo que podría denominarse los sectores pobres o bajos (sirvientes,
esclavos, criados, peones, conchabados, aprendices y oficiales de artesanos), y la élite
económica y política constituida por comerciantes, hacendados y terratenientes.39
No cabe duda que en el sector más bajo de la pirámide social se encontraban todos
aquellos “dependientes” que compartían el hecho de encontrarse atados (ya sea por la
esclavitud o por el conchabo) a un patrón, y que no contaban con otro bien más que su
fuerza de trabajo. A pesar de haber estado ajenos al mundo del prestigio y el poder,
sometidos a formas de trabajo en relación de dependencia y haber constituído el centro
de las normativas de disciplinamiento social, moral y laboral, los peones, aprendices de
artesanos, agregados, conchabados, criados y sirvientes no se mantuvieron pasivos ante
las condiciones de vida y de trabajo que se les imponía desde los sectores dominantes y
manifiestaron de diferentes formas su disconformidad que se tradujo, en algunas
oportunidades, en resistencia.
Algunos artesanos de la ciudad –especialmente los maestros-, si bien se encontraban
regulados por sus respectivos gremios mantuvieron una relativa independencia laboral.
39
Un contemporáneo dejó claramente plasmado en sus notas de viaje el lugar que ocupaban los artesanos
en la sociedad tucumana de 1854 cuando afirmaba que “La clase media de la ciudad es laboriosa. Los
hombres, en general son artesanos, se dedican especialmente a la carpintería y zapatería; pues es
extraño aquí encontrar gente descalza o casi sin muebles, a lo menos los más precisos, por pobres que
sean sus dueños. Esta tendencia es la razón porque son los oficios a que mas se dedican”.39
21. 21
Contaban con un oficio y, en algunas oportunidades, con un taller, medios que les
permitía sustentarse sin caer en formas de trabajo dependientes.
Sin embargo, del mismo modo que el universo de “dependientes”, este segmento de
artesanos “independientes”, habrían formado parte –junto a una multiplicidad de
ocupaciones que permitían subsistir al margen de la sujeción personal- de los “sectores
populares” urbanos en el Tucumán del siglo XIX, ya que compartían una situación de
exclusión política, carencias económicas y escaso prestigio social.
Bibliografía
Avila, Julio P.; La ciudad arribeña. Tucumán 1810-1816. Reconstrucción histórica. Tucumán, U.N.T,
1920.
Bascary, Ana María; Familia y Vida Cotidiana. Tucumán a fines de la colonia. Tesis doctoral (en
prensa). Sevilla, 1998.
Bialet Massé, Juan; Informe sobre el Estado de la clase obrera (Tomo I). Hyspamérica, Buenos Aires,
1985. Primera edición 1904.
Bousquet, Alfredo; El sistema rentístico de la provincia de Tucumán, 1820-1876; Tucumán, Imprenta La
Razón, 1878.
Campi, Daniel; “Aproximación a la génesis de una élite azucarera. Las exportaciones tucumanas en
carretas,1863-1867”. Tucumán, 1996. (Inédito).
Campi, Daniel; “Economía y sociedad en las provincias del Norte”. En Mirta Zaida Lobato
(Compiladora) Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-
1916). Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000.
Campi, Daniel; Bravo, María C; “La mujer en Tucumán a fines del siglo XIX. Población, trabajo,
coacción”, en Teruel, Ana (comp.) Población y Trabajo en el Noroeste Argentino. Siglos XVIII
y XIX. UNIHR, Unju, Jujuy, 1995.
Cordeiro y Viale; Compilación Ordenada de Leyes y Decretos, Tomos I a XIII (años 1823 a 1890).
Giménez Zapiola (comp) “El interior argentino y el “desarrollo hacia afuera”: el caso de Tucumán” en El
Régimen Oligárquico. Materiales para el estudio de la realidad Argentina (hasta 1930).
Buenos Aires, Amorrortu editores, 1975.
Halperin Donghi, Tulio; Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla,
Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Leoni Pinto, Ramón, Tucumán y la región noroeste. Período 1810-1825. Tesis doctoral inédita.
Tucumán, 1998.
Leoni Pinto, Ramón; El comercio de Tucumán (1810-1825). Quinto Congreso Nacional y Regional de
Historia Argentina y Regional. Tucumán, 1971.
Lizondo Borda, Manuel (comp); Tucumán a través de la Historia. El Tucumán de los poetas.
Tucumán, 1916.
Lizondo Borda, Manuel; Historia de Tucumán (siglo XIX). Tucumán, U.N.T, 1948.
López de Albornoz, Cristina; “Arrieros y carreteros tucumanos. Su rol en la articulación regional (1786-
1810)”. En Revista Andes Nro. 6, 1993a.
López de Albornoz, Cristina; “Mano de obra libre: peonaje y conchabo en San Miguel de Tucumán a
fines del siglo XVIII”. En Revista Población y Sociedad Nº1. Fundación Yocavil, Tucumán,
1993b.
Nicolini, esteban; “Circuitos Comerciales en Tucumán entre 1825 y 1852. Tensión entre el mercado del
Pacífico y el del Atlántico”, en Revista DATA Nro. 2, La Paz, 1992.
Parolo, María P; “Estructura socio-ocupacional en Tucumán. Una aproximación a partir del censo de
1812”. En Revista Población y Sociedad Nº 3. Fundación Yocavil, Tucumán, 1995.
República Argentina, Primer Censo de la República Argentina,verificado los días 15, 16 y 17 de
setiembre de 1869, Buenos Aires, Imprenta del porvenir, 1872.
Rodríguez Marquina, P; “Crónica General”. En Tucumán Literario. Año III, Núm. 9, 10 y 11;
Tucumán, marzo de 1894.