1. Triduo de la Fiesta de la
Divina Misericordia
UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD EUDISTA
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¡Alégrate Corazón Misericordioso!
“Vivir para Cristo” es el lema que dinamiza la reflexión
para este mes de abril. Para Cristo, Juan Eudes dedicó
su vida, pero no lo hizo bajo un criterio de simple reli-
giosidad o devoción, fue por encontrar en la persona
de Jesús una característica esencial que él consideraba
necesaria impregnar a la humanidad: Un corazón mise-
ricordioso, convencido de la presencia del Padre en
medio de la humanidad y decidido a salir de sí mismo
para ser creador de dignidad y libertad.
San Juan Eudes no quiso tener un propósito distinto al
de Jesús, por eso deseó hacer de su vida un acto de
amor y glorificación a Él. El solo hecho de compartir la
vida con los otros, significó para el padre Eudes un ges-
to de oración y un camino de Evangelización, que al
paso de los años se fue conteniendo en una sola palabra
capaz de transformar toda realidad: Misericordia.
El corazón misericordioso que Juan Eudes contempló
en Jesús y María, adquirió sentido en su vida en la me-
dida que él se consideró así mismo como tesoro de la
mirada de Dios que había reorientado sus pasos. Por
ende, predica convincentemente sobre ese corazón tras
una experiencia de alteridad con el rostro de Dios.
Abramos nuestra vida al rostro de Dios y salgamos al
encuentro de quienes desean y necesitan ver la fuerza
de su amor.
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1 Día
Formar a Jesús
Dignificando la vida humana
Inicio:
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
R.Amén.
Oración de inicio:
Jesús, Señor mío, yo te pertenezco
necesariamente por miles y miles de títulos,
pero además deseo pertenecerte
voluntariamente.
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Quiero que todos mis pensamientos
palabras ya acciones, que todas mis respiraciones,
todos los latidos de mi corazón,
todos los momentos de mi vida, todas esas cosas
se conviertan en otras tantas voces por las
que yo te diga continua y eternamente:
Te amo,
Te amo,
sí, Jesús mío,
¡yo te amo!
Qué deseas tú,
qué esperas tú,
de mí sino
que yo responda
como Pedro:
¡te amo, te amo!
Palabras de san Juan Eudes
Recordemos que el Hijo de Dios ha dicho que cuanto
hagamos al más humilde de los suyos lo hacemos a él
mismo. Por eso quien consuela a un afligido está con-
solando a nuestro Señor y también a su santa Madre
puesto que el consuelo del Hijo es consuelo de la Ma-
dre. Por eso es gracia grande de Dios poder consolar a
un pobre afligido.
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Y eso debe llevamos a no hacerlo como de paso sino
con seriedad, dedicándole nuestro tiempo y actuando
con el prójimo como quisiéramos que actuaran con no-
sotros. Para ello debemos, ante todo:
Mirar con los ojos de la fe, por una parte la caridad in-
mensa que trajo a nuestro Salvador a este mundo para
consolar a los afligidos (Is 61,2), y por la otra mirar al
prójimo que se halla en la aflicción como un hijo de
Dios, como miembro del Salvador y como nuestro
hermano. Nos daremos a esa caridad que arde en el
Corazón benignísimo de Jesús para con el afligido, y,
unidos a ella, le hablaremos con dulzura, cordialidad y
compasión, demostrándole que lo acompañamos since-
ramente en su dolor, que tomarnos parte en su aflic-
ción, que deseamos hacer lo posible por ayudarlo y
consolarlo.
Porque el amor a Dios y el amor al prójimo son insepa-
rables; no son dos sino uno solo y único amor. Y debe-
mos amar a nuestro prójimo con el mismo corazón y el
mismo amor con que amamos a Dios, porque no se
trata de amarlo en Él ni por Él, sino en Dios y por
Dios, o, más exactamente, es a Dios mismo a quien
amamos en el prójimo. Es así como Jesús nos ama: en
su padre y para su Padre, mejor dicho, ama a su ame-
mos recíprocamente como Él nos ama. Tal es su man-
damiento (Jn. 15, 11).
(O.C. III, 96 , I, 257 - 258)
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Oración final
Dios, Padre de las misericordias, que con bondad sin
medida nos has dado el corazón amantísimo
de tu Hijo unigénito, te suplicamos nos concedas
que viviendo unidos entre nosotros y con él en intensa
caridad, podamos amarte con amor perfecto.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
2 Día
Formar a Jesús
Con un Corazón solícito
Inicio:
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
R.Amén.
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Oración inicial (P. 3)
Palabras de san Juan Eudes
La caridad cristiana consiste precisamente en amarnos
unos a otros como Jesucristo nos ama. Y de tal manera
nos ama, Él que nos da todos sus bienes y tesoros, su
propia persona, utiliza sus poderes, los recursos de su
sabiduría y de su bondad, para hacernos el bien.
Es tan excesiva su caridad que soporta por largo tiem-
po, con mansedumbre y paciencia, nuestros defectos;
que da el primer paso para buscarnos cuando lo hemos
ofendido a Él, que solo nos ha colmado de bienes. Pa-
rece como si, de cierta manera, prefiriera nuestras co-
modidades, contentos e intereses a los suyos propios,
pues se ha sometido a toda clase de incomodidades,
miserias y tormentos para librarnos de ellos y hacernos
felices.
En una palabra, tanto amor nos tiene que emplea su
vida, su cuerpo, su alma, su tiempo, su eternidad, su
divinidad y su humanidad, lo que es, lo que tiene y lo
que puede por nosotros; y sus pensamientos, palabras y
acciones son de caridad y de amor. Ahí tenemos la nor-
ma y el modelo de la caridad cristiana.
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Es eso mismo lo que pide de nosotros cuando nos or-
dena amarnos los unos a los otros como Él nos ama.
Para animarte en este propósito, contempla a tu próji-
mo en Dios y a Dios en él. Míralo como a alguien que
ha salido del corazón y de la bondad de Dios, como
una participación de Dios, creado para regresar a Dios,
para vivir en su regazo, para darle gloria eternamente y
en el que Dios será efectivamente glorificado por su
misericordia o por su justicia.
Míralo como a alguien a quien Dios ama (...), salido
del mismo principio que tú, hijo del mismo Padre,
creado para el mismo fin, propiedad de un mismo Se-
ñor, rescatado con la misma sangre preciosa de Jesu-
cristo. Míralo como a miembro, contigo, de una misma
Cabeza que es Jesús y de un mismo cuerpo que es la
Iglesia, que se nutre de un mismo precioso alimento, el
cuerpo y la sangre de Jesús.
(O.C. I, 258-259)
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Oración
Dios de poder y de misericordia, quebranta
en nosotros cuanto se opone a ti, y con el poder de
tu brazo toma posesión de nuestros corazones y de
nuestros cuerpos para que empieces en ellos el reino
de tu amor.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
3 Día
Formar a Jesús
En el Corazón misericordioso de María
Inicio:
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
R.Amén.
Oración inicial (P. 3)
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Palabras de san Juan Eudes
La divina misericordia reina tan perfectamente en el
Corazón de María, madre del salvador, que recibe el
nombre de reina y madre de misericordia. Esa compa-
siva María de tal modo se ganó el Corazón de la divina
misericordia que le fueron dadas las llaves de todos los
tesoros y fue constituida dueña de ellos. Al respecto así
habla san Bernardo: Se llama reina de misericordia porque
ella abre los abismos y tesoros de la divina misericordia a
quien quiere,cuando quiere y en la forma que quiere.
Si quieres, hermano querido, sentir los efectos de la
misericordia sin par que reina en este Corazón benigní-
simo, empieza por reconocer que eres abismo de ca-
rencias, que tienes necesidad inmensa del socorro de
esta Madre de misericordia y que eres infinitamente
indigno de él.
En segundo lugar invócalo muy confiadamente en tus
necesidades.
En tercer lugar, si quieres que tenga un Corazón lleno
de compasión hacia ti, ten tú mismo un corazón lleno
de benignidad a tus hermanos; dedícate gustosamente,
según el poder que Dios te dé, a las obras de miseri-
cordia
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Si no estás en capacidad de hacer todo esto, ten al me-
nos la voluntad de practicarlo y ora a Dios que la dé a
los que pueden hacerlo. Testimonia a tu prójimo que
sufres de corazón por no poder asistirlo en sus necesi-
dades como lo quisieras hacer si estuvieras en capaci-
dad de hacerlo.
No rechaces nunca a nadie; no rehúses asistencia a los
que buscan tu ayuda: obra con misericordia con todos
los que acuden a ti; da limosna a los pobres que te la
pidan, de una manera u otra: si no das dinero, da algu-
nas palabras de consuelo e instrucción, o bien, di al
punto un Ave María, por ellos y levanta tu corazón ha-
cia la Madre de misericordia y dile por este afligido y
por los demás: Consuelo de los afligidos, ruega por no-
sotros.
Y no te contentes con hacer obras de misericordia sino
practícalas bien, con pureza de intención, es decir, para
agradar a Dios y para su sola gloria; hazlo con disposi-
ciones santas: bondad, afabilidad, dulzura, alegría y
presteza. Dios ama al que da con alegría, dice la santa
Palabra (2 Cor 9, 7).
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El que da prontamente da dos veces. Y también: no de-
mores la ayuda al angustiado (Sir 4, 3). Si Dios te da
facultad de hacer el bien hoy a quien te pide no lo re-
tardes para mañana (Prov 3, 28). No esperes que te pi-
dan. Adelántate a las necesidades de los hermanos, así
como Dios toma a menudo la iniciativa y te concede
gracias diversas que no le habías pedido y que no espe-
rabas.
(O.C.VII, 10 - 18)
Oración final
Dios de bondad, tú que has querido que tu Hijo único
viva y reine en el corazón de suVirgen Madre; concé-
denos que, cumpliendo siempre y en todo tu voluntad,
a ejemplo de Jesús y María, merezcamos tener, con
ellos y entre nosotros, un solo corazón.
Amén.
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“Jesús, quiero amar a esta persona por
amor a ti. En honor y unión de tu caridad
hacia ella, quiero amarla con todo mi
corazón”
San Juan Eudes
(OC I, 263)
Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación:
Jorge Luis Baquero