Arribando a la concreción II. Títulos en inglés, alemán y español
Trilogía estúpida
1. TRILOGÍA ESTÚPIDA
Consideraciones generales a modo de prólogo.
Estamos rodeados de estúpidos. Invadidos por ellos. Son Legión.
Hay diversas clases, eso sí; aunque los efectos suelen ser similares a la hora
de tratar de sobrevivir en su cercanía.
Están los estúpidos naturales, esos que son estúpidos por falta de capacidad
o instrucción, cuya simpleza peca de honesta, los que fueron concebidos sin el
pecado original de la inteligencia. Son queribles, nos recuerdan la ingenuidad
inmaculada de la primera infancia; pueden causar daño si el destino los hace
ocupar un cargo público, pero por instinto los protegemos ya que son lo que
podríamos haber sido de haberse alineado las estrellas en nuestra contra.
Están los estúpidos puros y duros, los que carecen de margen para
comprender la estupidez. Son tercos e inconmovibles, hacen alarde de su
rotunda estupidez y la imponen a como dé lugar. Jamás conciben posibilidad
alguna de error. Son estúpidos talibanes de la estupidez. Su fe, dogma y
divinidad suprema es la Estupidez Soberana y propagan el proceder estúpido
como una forma de vivir que solo muta cuando se convierte en una forma
(estúpida) de morir. Son los que correr picadas a la madrugada con autos que
preparan esmeradamente durante semanas, invirtiendo en ello el dinero que no
aplican en pagar la cuota alimentaria de esos hijos que dejan por ahí dada su
política de practicar el sexo sólo de modo “natural”, como manda el dios que
regala hijos que nadie va a mantener, ni cuidar ni educar ni librar del destino
de estupidez que les aguarda.
2. Están los estúpidos ladinos, los que sospechan levemente de su propia
estupidez y tratan de erradicarla destruyendo a los que no son estúpidos para
que, no habiendo con quién comparar, derogar ipso facto la idea de estupidez.
Son estúpidos abusivos, que apelan a la fuerza para imponerse ya que sus
pulsiones primitivas son proporcionales a su falta de intelectualidad. Son
malos de maldad básica. Quieren voluntariamente destruir. Su lema es que no
crezca el pasto tras su paso, son los que incendian aldeas, matan niños y
mujeres por pánico a lo diferente. Son los estúpidos que propenden al poder,
los que estructuran verticalmente partidos, sectas y gobiernos. Suelen llegar a
la cima arrasando todo a su alrededor. Nunca miden consecuencia y su
capacidad de odio es ilimitada.
Y después están los peores: los estúpidos domésticos, esos que se cuelan
bajo el disfraz de la intrascendencia, de su inofensiva constancia y
permanencia, esos que parecen parte del decorado hasta que se activan como
una bomba de tiempo. El estúpido doméstico está ahí bajo el falso argumento
de no interferir, de no querer imponerse ni dañarnos. Convivimos con ellos en
base a nuestro error de criterio, pensando que es posible, que se puede
compartir el universo con los estúpidos, cada uno en lo suyo, cada cual bajo su
código, en paz civilizada bajo distintas éticas. Pero no, el estúpido es incapaz
de respetar la idiosincrasia ajena a la estupidez. En algún momento se
entromete, se interpone, nos ataca y sólo se calma con nuestra absoluta
destrucción. El estúpido doméstico solo acepta mediocridad en su entorno,
quiere y exige todo a la altura de los zócalos. No sirve que uno le asegure que
jamás tuvo la intención de invitarlo a volar juntos, el estúpido dinamita las
alas y el tren de aterrizaje. El estúpido no puede permitir el vuelo. El
estúpido solo sabe igualar a su nivel.
3. No hay defensa contra los estúpidos. Sólo cabe huir y refugiarse. Pero
están en todos lados. Son demasiados. Parece por momentos una batalla
perdida desde antes de comenzar.
Sobre los estúpidos en el arte. Primera Parte.
Habiendo estúpidos en todos lados (¡franca mayoría!), ¿cómo evitar su
intrusión impiadosa por estos lados? Imposible. Y siendo que en las artes los
límites se difunden y la originalidad es un icono dudoso por lo difícilmente
clasificable, los estúpidos no sólo son mayoritarios sino que pueden alcanzar
proporciones apoteóticas.
Uno podría clasificarlos en un primer y rápido amague en: estúpidos del
bricolage también llamados “artistas conceptuales”; estúpidos estereotipados
propaladores de todos los clichés y neologismos idiotas, mejor conocidos
como “galeristas top” o fashion o vanguardistas o la palabra “in” esta semana;
y los estúpidos más arrogantes y malignos y, asimismo, más fácilmente
identificables por ser los que colocan en sus tarjetas de presentación (de papel
satinado) la referencia “crítico de arte” debajo o detrás de su nombre.
Aceptando que en teoría –ya que personalmente no me consta- deben de
existir excepciones a mi arbitraria clasificación, pido anticipadas disculpas si
alguien califica para estos roles y considera que no le cabe el sayo de estúpido
(lo que, me temo, ya permitiría la fundada sospecha), pero valga que no hablo
4. con mala voluntad sino por desahogo de una constante experiencia que ya me
está sabiendo a cruel ensañamiento en mi contra.
Digo yo, (clamo a los cielos, con ademanes exagerados que delatan esa
leve brizna de sangre siciliana que circula en mis venas por vía materna): ¿es
necesario? ¿Me merezco despertar en la mañana y por deformación
profesional revisar el mail antes de salir corriendo de casa para enterarme de
Schizophrenogenesis, la nueva muestra del amigo Hirst, quien ahora se
dedica a hacer pastillitas, argumentando (según publicidad oficial de su web):
“Pills are a brilliant little form, better than any minimalist art. They’re all
designed to make you buy them… they come out of flowers, plants, things
from the ground, and they make you feel good, you know, to just have a pill,
to feel beauty.”?
(http://www.damienhirst.com/exhibitions/solo/2014/schizophrenogenesis)
Probablemente, si yo fuera capaz de sentir “la belleza de una píldora”
sería más feliz, seguramente millonaria y una exitosa artista conceptual,
cuestiones todas estas que -para mi desgracia- los hados me han vedado en su
inconmensurable maldad. Así que sólo puedo alimentar mi irritación y
cuestionarme filosóficamente ¿quién es más estúpido? ¿El artista que
reproduce pastillitas considerando que hace arte, el galerista que lo exhibe o el
coleccionista que lo compra? ¿Todos por igual? ¿Ninguno de ellos? ¿Los de
afuera que creemos que esto realmente pasa? ¿Los publicistas que se ríen a
desencajada mandíbula batiente ante la contundencia de su demostración que
se puede hacer y decir cualquier cosa mientras se sostenga en una eficaz
manipulación publicitaria?
5. Es más que evidente que la única estúpida acá soy yo, que tengo que salir a
trabajar de cualquier otra cosa para pagar las cuentas en vez de dedicarme:
uno) hacer algún chapucero cachivache; dos) contratar a un caro experto en
marketing artístico para que lo venda sin pudor, tres) graduarme oficialmente
de “artista”.
Supongo que lo más fácil y accesible a mi magro presupuesto es dejar de
leer mis mails (o dejar de abrir aquellos que auguran traer noticias del
mundo del arte, mundo que, es evidente, yo no entiendo y al que no
pertenezco ni habré de pertenecer jamás).
Sobre los estúpidos en el arte. Segunda Parte.
Hablábamos de los estúpidos estereotipados propaladores de todos los
clichés y neologismos idiotas, los “galeristas top”, o citando una reciente nota
de La Nación, “estos raros galeristas nuevos facilitadores de arte versión
3.0”
“Son amistosos, "redsocialeros", de zapatillas, cero
champagne, mucha cerveza, cooperativos, informales,
entusiastas... Tienen mayormente entre 30 y 40 años y son la
nueva generación de galeristas. Egresados del Barrio Joven, ya
compiten en las grandes ligas de arteBA y en las ferias
internacionales de igual a igual con las galerías de siempre, pero
tienen otro espíritu: huyen del centro y los modelos tradicionales,
6. se animan con galpones en ruinas y son amigos de sus artistas.
Puestos en el mapa, dejan libre la zona de Retiro y Recoleta. Los
caracteriza la divergencia: cada uno encuentra su receta para
huir de la crisis del modelo clásico del galerista de mostrador.”
http://www.lanacion.com.ar/1733488-estos-raros-galeristas-nuevos-
facilitadores-de-arte-version-30
Partamos del principio. Un galerista es un tendero. Y a mucha honra. Uno
que vende objetos más sofisticados y ciertamente no de primera necesidad,
pero un tendero al fin y al cabo.
Y el ser determina el proceder: el galerista debe tener una tienda, con un
mínimo razonable de dignas paredes donde exhibir su mercadería de modo
que luzca apetecible al eventual espectador (el “se animan con galpones
en ruinas” que alega alegremente la periodista de La Nación pone la piel de
gallina a cualquiera que realmente haya intentado colgar en una pocilga
herrumbrosa, con goteras por ausencia de chapas en el techo y mugre
inerradicable como quién esto escribe). La tienda debe estar ubicada en un
emplazamiento de clase media-alta a alta y/o altísima, ya que -seamos
honestos- quien no tiene sus necesidades básicas satisfechas en su pared sin
reboque fino pegará a lo sumo una estampita de San Expedito o de La
Desatanudos.
Este particular tendero debe saber vender el producto que tiene a cargo,
utilizando quizá un código levemente distinto al del carnicero o al vendedor de
lencería, pero hasta ahí, ya que todos han de prometer un disfrute al
7. comprador. Al carnívoro un asado tierno, al voyeur un espectáculo tentador, al
comprador de arte un goce intelectual con reserva de valor inversional ya que
quien desarrolla un gusto por las Bellas Artes suele haber desarrollado en
paralelo una educación por fuera de las estadísticas del Ministerio de
Educación oficial y una economía personal autosustentable que sabe lo que
cuesta y pretende preservar.
El auténtico galerista debe SABER de qué se trata, ya que la improvisación
no sirve en este campo: el consumidor de arte sabe mucho también y no va a
comprar sólo porque lo enreden con palabras huecas de vanguardia snob. No
es un comprador de autos usados ni de imitaciones de La Salada. Apreciar y
comprar arte requiere cierto sustento personal, cierto grado de desarrollo
esmerado del alma. ¿Estoy elaborando una argumentación elitista?
Seguramente. Pero el arte no es para las masas. El arte quiere el crecimiento
personal de cada individuo para que el concepto de masa desaparezca. El arte
pretende el desarrollo espiritual del individuo, lo provoca, lo propende. El
arte es para nivelar hacia arriba. Solo los estúpidos nivelan para abajo.
El galerista real y respetable, el honesto tendero, sabe y lo demuestra.
Escoge con cuidado a sus artistas con vistas a futuro: no cree en estrellas
fulminantes, en caprichos de moda momentáneos. Elige a sus clientes
también, cuida estilos y líneas. Se especializa. Aprende por sobre lo que ya
sabe. Busca la excelencia. En líneas generales va sobre seguro. Un galerista
hace negocios, no es un “hacedor de magia”; el galerista NO CREA NADA.
Sólo comercializa. Sólo acerca las partes como todo mero intermediario.
8. Hoy, todo se ha pauperizado por la intervención mayoritaria de los
estúpidos; los “galeristas top” son más importantes que los artistas (que vaya
y pase) y hasta que las obras. El galerista “impone”, “marca tendencias”,
“establece nuevos ídolos”, y siguen las pavadas de ese tenor que las notas
(¿pagas?) en diarios y revistas que dedican más espacio a enarbolar la gloria
de los galeristas que a recordar al potencial espectador que obras puede
apreciar y donde. El tendero pasó al centro de la escena, todo lo demás (el
arte) se redujo a decorado descartable. El comprador se enorgullecerá de
haberle comprado algo (ya no importa qué) a fulanito, “el” galerista topísimo
del momento. ¡Que honor! Obvia aclarar que el galerista topísimo es
indudablemente un estúpido pero el comprador que compra por él sin
percatarse en la obra que compra, es un estúpido mayor.
Hubo alguna vez por estos lados galeristas tenderos, personas serias, con
una vida dedicada al comercio del arte, personas que no pretendían hacerse ni
millonarias ni celebrities de TV basura de la noche a la mañana; que no
usaban las galerías como pantallas para otros negocios económicamente
muchos más redituables pero –hasta el momento- mal vistos por la ley vigente.
Hubo alguna vez galerías a las que los artistas emergentes soñábamos con
llegar algún día, no porque nos augurara automáticamente el éxito o el dinero
sino porque significaba que habíamos logrado llamar la atención de quienes
sabían, que nuestra obra había evolucionado para poder acceder a la primera
plana y sería vista por esos compradores que sabían aún más que los
galeristas. Ahora nadie sabe nada y parece que basta con tener 30 años usar
9. zapatillas y darle a la cerveza sin asco para ser los que mandan en el mercado
del arte. Con todo respeto: ¡que manga de estúpidos!
Sobre los estúpidos en el arte. Tercera Parte.
A fin de concluir la Trilogía Estúpida, corresponde ocuparse de los estúpidos
que arguyen constituir la secta selecta de críticos de arte.
Allá lejos y hace tiempo, los “críticos” eran aquellos expertos de
contundente expertise adquirida por años de experimentar el múltiple saber
derivado de convergentes áreas: historia, estética, filosofía, antropología
cultural y siguen las firmas. Habitúes de museos, galerías, teatros y
bibliotecas; personas que veían todo, leían todo, analizaban todo, y
compendiaban en su trajinado físico la cultura asimilada en sangre. Hoy
existe la “carrera” de crítico de arte (¡y hasta de “curador”!) con una acotada
currícula de ocho cuatrimestres que, probablemente, puedan promocionarse
con estricto cuatro.
Esto no es una hipérbole para acentuar mi punto, es pura literalidad. Lo que
sigue está copiado (textual) y pegado de la página oficial del IUNA (Instituto
Universitario Nacional del Arte de la República Argentina):
Inscripciones 2015 en las Licenciaturas en Crítica de
Artes y Curaduría en Artes
Crítica de Artes | 15.10.2014
10. El Área Transdepartamental de Crítica de Artes anuncia
la apertura de las inscripciones el 3 de noviembre a sus carreras
de grado: La Licenciatura en Crítica de Artes y la
Licenciatura en Curaduría en Artes.
Licenciatura en Crítica de Artes: En esta carrera de grado
se atenderá, dentro del ámbito de la enseñanza universitaria
nacional y pública, a las necesidades de formación requeridas
para la práctica de la crítica académica y mediática y la difusión
de las artes. Se propone así el desarrollo de competencias para
la planificación y la producción de textos en soportes impresos,
audiovisuales y digitales, la apertura y el desarrollo de espacios
comunicacionales para la producción artística y su circulación, y
la formulación de la propia política de producción crítica a partir
del recorrido de las diferentes problemáticas de la relación entre
arte y sociedad. Con este propósito, se consideran en el plan de
estudios los desarrollos contemporáneos registrados en las
artes plásticas, el teatro, la danza, la música y los distintos
lenguajes audiovisuales en sus renovadas formas de producción
y circulación.
Duración: 8 cuatrimestres (28 asignaturas, todas
cuatrimestrales), distribuidas en cuatro años lectivos.
Inscripciones: del 3 de noviembre al 16 de diciembre de 2014.
Dirección: Bartolomé Mitre 1869. 3er piso. Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
Horarios de Atención: Lunes a viernes de 9:30 a 19 hs.
Contacto: critica.alumnos@iuna.edu.ar // Tel: 4371.5252
Pasos para la inscripción y requisitos de inscripción:
http://criticadeartes.iuna.edu.ar/contenidos/1441-licenciatura-
en-critica-de-artes
Toda la información de la Carrera:
http://criticadeartes.iuna.edu.ar/contenidos/1463-licenciatura-
en-critica-de-artes-plan-vigente-“
11. En su artículo “Sobre la crítica en la era de internet” (La Nación,
domingo 12 de octubre de 2014) Daniel Molina refiere:
“Desde el mundo grecorromano hasta el siglo XX, la crítica
estuvo en manos de especialistas. No importaba el rubro del que
se tratase, se suponía que el crítico era un experto en el tema.
Pero en la última década eso ha cambiado radicalmente. Hoy
todo el mundo puede expresar lo que piensa de una obra y
algunos logran ser leídos por miles de personas.
¿Qué sentido tiene la crítica de arte en un mundo en el que
cualquiera puede hacerla? ¿Qué sentido tiene la crítica cuando
hay mucha gente "no experta" en las redes sociales que tiene
más predicamento y más prestigio que cualquier experto en
cualquier rubro, desde cine hasta cocina? (…)
¿Por qué ahora se confía más en los pares que comentan en las
redes sociales que en los "expertos"? Según dijeron casi todos,
porque consideran que los usuarios comunes "tienen menos
intereses creados" que los críticos profesionales y porque creen
que esos usuarios (a diferencia de los expertos) tienen un punto
de vista más cercano a ellos. Moralidad e identificación: valores
de esta época. Son valores típicos de la adolescencia. (…)
Estamos en medio de una transición en el pensamiento crítico
hacia no sé bien qué estado futuro, pero lo que viene será
completamente diferente de lo que vimos en los últimos 20
siglos. Hasta hace unos 15 años, era casi imposible cuestionar la
crítica erudita: existía una especie de autoritarismo del
"conocedor". Hoy, por el contrario, es una minoría la que la sigue
tomándola como referente. Vivimos en la tensión entre un mundo
que confiaba en el saber de los especialistas y otro en el que la
crítica se basa en el sistema de votos de los consumidores
culturales. Aunque sobrevive, es cada vez más anacrónico el
pensar crítico...”
12. Artículo completo: http://www.lanacion.com.ar/1734915-sobre-la-critica-en-
la-era-de-internet
O sea: veinte mil estúpidos diciendo una estupidez equivale a la consagración
en el arte actual.
“Fragmentos del Salón de 1846.
I.- ¿Para qué sirve la crítica?
¿Para qué? Vasto y terrible punto de interrogación que sobrecoge a la
crítica, al primer paso que intenta hacer en su primer capítulo.
Ante todo, el artista reprocha a la crítica que no pueda enseñar nada al
burgués, quién no quiere pintar ni rimar, ni tampoco el arte, puesto que es
de sus entrañas de donde sale la crítica.
No obstante, ¡qué de artistas de estos tiempos deben únicamente a la crítica
su pobre fama! Quizá sea éste el verdadero reproche a hacerle.
Habéis visto un Gavarni que representa a un pintor curvado sobre su tela;
detrás, un señor grave, seco, rígido y de corbata blanca, tiene en la mano su
último folletón. “Si bien el arte es noble, la crítica es santa.” “¿Quién dice
esto?” “¡La crítica!” Si el artista representa tan fácilmente su buen papel,
es porque el crítico es, sin duda, un crítico como hay tantos.
Respecto a los medios y procedimientos sacados de las obras mismas, el
público y el artista no tienen nada que aprender. Esas cosas pertenecen al
taller, y el público sólo se preocupa del resultado. (…)
13. En cuanto a la crítica propiamente dicha, espero que los filósofos
comprenderán lo que voy a decir: para ser justos, es decir, para tener su
razón de ser, la crítica debe ser parcial, apasionada, política; es decir, debe
ser un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista que abra el máximo
de horizontes.” Charles Baudelaire Crítica de Arte, pág. 125/126
es.scribd.com/doc/26289616/Baudelaire-Charles-Critica-de-Arte
Lamentablemente, hoy ya no tenemos maestros de las letras, poetas
sensibles y hombres entregados por completo a la Cultura, abocados, entre
otras cosas, a la crítica de arte. Ya no tenemos a Baudelaire amando si pudor
a Delacroix (que tampoco tenemos) mientras traduce a Edgar Alan Poe para
proyectarlo al mundo. Pero tenemos carreras cortas con salida laboral
asegurada por el porcentaje de like o de retwitte que obtenga. El mundo
completo se ha vuelto estúpido.
La estupidez contagia. Es un mal endémico. Pero lo grave es que
pareciera que nadie está buscándole antídoto ni vacuna. Como si la estupidez
total fuera el destino irremediable (¿el cielo o el infierno?) que nos aguarda.
Lo único que nos han prometido y que nos van a dar. Permanente y perpetua
estupidez.