Jesús se encuentra en Jerusalén en los últimos días de su vida terrena cuando los saduceos, que niegan la resurrección, le presentan un caso sobre la ley del levirato. Jesús responde que en la vida futura después de la resurrección ya no habrá matrimonio, sino que todos serán como ángeles e hijos de Dios. Afirma que Dios es el Dios de los vivos y no de los muertos.