2. «En esta vida, hombres y
mujeres se casan, pero los
que sean juzgados dignos de
la vida futura y de la
resurrección no se casarán,
pues ya no pueden morir. Son
como ángeles, son hijos de
Dios, porque participan de la
resurrección.
… No es Dios de muertos,
sino de vivos, porque para él
todos están vivos.»
Lucas 20, 27-38.
3. Las escrituras, arma de doble filo
Apelando a la ley de Moisés, los saduceos
retan a Jesús y cuestionan la resurrección.
Citando la misma escritura, Jesús responde
que Dios es un Dios de vivos.
4. Muchos niegan o dudan acerca de la resurrección.
Jesús no responde con argumentos racionalistas, sino con la
fuerza de su vivencia interior. El Dios que habló con los
padres es el mismo que sostiene toda la vida.
5. El valor del matrimonio
Los saduceos no solo cuestionan la resurrección, sino el
sentido profundo del matrimonio.
Lo conciben como posesión.
Para Jesús, el matrimonio es una unión sagrada, fundada en el
amor, que trasciende los aspectos materiales y posesivos.
6. El cielo no es una
continuidad del mundo
terreno.
En él se da un salto
cualitativo, «seremos
como ángeles».
¿Qué significa esto?
Que el amor allí es
comunión profunda con
Dios, trascendiendo la
corporeidad y la
sexualidad.
7. Cultura de la muerte
Estamos rodeados de
una cultura de la muerte:
guerras, terrorismo,
hambre, pobreza,
desprecio de la vida…
La manipulación
genética, la muerte
inducida o el aborto son
otras caras de esta
cultura letal.
8. Pero el Dios
cristiano es un
Dios de vivos.
Los cristianos hemos
de construir una
cultura de la vida:
construir relaciones
solidarias, ayudar a
los pobres y los
enfermos, a las
personas solas y
angustiadas, proteger
al más débil…
9. Hemos de pasar del nihilismo existencial al
cristianismo gozoso del amor y de la vida.
10. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob también
podría llamarse el Dios de nuestros padres o
abuelos. El Dios de una multitud de gente buena
que ha vivido antes que nosotros con una firme
convicción: que Dios está vivo en ellos.
11. En la medida que abramos nuestro corazón a
Dios y lo amemos, empezaremos a saborear,
aquí y ahora, la eternidad.