Más información en:
https://www.slideshare.net/universidadpopularc3c/vila-tierra-de-vetones-viaje-cultural
Elaborado: Rodrigo García-Quismondo, responsable de de Viajes Culturales de la U. P. Carmen de Michelena de Tres Cantos.
Tema: Viaje cultural a Ávila.
Fecha: 23 de junio de 2012
Descripción: En su día iniciamos este viaje a una tierra por todos conocida pero con unas particularidades a veces nuevas que vamos a expresar aquí.
Pasearemos, como no, a lo largo de sus murallas, visitaremos su magníficas iglesias y sus muchos palacios y conventos, estaremos inmersos en la persona y la obra de Santa Teresa, con un repaso a la historia de esta ciudad sin par y sus personajes.
Pero también nos introduciremos ámpliamente en el pueblo vetón, sus castros, su civilización, sus dioses y su forma de vida que fueron la base de lo que hoy es Ávila
Las Energías y el Cambio Climático: Problema y Solución
Ávila, ciudad de murallas y santos
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23 de junio de 2012
TIERRA DE VETONES
En su día iniciamos este viaje a una tierra por todos conocida pero con unas
particularidades a veces nuevas que vamos a expresar aquí.
Pasearemos, como no, a lo largo de sus murallas, visitaremos su magníficas iglesias y
sus muchos palacios y conventos, estaremos inmersos en la persona y la obra de Santa
Teresa, con un repaso a la historia de esta ciudad sin par y sus personajes.
Pero también nos introduciremos ámpliamente en el pueblo vetón, sus castros, su
civilización, sus dioses y su forma de vida que fueron la base de lo que hoy es Ávila.
ÁVILA CIUDAD
«Ávila del Rey» es un título honorífico de la ciudad, otorgado por Alfonso VII.
Otro es «Ávila de los Leales» otorgado por Alfonso VIII, y aún otro «Ávila de los
Caballeros», otorgado por Alfonso XI, todos ellos presentes en la bandera de la
ciudad. Ésta se caracteriza especialmente por tener una muralla medieval
completa, románica.
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También es una de las ciudades con mayor número de iglesias (románicas y
góticas) . Es considerada por muchos como la ciudad de «Cantos y de Santos». De
ella dijo el escritor José Martínez Ruíz, «Azorín», tras escribir El alma castellana,
que era «quizá la ciudad más siglo XVI de España». Su casco histórico medieval,
en excelente estado de conservación, fue declarado Patrimonio de la Humanidad
en 1985.
Iglesia de San Vicente
Historia
El nombre de la ciudad tiene su origen en los pueblos y tribus que han habitado
durante milenios la provincia. Los primeros fueron los vetones, que la llamaron
Óbila (monte alto), siendo uno de los castros más importantes de esta tribu, junto
con Sanchorreja, Berrueco, Mesa de Miranda, Las Cogotas, El Raso y Ulaca. Los
vetones dejaron vestigios por toda la geografía de la provincia de Ávila,
especialmente en forma de verracos.
Romana
Más tarde la poblaron los romanos, dándole el nombre de Abila o Abela. Los
romanos dejaron también su huella en la ciudad, que consistía por entonces en el
actual casco viejo, la parte rodeada por las murallas, puentes, calzadas, mosaicos o
la plaza del Mercado Grande, o el Grande, son parte de los restos romanos que
pueden contemplarse en la actualidad.
El interior de la ciudad aún mantiene el trazado típico de las ciudades romanas
tipo hiberna (castros estables), de contorno rectangular, con dos calles principales
(cardo y decumano) que se cortan ortogonalmente en el centro donde estaba el
foro. Actualmente este trazado aparece sólo parcialmente modificado,
reconociéndose fácilmente antiguas entradas romanas en las puertas de San
Vicente y Gonzalo Dávila, donde los cubos defensivos originales fueron
conglobados en la muralla medieval. También se mantienen las manzanas
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cuadrilongas recuerdo de las insulae romanas.
El Cardo máximo corresponde a la actual calle de Vallespín; mientras que el
Decumano máximo lo constituirían la calle de los Caballeros y la calle de
Bracamonte. Todas ellas confluyen en el «Mercado Chico» que fue el antiguo foro.
Por su parte, la necrópolis romana estaba al este, más allá de la calle de San
Segundo, de modo que en toda esa parte de la muralla se pueden observar piezas
funerarias reaprovechadas como materiales de construcción: estelas, aras, cipos,
«verraquitos» y cápsulas cinerarias de granito, incrustados en los lienzos del muro
oriental.
Aparte de estas muestras arquitectónicas, existen numerosos restos cerámicos,
monedas y otros objetos arqueológicos representativos de la vida cotidiana en la
Antigüedad.
Visigoda
Los primeros asentamientos visigodos en la península se consideran
geográficamente muy cerrados. Según Palol y sus estudios[cita requerida], los
asentamientos visigodos en España comprenden las ciudades de Burgos, Soria,
Guadalajara, Toledo, Ávila, Cáceres, Madrid y Palencia, lo que induce a pensar
que la elección de estos asentamientos fuera estratégica. Aunque su ubicación
concreta no está determinada en la ciudad de Ávila, se cree que fue una de las
plazas fuertes de la época visigoda. Durante los siglos VI y VII no hubo conflictos
destacables en la ciudad.
Los visigodos utilizaban la tierra para cultivar cereal y alimentar a la ganadería,
según se puede observar en las pizarras encontradas en el municipio de Diego
Álvaro. La importancia de Ávila en este periodo se debe a su carácter religioso,
según la documentación existente que detalla la intervención de los prelados de
Abela en los concilios toledanos.
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Pizarras visigodas grabadas encontradas cerca de Ávila
Corrobora el devenir visigodo en Ávila el templo de Santa María de la Antigua.
Las crónicas registran que este monasterio fue fundado antes del año 687, siendo
monasterio mixto (para ambos sexos) hasta la llegada de los árabes. Su
importancia era tal que se cita como el lugar donde murió Santa Leocadia, hija del
Rey Wamba. En esta iglesia estaría enterrado también el duque Severiano, un
noble visigodo.
Musulmana
No se puede precisar por falta de datos las circunstancias y vicisitudes durante la
etapa de dominación musulmana ni tampoco concretar la relación social,
económica, cultural, política y religiosa que pudieran tener esta creencia en Ávila,
cuyo nombre árabe fue Ābila (.)آبلة Lo único que parece seguro es que durante los
primeros años de la invasión musulmana la ciudad se convirtió en un punto
estratégico, siempre deseada por árabes y cristianos como enclave defensivo, y los
enfrentamientos por su posesión fueron permanentes.
Ximena Blázquez dirige la defensa de Ávila
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Hubo incursiones de los reyes cristianos en la ciudad después de la ocupación
musulmana pero no llegaron a asentarse. Alfonso I y su hijo Fruela llevaron a cabo
varias expediciones llegando a entrar en la ciudad (740–742) sin ánimo de
permanecer, más bien con intención de destruir las defensas, recaudar botín y a la
vez, aprovechando que los pobladores cristianos de la ciudad seguían al rey en su
repliegue, obtenían pobladores para las tierras ocupadas y guerreros para la
defensa de los reinos cristianos.
Tras estas incursiones, se suceden en Ávila tres siglos de los que se conocen pocos
aconteceres. Ávila, como otras poblaciones de la meseta, debido a que queda en
tierra de nadie, sujeta a las sucesivas expediciones de unos y otros, con la
consiguiente destrucción de campos y poblaciones, quedó prácticamente
despoblada. Desde el siglo VIII estas zonas o ciudades pueden considerarse dentro
del llamado «desierto estratégico» en el que hubo un fuerte despoblamiento,
convirtiéndose a su vez en tierra de nadie y siendo escenario de las correrías de
ambas fuerzas.
En el siglo XI Don Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI de León y Castilla
fue el encargado de la repoblación del centro de la península, y con el fin de
proteger Toledo se repueblan y cercan las ciudades de Salamanca, Ávila y Segovia.
Más tarde la repoblación de la península se va llevando más al sur dejando a Ávila
en un segundo plano con poca relevancia en la época aunque, por su condición de
ciudad, envía procuradores a las Cortes castellanas.
Renacentista
En la época de los Reyes Católicos (segunda mitad del siglo XV), de Carlos I y de
su hijo Felipe II (XVI) la ciudad vuelve a renacer gracias a las idas y venidas de la
corte. La ciudad y la provincia prosperaron y fueron el lugar de nacimiento de
numerosos personajes religiosos, escritores y consejeros espirituales como Santa
Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús en la
capital, y San Juan de la Cruz en la provincia (Fontiveros). Su concejo fue uno de
los principales organizadores de la Guerra de las Comunidades y en ella se formó
la primera junta de los comuneros.
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
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Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
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Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Personajes célebres de Ávila
San Segundo (siglo I). Se le considera el primer obispo de Ávila, aunque no está
demostrado. Según cuenta la tradición fue uno de los siete varones apostólicos
enviados por San Pedro y San Pablo para evangelizar la Península Ibérica.
Prisciliano (siglo IV). Obispo de Ávila, hereje hispánico y padre del priscilianismo
(ca. 340-385). Se ha especulado sobre la posibilidad de que estuviese enterrado en
la catedral de Compostela, en lugar del cuerpo del apóstol Santiago.
Prisciliano y el Misterio de Compostela
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En el siglo IV, Prisciliano revolucionó las bases del cristianismo primitivo
chocando frontalmente con la Iglesia, por lo que fue acusado de hereje y ejecutado
en Tréveris en el 385 por orden del emperador Teodosio. Sus restos habrían sido
llevados a Galicia por sus seguidores, tal como se cita en la Crónica de Sulpicio
Severo, a principios del siglo V. Este traslado estaría relacionado -se dice- con un
posible origen gallego de este hereje.
Alonso de Madrigal el Tostado (1410–1455). Obispo de Ávila, natural de Madrigal
de las Altas Torres. Es considerado como uno de los escritores más prolíficos de su
época. Está enterrado en la catedral de Ávila en un suntuoso sepulcro obra de
Vasco de la Zarza.
Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica nació en Madrigal de las
Altas Torres el 22 de abril, Jueves Santo, de 1451. Fue hija de Juan II de Castilla y
de su segunda mujer, Isabel de Portugal, asimismo hermana de su predecesor en el
trono, Enrique IV.
El vallisoletano Fray Tomás de Torquemada es un personaje del siglo XV ligado a
la ciudad de Ávila, donde falleció en el año 1498 a la edad de 78 años. En 1483 fue
nombrado por los Reyes Católicos Inquisidor General de Castilla y Aragón, cargo
que ejerció hasta su muerte. En 1492 ordenó la expulsión de los judíos del Reino de
España.
Vieron la luz en estas tierras destacados personajes relacionados con la conquista
de América como Blasco Núñez Vela, nacido en Ávila en 1490, que llegó a ser
primer virrey del Perú. El abulense Gil González Dávila inició la conquista de
Nicaragua en el año 1523.
Los hermanos Pedro de Ávila y Zúñiga (1492-1567), primer Marqués de las Navas,
y Luis de Ávila y Zúñiga (1504-1573), hijos de Esteban Dávila y Toledo, XVII
señor de Villafranca, estuvieron siempre al lado del Emperador del Sacro Imperio
Romano Carlos V, alcanzando los más altos grados en la milicia y en la
diplomacia.
Cuna de otros insignes militares como Sancho Dávila nacido en 1523, apodado el
rayo de la guerra, general de las tropas de Felipe II; o Juan del Águila, maestre de
los Tercios, nacido en 1545, que participó en grandes acontecimientos bélicos de la
época.
En Ávila, en 1515 nació Santa Teresa de Jesús y en un pueblo de la provincia,
Fontiveros, nació San Juan de la Cruz (1542-1591), las dos figuras que
protagonizaron la Reforma Carmelita.
Otro abulense ilustre es el religioso dominico y cronista de los reinos de Castilla y
de Indias Gil González Dávila (1570–1658).
Jorge Santayana (1863–1952). Filósofo, ensayista, poeta, y novelista; pasó su
infancia en Ávila. Su padre Agustín Ruiz de Santayana era diplomático, intelectual
y pintor. Su madre Josefina Borrás, era hija de un oficial español en las Islas
Filipinas.
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Ávila también es el lugar de nacimiento o residencia de célebres personajes
políticos como:
la familia Silvela (Francisco Silvela), que en no pocas ocasiones ocuparon
carteras ministeriales y puestos de relevancia en el Gobierno entre 1840 y
1930, representando como Diputados en las Cortes a los distritos electorales
de Ávila, Piedrahíta-Barco de Ávila y Arenas de San Pedro.
el dirigente del Partido Agrario, Nicasio Velayos, ministro de agricultura en
el gobierno presidido por Alejandro Lerroux en 1935, natural de
Cardeñosa;
don Claudio Sánchez Albornoz, Presidente del gobierno de la República
española en el exilio entre 1962 y 1971.
También nació en esta ciudad el filósofo y profesor José Luis López Aranguren,
premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 1995.
Otros personajes relevantes
El destacado escritor liberal Eugenio de Tapia (1776–1860) es oriundo de la
ciudad. Asimismo el escritor naturalista José Zahonero (1853–1931) vió la luz en la
ciudad de Ávila.
Enrique María Repullés y Vargas (1845–1922). Arquitecto, nacido en Ávila, entre
cuyas obras figuran el Palacio de la Bolsa de Madrid, la Casa Consistorial de
Valladolid y la inacabada Basílica de Santa Teresa en Alba de Tormes
(Salamanca).
Julio Jiménez (Ávila; 28 de octubre de 1934), ex ciclista profesional, gran
escalador, ganador en muchas ocasiones del gran premio de la montaña en el Tour
de Francia y en la Vuelta a España, además de ser Campeón de España de
ciclismo.
En Ávila nació el 26 de abril de 1951 Fernando Valverde, conocido como Tito
Valverde, ganador de un Premio Goya. También nació en la ciudad, el conocido
presentador José Luis Uribarri.
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Agustín Rodríguez Sahagún nació en Ávila el 27 de marzo de 1932, compañero
inseparable de Adolfo Suárez, ocupó varias carteras ministeriales durante los
gobiernos de Suárez, alcanzando la alcaldía de Madrid poco antes de su muerte
prematura.
Sonsoles Espinosa nació en Ávila en 1961, es la esposa del Presidente del Gobierno
de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Contrajeron matrimonio el 27 de enero
de 1990 en el Santuario de la Virgen de Sonsoles en Ávila.
Personajes relacionados con Ávila
Algunas de las más insignes plumas de lengua española han estado de alguna
forma relacionadas con Ávila. A modo de ejemplo podemos citar:
Larra, Jovellanos, Ridruejo, Adelina Labrador, y Vicente Aleixandre.
Edificios emblemáticos
Catedral
En arquitectura religiosa, destaca su catedral (siglo XII–XV) y con función militar
gracias a su cabecera fortificada; las iglesias románicas de San Vicente (siglos XII–
XIV) y San Pedro o el monasterio de Santo Tomás (siglo XV, residencia de verano
de los Reyes Católicos). El maestro Fruchel comienza las obras inspirándose en la
Abadía de Saint-Denis dándole al templo aspecto de sobriedad y clasicismo; trae
consigo las primitivas estructuras góticas, convirtiéndola en la obra en la que se
inicia la penetración del gótico francés.
En el siglo XIV el Obispo D. Sancho Dávila reactiva las obras.
Fachada septentrional: estilo gótico a la izquierda y añadido renacentista a
la derecha. Portada de los Apóstoles.
Fachada occidental: de estilo Borgoñón, con dos torres formando un pórtico
cubierto.
Interior: Cruz latina con tres naves, crucero y girola.
Capilla mayor: destaca el monumental retablo realizado por Pedro
Berruguete desde 1499 hasta su muerte.
Altar de San Segundo: adosado a una columna del crucero. De estilo
renacentista.
Altar de Santa Catalina: realizado en alabastro.
Coro y trascoro: de estilo renacentista, están diseñados con dos alturas de
asientos y decorado con relieves que muestran escenas de santos. El
trascoro es una obra tallada en piedra caliza.
Basílica de San Vicente
Su construcción se inició en el siglo XII y duró hasta el XIV. Su traza se
atribuye al maestro francés Giral Fruchel, autor igualmente de la catedral e
introductor del estilo gótico en España.
La estructura general es similar a las basílicas latinas. Consta de planta de
cruz latina, tres naves, cimborrio, tribunas, tres ábsides, atrio, dos torres y
cripta.
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Toda su fachada y el entorno donde se ubica son de gran valor artístico.
Interior: planta de cruz latina con tres naves. Los pilares son de cruz griega
con semicolumnas en las cabezas.
Iglesia de San Pedro
Fecha comienzo: hacia el 1100.
Está situada fuera del recinto amurallado, en la plaza del Mercado Grande
frente a la puerta del Alcázar. Presenta analogías con la de San Vicente.
Planta de cruz latina y tres naves de cinco tramos. Capillas absidales:
Capilla Mayor, Capilla del Ábside sur y Capilla del Ábside norte.
Ermita de San Segundo
Preciosa ermita situada al oeste de Ávila, fuera del recinto amurallado, en la
margen derecha del río Adaja. Destacan los capiteles esculpidos en los que se ve la
huella del escultor de los ábsides de San Andrés. Estatua de alabastro hecha por
Juan de Juni. Cuenta la creencia popular que introduciendo un pañuelo en el
sepulcro y pidiendo tres deseos, el santo concede uno de ellos. Su romería se
celebra el día dos de mayo, siendo el patrón de Ávila.
Palacio de Don Diego del Águila
Palacio del siglo XVI se encuentra situado dentro de la muralla y adosado a ella
nada más entrar por la puerta de San Vicente, defendió este acceso de las tropas
musulmanas. Se encuentra en una calle ocupada por diferentes ramas de la familia
Águila.
Arquitectura civil
Por último, en arquitectura civil, Ávila cuenta con un elevado número de palacios,
casonas y casas fuertes, que datan en su gran mayoría de los siglos XV-XVIII, y
que se distribuyen principalmente por la zona alta del recinto amurallado, y los
barrios comprendidos entre la Iglesia de San Pedro y de San Vicente, así como sus
aledaños.
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Palacio de Valderrábanos
Podemos destacar entre el inmenso conjunto el Palacio de Pedro Dávila, el Palacio
Episcopal, "Palacio del Rey Niño", el Episcopio, el Palacio del Marqués de Velada,
el Palacio de Valderrábanos (siglo XV), la Casa de los Deanes (siglo XVI), el
Torreón de los Guzmanes, el Palacio de los Bracamontes, el Palacio de los
Lesquinas, la Casa de los Guillamas, el Palacio de los Rengifos, el Palacio de
Polentinos, el Palacio de Nuñez Vela (actual Audiencia Provincial), el Palacio de
Juan Henao (actual Parador Nacional de Turismo), el Palacio del Marqués de
Fuente el Sol, la Casa de las Carnicerías, la Casa del Cordón, la Casa u Hospital
del Caballo, y el Palacio de los Verdugo (siglos XV–XVI) son los edificios más
importantes.
Murallas de Ávila
Su principal monumento es la imponente Muralla de Ávila (siglos XI–XIV), la
obra medieval fue comenzada en el año 1090. El espacio cercado es de 31
hectáreas, tiene un perímetro aproximado de 2.516 metros; 88 cubos o torres de
planta semicircular, 2.500 almenas, lienzos de 3 m de espesor, una altura media de
12 m y 9 puertas. Es el monumento completamente iluminado más grande del
mundo
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LEYENDAS DE ÁVILA
Leyenda del Rey Niño. Doña Urraca viuda de Don Raimundo de Borgoña, casó con
Alfonso I el Batallador. El matrimonio nunca fue bien y terminó disolviéndose.
Alfonso I quiere apoderarse de su hijastro, hijo de Doña Urraca y Don Raimundo
de Borgoña, llamado también Alfonso.
Doña Urraca va huyendo de su marido. Los abulenses se enteran y ayudan a su
hijo que es traído a Ávila por Blasco Jimeno para defender la independencia de
Castilla de las manos de Alfonso I el Batallador rey de Aragón.
Alfonso I no se resigna y se presenta en Ávila. Solicita la tutoría del Rey Niño que
los abulenses le niegan. Alfonso I amenaza, pero los de Ávila no ceden y Alfonso I
sospecha que el niño ha muerto.
Entonces los habitantes de Ávila ofrecen mostrárselo desde lo alto de una torre de
la muralla.
Como Alfonso I tenía que acercarse a la muralla, solicita unos rehenes para
garantizar su seguridad (setenta caballeros salen por la puerta de la Malaventura
). Alfonso I se acercó al Cimborrio ( llamado también Cimorro) de la Catedral y
comprobó que el Rey Niño vivía.
Pero aún así hace morir abrasados en aceite a los setenta caballeros en un lugar
conocido con el nombre de Las Hervencias. En su retirada Blasco Jimeno le
alcanza, pero entre los pueblos de Cantiveros y Fontiveros es asaeteado en la Cruz
del Reto.
Cuando muere Doña Urraca su hijo es coronado como rey de Castilla. Alfonso VII
"el Emperador" agradece a la ciudad de Ávila su ayuda con un escudo en el que se
ve al Rey Niño Alfonso asomado a la torre del Cimorrro con la inscripción
"ÁVILA DEL REY".
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Leyenda de Jimena Blázquez.
La guarnición que defendía Ávila sale hacia el puerto de Menga. Los moros que
tienen conocimiento de ello deciden atacar la ciudad, pues no hay soldados para
defenderla.
Pero los abulenses nombran gobernadora a Jimena Blázquez mujer del alcalde.
Jimena reúne a todas las mujeres, las viste de soldados, y con teas encendidas las
manda ocupar las almenas de la muralla tocar las trompetas y gritar como si
fueran guerreros. Los moros al ver esto creen que los soldados siguen en la ciudad
y se retiran.
Desde entonces las mujeres abulenses tuvieron el privilegio de participar en las
reuniones del Ayuntamiento.
Vetones
Suelen emplazarse en lugares elevados y de difícil acceso junto a fuentes de agua y
vías de comunicación. En otras ocasiones aparecen en zonas llanas en suelos de
vocación agrícola, aunque la mayoría buscan la defensa de la altura.
Castro de la Mesa de Miranda
Hay cuatro tipos de emplazamiento de los poblados:
En espigón fluvial, como la Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra),
Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes), La Plaza (Gallegos de Argañán). Ofrecen
un cerro amesetado y escarpado en el lugar donde se unen dos cauces
fluviales.
Los situados en acrópolis y en meandro buscan la proximidad a los cauces
fluviales y las facilidades naturales de defensa, como ocurre con Las
Cogotas (Cardeñosa), El Raso (Candeleda), Saldeana (Bermellar) o Las
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Merchanas (Lumbrales).
Otros destacan sobre una cadena montañosa para disponer de un control
visual absoluto, como Sanchorreja, El Berrueco, Ulaca (Solosancho) y Villas
Viejas (Casas del Castañar).
En ladera, tal y como se emplazan Salamanca y Ciudad Rodrigo, donde el
río puede cruzarse fácilmente. Sin embargo, su tamaño varía de poblados
pequeños de 1 ha a otros de 20-70 ha.
Las defensas naturales del terreno se completan con defensas artificiales: murallas,
torres, fosos y campos de piedras hincadas.
La muralla se construye sin cimentación, sobre la roca natural, con mampostería
en seco. No se conoce su altura original, pero en el Picón de la Mora se conservan 4
metros, cinco en la Corraja o seis en Castillo de Gema (Yecla de Yeltes). Es muy
probable que el remate de las mismas se hiciera con una empalizada de postes de
madera, o de adobes, sobre todo en las entradas. Son murallas adaptadas al relieve
del terreno y a veces tienen bastiones, sobre todo en las puertas, y aprovechan al
máximo los tiros cruzados. Sólo a finales de la II Edad del Hierro algunos castros
añaden torres de planta cuadrada y sillares regulares.
Las puertas son relativamente homogéneas, responden a dos esquemas, en embudo
y en esviaje. En embudo se forma cuando los dos lienzos de la muralla se curvan
hacia el interior, a veces se añaden dos bastiones en los flancos, apareciendo un
callejón en embudo, como el Las Cogotas o La Coraja o El Raso, mientras que en
esviaje, los tramos de muralla se sobreponen, los dos lienzos adoptan una situación
paralela dejando un espacio libre entre ellas para pasar.
En ocasiones encontramos frente a la muralla fosos, y mucho más habituales son
los campos de piedras hincadas, campos sembrados de piedras puntiagudas,
colocadas en las zonas más vulnerables y accesibles de los poblados.
Unos autores opinan que servían para impedir los ataques de caballería, y otros sin
embargo, para dificultar el acceso a pie. Este sistema se extiende desde el noreste
de la Península Ibérica y el núcleo soriano hasta la Meseta occidental y el noroeste,
entre los vetones hay dos focos, el foco abulense del valle Amblés y el
Salamanca|salmantino en torno a los ríos Yeltes, Huebra y Águeda; al otro lado de
Gredos, entre los vetones del sur, son esporádicas y casi inexistentes.
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Verracos
El interior de los recintos fortificados responde a un intento de zonificación, y su
organización interna estaba condicionada por los afloramientos de granito. En
algunos yacimientos se observan barrios de la élite y otros más pobres al
contrastar los ajuares domésticos encontrados en las excavaciones. En muchos
castros se han encontrado viviendas fuera de las murallas; son los llamados barrios
extramuros en muchos de los poblados, lo cual indica que las murallas no suponían
momentos de peligro o inestabilidad.
Entre los castros abulenses hay santuarios, como en El Raso de la Candeleda y
Ulaca, mientras que en los salmantinos no se han hallado.
El «chozo» vetón
Los «chozos» son ejemplo de un tipo de construcción vetona; existen un gran
número repartidos por la geografía vetona. El uso que hacían de ellos para
pastorear el ganado denota una clara ocupación comarcal pastoril y ganadera.[cita
requerida]
De la época de los vetones, que dejaron como herencia múltiples verracos en
piedra dispersos por la geografía, data también el juego tradicional de la calva. En
la actualidad se juega en parte de Castilla y León, particularmente en las
provincias de Ávila, Salamanca, Zamora y en la comarca de Plasencia en
Extremadura [cita requerida]
Réplica de chozo vetón
Las necrópolis
En las necrópolis de estos castros se han encontrado muchas tumbas que muestran
la importancia de los guerreros en la cultura vetona. Las características
definitorias son:
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Localización frente a las puertas de los poblados, entre 150-300 metros de
distancia,
Proximidad a corrientes de agua continuas, que discurren de este a oeste en
relación con los cementerios y
Una distribución particular, que consiste en concentrar los enterramientos
en sectores separados por zonas sin tumbas.
El ritual funerario parece que se basó casi exclusivamente en la cremación del
cadáver, y depositar los restos en la tierra con urna cineraria o sin ella, y para
algunas tumbas, la existencia de objetos tanto metálicos como de cerámica, que
harían las veces de ajuar. Hay yacimientos en los que se observaron restos de
huesos y escorias de metal, como ocurre en Las Cogotas, que pudieron ser lugares
en los que se calcinasen los cuerpos, cuyo nombre sería el de ustrina. La forma de
cubrir la urna, varía. Unos son simplemente hoyos a poca distancia del suelo, en
otras ocasiones nos encontramos antes túmulos (La Osera, El Mercadillo, La
Coraja), o estelas (Las Cogotas), e incluso, pequeñas coberturas de lajas (El Raso,
El Romazal I, Alcántara).
No hay información sobre las necrópolis del extremo occidental del territorio
vetón, Zamora y Salamanca, lo que plantea dos posibilidades:
que las costumbre funerarias fuesen diferentes, como exposición de los
cadáveres a los animales carroñeros, o se arrojasen los cadáveres o cenizas
a las aguas de los ríos, que serían prácticas que no dejaban restos
arqueológicos, o que las necrópolis de estas zonas no hayan sido
encontradas aún.
De todas formas, el parecido cultural de estas zonas con la fachada Atlántica, hace
sospechar que no se trataba de grandes cementerios. Por ejemplo para la Edad del
Hierro, en el noroeste, no se han encontrado necrópolis, y es una zona de gran
influencia atlántica.
En cuanto a los ajuares y su desarrollo se puede decir que los primeros
enterramientos son del 500 a. C., y en esos momentos el arma principal es la
espada de hierro en todas sus variantes, sobre todo las de antenas atrofiadas,
típicas de Campos de Urnas, y vasos de ofrendas junto a cerámica hecha a mano
con decoración peinada. A finales del siglo IV a. C., los cementerios se vitalizan, y
con las espadas empiezan a incluirse puñales de los llamados Monte Bernorio, y
después, sobre el 300 a. C., se irán incluyendo los puñales de frontón y los
dobleglobulares.
Economía:
La riqueza en la Segunda Edad del Hierro parece estar muy mal repartida, y debió
haber muchas diferencias sociales. La estructura era piramidal, en cuyo vértice
superior estaría una elite militar, que usarían el caballo y armas de lujo; tras ellos
una base guerrera no tan rica, por su panoplia algo más sencilla; tras ellos, se
puede encontrar un grupo de comerciantes y artesanos, y por último una gran
masa de gente más humilde, (aproximadamente 85% de la población), o incluso
algunos siervos y/o esclavos. La ganadería era una de las actividades económicas
más importantes. El ganado aportaría carne, leche, piel, cuero, huesos y asta (para
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instrumentos y herramientas, además de adornos). Se cree incluso que una parte
de los recintos amurallados pudieron servir como corrales de ganado, para poder
proteger su recurso más preciado. Los restos arqueológicos sugieren que se
dedicaron a varias especies, como el ganado bovino y el cerdo, aunque también
pudieron dedicarse a otras como ovejas y cabras.
No se debe, sin embargo, descartar la agricultura, ya que en algunos yacimientos
se ha encontrado grano de cereal carbonizado, como en Las Cogotas o en El Raso,
y la existencia de yacimientos de pequeño tamaño en la Vega del río Adaja, en
Ávila, podría estar hablando de pequeños asentamientos dedicados a la producción
agrícola. También debieron dedicarse a la recolección de frutos silvestres, y a la
caza, ya que entre los huesos de animales hallados en los castros, hay de jabalí y de
ciervo.
También se sabe que estas poblaciones tenían comercio con culturas lejanas, ya
que en sus necrópolis y poblados hay objetos de lugares alejados de la Península
Ibérica, tanto orientalizantes, como griegos e ibéricos.
Manifestaciones artísticas
Una de las manifestaciones artísticas de los vetones son los verracos, esculturas de
toros y cerdos, e incluso en algunas ocasiones, jabalíes, que se hallan esparcidas
por todo el territorio que se supone la Vetonia. La función de estas esculturas ha
sido muy debatida, y puede tratarse tanto de monumentos conmemorativos de
victorias, como tener significados mágico-religiosos de protección y reproducción
del ganado.
Otras pudieron tener sentido funerario, como parece demostrar las esculturas que
aparecen asociadas a piedras con cavidades, a modo de tapas de las tumbas, tal y
como le ocurre a alguno aparecido en Martiherrero (Ávila), pero se ha señalado
que estas esculturas pertenecieran a las élites vetonas romanizadas, y otros con
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inscripciones funerarias.
Las últimas investigaciones, señalan que, sin excluir las anteriores investigaciones,
estas esculturas pudieron tener además, un valor económico. Ya que la mayoría de
las que se conservan in situ, excepto las que están en poblados, se localizan cerca de
buenos prados, pastizales, puntos de agua, además de estar ubicados en lugares
con muy buena visibilidad.
Quizá pudieron funcionar como señalización de buenos pastos, recursos como
agua. Para entender mejor esta explicación se debe tener en cuenta el gran coste
que supondría para estas sociedades la realización de las esculturas, tanto el
esculpirlas como el colocarlas, por ejemplo, una de ellas, la de Villanueva del
Campillo, (Ávila) es de unas dimensiones excepcionales, unos 2,50 metros de largo
por 2,43 de alto.
Hay que destacar el papel preponderante que jugaron los caballos dentro de la
sociedad vetona: como un elemento de ayuda en el pastoreo de ganado, ya desde
antiguo los caballos han sido el mejor aliado del hombre para poder vivir en estas
tierras agrestes, y como arma de preponderancia militar, tal como sugiere Apiano
(Sobre Iberia, 62 y 67) en las Guerras Lusitanas contra Roma, o el famoso ala de
caballería vetona, Ala Hispanorum Vettonum, esta vez con los romanos.
Plinio el Viejo, escritor romano, da noticias de que entre los lusitanos se criaba una
raza de caballos tan veloces que se originó la leyenda de que a las yeguas las
fecundaba el viento Céfiro. Se puede suponer que los caballos vetones competirían
con los lusitanos en rapidez y operatividad, estos últimos bien conocidos y
apreciados en la actualidad.
Los Oppida y la llegada de Roma
Los vetones como el resto de culturas de la Península, sufrió cambios en vísperas o
a lo largo de la conquista romana. Estos cambios se observan a principios del siglo
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II a. C., y se observan claramente en la arquitectura y en el trazado de algunos
poblados. Las murallas que se van construyendo, tienen sillares angulosos y de
gran tamaño, la aparición de torres de planta cuadrada, como en La Mesa de
Miranda, y aumenta la superficie ocupada de los poblados, como en Las Cogotas o
Salamanca, y se fundan otros nuevos, como El Raso.
Es ahora cuando se observa que existen jerarquías entre ellos, y los poblados que
son más importantes se organizan en barrios, talleres, zonas de santuario,
mercados... Estos poblados fortificados de la Segunda Edad del Hierro reciben el
nombre de Oppida, palabra que empezó a usar Julio César para los grandes
asentamientos de la Galia.
Estos centros, por su tamaño y por sus defensas, se consideran por algunos los
primeros centros urbanos prehistóricos de la Meseta occidental. Por ejemplo,
hacia el 300 a. C. Salamanca ya tenía una superficie de 20 ha, es casi seguro que
otros poblados alcanzasen su tamaño actual., como Las Cogotas, sus casi 15 ha, o
La Mesa sus 19 ha.
La Mesa de Miranda amplía sus recintos a tres y ocupa 30 ha, llegando a invadir
parte de la necrópolis. Esto se ha relacionado con la conquista romana y esos
periodos de inseguridad, ya fueran las expediciones del pretor Postrumio en el 179
a. C., o las de Viriato a mediados del S II A.C.
Las prospecciones y excavaciones arqueológicas llevadas a cabo han permitido
observar que en estos poblados vivió mucha gente en viviendas, talleres y otros
posibles edificios públicos repartidos por calles, esto es, algo planificados. También
se han hallado zonas no construidas, que pudieron servir como lugares para la
estabulación del ganado colectivo. La zonación en barrios de viviendas ricas, otros
más pobres, viviendas extramuros, talleres, basureros y que se refleja también en
los cementerios.
El caso más claro de jerarquización de poblados, podría ser Ulaca, en la provincia
de Ávila, considerado un Oppidum, por su santuario rupestre, la sauna, ambos
forman un centro sagrado que debió ser el único operativo en la comarca, y la
superficie de sus defensas, unas 70 ha.
Sociedad urbana:
Se podría pensar que gracias a la influencia de Roma, la sociedad vetona se fue
convirtiendo en una sociedad urbana. Algunos textos dan testimonio histórico de
que la primera toma de contacto entre los vetones y los romanos fue en el año 193
a. C., en la campaña del pretor Marco Fulvio, quien vence y hace huir en el
oppidum de Toletum, a un ejército formado por carpetanos, vetones, vaceos y
celtíberos.
En esos años, llegan objetos romanos, como vajillas para el consumo del vino,
aceite, telas... y es posible que los materiales romanos de los yacimientos como
Salamanca, Toro, Coca, Las Cogotas, La Mesa de Miranda o El Raso de
Candeleda, sean de esta época, y su llegada seguramente supuso una gran impacto
de tipo económico, lo cual podría hacer pensar que el desarrollo de los Oppida fue
impulsado por esta necesidad de relación con Roma. No se debe pensar que fue
Roma la impulsora de este fenómeno, ya que desde el siglo VI a. C. hay pruebas del
proceso que desembocará en los centros urbanos.
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Industrialización:
La producción de hierro, fundición del bronce, fabricación de cerámica, tejidos,
talla en piedra, y la producción agrícola y ganadera, más el almacenamiento de
alimentos a gran escala, además de los ajuares de los cementerios, y de las
relaciones comerciales e intercambio de productos a larga distancia, que se han
podido comprobar en poblados y necrópolis, permite hablar de una creciente
industrialización de los poblados vetones, generaciones antes de la llegada de
Roma.
No se puede negar que la demanda del mundo romano en la Península, aceleró el
proceso. Es ahora cuando se generaliza el uso de la cerámica a torno y su
producción a gran escala, lo que debía exigir la dedicación de artesanos a tiempo
completo sin dedicarse a tareas de subsistencia, como al agricultura o la ganadería.
En este momento se observa la paulatina desaparición de la cerámica a mano
peinada y la aparición de talleres alfareros en los castros, como el taller de Las
Cogotas.
A lo largo de los siglos II y I a. C. se van homogeneizando las producciones en todo
el territorio vetón. La cerámica recuperada allí estaba hecha a torno, siendo
muchos de ellos vasos de borde vuelto en forma de “palo de golf”, en “cabeza de
pato”, copas, cuencos, botellas, recipientes globulares, embudos. Si están pintados
los motivos, es en forma de bandas, líneas onduladas, meandros, motivos de
cestería y los característicos círculos y semicírculos concéntricos. Parecen que en el
transcurso de estos siglos el material fue homogeneizándose en todo el territorio.
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Bajo administración romana: En el año 61 a. C., Julio César fue nombrado
gobernador de la Hispania Ulterior, y con el pretexto de erradicar las rapiñas de
vetones y lusitanos, hizo que la población abandonase los poblados fortificados y
bajase al llano, mediante actuaciones militares entre el Duero y el Tajo, y además
prohibió la construcción de fortalezas.
Este hecho modificó notablemente la organización del territorio, pero los
habitantes de los castros optaron por diferentes soluciones; unos siguieron
funcionando como pequeños núcleos, llegando incluso a adquirir estatutos
municipales con el tiempo. Arqueológicamente, se observa que el abandono de los
poblados se debió más bien a la propia iniciativa indígena, pues no se han hallado
procesos belicosos, como quema de poblados, sino abandonos pacíficos.
No parece que esta etnia fuera de las más belicosas y contrarias a Roma y el
silencio de las fuentes parece corroborarlo. Quizá buscasen mejores lugares de
asentamiento de acuerdo con los intereses romanos, valorando los recursos
agrícolas, mineros, ganaderos, estratégicos (vías de comunicación y ciudades) todo
ello controlado por el ejército, que prefiguraría la situación altoimperial.
La estrategia ya empezó en el s. II a. C. Pero debió tener mucho más éxito tras las
guerras sertorianas (82-72 a. C. Por entonces los núcleos de población como Las
Cogotas, La Mesa de Miranda o Ulaca comenzaron a despoblarse, como lo
demuestra el que apenas se hayan encontrado materiales romanos en su interior.
La población debió trasladarse a la vega, probablemente al lugar que hoy ocupa
Ávila, que tiene una aparente semejanza con la ciudad vetona de Óbila de
Ptolomeo, pero no existen pruebas concluyentes al respecto.
No hay pruebas que certifiquen que en Ávila existiese un castro de la Segunda
edad de hierro, pero sí se han hallado cerámicas en un solar que podrían atestiguar
una población sobre el siglo I a. C. que coincide con la escasez de restos en los
Oppida del valle.
Sin embargo, en Ciudad Rodrigo y Salamanca se ha podido constatar la relación
entre el mundo indígena y el altoimperial romano. Otros castros sobresalen
durante el bajo imperio, como son Las Merchanas o Yecla la Vieja, que se
relacionan con la explotación minera del territorio. Al sur de Gredos, en El Raso
de la Candeleda, se han obtenido denarios y ases republicanos, y se observa
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abandono hacia la época de César, por su importancia, debió trasladarse su
población a Talavera la Vieja, o Augustóbriga o a Talavera de la Reina,
Caesarobriga.
En el siglo I a. C. la presencia romana al sur del Tajo no debía estar muy
consolidada, pero a partir de entonces los poblados del llano empiezan a presentar
los mismos materiales que los castros fortificados, cuyos habitantes, poco a poco
ocuparán tierras agrícolas más productivas. La fundación en el año 34 a. C. de
Norba Caesarina, actual Cáceres, se relaciona con el abandono del castro de
Villasviejas y los núcleos cercanos, por estar lejos de las vías de comunicación,
Norba tiene una buena posición geográfica con respecto a la Vía de la Plata. Los
vetones formaron parte del ejercito romano en la conquista de Britannia, a través
del Ala Hispanorum Vettonum.
Dioses:
Ataecina: Es la divinidad indígena femenina más importante en número de exvotos
epigráficos en toda la Península Ibérica, sólo superada por el lusitano Endovelicus.
Las cerca de cuarenta aras consagradas a esta diosa en distintos puntos de la mitad
meridional de la provincia de Cáceres, de la de Badajoz y de la raya media
portuguesa, presenta diversas forma de invocación ( Domina, Dea, Dea Sancta) y
un epíteto con variantes derivado del topónimo Turobriga (Turibri, Turibrige,
Turobrig, Turobrigensis), el que fuera su principal centro de culto. El espectacular
hallazgo de más de quince aras dedicadas a la diosa en la ermita visigoda de Santa
Lucía del Trampal en Alcuéscar (Cáceres), respalda el indicio de que este lugar
constituyó un importante santuario, independientemente de que tenga que ser
identificado con la escurridiza Turobriga. De lo que no hay duda es de que la
devoción a Ataecina adquiere un alcance territorial ciertamente dilatado: se
extiende por una amplia franja del occidente peninsular, especialmente la
mesopotamia Tajo-Guadiana, rebasando el solar vetón para proyectarse también
por el espacio de lusitanos y célticos.
Diosa con apariencia caprina que representa la naturaleza, la fertilidad y la salud.
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Vaelico: Conocemos su existencia gracias a una veintena de menciones del lugar de
Postoloboso en el término municpal de Candeleda (Ávila), próximo al oppidum de
El Raso. El sitio circunscribe el santuario de Vaelico:una divinidad indígena a la
que se rendía culto en época romana, heredero de un precedente. Fdez Gómez
relaciona el teónimo abulense con Endovelicus, dios principal del panteón lusitano
cuyo santuario se sitúa en el entorno de la ermita de San Miguel da Mota en
Terena (Alandroal, Alemtejo). Dios con apariencia lupina que representa el
infierno y el más allá.
Ilurbeda: Es una divinidad de origen vetón bien conocida, extendida por la
Lusitania romana, con registros epigráficos hallados en Cáceres (San Martín de
Trevejo (Olivares, 2007)), Ávila (dos aras encontradas en la iglesia parroquial de
Nuestra Señora de la Asunción de Narros del Puerto), Salamanca (Segoyuela de los
Cornejos (AE, 1985), Martiago (Hernández-Guerra, 2001) y La Alberca (HEp,
2000)), Coimbra (dos testimonios en Covas dos Ladrões, Góis) (Garcia, 1991) y
Sintra (Faião, Terrugen) (Garcia, 1991).
Cosus: Los vetones adoraban a este dios como el de la guerra, el de la virilidad y el
del tiempo atmosférico. Era caracterizado con forma taurina, como otra deidad
indígena de la Península ibérica, Bandua, al que se le considera equivalente.1 En
otras religiones es identificado con el Thor nórdico, el Taranis galo o el Dagda
irlandés, pero los romanos solían identificarlo con Júpiter y Marte. Se han
encontrado referencias suyas en Boñar (León) y en Retortillo (Salamanca).
Obila: Su correspondencia con la actual Ávila es tan tradicional como debatida. En
última instancia Hernando vuelve sobre el tema y plantea serias dudas para tal
identificación.
Al margen de esta discusión, no hay problema para admitir que el territorio en
torno a la capital abulense formó parte nuclear del ámbito vetón por la evidencia
de sus oppida y verracos y por la caracterización de su onomástica latina de
tradición indígena.
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Esperemos que el viaje haya sido ameno y gratificante y que ahora
sepamos algo más sobre el pueblo Vetón y sobre la ciudad de Ávila
a la que siempre se llama ciudad de Santa Teresa, pero como
hemos podido comprobar son muchas las personas ilustres que
pasaron por allí además de las que, seguro, nos hemos dejado en
el tintero.
Muchas gracias, mucha salud y un cariñoso abrazo.
Rodrigo García-Quismondo Hurtado