Un lobo friolento robó la estufa de los conejos para combatir el frío del invierno. Sin embargo, se quemó la cola al acercarse demasiado al fuego y los conejos tuvieron que ayudarlo apagando el fuego con agua que terminó congelándolo. Al derretirse el hielo, el lobo aprendió que los conejos eran buenos y prometió no robar más, invitándolo a vivir con ellos para no volver a pasar frío.