Este documento describe varios conceptos clave de la teoría general de sistemas aplicados a la terapia familiar sistémica, incluyendo la totalidad, homeostasis, retroalimentación y diferenciación. Explica que un sistema familiar debe mantener cierto grado de estabilidad a través de la homeostasis, pero también debe ser capaz de cambiar y adaptarse a través de la retroalimentación y diferenciación de sus miembros. El documento también discute cómo los estados homeostáticos familiares a veces se aferran a patrones problemáticos, y el papel del ter
De micheli "Comunicacion en terapia familiar"-20-24
1. Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.
Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.
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1.2.4.1 Totalidad.
La Teoría General de los Sistemas establece que un sistema es un conjunto en que los componentes y sus
atributos (o propiedades), sólo pueden comprenderse como funciones del sistema total. Un sistema no es
una agrupación azarosa de componentes, sino una organización interdependiente en que la conducta y
expresión de cada uno influye y es influida por todos los otros. El concepto de totalidad implica no
aditividad, en otras palabras, el viejo principio aristotélico acerca del todo, como constituido por algo más
que la simple suma de sus partes.
En un sentido operativo, la noción de totalidad apunta a señalar que cualquier actividad de un sistema, sea
ésta más o menos abarcativa, corresponde a una manifestación de dicha propiedad, esto es, al hecho que las
partes son interdependientes entre sí y con respecto al sistema global, por lo que las actuaciones de los
miembros de un sistema familiar, por ejemplo, son siempre expresión de un todo inseparable y coherente.
En la Teoría General de los Sistemas, el interés está focalizado en torno a los procesos transaccionales que
tienen lugar entre los componentes del sistema mismo, así como entre éstos y sus propiedades. En términos
prácticos, ello apunta a destacar la imposibilidad de comprender un sistema mediante el solo estudio
pormenorizado de sus componentes por separado (análisis) y la operación aditiva posterior (síntesis) de lo
obtenido en la fase previa.
En su aplicación a la psicología de la familia y la Terapia Familiar, el principio de totalidad dice relación
con un nivel de abstracción más alto que aquél de las acciones de sus miembros como individuos: se trata
de procesos transaccionales amplios (de interacción y comunicación) que involucran en distintos grados y
maneras, a todos quienes componen un determinado sistema familiar.
Como se observará más adelante, en el campo de la Terapia Familiar, esta propiedad teórica de los
sistemas, mostrará su aplicabilidad no sólo en la descripción de la familia misma, sino también para la
conceptualización del sistema más amplio, que conforman el terapeuta y sus atendidos (sistema
terapéutico).
1.2.4.2 Homeostasis y estado estable.
El concepto de homeostasis tiene su origen en la fisiología y fue desarrollado por W.B. Cannon en la
década del 20; por lo tanto, es previo al desarrollo formal de la Teoría General de los Sistemas. Fue
incorporado posteriormente al marco general de dicha teoría y ha constituido desde entonces un aporte
significativo para las explicaciones biológicas, psicológicas y sociales, que se basan en la perspectiva
sistémica.
En la presentación más precisa del concepto original de Cannon (1939), la homeostasis refiere a un
mecanismo funcional y protector; no implica algo inmóvil, sino más bien alude a una condición que puede
variar, pero que es relativamente constante. Los sistemas abiertos pueden ser caracterizados por la
mantención de un estado estable que ha de entenderse referido a la preservación del sistema, por un lado, y
a su modificación permanente, por otro.
La mantención de un estado estable por parte de un sistema, está basada en la incorporación y uso que éste
hace de la información que retorna a él, proporcionándole indicadores acerca de su propia actuación. Es lo
que se denomina retroalimentación, y que se revisará a continuación, como otra propiedad fundamental de
cualquier sistema.
Es claro que todo sistema familiar requiere de homeostasis para mantener un cierto grado de seguridad y
estabilidad respecto de su medio físico y social, así como en el funcionamiento derivado de la interacción
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entre sus propios miembros. Sin embargo, al mismo tiempo requiere plasticidad y posibilidades de
modificación, para comportarse adaptativamente frente a las contingencias siempre cambiantes del entorno
y/o de las manifestaciones individuales de sus miembros.
En un cierto nivel, la mantención del 'estado estable' se basa en un proceso homeostático destinado a
mantener cierto tipo de intercambios que permitan detener la entropía y asegurar la subsistencia del
sistema como tal. En otro nivel, se trata de la mantención del carácter del sistema, aun en el marco de las
modificaciones que van teniendo lugar en él, como resultado de contrarrestar la entropía y aumentar los
intercambios favorables con el medio.
Ciertos entendimientos restringidos acerca del concepto de homeostasis, han llevado a cuestionar este
proceso como algo deseable para el buen funcionamiento familiar. Ello ocurre cuando se observa un
sistema familiar que ha estabilizado un patrón interactivo que genera sufrimiento a sus integrantes. Más
aún, en tales situaciones es frecuente (y naturalmente esperable), que en la medida que la persona que
aparece como portador del problema mejora, las relaciones intrafamiliares empeoren y surjan otros nuevos
problemas.
Al momento de consultar y siguiendo una ley básica de todo sistema, la familia presenta un estado
homeostático (no podría no tenerlo); sólo que dicho estado se encuentra mantenido merced a una solución
dolorosa, problemática. Intuitivamente, el grupo familiar advierte el riesgo de desestabilización debido a la
acción terapéutica y 'resiste' el cambio, trasmitiendo a la vez un contradictorio mensaje al terapeuta:
ayúdenos a solucionar esto, pero sin cambiarnos.
En otras palabras, la familia se aferra al estado homeostático alcanzado. Sin embargo, forma parte de lo
predecible que ello ocurrirá, y por lo tanto, el terapeuta deberá ser capaz de desmontar el dispositivo
homeostático actual, cuidando a la vez de generar otro que no resulte (tan) problemático a la familia. A
veces la solución terapéutica puede consistir, por ejemplo, en reemplazar un problema o conducta
frecuente/inmanejable, por otra menos frecuente y manejable.
Ciertamente la funcionalidad de los estados homeostáticos está en estrecha relación con ciertos períodos de
tiempo; los modos de interacción mediante los cuales un sistema familiar ha mantenido la estabilidad en
determinado momento y condiciones, pueden resultar muy poco apropiados, y en última instancia
patológicos, bajo otras circunstancias.
Por otra parte, el tipo o características básicas de un sistema no cambian directa o esencialmente, como
consecuencia de la sola expansión numérica de éste. Se trata más bien de un cambio cuantitativo, que luego
llega a manifestarse en una diferencia cualitativa del sistema. Quizás el ejemplo más visible de este tipo de
dinámica a nivel familiar, está en el conjunto amplio y significativo de cosas que se modifican (al mismo
tiempo que otras no lo hacen), a partir del cambio (cuantitativo) que tiene lugar con el nacimiento de un
hijo. Los horarios cambian, las tareas se redistribuyen, se asignan nuevas responsabilidades (o se reasignan
las anteriores), las prioridades se evalúan con otro factor presente, se evidencian nuevas aptitudes o
destrezas, se redistribuye la auto-estima de los miembros de la familia, se manifiestan nuevos afectos (y
también nuevos temores), cambian las relaciones y distancia con los familiares políticos, surgen nuevos
compromisos con amistades, etc.
Desde la formalización de la Teoría General de los Sistemas y durante varios años, el debate teórico general
y, consecuentemente, la atención de los terapeutas familiares estuvo muy focalizada en los procesos
morfostáticos (de mantención o protección de lo ya existente), (Demicheli, 1988); con posterioridad a ello,
distintos investigadores (Maruyama 1968, Beer 1970, Buckley 1973) se interesaron en los procesos
vinculados a ampliaciones de diferencias, cambio y expansiones. A estos procesos se los denominó
globalmente como morfogenéticos.
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Un principio significativo derivado del estudio de dichos procesos tiene que ver con el aumento de la
diferenciación de las partes componentes del sistema, por medio de la cual cada una de ellas puede
desarrollar complejidad propia, permaneciendo al mismo tiempo, en relación funcional con la totalidad.
Por otra parte, Ashby (1978) señaló la importancia de la cantidad de información en la relación sistema-
entorno y la consecuente capacidad selectiva del sistema, partiendo del supuesto que la variedad de estados
posibles del ambiente es prácticamente infinita y que, por lo tanto, éste es siempre más complejo que el
sistema.
Basado en dichas nociones, Beer (1970) desarrolló el concepto de viabilidad, considerando que la reducción
de la variedad que presenta el medio por parte del sistema, así como su capacidad de respuesta ante la
variedad significativa actual y de anticipación a la variedad futura, es lo que determina cuán viable resulta
un sistema frente a sus contingencias.
De este modo, el equilibrio pasa a ser considerado como principio fundamental de lo orgánico (sistemas
mecánicos y químicos); la homeostasis se entiende como proceso básico de los sistemas biológicos
(superiores e inferiores), en tanto que la viabilidad, al implicar capacidad inherente de crecimiento y de
cambio autodirigido, pasa a ser factor central en la explicación de los sistemas sociales.
La viabilidad describe un sistema capaz -en diversos grados- de procesos de crecimiento homeostático y
morfogenético. El grado en que un sistema familiar es capaz de utilizar ambas modalidades, para
manejarse apropiadamente respecto de su operar y sus propósitos, es lo que indica su viabilidad como
sistema.
En síntesis, se entiende entonces que los sistemas se desenvuelven merced a una dinámica oscilante que
calibra de manera permanente, la estabilidad y el cambio.
1.2.4.3 Retroalimentación.
El concepto de retroalimentación fue formalizado por N. Wiener (1948) junto con los desarrollos iniciales
de la Cibernética. Básicamente, describe el proceso mediante el cual un sistema recoge información relativa
a su propia actuación y la re-ingresa como parte de su operar, de manera tal de mantener o corregir su
funcionamiento, con consideración de las condiciones del medio en que se desempeña. Por lo tanto, el tipo
de insumo incorporado no es energético, sino informativo.
Cuando la información re-ingresada a un sistema, permite que éste reduzca la amplitud de la desviación de
su operar (en relación al medio), corrigiendo a partir de allí su posterior curso de acción, el proceso es
denominado retroalimentación negativa.
El ejemplo más conocido de un sistema (físico) operando en base a retroalimentación negativa, es el de un
sistema de calefacción que mantiene estable la temperatura ambiente de un recinto, mediante un
termostato. Del mismo modo, los hijos en una familia cualquiera, pueden realizar conductas que
contribuyen a aumentar la tensión intrafamiliar y el mal humor de uno o ambos padres; si dicho mal humor
llega a manifestarse de manera poco grata, los hijos tienden en el tiempo a regular su conducta dentro de
ciertos márgenes que permitan evitar la expresión desagradable final. Como se puede apreciar, los procesos
vinculados a retroalimentación negativa tienen que ver directamente con la recuperación o mantención de
la estabilidad de los sistemas. A la inversa, la retroalimentación positiva, se vincula con las distintas formas
de cambio en los sistemas.
La retroalimentación positiva, alude al fenómeno antagónico al hasta aquí descrito; es decir, información que
re-ingresa al sistema pero que no opera reduciendo, sino aumentando la desviación con que el sistema está
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actuando en relación a su medio; llevada a su extremo, esta forma de retroalimentación conduce a la
desaparición del sistema.
Si se considera la noción de los sistemas operando en base a permanentes calibraciones entre estabilidad y
cambio, la idea tradicional acerca de la retroalimentación positiva como no conducente a adaptación ha de
repensarse. De hecho, los teóricos de la Cibernética de Primer Orden, (Segundo Onda) como Maruyama,
Beekley y Beer, focalizaron su esfuerzo en explicar cómo los sistemas cambian y logran adaptación
mediante ese proceder. Las mutaciones manifestadas y desarrolladas por una determinada especie, serían
un buen ejemplo acerca de patrones secuenciales que han operado en base retroalimentación positiva,
haciendo que se amplifique la desviación y sobrevenga un cambio estructural, que resulta ser finalmente
adaptativo.
El quehacer psicoterapéutico también puede ser entendido como un operar que busca cambio, lo cual hace
que esté más predominantemente basado en la retroalimentación positiva que en la negativa; en el trabajo
con familias, por ejemplo, manejando los delicados hilos del conversar terapéutico, se pretende que la
estructura de ese grupo que consulta, se reacomode de manera tal que, sin perder su organización como
familia, sea algo distinto al final del proceso, de lo que ingresó a la oficina en la primera sesión. Lo que se
hace, entonces, es ayudar a que desaparezca un sistema particular (el que llegó) y que en su reemplazo
surja otro (el que se va) que no tenga contenido el dolor inicial que motivó la consulta.
1.2.4.4 Diferenciación y especialización.
Con el transcurso del tiempo, los sistemas abiertos van adquiriendo un funcionamiento crecientemente
diferenciado y elaborado. Las pautas globales, en un principio difusas, van siendo definidas de modo
paulatino y adquieren, a la vez, mayor especificidad y especialización funcional.
En lo biológico, los distintos órganos sensoriales y el desarrollo mismo del sistema nervioso, muestran
notoriamente un progresivo evolucionar diferenciado y especializado; por ejemplo, motricidad y
coordinación viso-motriz.
En lo psicológico, el desarrollo de un individuo se manifiesta en la creciente complejización de sus diversas
formas de comportamiento cognitivo, afectivo y social; por ejemplo, las emociones que en las primeras
etapas de la vida se remiten a tres grandes formas escasamente moduladas (rabia, temor y alegría),
adquieren sutiles expresiones intermedias a través de una creciente modulación socialmente condicionada.
Por otra parte, todo sistema social sigue la deriva que las contingencias con su entorno le demandan,
debiendo recurrir a modos crecientemente más específicos y diferenciados de respuesta según transcurre el
tiempo, pues de lo contrario, la viabilidad global del sistema como conjunto se vuelve gradualmente más
frágil, en tanto no cuenta con formas de comportamiento suficientemente afinadas para responder a la
diversidad de requerimientos que el entorno le plantea. Por ejemplo, en la actualidad es tal la cantidad y
diversidad de información existente, que ninguna organización o persona, puede pretender el manejo
completo de ella. Las personas se especializan, las organizaciones incorporan especialistas.
En el plano conyugal, se ha mostrado (Altrocchi, 1959) que los sistemas interaccionales que se mantienen en
el tiempo, son aquellos que logran pasar de una relación inicial predominantemente simétrica
(indiferenciada), a otra forma en que prima una conducta complementaria (diferenciada) entre los
miembros de la pareja. En una perspectiva familiar, lo que inicialmente es una dupla de personas más bien
igualitarias en su comportamiento, evidencia la necesidad de diferenciarse con la sola llegada del primer
hijo; de allí en adelante, las múltiples demandas intra y extra-familiares, requieren de repuestas diversas de
todos y cada uno de sus miembros, más que de una sola conducta corporativa e invariable.
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Esta misma propiedad es la que se expresa dramáticamente en el contexto de la Terapia Familiar, cuando se
está frente a lo que se ha denominado el 'paciente índice' o 'designado', entendiéndose que aquél, ha
asumido la función de 'regular' el sistema (de un modo problématico/doloroso) ante la falta o
imposibilidad de otra opción familiar.
1.2.4.5 Equifinalidad.
Esta característica de los sistemas alude a la posibilidad de éstos de arribar a un mismo estado final, aun
habiéndose constituido en condiciones iniciales distintas y habiendo seguido cursos de acción diferentes.
En los sistemas con retroalimentación, los resultados o alteraciones del estado del sistema luego de
transcurrido cierto tiempo, no están determinados por las condiciones iniciales, sino por la naturaleza
misma del proceso. De esta forma, idénticos resultados pueden tener orígenes muy diversos; aquellos son
independientes de las condiciones iniciales.
En la interacción humana, el comportamiento de las personas no está determinado por su origen y sólo
adquiere sentido en el contexto en que se produce. La conducta no es el resultado de causas particulares,
sino una parte integrada de un sistema global en curso.
El concepto de equifinalidad trae como implicancia el hecho que no es necesaria una hipótesis intrapsíquica
(en última instancia imposible de verificar) para explicar el comportamiento humano, sino que ésta se
puede obtener a partir de la observación y la descripción de la interacción, de la comunicación y las
relaciones observables entre las distintas partes de un sistema.
Típicamente, por ejemplo, el 'síntoma' o 'conducta problema' en la familia constituyen sólo un fragmento
de un arco o patrón más amplio, pero cuyos efectos pragmáticos alteran todo el sistema del cual ese
síntoma o problema forma parte.
Una implicancia significativa de este principio para la psicología radica, entonces, en que es posible explicar
el comportamiento de un sistema por el estado actual en que se encuentra y, por lo tanto, la búsqueda de
causas deterministas en el pasado, se hace innecesaria.
1.3 CIBERNETICA.
1.3.1 Antecedentes históricos.
La palabra 'cibernética' proviene del griego kybernetike, que significa piloto/timonel y, literalmente, arte de
gobernar o comandar. Platón la utilizó en La República para referirse al arte de dirigir una nave y a la vez
de comandarla. Según Keeney (1987), que la palabra original se refiera tanto a la naútica como al control