El documento describe las características de las casas de adobe y los albañales en los pueblos pequeños del Perú. Explica que los adobes, aunque ocultos, son el alma de las casas y se sostienen unos a otros. También describe los poyos, lugares para descansar hechos de adobe, y cómo los albañales o acequias unen las casas al pasar de una a otra y transmitir señales de la vida de los vecinos.
1. CASAS DE ADOBE Y ALBAÑALES
Danilo Sánchez Lihón dixit:
1. Se trenzan uno con el otro
El adobe que es dulce como la pena yace oculto al interior de todo, sea que se mire la casa desde la
calle, sea que se mire desde el corredor o el patio.Ya sea que se lo contemple desde dentro, sea el
dormitorio antes de dormir o cuando despertamos, o ya sea cualquier rincón cuando lloramos.
Que es cuando nuestros ojos buscan en las paredes el trasfondo de los hechos que no
comprendemos. O que es cuando queremos mirar el alma de los muros, la misma que está hecha
de adobes, porque ellos están al fondo y debajo de todo lo que nos abriga, protege y consuela.
El adobe es el sostén de la casa, pero no brilla, no luce ni siquiera se lo ve. Luce el barro con que se
lo terrajea que se alarga en la paleta o el badilejo del maestro albañil. Luce el yeso con que a veces
se lo recubre. Luce la tierra blanca mezclada por la goma con la hoja de la tuna con que se la
remoja. Luce el estuco y enjalbegado. El adobe queda oculto, pero es el alma silenciosa de la casa.
2. Adobe que sabe
Las casas no tienen columnas. Se sostienen por el abrazo entre sí mismos de los adobes. Los
adobes se entretejen, se trenzan uno con el otro en las paredes. Y aún más se abrazan en las
esquinas. Todos constituyen un núcleo, un colectivo y una agrupación unida fuertemente por las
manos, los brazos, los hombros y el corazón, para hacerle frente a la muerte y al olvido.
Son esos enamorados ilusos de nuestros pueblos pequeños, íntimos y entrañables. Son adobes
cariño. Pero hay adobes donde sentarse, para descansar después de haber venido desde lejos. Y a
ellos llamamos poyos, que casi siempre se alzan o se tiende a la salida o a la entrada de las puertas
como si fueran su complemento.
Descansar en ellos es sentarse sobre la tierra amasada con el aliento y los sueños del hombre. Es
adobe que sabe a ilusiones pero también a desengaños. Adobe que sabe a secretos inconfesados,
¡y también a lágrimas!
3. El poyo
César Vallejo los citó en sus poemas en varias oportunidades. Así:
– “Un poyo con tres patas, es retablo
en que acaban de alzar labios en coro
la eucaristía de una chicha de oro.”
– “HERMANO, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero, hijos...”
2. – “El poyo en que mamá alumbró
al hermano mayor, para que ensille
lomos que había yo montado en pelo,
por rúas y por cercas, niño aldeano;”
– “…el poyo en que dejé que se amarille al sol
mi adolorida infancia... ¿Y este duelo
que enmarca la portada?”
4. Unen nuestras casas
Pero al lado delante de los poyos, y enfrente de los adobes y de los cimientos de piedra de las casas
están los albañales. ¿Qué son? Me preguntan, porque se han perdido ya como vocablos que es el
anuncio de que pronto van a perderse como realidad y es por eso que me apuro en anotarlo.
Porque una ley de la vida parece ser que antes de perderse los seres, las cosas o los hechos como
presencias vivas y tangibles primero se pierden sus nombres.
Por eso, los albañales son las acequias limpias que pasan de una a otra casa, las recorren y casi
siempre van descubiertas. Entonces así sabemos qué están haciendo en la casa del vecino o la
vecina: si están lavando una frazada pasan las burbujas. Si están pelando mote pasan las cenizas y
los carbones arrastrado por el agua. Si los niños están jugando pasan los barquitos de papel.
Así como los adobes se trenzan entre ellos mismos, así los albañales trenzan y unen nuestras
casas.
5. Las palabras se callan
Hay una cadena de llanto y salvaguardia a través de los albañales.
También vienen reclamos por encima de las cercas, paredes o curahuas.
– Señora Laurita. El albañal me ha mojado el patio.
– ¡Don Manuelito! La acequia está humedeciendo la pared de mi sala.
– De su lado se está empozando el albañal. Yo ya lo hice limpiar del lado de mi casa.
– ¡Y es que vienen plumas!Ayer dije:¡Cómo es que mi comadre arroja plumas que atoraron el
albañal!
– ¡Serán de palomas que se aparean sobre estos muros y en sus furores dejan caer sus plumas!
Pero es a través de los albañales que se dejan traslucir indicios de fiestas, ocurrencias y regocijos.
Como también de penas, congojas y lamentos.A través de los albañales o acequias se traspasa la
humanidad, la vida, lo que las palabras se callan y no confiesan.