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El método científico de René Descartes (I)
1. Los años de formación
René Descartes nace en Turena en 1596; su padre es abogado y consejero en el Parlamento de Bretaña; su abuelo
paterno es médico; su madre muere de parto un año después y es criado por su abuela paterna. Estudia en el colegio
jesuita de La Flèche desde 1605 a 1614. Durante el primer ciclo educativo, que dura seis años, se instruye en latín,
griego, gramática francesa, retórica, teología y filosofía escolástica. El segundo ciclo comprende tres cursos: en el
primero estudia las obras de Aristóteles sobre Lógica y Ética; en el segundo, la Física del estagirita y Matemáticas
con un texto de Clavius, rótulos bajo los que se enseñaba no sólo aritmética, geometría y mecánica, sino también
óptica, topografía, filosofía natural, magia, alquimia, balística y música; en el tercero se dedica a la Metafísica de
Aristóteles. Las clases se impartían según el modelo medieval: lecciones, repeticiones, disputas sabatinas y disputas
mensuales.
En 1616 se licencia en Derecho Canónico y Civil; dos años después se alista en el ejército de Mauricio de Nassau, lo
que le da ocasión de continuar instruyéndose en balística y técnicas de fortificación. En 1618 conoce a Isaac
Beeckman, médico judío holandés, estudioso de la Mecánica e Hidráulica, que utiliza las matemáticas para resolver
problemas físicos; será quien encamine a Descartes hacia la imbricación de ambas ciencias. Gracias al Diario (1604-
34) del holandés tenemos información de los primeros trabajos cartesianos sobre asuntos físicos: uno relativo a la
presión de líquidos en recipientes y otro sobre caída de graves, basado en el método de Oresme; encontramos
asimismo un breve estudio sobre la aritmética de la armonía musical: Compendium Musicae.
En 1619 conoce a Jan Faulhaber, ingeniero de Ulm, que lo reafirma en su intento de aplicar las matemáticas a la
Física. Su interés por el simbolismo y la “mathesis universalis” le conduce al “Ars Combinatoria” de Lulio y a
escritores herméticos y cabalistas como Agrippa y los Caballeros de la Rosacruz, así como a los discípulos de
Paracelso. Inventa un compás que le permite resolver ciertos problemas geométricos clásicos, tales como la
duplicación del cubo y la trisección del ángulo; Descartes comprende que su método mecánico-geométrico equivale a
la resolución de las ecuaciones cúbicas; de ahí arranca su método algebraico, que le permitirá unificar aritmética y
geometría
En un cuaderno que titula Parnasus, influido por la literatura rosacruz, intenta relacionar desde una perspectiva
hermética lo corpóreo sensible con lo espiritual inteligible a través del simbolismo; Preámbulo, cuaderno encabezado
así: “Dios es el principio de la sabiduría”, trata sobre la «mathesis universalis» y recopila sus trabajos matemáticos.
En estos escritos juveniles aparecen por vez primera dos temas muy cartesianos:
 Su voluntad de invención, es decir, de innovación sobre la tradición, expresada en su alta valoración de la
creación poética, que abogaba por trasladar a los demás ámbitos del saber
 Las “semillas” de la ciencia que moran en nuestra alma, metáfora que preludia su concepción de las verdades
eternas o ideas innatas.
2. El origen del método cartesiano
Mientras prosigue sus trabajos sobre geometría, series numéricas y ecuaciones anota, refiriéndose al método
algebraico, dos frases reveladoras: “descubriendo los fundamentos de una ciencia admirable” (1619) y “empecé a
concebir el fundamento de un descubrimiento admirable” (1620). ¿Qué son esa ciencia y ese descubrimiento
milagrosos cuyos fundamentos concibe? Unos afirman que se trata de su geometría algebraica; otros, que se trata de
la idea de que todas las ciencias son una -y sus fundamentos son los mismos- porque la inteligencia humana es una.
Yo me inclino a creer que la ciencia a que se refiere es la física matemática y el descubrimiento consiste en que la
aplicabilidad de las matemáticas a la física no se limita a problemas puntuales, sino que es generalizable. En
definitiva, creo que lo que ha vislumbrado es el principio del camino que le conducirá al mecanicismo.
¿Y a qué alude con esos “fundamentos”? A mi parecer se refiere a que el orden del mundo es absoluto porque es el
orden impuesto por Dios y, dado que la razón humana es un don divino a semejanza de sí, se puede descifrar ese
orden avanzando paso a paso desde las intuiciones evidentes y los principios más simples hasta los fenómenos más
complejos. Según E. Milhaud la segunda frase es el resultado de visitar a Kepler, que le dio a conocer sus trabajos
sobre óptica. Ese “descubrimiento admirable” puede haber sido catalizado por el sabio checo, mago de la armonía
cósmica matemática.
Descartes regresa a Francia en 1622 y entra en contacto con el círculo del Padre Mersenne, al que pertenecen
importantes científicos y matemáticos. Comienza entonces su primera obra metodológica, Studium bonae mentis,
donde se explaya sobre el deseo humano de saber, las disposiciones del espíritu para el aprendizaje, el método para
adquirir sabiduría y, finalmente, sobre las ciencias, que clasificará en experimentales, aquellas cuyos principios se
aprenden por observación y experiencia, liberales, las que requieren hábito y toman sus principios de otras ciencias, y
cardinales, las más generales y que se deducen de los principios más simples; estas últimas son la Filosofía y las
Matemáticas, que dependen respectivamente del entendimiento y de la imaginación.
En 1623 emprende un largo viaje a Italia, donde residirá dos años. Consolida el método algebraico y aplica la
geometría al estudio de la óptica; trabaja en las ecuaciones y propiedades de las cónicas, estudia los fenómenos de
reflexión y refracción, resolviendo el problema de la anaclástica; concibe la idea de un libro, Thaumatis regia, en el
que describir las propiedades de lentes y espejos y cómo construir artefactos para producir efectos ópticos divertidos
y sorprendentes.
3. Las reglas para la dirección del espíritu
Descartes vuelve a Francia en 1625 y se establece en París; sustituye el plan del Studium por el proyecto de una
nueva obra didáctica, Regulae ad directionem ingenii, que tampoco acabaría; su edición sería póstuma. Las Reglas
para la dirección del espíritu se concibieron como una obra tripartita: las doce primeras reglas se ocuparían de las
generalidades filosóficas, en especial, de los temas epistemológicos; las doce siguientes explicarían el funcionamiento
del método matemático, mientras que las doce últimas concretarían cómo aplicar ese método a la filosofía de la
Naturaleza. Descartes llegó a escribir las dieciocho primeras y dejó las tres siguientes formuladas. Pienso que dejó
esta obra inacabada porque no supo cómo afrontar la aplicación de las matemáticas a la física, y considero probable
que las tres reglas matemáticas no escritas –la 22, 23 y 24- tuvieran que ocuparse justamente de ello. Incluso las
dieciocho reglas escritas, aunque argumentadas, adolecen de los defectos habituales de un texto no revisado: tono y
extensión desigual, algunas repeticiones, un cierto desorden.
En las Reglas Descartes marca distancias frente a Aristóteles señalando que la lógica no sirve como método de
descubrimiento, sino de exposición de lo ya descubierto. Encontramos ya en esta obra todas las cuestiones
fundamentales que aparecerán, una década después, en el Discurso del Método:
 La doctrina de la unicidad de la inteligencia, igual para todos los hombres; facultad que se manifiesta en
formas diversas: sentir, imaginar, recordar, comprender. Lo que ha hecho Descartes es combinar la teoría
socrática de la razón universal con la doctrina cristiana de la unidad fundamental del alma
 La doctrina de la unidad de la ciencia, basada en la unicidad de la inteligencia, tipo saber que será netamente
diferenciado de los demás, tales como las artes y la historia.
 La negación a aceptar como verdad la opinión más probable, posicionándose frente al escepticismo, cultivado
entonces por muchos círculos intelectuales cristianos que, tras el cisma de las iglesias reformadas, preferían
hacer obediente profesión de fe en las Escrituras y en su Iglesia, a la vez que se acogían a una prudente
suspensión del juicio en asuntos filosóficos.
 La subordinación epistemológica de la experiencia a las matemáticas, ya que de la experiencia se derivan
múltiples errores, mientras que las matemáticas son el modelo del saber, en cuanto ciencia de la medida, del
orden y la proporción.
 Su agustinismo iluminista, al exponer que las “semillas de verdad” que Dios ha puesto en la mente operan
como principios innatos de la “luz natural” que nos permite, por una parte, conocer con buen juicio (bon
sens), distinguiendo lo verdadero de lo falso y, por otra parte, actuar éticamente, prefiriendo la virtud al placer
y lo honesto a lo útil.
 La recomendación de empezar cualquier investigación por lo más fácil y sencillo, partiendo de evidencias
intelectuales, separando lo claro de lo confuso y distinguiendo cuidadosamente el objeto o fenómeno
investigado de otros similares.
 La reducción de los fenómenos complejos investigados a sus “naturalezas simples”, es decir, sus variables o
elementos básicos, para luego averiguar sus proporciones relativas, las cuales hay que expresar mediante
ecuaciones. Solucionado el sistema de ecuaciones resultante se recompone el fenómeno original avanzando
por grados y en orden.
 La enumeración final de todos los pasos del proceso de investigación mediante una especie de verificació n
inductiva por partes que asegure la correcta continuidad del proceso desde sus principios hasta sus
conclusiones.
 La reducción de las operaciones de la inteligencia a la intuición y la deducción. La primera tiene como misión
proveernos de puntos de partida para cualquier investigación mediante la captación de evidencias
intelectuales, o sea, verdades necesarias. Define esa operación como instantánea, pretendiendo situar así ese
acto de comprensión en el mismo plano de la lógica, fuera del tiempo. La deducción, que arranca a partir de
las intuiciones, es entendida como movimiento, sucesión y memoria. Movimiento como tránsito de una
fórmula o enunciado a otro; sucesión en cuanto hay un orden gradual y necesario que se debe seguir; memoria
como legitimación del punto de partida y validación del entero proceso de razonamiento.
 Hay pues en Descartes una doble preocupación respecto a la relación entre el método y el tiempo: por un lado,
puesto que el método debe alcanzar verdades necesarias, éstas tienen que ser válidas en todo tiempo, es decir,
ser independientes del tiempo; por otro, la duración excesiva de las investigaciones o razonamientos convierte
en problemático el garantizar la perfección de todo el proceso. En definitiva, quiere legitimar el proceso de
conocimiento como si ocurriera en un tiempo ideal, siendo consciente, sin embargo, de los problemas que
genera su ocurrencia efectiva en el tiempo real.
 Una concepción de la mente en la que predomina el entendimiento, en cuanto fuente del criterio de verdad,
sobre los sentidos, que funcionan como receptores pasivos, y sobre la memoria, escindida entre memoria
sensible y memoria intelectual. Interpreta el gobierno del alma sobre el cuerpo según el siguiente proceso: las
sensaciones recibidas son pensadas por el sentido común o buen juicio, el cual hace funcionar la imaginación,
que a su vez excita a los nervios, causantes de los movimientos corporales que constituyen la reacción del
cuerpo a las sensaciones.
 Aunque Descartes aún no ha encontrado la que será su formulación definitiva “cogito, ergo sum”, algunas de
sus frases, tales como “je suis, donc Dieu existe”, o bien “je comprends, donc j’ai un esprit distinct du corps”
patentizan que ya ha encontrado en Agustín de Tagaste el barrunto de los fundamentos de su metafísica: la
certeza de la conexión entre pensamiento y existencia, la existencia de Dios y la separación entre alma y
cuerpo, origen de la separación entre lo inteligible y lo sensible.
El método científico de René Descartes (II)
El Mundo o Tratado de la luz
1.Introducción
René Descartes(1596-1650) (Sergent-Marceu,1786 ) Galileoante el SantoOficio(Robert-Fleury,s.XIX.) El redescubrimiento
de la obra de Lucrecioen el sigloXVIfue fundamental parael renacimientodel atomismomodernoenla culturaoccidental
moderna. Diagramade losvórticesenel "Tratado de la luz" Diagrama enel Tratado de la luzsobre la tendenciainercial de las
partículas celestesenlínearectaysu movimientoreal encírculo Diagramadel Tratado de la luzsobre la refracciónde laluzde
loscometas JohannesKepler(1571-1630), astrónomoalemán,descubridorde lasprimerasleyesque matematizaronel
movimientode losplanetas
Tras dejar inacabadas en 1626 las Reglas para la dirección del espíritu, su segundo ensayo de teorizar el método
científico, Descartes va a intentar profundizar en el estudio de la aplicación de las matemáticas a los fenómenos
naturales. Trabaja sobre óptica y para realizar sus experimentos le encarga a su amigo, el pulidor Ferrier, la
fabricación de diversos tipos de lentes cóncavas y convexas. En la primavera de 1629 se traslada a vivir a los Países
Bajos, territorio de mayor tolerancia religiosa que Francia, para dedicarse en exclusiva a la investigación científica
sin temor a la Inquisición; el juicio y condena a Galileo, en 1633, justificarían a posteriori que Descartes quisiera
ponerse a salvo de la autoridad de la Iglesia de Roma.
En una carta de 1630 confiesa haberse desinteresado de las matemáticas, lo que debemos interpretar en el sentido de
que creía dominar ya la geometría antigua y el álgebra moderna y prefería dedicarse a otras cuestiones más empíricas.
Por entonces combina sus estudios sobre la reflexión y refracción de la luz con el estudio de los meteoros y con
investigaciones anatómicas mediante la disección de animales. Su permanente interés por la medicina, de raigambre
familiar, se centraba en la circulación de la sangre, la digestión y el funcionamiento del cerebro. Entre 1630 y 1634
escribe El Mundo o Tratado de la luz, obra de cosmología, y comienza El Hombre, donde pensaba recoger sus
investigaciones anatómicas y fisiológicas sobre el cuerpo humano; al enterarse de la condena de Galileo por el
Tribunal del Santo Oficio desiste de publicar el primero y deja inacabado el segundo.
El Tratado de la luz no sería publicado, de forma póstuma, hasta 1664. Podemos ver en él la forma en que Descartes
aplica su método científico, antes de que lo hiciera público en sus ensayos de 1637. Comienza exponiendo una regla
metodológica que rompe con lo que él mismo había propuestos en las Reglas, al afirmar que la experiencia indica que
no tiene por qué haber ninguna concordancia entre las sensaciones y los objetos que las producen. Abandona así el
realismo psicológico tradicional, que daba por supuesto, sin necesidad de prueba, la correspondencia entre las
cualidades de las cosas y los datos de los sentidos. Lo sustituye por un formalismo psicológico en el que las causas de
los fenómenos naturales no se inducen de la observación empírica, sino que obedecen a procedimientos deductivos
que remiten, en última instancia, a un principio teológico: Dios es el creador del mundo. La correspondencia entre la
lógica del mundo y la lógica del alma se basa en los principios formales que Dios ha impuesto a uno y otra.
2. Materia
Dios ha dado existencia al universo creando de la nada la materia en movimiento; en consecuencia, materia y
movimiento serán los dos primeros principios metafisicos cartesianos. Para Descartes materia y extensión son
equivalentes, de modo que pensar un cuerpo y el espacio que ocupa son dos maneras distintas de pensar sobre lo
mismo: en un caso en términos físicos, en otro en términos matemáticos. Tal distinción, pues, no es real, porque no se
refiere a dos entes distintos, sino conceptual. Mediante tal equivalencia trata de ahorrarse el espinoso problema de la
naturaleza del espacio, que Platón había definido como receptáculo de lo corpóreo y Aristóteles mediante el concepto
de lugar. Al reducir el espacio a las magnitudes de los cuerpos Descartes elude dar una definición ontológica y,
además, vincula inextricablemente física y matemáticas.
Una consecuencia que se deriva de lo anterior es que el universo cartesiano, al igual que el aristotélico, es pleno y no
hay vacío alguno, ni exterior ni interno. La materia es única, pero los cuerpos están formados por tres tipos distintos
de partículas materiales, que se distinguen entre sí solamente por su tamaño y velocidad, denominadas a la usanza
griega: fuego, aire, tierra. Siguiendo al estagirita Descartes considera que el fuego es el elemento más sutil, por lo que
tales partículas son las más veloces y diminutas, pudiendo adquirir todas las formas posibles; la tierra es el elemento
más pesado, por lo que tales partículas son las más lentas y mayores; las de aire tienen velocidades y tamaños
intermedios.
Todas estas partículas son inobservables por su tamaño infinitesimal; por tanto, para Descartes, la existencia de los
tres elementos se deduce de las propiedades que exhiben los cuerpos a escala macroscópica y cósmica. En efecto,
afirma que el Sol y las estrellas están formados por partículas de fuego, los cielos por partículas de aire y los planetas
y cometas por partículas de tierra. Sin embargo, los cuerpos terrestres no son homogéneos y sus intersticios están
rellenos de partículas de fuego y de aire. La infinitesimalidad de las partículas cartesianas es una exigencia
epistemológica de la plenitud de su universo, equivalente a la divisibilidad ilimitada de la materia en Aristóteles: ese
recurso a lo infinitamente pequeño y a la plasticidad ilimitada del fuego trata de darle consistencia figurativa y
conceptual en la imaginación y el entendimiento al movimiento de la materia sin vacío.
Con su decisión de no llamar átomos, según la tradición presocrática, a las partículas fundamentales Descartes, que
siempre intentó evitar las polémicas estériles, se ahorraba comprometerse con la causa del atomismo moderno, que
había renacido en Europa gracias a la traducción y difusión del De rerum natura de Lucrecio, pretendiendo librarse
así de las suspicacias de los teólogos católicos y de tener que enfrentarse al aristotelismo dominante en las
universidades. Otra polémica contemporánea que sorteó con habilidad fue la de la finitud o infinitud del universo,
manifestando su escepticismo respecto a la posibilidad de que el hombre pudiera llegar a conocer los límites del
mundo, por lo que debía ser considerado de dimensión indefinida. Por la misma razón presenta su descripción del
cosmos como una fábula, esto es, como un relato verosímil de valor instrumental, tratando de evitar amenazas
inquisitoriales.
3. Movimiento
Descartes imagina que Dios en el instante de la creación aplica a la materia una fuerza finita que produce una
determinada cantidad de movimiento, que se conservará, sin aumento ni disminución, a lo largo del tiempo; o dicho
popularmente, que la cantidad de movimiento, entendida como el producto de la masa por la velocidad, ni se crea ni
se destruye, solamente se transforma. Tratará de demostrar que las tres leyes que Dios impone al universo dan lugar
inexorablemente a su forma actual, que describe, a grandes rasgos de la siguiente manera: Su movimiento es
continuo, circular y se transmite por contacto; está dividido en zonas, llamadas vórtices, donde todas las partículas de
aire y de tierra giran en torno a una estrella central, a la vez que las partículas de fuego que constituyen a esta giran en
torno a su propio centro.
La primera ley consiste en que cada parte de materia individual permanece siempre en el mismo estado mientras el
choque con las demás no la obligue a modificarlo. La segunda ley establece que cuando un cuerpo entra en contacto
con otro le transmite una cantidad de movimiento igual a la que él mismo pierde, o bien adquiere una cantidad de
movimiento igual a la que pierde el otro cuerpo. La tercera ley sostiene que cuando un cuerpo se mueve cada una de
sus partes tiende a conservar el suyo en línea recta. Vemos que la primera y la tercera son leyes inerciales de la
velocidad y de la dirección del movimiento, respectivamente; la independencia entre el módulo de la velocidad de
una partícula y la dirección de su movimiento constituye uno de los aspectos más característicos de la física
cartesiana. La segunda ley formula la conservación de la cantidad total de movimiento en cuanto que define sus
variaciones como pérdidas y ganancias de suma cero.
Descartes fundamenta estas tres leyes de la naturaleza en dos principios teológicos: la inmutabilidad de Dios y su
creación-conservación del universo. La inmutabilidad garantiza que desde su origen no haya habido cambios en las
leyes que rigen la naturaleza, ni pueda haberlos. Por otra parte, como para Dios no hay tiempo, desde la perspectiva
divina la creación del universo equivale a su conservación durante la totalidad de su duración y de ello derivan dos
consecuencias: la conservación de la cantidad inicial del movimiento impreso y la conservación de la dirección
instantánea inicial del movimiento.
Abandonando las formas sustanciales aristotélicas como causas ocultas de los fenómenos naturales, Descartes se
propone elaborar una filosofía de la naturaleza en la que todos los sucesos queden explicados en función de cuatro
factores de los cuerpos materiales: tamaño, figura, disposición de sus partes y movimiento. Los cuerpos sólidos serán
tratados como si fueran una sola parte de materia con un único movimiento, independientemente de su tamaño. La
diferencia entre los cuerpos sólidos y líquidos estriba en si sus partículas poseen movimiento unas respecto de otras o
no; la relativa movilidad de las partes determina los grados de liquidez: la del fuego es mayor que la del aire y esta
mayor que la del agua.
Un aspecto metodológico interesante de la física cartesiana es su uso de la noción de equilibrio. Afirma, por ejemplo,
que los planetas son arrastrados por el movimiento circular del vórtice hasta una órbita en la que se produce un
equilibrio entre la tendencia al movimiento en línea recta y la presión de los cielos que los rodean, de tal modo que se
estabiliza en una posición que impide tanto un movimiento centrífugo hacia los límites del vórtice como un
movimiento centrípeto que lo arroje contra su estrella. Del mismo modo postula que las fronteras entre los vórtices
quedan definidas por las partículas que experimentan la misma fuerza atractiva por las estrellas de esos vórtices
colindantes. Otro caso de equilibrio es el que se da entre la gravedad y la fuerza centrífuga. La primera, que hace que
todas las partículas del planeta tiendan hacia su centro, se debe a la presión de los cielos sobre la superficie de aquel;
la segunda deriva del movimiento de rotación del planeta; Descartes opina que si existiera el vacío a su alrededor la
materia de los planetas giratorios se dispersaría en el espacio. Por tanto, en la física cartesiana reposo y movimiento
no son dos estados distintos, como en Aristóteles, sino que mediante la noción del equilibrio de fuerzas el reposo ha
quedado subsumido en el grado cero del movimiento.
4. Luz
En el sistema físico cartesiano la luz, definida como una forma de movimiento, se convierte en un principio
fundamental de la naturaleza. La luz consiste en la presión centrífuga que transmiten las celerísimas partículas
giratorias de fuego de la estrella a las partículas de aire de los cielos que la rodean, presión que se transmite en línea
recta. Por tanto, los rayos luminosos son rectilíneos y al presionar nuestros ojos producen las sensaciones visuales.
Entre las propiedades principales de la luz enumera las siguientes:
1. Se extiende encírculoalrededorde loscuerposluminosos.
2. Se extiende de modoinstantáneoacualquierdistancia.
3. Se transmitenenlínearecta,aunque puedendesviarse porreflexiónyrefracción.
4. Los rayos luminosospuedencruzarse enunmismopuntosinestorbarse,aunque puedenestorbarse cuandosufuerza
esmuy desigual.
5. La fuerzade losrayospuede aumentarodisminuirenfunciónde ladisposicióngeométricaylascualidadesde la
materiaque losrecibe.
La primera propiedad implica que no hay direcciones privilegiadas para la transmisión de la luz estelar, o sea, que la
materia es isótropa para el movimiento de los rayos luminosos; la segunda, que su velocidad es infinita. La tercera es
un resultado que deriva de sus trabajos sobre óptica, que le habían llevado a redescubrir la ley de Snell sobre la
refracción, parece ser que de modo independiente del matemático holandés. La cuarta implica que al no ser la luz un
ente material, sino un movimiento, no se le puede aplicar las leyes del choque elástico, excepto en el caso de la
colisión entre rayos con una gran diferencia de fuerza; en este caso excepcional parece que Descartes está
extrapolando al comportamiento de la luz un resultado observado en sus experimentos sobre el choque elástico: que
un cuerpo pequeño con una gran velocidad que choca contra un cuerpo inmóvil mucho mayor es incapaz de moverlo.
La quinta señala que diferentes materiales pueden ser más o menos absorbentes o refractarios a la luz, pudiéndose
deber tanto a factores matemáticos como físicos.
5. Conclusiones
Diversas razones explican el propósito cartesiano de adaptar su cosmología al relato del Génesis y a la teología
católica: primera, su disposición de carácter a evitar problemas, sobre todo si el adversario es el Tribunal del Santo
Oficio; segunda, el interés porque su filosofía sustituyera a la aristotélica en los colegios y universidades; tercera, sus
propias creencias religiosas, aunque no fuera un cristiano ortodoxo. En definitiva, no es extraño que Descartes
justifique con principios teológicos los principios de su filosofía natural, tanto los cosmológicos como los de la física
terrestre, y por ende, que su epistemología tenga una garantía sobrenatural. La propia importancia que concede a la
luz tiene una clara reminiscencia del “Fiat lux” del Génesis.
Sus enemigos lo acusaron frecuentemente de haber construido una física que no necesitaba de Dios sino como
impulso inicial; sin embargo, con su teoría de la creación como conservación en el tiempo Descartes mantiene la
presencia divina en un mundo que sin ella regresaría a la nada. Lo que está en juego en esa polémica es el
enfrentamiento entre dos lógicas: la de la teología racionalista cartesiana que defiende la invariabilidad de las leyes
naturales porque han sido impuestas al mundo por un Dios inmutable que no yerra y la de la teología voluntarista que
sostiene la posibilidad constante de los milagros divinos. Hay una oposición total en el modo de concebir la relación
entre Dios y el tiempo en ambas posturas: para Descartes la eternidad divina se halla fuera del tiempo, mientras que
para los teólogos voluntaristas es una eternidad en el tiempo. En definitiva, la clave reside en si se elige concebir a
Dios estrictamente según la lógica de su obra, el mundo, o si se elige pensar que su divinidad lo sitúa más allá de
cualquier lógica.
En el Tratado de la luz la física cartesiana se inicia mediante un camino de síntesis, que partiendo del estado actual
del universo, o sea, desde consideraciones empíricas, trata de retrotraerse hasta los primeros principios de la
naturaleza, a partir de los cuales emprender un camino analítico rigurosamente deductivo que justifique las leyes de
funcionamiento del mundo físico y los fenómenos verificables. Tal es la contribución cartesiana al proceso moderno
de matematización del mundo iniciado con éxito por Johannes Kepler y Galileo Galilei. La física cartesiana será una
de las excelsas representantes del mecanicismo, como se denominó posteriormente a la filosofía natural de diversos
autores de los siglos XVII y XVIII, que pensaron el mundo como una gigantesca máquina; un modo de pensar
antropocéntrico, tal como la propia idea de Dios.
Al no haberse atrevido, tras la condena de la Iglesia Católica a Galileo, a editar en 1634 el Tratado de la luz Descartes
sentirá pronto la necesidad de publicar otras investigaciones menos proclives a suscitar la alarma del Santo Oficio y
aprovechará, desde la relativa tranquilidad de su retiro en las Provincias Unidas, para publicitar en forma de relato el
método con que las había realizado: el breve, pero sustancioso, Discurso del método para dirigir bien la razón y
buscar la verdad en las ciencias (1637).

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El método científico de Descartes

  • 1. El método científico de René Descartes (I) 1. Los años de formación René Descartes nace en Turena en 1596; su padre es abogado y consejero en el Parlamento de Bretaña; su abuelo paterno es médico; su madre muere de parto un año después y es criado por su abuela paterna. Estudia en el colegio jesuita de La Flèche desde 1605 a 1614. Durante el primer ciclo educativo, que dura seis años, se instruye en latín, griego, gramática francesa, retórica, teología y filosofía escolástica. El segundo ciclo comprende tres cursos: en el primero estudia las obras de Aristóteles sobre Lógica y Ética; en el segundo, la Física del estagirita y Matemáticas con un texto de Clavius, rótulos bajo los que se enseñaba no sólo aritmética, geometría y mecánica, sino también óptica, topografía, filosofía natural, magia, alquimia, balística y música; en el tercero se dedica a la Metafísica de Aristóteles. Las clases se impartían según el modelo medieval: lecciones, repeticiones, disputas sabatinas y disputas mensuales. En 1616 se licencia en Derecho Canónico y Civil; dos años después se alista en el ejército de Mauricio de Nassau, lo que le da ocasión de continuar instruyéndose en balística y técnicas de fortificación. En 1618 conoce a Isaac Beeckman, médico judío holandés, estudioso de la Mecánica e Hidráulica, que utiliza las matemáticas para resolver problemas físicos; será quien encamine a Descartes hacia la imbricación de ambas ciencias. Gracias al Diario (1604- 34) del holandés tenemos información de los primeros trabajos cartesianos sobre asuntos físicos: uno relativo a la presión de líquidos en recipientes y otro sobre caída de graves, basado en el método de Oresme; encontramos asimismo un breve estudio sobre la aritmética de la armonía musical: Compendium Musicae. En 1619 conoce a Jan Faulhaber, ingeniero de Ulm, que lo reafirma en su intento de aplicar las matemáticas a la Física. Su interés por el simbolismo y la “mathesis universalis” le conduce al “Ars Combinatoria” de Lulio y a escritores herméticos y cabalistas como Agrippa y los Caballeros de la Rosacruz, así como a los discípulos de Paracelso. Inventa un compás que le permite resolver ciertos problemas geométricos clásicos, tales como la duplicación del cubo y la trisección del ángulo; Descartes comprende que su método mecánico-geométrico equivale a la resolución de las ecuaciones cúbicas; de ahí arranca su método algebraico, que le permitirá unificar aritmética y geometría En un cuaderno que titula Parnasus, influido por la literatura rosacruz, intenta relacionar desde una perspectiva hermética lo corpóreo sensible con lo espiritual inteligible a través del simbolismo; Preámbulo, cuaderno encabezado así: “Dios es el principio de la sabiduría”, trata sobre la «mathesis universalis» y recopila sus trabajos matemáticos. En estos escritos juveniles aparecen por vez primera dos temas muy cartesianos:  Su voluntad de invención, es decir, de innovación sobre la tradición, expresada en su alta valoración de la creación poética, que abogaba por trasladar a los demás ámbitos del saber  Las “semillas” de la ciencia que moran en nuestra alma, metáfora que preludia su concepción de las verdades eternas o ideas innatas. 2. El origen del método cartesiano Mientras prosigue sus trabajos sobre geometría, series numéricas y ecuaciones anota, refiriéndose al método algebraico, dos frases reveladoras: “descubriendo los fundamentos de una ciencia admirable” (1619) y “empecé a concebir el fundamento de un descubrimiento admirable” (1620). ¿Qué son esa ciencia y ese descubrimiento milagrosos cuyos fundamentos concibe? Unos afirman que se trata de su geometría algebraica; otros, que se trata de la idea de que todas las ciencias son una -y sus fundamentos son los mismos- porque la inteligencia humana es una. Yo me inclino a creer que la ciencia a que se refiere es la física matemática y el descubrimiento consiste en que la
  • 2. aplicabilidad de las matemáticas a la física no se limita a problemas puntuales, sino que es generalizable. En definitiva, creo que lo que ha vislumbrado es el principio del camino que le conducirá al mecanicismo. ¿Y a qué alude con esos “fundamentos”? A mi parecer se refiere a que el orden del mundo es absoluto porque es el orden impuesto por Dios y, dado que la razón humana es un don divino a semejanza de sí, se puede descifrar ese orden avanzando paso a paso desde las intuiciones evidentes y los principios más simples hasta los fenómenos más complejos. Según E. Milhaud la segunda frase es el resultado de visitar a Kepler, que le dio a conocer sus trabajos sobre óptica. Ese “descubrimiento admirable” puede haber sido catalizado por el sabio checo, mago de la armonía cósmica matemática. Descartes regresa a Francia en 1622 y entra en contacto con el círculo del Padre Mersenne, al que pertenecen importantes científicos y matemáticos. Comienza entonces su primera obra metodológica, Studium bonae mentis, donde se explaya sobre el deseo humano de saber, las disposiciones del espíritu para el aprendizaje, el método para adquirir sabiduría y, finalmente, sobre las ciencias, que clasificará en experimentales, aquellas cuyos principios se aprenden por observación y experiencia, liberales, las que requieren hábito y toman sus principios de otras ciencias, y cardinales, las más generales y que se deducen de los principios más simples; estas últimas son la Filosofía y las Matemáticas, que dependen respectivamente del entendimiento y de la imaginación. En 1623 emprende un largo viaje a Italia, donde residirá dos años. Consolida el método algebraico y aplica la geometría al estudio de la óptica; trabaja en las ecuaciones y propiedades de las cónicas, estudia los fenómenos de reflexión y refracción, resolviendo el problema de la anaclástica; concibe la idea de un libro, Thaumatis regia, en el que describir las propiedades de lentes y espejos y cómo construir artefactos para producir efectos ópticos divertidos y sorprendentes. 3. Las reglas para la dirección del espíritu Descartes vuelve a Francia en 1625 y se establece en París; sustituye el plan del Studium por el proyecto de una nueva obra didáctica, Regulae ad directionem ingenii, que tampoco acabaría; su edición sería póstuma. Las Reglas para la dirección del espíritu se concibieron como una obra tripartita: las doce primeras reglas se ocuparían de las generalidades filosóficas, en especial, de los temas epistemológicos; las doce siguientes explicarían el funcionamiento del método matemático, mientras que las doce últimas concretarían cómo aplicar ese método a la filosofía de la Naturaleza. Descartes llegó a escribir las dieciocho primeras y dejó las tres siguientes formuladas. Pienso que dejó esta obra inacabada porque no supo cómo afrontar la aplicación de las matemáticas a la física, y considero probable que las tres reglas matemáticas no escritas –la 22, 23 y 24- tuvieran que ocuparse justamente de ello. Incluso las dieciocho reglas escritas, aunque argumentadas, adolecen de los defectos habituales de un texto no revisado: tono y extensión desigual, algunas repeticiones, un cierto desorden. En las Reglas Descartes marca distancias frente a Aristóteles señalando que la lógica no sirve como método de descubrimiento, sino de exposición de lo ya descubierto. Encontramos ya en esta obra todas las cuestiones fundamentales que aparecerán, una década después, en el Discurso del Método:  La doctrina de la unicidad de la inteligencia, igual para todos los hombres; facultad que se manifiesta en formas diversas: sentir, imaginar, recordar, comprender. Lo que ha hecho Descartes es combinar la teoría socrática de la razón universal con la doctrina cristiana de la unidad fundamental del alma  La doctrina de la unidad de la ciencia, basada en la unicidad de la inteligencia, tipo saber que será netamente diferenciado de los demás, tales como las artes y la historia.  La negación a aceptar como verdad la opinión más probable, posicionándose frente al escepticismo, cultivado entonces por muchos círculos intelectuales cristianos que, tras el cisma de las iglesias reformadas, preferían hacer obediente profesión de fe en las Escrituras y en su Iglesia, a la vez que se acogían a una prudente suspensión del juicio en asuntos filosóficos.
  • 3.  La subordinación epistemológica de la experiencia a las matemáticas, ya que de la experiencia se derivan múltiples errores, mientras que las matemáticas son el modelo del saber, en cuanto ciencia de la medida, del orden y la proporción.  Su agustinismo iluminista, al exponer que las “semillas de verdad” que Dios ha puesto en la mente operan como principios innatos de la “luz natural” que nos permite, por una parte, conocer con buen juicio (bon sens), distinguiendo lo verdadero de lo falso y, por otra parte, actuar éticamente, prefiriendo la virtud al placer y lo honesto a lo útil.  La recomendación de empezar cualquier investigación por lo más fácil y sencillo, partiendo de evidencias intelectuales, separando lo claro de lo confuso y distinguiendo cuidadosamente el objeto o fenómeno investigado de otros similares.  La reducción de los fenómenos complejos investigados a sus “naturalezas simples”, es decir, sus variables o elementos básicos, para luego averiguar sus proporciones relativas, las cuales hay que expresar mediante ecuaciones. Solucionado el sistema de ecuaciones resultante se recompone el fenómeno original avanzando por grados y en orden.  La enumeración final de todos los pasos del proceso de investigación mediante una especie de verificació n inductiva por partes que asegure la correcta continuidad del proceso desde sus principios hasta sus conclusiones.  La reducción de las operaciones de la inteligencia a la intuición y la deducción. La primera tiene como misión proveernos de puntos de partida para cualquier investigación mediante la captación de evidencias intelectuales, o sea, verdades necesarias. Define esa operación como instantánea, pretendiendo situar así ese acto de comprensión en el mismo plano de la lógica, fuera del tiempo. La deducción, que arranca a partir de las intuiciones, es entendida como movimiento, sucesión y memoria. Movimiento como tránsito de una fórmula o enunciado a otro; sucesión en cuanto hay un orden gradual y necesario que se debe seguir; memoria como legitimación del punto de partida y validación del entero proceso de razonamiento.  Hay pues en Descartes una doble preocupación respecto a la relación entre el método y el tiempo: por un lado, puesto que el método debe alcanzar verdades necesarias, éstas tienen que ser válidas en todo tiempo, es decir, ser independientes del tiempo; por otro, la duración excesiva de las investigaciones o razonamientos convierte en problemático el garantizar la perfección de todo el proceso. En definitiva, quiere legitimar el proceso de conocimiento como si ocurriera en un tiempo ideal, siendo consciente, sin embargo, de los problemas que genera su ocurrencia efectiva en el tiempo real.  Una concepción de la mente en la que predomina el entendimiento, en cuanto fuente del criterio de verdad, sobre los sentidos, que funcionan como receptores pasivos, y sobre la memoria, escindida entre memoria sensible y memoria intelectual. Interpreta el gobierno del alma sobre el cuerpo según el siguiente proceso: las sensaciones recibidas son pensadas por el sentido común o buen juicio, el cual hace funcionar la imaginación, que a su vez excita a los nervios, causantes de los movimientos corporales que constituyen la reacción del cuerpo a las sensaciones.  Aunque Descartes aún no ha encontrado la que será su formulación definitiva “cogito, ergo sum”, algunas de sus frases, tales como “je suis, donc Dieu existe”, o bien “je comprends, donc j’ai un esprit distinct du corps” patentizan que ya ha encontrado en Agustín de Tagaste el barrunto de los fundamentos de su metafísica: la certeza de la conexión entre pensamiento y existencia, la existencia de Dios y la separación entre alma y cuerpo, origen de la separación entre lo inteligible y lo sensible.
  • 4. El método científico de René Descartes (II) El Mundo o Tratado de la luz 1.Introducción René Descartes(1596-1650) (Sergent-Marceu,1786 ) Galileoante el SantoOficio(Robert-Fleury,s.XIX.) El redescubrimiento de la obra de Lucrecioen el sigloXVIfue fundamental parael renacimientodel atomismomodernoenla culturaoccidental moderna. Diagramade losvórticesenel "Tratado de la luz" Diagrama enel Tratado de la luzsobre la tendenciainercial de las partículas celestesenlínearectaysu movimientoreal encírculo Diagramadel Tratado de la luzsobre la refracciónde laluzde loscometas JohannesKepler(1571-1630), astrónomoalemán,descubridorde lasprimerasleyesque matematizaronel movimientode losplanetas Tras dejar inacabadas en 1626 las Reglas para la dirección del espíritu, su segundo ensayo de teorizar el método científico, Descartes va a intentar profundizar en el estudio de la aplicación de las matemáticas a los fenómenos naturales. Trabaja sobre óptica y para realizar sus experimentos le encarga a su amigo, el pulidor Ferrier, la fabricación de diversos tipos de lentes cóncavas y convexas. En la primavera de 1629 se traslada a vivir a los Países Bajos, territorio de mayor tolerancia religiosa que Francia, para dedicarse en exclusiva a la investigación científica sin temor a la Inquisición; el juicio y condena a Galileo, en 1633, justificarían a posteriori que Descartes quisiera ponerse a salvo de la autoridad de la Iglesia de Roma. En una carta de 1630 confiesa haberse desinteresado de las matemáticas, lo que debemos interpretar en el sentido de que creía dominar ya la geometría antigua y el álgebra moderna y prefería dedicarse a otras cuestiones más empíricas. Por entonces combina sus estudios sobre la reflexión y refracción de la luz con el estudio de los meteoros y con investigaciones anatómicas mediante la disección de animales. Su permanente interés por la medicina, de raigambre familiar, se centraba en la circulación de la sangre, la digestión y el funcionamiento del cerebro. Entre 1630 y 1634 escribe El Mundo o Tratado de la luz, obra de cosmología, y comienza El Hombre, donde pensaba recoger sus investigaciones anatómicas y fisiológicas sobre el cuerpo humano; al enterarse de la condena de Galileo por el Tribunal del Santo Oficio desiste de publicar el primero y deja inacabado el segundo. El Tratado de la luz no sería publicado, de forma póstuma, hasta 1664. Podemos ver en él la forma en que Descartes aplica su método científico, antes de que lo hiciera público en sus ensayos de 1637. Comienza exponiendo una regla metodológica que rompe con lo que él mismo había propuestos en las Reglas, al afirmar que la experiencia indica que no tiene por qué haber ninguna concordancia entre las sensaciones y los objetos que las producen. Abandona así el realismo psicológico tradicional, que daba por supuesto, sin necesidad de prueba, la correspondencia entre las cualidades de las cosas y los datos de los sentidos. Lo sustituye por un formalismo psicológico en el que las causas de los fenómenos naturales no se inducen de la observación empírica, sino que obedecen a procedimientos deductivos que remiten, en última instancia, a un principio teológico: Dios es el creador del mundo. La correspondencia entre la lógica del mundo y la lógica del alma se basa en los principios formales que Dios ha impuesto a uno y otra. 2. Materia Dios ha dado existencia al universo creando de la nada la materia en movimiento; en consecuencia, materia y movimiento serán los dos primeros principios metafisicos cartesianos. Para Descartes materia y extensión son equivalentes, de modo que pensar un cuerpo y el espacio que ocupa son dos maneras distintas de pensar sobre lo mismo: en un caso en términos físicos, en otro en términos matemáticos. Tal distinción, pues, no es real, porque no se
  • 5. refiere a dos entes distintos, sino conceptual. Mediante tal equivalencia trata de ahorrarse el espinoso problema de la naturaleza del espacio, que Platón había definido como receptáculo de lo corpóreo y Aristóteles mediante el concepto de lugar. Al reducir el espacio a las magnitudes de los cuerpos Descartes elude dar una definición ontológica y, además, vincula inextricablemente física y matemáticas. Una consecuencia que se deriva de lo anterior es que el universo cartesiano, al igual que el aristotélico, es pleno y no hay vacío alguno, ni exterior ni interno. La materia es única, pero los cuerpos están formados por tres tipos distintos de partículas materiales, que se distinguen entre sí solamente por su tamaño y velocidad, denominadas a la usanza griega: fuego, aire, tierra. Siguiendo al estagirita Descartes considera que el fuego es el elemento más sutil, por lo que tales partículas son las más veloces y diminutas, pudiendo adquirir todas las formas posibles; la tierra es el elemento más pesado, por lo que tales partículas son las más lentas y mayores; las de aire tienen velocidades y tamaños intermedios. Todas estas partículas son inobservables por su tamaño infinitesimal; por tanto, para Descartes, la existencia de los tres elementos se deduce de las propiedades que exhiben los cuerpos a escala macroscópica y cósmica. En efecto, afirma que el Sol y las estrellas están formados por partículas de fuego, los cielos por partículas de aire y los planetas y cometas por partículas de tierra. Sin embargo, los cuerpos terrestres no son homogéneos y sus intersticios están rellenos de partículas de fuego y de aire. La infinitesimalidad de las partículas cartesianas es una exigencia epistemológica de la plenitud de su universo, equivalente a la divisibilidad ilimitada de la materia en Aristóteles: ese recurso a lo infinitamente pequeño y a la plasticidad ilimitada del fuego trata de darle consistencia figurativa y conceptual en la imaginación y el entendimiento al movimiento de la materia sin vacío. Con su decisión de no llamar átomos, según la tradición presocrática, a las partículas fundamentales Descartes, que siempre intentó evitar las polémicas estériles, se ahorraba comprometerse con la causa del atomismo moderno, que había renacido en Europa gracias a la traducción y difusión del De rerum natura de Lucrecio, pretendiendo librarse así de las suspicacias de los teólogos católicos y de tener que enfrentarse al aristotelismo dominante en las universidades. Otra polémica contemporánea que sorteó con habilidad fue la de la finitud o infinitud del universo, manifestando su escepticismo respecto a la posibilidad de que el hombre pudiera llegar a conocer los límites del mundo, por lo que debía ser considerado de dimensión indefinida. Por la misma razón presenta su descripción del cosmos como una fábula, esto es, como un relato verosímil de valor instrumental, tratando de evitar amenazas inquisitoriales. 3. Movimiento Descartes imagina que Dios en el instante de la creación aplica a la materia una fuerza finita que produce una determinada cantidad de movimiento, que se conservará, sin aumento ni disminución, a lo largo del tiempo; o dicho popularmente, que la cantidad de movimiento, entendida como el producto de la masa por la velocidad, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma. Tratará de demostrar que las tres leyes que Dios impone al universo dan lugar inexorablemente a su forma actual, que describe, a grandes rasgos de la siguiente manera: Su movimiento es continuo, circular y se transmite por contacto; está dividido en zonas, llamadas vórtices, donde todas las partículas de aire y de tierra giran en torno a una estrella central, a la vez que las partículas de fuego que constituyen a esta giran en torno a su propio centro. La primera ley consiste en que cada parte de materia individual permanece siempre en el mismo estado mientras el choque con las demás no la obligue a modificarlo. La segunda ley establece que cuando un cuerpo entra en contacto con otro le transmite una cantidad de movimiento igual a la que él mismo pierde, o bien adquiere una cantidad de movimiento igual a la que pierde el otro cuerpo. La tercera ley sostiene que cuando un cuerpo se mueve cada una de sus partes tiende a conservar el suyo en línea recta. Vemos que la primera y la tercera son leyes inerciales de la velocidad y de la dirección del movimiento, respectivamente; la independencia entre el módulo de la velocidad de una partícula y la dirección de su movimiento constituye uno de los aspectos más característicos de la física
  • 6. cartesiana. La segunda ley formula la conservación de la cantidad total de movimiento en cuanto que define sus variaciones como pérdidas y ganancias de suma cero. Descartes fundamenta estas tres leyes de la naturaleza en dos principios teológicos: la inmutabilidad de Dios y su creación-conservación del universo. La inmutabilidad garantiza que desde su origen no haya habido cambios en las leyes que rigen la naturaleza, ni pueda haberlos. Por otra parte, como para Dios no hay tiempo, desde la perspectiva divina la creación del universo equivale a su conservación durante la totalidad de su duración y de ello derivan dos consecuencias: la conservación de la cantidad inicial del movimiento impreso y la conservación de la dirección instantánea inicial del movimiento. Abandonando las formas sustanciales aristotélicas como causas ocultas de los fenómenos naturales, Descartes se propone elaborar una filosofía de la naturaleza en la que todos los sucesos queden explicados en función de cuatro factores de los cuerpos materiales: tamaño, figura, disposición de sus partes y movimiento. Los cuerpos sólidos serán tratados como si fueran una sola parte de materia con un único movimiento, independientemente de su tamaño. La diferencia entre los cuerpos sólidos y líquidos estriba en si sus partículas poseen movimiento unas respecto de otras o no; la relativa movilidad de las partes determina los grados de liquidez: la del fuego es mayor que la del aire y esta mayor que la del agua. Un aspecto metodológico interesante de la física cartesiana es su uso de la noción de equilibrio. Afirma, por ejemplo, que los planetas son arrastrados por el movimiento circular del vórtice hasta una órbita en la que se produce un equilibrio entre la tendencia al movimiento en línea recta y la presión de los cielos que los rodean, de tal modo que se estabiliza en una posición que impide tanto un movimiento centrífugo hacia los límites del vórtice como un movimiento centrípeto que lo arroje contra su estrella. Del mismo modo postula que las fronteras entre los vórtices quedan definidas por las partículas que experimentan la misma fuerza atractiva por las estrellas de esos vórtices colindantes. Otro caso de equilibrio es el que se da entre la gravedad y la fuerza centrífuga. La primera, que hace que todas las partículas del planeta tiendan hacia su centro, se debe a la presión de los cielos sobre la superficie de aquel; la segunda deriva del movimiento de rotación del planeta; Descartes opina que si existiera el vacío a su alrededor la materia de los planetas giratorios se dispersaría en el espacio. Por tanto, en la física cartesiana reposo y movimiento no son dos estados distintos, como en Aristóteles, sino que mediante la noción del equilibrio de fuerzas el reposo ha quedado subsumido en el grado cero del movimiento. 4. Luz En el sistema físico cartesiano la luz, definida como una forma de movimiento, se convierte en un principio fundamental de la naturaleza. La luz consiste en la presión centrífuga que transmiten las celerísimas partículas giratorias de fuego de la estrella a las partículas de aire de los cielos que la rodean, presión que se transmite en línea recta. Por tanto, los rayos luminosos son rectilíneos y al presionar nuestros ojos producen las sensaciones visuales. Entre las propiedades principales de la luz enumera las siguientes: 1. Se extiende encírculoalrededorde loscuerposluminosos. 2. Se extiende de modoinstantáneoacualquierdistancia. 3. Se transmitenenlínearecta,aunque puedendesviarse porreflexiónyrefracción. 4. Los rayos luminosospuedencruzarse enunmismopuntosinestorbarse,aunque puedenestorbarse cuandosufuerza esmuy desigual. 5. La fuerzade losrayospuede aumentarodisminuirenfunciónde ladisposicióngeométricaylascualidadesde la materiaque losrecibe. La primera propiedad implica que no hay direcciones privilegiadas para la transmisión de la luz estelar, o sea, que la materia es isótropa para el movimiento de los rayos luminosos; la segunda, que su velocidad es infinita. La tercera es un resultado que deriva de sus trabajos sobre óptica, que le habían llevado a redescubrir la ley de Snell sobre la
  • 7. refracción, parece ser que de modo independiente del matemático holandés. La cuarta implica que al no ser la luz un ente material, sino un movimiento, no se le puede aplicar las leyes del choque elástico, excepto en el caso de la colisión entre rayos con una gran diferencia de fuerza; en este caso excepcional parece que Descartes está extrapolando al comportamiento de la luz un resultado observado en sus experimentos sobre el choque elástico: que un cuerpo pequeño con una gran velocidad que choca contra un cuerpo inmóvil mucho mayor es incapaz de moverlo. La quinta señala que diferentes materiales pueden ser más o menos absorbentes o refractarios a la luz, pudiéndose deber tanto a factores matemáticos como físicos. 5. Conclusiones Diversas razones explican el propósito cartesiano de adaptar su cosmología al relato del Génesis y a la teología católica: primera, su disposición de carácter a evitar problemas, sobre todo si el adversario es el Tribunal del Santo Oficio; segunda, el interés porque su filosofía sustituyera a la aristotélica en los colegios y universidades; tercera, sus propias creencias religiosas, aunque no fuera un cristiano ortodoxo. En definitiva, no es extraño que Descartes justifique con principios teológicos los principios de su filosofía natural, tanto los cosmológicos como los de la física terrestre, y por ende, que su epistemología tenga una garantía sobrenatural. La propia importancia que concede a la luz tiene una clara reminiscencia del “Fiat lux” del Génesis. Sus enemigos lo acusaron frecuentemente de haber construido una física que no necesitaba de Dios sino como impulso inicial; sin embargo, con su teoría de la creación como conservación en el tiempo Descartes mantiene la presencia divina en un mundo que sin ella regresaría a la nada. Lo que está en juego en esa polémica es el enfrentamiento entre dos lógicas: la de la teología racionalista cartesiana que defiende la invariabilidad de las leyes naturales porque han sido impuestas al mundo por un Dios inmutable que no yerra y la de la teología voluntarista que sostiene la posibilidad constante de los milagros divinos. Hay una oposición total en el modo de concebir la relación entre Dios y el tiempo en ambas posturas: para Descartes la eternidad divina se halla fuera del tiempo, mientras que para los teólogos voluntaristas es una eternidad en el tiempo. En definitiva, la clave reside en si se elige concebir a Dios estrictamente según la lógica de su obra, el mundo, o si se elige pensar que su divinidad lo sitúa más allá de cualquier lógica. En el Tratado de la luz la física cartesiana se inicia mediante un camino de síntesis, que partiendo del estado actual del universo, o sea, desde consideraciones empíricas, trata de retrotraerse hasta los primeros principios de la naturaleza, a partir de los cuales emprender un camino analítico rigurosamente deductivo que justifique las leyes de funcionamiento del mundo físico y los fenómenos verificables. Tal es la contribución cartesiana al proceso moderno de matematización del mundo iniciado con éxito por Johannes Kepler y Galileo Galilei. La física cartesiana será una de las excelsas representantes del mecanicismo, como se denominó posteriormente a la filosofía natural de diversos autores de los siglos XVII y XVIII, que pensaron el mundo como una gigantesca máquina; un modo de pensar antropocéntrico, tal como la propia idea de Dios. Al no haberse atrevido, tras la condena de la Iglesia Católica a Galileo, a editar en 1634 el Tratado de la luz Descartes sentirá pronto la necesidad de publicar otras investigaciones menos proclives a suscitar la alarma del Santo Oficio y aprovechará, desde la relativa tranquilidad de su retiro en las Provincias Unidas, para publicitar en forma de relato el método con que las había realizado: el breve, pero sustancioso, Discurso del método para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias (1637).