2. los socios de la desgracia
Ahí, en cualquier lugar y por cualquier motivo que se pueda ir a llorar, ahí van a estar
los socios de la desgracia. Porque las lágrimas pueden ser una oración pero también un
sepulcro. Si se deja a la intemperie el dolor en lugar de enfatizar un futuro. Si se hacen
notar las debilidades como bandera para destrozar el orgullo. Si se hace de cada honor al
pasado la vulgaridad de una preferencia por denostarlo. Ser socios de calamidades no es
recordarlas para bien sino ser cobardes que se olvidan que el mundo merece tener el
derecho a la humanidad. El terreno que ya no es virgen del dolor no merece de la
injusticia de hacer que los que lo sufrieron deban volver a sufrirlo. Eso es volver a matar
a los que ya dejaron su vida. Es hacerle sentir al mundo desgraciado que es bueno que
se afiance en la memoria de serlo y en el presente también. Que llorar lo que no se
puede confiar al crecer a partir de ello es una traición a los sentimientos de cualquier ser
humano y a su fe. Los socios de las desgracias tienen carné de socios y cobran sumas
para extender su dominio. Lucran con el sufrimiento ajeno haciéndolo parecido a una
cruz que le venden a todos a precios altísimos. Son los que hacen el marketing de la
desazón y el destruir lo que aun queda para recuperar. Hacen un gran club y les pagan
de sus ganancias a todos por pertenecer a él. Se encuentran en los lugares en que traman
estrategias de conquista de corazones desprevenidos que no conocieron antes la traición
al dolor. Porque defender al otro empieza por dignificar lo que tiene de bueno y no por
aplastar lo que lo hace permanece en pie. Hacerlo miserable a los ojos propios y de los
demás es la calamidad de atraparlo como se atrapa a un ser al que se odia
profundamente en procura de un fin. Es la maldad la que recubre lo que quiere parecer
compasión y clemencia y de eso se trata la demagogia de una posición aligerada por el
desinterés humano. Construir lo que somete al otro ingenua o involuntariamente. Los
socios de la desgracia hacen una verdad de la muerte pero no de la esperanza. Hay
socios que están dispuestos a matar todo signo de optimismo o de búsqueda de una
posibilidad de seguir siendo merecedores de algo mejor. El discurso será para gritar a la
tregua con el ayer en que se crece como la fe a partir de lo perdido para subsistir y
aprender de lo que se ajustó a realidades históricas. El socio va a las morgues y no al
cielo de las memorias y utiliza al que perdió algo para venderle su sumisión
incondicional y tratarlo como animal a punto de morir. El modo de hablarles a sus
futuros súbditos es el tocar donde el dolor es insoportable para convertirlos en bestias
dispuestas a ser tratadas como tales y no como lo que el humilde necesita en su
inteligencia y capacidad si no se lo lastima más de la cuenta. Exaltar la pobreza como
un arma de guerra en lugar de darles a los pobres un motivo y una manera de poder ser
parte de lo que se necesita para todos y para creer en sí mismos y luchar por ello.