2. carta de un jesuita
Lo dice hasta la religión incluyendo la católica. Se acepta la muerte para no tener la
desesperación de ser inmortal e incluso llegar a destruirse uno y a los demás en ese
intento. La aceptación según el catolicismo da como paso de la fe de creer en otra vida u
estado en la relación con Dios. En verdad ¿qué es aceptar la muerte?: es el no poner
como relieve de la trascendencia lo que se hace o consigue en la vida,… es decir que no
se busca lo que se hace sino como trabajo para crecer, alimentarse y hacer el bien. Esto
significa que cuando hay vanidad lo que se está haciendo es querer sobresalir para negar
la muerte y dominar a otros en ello. Lo que es complicado porque los otros van a
intentar cambiar el resultado. Esa justicia es real y necesaria porque se cree que lo que
se identifica con uno es mejor que los demás para generar el sentido de eternidad en
vida. La eternidad en vida es siempre a costa de el que se ve sobrepasado por esa
ambición. El actor y las víctimas ambos están siéndolo y no solo las víctimas. El actor
se ve sobre su propio límite permanentemente, por que no profesa la fe. Aun así hay
mucha gente que dice ser creyente o tener fe, la mayoría, y en verdad usan la religión
también para sobresalir y dominar. Es decir lo convierten elemento de trascendencia en
vida lo cual no lo hace religión porque burla el aceptar la muerte. La muerte es muy
parecida a la humildad. Es el desprenderse de los símbolos del poder más no de intentar
ser mejor en lo propio. El esfuerzo hace al que con fe y a pesar de que va a morir pone
interés en la vida tal cual es y sin esperar más que dar y recibir en ese lapso de tiempo
de unas decenas de años. Esto hace que la religión tenga un principio totalmente sano
que es no exigir al hombre que haga méritos extraordinarios como para ganarse un
¨ exclusivo más allá ¨. Y es claro que esos méritos cuando sí se buscan y no se subliman
a la muerte colapsan los sistemas del egoísmo que afrenta a los demás y genera
venganzas y permanentes estados de violencia de ida y de vuelta. El pecado es el
momento en que se pierde la fe y es muy frecuente porque se tiene miedo de perder
frente a otros. Es legítimo y sano y perdonable ante Dios. Legítimo y sano porque
abandona la pasividad y se esfuerza en idear la manera de creer pero sin perder lo que le
da de vivir y hasta de no ser derrotado por tentaciones contagiosas en las que participa
de a ratos con los que quieren no morir. En verdad el principio de justicia está claro
como valor de equilibrio para que en todos exista la muerte aunque hagan uso de la
fuerza y la nieguen para matar al que no la acepta o al que la acepta. Es lo que se conoce
como destino. Es decir que todos los estados del éxito como fin son temporales. Y si se
muere en éxito o en deterioro hecho por otros el mundo va confiándosele en la tarea de
dar una muerte ecuánime a los que la sustentaron como inmortalidad y a los que
perdieron la vida sin poder defenderse a través de hechos que van sucediendo y
corrigiendo errores ante los vivos. Esto es lo que se conoce como purgatorio. Y es el
paraíso el estado ecuánime de igualdad dinámica en la que se empareja lo acontecido
por malas prácticas. Es un mecanismo que no requiere de aceptarlo. Simplemente
sucede y se lo relacionan con la aproximación a hechos que dejan sin su poder al que lo
tenía, por mecanismos básicamente sociales elementalmente efectivos y propios de la
especie. En el sufrimiento está también el sentir la muerte como una verdad relativa a
desgracias temporales. Eso se subsana con la religión y sus prácticas directas o laterales,
siendo estas últimas, muchas veces, motivo de problemas interpretativos y de
subjetividades, a veces ciertas de manera empírica, y otras veces erróneamente
obcecadas en tener un punto de vista tan propio como ajeno al hecho de la muerte y la
humildad, como ejercicio del sustento de la hermandad. La hermandad es un punto de
equilibrio que soluciona a través del amor la extrapolación del ejercicio del mal hacia
los demás. En esto el mal parece no ser universal como concepto pero en verdad
3. tampoco es verdadero y subjetivo de sistemas sino la dinámica del resultado.
Evangelizar es transmitir lo que deriva en el sentido de hermandad. La fuerza del
ejercicio del culto ayuda al misterio de lo que une en la expectativa de un después de la
muerte pero con la aceptación de la misma como valor inequívoco no sujeto a
autoengaños. Así como de la fe en un dios que salva luego de confiarle la transitoria
etapa en el mundo. En este paradigma de triunfos y derrotas se sopesa el sentido en que
se van corrigiendo los hechos que contrarían la verdad universal. La respuesta a la
aceptación de la muerte tiene muchos hechos que son o parecen reclamos de vida en
destrabarse al destruir necesidades de evitar ser partícipes de la justicia ante dios. El ser
humano tiende naturalmente a pensar y ahí está el eje del regularse los aspectos
adversos. No hay una voluntad individual hacia un mejor resguardo pero sí la de un
inconciente colectivo. El deseo de matar impetuoso es tan instintivo que solo se explica
por el deseo de no morir. Si el comprender se hace lugar es el inconciente colectivo sin
oportunidades de llegar al darle un arma a alguien o la libertad de someter al humilde.
Se logran desprender una sucesión de condiciones que se adosan a lo que levemente e
imperceptible a veces acompaña al aceptar la muerte y tener fe. Es claro que en la
evolución histórica hasta la iglesia no estaba preparada para evitar ser instrumento de
muertes por la fuerza. Solo aceptando la muerte se sujeta la raza humana a derechos y
deberes en torno a eso. Es decir, hay cosas que hay que hacerlas y otras que no se
pueden o deben hacer a la luz de ello. Para cuidar el deseo de vivir en la aceptación de
la muerte se verá que los dogmas ayudan a creer en ello y no son algo impuesto como a
veces se los quiere hacer ver. No es que tenés que hacer esto, aquello y lo otro. Es que
lo querés hacer porque es lo mejor para vos. Y pedís ayuda a dios porque sabés que
necesitas fuerzas y entonces pensás en él y las dificultades se solucionan con su
intervención en tu pedido. Con dios es así. Tenés que renunciar a todo por seguirlo a él.
Es una prueba y vos no lo sabías. Una sinceridad. Y él te dirá qué tenés que hacer. Si
pasada la prueba de tu amor cuando él vio tu entrega te sopla al oído el seguir o si hacer
algo que sea más agradable para él. En todo caso se trata de que en lo que a la humildad
se refiere ofrecerle tu vida en humildad es un acto de grandeza que él en nuestra
sinceridad nos retribuye alentándonos a veces a que sigamos, si lo estamos, en el
camino correcto. Con el aditivo de que esta vez él nos acompaña y nos da fuerza y valor
para seguir nuestra tarea ya comenzada y dejar todo por cumplirla hasta el final. Eso es
la conversión. El ofrecerle lo que tenemos a cambio de seguir lo que es su palabra
dentro de su templo y después ver que él nos dice que está bien y que nos va a ayudar.
Lo importante es estar en sus planes y no solo en los nuestros. Confiarle nuestra
debilidad para crecer sin él en pequeños pero enormes actos de fe en lo que buscar
cambiar y ser aceptados para lo que él nos diga, hasta que muchas veces confirma
nuestro trayecto ya avanzado y nos confía su manera. En todo caso ya somos
instrumentos de él que obra en nosotros. El decirle ¨ que se haga tu voluntad ¨ ya nos
hace partícipes de su palabra. Hacer lo mismo nos cuesta diez veces mas si él no nos
dice que sí. Lo que le ofrecemos es cambiar en lo que el tome de nosotros porque así él
es el que toma la responsabilidad de nuestros actos y nos quita el peso de encima. Pero
antes hay que darle lo que para nosotros ya es demasiado, para que él nos guíe. Es el
modo no de un momento de entrega sino de la misma pregunta que le haremos toda la
vida ya que se la entregamos a él y así ya no es muerte. Es vivir en dios. Es creer que
con él todo se puede porque él nos ayuda a no equivocarnos si depositamos todo en sus
manos, lo que es el acto de humildad que él nos pide.