1. PREHISTORIA Carlos Basté López
2º Cuatrimestre
Tema XXV. El Neolítico en la Península Ibérica
1. LOS PRIMEROS AGRICULTORES Y GANADEROS EN LA
PENÍNSULA IBÉRICA
1.1 Encuadre geográfico y cultural
Desde comienzos del VI milenio a.C. llegaron a la Península Ibérica los nuevos
sistemas de aprovechamiento agrícola y ganadero, que se fueron desarrollando
plenamente en el V milenio.
No podemos hablar de un fenómeno de “neolitización” en términos generales para toda
la Península, pues debemos considerar, como en Italia o Francia, sus diversas zonas
geográficas.
Si a lo largo de la Prehistoria el hombre fue adaptándose a las posibilidades del medio
más ventajosas para sus necesidades, a partir del Neolítico se introdujeron nuevos
condicionantes, los pastos y suelos agrícolas, además de las poblaciones preexistentes.
Así, el proceso hacia las nuevas formas de vida dio lugar a manifestaciones muy
variadas y con grandes diferencias cronológicas.
Desde mediados del III milenio a.C. hubo una gran dispersión de poblamiento por casi
toda la Península y las formas de vida neolítica se fueron extendiendo de forma casi
generalizada. Es posible que el aumento demográfico y una mayor aridez del clima –
especialmente durante la crisis del 2.300 a.C. – rompiesen el equilibrio entre los
cazadores y su medio, obligándoles a adoptar formas de subsistencia “artificiales”, lo
que supuso un mayor trabajo, un esfuerzo colectivo y una nueva organización social del
grupo.
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La Prehistoria en la Península Ibérica ofrece un buen ejemplo de resistencia hacia las
formas de producción aparentemente ventajosas, lo que se refleja en las secuencias
culturales y en sus manifestaciones artísticas.
1.2 Implantación y aculturación: la dualidad cultural y la expresión artística e
ideológica
Gracias a las dataciones absolutas en la actualidad podemos establecer que mientras en
algunos lugares los agricultores y pastores están plenamente establecidos, en otros, a
veces muy próximos, hay instaladas comunidades que siguen viviendo de la caza y la
recolección. Se trata de un proceso de adaptación que parece no interesa a todos, ya que
algunos siguen manteniendo su subsistencia por medios tradicionales, por lo menos
hasta el III milenio a.C.
En la Cova de les Cendres (Alicante) hay dos fechas de C14 para el Neolítico antiguo,
una de 5.590 a.C. y otra de 3.380 a.C., ambas para niveles con cerámica cardial, lo que
indicaría una larga duración para este primer Neolítico de cerámicas con decoración
cardial. En la Coveta de L’Or (Alicante) las fechas de C14 sitúan este Neolítico antiguo
entre el 4.770 y 4.030 a.C. Otros yacimientos con dataciones parecidas son la Cova
Ampla de Montgó (Alicante, la Cova de la Recambra (Valencia) o la Coveta de Can
Ballester (Castellón).
También hay dataciones de C14 para un Neolítico antiguo caracterizado por cerámicas
con decoración incisa e impresa no cardial. Ejemplos de ello los encontramos en la
Cova Fosca (Castellón) con tres dataciones: 5.690 a.C., 5.260 a.C. y 5.150 a.C. o la
Cova de Can Bruixes, del 4.510 a.C. También en Andalucía tenemos dataciones muy
antiguas para este contexto neolítico de cerámicas con decoración incisa e impresa,
provistas en muchos casos de un engobe de almagra bien bruñido. Se trata del Neolítico
típico andaluz, cuyas fechas obtenidas por análisis de C14 en la Cueva de la Dehesilla
(Cádiz) lo sitúan en el 5.720, 5.490, 5.170 y 5.090 a.C. En la Cueva Chica de Santiago
se sitúa entre 5.950 y 4.430 a.C. y en la Cueva de los Murciélagos (Córdoba), entramos
ya en la segunda mitad del V milenio, en pleno apogeo de la cultura.
Por lo tanto, cuando nos referimos al primer Neolítico de la Península, documentado
desde el VI milenio y plenamente desarrollado a lo largo del V, debemos afirmar que
presenta desde sus inicios al menos dos contextos culturales algo diversos, que pueden
ser contemporáneos. Su procedencia parece mediterránea y, en ambos casos, se
documenta, desde el VI milenio a.C., el conocimiento de una economía mixta, agrícola-
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ganadera, en la que aparecen representadas todas las especies vegetales y animales del
Neolítico pleno del Próximo Oriente.
Este primer Neolítico revela también una tecnología muy desarrollada en el trabajo de la
cerámica, el hueso y la piedra e incluso manifestaciones artísticas. Uno de los contextos
es el de las cerámicas cardiales, con un importante núcleo en el Levante español y
Cataluña, aunque también está representado en la zona pirenaica y penetra en Albacete,
Murcia y Andalucía Oriental con la importante cueva de la Carigüela (Granada).
El otro contexto es el de las cerámicas con decoración incisa o impresa con diversos
objetos y, frecuentemente, con las superficies de la pieza cubiertas por un engobe de
almagra bien bruñido. Se ha considerado siempre representativo del Neolítico andaluz
(ver figuras a continuación), ya que está bien documentado en las cuevas de la costa
malagueña, en las sierras de Cádiz, Sevilla, Córdoba y Jaén.
El sincronismo inicial de ambos contextos u horizontes culturales parece bastante
congruente, así como las normales interacciones entre ambos, que no impiden la
prolongada continuidad de cada uno conservando su personalidad.
En otros tiempos, ambos contextos del Neolítico con cerámicas decoradas se englobaron
dentro del término generalizado de “cultura de las cuevas”. Actualmente parece difícil
admitir que el hábitat de estas primeras gentes neolíticas fuera fundamentalmente en
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cuevas. Las cuevas pudieron ser utilizadas durante largo tiempo de forma estacional,
como refugio, para guardar ganado, para almacenar alimentos e incluso como lugar de
culto y enterramiento. De todas formas, falta por comprobar la entidad, cronología e
importancia de los poblados al aire libre que se han ido localizando poco a poco y que,
de momento, presentan cronologías más tardías, a partir del IV milenio.
Parece claro que el proceso de neolitización no es homogéneo. La primera cuestión está
en decidir si se trata del resultado de una evolución local a partir de las poblaciones
epipaleolíticas o bien de la aceptación de elementos venidos de fuera por la vía
mediterránea. La procedencia de las especies domesticadas, la cronología de su
aparición en la Península y determinados elementos del contexto con claros paralelos a
lo largo y ancho del Mediterráneo, parecen argumentos de suficiente peso para pensar
en un origen foráneo de la primera implantación neolítica, independientemente del
normal proceso posterior de aculturación de las poblaciones locales.
Es difícil saber la forma en que se produjo la implantación. Parece bastante claro que
algunos casos habría que admitir una implantación ex novo de un grupo plenamente
formado. Después vendría la proyección de este grupo, sus logros y conocimientos
sobre las poblaciones más o menos próximas además de su propio desarrollo y
expansión. La actividad pastoril pudo ser un magnífico vehículo de contactos y relación.
La agricultura, supondría una adscripción muy fuerte a determinados territorios aptos
para el cultivo y su fuerza expansiva de pendería de la fertilidad de los suelos y del
crecimiento demográfico.
Ante esta situación, pudieron producirse dos reacciones: la aceptación de las nuevas
formas de vida de manera más o menos paulatina, adaptándolas a sus propias
necesidades y organización social o bien la continuidad de la vida cazadora-recolectora
en determinados ecosistemas especialmente favorables.
Nos falta mucha documentación sobre los lugares de habitación y enterramiento, aunque
los datos arqueológicos y zoológicos documenten actividad económica y las cerámicas
y útiles de sílex, hueso y piedra pulimentada ofrezcan novedades de tipo tecnológico.
En los contextos neolíticos, existen también muy pocas representaciones rupestres con
escenas de laboreo agrícola o en relación con posibles animales domésticos, junto a las
famosas escenas de caza del arte levantino.
El singular arte rupestre levantino nos ofrece escenas de caza o rituales, como la
pequeña escena de guerra del Barranco de les Dogues, en la que vemos el
enfrentamiento violento entre dos grupos de hombres, sin duda guerreros; la escena
puede representar quizás a dos grupos de cazadores que se disputan terrenos de caza o
presas cazadas, o bien el enfrentamiento entre cazadores y campesinos que avanzan con
sus campos de cultivo y pastizales, por terrenos que siempre habían sido espacios de
caza, o campesinos que luchan por el robo de ganado o de la cosecha recién recogida.
En cualquier caso, es evidente que la llegada de colonos a territorios ocupados por
cazadores desde el Paleolítico, podría ser motivo suficiente para crear conflictos.
En el Neolítico, las representaciones de figuras humanas esquematizadas aparecen en
las cerámicas decoradas con técnica cardial a partir del VI milenio a.C., como en el caso
de las localizadas en la Cova de l’Or (Alicante)
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Las figuras esquemáticas se repiten en las pinturas
rupestres de tipo “macroesquemático” del Plá de
Petracos (Alicante). No parece arriesgado
relacionar estas representaciones humanas con
algún tipo de religiosidad.
Otros fragmentos cerámicos, también de la Cova
de l’Or, representan figuras animales de carácter
más naturalista. Este arte levantino está
estrechamente ligado al ambiente geográfico
mediterráneo, con especies animales muy
concretas y es un buen indicador de la
importancia de la actividad cazadora y recolectora
paralelamente a la plena consolidación de las
formas de vida neolíticas.
En el espacio geográfico levantino parece darse una dualidad cultural, la conservadora
de los cazadores recolectores y la transformadora, por intervención directa en el medio
bioclimático, de los agricultores, que a la larga antropizará el paisaje. La dualidad
cultural se refleja también en el estilo y contenido del arte, realista-naturalista de los
cazadores “levantinos” y simbólico-esquemático de los pastores y agricultores. El arte
esquemático, estrechamente ligado al Neolítico en la región levantina y peninsular en
general, tiene un gran contenido simbólico, bien patente en el arte mueble (decoración,
cerámica, ídolos) y en los grabados o pinturas rupestres megalíticos.
2. LA EVOLUCIÓN Y EXPANSIÓN DEL NEOLÍTICO POR LA
PENÍNSULA IBÉRICA
2.1 Neolitización de la Península: expansión y regionalización
Aproximadamente a mediados del V milenio y durante el IV hasta mediados del III
a.C., el Neolítico se fue extendiendo por toda la Península, adaptando soluciones y
modelos variados, tanto en el tipo de poblamiento como en el de explotación agrícola o
ganadera. A partir del Neolítico inicial en sus dos facies principales se producen
fenómenos de aculturación entre la población cazadora-recolectora, por interacciones
recíprocas y quizás también de colonización de tierras por poblaciones con economía
neolítica plenamente implantada.
Desde mediados del IV milenio a.C., como en el resto de Europa occidental (contextos
Chassey, Lagozza, Cortaillod-Egolzwill), asistimos a una clara evolución que, por un
lado comporta una mayor ocupación de territorio por gentes con economía neolítica y,
por otro, nuevas manifestaciones de orden cultural en el contexto arqueológico. Sobre
todo en zonas de vieja tradición neolítica (Cataluña, Levante, Andalucía) se generalizan
nuevas tipologías cerámicas, generalmente con las paredes lisas, sin decorar. Cada vez
se extiende más el adorno, mucho más abundante y rico que en el período anterior. La
industria del sílex es laminar, resucitándose bellas tipologías solutrenses.
En determinadas zonas (Alentejo en Portugal y Gerona en Cataluña) aparecen
necrópolis con sepulcros megalíticos del tipo corredor, con altas cronologías (IV
milenio a.C.) que indican su adscripción al Neolítico avanzado. En cuanto al
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poblamiento, se han documentado en el IV milenio a.C. la existencia de poblados o
aldeas al aire libre como el de Les Jovades (3.260ª.C , Alicante) o Cabezo del Plomo
(Murcia), fechado entre 3.220 y 2.980 a.C., con estructuras de piedra, perteneciente al
Neolítico final.
Aunque tradicionalmente se han querido ver tres etapas del Neolítico en la Península
Ibérica, en realidad sólo aparecen dos fases claras, la del Neolítico de cerámicas
decoradas, centrado en el V milenio a.C., y la del Neolítico de cerámicas lisas,
localizado a partir de mediados del IV milenio hasta mediados del III a.C.
2.2 Cataluña, la cuenca del Ebro y región pirenaica oriental
En Cataluña está bien representado el primer Neolítico de cerámica cardial, desde que
se identificó por primera vez esta técnica decorativa en las cuevas de Montserrat.
Aparece en cuevas por lo menos desde el V milenio y ya en poblados al aire libre (como
el de Font del Ros en Barcelona, con cerámica cardial fechada en el 5.030 a.C), desde el
IV milenio a.C. Otro ejemplo de poblado de este primer Neolítico es el poblado lacustre
de La Draga (Bañolas, Gerona), situado a orillas del lago y actualmente semisumergido,
que conserva materiales orgánicos (postes, herramientas de madera, etc.) además de
cerámica e industria lítica, fechándose entre el 5.000 y el 4.000 a.C.
Desde mediados del IV milenio a.C. hay que destacar una personalísima cultura del
Neolítico de cerámicas lisas, la de los “sepulcros de fosa”. Se trata de gentes
agricultoras que ocupan una gran parte de las llanuras litorales, prelitorales y los valles
de los ríos. Sus poblados debían agrupar a una población relativamente densa. Su vajilla
cerámica es lisa y en raras ocasiones con decoración grabada. Las formas son variadas
de técnica y su tipología avanzada. Aparece frecuentemente formando parte del ajuar de
las sepulturas, junto a punzones de hueso, industria de sílex mellado y las típicas
cuentas de collar de “calaita”.
De gran interés es la explotación minera de gentes de los “sepulcros de fosa” en Can
Tintoré, (Gavà, Barcelona), fechada por C14 desde 3.400 hasta 2.360 a.C., de donde se
extraía material para la fabricación “calaitas” que conformaban cuentas de collar. Un
hallazgo importante de este mismo yacimiento es un fragmento de cerámica con una
representación femenina, modelada en el cuello de una vasija y completada en sus
detalles con una técnica de grabado, la llamada “Dama de Gavà”, cuyos ojos son de tipo
“soliforme” y se ha asociado a una representación femenina de carácter naturalista y
gran solemnidad que podría referirse a una divinidad.
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En el norte de Cataluña, especialmente en el Alto Empordà, contemporáneamente a los
sepulcros de fosa, empiezan a aparecer sepulcros megalíticos del tipo corredor. También
parecen ser contemporáneos otro tipo de sepulturas, en cista con pequeño túmulo,
mucho más extendida por Cataluña.
Los contactos transpirenaicos debían ser muy frecuentes, por lo que aparecen algunos
tipos cerámicos determinados en Francia.
En la zona del Bajo Ebro, tenemos documentada la presencia de cerámicas incisas e
impresas y, en las terrazas del río, poblados y necrópolis del tipo de sepulcros de fosa,
aunque con elementos peculiares. En la zona del Bajo Aragón es evidente la penetración
tardía de influencias del horizonte cardial, con persistencia de las formas de vida
epipaleolíticas hasta muy tarde. En cambio, parece más generalizada y consolidada en
las cuevas del Pirineo catalán, andorrano y aragonés.
En el Alto Ebro, en la Navarra media occidental se han localizado poblamientos
neolíticos como el de Los Cascajos, con fondos de cabaña excavados en el suelo, restos
de postes, cubetas y algunos enterramientos, así como estructuras de combustión y
almacenaje. Las cerámicas son de tipo impreso-inciso y con acanalados, que podría
fecharse en el IV milenio.
2.3 La región valenciana y Andalucía
En ambas regiones persisten las tradiciones antiguas hasta bien entrado el IV milenio.
Sin embargo, desde la segunda mitad del IV milenio en ambas regiones se documenta la
paulatina desaparición de las cerámicas decoradas y la aparición de las lisas, con nuevas
formas y tipos de asas, y escasas decoraciones grabadas, así como una evolución en la
industria lítica. Se generalizan los poblados al aire libre y se va consolidando la
población plenamente campesina. Se han documentado numerosos poblados en las
proximidades de Rota o como el de Cantarranas, en el Puerto de Santa María, de
transición del Neolítico final al Calcolítico, con cerámicas inciso impresas, a la almagra
y lisas.
En el Sudeste hay grandes novedades como el poblado de Las Pilas (Almería) del
Neolítico final con estructuras de almacenamiento, pequeñas cabañas, silos y fosas
excavadas en el suelo. Sus cerámicas son lisas con fondos de tendencia cónica.
2.4 La Meseta. La Cornisa Cantábrica y el País Vasco
La distribución de los contextos con cerámica cardial fue fundamentalmente periférica,
por las sierras costeras de Levante, Cataluña o los Pirineos, con penetraciones por el
valles del Ebro, Meseta Sur y Andalucía oriental. Es muy probable que ocurriese una
“colonización” del interior de la Península por gentes del contexto de cerámicas con
decoración incisa, impresa no cardial y a la almagra, especialmente en Andalucía, desde
la costa hasta Sierra Morena. En Segovia, en las cuevas de La Nogalera y La Vaquera,
hay cerámica de tipo inciso-impreso.
El clima de la Meseta, más extremado que el de la zona mediterránea, dificultó la
instalación de una economía agrícola. Por otro lado, llama también la atención que los
datos de que disponemos son de cueva y zonas más bien agrestes en vez de proceder de
campiñas y valles, aunque todavía podemos considerarnos en fase de investigación.
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En la región Cantábrica perduran los concheros mesolíticos por lo menos hasta
mediados del IV milenio e incluso más tarde. En ocasiones aparece, de forma más o
menos esporádica, restos de cerámica, como en la Cueva de Santimamiñe (Vizcaya). En
el País Vasco se documenta ya en la cueva de Los Husos (Álava) y en Asturias en el
Bufón de Vidiago. En Cantabria, actualmente se va evidenciando un Neolítico Pleno
junto con un gran desarrollo del megalitismo.
2.5 El occidente peninsular. Galicia, Portugal y Extremadura
En esta zona hay que destacar la presencia de un megalitismo muy rico y antiguo, sobre
todo en Portugal. En Galicia actualmente se considera que pudo existir un Neolítico con
cerámicas decoradas anterior al megalitismo. En el yacimiento costero de O Ribeiro (La
Coruña) se señala polen de cereales domésticos fechado por C14 en el 4.640 a.C., con
pequeños fragmentos de cerámica lisa muy tosca. Hay cerámicas con decoración
impresa con concha Chlamys que aparecieron en el monumento megalítico de A
Parxubeira (La Coruña).
El carácter premegalítico del comienzo del Neolítico gallego se basa en la datación de
los restos de polen de cereal de mediados de V milenio. El gran desarrollo del
megalitismo, quizás desde la segunda mitad del IV milenio, y sobre todo desde el III,
supone una gran transformación del paisaje para la utilización de pastos y campos de
cultivo.
En Portugal hay que distinguir una perduración de las
formas de vida mesolíticos en el Bajo Tajo, durante el
VI milenio a.C. e incluso hasta finales del IV milenio,
documentados sobre todo en cuevas habitadas de forma
continuada (Furninha). Un interesante conjunto de
cerámicas cardiales es el de la Cueva de Cabranosa o el
de la Cueva de Salemas, cuya datación por C14 es del
4.370 a.C. para este Neolítico antiguo. Estas cerámicas
decoradas con incisiones e impresiones, el llamado
“horizonte de Furninha” (ver figura) también aparecen
en establecimientos al aire libre en la zona calcárea de
la Extremadura portuguesa.
Se suele dividir el Neolítico portugués en 5 fases:
- Antiguo cardial
- Antiguo epicardial, con incisiones e impresiones no cardiales
- Medio de cerámicas lisas (dolménicas)
- Final acerámico
- Final con tazas carenadas y puntas de flecha de retoque bifacial
que abarcan desde el 4.390 hasta el 2.450 a.C.
En Extremadura, hasta el momento, está mal documentado el Neolítico antiguo. Al
Neolítico final podrían atribuirse algunos megalitos y quizás algunos poblados. Más
adelante, en el Calcolítico, se produjo un gran desarrollo de poblamiento, con grandes
núcleos y necrópolis de hipogeos y tholos comparables a sus vecinos de la provincia de
Sevilla.
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3. EL PROCESO FINAL DEL NEOLÍTICO PENINSULAR
Se puede situar desde la segunda mitad del IV milenio a mediados del III, variando
mucho su evolución en las distintas áreas, dependiendo de las normales influencias
exteriores o del aislamiento o conservadurismo de determinadas zonas.
3.1 El megalitismo
El Neolítico portugués medio de “cerámicas lisas dolménicas” se sitúa entre el 3.460 y
el 2.940 a.C, aproximadamente en la misma época que los sepulcros de fosa y los
sepulcros de corredor del Empordà en Cataluña.
Las dataciones de C14 y termoluminiscencia que se remontan a la primera mitad del IV
milenio a.C. en Portugal, hace que se atribuya a los descendientes de los mesolíticos la
construcción de las primeras cámaras funerarias del Alentejo. Las primeras tumbas de
corredor del Alentejo, con cámara poligonal y con las características placas de pizarra
grabadas, se podrían situar en el Neolítico final, con una fecha del C14 de 3.110 a.C.
Algunas sepulturas de otras zonas de la Meseta, Galicia y Cantabria es posible que
puedan remontarse más allá del Iv milenio y su contexto es claramente neolítico.
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3. EL PROCESO FINAL DEL NEOLÍTICO PENINSULAR
Se puede situar desde la segunda mitad del IV milenio a mediados del III, variando
mucho su evolución en las distintas áreas, dependiendo de las normales influencias
exteriores o del aislamiento o conservadurismo de determinadas zonas.
3.1 El megalitismo
El Neolítico portugués medio de “cerámicas lisas dolménicas” se sitúa entre el 3.460 y
el 2.940 a.C, aproximadamente en la misma época que los sepulcros de fosa y los
sepulcros de corredor del Empordà en Cataluña.
Las dataciones de C14 y termoluminiscencia que se remontan a la primera mitad del IV
milenio a.C. en Portugal, hace que se atribuya a los descendientes de los mesolíticos la
construcción de las primeras cámaras funerarias del Alentejo. Las primeras tumbas de
corredor del Alentejo, con cámara poligonal y con las características placas de pizarra
grabadas, se podrían situar en el Neolítico final, con una fecha del C14 de 3.110 a.C.
Algunas sepulturas de otras zonas de la Meseta, Galicia y Cantabria es posible que
puedan remontarse más allá del Iv milenio y su contexto es claramente neolítico.
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