Una remembranza y homenaje a mi querido abuelo Enrique Sifuentes Torres, casado con Juana Hermelinda Reyes Vásquez, mi abuelita con cariño. Para ellos esta glosa
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MI ABUELO
1. MI ABUELO
Por: Enrique Vásquez Sifuentes
Homenaje a quien fue don Enrique Siguientes Torres y en su nombre a todos
los padres de Cabana.
¿Sabes abuelo?, ahora quiero escribir estas notas, recordándote en el Día
del Padre.
Recuerdo tu fisonomía delgada, tu mirada tierna, con
esos ojos no tan pequeñitos. Tu incesante trabajo en el calor
del hogar y en el campo. Tu carácter amable con los tuyos,
los vecinos del barrio San Jerónimo y la gente del pueblo.
También evoco tu inquebrantable devoción cristiana.
Recuerdo, abuelo, aquellas noches, en que nos cobijabas
en tu dormitorio a varios de tus nietos y comenzabas a referirnos aquellos
cuentos de “Juan Platanar”, “El zorro y el conejo “, “Don Carlos tuerto y la
sentencia”; la historia de “Caballito de siete colores”; y de “Tacho, hambe
2. jaya”. Y conforme pasaban las horas nos quedábamos entre sorprendidos y
temerosos, muy quedos, muy dormidos.
Te recuerdo, abuelo, que junto con la abuelita
Hermelinda, ibas en procura de los alimentos para el
hogar familiar.
Te evoco, ahora, cuando desde muy temprano,
escuchábamos tus pasos y voz, y te disponías a rajar la
leña para preparar “el cushall” y pronto encaminarnos
en Mallchilluay y Aliaco para las cosechas de trigo y
maíz.
Asimismo, te recuerdo, abuelo, cuando alguien tocaba
la puerta de la casa, allí en la calle Porvenir y llamaba:
“Tío Enrique… tío Enrique… tío Enrique”… y tú salías a su encuentro y lo
atendías con amabilidad, incluso le dabas posada al forastero.
Recuerdo las faenas, que hacías. En las tardes, por ejemplo, cuando te
ponías a lavar, hormar, y planchar los sombreros de paño y paja de los hombres
del campo y de ciudad, para que pudieran
lucirlas en las fiestas dominicales o en la Fiesta
Grande del Apóstol Santiago. En las
madrugadas, cuando te dirigías a pedir agua y
encaminarte a regar los alfalfares y las siembras.
También, cuando te disponías a labrar la cera en
un enorme perol avivado por el fuego. Por otro
lado, cuando salíamos del colegio, abajo en la
calle Las Animas y San Jerónimo, te veíamos
mover la fragua del herrero, para que don
Eusebio, forjase al calor del fuego las barretillas
y picos. Y al abrigo de tus hijos, yernos y nietos,
te disponías a “matar el chancho”, regar los
almácigos de eucaliptos o recoger la leña.
Te recuerdo, cuando pequeños aún nos llevabas atados en el burro “Maclines”
a Puchumalca, abajo en el campo florido para celebrar el santo de tu hermana
Amalia. Y ella solícita nos esperaba con alegría y un buen plato de cancha y
frijolito reventado.
3. Abuelo, Enrique, todavía está presente en
nuestra memoria, tu formación cristiana. Siempre te
encontrábamos leyendo la Biblia y trasmitiendo sus
enseñanzas. En Semana santa, arreglando la
indumentaria del Señor de Jueves Santo y del Padre
Eterno.
Tengo la impresión, abuelo, que esta tarde es el
27 de julio y todos tus hijos, tus familiares y vecinos más
allegados, nos reuníamos en la casa para festejar tu
cumpleaños con los chirocos de Ahíja.
Abuelo, evoco tu nombre, para decirte que
como padre Cabanista enseñaste con el ejemplo a tus hijos y a tus nietos. A tus
paisanos y a la generación de jóvenes que un día nacieron o se criaron en nuestro
terruño: La ciudad de Cabana.
¡Escucha, abuelo!, hoy al pronunciar tu nombre también quiero
expresar mi recuerdo por otros tantos padres cabanistas que como tú forjaron el
progreso y desarrollo de Cabana.