Clasificaciones, modalidades y tendencias de investigación educativa.
Educación de la mujer y estereotipos de género
1. La educación de la mujer es un tema del que se habla poco, se escribe poco y se
investiga menos. Parece un problema que no existiera: no ha sido definido como
problema social". Si nos remontamos un siglo atrás, nos encontramos con este
fenómeno cuando la lucha por el derecho al saber, unida a la del acceso al
trabajo, ponían las bases de las reivindicaciones por la emancipación femenina.
No deja de ser paradójica la enorme distancia temporal que se interpone respecto
de un tema para que sea planteado como problema de interés social. Sin duda, las
exiguas experiencias de modernización educativa llevadas a cabo en este período
no pudieron neutralizar los efectos del largo recorrido de educación diferente y
separada para hombres y mujeres, cuyos condicionantes pesan aún en el ánimo
de casi la totalidad de los y las especialistas de la educación. En el camino de
construcción de nuestra identidad personal y de género, no podemos obviar la
evolución de las diferencias de género establecidas por el aparato escolar.
La Iglesia, por su parte, desde la tradición bíblica ha mostrado un concepto de
mujer-Eva formada materialmente del cuerpo de Adán, que ha dejado la impronta
de la inferioridad natural de las mujeres hondamente asentada en el legado
cultural judeocristiano. Pero su papel en ese período es reelaborar una rígida
división natural entre los sexos que tiene su exaltación en 1854, con la
proclamación del dogma de la Immaculada Concepción. Las características de esa
representación simbólica, obediencia, sumisión, sacrificio..., han de redimir a la
mujer nueva en su dimensión materna.
Factores psicosociales:
Las diferencias sexuales pueden ser moduladas por factores psicosociales, en lo
que se refiere al modo cognoscitivo. Vivimos en un ambiente dicotomizado donde
la cultura y la ideología determinan el comportamiento según se trate de un niño o
de una niña. Elaboramos nuestras conductas sin darnos cuenta de que están
condicionadas por los estereotipos de género de nuestra sociedad.
Estas diferencias se establecen en la primera infancia a través de los juguetes, de
los juegos, de las interacciones sociales y de las expectativas comportamentales.
Estos estereotipos generan expectativas en función del sexo al que pertenecemos.
Las chicas se orientan hacia las personas, se interesan más por los rostros
humanos, cuando juegan utilizan lenguaje verbal y son negociadoras. Si se enojan
lo hacen en forma verbal. Se les inculca desde una edad temprana que poseen
mayores destrezas en el área de lenguaje. En las niñas se refuerza la supuesta
debilidad, sobreprotección y suavidad con que deben ser tratadas.