La Crucifixión de San Pedro de Caravaggio, pintada entre 1600-1601 para la Iglesia de Santa María del Popolo en Roma, representa a San Pedro crucificado cabeza abajo a petición propia por no sentirse digno de morir como Cristo, mientras tres esbirros colocan la cruz con gran esfuerzo físico y tensión muscular; la composición dramática y la luz focalizada acentúan la intensidad barroca de la escena.