La segunda ley de la termodinámica establece que la eficiencia de las máquinas térmicas nunca puede ser del 100% debido a que parte del calor absorbido siempre se disipa en el medio ambiente. Los motores de combustión interna como los de gasolina tienen una eficiencia térmica típicamente alrededor del 30%, lo que significa que sólo el 30% de la energía calórica del combustible se convierte en trabajo mecánico, mientras que el resto se pierde a través de los gases de escape y la radiación térmica.