2. Yo soy el buen pastor; el
buen pastor da su vida por
las ovejas; el asalariado,
el que no es pastor dueño
de las ovejas, ve venir al
lobo y las deja, y huye, y
el lobo arrebata y
dispersa las ovejas.
Yo soy el buen pastor y
conozco a las mías, y las
mías me conocen a mí,
como el Padre me conoce y
yo conozco a mi Padre.
Juan 10, 27-30
3. La parábola del buen pastor, más allá de la imagen
bucólica, nos dice que entre el pastor y la oveja,
entre el sacerdote y su comunidad, ha de haber
una gran sintonía.
4. Saber escuchar
La escucha es
necesaria para abrir
el corazón y crecer
espiritualmente.
El pueblo de Dios ha
de saber escuchar a
los ministros
responsables de sus
comunidades.
5. Escuchar a Dios
Las prisas, el estrés o
la soberbia nos
incapacitan para la
escucha.
Con humildad y
confianza, desde el
silencio, podremos
descubrir lo que Dios
quiere de nosotros.
6. Escuchar al otro
Escuchar implica estar abierto al otro y recibir
como don precioso lo que nos comunica.
Pide sinceridad y transparencia.
También significa adherirse a la persona; no
solo prestar oído.
7. Muchas personas vamos a misa y
“escuchamos” atentamente. ¿Hasta qué punto
escuchar nos transforma y se convierte en
compromiso?
La escucha sin compromiso es vacía.
8. El pastor también ha de escuchar
Qué importante es conocer a fondo las ovejas:
sus inquietudes, sus necesidades, sus dudas, sus
dolores y alegrías… También los presbíteros han
de saber escuchar a su comunidad.
9. «Ellas me
escuchan y yo les
doy la vida
eterna.»
La escucha
comprometida y la
adhesión personal
nos llevan a la
plenitud; a vivir, en
la tierra, un anticipo
del cielo.
10. Venimos de Dios,
somos de Dios y
vamos hacia Dios.
Él nunca permitirá
que nos perdamos,
porque somos fruto
de su amor.
Estamos en sus
manos y no dejará
que nadie nos
arrebate de su lado.
11. Somos hijos de Dios, destinados a vivir
mecidos en los brazos amorosos de la
Trinidad.