2. Alégrate, María, llena
de gracia.
¿Por qué se produce
este encuentro?
Porque María ya está
llena de Dios. Su
corazón se abre al
Espíritu Santo y es
fecundada por él.
3. Podemos trazar un
paralelismo entre María
y la Iglesia.
La Iglesia también está
en manos del Espíritu
Santo y debe abrirse
continuamente a él.
Pese a sus errores, sus
luchas y su descrédito,
la Iglesia sigue viva
porque el soplo de Dios
alienta en ella.
5. Eva, la primera madre
de la humanidad,
rompe su pacto de
amistad con Dios y es
expulsada del Edén.
Eva desconfió de Dios.
Su falta de confianza le
hizo perder el paraíso.
6. María cree y se fía de
Dios.
Se convierte, ella
misma, en el paraíso de
Dios.
Sus entrañas serán el
cielo que albergue a su
Hijo.
7. La encarnación de Dios
nos viene dada por una
mujer.
En ella, todas las
mujeres del mundo son
potenciadas y el género
femenino es enaltecido.
¡Qué grandeza en una
palabra tan pequeña,
en un «sí»!
8. María no hace grandes
cosas ni llama la
atención. Su gran
hazaña es estar donde
tiene que estar. Por eso
el Espíritu Santo la
encuentra.
María sabe estar ante
Dios en silencio. La suya
es una oración de la
presencia.
9. ¡Qué gran lección para
los cristianos!
Nos afanamos por
hacer muchas cosas,
cuando tal vez nuestra
primera misión sea
estar allí donde
tenemos que estar,
atentos, abiertos,
receptivos.
10. ¿Cómo será eso, pues
no conozco varón?
¿Cómo será posible
que Dios haga
fructificar nuestra
vida y nuestros
esfuerzos? Nuestras
limitaciones y
nuestro egoísmo, ¿no
son obstáculos?
11. Para Dios no hay nada imposible.
Quien se abre a él verá cómo su vida se inunda
de belleza y, en su momento, dará fruto.
12. He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí
según tu palabra.
La palabra esclava
merece una
explicación. No
puede entenderse
como signo de
esclavitud. ¡Dios no
nos quiere esclavos!
13. Dios siempre cuenta
con nuestra libertad.
Por eso, antes de
encarnarse, hubo ese
diálogo entre el ángel
y María.
Dios esperó el sí libre
y decidido de la
Virgen.
14. Por «esclava»
debemos entender
una actitud de
servicio y entrega.
María se pone a
entera disposición
del Señor, como
después lo hizo su
hijo, Jesús, «que no
vino a ser servido,
sino a servir…»
15. En el Reino de Dios
quien reina, sirve.
María, siendo
servidora de Dios,
se convierte en
Reina del Cielo.