2. Celebramos el bautismo de Jesús. Desde el
principio debemos explicar en qué consistió,
porque
muchos lo
entienden
como si
fuese un
bautismo
como el
nuestro.
3. San Juan Bautista
predicaba la
conversión,
especialmente para
prepararse a la
venida del Mesías.
Eran tiempos de
expectación. Ya
cuando Jesús era
niño nos presenta el
evangelio esta
expectación
personalizada en el
anciano Simeón.
5. Como primer paso para la conversión, san Juan
predicaba el arrepentimiento de los pecados.
Sólo por un acto interno es difícil saber si ha sido
suficiente como para merecer el perdón de Dios.
6. Por eso san Juan Bautista bautizaba a los que
mostraban su arrepentimiento. El bautismo no lo
inventó san Juan. Otros lo practicaban; pero él lo
dio una vigencia especial.
7. El bautismo a Jesús no fue
lo mismo que el que Juan
hacía con las otras
personas. Simplemente
porque Jesús no podía
arrepentirse de sus
pecados.
Veamos lo que dice el
evangelio. Este año, por
ser el ciclo C,
corresponde a san
Lucas.
Lc 3, 15-16, 21-22
8. En aquel tiempo, el pueblo estaba en
expectación, y todos se preguntaban si no
sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y
dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero
viene el que puede más que yo, y no
merezco desatarle la correa de sus
sandalias. Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego”. En un bautismo general,
Jesús también se bautizó. Y, mientras
oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu
Santo sobre él en forma de paloma, y vino
una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el
amado, el predilecto.”
9. Jesús no
tuvo un acto
especial para
él solo, sino
que se
bautizó “en
un bautismo
general”.
Esto nos indica que Jesús quería ser del pueblo,
estaba entroncado en el pueblo. Quería ser parte
del pueblo bueno que buscaba acercarse a Dios.
11. Lo importante
entonces no fue
propiamente el
bautismo, sino lo que
sucedió “al salir del
agua” como dicen
otros evangelistas; o
“mientras oraba”,
como dice el
evangelio de hoy.
12. Fue una experiencia
mística sublime en
Jesús que, como
hombre, tiene, como
nunca antes había
tenido, sobre la
realidad de ser Hijo de
Dios. Fue la
confirmación de Dios
Padre y la unción por el
Espíritu Santo.
13. Esta manifestación de Dios se expone aquí de
una manera simbólica: “Se abrió el cielo, bajó el
Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y
vino una voz del cielo”.
14. El “abrirse el cielo” es
seguir una creencia popular
para expresar que viene el
mismo Dios. La gente creía
que lo que vemos azul en el
firmamento era como un Con esa expresión se
techo que debía abrirse significaba que Dios
para que bajara Dios. estaba muy presente.
15. Lo del bajar el Espíritu
Santo en forma de
paloma, creo que se
debe más a la rapidez
que a la figura de un
animal. Se podría decir:
bajó raudo como una
paloma. Entonces no
conocían cohetes o
aviones. Era la prisa del
Espíritu para ungir a
Jesús.
16. “Y vino una voz del
cielo”. Alguno cree
que lo oyeron todos
los presentes.
Parece que fue algo
más interno. Era
reconocer
místicamente que
Dios era su Padre.
17. San Juan Bautista sí tuvo que sentir algo. No
sabemos cuánto.
Algún conocimiento
tuvo que tener de esta
manifestación, pues
al día siguiente,
cuando pasó Jesús
por allí, le señaló
diciendo: “He ahí el
Cordero de Dios que
quita los pecados del
mundo”.
19. Al considerar el bautismo de Jesús, es un motivo
para que apreciemos nuestro bautismo. Ese sí es
un gran regalo que recibimos de Dios por medio
de Jesucristo.
20. Dice el
evangelio de
hoy que san
Juan Bautista,
cuando se dio
cuenta que
algunos le
tenían por el
Mesías, decía:
“Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede
más que yo, y no merezco desatarle la correa de
sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo
y fuego”.
21. El “no merezco
desatarle la
correa de sus
sandalias”
indica la
distancia que
veía estar san
Juan entre él y
el verdadero
Mesías. Más
distancia que la
que hubiera
entre un esclavo
con su señor.
22. Más nos
importa
considerar la
última frase:
“Él os
bautizará con
Espíritu
Santo y
fuego”.
Nuestro bautismo no consiste sólo en el agua,
sino que lo principal es la presencia del
Espíritu Santo y el fuego del amor.
23. Por medio de la
presencia muy
especial de
Dios, el
bautismo nos
da una nueva
vida, que es
participación de
la vida de Dios.
Somos de la
familia de Dios
e hijos suyos
para siempre.
34. Para llegar
a algo tan
excelso lo
principal es
la gracia de
Dios;
pero también se necesita nuestra colaboración
desde el momento que tenemos uso de razón.
Hay algunos que actúan como si sólo hubiesen
sido bautizados en agua y no en el Espíritu.
35. Vivir como
bautizado en el
Espíritu es vivir
siguiendo a Jesús
quien, como dice
hoy san Pedro en
la 2ª lectura, fue
ungido por Dios
con la fuerza del
Espíritu Santo.
36. Ungido por Dios es
tener una fuerza
curativa, liberadora
y vivificadora. Jesús
no ha venido para
destruir sino para
edificar, no quiere la
muerte de nadie,
sino que todos
rebosen de vida.
37. Y como sigue
diciendo san
Pedro sobre
Jesús: “Pasó
haciendo el
bien y
curando a los
oprimidos por
el diablo”.
Jesús pasó bendiciendo, curando,
consolando, compartiendo y salvando.
38. Hemos sido
bautizados en el
Espíritu para que
sigamos la vida de
Jesús. Hemos
recibido
participación de la
vida de Dios y
debemos crecer en
esa vida para
acercarnos más a
Dios.
39. También hemos
sido ungidos en el
Espíritu. Ser
ungidos por el
Señor es estar
disponibles para
que Él disponga de
nosotros, porque a
veces queremos ser
demasiado
autosuficientes.
40. Ser ungidos por el Señor es estar disponibles
para continuar la obra de Jesús que es pasar
haciendo el bien, estar en plan de servicio hacia
los demás.
41. Hoy, reviviendo
nuestro bautismo,
nos pongamos en la
presencia del Señor
y le digamos:
Oh Señor Jesús,
úngeme y hazme
dócil como tu
quieras, tómame y
dame fuerza para
seguir tu camino.