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CONSTRUCCIÓN MODERNA DE LA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINO-CRISTIANA: LA
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                 ACTUALIZACIÓN DEL CONFLICTO ENTRE CRISTIANOS Y PAGANOS




Francisco García Jurado

Universidad Complutense




1. CUESTIONES DE MÉTODO. LA HISTORIOGRAFÍA LITERARIA

        Como bien apunta José Carlos Mainer cuando habla acerca de la invención

moderna de la “Literatura española”, semejante formulación no obedece a lo que

podríamos entender como un concepto natural, sino a una compleja elaboración

cultural2. Lo mismo ocurre con el concepto de “Literatura romana” y, más aún, con el

de “Historia de la Literatura romana”, pues tal juntura implica una conciencia del

historicismo (la literatura entendida como una entidad de naturaleza histórica) y una

idea nacional de la creación literaria que permite añadir al sustantivo “literatura” el

gentilicio de “romana”, a partir de una equivalencia buscada entre los pueblos y las

lenguas. De esta manera, podemos afirmar, con José Antonio Maravall, que es el

método el que crea (cuanto menos, perfila) el propio objeto de estudio3. El objeto de

estudio existe previamente, pero necesita de una formalización y un método que lo

convierta realmente en tal materia acotada y legitimada.



1
 Este trabajo se ha desarrollado dentro del Grupo de Investigación Avanzada, dirigido por la Drª
Mercedes López Salvá, en el Real Colegio Complutense en Harvard durante los meses de julio y agosto
de 2009. Asimismo, se adscribe al proyecto de investigación MEC-HUM2007-60326/FILO
“Historiografía de la literatura Grecolatina en España: la Edad de Plata (1868-1939)” financiado por el
Ministerio de Ciencia e Innovación. Mi agradecimiento al Dr. José María Anguita Jaén por sus
sugerencias y comentarios epistolares mientras se desarrollaba la investigación.
2
  Mainer (2006). Para la cuestión de las literaturas nacionales cf. Espagne y Werner (1994).
3
  Maravall (19673).


                                                1
De acuerdo con los presupuestos anteriores, la formulación moderna de nuestros

Estudios clásicos ha implicado desde finales del siglo XVIII una profunda

reformulación conceptual, en especial desde que las lenguas modernas pasaron a ser el

instrumento de difusión y estudio de la Antigüedad. El mismo adjetivo “clásico” dejó de

ser un término simplemente estético para cobrar una importante dimensión histórica que

lo identificó por antonomasia con la Antigüedad grecolatina4. En la pequeña

constelación de los conceptos que se han ido acuñando con el fin de configurar los

fundamentos modernos del estudio de la Antigüedad vamos a partir de dos que resultan

esenciales para el presente estudio, a saber: “Historia de la Literatura latina/romana” 5 e

“Historia de la Literatura latino-cristiana”. A medida que desde finales del siglo XVIII y

a lo largo del siglo XIX se fue construyendo la disciplina correspondiente a la Historia

de la Literatura romana, se observó la necesidad de delimitar otras parcelas de la

literatura escrita en latín: Literatura cristiana, medieval y renacentista. La necesidad de

delimitación del concepto de “Literatura latina/romana” implica, consecuentemente, el

problema de decidir qué es lo que debe entrar o no en su estudio, y si hay otros textos

escritos en latín susceptibles de constituir un estudio independiente6. Sin embargo, las

condiciones que configuran los estudios correspondientes a estas, llamémoslas,

diferentes literaturas escritas en Lengua latina, no son las mismas ni se dan en el mismo

momento. Por ejemplo, para poder constituir el concepto de “Literatura latino-cristiana”

tuvo que articularse mucho antes el del “Literatura latina” como tal. De esta forma, una

vez formalizado el concepto de Literatura latino-cristiana, la Literatura latina se

4
  Hemos revisado esta cuestión en García Jurado (2007).
5
  La dificultad añadida de hablar acerca de Literatura romana o latina tiene que ver, sobre todo, con la
extensión de la literatura propiamente romana más allá de su territorio, con la consiguiente
universalización, que también entendemos como latinidad. Es, a este respecto, significativa la existencia
de una Literatura latina escrita en África que tiene como centro la ciudad de Cartago. De todas formas, el
problema semántico es más específico en las lenguas germanas que en las latinas, donde se ha optado de
manera preferente por “Literatura latina”. No obstante, podemos adelantar que la diferencia
“romana”/”latina” va a ser muy pertinente a la hora de configurar el concepto que aquí estudiamos, pues
no es lo mismo hablar de “Literatura romano-cristiana” que de “Literatura latino-cristiana”.
6
  García Jurado (2008: 181).


                                                  2
perfilará a veces añadiendo el adjetivo “pagana”, en un afán constante por perfilar los

conceptos. Asimismo, es importante partir del hecho de que la cronología de la primera

Literatura cristiana en latín se corresponde con lo que se vino a llamar la “Decadencia

de la Literatura romana”. Si bien a la Literatura latino-cristiana le corresponde situarse

dentro de este período final7, los estudiosos tratarán de encontrar una periodización

específica (a saber, primera época, de carácter apologético, edad áurea en el siglo IV y

su propia decadencia a partir de S. Agustín). Así las cosas, la construcción de la

moderna historiografía de la Literatura latino-cristiana se articula en torno a dos grandes

aspectos:

         -Cuestiones ideológicas: Visiones distintas de la Literatura cristiana antigua,

         desde posiciones políticas y religiosas8 diferentes. En particular, la dicotomía

         moderna entre paganismo y cristianismo adquirirá nuevas lecturas políticas tras

         1815, una vez es derrotado completamente Napoleón Bonaparte, que es cuando

         comienza el período conocido como Restauración. Chateaubriand defenderá en

         obras como El genio del cristianismo los viejos valores cristianos y medievales

         de un mundo que tiende a cambiar irremediablemente. El abate Jean-Joseph

         Gaume, desconocido hoy día, pero importante polemista de la segunda mitad del

         siglo XIX, verá en la enseñanza de los clásicos (entiéndase “paganos”) la causa

         de todos los males modernos, mediante una exaltación de lo cristiano y lo

         medieval opuesta frontalmente a lo clásico y lo renacentista (Gaume 1851)9. Son


7
  Este hecho conlleva, además, un nuevo problema, pues no es aceptable, como ya vieron algunos
historiadores, que una literatura de inspiración divina se identifique con un período valorado de manera
negativa. Asimismo, es también comprometido valorar en qué medida los autores cristianos
contribuyeron a la Decadencia.
8
  Si bien en este trabajo no vamos a abordar la delicada cuestión del diferente tratamiento que recibe el
estudio de la Literatura latino-cristiana entre protestantes y católicos, conviene hacer notar su pertinencia.
Como ejemplo de valoración despectiva, Moehler (1843: 27) escribe al respecto: “Les protestans ont
grandement négligé cette branche de la science. Leurs principes seuls suffisaient pour les retenir, et la
passion qu’ils ont mise dans ce qu’ils ont écrit à ce sujet doit nécessairement rendre leurs ouvrages
presque entièrement inutiles”.
9
  García Jurado (2004: 65-82).


                                                    3
los tiempos en que, frente a tales idearios conservadores, historiadores de la talla

        de Jules Michelet o Jakob Burckhardt acuñan para la Historiografía el término

        “Renaissance” como paradigma de progreso frente a lo que ellos interpretan

        como las sombras medievales. La cuestión del Humanismo renacentista frente a

        la Edad Media conlleva, por tanto, una importante actualización moderna de la

        dicotomía paganismo / cristianismo10.



        -Cuestiones estéticas: la dicotomía ya señalada encuentra también su

        contrapartida en la estética de lo medieval (y lo cristiano) frente a la de lo

        renacentista (y pagano). Mientras el célebre historiador del arte John Ruskin

        ensalza en obras como The stones of Venice las virtudes del arte gótico y

        bizantino, otros autores, como Walter Pater, reivindican la serenidad clásica del

        renacentista. Asimismo, a partir de cierto momento comienza a reconsiderarse el

        concepto de Decadencia de la Literatura romana, bien divulgado hacia 1834 por

        el crítico Desiré Nisard. Lejos de las intenciones de Nisard, la así llamada

        “Decadencia” irá adquiriendo un renovado carácter meliorativo. En este

        contexto debe contemplarse la moda del “Latín místico” en la Literatura francesa

        finisecular (Gourmont, Huysmans…) como un fenómeno significativo que

        puede plantearse en estos términos: más allá del latín de la época de Augusto, la

        Literatura latina se siguió desarrollando de manera original (y de ahí el paralelo

        con lo que ocurre en la misma Literatura francesa de finales del siglo XIX). El

        hecho de ligar la idea de Decadencia con la de libertad de estilo tendrá unas

        consecuencias insospechadas para la propia reconsideración de la Literatura

        latino-cristiana.

10
  Notable es también, a este respecto, el renovado interés por Erasmo y la relectura de la Carta a los
jóvenes de S. Basilio Magno que estamos estudiando en otro lugar concretamente para el caso español.


                                                4
Cuestión, asimismo, ligada con la estética es la de la propia consideración

estilística de la Lengua latina y la formulación de un “Latín cristiano” como lengua

específica11. La idea de la degradación de la Lengua latina había quedado perfectamente

plasmada en la monumental y erudita obra de Nikolaus Funck, o Funccius (publicada en

Malburgo entre 1720 y 1750), con el prolijo título siguiente: De origine et pueritia, de

adolescentia, de virili aetate, de inminenti senectute, de vegeta senectute, de inerti ac

decrepita senectute linguae Latinae. En particular, debemos utilizar los tomos

correspondientes a De inminenti senectute y De vegeta senectute12. De vegeta senectute

es el tomo que se corresponde con la etapa de la Lengua latina donde aparecen los

autores cristianos. Esta cronología de Funccius será utilizada después por estudiosos

como Wolf y Harles, pero también por el mismo Chateaubriand, es decir, por parte de

un pensador que transciende el mero espacio del mundo erudito. En este sentido, el

conflicto entre paganismo y cristianismo antiguo es también un asunto moderno, que

afecta de lleno no sólo a la reinterpretación de los hechos en sí, sino también al propio

desarrollo de sus bases conceptuales: “Latín cristiano” y “Literatura cristiana” son

creaciones terminológicas modernas. La justificación del estudio de este latín específico

puede encontrarse ya a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, como vemos, por

ejemplo, en una interesante obra compuesta por el jesuita Ch. Daniel:



        Le latin ecclésiastique était comme despuis longtemps. Qui contestait, parmi nous, son existence,

        sa légitimité, sa raison d'être? Ne savait-on pas que s’il y a une langue du droit, à plus forte

        raison doit-il y avoir une langue de l'Eglise? Mais ce que nous appelons latin ecclésiastique est

        bien dépassé par le latin chrétien. (Daniel 1853 : 433)

11
   Habría que considerar, como sugiere mi colega José María Anguita, en qué medida hay que ligar este
hecho con la formulación del “Latín vulgar”, o “popular”, como luego veremos claramente cuando
hablemos de Huysmans.
12
   Funcius (1736).


                                                  5
Así las cosas, hay un salto importante desde el uso de expresiones descriptivas

como “autores cristianos” al cierre epistemológico de ese grupo de autores en una

abstracción que llamamos “Literatura cristiana”, con una lengua específica (de forma

paralela al proceso que en otro lugar ya hemos estudiado en el siglo XVIII entre

“autores clásicos” y “Literatura clásica”)13. Un ejemplo significativo del primer tipo de

formulación, la meramente acumulativa de “autores cristianos”, nos la ofrece San

Jerónimo al comienzo de su obra titulada De viris illustribus, considerada como “la

primera” Historia de la Literatura cristiana:



           Hortaris me, Dexter, ut Tranquillum sequens, ecclesiasticos Scriptores in ordinem digeram et

           quod ille in enumerandis Gentilium litterarum Viris fecit Illustribus, ego [Al. id ego] in nostris

           faciam, id est, ut a passione Christi usque ad decimum quartum Theodosii imperatoris annum,

           omnes qui de Scripturis sanctis memoriae aliquid prodiderunt, tibi breviter exponam. Fecerunt

           quidem hoc idem apud Graecos, Hermippus peripateticus, Antigonus Carystius, Satyrus doctus

           vir, et longe omnium doctissimus Aristoxenus musicus. Apud Latinos autem Varro, Santra,

           Nepos, Hyginus, et ad cujus nos exemplum provocas, Tranquillus.



           Me exhortas, Dextro, a que, siguiendo a Suetonio, haga un catálogo de los escritores

           eclesiásticos y a que lo que él hizo al enumerar a los autores paganos en su De Viris Illustribus lo

           haga yo con los nuestros; es decir que te hable escuetamente de todos los que, desde la pasión de

           Cristo hasta el año 14 del emperador Teodosio, entregaron al recuerdo de la posteridad alguna

           explicación de la doctrina sagrada.

           Hicieron esto mismo algunos griegos: el peripatético Hermipo, Antígono de Caristo, el erudito

           Sátiro y el más culto de todos con mucho, el musicólogo Aristoxeno. También poslatinos:

           Varrón, Santra, Nepote, Higinio y aquel cuyo ejemplo me incitas a seguir, Suetonio. (S.

           Jerónimo, Sobre personajes ilustres (Abeal López, Adrio Fernández y Gómez Quintas [trad.]

           1985: 218-219).
13
     Cf. García Jurado (2007: 174).


                                                     6
Como podemos observar, San Jerónimo habla de ecclesiasticos Scriptores in

ordinem, en la idea de un catálogo basado en los ya elaborados acerca de los autores

gentiles. Esta obra será el germen de las modernas “bibliotecas” de autores, hasta llegar

a la muy importante de Fabricius14 en el siglo XVIII. Sin embargo, tales enumeraciones

no dejan de ser más que estudios precursores de la moderna Historia literaria.

        Vamos a estudiar este proceso de construcción conceptual a partir de dos

espacios distintos pero conectados: de un lado el espacio propiamente académico,

constituido por los manuales de Historia de la Literatura latina (desde Wolf a

Gudeman); del otro, el reflejo que este proceso tiene en el espacio de la creación

literaria contemporánea (desde Chateaubriand a Husymans). Es pertinente, además, que

ensayemos una periodización del proceso de conceptualización de la Literatura latino-

cristiana desde su aparición de manera implícita a finales del siglo XVIII en los propios

manuales de Literatura latina (al calor de nociones como la de decadencia de la Lengua

latina), hasta su paulatina independencia como tal disciplina, ya a comienzos del siglo

XX:



        -Primera etapa, desde 1787 hasta 1836

        -Segunda etapa, desde 1836 hasta 1874

        -Tercera etapa, desde 1874 hasta 1900

        -Cuarta etapa, primeros decenios del siglo XX




14
   No debe olvidarse al otro gran autor de la erudición dieciochesca que es, como Funccius, precursor de
la moderna historia de las literaturas clásicas: nos referimos a A. Frabricius, conocido por sus Bibliotheca
Latina y Bibliotheca Graeca, a las que debe unirse su Bibliotheca mediae et infimae aetatis (1734). En
todas estas monografías se hace un estudio de los autores por orden alfabético, propio de la época. Esta
circunstancia convierte a Fabricius en un autor menos interesante que Funccius a la hora de estudiar,
precisamente, el devenir histórico.


                                                   7
2. LA   INCLUSIÓN IMPLÍCITA DE LA LITERATURA ESCRITA EN LATÍN POR AUTORES CRISTIANOS EN LOS


PRIMEROS MANUALES DE      HISTORIA DE LA LITERATURA ROMANA (DE WOLF A SCHÖLL)

         Llama la atención, aunque no por ello deja de ser explicable, que en la primera

formulación moderna de una Historia de la Literatura romana, la del programa de curso

de Friedrich August Wolf, publicado en 1787 (Wolf 1787), no haya ninguna referencia

explícita a la Literatura latina cristiana como tal. No obstante, en la lista de escritores

que corresponde al “Quinto periodo (desde el gobierno de Adriano hasta Rómulo

Augusto: 117 d.C.–476 d.C.)” aparecen, junto a los no cristianos, autores como

Tertuliano y Minucio Félix o Prudencio. Según Wolf, y siguiendo las ideas de Funccius,

la época viene definida por la decadencia y degradación del gusto clásico (trad. de Bern

Marizzi):



         La literatura, el gusto y la lengua romana se aproximan, como el imperio mismo, cada vez más a

         su final, aunque también en este momento se dan tanto en la literatura como en la política

         algunos destellos. Sin embargo, en su conjunto, se acrecienta ahora en mucho la degradación de

         la época anterior; por doquier se pierde la originalidad del carácter, el auténtico gusto y la pureza

         de la lengua. Especialmente esta última se ve –debido a las hordas bárbaras que penetran en

         Italia y en las provincias del reino– colmada con expresiones tan agramaticales y groseras que

         los escritores casi se vieron obligados a estudiar su lengua materna en los modelos antiguos

         como si fuera una lengua muerta para llegar a una perfección aproximada. (García Jurado y

         Marizzi 2009: 168)




         En la segunda parte de su programa, organizado por géneros, autores paganos y

cristianos aparecen enumerados indiferentemente, como vemos por ejemplo en esta lista

de filósofos:




                                                    8
Escipión Mumio, Tito Albucio, Rutilio Rufo, Elio Tuberón, Lucilio Balbo, Publio Vacinio,

          Lucio Lúpulo, Tulio Cicerón, Lucio Anneo Séneca, Anneo Cornuto, Tauro, Favorino, Apuleyo,

          Minucio Félix, Cecilio Lactancio Firmiano, Calcidio, Torcuato Severino Boecio, Salviano de

          Marsella, etc.




          Como es sabido, en la biografía de Wolf ya es un asunto mítico su gran empeño

en ser studiosus philologiae, y no theologiae. A la Filología le quedó después la difícil

labor de readaptar para su propio estudio la Literatura cristiana desde un punto de vista

no dogmático, aunque no por ello aséptico en lo que a ideología se refiere. No debe

perderse de vista tampoco a un contemporáneo de Wolf, Gotlieb Christoph Harles, que

publica en Leipzig, precisamente en 1789, su Brevior notitia Litteraturae Romanae in

primis scriptorum Latinorum ordini temporis adcommodata (utilizamos la edición de

1803 [Harless 18032]), donde encontramos una periodización muy parecida a la de Wolf

(ambas son deudoras de la obra de Funccius). Precisamente, aquí es en el IV período,

que se corresponde al V de Wolf, donde encontramos también, enumerados de manera

indiferenciada, autores paganos y cristianos. Sí cabe destacar, no obstante, alguna

referencia explícita a los cristianos como favorecedores de la decadencia de la Lengua

latina:



          Litterae praecipites ruunt, potissimum ob intestina bella, praemiorum raritatem, superstitionem

          etiam doctorum christianorum, barbarorum irruptionem et comfluxum peregrinorum (Harles

          18032: 197)




          Es importante hacer notar cómo la idea de decadencia y degradación de la

lengua va indisociablemente unida a este período, y supone un planteamiento crítico que




                                                  9
afectará después a la propia relectura de la Literatura latina tardía en general y de la

cristiana en particular.

        El siguiente documento que debemos estudiar es la obra de Frédéric Schöll, en

particular los tomos III y IV de su Histoire abrégé de la litterature romaine (Schöll

1815). Sobre Schöll ya hemos hablado en otro lugar15, en particular de sus interesantes

afinidades con Madame de Stäel. De manera afín a lo que hace Stäel, Schöll exporta a

Francia, es decir, al resto de Europa, las ideas alemanas, incluida la de la propia idea de

Historia de la Literatura romana. En las páginas 12 y 13 del tomo IV nos habla de la

degradación de la Lengua latina, así como del paso de este latín degradado a las lenguas

modernas (Schöll 1815: 16), con copiosas listas léxicas debidas a Funccius (se va

perfilando, pues, el concepto de “Vulgarlatein”). Es importante valorar cómo la Historia

de la Literatura (romana) desplaza al estudio de la Poética y la Retórica a partir del

segundo decenio del siglo XIX, y cómo este hecho conlleva un cambio de consideración

estético a favor de las etapas tardías que se irá perfilando progresivamente a medida que

avance el siglo. Para referirse a los autores cristianos Schöll habla de los “Écrivains

ecclésiastiques”, y comienza a perfilarse en su obra la disposición “marginal” de estos

autores con respecto a la Literatura romana como tal.

        Es ciertamente muy significativo, si bien esperable, que Chateaubriand se haga

eco de los progresos que la erudición había hecho sobre el asunto de la degradación de

la Literatura latina16, tratándose, precisamente, de uno de los grandes defensores de la
15
   “La nouvelle considération nationale de la littérature romaine et la Révolution Française: Friedrich
August Wolf et Frierich Schöll”, en « Images de l'Antiquité dans la Révolution Française », Journée
d’étude organisée par Pablo Asencio dans le cadre du Centre de Recherche État, Société, Religion,
Moyen-Âge, Temps Modernes, Université de Versailles-Saint Quintin, 19 Juin 2009.
16
   Chateaubriand 1836. Citaremos por la versión inglesa (Chateaubriand 1831). Debe hacerse notar cómo
en su relato de la decadencia de la Lengua latina contempla ya a los padres de la Iglesia como grupo
específico, pero habla de los poetas paganos y cristianos indiferentemente (“After it had passed through
the grammarians, Quintilian and Macrobius; through the epitomists. Florus, Velleius Paterculus, Justin,
Orosus, Sulpitius Severus; through the fathers of the Church and the ecclesiastical writers, Tertullian,
Cyprian, Ambrosius, Hilary of Poitiers, Paulinus, Augustin, Jerome, Salvienus; through the apologists,
Lactantius, Arnobius, Minutius Felix; through the panegyrists, Eumenes, Mamertinus, Nazairius; through
the historians of the decline, Ammianus Marcellinus and the biographers of the August history; through
the poets of the decline and fall, Ausonius, Claudian, Rutilius, Sidonius Apollinaris, Prudentius,


                                                 10
recuperación de los valores cristianos en el mundo moderno. De esta forma, el

conocimiento que Chateaubriand tiene de Funccius da cuenta de las correspondencias

habidas entre la actividad propiamente erudita y la literaria:



        Nothing, indeed, could be more curious and more instructive than to take up the Latin at its

        commencement, and to follow it to its end, through the different ages and changes. The materials

        for such a work are ready prepared in the seven treatises of John Nicolas Funck: De Origine

        Linguae Latinae Tractatus — De Pueritia Latinae Linguae Tractatus — De Adolescentia

        Latinae Linguae Tractatus — De virili Aetate Latinae Linguae Tractatus — De imminenti

        Latinae Linguae Senectute Tractatus — De vegeta Latinae Linguae Senectute Tractatus — De

        inerti et decrepita Latinae Linguae Senectute Tractatus. (Chateaubriand 1831: 4 y 5-6)




        Cabe, pues, señalar, cómo la Historia de la Lengua latina (en definitiva, la de sus

monumentos literarios) se va convirtiendo en un lugar común para los historiadores y

pensadores europeos, de manera que las consideraciones sobre el auge y la decadencia

transcienden el ámbito de la mera erudición. Chateaubriand, defensor del “genio del

cristianismo”, representa una postura ideológica bien reconocible, de carácter

conservador, que reacciona contra lo que ha supuesto y seguirá suponiendo el profundo

cambio histórico de la Revolución francesa y las invasiones napoleónicas. Se trata, en

definitiva, del paso del Antiguo Régimen a lo que ya reconocemos propiamente como

nuestro mundo moderno.



3. LA   NOCIÓN DE     “DECADENCIA”     Y LA INCLUSIÓN EXPLÍCITA DE LA         “LITERATURA        ROMANO-


CRISTIANA” EN LOS NUEVOS MANUALES (DE       BÄHR A TEUFFEL)


Fortunatus; after it had received from the change of religions, from the transformation of manners, from
the invasion of the Goths, the Alans, the Huns, the Arabs, &c. accessions rendered absolutely necessary
by new wants and new ideas— this language turned to another barbarism in the first historian of those
Franks who began a new language after they had destroyed the Roman empire among our ancestors”).


                                                 11
Las viejas reflexiones del siglo XVIII sobre las causas de la decadencia de Roma

(Gibbon y Montesquieu) cobran nueva vida al siglo siguiente gracias a autores como

Nisard. Desiré Nisard puede considerarse el gran crítico y teórico de la “Décadence”,

pues publicó en 1834 un libro titulado Études de moeurs et de critique sur les poètes

latins de la décadence (Nisard 1834), con varias reediciones (como la de 1867) que dan

cuenta de su vigencia a lo largo de los años. Su trabajo, centrado en los poetas latinos,

estudia, por una parte, la historia y sus biografías (costumbres) y, por otra, aborda

aspectos de Teoría y Crítica. La obra de Nisard tendrá una fortuna imprevista cuando

sus ideas peyorativas sobre los poetas latinos tardíos, llamados decadentes, se tornen en

elogio por parte de los abanderados del nuevo decadentismo literario en Francia. Nisard

atribuye la decadencia de la Literatura romana al individualismo y la pérdida de carácter

formativo de la literatura, dado que tras poetas como Lucrecio, Virgilio y Horacio, cuya

obra encarna “la mejor poesía, la más filosófica, la que ofrece una reflexión más

completa acerca del hombre, y la que contiene más enseñanzas para la conducta de la

vida” (Nisard 1834: X), la Literatura latina había adquirido un absurdo individualismo

que degradaba el arte. La tesis de Nisard pretende tener validez universal y puede

aplicarse, asimismo, a la poesía francesa contemporánea, como apreciamos en el

capítulo dedicado a Lucano (“Lucain ou la Décadence”), donde el propio Nisard

aprovecha para extraer ciertas semejanzas entre la poesía de los tiempos de Lucano y la

de su propia época, que será igualmente tachada de decadente. Nisard no sospechaba

que el término “decadente” iba a ser aceptado por aquellos poetas modernos que

criticaba, adquiriendo de esta forma un nuevo sentido estético, ahora unido a la idea de

renovación y, en definitiva, a la de modernidad. La balanza entre la “Edad de oro” de la

Literatura romana y su decadencia estaba a punto de invertirse con unas consecuencias




                                          12
insospechadas, pues lo que se consideraba degradación de la lengua va a releerse ahora

en términos de libertad creadora.

           Mientras tanto, se va acotando paulatinamente en el panorama de la

Historiografía literaria un espacio propio para los autores cristianos que escriben en

latín. En 1830 un discípulo de Wolf, Gotfried Benhardy, escribe, ya al final de su

Grundiss der römischen Litteratur17, un capítulo titulado precisamente “Ueberblick der

lat(einischen) Kirchenväter” donde podemos encontrar una clara postura negativa con

respecto a la relación de estos autores con la Literatura nacional romana:



           Die Werke der Lateinischen Kirchenväter stehen mit der Nationallitteratur in keinem

           Zusammenhang und haben auf diese niemal einem Einfluss ausgeübt. Sie sind nicht auf

           demselben Boden erwachsen, wenn auch mehrere vorzügliche Geister ihre Bildung und der

           besten Theil ihres Wissens heidnischen Lehrern und profaner Lesung verdankten; (Benhardy

           18654: 896)




           Benhardy establece una (para nosotros discutible) separación epistemológica

entre los autores romanos y los cristianos, y esta postura se refleja también en la propia

manera que él mismo utiliza para hablar de los propios autores cristianos. La fórmula

adoptada, “Padres de la Iglesia latinos” (no “romanos”), difiere profundamente de la

solución que va a adoptar en 1836 el otro gran discípulo de Wolf, Felix Bähr. Éste va a

dar a la luz en la ciudad alemana de Karlsruhe una fundamental Historia de la Literatura

romana (1828) a la que en 1836 se añade un suplemento: “Die christlich-römische

Literatur” (Bähr 1836). Esta parte específica está repartida en dos tomos, uno dedicado

a la poesía y la historiografía y otro, al año siguiente, relativo a lo que el propio Bähr

denomina “Die christlich-römische Theologie” (Bäehr 1837). Es importante hacer

notar que, como en el caso de Schöll, se confiere a esta literatura un lugar específico y,
17
     Benhardy (18654). El libro tiene al menos cuatro ediciones: 1830, 1850, 1857 y 1865.


                                                    13
además, se busca una denominación historiográfica adecuada, en paralelo con la de la

misma “Römische Literatur”. El planteamiento de la “Literatura romano-cristiana” se

entiende, pues, como parte integrante de la Literatura romana (aunque vemos que ésta

es una cuestión discutible y no unámime), si bien situada dentro de dos tomos anejos.

En mi opinión, la formulación de una “Christlich-römische Literatur” se acuñó

demasiado pronto, y no será hasta la segunda edición de 1872 cuando asistamos a su

éxito y consolidación (Bäehr 18722), sobre todo cuando pase después a la lengua

francesa18 y se perfile con el adjetivo de “latina”, frente a “romana”. A este respecto,

hay que observar que el gentilicio “römische” dentro de la formulación de la Literatura

cristiana implica una relación de pertenencia, de manera que esta nueva Literatura

cristiana debería ser analizada como deudora de la antigua Literatura romana. La nueva

juntura resultaba novedosa en comparación con la más tradicional, si bien no del todo

equivalente de “Patrología”, acuñada, junto a “Patrística”, en el siglo XVII19. Así pues,

Bernhardy, a diferencia de Bähr, había recurrido a la formulación germana de un

término más tradicional, “Padres de la Iglesia”, en la línea de monografías eruditas del

siglo XVIII, como la de I.G. Walch y su Bibliotheca Patristica (1770) o la formulación,

también tradicional, de la monumental Patrología de Jacques Paul Migne (1844-1855).

El conflicto entre paganos y cristianos se reaviva, pues, desde la propia conciencia

moderna de su historia.

        La discusión acerca de si la Literatura cristiana debía estar o no dentro del

estudio general de la Literatura romana debió de tener cierto alcance. Para comprobarlo,

vamos a recurrir a otro autor fundamental, Wilhelm Sigmund Teuffel, que escribe una

de las historias de la literatura (Geschichte der römischen Literatur [Teuffel 1868]) más

interesantes y divulgadas tanto en los medios académicos como intelectuales en general,
18
   El paso a la lengua francesa es fundamental, pues universaliza las acuñaciones. Lo mismo ocurrió con
la propia formulación de “Literatura romana”.
19
   Cf. Peterson (s.f.).


                                                14
sobre todo a partir de su traducción francesa de 1883 (Teuffel 1883). Es muy

significativo apreciar, ya dentro del prefacio que Th. H. Martin escribe a la versión

francesa, la necesidad de especificar, como si de una novedad se tratara, que una de las

características de esta obra es el tratamiento que hace de la Literatura cristiana dentro de

la Historia general de la Literatura romana:



       Cette histoire de la littérature romaine se distingue déjà essentiellement de ses devancières par

       deux caractères extérieurs: d'une part, elle fait entrer dans son cadre la littérature chrétienne, et,

       de l'autre, elle emploie une nouvelle méthode dans l'ordre chronologique. Ces deux particularités

       n'ont eu d'autre cause que mon désir de donner une véritable histoire de la littérature romaine, un

       tableau de ses manifestations pendant tous les siècles de son existence.

       En partant de ce point de vue, il m'était complètement impossible d'exclure la littérature

       chrétienne, voire même de l'abréger; car à partir du second siècle après J.-C. elle devient un des

       éléments de la littérature romaine, et prend de jour en jour une importance plus considérable.

       Bien qu'elle ne doive figurer qu'au second plan, il ne serait possible de l'omettre complètement

       que si l'on voulait exclure toutes les branches techniques, pour se borner à ce que l'on appelle les

       belles-lettres. Mais si l'on admet la littérature de la jurisprudence, des sciences naturelles, etc.,

       l'on ne peut frapper d'exclusion la théologie. Son extension considérable pourrait seule constituer

       une objection sérieuse. Mais il va sans dire qu'elle ne saurait trouver place dans une histoire de la

       littérature, que dans une proportion égale à celle des autres branches techniques. Quant à la

       manière dont je l'ai traitée, j'ai suivi les règles de la critique la plus stricte; c'est assez dire que je

       n'ai pris parti dans aucune querelle dogmatique, sans toutefois rien laisser percer qui pût

       ressembler à du dédain. (Teuffel 1883, préface de Th. H. Martin)




       Este texto, además, justifica el estudio de la Literatura romana en una

“proportion égale à celle des autres branches techniques”. Se perfila, por tanto, una

conciencia de la Lengua latina cristiana en calidad de algo especializado que merece un




                                                    15
estudio particular, nuevo, y alejado ya de los supuestos peyorativos de una simple

decadencia.



4. LA   INCLUSIÓN EXPLÍCITA DE LA     “LITERATURA     LATINO-CRISTIANA” EN LA      LITERATURA     MEDIEVAL:


EBERT

         El manual que probablemente va a tener una mayor repercusión en el propio

espacio social y literario de su época va a ser la Histoire de la littérature latine

chrétienne de Adof Ebert, compuesta originariamente en 1874 (Ebert 18892), pero

traducida al francés en 1883 (Ebert 1883), como tomo primero a su Histoire générale

de la littérature du Moyen Age en Occident. A diferencia de lo que hemos visto que

hacían Bähr o Teuffel, este libro plantea la relación de la Literatura latino-cristiana con

la Literatura medieval. De esta forma, la Literatura latino-cristiana pasa de ser el final

de la Literatura romana para convertirse en el comienzo de la Literatura medieval:



         La littérature chrétienne latine est donc envisagée ici en tant qu’elle nous fait comprendre la

         littérature du moyen âge, et comme une partie de cette littérature. (Ebert 1883 : III)




         Ebert, por lo demás, hace un planteamiento de la universalidad de la Literatura

medieval que recuerda ciertamente a Ernst Robert Curtius (Curtius 1948), por lo que

podemos conferirle un cierto papel precursor (“Au moyen âge, il existait déjá une

littérature universelle, telle que Goethe l’attendait de l’avenir”, Ebert 1883 : I). Ebert

señala, además, la necesidad de llevar a cabo un tratamiento histórico de la literatura

(Ebert 1883: VII) que confiera a su estudio una base metodológica netamente

historicista. Es también reseñable que Ebert haga explícita la deuda científica que tiene

contraída con el manual de Bähr (Ebert 1883: VI), cuyo título alemán (“Die christlich-

römische Literatur”) traduce literalmente al francés como “Littérature chrétienne-


                                                   16
romaine” (Ebert 1883: VI)20. Observemos, sin embargo, que Ebert habla de una

“christlich-lateinische Literatur” que se recoge fielmente en la traducción francesa como

“Histoire de la littérature latine chrétienne”21. De manera afín a lo que ocurre con la

formulación de una “lateinische Literatur des Mittelalters”, se cambia conscientemente

el gentilicio nacional de “romana” por el de “latina”, que es, precisamente, el esperable

dentro de una formulación acorde con la Weltliteratur. Este renovado interés por la

Literatura medieval forma parte de la propia polarización planteada en la cultura

europea de la época entre los partidarios de la Edad Media (su estética e ideas) frente a

los partidarios de la “Renaissance”, como el historiador Jules Michelet. El manual de

Ebert tuvo, por su parte, una repercusión inesperada en el mundo de la creación literaria,

pues sirvió a ciertos autores literarios, en especial el novelista Joris-Karl Huysmans,

para trazar una visión alternativa de la Literatura latina tardía, acorde con el ideario

decadente de finales del siglo XIX. A este singular aspecto dedicaremos el apartado

siguiente.



5. LA ESTÉTICA DE LA LITERATURA LATINO-

CRISTIANA EN LA   LITERATURA DECADENTE DE

FINALES DEL SIGLO   XIX

Hay     una    relación    (a    menudo      no

declarada ni explícita) entre la actividad

filológica y la propia creación literaria contemporánea. El desarrollo de la idea de Latín

cristiano y de su correspondiente literatura también se va a poder encontrar en ciertos

20
  Se refiere al tomo de 1837 (Bähr 1837), dedicado a la Teología.
21
  Cabe señalar que hay constancia anterior del uso de esta formulación, precisamente en lengua española
y a cargo de un autor italiano afincado en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Nos referimos
a Salvador Costanzo y su Manual de Literatura latina, con una breve noticia de la Literatura latino-
cristiana, publicado (Costanzo 1862). El uso supone una rareza incluso en el ámbito de la Historiografía
de la Literatura latina escrita en castellano durante esta época, y probablemente haya que explicarlo por
las especiales circunstancias de Costanzo como autor hispano-italiano.


                                                  17
autores literarios, especialmente franceses, de finales del siglo XIX. En este sentido, el

concepto moderno de “Decadencia” da un interesante giro hacia un enfoque no

académico y de carácter meliorativo que le confiere nuevos valores estéticos, como ya

hemos tenido ocasión de apuntar. A partir de juicios académicos como los de Nisard y

Ebert, los autores literarios van a reelaborar la consideración del Latín tardío como

ejemplo de libertad creadora frente al latín de la época de Augusto. En este sentido,

Remy de Gourmont y Joris-Karl Husymans suponen un peculiar fenómeno para ilustrar

cómo la Filología y la Crítica puede incidir en la creación literaria y ésta, a su vez,

influir de manera recíproca sobre la propia Crítica. Le latin mystique de Remy de

Gourmont (Gourmont 1922, primera edición de 1892)22 recoge en sus páginas

ochocientos años de poesía desconocida y marginada, según su autor, por la ignorancia.

De manera muy parecida a lo que hará su amigo Huysmans en la novela Al revés,

Gourmont trata de mostrar que la Literatura latina no termina con Virgilio y Cicerón, y

que tras Claudiano también se produjeron obras bellas y originales. En el “Préface”

escrito por el mismo Gourmont se nos dice:



        C’est de la langue et de la poésie que je vais parler, d’une certaine langue latine, de celle que va

        du cinquième au treizième siècle et au-delà, de saint Augustin à Thomas A Kempis, des

        Confessions à l´Imitation. Elle remonte même jusqu’à la fin du troisième siècle et ne se clôt que

        par Érasme, au total un millier d’années de poésie et de rhétorique. Elle est inconnue et surtout

        elle est méprisée. (Gourmont 1922 : préface)




        Gourmont es plenamente conciente del valor que va teniendo el Latín cristiano

para los estudiosos en calidad de “une certaine langue latine”23. Asimismo, Gourmont
22
    Para la información bibliográfica de la obra de Gourmont es pertinente la siguiente dirección
electrónica http://www.remydegourmont.org/de_rg/oeuvres/latinmystique/notice.htm (consultada el 8 de
julio de 2009).
23
   José María Anguita me invita a leer este texto en calidad de precursor con respecto a los representantes
de la Escuela de Nimega (Mohrman etc), que son los primeros que aplican el análisis filológico


                                                  18
trata de hacer Historia de la Literatura cristiana como cuando habla, de igual manera

que vamos a ver también en Huysmans, del “nacimiento de la poesía cristiana” en

Comodiano de Gaza. Recordemos que ya autores como Bähr habían establecido un

estudio de los diferentes géneros de esta literatura de manera independiente.

        Por su parte, J.-K. Huysmans había publicado en 1884 su conocida obra titulada

Al revés (À Rebours), singular novela de artista que expone el ideario decadente que

tanto va a influir después en autores como Oscar Wilde o el español Valle-Inclán.

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que no se puede entender cabalmente la

Literatura decadente sin estudiar la conciencia que tales autores tuvieron de la

Historiografía de la Literatura latina que se hacía en su época dentro del ámbito

académico24. La biblioteca de autores latinos del personaje protagonista es una

magnífica ocasión para apreciar esta conciencia de la Historia de la Literatura latina en

la creación literaria moderna. Pero lo más destacable de esta conciencia es la reacción

misma contra el propio Latín clásico: “En effet, la langue latine, telle qu’elle fut

pratiquée à cette époque que les professeur s’obstinent encore à appeler le grand siécle

ne l’incitait guére.” (Huysmans 1924: 28). Huysmans, además, refleja otro fenómeno

importante, precisamente el de la polarización entre lo pagano y lo cristiano. En su

recorrido alter-académico de la Literatura latina tardía se ve claramente la dicotomía

entre paganismo y cristianismo, que está vigente en los imaginarios literarios de la

época. No se nos escapa tampoco la clara conciencia del concepto de Literatura cristiana

que muestra el autor en calidad de “sucesora” de la antigua Literatura latino-pagana:



        (…) puis la langue latine, arrivée à sa maturité suprême sous Pétrone, allait commencer à se

        dissoudre; la littérature chrétienne prenait place, apportant avec des idées neuves, des mots

(lingüístico) al latín de los cristianos. Asimismo, me señala una interesante referencia que está en el
preámbulo del diccionario de latín cristiano de Blaise, donde dice que en 1892 el diccionario latín-francés
de Goelzer declara entre sus intenciones: “Nous avons fait une large part à la langue latine chrétienne”.
24
   García Jurado (2004b).


                                                  19
nouveaux, des constructions inemployées, des verbes inconnus, des adjectifs aux sens

           alambiqués, des mots abstraits, rares jusqu’alors dans la langue romaine, et dont Tertullien avait,

           l’un des premiers, adopté l’usage. (Huysmans 1924: 34)



           Por lo demás, no es casual que Huysmans haga tanto hincapié en las

características de la Lengua latina cristiana que el erudito Funccius había estudiado ya

desde el punto de vista de su decadencia. Vemos que Huysmans la define como “leur

nouvelle langue” (Huysmans: 37) y, muy en la línea de Gourmont, una lengua que no

deja de ser el precedente del “Latin d’église” (Huysmans: 35). Antes de referirse a esta

nueva modalidad de latín, Huysmans ha hablado también en cierto momento del “latin

populacier” (Huysmans: 55), símbolo, precisamente, de una nueva etapa de libertad

para el lenguaje, frente a las ideas tradicionales que ven en él la decadencia del Latín

clásico. De igual manera que Gourmont, Huysmans considera en su contra-historia

literaria la figura de Comodiano de Gaza, pero ya no sólo como el primer poeta del siglo

III, sino como el único.

           Para los estudiosos de las ideas sobre la Crítica literaria a finales del siglo XIX

estos documentos metaliterarios son fundamentales. Su libertad, mayor que la de los

textos estrictamente académicos, nos permite encontrar aquí apreciaciones bastante

audaces y plenas de intención y significado. Es interesante apreciar y estudiar cómo los

autores simbolistas y decadentes de finales del siglo XIX han construido, y no por

casualidad, un moderno imaginario de la antigua Literatura grecolatina25.



6. “GESCHICHTE        DER ALTCHRISTLICHEN LATEINISCHEN           LITERATUR”. LA LITERATURA           LATINO-


CRISTIANA COMO MATERIA DE ESTUDIO INDEPENDIENTE A COMIENZOS DEL SIGLO XX




25
     Un ejemplo de lo que decimos puede encontrarse en García Jurado (2008b).


                                                     20
Hemos visto cómo la Literatura latino-cristiana se ha movido entre los grandes

gigantes historiográficos que constituyen la Literatura romana/latina y la Literatura

medieval. Si Teuffel defendía la inclusión de las letras cristianas como colofón de la

Latinidad clásica, Ebert, por su parte, las sitúa como preludio de la Edad Media. Esta

dicotomía constituye un problema a posteriori, nacido sólo cuando ya hemos construido

las categorías historiográficas a priori. Que los historiadores modernos hayan buscado

la solución de hablar de una “Antiquité tardive” (“Late Antiquity”) no deja de ser una

buena manera de resolver el conflicto, al crear un espacio propio, pero sin descartar la

continuidad y, además, al dar lugar a una categoría no valorativa, frente a lo que

tradicionalmente se había llamado “Decadencia”26.

         Así las cosas, el paso al siglo XX nos permite apreciar cómo se llega a este

espacio propio para la Literatura latino-cristiana, ya no necesariamente como parte final

de la Literatura romana ni como preámbulo de la Literatura medieval europea. Es el

momento en que vamos a poder encontrar obras independientes (y no partes de un

conjunto mayor) dedicadas de manera específica a la Antigua Literatura cristiana (en


26
    Por recurrir simplemente a una obra ya clásica sobre este tema citaré a H.-I. Marrou y su libro
Décadence romaine ou antiquité tardive? (Marrou 1977). Agradezco al dr. Miguel Herrero de Jáuregui la
noticia del trabajo de Elsner (2002), que estudia de manera específica “the history of late antique art as an
academic discipline”. Sobre la constitución del conepto historiográfico hay un buen resumen del estado
de la cuestión en Wikipedia (s.v. “Antiquité tardive”) del que me permito citar un párrafo: “Au milieu du
XIXe siècle, l’historien français Fustel de Coulanges est le premier à voir une continuité entre le Ve siècle
et les siècles suivants. En 1901, dans un livre étudiant l’artisanat de l’Empire romain tardif, l’historien de
l’art autrichien Aloïs Riegl réhabilite la période en affirmant qu’elle n’est pas décadente et possède son
unité propre. Au XXe siècle, les historiens continuent de revisiter les siècles marquant le passage de
l’Antiquité classique au Moyen Âge. Dans un livre paru en 1937, le médiéviste belge Henri Pirenne
(1862-1935), défend la thèse d’une continuité en Méditerranée du IVe au VIIe siècle. Cette thèse est
d’abord critiquée par la majorité des historiens de l’Antiquité romaine. Ceux-ci restent très attachés à
l’idée de déclin et de décadence et voient encore dans le Haut Empire un âge idéal corrompu par
l’absolutisme impérial du IVe siècle, le christianisme et les invasions barbares. Le parcours d’Henri-
Irénée Marrou (1904-1977) illustre cependant l’évolution des historiens sur ce sujet: en 1937, il soutient
l’idée d’une décadence de la culture antique se moulant ainsi dans les schémas de son époque. Après la
Seconde Guerre mondiale, dans une nouvelle édition de sa thèse, il remet en cause les notions de
décadence et même de fin de la culture antique. Son livre posthume, Décadence romaine ou Antiquité
tardive? fait le point sur les continuités et les ruptures du monde romain. Aujourd’hui l’étude de
l’Antiquité tardive exige le recoupement de diverses disciplines afin de mieux appréhender ses éléments
constitutifs : la mise en place de grands codes juridiques comme le code Théodose et le code Justinien, la
permanence de la culture antique et le développement du christianisme comme religion d’État.”
(http://fr.wikipedia.org/wiki/Antiquit%C3%A9_tardive consultado el 17 de julio de 2009).


                                                    21
alguna ocasión, contemplando de manera conjunta tanto las escritas en griego como en

latín). Cabe destacar, asimismo, la precisión que se hace al añadir el adjetivo “antigua”

(en alemán mediante “alt-“ y en inglés con “early”). Si bien la bibliografía a este

respecto es copiosa desde el último decenio del siglo XIX, son destacables las obras de

Krüger (1897), Jordan (1911), Labriolle (1920) y Monceaux (1924)27. En este novedoso

contexto bibliográfico, conviene prestar una especial atención a la monografía

compuesta por Alfred Gudeman, su Geschichte der altchristlichen lateinischen

Literatur vom 2-6 jahrhundert, publicada en 1925 (Gudeman 1925). Gudeman es un

filólogo de origen judío nacido en los Estados Unidos, con una formación muy marcada

por la ciencia alemana, mucho más afín a su propio carácter que la propiamente

americana. Esta afinidad y los problemas que encontró en la universidad americana

hicieron que marchara a Alemania en 190428. Si bien se graduó en Columbia, completó

su formación en la Universidad de Berlín con el profesor Hermann Diels. Tuvo un triste

final en el campo de concentración nazi de Teresina en 1942. Su libro sobre la Antigua

Literatura latino-cristiana fue, precisamente, la primera monografía dedicada a esta

materia que se tradujo al castellano, a cargo de Pascual Galindo Romeo (Gudeman

1928). El traductor es considerado hoy día como el profesor que inició en España los

estudios sobre latín cristiano y medieval29.



CONCLUSIONES

        El complejo proceso de formación y acuñación del concepto de “Historia de la

Literatura latino-cristiana” viene a mostrar, como decíamos al principio, que no se trata

27
  P. Monceaux publica también una Histoire Littéraire de L’Afrique Chrétienne depuis les origines
jusqu’au l’invasion arabe (Monceaux 1905).
28
   Hurley (1990).
29
   En este sentido, es notable su obra didáctica titulada Viam:Ad:Latium (Galindo 1924), donde contempla
un apartado dedicado a los “Medii Aevi Documenta” y la “Christiana latinitas”. Debo expresar mi más
sincero agradecimiento al profesor Enrique Otón Sobrino por sus testimonios de primera mano sobre la
figura de Pascual Galindo, a cuyas clases asistió en la Universidad de Madrid.


                                                 22
de un concepto natural, sino, muy al contrario, del fruto de una elaboración cultural que

contempla aspectos estéticos e ideológicos diversos. Queda, asimismo, patente, la

importancia del desarrollo conceptual de las disciplinas modernas dedicadas a la

Filología clásica, y cómo este desarrollo conceptual se lleva a cabo en las lenguas

modernas, convertidas ya en lenguas de estudio y transmisión de la Antigüedad. Cabe,

asimismo, destacar, los evidentes paralelos que se encuentran entre la Historia de la

Filología y la de las ideas en general. Para la conformación concreta del concepto de

Literatura latino-cristiana proponemos el siguiente proceso:



       -Primera etapa: inclusión implícita de los autores latinos cristianos dentro del

       marco general de la Literatura romana (desde 1787 hasta 1836). Así lo vemos en

       autores como Wolf, Harles y Schöll. Es destacable el influjo de la obra erudita de

       Funccius en lo que respecta a la decadencia (senectus) de la Lengua latina y el

       notable reflejo literario que encontramos en Chateaubriand, defensor de los

       valores tradicionales del Cristianismo frente a lo que había supuesto la

       Ilustración.



       -Segunda etapa: nueva lectura de la decadencia de la Literatura romana a cargo

       de Nisard, resaltando los aspectos negativos de ésta frente a la época de

       Augusto. Asimismo, hay que destacar la inclusión explícita de la “Christlich-

       römische Literatur” en la Literatura romana (hacia 1836), como vemos que hace

       uno de los discípulos de Wolf: Bähr. Se plantea el problema de la adscripción

       de la Literatura escrita por los cristianos a la Literatura romana (Bernhardy y

       Teuffel).




                                          23
-Tercera etapa: inclusión explícita de la “Christlich-lateinische Literatur” en la

          Literatura medieval (Ebert, hacia 1874). El uso de “lateinische” frente a

          “römische” confiere al término una dimensión menos nacional y más europea, en

          una línea precursora de las ideas de Ernst Robert Curtius. La revalorización de la

          Edad Media, ligada a los valores cristianos, viene dentro de una tensión

          planteada con el concepto historiográfico de “Renaissance”, ligado a los valores

          clásicos y paganos. Es fundamental el paso de la acuñación terminológica a la

          lengua francesa: “Littérature latine chrétienne”. No menos notable es el reflejo

          de las ideas de Ebert en el ensayismo y la creación literaria de la época

          representada por Gourmont y Husymans, en los que cabe apreciar la tensión

          moderna entre paganismo y cristianismo.



          -Cuarta etapa: independencia epistemológica de la Literatura latino-cristiana a

          comienzos del siglo XX, gracias a obras singulares dedicadas a una materia ya

          consolidada tras un largo proceso a lo largo del siglo anterior.



          Asistimos, en definitiva, al complejo proceso de conceptualización laica, como

historia literaria, de unos textos de contenido doctrinal. La vieja polémica se reaviva

desde unos nuevos presupuestos pos-ilustrados.

          BIBLIOGRAFÍA CITADA

ABEAL LÓPEZ, J., ADRIO FERNÁNDEZ, P. Y GÓMEZ QUINTAS, Mª D.   (trad.) (1985), Biografías literarias latinas.

Madrid.

BÄHR, J.CH.F.   (1836), Geschichte der Römischen Literatur (...) Supplement-Band. Die christlich-römische

Literatur. I Abtheilung. Die christlicher Dichter und Geschishtschreiber. Carlsruhe.




                                                   24
BÄHR, J.CH.F.   (1836), Geschichte der Römischen Literatur (...) Supplement-Band. Die christlich-römische

Literatur II Abtheilung. Die christlich-römische Theologie nebst einem Anhang über die Rechtsquellen.

Carlsruhe.

BÄHR, J.CH.F.   (18722), Geschichte der Römische Literatur. Vierte Band, enthaltend die christlich-römische

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  • 1. CONSTRUCCIÓN MODERNA DE LA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINO-CRISTIANA: LA 1 ACTUALIZACIÓN DEL CONFLICTO ENTRE CRISTIANOS Y PAGANOS Francisco García Jurado Universidad Complutense 1. CUESTIONES DE MÉTODO. LA HISTORIOGRAFÍA LITERARIA Como bien apunta José Carlos Mainer cuando habla acerca de la invención moderna de la “Literatura española”, semejante formulación no obedece a lo que podríamos entender como un concepto natural, sino a una compleja elaboración cultural2. Lo mismo ocurre con el concepto de “Literatura romana” y, más aún, con el de “Historia de la Literatura romana”, pues tal juntura implica una conciencia del historicismo (la literatura entendida como una entidad de naturaleza histórica) y una idea nacional de la creación literaria que permite añadir al sustantivo “literatura” el gentilicio de “romana”, a partir de una equivalencia buscada entre los pueblos y las lenguas. De esta manera, podemos afirmar, con José Antonio Maravall, que es el método el que crea (cuanto menos, perfila) el propio objeto de estudio3. El objeto de estudio existe previamente, pero necesita de una formalización y un método que lo convierta realmente en tal materia acotada y legitimada. 1 Este trabajo se ha desarrollado dentro del Grupo de Investigación Avanzada, dirigido por la Drª Mercedes López Salvá, en el Real Colegio Complutense en Harvard durante los meses de julio y agosto de 2009. Asimismo, se adscribe al proyecto de investigación MEC-HUM2007-60326/FILO “Historiografía de la literatura Grecolatina en España: la Edad de Plata (1868-1939)” financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Mi agradecimiento al Dr. José María Anguita Jaén por sus sugerencias y comentarios epistolares mientras se desarrollaba la investigación. 2 Mainer (2006). Para la cuestión de las literaturas nacionales cf. Espagne y Werner (1994). 3 Maravall (19673). 1
  • 2. De acuerdo con los presupuestos anteriores, la formulación moderna de nuestros Estudios clásicos ha implicado desde finales del siglo XVIII una profunda reformulación conceptual, en especial desde que las lenguas modernas pasaron a ser el instrumento de difusión y estudio de la Antigüedad. El mismo adjetivo “clásico” dejó de ser un término simplemente estético para cobrar una importante dimensión histórica que lo identificó por antonomasia con la Antigüedad grecolatina4. En la pequeña constelación de los conceptos que se han ido acuñando con el fin de configurar los fundamentos modernos del estudio de la Antigüedad vamos a partir de dos que resultan esenciales para el presente estudio, a saber: “Historia de la Literatura latina/romana” 5 e “Historia de la Literatura latino-cristiana”. A medida que desde finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX se fue construyendo la disciplina correspondiente a la Historia de la Literatura romana, se observó la necesidad de delimitar otras parcelas de la literatura escrita en latín: Literatura cristiana, medieval y renacentista. La necesidad de delimitación del concepto de “Literatura latina/romana” implica, consecuentemente, el problema de decidir qué es lo que debe entrar o no en su estudio, y si hay otros textos escritos en latín susceptibles de constituir un estudio independiente6. Sin embargo, las condiciones que configuran los estudios correspondientes a estas, llamémoslas, diferentes literaturas escritas en Lengua latina, no son las mismas ni se dan en el mismo momento. Por ejemplo, para poder constituir el concepto de “Literatura latino-cristiana” tuvo que articularse mucho antes el del “Literatura latina” como tal. De esta forma, una vez formalizado el concepto de Literatura latino-cristiana, la Literatura latina se 4 Hemos revisado esta cuestión en García Jurado (2007). 5 La dificultad añadida de hablar acerca de Literatura romana o latina tiene que ver, sobre todo, con la extensión de la literatura propiamente romana más allá de su territorio, con la consiguiente universalización, que también entendemos como latinidad. Es, a este respecto, significativa la existencia de una Literatura latina escrita en África que tiene como centro la ciudad de Cartago. De todas formas, el problema semántico es más específico en las lenguas germanas que en las latinas, donde se ha optado de manera preferente por “Literatura latina”. No obstante, podemos adelantar que la diferencia “romana”/”latina” va a ser muy pertinente a la hora de configurar el concepto que aquí estudiamos, pues no es lo mismo hablar de “Literatura romano-cristiana” que de “Literatura latino-cristiana”. 6 García Jurado (2008: 181). 2
  • 3. perfilará a veces añadiendo el adjetivo “pagana”, en un afán constante por perfilar los conceptos. Asimismo, es importante partir del hecho de que la cronología de la primera Literatura cristiana en latín se corresponde con lo que se vino a llamar la “Decadencia de la Literatura romana”. Si bien a la Literatura latino-cristiana le corresponde situarse dentro de este período final7, los estudiosos tratarán de encontrar una periodización específica (a saber, primera época, de carácter apologético, edad áurea en el siglo IV y su propia decadencia a partir de S. Agustín). Así las cosas, la construcción de la moderna historiografía de la Literatura latino-cristiana se articula en torno a dos grandes aspectos: -Cuestiones ideológicas: Visiones distintas de la Literatura cristiana antigua, desde posiciones políticas y religiosas8 diferentes. En particular, la dicotomía moderna entre paganismo y cristianismo adquirirá nuevas lecturas políticas tras 1815, una vez es derrotado completamente Napoleón Bonaparte, que es cuando comienza el período conocido como Restauración. Chateaubriand defenderá en obras como El genio del cristianismo los viejos valores cristianos y medievales de un mundo que tiende a cambiar irremediablemente. El abate Jean-Joseph Gaume, desconocido hoy día, pero importante polemista de la segunda mitad del siglo XIX, verá en la enseñanza de los clásicos (entiéndase “paganos”) la causa de todos los males modernos, mediante una exaltación de lo cristiano y lo medieval opuesta frontalmente a lo clásico y lo renacentista (Gaume 1851)9. Son 7 Este hecho conlleva, además, un nuevo problema, pues no es aceptable, como ya vieron algunos historiadores, que una literatura de inspiración divina se identifique con un período valorado de manera negativa. Asimismo, es también comprometido valorar en qué medida los autores cristianos contribuyeron a la Decadencia. 8 Si bien en este trabajo no vamos a abordar la delicada cuestión del diferente tratamiento que recibe el estudio de la Literatura latino-cristiana entre protestantes y católicos, conviene hacer notar su pertinencia. Como ejemplo de valoración despectiva, Moehler (1843: 27) escribe al respecto: “Les protestans ont grandement négligé cette branche de la science. Leurs principes seuls suffisaient pour les retenir, et la passion qu’ils ont mise dans ce qu’ils ont écrit à ce sujet doit nécessairement rendre leurs ouvrages presque entièrement inutiles”. 9 García Jurado (2004: 65-82). 3
  • 4. los tiempos en que, frente a tales idearios conservadores, historiadores de la talla de Jules Michelet o Jakob Burckhardt acuñan para la Historiografía el término “Renaissance” como paradigma de progreso frente a lo que ellos interpretan como las sombras medievales. La cuestión del Humanismo renacentista frente a la Edad Media conlleva, por tanto, una importante actualización moderna de la dicotomía paganismo / cristianismo10. -Cuestiones estéticas: la dicotomía ya señalada encuentra también su contrapartida en la estética de lo medieval (y lo cristiano) frente a la de lo renacentista (y pagano). Mientras el célebre historiador del arte John Ruskin ensalza en obras como The stones of Venice las virtudes del arte gótico y bizantino, otros autores, como Walter Pater, reivindican la serenidad clásica del renacentista. Asimismo, a partir de cierto momento comienza a reconsiderarse el concepto de Decadencia de la Literatura romana, bien divulgado hacia 1834 por el crítico Desiré Nisard. Lejos de las intenciones de Nisard, la así llamada “Decadencia” irá adquiriendo un renovado carácter meliorativo. En este contexto debe contemplarse la moda del “Latín místico” en la Literatura francesa finisecular (Gourmont, Huysmans…) como un fenómeno significativo que puede plantearse en estos términos: más allá del latín de la época de Augusto, la Literatura latina se siguió desarrollando de manera original (y de ahí el paralelo con lo que ocurre en la misma Literatura francesa de finales del siglo XIX). El hecho de ligar la idea de Decadencia con la de libertad de estilo tendrá unas consecuencias insospechadas para la propia reconsideración de la Literatura latino-cristiana. 10 Notable es también, a este respecto, el renovado interés por Erasmo y la relectura de la Carta a los jóvenes de S. Basilio Magno que estamos estudiando en otro lugar concretamente para el caso español. 4
  • 5. Cuestión, asimismo, ligada con la estética es la de la propia consideración estilística de la Lengua latina y la formulación de un “Latín cristiano” como lengua específica11. La idea de la degradación de la Lengua latina había quedado perfectamente plasmada en la monumental y erudita obra de Nikolaus Funck, o Funccius (publicada en Malburgo entre 1720 y 1750), con el prolijo título siguiente: De origine et pueritia, de adolescentia, de virili aetate, de inminenti senectute, de vegeta senectute, de inerti ac decrepita senectute linguae Latinae. En particular, debemos utilizar los tomos correspondientes a De inminenti senectute y De vegeta senectute12. De vegeta senectute es el tomo que se corresponde con la etapa de la Lengua latina donde aparecen los autores cristianos. Esta cronología de Funccius será utilizada después por estudiosos como Wolf y Harles, pero también por el mismo Chateaubriand, es decir, por parte de un pensador que transciende el mero espacio del mundo erudito. En este sentido, el conflicto entre paganismo y cristianismo antiguo es también un asunto moderno, que afecta de lleno no sólo a la reinterpretación de los hechos en sí, sino también al propio desarrollo de sus bases conceptuales: “Latín cristiano” y “Literatura cristiana” son creaciones terminológicas modernas. La justificación del estudio de este latín específico puede encontrarse ya a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, como vemos, por ejemplo, en una interesante obra compuesta por el jesuita Ch. Daniel: Le latin ecclésiastique était comme despuis longtemps. Qui contestait, parmi nous, son existence, sa légitimité, sa raison d'être? Ne savait-on pas que s’il y a une langue du droit, à plus forte raison doit-il y avoir une langue de l'Eglise? Mais ce que nous appelons latin ecclésiastique est bien dépassé par le latin chrétien. (Daniel 1853 : 433) 11 Habría que considerar, como sugiere mi colega José María Anguita, en qué medida hay que ligar este hecho con la formulación del “Latín vulgar”, o “popular”, como luego veremos claramente cuando hablemos de Huysmans. 12 Funcius (1736). 5
  • 6. Así las cosas, hay un salto importante desde el uso de expresiones descriptivas como “autores cristianos” al cierre epistemológico de ese grupo de autores en una abstracción que llamamos “Literatura cristiana”, con una lengua específica (de forma paralela al proceso que en otro lugar ya hemos estudiado en el siglo XVIII entre “autores clásicos” y “Literatura clásica”)13. Un ejemplo significativo del primer tipo de formulación, la meramente acumulativa de “autores cristianos”, nos la ofrece San Jerónimo al comienzo de su obra titulada De viris illustribus, considerada como “la primera” Historia de la Literatura cristiana: Hortaris me, Dexter, ut Tranquillum sequens, ecclesiasticos Scriptores in ordinem digeram et quod ille in enumerandis Gentilium litterarum Viris fecit Illustribus, ego [Al. id ego] in nostris faciam, id est, ut a passione Christi usque ad decimum quartum Theodosii imperatoris annum, omnes qui de Scripturis sanctis memoriae aliquid prodiderunt, tibi breviter exponam. Fecerunt quidem hoc idem apud Graecos, Hermippus peripateticus, Antigonus Carystius, Satyrus doctus vir, et longe omnium doctissimus Aristoxenus musicus. Apud Latinos autem Varro, Santra, Nepos, Hyginus, et ad cujus nos exemplum provocas, Tranquillus. Me exhortas, Dextro, a que, siguiendo a Suetonio, haga un catálogo de los escritores eclesiásticos y a que lo que él hizo al enumerar a los autores paganos en su De Viris Illustribus lo haga yo con los nuestros; es decir que te hable escuetamente de todos los que, desde la pasión de Cristo hasta el año 14 del emperador Teodosio, entregaron al recuerdo de la posteridad alguna explicación de la doctrina sagrada. Hicieron esto mismo algunos griegos: el peripatético Hermipo, Antígono de Caristo, el erudito Sátiro y el más culto de todos con mucho, el musicólogo Aristoxeno. También poslatinos: Varrón, Santra, Nepote, Higinio y aquel cuyo ejemplo me incitas a seguir, Suetonio. (S. Jerónimo, Sobre personajes ilustres (Abeal López, Adrio Fernández y Gómez Quintas [trad.] 1985: 218-219). 13 Cf. García Jurado (2007: 174). 6
  • 7. Como podemos observar, San Jerónimo habla de ecclesiasticos Scriptores in ordinem, en la idea de un catálogo basado en los ya elaborados acerca de los autores gentiles. Esta obra será el germen de las modernas “bibliotecas” de autores, hasta llegar a la muy importante de Fabricius14 en el siglo XVIII. Sin embargo, tales enumeraciones no dejan de ser más que estudios precursores de la moderna Historia literaria. Vamos a estudiar este proceso de construcción conceptual a partir de dos espacios distintos pero conectados: de un lado el espacio propiamente académico, constituido por los manuales de Historia de la Literatura latina (desde Wolf a Gudeman); del otro, el reflejo que este proceso tiene en el espacio de la creación literaria contemporánea (desde Chateaubriand a Husymans). Es pertinente, además, que ensayemos una periodización del proceso de conceptualización de la Literatura latino- cristiana desde su aparición de manera implícita a finales del siglo XVIII en los propios manuales de Literatura latina (al calor de nociones como la de decadencia de la Lengua latina), hasta su paulatina independencia como tal disciplina, ya a comienzos del siglo XX: -Primera etapa, desde 1787 hasta 1836 -Segunda etapa, desde 1836 hasta 1874 -Tercera etapa, desde 1874 hasta 1900 -Cuarta etapa, primeros decenios del siglo XX 14 No debe olvidarse al otro gran autor de la erudición dieciochesca que es, como Funccius, precursor de la moderna historia de las literaturas clásicas: nos referimos a A. Frabricius, conocido por sus Bibliotheca Latina y Bibliotheca Graeca, a las que debe unirse su Bibliotheca mediae et infimae aetatis (1734). En todas estas monografías se hace un estudio de los autores por orden alfabético, propio de la época. Esta circunstancia convierte a Fabricius en un autor menos interesante que Funccius a la hora de estudiar, precisamente, el devenir histórico. 7
  • 8. 2. LA INCLUSIÓN IMPLÍCITA DE LA LITERATURA ESCRITA EN LATÍN POR AUTORES CRISTIANOS EN LOS PRIMEROS MANUALES DE HISTORIA DE LA LITERATURA ROMANA (DE WOLF A SCHÖLL) Llama la atención, aunque no por ello deja de ser explicable, que en la primera formulación moderna de una Historia de la Literatura romana, la del programa de curso de Friedrich August Wolf, publicado en 1787 (Wolf 1787), no haya ninguna referencia explícita a la Literatura latina cristiana como tal. No obstante, en la lista de escritores que corresponde al “Quinto periodo (desde el gobierno de Adriano hasta Rómulo Augusto: 117 d.C.–476 d.C.)” aparecen, junto a los no cristianos, autores como Tertuliano y Minucio Félix o Prudencio. Según Wolf, y siguiendo las ideas de Funccius, la época viene definida por la decadencia y degradación del gusto clásico (trad. de Bern Marizzi): La literatura, el gusto y la lengua romana se aproximan, como el imperio mismo, cada vez más a su final, aunque también en este momento se dan tanto en la literatura como en la política algunos destellos. Sin embargo, en su conjunto, se acrecienta ahora en mucho la degradación de la época anterior; por doquier se pierde la originalidad del carácter, el auténtico gusto y la pureza de la lengua. Especialmente esta última se ve –debido a las hordas bárbaras que penetran en Italia y en las provincias del reino– colmada con expresiones tan agramaticales y groseras que los escritores casi se vieron obligados a estudiar su lengua materna en los modelos antiguos como si fuera una lengua muerta para llegar a una perfección aproximada. (García Jurado y Marizzi 2009: 168) En la segunda parte de su programa, organizado por géneros, autores paganos y cristianos aparecen enumerados indiferentemente, como vemos por ejemplo en esta lista de filósofos: 8
  • 9. Escipión Mumio, Tito Albucio, Rutilio Rufo, Elio Tuberón, Lucilio Balbo, Publio Vacinio, Lucio Lúpulo, Tulio Cicerón, Lucio Anneo Séneca, Anneo Cornuto, Tauro, Favorino, Apuleyo, Minucio Félix, Cecilio Lactancio Firmiano, Calcidio, Torcuato Severino Boecio, Salviano de Marsella, etc. Como es sabido, en la biografía de Wolf ya es un asunto mítico su gran empeño en ser studiosus philologiae, y no theologiae. A la Filología le quedó después la difícil labor de readaptar para su propio estudio la Literatura cristiana desde un punto de vista no dogmático, aunque no por ello aséptico en lo que a ideología se refiere. No debe perderse de vista tampoco a un contemporáneo de Wolf, Gotlieb Christoph Harles, que publica en Leipzig, precisamente en 1789, su Brevior notitia Litteraturae Romanae in primis scriptorum Latinorum ordini temporis adcommodata (utilizamos la edición de 1803 [Harless 18032]), donde encontramos una periodización muy parecida a la de Wolf (ambas son deudoras de la obra de Funccius). Precisamente, aquí es en el IV período, que se corresponde al V de Wolf, donde encontramos también, enumerados de manera indiferenciada, autores paganos y cristianos. Sí cabe destacar, no obstante, alguna referencia explícita a los cristianos como favorecedores de la decadencia de la Lengua latina: Litterae praecipites ruunt, potissimum ob intestina bella, praemiorum raritatem, superstitionem etiam doctorum christianorum, barbarorum irruptionem et comfluxum peregrinorum (Harles 18032: 197) Es importante hacer notar cómo la idea de decadencia y degradación de la lengua va indisociablemente unida a este período, y supone un planteamiento crítico que 9
  • 10. afectará después a la propia relectura de la Literatura latina tardía en general y de la cristiana en particular. El siguiente documento que debemos estudiar es la obra de Frédéric Schöll, en particular los tomos III y IV de su Histoire abrégé de la litterature romaine (Schöll 1815). Sobre Schöll ya hemos hablado en otro lugar15, en particular de sus interesantes afinidades con Madame de Stäel. De manera afín a lo que hace Stäel, Schöll exporta a Francia, es decir, al resto de Europa, las ideas alemanas, incluida la de la propia idea de Historia de la Literatura romana. En las páginas 12 y 13 del tomo IV nos habla de la degradación de la Lengua latina, así como del paso de este latín degradado a las lenguas modernas (Schöll 1815: 16), con copiosas listas léxicas debidas a Funccius (se va perfilando, pues, el concepto de “Vulgarlatein”). Es importante valorar cómo la Historia de la Literatura (romana) desplaza al estudio de la Poética y la Retórica a partir del segundo decenio del siglo XIX, y cómo este hecho conlleva un cambio de consideración estético a favor de las etapas tardías que se irá perfilando progresivamente a medida que avance el siglo. Para referirse a los autores cristianos Schöll habla de los “Écrivains ecclésiastiques”, y comienza a perfilarse en su obra la disposición “marginal” de estos autores con respecto a la Literatura romana como tal. Es ciertamente muy significativo, si bien esperable, que Chateaubriand se haga eco de los progresos que la erudición había hecho sobre el asunto de la degradación de la Literatura latina16, tratándose, precisamente, de uno de los grandes defensores de la 15 “La nouvelle considération nationale de la littérature romaine et la Révolution Française: Friedrich August Wolf et Frierich Schöll”, en « Images de l'Antiquité dans la Révolution Française », Journée d’étude organisée par Pablo Asencio dans le cadre du Centre de Recherche État, Société, Religion, Moyen-Âge, Temps Modernes, Université de Versailles-Saint Quintin, 19 Juin 2009. 16 Chateaubriand 1836. Citaremos por la versión inglesa (Chateaubriand 1831). Debe hacerse notar cómo en su relato de la decadencia de la Lengua latina contempla ya a los padres de la Iglesia como grupo específico, pero habla de los poetas paganos y cristianos indiferentemente (“After it had passed through the grammarians, Quintilian and Macrobius; through the epitomists. Florus, Velleius Paterculus, Justin, Orosus, Sulpitius Severus; through the fathers of the Church and the ecclesiastical writers, Tertullian, Cyprian, Ambrosius, Hilary of Poitiers, Paulinus, Augustin, Jerome, Salvienus; through the apologists, Lactantius, Arnobius, Minutius Felix; through the panegyrists, Eumenes, Mamertinus, Nazairius; through the historians of the decline, Ammianus Marcellinus and the biographers of the August history; through the poets of the decline and fall, Ausonius, Claudian, Rutilius, Sidonius Apollinaris, Prudentius, 10
  • 11. recuperación de los valores cristianos en el mundo moderno. De esta forma, el conocimiento que Chateaubriand tiene de Funccius da cuenta de las correspondencias habidas entre la actividad propiamente erudita y la literaria: Nothing, indeed, could be more curious and more instructive than to take up the Latin at its commencement, and to follow it to its end, through the different ages and changes. The materials for such a work are ready prepared in the seven treatises of John Nicolas Funck: De Origine Linguae Latinae Tractatus — De Pueritia Latinae Linguae Tractatus — De Adolescentia Latinae Linguae Tractatus — De virili Aetate Latinae Linguae Tractatus — De imminenti Latinae Linguae Senectute Tractatus — De vegeta Latinae Linguae Senectute Tractatus — De inerti et decrepita Latinae Linguae Senectute Tractatus. (Chateaubriand 1831: 4 y 5-6) Cabe, pues, señalar, cómo la Historia de la Lengua latina (en definitiva, la de sus monumentos literarios) se va convirtiendo en un lugar común para los historiadores y pensadores europeos, de manera que las consideraciones sobre el auge y la decadencia transcienden el ámbito de la mera erudición. Chateaubriand, defensor del “genio del cristianismo”, representa una postura ideológica bien reconocible, de carácter conservador, que reacciona contra lo que ha supuesto y seguirá suponiendo el profundo cambio histórico de la Revolución francesa y las invasiones napoleónicas. Se trata, en definitiva, del paso del Antiguo Régimen a lo que ya reconocemos propiamente como nuestro mundo moderno. 3. LA NOCIÓN DE “DECADENCIA” Y LA INCLUSIÓN EXPLÍCITA DE LA “LITERATURA ROMANO- CRISTIANA” EN LOS NUEVOS MANUALES (DE BÄHR A TEUFFEL) Fortunatus; after it had received from the change of religions, from the transformation of manners, from the invasion of the Goths, the Alans, the Huns, the Arabs, &c. accessions rendered absolutely necessary by new wants and new ideas— this language turned to another barbarism in the first historian of those Franks who began a new language after they had destroyed the Roman empire among our ancestors”). 11
  • 12. Las viejas reflexiones del siglo XVIII sobre las causas de la decadencia de Roma (Gibbon y Montesquieu) cobran nueva vida al siglo siguiente gracias a autores como Nisard. Desiré Nisard puede considerarse el gran crítico y teórico de la “Décadence”, pues publicó en 1834 un libro titulado Études de moeurs et de critique sur les poètes latins de la décadence (Nisard 1834), con varias reediciones (como la de 1867) que dan cuenta de su vigencia a lo largo de los años. Su trabajo, centrado en los poetas latinos, estudia, por una parte, la historia y sus biografías (costumbres) y, por otra, aborda aspectos de Teoría y Crítica. La obra de Nisard tendrá una fortuna imprevista cuando sus ideas peyorativas sobre los poetas latinos tardíos, llamados decadentes, se tornen en elogio por parte de los abanderados del nuevo decadentismo literario en Francia. Nisard atribuye la decadencia de la Literatura romana al individualismo y la pérdida de carácter formativo de la literatura, dado que tras poetas como Lucrecio, Virgilio y Horacio, cuya obra encarna “la mejor poesía, la más filosófica, la que ofrece una reflexión más completa acerca del hombre, y la que contiene más enseñanzas para la conducta de la vida” (Nisard 1834: X), la Literatura latina había adquirido un absurdo individualismo que degradaba el arte. La tesis de Nisard pretende tener validez universal y puede aplicarse, asimismo, a la poesía francesa contemporánea, como apreciamos en el capítulo dedicado a Lucano (“Lucain ou la Décadence”), donde el propio Nisard aprovecha para extraer ciertas semejanzas entre la poesía de los tiempos de Lucano y la de su propia época, que será igualmente tachada de decadente. Nisard no sospechaba que el término “decadente” iba a ser aceptado por aquellos poetas modernos que criticaba, adquiriendo de esta forma un nuevo sentido estético, ahora unido a la idea de renovación y, en definitiva, a la de modernidad. La balanza entre la “Edad de oro” de la Literatura romana y su decadencia estaba a punto de invertirse con unas consecuencias 12
  • 13. insospechadas, pues lo que se consideraba degradación de la lengua va a releerse ahora en términos de libertad creadora. Mientras tanto, se va acotando paulatinamente en el panorama de la Historiografía literaria un espacio propio para los autores cristianos que escriben en latín. En 1830 un discípulo de Wolf, Gotfried Benhardy, escribe, ya al final de su Grundiss der römischen Litteratur17, un capítulo titulado precisamente “Ueberblick der lat(einischen) Kirchenväter” donde podemos encontrar una clara postura negativa con respecto a la relación de estos autores con la Literatura nacional romana: Die Werke der Lateinischen Kirchenväter stehen mit der Nationallitteratur in keinem Zusammenhang und haben auf diese niemal einem Einfluss ausgeübt. Sie sind nicht auf demselben Boden erwachsen, wenn auch mehrere vorzügliche Geister ihre Bildung und der besten Theil ihres Wissens heidnischen Lehrern und profaner Lesung verdankten; (Benhardy 18654: 896) Benhardy establece una (para nosotros discutible) separación epistemológica entre los autores romanos y los cristianos, y esta postura se refleja también en la propia manera que él mismo utiliza para hablar de los propios autores cristianos. La fórmula adoptada, “Padres de la Iglesia latinos” (no “romanos”), difiere profundamente de la solución que va a adoptar en 1836 el otro gran discípulo de Wolf, Felix Bähr. Éste va a dar a la luz en la ciudad alemana de Karlsruhe una fundamental Historia de la Literatura romana (1828) a la que en 1836 se añade un suplemento: “Die christlich-römische Literatur” (Bähr 1836). Esta parte específica está repartida en dos tomos, uno dedicado a la poesía y la historiografía y otro, al año siguiente, relativo a lo que el propio Bähr denomina “Die christlich-römische Theologie” (Bäehr 1837). Es importante hacer notar que, como en el caso de Schöll, se confiere a esta literatura un lugar específico y, 17 Benhardy (18654). El libro tiene al menos cuatro ediciones: 1830, 1850, 1857 y 1865. 13
  • 14. además, se busca una denominación historiográfica adecuada, en paralelo con la de la misma “Römische Literatur”. El planteamiento de la “Literatura romano-cristiana” se entiende, pues, como parte integrante de la Literatura romana (aunque vemos que ésta es una cuestión discutible y no unámime), si bien situada dentro de dos tomos anejos. En mi opinión, la formulación de una “Christlich-römische Literatur” se acuñó demasiado pronto, y no será hasta la segunda edición de 1872 cuando asistamos a su éxito y consolidación (Bäehr 18722), sobre todo cuando pase después a la lengua francesa18 y se perfile con el adjetivo de “latina”, frente a “romana”. A este respecto, hay que observar que el gentilicio “römische” dentro de la formulación de la Literatura cristiana implica una relación de pertenencia, de manera que esta nueva Literatura cristiana debería ser analizada como deudora de la antigua Literatura romana. La nueva juntura resultaba novedosa en comparación con la más tradicional, si bien no del todo equivalente de “Patrología”, acuñada, junto a “Patrística”, en el siglo XVII19. Así pues, Bernhardy, a diferencia de Bähr, había recurrido a la formulación germana de un término más tradicional, “Padres de la Iglesia”, en la línea de monografías eruditas del siglo XVIII, como la de I.G. Walch y su Bibliotheca Patristica (1770) o la formulación, también tradicional, de la monumental Patrología de Jacques Paul Migne (1844-1855). El conflicto entre paganos y cristianos se reaviva, pues, desde la propia conciencia moderna de su historia. La discusión acerca de si la Literatura cristiana debía estar o no dentro del estudio general de la Literatura romana debió de tener cierto alcance. Para comprobarlo, vamos a recurrir a otro autor fundamental, Wilhelm Sigmund Teuffel, que escribe una de las historias de la literatura (Geschichte der römischen Literatur [Teuffel 1868]) más interesantes y divulgadas tanto en los medios académicos como intelectuales en general, 18 El paso a la lengua francesa es fundamental, pues universaliza las acuñaciones. Lo mismo ocurrió con la propia formulación de “Literatura romana”. 19 Cf. Peterson (s.f.). 14
  • 15. sobre todo a partir de su traducción francesa de 1883 (Teuffel 1883). Es muy significativo apreciar, ya dentro del prefacio que Th. H. Martin escribe a la versión francesa, la necesidad de especificar, como si de una novedad se tratara, que una de las características de esta obra es el tratamiento que hace de la Literatura cristiana dentro de la Historia general de la Literatura romana: Cette histoire de la littérature romaine se distingue déjà essentiellement de ses devancières par deux caractères extérieurs: d'une part, elle fait entrer dans son cadre la littérature chrétienne, et, de l'autre, elle emploie une nouvelle méthode dans l'ordre chronologique. Ces deux particularités n'ont eu d'autre cause que mon désir de donner une véritable histoire de la littérature romaine, un tableau de ses manifestations pendant tous les siècles de son existence. En partant de ce point de vue, il m'était complètement impossible d'exclure la littérature chrétienne, voire même de l'abréger; car à partir du second siècle après J.-C. elle devient un des éléments de la littérature romaine, et prend de jour en jour une importance plus considérable. Bien qu'elle ne doive figurer qu'au second plan, il ne serait possible de l'omettre complètement que si l'on voulait exclure toutes les branches techniques, pour se borner à ce que l'on appelle les belles-lettres. Mais si l'on admet la littérature de la jurisprudence, des sciences naturelles, etc., l'on ne peut frapper d'exclusion la théologie. Son extension considérable pourrait seule constituer une objection sérieuse. Mais il va sans dire qu'elle ne saurait trouver place dans une histoire de la littérature, que dans une proportion égale à celle des autres branches techniques. Quant à la manière dont je l'ai traitée, j'ai suivi les règles de la critique la plus stricte; c'est assez dire que je n'ai pris parti dans aucune querelle dogmatique, sans toutefois rien laisser percer qui pût ressembler à du dédain. (Teuffel 1883, préface de Th. H. Martin) Este texto, además, justifica el estudio de la Literatura romana en una “proportion égale à celle des autres branches techniques”. Se perfila, por tanto, una conciencia de la Lengua latina cristiana en calidad de algo especializado que merece un 15
  • 16. estudio particular, nuevo, y alejado ya de los supuestos peyorativos de una simple decadencia. 4. LA INCLUSIÓN EXPLÍCITA DE LA “LITERATURA LATINO-CRISTIANA” EN LA LITERATURA MEDIEVAL: EBERT El manual que probablemente va a tener una mayor repercusión en el propio espacio social y literario de su época va a ser la Histoire de la littérature latine chrétienne de Adof Ebert, compuesta originariamente en 1874 (Ebert 18892), pero traducida al francés en 1883 (Ebert 1883), como tomo primero a su Histoire générale de la littérature du Moyen Age en Occident. A diferencia de lo que hemos visto que hacían Bähr o Teuffel, este libro plantea la relación de la Literatura latino-cristiana con la Literatura medieval. De esta forma, la Literatura latino-cristiana pasa de ser el final de la Literatura romana para convertirse en el comienzo de la Literatura medieval: La littérature chrétienne latine est donc envisagée ici en tant qu’elle nous fait comprendre la littérature du moyen âge, et comme une partie de cette littérature. (Ebert 1883 : III) Ebert, por lo demás, hace un planteamiento de la universalidad de la Literatura medieval que recuerda ciertamente a Ernst Robert Curtius (Curtius 1948), por lo que podemos conferirle un cierto papel precursor (“Au moyen âge, il existait déjá une littérature universelle, telle que Goethe l’attendait de l’avenir”, Ebert 1883 : I). Ebert señala, además, la necesidad de llevar a cabo un tratamiento histórico de la literatura (Ebert 1883: VII) que confiera a su estudio una base metodológica netamente historicista. Es también reseñable que Ebert haga explícita la deuda científica que tiene contraída con el manual de Bähr (Ebert 1883: VI), cuyo título alemán (“Die christlich- römische Literatur”) traduce literalmente al francés como “Littérature chrétienne- 16
  • 17. romaine” (Ebert 1883: VI)20. Observemos, sin embargo, que Ebert habla de una “christlich-lateinische Literatur” que se recoge fielmente en la traducción francesa como “Histoire de la littérature latine chrétienne”21. De manera afín a lo que ocurre con la formulación de una “lateinische Literatur des Mittelalters”, se cambia conscientemente el gentilicio nacional de “romana” por el de “latina”, que es, precisamente, el esperable dentro de una formulación acorde con la Weltliteratur. Este renovado interés por la Literatura medieval forma parte de la propia polarización planteada en la cultura europea de la época entre los partidarios de la Edad Media (su estética e ideas) frente a los partidarios de la “Renaissance”, como el historiador Jules Michelet. El manual de Ebert tuvo, por su parte, una repercusión inesperada en el mundo de la creación literaria, pues sirvió a ciertos autores literarios, en especial el novelista Joris-Karl Huysmans, para trazar una visión alternativa de la Literatura latina tardía, acorde con el ideario decadente de finales del siglo XIX. A este singular aspecto dedicaremos el apartado siguiente. 5. LA ESTÉTICA DE LA LITERATURA LATINO- CRISTIANA EN LA LITERATURA DECADENTE DE FINALES DEL SIGLO XIX Hay una relación (a menudo no declarada ni explícita) entre la actividad filológica y la propia creación literaria contemporánea. El desarrollo de la idea de Latín cristiano y de su correspondiente literatura también se va a poder encontrar en ciertos 20 Se refiere al tomo de 1837 (Bähr 1837), dedicado a la Teología. 21 Cabe señalar que hay constancia anterior del uso de esta formulación, precisamente en lengua española y a cargo de un autor italiano afincado en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Nos referimos a Salvador Costanzo y su Manual de Literatura latina, con una breve noticia de la Literatura latino- cristiana, publicado (Costanzo 1862). El uso supone una rareza incluso en el ámbito de la Historiografía de la Literatura latina escrita en castellano durante esta época, y probablemente haya que explicarlo por las especiales circunstancias de Costanzo como autor hispano-italiano. 17
  • 18. autores literarios, especialmente franceses, de finales del siglo XIX. En este sentido, el concepto moderno de “Decadencia” da un interesante giro hacia un enfoque no académico y de carácter meliorativo que le confiere nuevos valores estéticos, como ya hemos tenido ocasión de apuntar. A partir de juicios académicos como los de Nisard y Ebert, los autores literarios van a reelaborar la consideración del Latín tardío como ejemplo de libertad creadora frente al latín de la época de Augusto. En este sentido, Remy de Gourmont y Joris-Karl Husymans suponen un peculiar fenómeno para ilustrar cómo la Filología y la Crítica puede incidir en la creación literaria y ésta, a su vez, influir de manera recíproca sobre la propia Crítica. Le latin mystique de Remy de Gourmont (Gourmont 1922, primera edición de 1892)22 recoge en sus páginas ochocientos años de poesía desconocida y marginada, según su autor, por la ignorancia. De manera muy parecida a lo que hará su amigo Huysmans en la novela Al revés, Gourmont trata de mostrar que la Literatura latina no termina con Virgilio y Cicerón, y que tras Claudiano también se produjeron obras bellas y originales. En el “Préface” escrito por el mismo Gourmont se nos dice: C’est de la langue et de la poésie que je vais parler, d’une certaine langue latine, de celle que va du cinquième au treizième siècle et au-delà, de saint Augustin à Thomas A Kempis, des Confessions à l´Imitation. Elle remonte même jusqu’à la fin du troisième siècle et ne se clôt que par Érasme, au total un millier d’années de poésie et de rhétorique. Elle est inconnue et surtout elle est méprisée. (Gourmont 1922 : préface) Gourmont es plenamente conciente del valor que va teniendo el Latín cristiano para los estudiosos en calidad de “une certaine langue latine”23. Asimismo, Gourmont 22 Para la información bibliográfica de la obra de Gourmont es pertinente la siguiente dirección electrónica http://www.remydegourmont.org/de_rg/oeuvres/latinmystique/notice.htm (consultada el 8 de julio de 2009). 23 José María Anguita me invita a leer este texto en calidad de precursor con respecto a los representantes de la Escuela de Nimega (Mohrman etc), que son los primeros que aplican el análisis filológico 18
  • 19. trata de hacer Historia de la Literatura cristiana como cuando habla, de igual manera que vamos a ver también en Huysmans, del “nacimiento de la poesía cristiana” en Comodiano de Gaza. Recordemos que ya autores como Bähr habían establecido un estudio de los diferentes géneros de esta literatura de manera independiente. Por su parte, J.-K. Huysmans había publicado en 1884 su conocida obra titulada Al revés (À Rebours), singular novela de artista que expone el ideario decadente que tanto va a influir después en autores como Oscar Wilde o el español Valle-Inclán. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que no se puede entender cabalmente la Literatura decadente sin estudiar la conciencia que tales autores tuvieron de la Historiografía de la Literatura latina que se hacía en su época dentro del ámbito académico24. La biblioteca de autores latinos del personaje protagonista es una magnífica ocasión para apreciar esta conciencia de la Historia de la Literatura latina en la creación literaria moderna. Pero lo más destacable de esta conciencia es la reacción misma contra el propio Latín clásico: “En effet, la langue latine, telle qu’elle fut pratiquée à cette époque que les professeur s’obstinent encore à appeler le grand siécle ne l’incitait guére.” (Huysmans 1924: 28). Huysmans, además, refleja otro fenómeno importante, precisamente el de la polarización entre lo pagano y lo cristiano. En su recorrido alter-académico de la Literatura latina tardía se ve claramente la dicotomía entre paganismo y cristianismo, que está vigente en los imaginarios literarios de la época. No se nos escapa tampoco la clara conciencia del concepto de Literatura cristiana que muestra el autor en calidad de “sucesora” de la antigua Literatura latino-pagana: (…) puis la langue latine, arrivée à sa maturité suprême sous Pétrone, allait commencer à se dissoudre; la littérature chrétienne prenait place, apportant avec des idées neuves, des mots (lingüístico) al latín de los cristianos. Asimismo, me señala una interesante referencia que está en el preámbulo del diccionario de latín cristiano de Blaise, donde dice que en 1892 el diccionario latín-francés de Goelzer declara entre sus intenciones: “Nous avons fait une large part à la langue latine chrétienne”. 24 García Jurado (2004b). 19
  • 20. nouveaux, des constructions inemployées, des verbes inconnus, des adjectifs aux sens alambiqués, des mots abstraits, rares jusqu’alors dans la langue romaine, et dont Tertullien avait, l’un des premiers, adopté l’usage. (Huysmans 1924: 34) Por lo demás, no es casual que Huysmans haga tanto hincapié en las características de la Lengua latina cristiana que el erudito Funccius había estudiado ya desde el punto de vista de su decadencia. Vemos que Huysmans la define como “leur nouvelle langue” (Huysmans: 37) y, muy en la línea de Gourmont, una lengua que no deja de ser el precedente del “Latin d’église” (Huysmans: 35). Antes de referirse a esta nueva modalidad de latín, Huysmans ha hablado también en cierto momento del “latin populacier” (Huysmans: 55), símbolo, precisamente, de una nueva etapa de libertad para el lenguaje, frente a las ideas tradicionales que ven en él la decadencia del Latín clásico. De igual manera que Gourmont, Huysmans considera en su contra-historia literaria la figura de Comodiano de Gaza, pero ya no sólo como el primer poeta del siglo III, sino como el único. Para los estudiosos de las ideas sobre la Crítica literaria a finales del siglo XIX estos documentos metaliterarios son fundamentales. Su libertad, mayor que la de los textos estrictamente académicos, nos permite encontrar aquí apreciaciones bastante audaces y plenas de intención y significado. Es interesante apreciar y estudiar cómo los autores simbolistas y decadentes de finales del siglo XIX han construido, y no por casualidad, un moderno imaginario de la antigua Literatura grecolatina25. 6. “GESCHICHTE DER ALTCHRISTLICHEN LATEINISCHEN LITERATUR”. LA LITERATURA LATINO- CRISTIANA COMO MATERIA DE ESTUDIO INDEPENDIENTE A COMIENZOS DEL SIGLO XX 25 Un ejemplo de lo que decimos puede encontrarse en García Jurado (2008b). 20
  • 21. Hemos visto cómo la Literatura latino-cristiana se ha movido entre los grandes gigantes historiográficos que constituyen la Literatura romana/latina y la Literatura medieval. Si Teuffel defendía la inclusión de las letras cristianas como colofón de la Latinidad clásica, Ebert, por su parte, las sitúa como preludio de la Edad Media. Esta dicotomía constituye un problema a posteriori, nacido sólo cuando ya hemos construido las categorías historiográficas a priori. Que los historiadores modernos hayan buscado la solución de hablar de una “Antiquité tardive” (“Late Antiquity”) no deja de ser una buena manera de resolver el conflicto, al crear un espacio propio, pero sin descartar la continuidad y, además, al dar lugar a una categoría no valorativa, frente a lo que tradicionalmente se había llamado “Decadencia”26. Así las cosas, el paso al siglo XX nos permite apreciar cómo se llega a este espacio propio para la Literatura latino-cristiana, ya no necesariamente como parte final de la Literatura romana ni como preámbulo de la Literatura medieval europea. Es el momento en que vamos a poder encontrar obras independientes (y no partes de un conjunto mayor) dedicadas de manera específica a la Antigua Literatura cristiana (en 26 Por recurrir simplemente a una obra ya clásica sobre este tema citaré a H.-I. Marrou y su libro Décadence romaine ou antiquité tardive? (Marrou 1977). Agradezco al dr. Miguel Herrero de Jáuregui la noticia del trabajo de Elsner (2002), que estudia de manera específica “the history of late antique art as an academic discipline”. Sobre la constitución del conepto historiográfico hay un buen resumen del estado de la cuestión en Wikipedia (s.v. “Antiquité tardive”) del que me permito citar un párrafo: “Au milieu du XIXe siècle, l’historien français Fustel de Coulanges est le premier à voir une continuité entre le Ve siècle et les siècles suivants. En 1901, dans un livre étudiant l’artisanat de l’Empire romain tardif, l’historien de l’art autrichien Aloïs Riegl réhabilite la période en affirmant qu’elle n’est pas décadente et possède son unité propre. Au XXe siècle, les historiens continuent de revisiter les siècles marquant le passage de l’Antiquité classique au Moyen Âge. Dans un livre paru en 1937, le médiéviste belge Henri Pirenne (1862-1935), défend la thèse d’une continuité en Méditerranée du IVe au VIIe siècle. Cette thèse est d’abord critiquée par la majorité des historiens de l’Antiquité romaine. Ceux-ci restent très attachés à l’idée de déclin et de décadence et voient encore dans le Haut Empire un âge idéal corrompu par l’absolutisme impérial du IVe siècle, le christianisme et les invasions barbares. Le parcours d’Henri- Irénée Marrou (1904-1977) illustre cependant l’évolution des historiens sur ce sujet: en 1937, il soutient l’idée d’une décadence de la culture antique se moulant ainsi dans les schémas de son époque. Après la Seconde Guerre mondiale, dans une nouvelle édition de sa thèse, il remet en cause les notions de décadence et même de fin de la culture antique. Son livre posthume, Décadence romaine ou Antiquité tardive? fait le point sur les continuités et les ruptures du monde romain. Aujourd’hui l’étude de l’Antiquité tardive exige le recoupement de diverses disciplines afin de mieux appréhender ses éléments constitutifs : la mise en place de grands codes juridiques comme le code Théodose et le code Justinien, la permanence de la culture antique et le développement du christianisme comme religion d’État.” (http://fr.wikipedia.org/wiki/Antiquit%C3%A9_tardive consultado el 17 de julio de 2009). 21
  • 22. alguna ocasión, contemplando de manera conjunta tanto las escritas en griego como en latín). Cabe destacar, asimismo, la precisión que se hace al añadir el adjetivo “antigua” (en alemán mediante “alt-“ y en inglés con “early”). Si bien la bibliografía a este respecto es copiosa desde el último decenio del siglo XIX, son destacables las obras de Krüger (1897), Jordan (1911), Labriolle (1920) y Monceaux (1924)27. En este novedoso contexto bibliográfico, conviene prestar una especial atención a la monografía compuesta por Alfred Gudeman, su Geschichte der altchristlichen lateinischen Literatur vom 2-6 jahrhundert, publicada en 1925 (Gudeman 1925). Gudeman es un filólogo de origen judío nacido en los Estados Unidos, con una formación muy marcada por la ciencia alemana, mucho más afín a su propio carácter que la propiamente americana. Esta afinidad y los problemas que encontró en la universidad americana hicieron que marchara a Alemania en 190428. Si bien se graduó en Columbia, completó su formación en la Universidad de Berlín con el profesor Hermann Diels. Tuvo un triste final en el campo de concentración nazi de Teresina en 1942. Su libro sobre la Antigua Literatura latino-cristiana fue, precisamente, la primera monografía dedicada a esta materia que se tradujo al castellano, a cargo de Pascual Galindo Romeo (Gudeman 1928). El traductor es considerado hoy día como el profesor que inició en España los estudios sobre latín cristiano y medieval29. CONCLUSIONES El complejo proceso de formación y acuñación del concepto de “Historia de la Literatura latino-cristiana” viene a mostrar, como decíamos al principio, que no se trata 27 P. Monceaux publica también una Histoire Littéraire de L’Afrique Chrétienne depuis les origines jusqu’au l’invasion arabe (Monceaux 1905). 28 Hurley (1990). 29 En este sentido, es notable su obra didáctica titulada Viam:Ad:Latium (Galindo 1924), donde contempla un apartado dedicado a los “Medii Aevi Documenta” y la “Christiana latinitas”. Debo expresar mi más sincero agradecimiento al profesor Enrique Otón Sobrino por sus testimonios de primera mano sobre la figura de Pascual Galindo, a cuyas clases asistió en la Universidad de Madrid. 22
  • 23. de un concepto natural, sino, muy al contrario, del fruto de una elaboración cultural que contempla aspectos estéticos e ideológicos diversos. Queda, asimismo, patente, la importancia del desarrollo conceptual de las disciplinas modernas dedicadas a la Filología clásica, y cómo este desarrollo conceptual se lleva a cabo en las lenguas modernas, convertidas ya en lenguas de estudio y transmisión de la Antigüedad. Cabe, asimismo, destacar, los evidentes paralelos que se encuentran entre la Historia de la Filología y la de las ideas en general. Para la conformación concreta del concepto de Literatura latino-cristiana proponemos el siguiente proceso: -Primera etapa: inclusión implícita de los autores latinos cristianos dentro del marco general de la Literatura romana (desde 1787 hasta 1836). Así lo vemos en autores como Wolf, Harles y Schöll. Es destacable el influjo de la obra erudita de Funccius en lo que respecta a la decadencia (senectus) de la Lengua latina y el notable reflejo literario que encontramos en Chateaubriand, defensor de los valores tradicionales del Cristianismo frente a lo que había supuesto la Ilustración. -Segunda etapa: nueva lectura de la decadencia de la Literatura romana a cargo de Nisard, resaltando los aspectos negativos de ésta frente a la época de Augusto. Asimismo, hay que destacar la inclusión explícita de la “Christlich- römische Literatur” en la Literatura romana (hacia 1836), como vemos que hace uno de los discípulos de Wolf: Bähr. Se plantea el problema de la adscripción de la Literatura escrita por los cristianos a la Literatura romana (Bernhardy y Teuffel). 23
  • 24. -Tercera etapa: inclusión explícita de la “Christlich-lateinische Literatur” en la Literatura medieval (Ebert, hacia 1874). El uso de “lateinische” frente a “römische” confiere al término una dimensión menos nacional y más europea, en una línea precursora de las ideas de Ernst Robert Curtius. La revalorización de la Edad Media, ligada a los valores cristianos, viene dentro de una tensión planteada con el concepto historiográfico de “Renaissance”, ligado a los valores clásicos y paganos. Es fundamental el paso de la acuñación terminológica a la lengua francesa: “Littérature latine chrétienne”. No menos notable es el reflejo de las ideas de Ebert en el ensayismo y la creación literaria de la época representada por Gourmont y Husymans, en los que cabe apreciar la tensión moderna entre paganismo y cristianismo. -Cuarta etapa: independencia epistemológica de la Literatura latino-cristiana a comienzos del siglo XX, gracias a obras singulares dedicadas a una materia ya consolidada tras un largo proceso a lo largo del siglo anterior. Asistimos, en definitiva, al complejo proceso de conceptualización laica, como historia literaria, de unos textos de contenido doctrinal. La vieja polémica se reaviva desde unos nuevos presupuestos pos-ilustrados. BIBLIOGRAFÍA CITADA ABEAL LÓPEZ, J., ADRIO FERNÁNDEZ, P. Y GÓMEZ QUINTAS, Mª D. (trad.) (1985), Biografías literarias latinas. Madrid. BÄHR, J.CH.F. (1836), Geschichte der Römischen Literatur (...) Supplement-Band. Die christlich-römische Literatur. I Abtheilung. Die christlicher Dichter und Geschishtschreiber. Carlsruhe. 24
  • 25. BÄHR, J.CH.F. (1836), Geschichte der Römischen Literatur (...) Supplement-Band. Die christlich-römische Literatur II Abtheilung. Die christlich-römische Theologie nebst einem Anhang über die Rechtsquellen. Carlsruhe. BÄHR, J.CH.F. (18722), Geschichte der Römische Literatur. Vierte Band, enthaltend die christlich-römische Literatur. Die christlichen Dichter und Geschichtschreiber Roms. Carlsruhe. BENHARDY, G. (18654), Grudiss der römischen Litteratur. Bramsehweig. COSTANZO, S. (1862), Manual de Literatura latina, con una breve noticia de la Literatura latino-cristiana. Madrid. CURTIUS, E.R. (1948), Europäische Literatur und Lateinisches Mittelalter. Bern. CHATEAUBRIAND, F.R. (1831), Sketches of English Literature with consideration of the spirit of the times, men and revolution by the Viscount de Chateaubriand, Second Edition in two volumes. Vol. I. London. CHATEAUBRIAND, F.R. (1836), Essai sur la littérature anglaise et considérations sur le génie des homes, des temps et des révolutions, Tome Première. Bruxelles. DANIEL, CH. (1853), Des études classiques dans la société chrétienne. Paris. EBERT, A. (1883), Histoire général de la littérature du Moyen Âge en Occident. Tome Premier. Histoire de la littérature latine chrétienne depuis (des origines jusqu’a Charlemagne). Paris. EBERT, A. (18892), Allgemeine Geschichte der Literatur des Mittelalters im Abendlande bis zun Beginne des XI. Jahrhunderts. Erster Band. Leipzig. ELSNER, J. (2002), “The Birth of Late Antiquity: Riegl and Strzygowski in 1901”, Art History 25: 358-79. ESPAGNE, M. y WERNER, M. (1994), Qu’est-ce qu’une littérature nationale? Approches pour une théorie interculturelle du champ littéraire. Paris. FUNCIUS MARBURGENSIS, I.N. (1736), De imminenti Latinae Linguae Senectute tractatus, quo Decrescens Romani sermones robur et fata ab excessu Caesaris Octaviani Augusti ad principatum usque Hadriani Imperatoris describuntur, et notatu maxime digna historiae literariae monumenta illustrantur. Marburgi Cattorum. GALINDO, P. (1924), Viam:Ad:Latium. Zaragoza. GARCÍA JURADO, F. (2004), “La Iglesia Católica contra la enseñanza de los clásicos en el siglo XIX: el abate Gaume y su repercusión en España. Una página poco conocida de la educación clásica”, Estudios Clásicos 125: 65-82. 25
  • 26. GARCÍA JURADO, F. (2004b), “La historiografía de la Literatura latina y su conciencia en los autores modernos. Visiones divergentes del canon y la decadencia en Pérez Galdós y Huysmans”, CFC (Lat) 24: 115-147. GARCÍA JURADO, F. (2007), “¿Por qué nació la juntura Tradición Clásica? Razones historiográficas para un concepto moderno”, CFC (Lat) 27 : 161-192. GARCÍA JURADO, F. (2008), “Ensayo de una historiografía de la Literatura Latina en España (1778-1936)”, Revista de Estudios Latinos 8: 179-201. GARCÍA JURADO, F. (2008b), Marcel Schwob. Antiguos imaginarios. Madrid. GARCÍA JURADO, F. y MARIZZI, B. (2009), “La primera historia de la Literatura romana: el programa de curso de F.A. Wolf”, CFC (Lat): 145-177. GAUME, J.J. (1851), Le Ver rongeur des sociétés modernes ou le Paganisme dans l'Education, Paris. GOURMONT, R. (1922), Le Latin mystique : les poètes de l'antiphonaire et la symbolique au moyen âge. Préface inédite de l'auteur. Paris. GUDEMAN, A. (1925), Geschichte der altchristlichen lateinischen Literatur vom 2-6 jahrhundert. Berlin und Leipzig. GUDEMAN, A. (1928), Historia de la antigua Literatura latino-cristiana. Traducida y ampliada por Pascual Galindo Romeo. Barcelona. HARLES, G.CH. (18032), Brevior notitia Litteraturae Romanae in primis scriptorum Latinorum ordini temporis adcommodata. Leipzig. HURLEY, D.W. (1990), “Alfred Gudeman, Atlanta, Georgia, 1862- Theresienstadt, 1942”, Transactions of the American Philological Association 120: 355-381. HUYSMANS, J.K. (1924), À rebours, avec une préface de l’auteur écrite vingt ans après le roman. Paris. JORDAN, H. (1911), Geschichte der altchristlichen Literatur. Leipzig. KRÜGER, G. (1897), History of Early Christian Literature in the First Three Century, Translated by Rev. Charles R. Gillet. New York. LABRIOLLE, P. DE (1920), Histoire de la littérature latine chrétienne. Paris. MAINER, J.C. (2006), “La invención de la Literatura española”, en D. ROMERO (coord.), Naciones literarias. Madrid: 201-230. MARAVALL, J.A. (19673), Teoría del saber histórico. Madrid. MARROU, H.I. (1977), Décadence romaine ou antiquité tardive?. Paris. 26
  • 27. MOEHLER, J.A. (1843), La Patrologie, ou histoire littéraire des trois premiers siècles de l’Église Chrétienne (trad. De J. Cohen, Tome Premier). Paris. MONCEAUX, P. (1905), Histoire Littéraire de L’Afrique Chrétienne depuis les origines jusqu’au l’invasion arabe I-III. Paris. MONCEAUX, P. (1924), Histoire de la littérature latine chrétienne. Paris. NISARD, D (1834), Études de moeurs et de critique sur les poètes latins de la décadence I-III. Paris. PETERSON, E. (s.f.), Enciclopedia Católica, “Patrologia e Patristica” en http://www.paginecattoliche.it/patristica.htm (consultado el 20 de julio de 2009). SCHÖLL, F. (1815), Histoire abrégé de la littérature romaine I-IV. Paris. TEUFFEL, W.S. (1868), Geschichte der römischen Literatur. Leipzig. TEUFFEL, W.S. (1883), Histoire de la littérature Romaine traduite sur la troisième édition allemande par J. Bonnard et P. Pierron avec Préface de Th. H. Martin, Tome première. Paris. WOLF, F.A. (1787), Geschichte der Römischen Litteratur: nebst biographischen und litterärischen Nachrichten von den lateinischen Schriftstellern, ihren Werken und Ausgaben. Ein Leitfaden für akademische Vorlesungen von Friedr. Aug. Wolf. Halle. 27