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MMoorraa..
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OTORGANDO SIEMPRE LOS DERECHO DE AUTOR A LA
CASA EDITORIAL Y AUTOR.
IInnddííccee
Introducción
II.. PPrriimmeerraa EEttaappaa:: LLaa ccoolloonniiaa
a.Los ingleses: 250 000 en 150 años
b.Inmigrantes forzados: los esclavos negros
c.Otras naciones europeas
d.Proyectos para propiciar la inmigración
II. SSeegguunnddaa EEttaappaa:: eell ssiigglloo XXIIXX
a. El siglo XIX
III. TTeerrcceerraa eettaappaa:: eell ssiigglloo XXXX
a. El siglo XX
IIVV.. LLaa rreeaaccccóónn nnoorrtteeaammeerriiccaannaa aa llaa iinnmmiiggrraacciióónn
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Introducción
Fue hasta finales del siglo XVI que aparecieron en Inglaterra los factores de empuje necesarios
para que una emigración se llevase a cabo. Isabel 1, en un esfuerzo nuevos mercados, envió dos
expediciones al norte del continente americano. Consciente del desarrollo mercantil de su país
pero también de los 4 000 000 de súbditos que vivían en la pobreza, el gobierno de Isabel
buscaba nuevas tierras donde proporcionarles una esperanza y donde encontrar materias primas
tan necesarias como madera, pescado, carbón y, por supuesto, oro y plata.
Las primeras expediciones fracasaron, pero sus sobrevivientes llevaron a Inglaterra
noticias de tierras con mejor clima, agua y madera en abundancia. Justo en los años en que
millones de labriegos estaban siendo expulsados de tierras comunales destinadas a la cría de
ovejas, los viajeros hablaron de tierras fértiles cruzadas por innumerables ríos. En un Londres
abigarrado, sucio, maloliente y lleno de epidemias, las noticias de campos frescos, aire limpio y
abundante agua corrieron como pólvora. Hasta Richard Hakluyt, el dramaturgo, tomando el pulso
de su tiempo escribió una obra que resultó inmensamente popular: Westward ho! impulsando a los
jóvenes a embarcarse en busca de mejores condiciones de vida. Se escribieron numerosos folletos
apelando a diversos motivos para emigrar: sobrepoblación, desempleo, falta de libertad religiosa,
pero sobre todo, se hizo hincapié en los beneficios económicos a obtener El cronista Edward
Hayes se encargó de hacer ver a sus compatriotas que ellos habían recibido un encargo divino:
extender el protestantismo, la verdadera religión, a las nuevas tierras. El fracaso colonial de
España en la zona septentrional probaba, según Hayes, que Dios la reservaba para Inglaterra. Una
vez desarrollados los factores que hicieron factible el deseo de emigrar, sur los medios que lo
hicieron posible.
El auge del comercio lanar había acumulado capital que permitió la organización de
poderosas compañías colonizadoras, las cuales necesitaban miles de personas para llevar a cabo
sus objetivos. Fueron ellas, organizadas bajo el modelo de la Compañía Inglesa de las Indias
Orientales, las que a su vez transportaron a los millones de gentes que, libres o forzados, llegaron
a vivir al continente norteamericano.
Su modelo de colonización significó un trasplante de unidades completas de la sociedad
inglesa. Hicieron lo que los colonos romanos: reprodujeron sus propias comunidades y modo de
vida. Y no sólo empujaron a los nativos fuera de los territorios en donde se establecieron, sino que
organizaron una nueva Britania a la que llegaron también millones de otros europeos. Es esa
historia la que deseamos relatar para que nuestros lectores hispanoamericanos conozcan el
desarrollo de “las naciones” que conformaron a la que en este momento es la primera potencia
mundial.
Organizamos nuestro material de manera cronológica. Los primeros en llegar fueron
naturalmente británicos, pero dada la regionalización de una isla dividida en Inglaterra, Gales,
Escocia, etc., los llamados comúnmente ingleses tenían diferentes culturas, modos de vivir y
religiones que, al trasplantarse, crearon mundos diferentes entre los que los únicos lazos eran la
lengua (con acentos y peculiaridades propias) y las instituciones políticas a grosso modo. Es por lo
tanto de gran interés que el público hispanoamericano conozca que fueron cuatro migraciones
británicas las que configuraron culturas regionales que continúan en existencia. Posteriormente, la
llegada de otros grupos, europeos, asiáticos, africanos e hispanoamericanos, han dado a ese gran
mosaico el sabor especial de cada una de sus piezas. No es lo mismo visitar Los Ángeles en
California que el Medio Oeste o Virginia. No se comportan de igual manera los oriundos de Boston
que los habitantes de Dallas. El conocimiento de la historia de su inmigración nos permitirá
comprender la razón de su ser.
El mundo africano de los inmigrantes forzados o involuntarios, también tuvo numerosas
facetas. Los colonos experimentaron la diferencia entre comprar un africano de Sierra Leona o uno,
de la región de Senegambia. El primero les servía de peón en los campos, mientras que el
segundo era refinado y culto, por que había que emplearlo en tareas domésticas o de
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administración. Todas esas migraciones, forzadas o voluntarias, formaron el magnífico mosaico
cultural que conocemos como Estados Unidos de América.
Primera etapa:
La colonia
Los ingleses: 250 000 en 150 años
Se calcula que, durante la época colonial, la gran inmigración se compuso casi totalmente
de ingleses, aunque también llegaron elementos de otras nacionalidades, sobre todo holandeses,
suecos y alemanes. El mundo colonial de las trece colonias fue inglés en cultura, instituciones
políticas y económicas. Sin embargo, es interesante conocer de qué parte de Inglaterra llegaron los
diferentes grupos dado que, en los siglos XVII y XVIII, las culturas inglesas eran muy regionales.
Cada grupo llevó a las colonias las diferentes costumbres y tradiciones características de sus
regiones, además de diversas denominaciones protestantes y rangos sociales. Fue su
heterogeneidad la que dio origen a las peculiaridades en valores, lenguaje, arquitectura y hábitos
familiares, sexuales, educacionales, funerarios, religiosos, etc., en cada región de las colonias, aun
en nuestros días.
Durante el largo periodo de 1607 a 1775 tuvieron lugar cuatro grandes migraciones. La
primera fue la de los puritanos o calvinistas del este de Inglaterra. La segunda, la del gran número
de sirvientes escriturados, como se los llamaba, del sur de la isla y de la pequeña migración de la
élite monárquica que escapé de Inglaterra durante la guerra civil (1642-60). La tercera fue un
desplazamiento de las regiones centrales del norte y de Gales hacia el valle del río Delaware. La
cuarta llegó de la frontera con Escocia y norte de Irlanda a la frontera de los Apalaches entre 1718
y 1775.
LOS ORÍGENES DE VIRGINIA Y MARYLAND
Aun cuando la colonia de Virginia fue fundada en 1607, su desarrollo fue muy lento. Para
1642, cuando sir William Berkely llegó como gobernador, apenas tenía 8 000 habitantes. En los 35
años que duró la gubernatura de Berkely la región se transformó. El gobernador alentó la
inmigración de muchos miembros de la aristocracia que dejaron inglesa que dejaron Inglaterra a
raíz de la guerra civil o revolución puritana (1642-60). Fueron ellos quienes dieron a Virginia su
legado cultural. Reconstruyeron el mundo que habían perdido en Inglaterra, la vida del caballero
rural. Dos tercios de los caballeros que llegaron habían vivido en un triángulo de territorio en el sur
y el oeste de Inglaterra, que iba de Kent a Devon y al norte hasta Warwick. Si se añadían los
emigrantes de Londres al grupo regional, su proporción subía de dos tercios a casi tres cuartos.
Muy pocos llegaron a East Anglia y otras partes del país.
A la migración de caballeros se añadió el gran éxodo de gente de estratos sociales bajos,
también de la misma región geográfica, los condados de Gloucester, Somerset, Devon, Dorset,
Oxford, Brístol, etc. A través de los siglos la región había desarrollado su propia cultura: su lengua
y leyes eran de los sajones del oeste y no como las de la región puritana que descendía de
daneses. Su área rural estaba dividida en grandes plantaciones y dominada por un pequeño grupo
de propietarios; tenía un porcentaje menor de ellos que todas las otras regiones. También en
política era una región diferente puesto que siempre había sido leal a la corona. En cuanto a
religión, pertenecía a ala conservadora de la Iglesia anglicana. La devastación y la hambruna que
tuvo lugar durante la guerra civil, empujó a los pobres a dejar Inglaterra y a buscar en Virginia un
lugar afín. Ahí se convirtieron en empleados de los grandes señores de las plantaciones.
En las que fueron la primera y tercera colonias inglesas en Norteamérica se desarrolló un
mundo conservador, de anglicanismo ortodoxo, de grandes plantaciones al estilo inglés y de
profunda alianza con la Inglaterra rural del sur y oeste de la isla. Los viajeros que visitaron la
región, llamada del Chesapeake a finales del siglo XVII o principios del XVIII, la describieron como
un apéndice de Inglaterra. “Detestaban a todas las naciones, excepto a Inglaterra y despreciaban a
todas las razas, excepto la suya”. Ese desprecio se extendía hacia los llamados yankees, o sea los
habitantes de Nueva Inglaterra, y hacia los cuáqueros. Los de Virginia y Maryland se concebían
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como los verdaderos ingleses y la suya, la única región en la que persistía la cultura y el
refinamiento de la que llamaban “madre patria”. Diferían casi en todo de los puritanos y de los
cuáqueros: ellos no aspiraban a vivir siguiendo el modelo del Antiguo Testamento sino el de la
aristocracia rural inglesa. Al contrario de la ética de trabajo puritana y cuáquera, los sureños
buscaban “matar el tiempo”, de ahí su afición por el juego, las largas conversaciones y la
equitación. Maryland también tenía el mismo legado cultural. Ahí, desde su fundación, lord
Baltimore había alentado la migración de caballeros rurales ingleses, aunque posteriormente
llegaron miles de desposeídos; las bases culturales fueron muy parecidas a las de Virginia porque
además, económica y geográficamente, eran la misma región.
Las dos colonias se regían por el llamado “ciclo del tabaco” y por la mano de obra esclava.
Había sido precisamente en Virginia donde se había declarado esclavos a los negros llevados por
los comerciantes holandeses. El cultivo del tabaco ejercía una tiranía completa sobre las vidas de
los habitantes de la región de la bahía de Chesapeake. De ahí que mientras esperaban su cosecha
se dedicaran, como en las casas señoriales del sur de Inglaterra, a “matar el tiempo”. Sin embargo,
esa prerrogativa pertenecía a los dueños de las plantaciones; el tiempo de sirvientes y esclavos no
era de ellos sino de sus patrones y dueños. Aproximadamente un 10% de la población masculina
adulta era dueña de plantaciones, juntos eran propietarios de 50 a 75% de la productividad de las
dos colonias. Ese mismo patrón se daba en el sur y en el oeste de Inglaterra de donde ellos
provenían. Había mucho en común entre las dos regiones: ambas tenían una sociedad muy
desigual, idénticos patrones de establecimientos, agricultura de monocultivo, oligarquías poderosas
de grandes terratenientes, religión anglicana y hasta el mismo acento y peculiaridades en su habla.
Seis generaciones después de su fundación, los de Virginia y Maryland todavía consideraban que
la cultura inglesa era una herencia formidable que había que pasar a las siguientes generaciones.
En cuanto a su arquitectura, tanto las granjas como las casas señoriales se construían según sus
tradiciones. Por ejemplo, el gran recibidor situado en el centro de la mansión era algo generalizado
en las casas señoriales del sur y oeste de Inglaterra durante el siglo XVII al igual que los jardines,
terrazas y estanques.
Quizá la característica más notoria de los de Virginia y Maryland fue la idea de lo que debía
ser una familia. Al contrario de los de Nueva Inglaterra y de los cuáqueros, que consideraban ideal
una familia nuclear, ellos llevaron a las colonias la tradición de una familia patriacal. El orgullo de
familia era su pasión, al igual que sucedía entre los caballeros rurales ingleses del sur y oeste de la
isla. Su unidad de residencia era su casa, pero su unidad de asociación era la familia que, la
mayoría de las veces, vivía en la misma región. Llevaron a las colonias la costumbre de los
cementerios familiares .y preservaron la hospitalidad que había hecho famosos a los caballeros
rurales ingleses. El “viejo sur”, como llaman a esa región de la bahía Chesapeake, continúa siendo
hasta ahora la parte más parecida a la Inglaterra rural.
LOS ORÍGENES DE LA MIGRACIÓN DEL ESTE DE INGLATERRA
Estudios recientes muestran que la mayoría de las familias de Nueva Inglaterra emigraron
de la región de Haverhill (Norfollc, Suffolk, Essex, Hertford, Cambridge, Huntington y Lincoln),
condados al sureste de Inglaterra, en el área conocida como East Anglia. La mayoría pertenecía a
la clase media, muy pocos eran aristócratas. Había artesanos, profesores, comerciantes, doctores,
granjeros, magistrados, artesanos especializados y aquellos llamados gentry, o sea, la clase social
inglesa que iba entre la media y la aristocracia.
La mayoría de los emigrantes puritanos6 llegaron con sus familias. De un grupo de 60,
88% viajaba con parientes y 73% como parte de familias emparentadas con los demás.
En el siglo XVII, época de su inmigración, la región de East Anglia era la parte más urbanizada de
Inglaterra y la de mayor densidad de población. Su centro poblacional, Norwich, era la segunda
ciudad del país donde abundaban los centros textiles, en especial de lana ligera. Sin embargo, las
guerras con España y Francia (1625-30) habían dañado su comercio y proliferaban la pobreza y el
desempleo justo en los años que precedieron a su emigración.: No obstante, la gran mayoría de los
que emigraron lo hicieron por razones religiosas.’
La doctrina calvinista penetró en Inglaterra desde tiempos de Isabel. Ganó tantos adeptos
que, para 1572, un grupo de reformadores intentó legalizar la nueva religión en la Cámara de los
Comunes. La reina se opuso insistiendo en que la única Iglesia debía ser la anglicana.
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Desde ese momento, los ingleses calvinistas decidieron llevar a cabo una serie de
reformas y se convirtieron en el ala radical que buscaba suprimir todo aquello que tuviera sabor a
catolicismo dentro de la Iglesia de Inglaterra. Por este motivo, a los calvinistas ingleses se les llamó
puritanos y como tales, han pasado a la historia. Poco a poco lograron infiltrar muchas de sus
doctrinas en el seno de la Iglesia oficial. En 1603, con la llegada de Jacobo 1 al trono, los puritanos
recibieron órdenes reales: obedecer a la jerarquía anglicana o salir del país. El rey, aunque de
creencias calvinistas, prefirió respaldar a la jerarquía que alentaba el desarrollo de la autoridad
real. Así, quienes no acataron las disposiciones tuvieron que dejar Inglaterra; los que se quedaron
continuaron su labor de infiltración. La Congregación de Leyden se trasladó a Holanda y de ahí
surgió el primer grupo calvinista que llegó a Norteamérica en 1620.
Nueve años después de la llegada de los peregrinos a Plymouth, un segundo grupo, esa
vez ya de calvinistas no separatistas, tuvo que dejar Inglaterra. Desde la conferencia real de 1604,
sus ideas habían ganado influencia, pero la hostilidad del clero anglicano había aumentado.
Durante veinticinco años se intentaron diversas tácticas para debilitar al puritanismo pero todo fue
en vano. Los puritanos trabajaban en el seno de la Cámara de los Comunes para conseguir la
conversión de más miembros y, eventualmente, obtener la legislación de su religión. El peor golpe
lo recibieron en 1628 cuando Carlos I decidió abolir el Parlamento. Se dieron cuenta de que la
persecución política iría acompañada de la religiosa. Un año después, el arzobispo de la Iglesia
anglicana, gran amigo del rey, inició la represión. Una fuerte depresión económica terminó por
decidir a un grupo puritano de abogados, profesores y ricos comerciantes a salir de Inglaterra. Se
consideraban elegidos por Dios para crear una comunidad ejemplar encargada de regenerar al
mundo. Eran hombres de negocios, muy seguros de su misión y acostumbrados a tener autoridad.
Sus ideales eran glorificar a Dios por medio del trabajo y vivir una vida honesta y prospera, ya que
el triunfo en la profesión era signo de eleccion divina. En marzo de 1630 empezó el éxodo, llamado
la Gran Migración, a las costas de Massachusetts. Antes de finalizar el año llegaron más de 1 000
colonos, y se estima que, en diez años, la población de emigrados llegó a los 20 000.
Por razones de cantidad y calidad, los calvinistas que llegaron a Nueva Inglaterra, los
presbiterianos escoceses y los reformados holandeses, fueron los grupos de más influencia en la
formación de los Estados Unidos. A través del estudio de su historia, se ha insistido en que el
espíritu puritano fue el más determinante en la cultura norteamericana. Admiradores y opositores
concuerdan en que la herencia puritana es la base de la conciencia nacional. No se puede
comprender la historia de Estados Unidos y la de sus relaciones con otros países si se desconoce
esa herencia. No hay verdad más evidente que el hecho de la influencia calvinista. Las actitudes
norteamericanas hacia el ahorro y el triunfo, hacia el trabajo y el ocio son amplia muestra de esa
verdad.
En la Inglaterra del siglo XVII la región de East Anglia era considerada como diferente a las
demás. Su fácil acceso al mar y su dedicación a los textiles formaron fuertes lazos económicos y
culturales con Holanda. De ese país recibió comercio, inmigración, arquitectura, religión y cultura.
La región fue excepcional en su desarrollo educativo y era alto el grado de preparación cultural. Un
historiador inglés los describió así: “Tendían a ser secos, tercos, con gran aprecio por el argumento
y el litigio, profundamente puritanos en religión. La imagen no era universal [...] pero era el tipo al
que la mayoría tendía a parecerse.” Al emigrar, su cultura enfatizó lo conservador porque querían
continuar sintiéndose en East Anglia. Hasta en cuestiones arquitectónicas lo demostraron: a pesar
del cambio geográfico, continuaron edificando con las mismas técnicas utilizadas por sus
antepasados.
Los fundadores de Nueva Inglaterra también continuaron con sus formas especiales de
pensar en cuanto a la vida familiar, porque las veían como la manera de llegar a Dios. Eran tribales
porque se creían el pueblo elegido y santos predestinados a mejorar el mundo. Su lema era
“seremos como la ciudad sobre la montaña, la mirada del mundo estará sobre nosotros”. De ahí
que ese grupo selecto fuera el único que requería a sus inmigrantes varias cartas de
recomendación. La gran migración terminó en 1640, cuando la guerra civil estaba por empezar; sin
embargo, los índices de natalidad entre ellos fueron tan altos que en 1700 eran 100 000, en 1 800
llegaron a 1 000 000, a 6 000 000 en 1900 y, en 1988, alcanzaron el número de 16 000 000,
descendientes todos de los 21 000 inmigrantes que llegaron a Massachusetts de 1629 a 1640.
Además, fundaron varios estados y ciudades: el norte de Nueva York, Búfalo, Cleveland, Chicago,
etcétera.
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De todas las características puritanas, las que más marcaron el carácter nacional fueron su
dedicación al trabajo como manera de glorificar a Dios, llamada después ética del trabajo, su
absoluta creencia en ser elegidos de Dios y su insistencia en la necesidad de la preparación
profesional, porque el hombre puritano se sentía elegido por Dios para transformar el mundo; como
tal debía ser industrioso, pues, según su ideología, ésa era la única manera de glorificar a Dios y
obtener el éxito indispensable para considerarse salvado. Lutero escribió que trabajar era orar y los
calvinistas añadieron que sus fieles debían ser miembros provechosos para la comunidad. Esa
obsesión por el trabajo fue uno de los pilares de la comunidad puritana original. En una mente
desocupada andaba el diablo, decían. Sus principios básicos eran trabajo y piedad, por lo que la
ley contra la pereza era severa, una de las más drásticas de su código. Se multaba con dos
chelines y medio al que se quedaba más de una hora en la taberna durante el tiempo de labor. Al
perezoso se lo azotaba. Si no cambiaba de proceder se lo llevaba, azotándolo, hasta los confines
de la aldea en donde las autoridades del poblado lo esperaban para continuar los azotes hasta que
jurara trabajar.”
Aun cuando todas las regiones culturales de las colonias norteamericanas impulsaron la
educación formal, fueron los puritanos quienes fundaron cuatro universidades (igual número que el
total del resto de la colonia), las cuales vincularon a las comunidades al pedirles que contribuyeran
a su subsistencia. El más alto desarrollo intelectual de las colonias tuvo lugar en Nueva Inglaterra,
al igual que East Anglia fue la región más cultivada después de Londres.
Vinculado a su sentido del trabajo como manera de glorificar a Dios, estaba su concepto del
tiempo. Para los puritanos, la pérdida del tiempo era una ofensa criminal. Sus diarios están llenos
de los inicidentes en que castigaban a las personas perezosas. Consideraban que perder el tiempo
era una profanación. Sus descendientes conservaron su obsesión por el reloj aun cuando
cambiaron su finalidad hacia cuestiones materiales. A mediados del siglo XVIII Benjamín Franklin
acuñó la frase Time is money (el tiempo es dinero) que pasó a formar parte de la herencia cultural
de todo un país. Fue uno de los puritanos quien inventó el reloj despertador y el cambiar la hora
para aprovechar la luz del sol. Su obsesión era tal que sus casas estaban orientadas hacia el sur,
en la línea del sol y sus fachadas constituían un reloj de sol gigante con las horas incrustadas en
tablas alrededor de la puerta para que todos pudieran seguir la marcha del tiempo»
Otro componente de la cultura del grupo llegado de East Anglia fue su sistema de orden
social. Entre los puritanos, el orden era una obsesión pero lo definian como “una condición donde
todo se ponía en su lugar y se mantenía ahí por la fuerza si eso era necesario. De ahí que en el
sistema puritano el orden y la fuerza iban juntos. Su régimen combinaba el orden colectivo y la
violencia institucional a un alto grado. Para que todos estuvieran ordenados se instituyó una
autoridad que los vigilara y esforzara: recogía impuestos, organizaba elecciones, recuperaba
animales y objetos perdidos, vigilaba a los inmigrantes, arrestaba a las personas que iban en
contra de las costumbres, llamaba al pueblo a juntas, etcétera. Era el encargado de que todo
marchara ordenadamente y para eso leía las leyes a cada familia, por lo menos una vez cada tres
meses. La pasión por el orden fue otro gran legado puritano al país.
Su manera de entender la riqueza constituyó también una diferencia fundamental con el
mundo católico y latino. Calvino fue el primero de los reformadores protestantes en romper con la
prohibición católica de la usura. Llegó a esa postura por ser jefe de una comunidad burguesa que
vivía del comercio. Justificó toda actividad económica que se llevara a cabo bajo la vigilancia de la
Iglesia calvinista. Calvino escribió: “¿Hay alguna razón para que las ganancias derivadas de los
negocios no sean mayores que las que se obtienen por la propiedad de la tierra?”
El que podía ser rico y no lo era, pecaba. El hombre debía acumular riquezas para Dios,
pues era su administrador. Sin embargo, Calvino era muy estricto en cuanto al disfrute de la
riqueza. Lo mismo que el hombre debía trabajar, el dinero ganado debía permanecer activo
mediante inversiones productivas. La ostentación y los gastos superfluos estaban prohibidos.
Como nota final vale consignar que el inglés de los pobladores de East Anglia tenía ciertas
peculiaridades y un acento que lo distinguía del resto de la isla. Lingüistas contemporáneos han
identificado su legado cultural! ¡Hastá por el acento! Igualmente sucedió con las siguientes
migraciones, para siempre su habla dejó marcada a la región.
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CUÁQUEROS
El tercer gran éxodo de ingleses hacia la colonia de Norteamérica fue el de los cuáqueros, entre
1675 y 1715. Este grupo se llamó en realidad “Sociedad de Amigos”, pero sus detractores lo
apodaron cuáqueros (quakers) haciendo mofa del lema de su fundador que instaba a la gente a
“temblar” (quake) ante el poder de Dios.
Aun cuando individuos de su religión ya habían llegado antes a las colonias, eran
migrantes individuales que habían sido juzgados como herejes y expulsados de Massachusetts y
Virginia. Entran gran parte, su migración se debió a motivos religiosos porque eran severamente
perseguidos en la Inglaterra de finales del, siglo XVII. Para entender su cultura hay que enumerar
algunas de sus características religiosas: repudiaban tanto el puritanismo (calvinismo) como el
anglicanismo y se basaban en la “luz interna” que recibían todos sus adeptos. Sus creencias se
identificaban totalmente con el Nuevo Testamento y con la idea de que el hombre se salvaba a
través de un proceso de conversión espiritual y no de predestinación como los puritanos.
Repudiaban los sacramentos, ceremonias, iglesias, clérigos, ordenaciones y limosnas.Su sociedad
se organizó como una estructura compleja de juntas y una disciplina colectiva que regulaba toda la
vida de sus fieles. Como los puritanos, los cuáqueros insistieron en la necesidad de la educación
pero sólo para que sus fieles pudieran leer la Biblia.
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Casas de Nueva Inglaterra, edificadas según la arquitectura de East Anglia de alrededor de
1600
Quizá la característica que más los definió fue su rechazo a la guerra: ninguno de ellos
podía tomar las armas ni en defensa propia. Su ideal era crear una sociedad sin jerarquías en la
que todos fueran iguales y en donde reinaran el amor y la justicia.
Sus comunidades eran fuertes, ascéticas, con propiedad privada, igualdad, simplicidad,
ética del trabajo (como los puritanos) y creían en la importancia de la familia. También eran
hospitalarios y carentes de prejuicios hacia los extranjeros. De ahí que desde el principio dieran la
bienvenida a gran número de franceses, holandeses, alemanes, escandinavos y escoceses. Todas
las sectas protestantes pudieron vivir y desarrollarse en las regiones cuáqueras. Para 1760 los
cuáqueros ingleses eran una minoría y la región en la que se habían localizado se había convertido
en un mosaico cultural. Sin embargo, todos esos grupos étnicos compartían características
culturales afines.
Los hombres y mujeres cuáqueros procedían generalmente de estratos sociales bajos,
eran labradores, tenderos, empleados y algunos, artesanos. Emigraron de toda Inglaterra pero,
sobre todo, de la región del norte, de los condados de Cheshire, Lancashire, York, Derby,
Nothingham y Gales. Muy pocos llegaron del sur y del oeste y ninguno de East Anglia. El norte de
Inglaterra y la región de Gales eran las partes más rurales del país, con baja densidad demográfica
y mucha pobreza; su población se componía de pequeños granjeros y pastores. Durante el siglo
XVII la región tenía reputación de ser peligrosa, independiente e igualitaria. Su gente vestía austera
y pobremente y su cultura era sencilla. Todas estas características se convirtieron en la base del
cuaquerismo. Seguramente porque fue ahí donde apareció George Fox, su fundador: que era de
esa región. Su gran discípulo fue William Penn, hijo de un hombre con mucha influencia en la corte.
En señal de gratitud Carlos II le otorgó tierra en América del Norte.
La última de las donaciones hechas por el rey Carlos 11(1666) fue la otorgada a William
Penn quien ansiaba fundar un refugio para sus correligionarios, los cuáqueros. Reclamó al rey la
donación de tierras entre Nueva York y Virginia, hecha a su padre en pago de un préstamo.
Al igual que los puritanos, Penn se propuso hacer un “experimento santo” que sirviera de
modelo a la humanidad: recibió gente de todas las nacionalidades y aceptó todos los credos
religiosos. Asimismo, en una época en la que en Inglaterra se castigaban más de doscientos
crímenes con la muerte, Penn sólo consideró como crímenes capitales el asesinato y la traición.
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Su arquitectura reflejó su origen al igual que la de los puritanos y los del Chesapeake: las
granjas se construyeron con piedra gris-café como las del norte de Inglaterra. Los métodos de
construcción fueron exactamente los mismos, con pequeños cambios necesarios en la nueva
tierra.
Sus ideas acerca de la familia eran también diferentes a las de los puritanos y los de
Chesapeake. Aun cuando muchos padres continuaban insistiendo en la obligación de la obediencia
de sus hijos, la mayoría de los. Cuáqueros pensaba que la familia era un conglomerado de
personas iguales ante los ojos de Dios. En sus casas, todos, sirvientes, patrones y hasta los
negros se sentaban a comer juntos. Generalmente eran el marido y la mujer unidos los que
decidían todo.
Su manera de ver el matrimonio también difería de la de sus compatriotas tanto del norte
como del sur. Debía ser entre cuáqueros y unión de amor; generalmente se casaban ya mayores.
Sus rituales diferían en muchos detalles de los demás de la Nueva Inglaterra y el Chesapeake. Le
daban gran importancia a la decisión femenina ya que, entre los cuáqueros, las mujeres eran
iguales a sus esposos. Ese aprecio por las mujeres no procedía solamente de su interpretación de
la Biblia, sino, según muchos historiadores, de la ascendencia escandinava de los habitantes del
norte de Inglaterra, región en donde el credo cuáquero había surgido. En la cultura escandinava las
mujeres tenían un estatus social alto, con todos los derechos legales. Sus tradiciones alababan la
fortaleza femenina por lo que trataban a las mujeres como iguales a los hombres ya que la doctrina
cuáquera sostenía que las almas no tienen sexo.
En cuanto a su uso del tiempo, los cuáqueros y los puritanos tenían mucho era común.
Ambos pensaban que era una oportunidad para glorificar a Dios pero había diferencias: los
cuáqueros creían en la maldad de una idolatría del tiempo. Juzgaban que el absorberse en los
asuntos de este mundo era perder de vista lo más importante, el amor de Dios. No creían que se
debía dar cada minuto del día a los negocios.’
Su actitud hacia la educación superior también provenía de sus orígenes. En las regiones
centrales del norte de Inglaterra, la gente humilde que se hizo cuáquera miraba con sospecha a las
instituciones educativas por considerarlas extranjeras. De ahí surgió su falta lnterés en las
universidades aunque sus escuelas tenían y tienen un alto nivel académico
LOS ESCOCESES-IRLANDESES
La cuarta gran migración desde la Gran Bretaña fue de irlandeses y escoceses-irlandeses
como llamaban al grupo de personas que gobierno inglés había llevado a Irlanda con la intención
de crear un bastión de protestantismo en una isla ferozmente católica; en menos de cincuenta años
había llevado 100 000 de ellos al norte de Irlanda.
El grupo llamado “escoceses-irlandeses” pertenecía a 1, Iglesia presbiteriana o calvinista
establecida en Escocia a mediados del siglo de inmigrantes. ‘‘La víspera de la celebración del
centenario de la inauguración de la estatua de la libertad, en el verano de 1986, una encuesta
mostró que el 49 % del público norteamericano quería que se redujera la inmigraciónt129,. De ahí
que, cuand6’ se persiguió a los calvinistas ingleses (1620- 1642), también ellos fueron, perseguidos
en un afán de volverlos ‘fieles a la Iglesi4 anglicana. Las restricciones religiosas se convirtieron en
violaciones a sus derechos civiles cuando se les prohibió pertenecer tanto al ejército como a la
marina y trabajar en la aduana y en los juzgados. Se abolió su derecho a tener escuelas calvinistas
y se los gravó con un fuerte impuesto para mantener a la Iglesia de Inglaterra. A lo anterior se
añadió un problema económico: se impusieron restricciones a sus manufacturas de lana, vidrio,
lino y barcos. A esas medidas arbitrarias se agregó, en 1670, la prohibición de comerciar con las
colonias norteamericanas. En 1704 se los excluyó de todos los puestos públicos y se declaró
inválidos todos los matrimonios celebrados en iglesias presbiterianas.
Todos esos factores se combinaron para empujarlos hacia las colonias inglesas del Nuevo
Mundo. Después de obtener la entrada a Massachusetts y ser rechazado su permiso, los
escoceses-irlandeses se dirigieron a Pensilvania. Filadelfia, su capital, se convirtió en el centro
distribuidor de escoceses-irlandeses a todas las partes de las colonias pero, sobre todo, a sus
fronteras. La gran migración tuvo lugar entre 1714 y 1720 en que cincuenta y cuatro barcos
llegaron a Nueva Inglaterra; un número igual desembarcó en los puertos de Delaware, Maryland y
Carolina del Sur. Se estima que antes de la Independencia (1776) habían llegado entre 150 y 200
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000 escoceses-irlandeses o irlandeses, como los llamaban en las colonias erróneamente, ya que la
gran migración irlandesa no tendría lugar sino hasta principios del siglo XIX.
El escocés-irlandés fue el típico hombre de frontera: audaz, valiente, democrático, muy
individualista, irritable, hostil hacia los indios y un opositor crónico a la autoridad. A esas
características se añadían las de ser peleonero y prejuicioso. Como buen calvinista era dogmático
y exclusivo en materia de religión “lo que lo llevaba a enfatizar más la ética del Antiguo Testamento
que la del Nuevo
La mayoría de los migrantes eran descendientes de habitantes del norte de Inglaterra,
específicamente de la región fronteriza con Escocia o de la frontera de esa provincia con Inglaterra.
Esa región incluía sus condados: Cumberland, Westmoreland, partes de Lancashire,
Northumberland, Durham y partes de York. Del lado escocés incluía cinco condados. Los que
emigraron a las colonias llegaron directamente del norte de Irlanda, de la región de Ulster. Su
proximidad a su tierra de origen los había mantenido en estrecho contacto cultural con sus
habitantes.
Estudiosos de la región concuerdan en que la frontera inglesa-escocesa derivó su carácter
cultural de las constantes luchas entre Inglaterra y Escocia por la posesión del área fronteriza.
Hasta mediados del siglo XVIII la región nunca tuvo más de cincuenta años de paz. El efecto
cultural de la violencia fue un clima de temor que continuó durante los periodos pacíficos. Además,
creó un, sistema social y económico diferente al del resto de Inglaterra durante años los campos no
se ‘cultivaron y la pobreza y la violenclia crearon un círculo vicioso, repetido en el norte de Irlanda
cuando los llevaron ahí. Este creó a su ve una sociedad, cerrada, conservadora, dogmática,
centrada no sólo en la familia sino en el clan, al que pedían lealtad ilimitada. Como es sabido, la
violencia engendra violencia, por lo que una de las características de la sociedad escocesa-
irlandesa fueron los pleitos, discusiones y asesinatos perpetrados por hombres que creían en la
“ley del Talión” del Antiguo Testamento. Creían que, en ausencia de un órgano de orden y
jerarquía, el jefe del clan y sus hijos debían encargarse de hacer justicia. De la frontera escocesa e
inglesa trajeron el proverbio “cada hombre debe ser el sherif de su hogar” que los llevó a organizar
grupos de “vigilantes” que nada tenían que ver con el gobierno de la región. De ahí surgió la
costumbre de linchar a los acusados de algún crimen sin darles oportunidad de juicio. En cambio,
sus compatriotas del norte y de la región del Chesapeake, lo mismo que los cuáqueros, tenían un
gran respeto por la ley y por las autoridades que ellos habían elegido porque así había sido el uso
en sus regiones de origen. De ahí que la tradición de violencia persista en las regiones
norteamericanas que ellos colonizaron.’
Entre las costumbres que llevaron a las colonias norteamericanas estaban sus actitudes
hacia el trabajo y la guerra. “Donde la ética guerrera es fuerte, la ética del trabajo es débil.”19
Cierto, su manera de trabajar parecía indolente pero era en realidad solamente diferente. Dados
los ciclos de violencia en que vivían habían desarrollado técnicas de campo diferentes, en las que,
mientras trabajaban los círculos internos de una labor, dejaban los externos sin cultivar porque
eran, precisamente, los que pisaban los caballos de los partidos en guerra.
Los escoceses-irlandeses también se distinguieron de las otras migraciones en su manera de
pensar sobre el tiempo. Su ritmo de vida difería de los puritanos, los de Chesapeake y los
cuáqueros. En vez de creer, como los de Nueva Inglaterra, que había que aprovechar el tiempo
hasta el último minuto, los escoceses-irlandeses tenían una idea fatalista: había que dejar pasar el
tiempo como venía, sin manejarlo ni controlarlo, dejando que pasara “lo que tenía que pasar”. De
ahí que muchos los tildaran de perezosos.
El orden prevaleciente en la frontera inglesa-escocesa también fue llevado a Estados
Unidos. No sólo era violento sino antidemocrático, porque era el gobierno de los jefes de los
clanes. El sistema político que organizaron, en las regiones norteamericanas donde se
establecieron era poco estructurado No celebraban juntas locales como los de Nueva Inglaterra, ni
establecían comisiones, como los de Chesapeake. Sencillamente, los jefes se reunían para dictar
las leyes, justas o injustas, que debían regir a su comarca. De ahí que la deslealtad se considerara
como el mayor pecado aun en la política.
Sus conceptos de libertad también diferían de los de sus compatriotas de Massachusetts,
Virginia y Pensilvania De la frontera inglesa-escocesa llevaron la idea de que la libertad debía ser
natural y, por lo tanto, de que nadie podía infringirla. En consecuencia eran hostiles hacia las
instituciones de gobierno cuando creían que restringían su libertad personal. De manera
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consistente defendieron los principios de poco gobierno, pocos impuestos y el derecho de oponer
resistencia a la autoridad en los casos en que se restringiera su libertad. Pero su idea de
libertad natural no era recíproca porque no reconocía el derecho de estar en desacuerdo.
Raramente toleraban desviaciones de sus normas y suprimían la oposición por la fuerza. Un
estudioso de sus costumbres así los describió: “Parece ser más difícil para un escocés- irlandés
que para otros hombres, el permitir una diferencia honesta de opinión; para él oponente es
sinónimo de mi’ Es grande el número de norteamericanos famosos descendientes de los
escoceses-irlandeses: James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson,
séptimo presidente, Alexander Graham BeIl, inventor del teléfono, etcétera.
Su tenacidad, firmeza y determinación, su valentía y autoconfianza fueron elementos
básicos en el importante papel que jugaron en la política, ya que varios presidentes y
representantes fueron descendientes de escoceses-irlandeses. Nueve de los firmantes de la
Constitución en 1792 eran graduados de la Universidad de Princeton, constituyendo la contribución
escocesa-irlandesa más importante a la educación superior norteamericana.
A mediados del siglo XVIII, cuando se empezaron a desarrollar las factorías de hierro, los
escoceses-irlandeses entraron a esos trabajos, para lo cual muchos de ellos se mudaron desde
otros lugares de Norteamérica o desde Irlanda, a la región entre Carolina del Norte y Nueva
Inglaterra, donde estaban las fundiciones y herrerías. Su espíritu indómito los llevó a colonizar las
regiones más apartadas de las colonias. caracterizaron por su hostilidad al gobierno inglés y a toda
actitud centralista de las autoridades coloniales
INMIGRANTES FORZADOS: LOS ESCLAVOS NEGROS
La “inmigración” africana a las colonias inglesas de Norteamerica tuvo lugar durante poco
más de dos siglos y fue un fenómeno constante a lo largo del periodo colonial. Los primeros negros
de los que se tiene noticia llegaron a Virginia en 1619 como sirvientes escriturados. Fue ya entrado
el siglo XIX que se prohibió el comercio de esclavos, finalizando la “inmigración” africana. Para
entonces ya las colonias se habían independizado de Inglaterra.
La “inmigración” africana no fue un fenómeno voluntario sino un traslado forzoso de seres humanos
de un continente a otro. Sin embargo, esto no impidió que la llegada de africanos aportara rasgos
culturales a las colonias. Su forma de adaptación muchas veces fue determinada por la esclavitud,
pero aun en estas condiciones, importantes tradiciones africanas continuaron existiendo.
El origen de los africanos que llegaron a las colonias fue variado. Asimismo, había gran
diversidad de características culturales, económicas y sociales y mucho más profundas que en el
caso de los ingleses. El oeste de África, principal zona de origen de los “inmigrantes”, había sido el
componente de tres importantes reinos en sucesión: Ghana, Mali y Sudán; el último sobrevivió
hasta el siglo XVII.
Ghana o Costa de Oro estaba formada por una confederación de poblaciones y contaba
con una complicada organización política. Su sociedad era estratificada, con la nobleza en el
vértice de la misma y los trabajadores agrícolas en su base. Había también un grupo de
comerciantes, que recorrían la zona intercambiando productos. Para el siglo x Ghana fue
alcanzada por la influencia del Islam, propagada por los árabes y la mayoría de los habitantes se
convirtió gradualmente a esta religión. Para finales del siglo XI, Ghana entró en una etapa de
decadencia económica, debido a una serie de sequías; esto la convirtió en presa fácil para los
invasores de distinto origen que la atacaron durante los siguientes siglos, acabando con su
poderío.
Dentro de los grupos de Ghana que llegaron a América estaban los koromantinos, fantees
y minas, condicionados por la guerra desde la infancia. Eran de mente despierta y de robusta
constitución física, La esclavitud no terminó con su apego a la libertad y por ello, resultaban
peligrosos en las plantaciones, donde se constituían en líderes e instigadores de levantamientos.
Sin embargo, sus características físicas los convertían en buenos trabajadores agrícolas.
Mali sustituyó a Ghana como el reino más poderoso del oeste. Para el siglo XIII alcanzó
alto grado de organización política. La mayoría de la población se había convertido al Islam y las
peregrinaciones la Meca propiciaron un mayor comercio. A pesar de esto, la agricultura continuó
siendo la principal actividad del reino aunque otros sectores de la población se dedicaban a
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actividades artesanales, como el trabajo en piedra y madera. Hubo también explotación de aúnas
pues existían ricos yacimientos de oro.
Para el momento de la decadencia de Mali en el siglo XV, Sudán estaba ya listo para tomar
el liderazgo en el oeste. Sudán estuvo largo tiempo sometido a la voluntad de Mali, pero a finales
del siglo XV realizó importantes conquistas en la región del Niger y dominó incluso al reino de Mali.
Las conquistas y ascenso de Sudán como el reino más importante del oeste continuaron hasta
mediados del siglo XVI. Para entonces Sudán contaba con una eficiente organización política, la
mayoría de las provincias llevaban a cabo un intenso comercio y se estableció un sistema uniforme
de pesas y medidas. La educación también prosperó consolidándose una cultura característica.
También hubo un gran interés por promover el islamismo, religión practicada podria gran mayoría
La población se dedicaba, por lo general, a la agricultura, pero grupos de comerciantes y artesanos
también trabajaban madera y piedra. Las sociedades africanas contaban con diferentes recursos
naturales y la fertilidad del suelo variaba de una zona a otra. Algunos grupos, como los
mencionados, se dedicaban principalmente a la agricultura. Otros eran guerreros o cazadores-
recolectores, que se limitaban a sobrevivir de los recursos de la zona, sin desarrollar trabajos
agrícolas o artesanales. Estas características básicas influyeron en la forma en que los africanos
se adaptaron al régimen de esclavitud.
Además de los grupos provenientes de los reinos mencionados, otros grupos de africanos
identificados fueron los mandingos y foulahs, del área de Senegal. Eran de facciones finas,
parecidas a las blancas, altos y bien proporcionados. Muchos dominaban el árabe, de ahí que
resultaron poco adecuados para las faenas agrícolas, siendo en cambio excelentes sirvientes
domésticos además de eficientes en la vigilancia de destilerías y almacenes.
De lo que hoy es el este de Nigeria llegaron los igbos o ibibios. Eran empecinados y agresivos, con
frecuencia se suicidaban. Sus mujeres eran superiores a otras mujeres africanas, siendo casi tan
fuertes como los varones. Se creía que si desde un principio se los trataba bien, resultaban buenos
esclavos.
De la región de Dahomey llegaron nocos, gaboneses, popos, andras y chidaws. Los popos
eran considerados entre los mejores esclavos. Los chidaws tenían aún mejor reputación. Los
gaboneses, en cambio, “por perezosos”, resultaban los peores esclavos para las plantaciones. Al
principio del comercio de esclavos éstos baratos y muchos capitanes los compraban; pero debido,
a frágil, constitución, muchos morían durante la travesía o poco despues del desembarco y los que
sobrevivían enfermaban frecuentemente. Todo eso provocó que se los vendiera, faIseando sus
orígenes.
Los esclavos procedentes de reinos menores como el Congo y Benin, sobresalían en el
trabajo de los metales, el tejido y la cerámica. Resultaban, en opinión de sus amos blancos, poco
aptos para la agricultura pero excelentes artesanos. Muchas de las actividades desarrolladas por
ellos en África pudieron así sobrevivir y florecer en las colonias inglesas. Según su lugar de origen,
los colonos sabían cuáles serían sus habilidades; por tal razón, los capitanes de los barcos
anunciaban siempre la región de la cual procedían sus cargamentos.
La familia era una institución de gran importancia en su sociedad, pues se agrupaban en
clanes que reconocían un antepasado común.
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Los clanes llevaban a cabo en forma común actividades como la agricultura, la recolección
y el comercio así como los asuntos religiosos y bélicos. La poligamia era practicada con
anterioridad al Islam, el cual limitó el número de esposas a cuatro. Cuando se llevaba a cabo el
matrimonio, el esposo debía indemnizar a la familia por la pérdida de un miembro, aun cuando la
esposa no se integraba a la familia del marido.
Hay evidencias de estratificación en las sociedades africanas. En el vértice estaban el rey y
la nobleza, que procedían de clanes de reconocido renombre. Después seguía un gran grupo de
trabajadores sin abolengo y finalmente, un sector más bajo carente de derechos políticos o
sociales. Había además esclavos, prisioneros de guerra y marginados sociales. El tipo de trabajo
realizado por cada clan contribuía a incrementar o disminuir su prestigio. El trabajo de la tierra era
considerado el más ennoblecedor de todos.
La esc1avitud africana era de carácter referían a su amo como “padre y a su vez eran
llamados niños” por aquél. En muchas ocasiones los esclavos conservaban ciertos derechos; por
ejemplo, en Guinea, los esclavos sólo podían ser vendidos por graves ofensas, tenían sus propias
parcelas y/o derecho a una proporción del producto de su trabajo. Podían casarse y sus
descendientes tenían derecho a heredar. En muchos casos se les daba la libertad a los hijos de los
esclavos,., El comercio de esclavos afectó profundamente a las sociedades con las que entró en
contacto. Proporcionó ingresos a las naciones que lo patrocinaban, pero también involucró a
algunos sectores específicos de la sociedad africana. Estos pronto se volvieron económicamente
dependientes de dicha actividad. Así, los negros capturados, no sólo tenían que resistirse al
traficante, sino a miembros de su propia raza y sociedad convertidos en sus enemigos por causas
económicas.
Esta falta de unidad y conciencia de raza y origen entre los africanos, ante la amenaza de
secuestro y esclavitud, contribuyó a mantener un flujo humano constante de continente a
continente. Aquellos sectores de la sociedad africana que resultaron beneficiados por el comercio
de esclavos —especialmente reyes y mercaderes— fueron quienes más se resistieron a las
disposiciones de algunas naciones europeas encaminadas a poner fin al comercio de esclavos.
El tráfico de esclavos se enfrentó, desde el momento de la captura de individuos, a la
resistencia de éstos. Los esclavos eran llevados en
“cuerdas” humanas, o sea, atados unos con otros por el cuello, hasta la costa donde eran
embarcados en una forzosa emigración. Muchos negros, en la creencia de que la muerte les
pemitiría regresar a su lugar de origen, se suicidaban arrojándose por la borda o bien languidecían
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de hambre hasta morir Las sublevaciones y revueltas a bordo de las embarcaciones fueron
frecuentes. Sin embargo, estas manifestaciones sólo contribuyeron a incrementar la violencia de su
transportación. Los traficantes adoptaron métodos drásticos para controlar a sus renuentes
pasajeros y mantener el valor de la “mercancía”. Los esclavos eran hacinados al tratar de
transportar el mayor número posible para compensar el porcentaje, algunas veces sumamente alto,
que no sobrevivía la travesía.
Una vez desembarcados, se procedía a la distribución del cargamento. Aquí el inmigrante
africano se veía separado de la mayoría de sus compañeros de viaje, de conocidos y familiares
que hubiesen compartido su suerte hasta entonces. Los compradores potenciales examinaban a
los esclavos subastados como si se tratara de ganado. Sin reparar en vínculos familiares, adquirían
aquellos que consideraban de mayor utilidad según sus particulares intereses.
Las diferencias regionales entre las colonias inglesas influyeron en el entorno de los diferentes
inmigrantes africanos. En las colonias del norte, los esclavos funcionaron, sobre todo, como
sirvientes domésticos, y aunque hubo durante el periodo colonial un grupo reconocido de negros
libres, éstos no gozaron de igualdad; se encontraron en permanente peligro de ser secuestrados y
vendidos sin posibilidad de demostrar su condición.
La esclavitud en el sur fue muy distinta. No fue una institución establecida en los proyectos
coloniales. Sin embargo, cuando se convirtió en base del engranaje económico de la zona, se
procedió a legislar al respecto, convirtiéndola en una institución indispensable para la organización
de la economía. Las leyes que reglamentaron la esclavitud fueron emitidas entre 1660 y 1669.26
Su intención era establecer la más radical segregación racial. Se castigaba severamente a las
mujeres que sostuviesen relaciones con esclavos Se consideraba esclavos a todos los hijos de
madre esclava, sin importar si el padre era blanco. — Aumentó también la violencia en el castigo
de rebelión o fuga. A la circunstancia de que poco tiene que perder un individuo que no es dueño
de su propia persona, se añadía el maltrato físico, siendo la higa castigada con la mutilación e
incluso con la muerte.
Las leyes que institucionalizaron la esclavitud fueron una respuesta a la creciente
dependencia desarrollada por la economía sureña de la mano de obra esclava. Además, para ese
momento, la población negra había aumentado mucho, tanto por la llegada de nuevos
cargamentos de esclavos como por la reproducción natural. El temor a rebeliones ante este
incremento de la población negra aumentó también, propiciando una actitud más represiva por
parte de la población blanca hacia los esclavos. Las rebeliones que surgieron fueron sofocadas con
la violencia para que el ejemplo desalentara nuevos levantamientos; era lo que se llamaba aplicar
un escarmiento.
A partir del momento en que se efectuaba la compra del esclavo, el amo sustituía al
traficante como figura de autoridad para el esclavo. Desde entonces se establecía una clara
competencia entre amo y esclavo. El primero recurría a todos aquellos métodos que le facilitasen
controlar a su recién adquirido bien, desde la bofetada con que lo recibía como su propiedad. El
segundo, como defensa, desarrollaba todas aquellas habilidades que le permitiesen mantener un
vínculo con el pasado y, más que nada, consigo mismo.
Uno de los diferentes métodos de los amos para controlar a los esclavos fue evitar, en la
mayor medida posible, la convivencia de esclavos provenientes de un lugar de origen común y que
por eso compartían la misma lengua. Se forzó a los esclavos recién llegados a departir con
esclavos ya establecidos o nacidos en las colonias. Así los amos se aseguraban de que el idioma
único fuese el inglés y debilitaban la posibilidad de continuidad de los vínculos creados por la
tradición común:
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A la par de la imposición de un nuevo idioma, el esclavo recibía un nuevo nombre, con el
cual debía identificarse y al cual debía responder. Con este no solicitado bautizo se transformaba al
africano consciente de su origen en esclavo. La religión planteé uno de los puntos más
complicados del proceso de adaptación. A diferencia de otros grupos que habían llegado para
fundar utopías religiosas o por verse perseguidos por sus creencias, los africanos carecían de un
proyecto religioso homogéneo por su calidad de “inmigrantes” forzados. Al verse separados en el
momento mismo de desembarcar, no pudieron consolidar núcleos que compartiesen y perpetuasen
una tradición religiosa. Sin embargo, sus antecedentes religiosos, fuesen musulmanes o de otro
tipo, les permitieron incorporar con relativa facilidad elementos cristianos. La gran mayoría adoraba
a un dios creador, el cual se convirtió en Jehová y Cristo y los santos sustituyeron a otras de sus
deidades aun cuando continuaron también con sus creencias en el poder mágico de amuletos y
talismanes. Creían asimismo los espíritus de sus antepasados tenían un poder ilimitado sobre
ellos; todo esto los llevó a crear un folklore religioso sincrético.
Muchos elementos africanos se conservaron así integrados al ceremonial cristiano. La
música, básica para la cultura africana, proporcionó instrumentos desconocidos y una nueva
complejidad de ritmos a las celebraciones; aun en el entorno de una sociedad blanca las danzas
típicas africanas siguieron llevándose a cabo como parte de sus rituales.
La música y los cantos ofrecieron a la cultura africana un vehículo para expresar su espiritualidad.
Los cantos religiosos —gospeis— fueron una importante aportación de África a la cultura de la
sociedad colonial inglesa en formación y continúan hasta nuestros días conservando claramente
sus raíces africanas.
Otra condición que debilité la unión de los inmigrantes africanos fue la división interna de
los mismos, establecida por el sector blanco. El no presentar un bloque homogéneo de
características e intereses, interfería con su eficiencia al momento de las rebeliones. Los esclavos
domésticos disfrutaban de una mejor posición en comparación con los trabajadores agrícolas y
muchas veces eran considerados como una extensión de la familia propietaria.
Los amos se preocupaban muy poco por la educación de los negros, pues veían en ésta elementos
que podían propiciar la insubordinación. No tenían mayor interés en que los esclavos tuviesen
acceso a material escrito o en alfabetizarlos. Los “inmigrantes’, africanos transmitieron de forma
oral sus fábulas de generación en generación. Estos relatos explicaban fenómenos naturales,
incluyendo una gran variedad de héroes, brujas, elementos mágicos y moralejas.
Un elemento tanto mágico como religioso que persistió entre los esclavos, fue el vudú y
con él, el uso de fetiches y amuletos. El vudú conservó su integridad con gran fuerza en otras
colonias como Haití y Brasil. La mayoría de los esclavos terminaban aceptando, en mayor o menor
grado, la religión impuesta por los amos. Estos pertenecían a las diferentes ramas del
protestantismo que habían llegado a Norteamérica. Sin embargo, dos grupos religiosos asumieron
desde su llegada una postura antiesclavista: los cuáqueros y los metodistas.
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Los esclavos reaccionaron a su condición con resistencia pasiva, además con fugas y
rebeliones. Practicaban también métodos discretos de sabotaje, por ejemplo, el descuido en el uso
de las herramientas de trabajo o aun la destrucción de éstas o una lentitud perfectamente
calculada en el desempeño de la faena, la cual sólo se remediaba con el látigo del capataz.
También era común que se fingiesen enfermos o se provocasen lesiones para evadir el trabajo.
Tampoco pudieron los “inmigrantes” africanos y sus descendientes mantener núcleos familiares en
las colonias. Las familias eran desintegradas en la captura o subaste y el matrimonio entre
esclavos no era legal,
La “inmigración” africana no se vio interrumpida por la independencia de las colonias.
Algunos negros participaron en la contienda en ambos bandos cambió su situación, porque fue la
producción de las colonias del Sur la que pagó la ayuda extranjera a la causa independentista.
“Puede afirmar- se que, en gran medida, los americanos compraron su independencia con mano
de obra.
La “inmigración” africana a las colonias fue un fenómeno constante que se fue
incrementando durante el periodo colonial y que no terminó con éste. Tras la independencia de las
colonias en 1776, todavia llegaron africanos durante algunas décadas más. Lo que puede
afirmarse es que fue en el periodo colonial cuando se dio la tónica en el caso de la "inmigración"
africana. “inmigración” africana. En él se fijaron los métodos de asimilación, las aportaciones y el
impacto de la cultura negra en Norteamérica, vigente hasta nuestros días.
OTRAS NACIONES EUROPEAS HOLANDESES
En 1660 el duque de York tomó para Inglaterra la ciudad de Nueva Ámsterdam. Por
motivos estratégicos y económicos, la corona inglesa decidió adueñarse de los territorios
holandeses entre la región de la Nueva Inglaterra y la colonia llamada Maryland. Ese
establecimiento holandés en la región llamada Nueva Holanda databa de 1624. En un principio, la
compañía holandesa de las Indias Occidentales no tuvo interés en colonizar el país, sino
solamente en creas unos cuantos fuertes, en gran medida autosuficientes, donde, comerciar en
pieles con los indios del lugar. La compañía era dueña de la tierra alrededor de ”Ios fuertes, la cual
trabajaban labradores pagados por ella. Unos años después, los directores de la compañía,
dándose cuenta de que el comercio de pieles era poco redituable, decidieron colonizar la región.
Los primeros colonos llegaron a la isla de Manhattan, previamente comprada a los indios en 1623
con collares de cuentas de colores. Un año después, treinta familias del sur de Holanda
establecieron el fuerte Orange, con lotes de tierra de 20 hectáreas en 360 kilómetros a lo largo del
río. Para 1626 ya existían los rudimentos de una aldea en la isla de Manhattan, molinos para cortar
la madera y desgranar el maíz además de treinta casas de troncos al oeste de la isla llamada
Nueva Amsterdam.
Para fomentar la colonización, la compañía instituyó un plan mediante el cual personas que
llevaran a más de cincuenta colonos en un plazo de cuatro años, recibirían las 20 hectáreas de
tierra a esos plantadores se les llamó “patrones” y se les otorgó derechos de propiedad, de
establecer tribunales, fundar municipios ,y nombrar funcionarios, además de privilegios comerciales
En 1640 la compañía, dada la popularidad del plan, introdujo un nuevo grupo de propietarios a los
que se otorgaban ochenta hectáreas por transportar a cinco individuos, así fue como aumentó la
llegada de pequeños granjeros.
La provincia de Nueva Holanda logró crear una comunidad agrícola próspera pero no logró
establecer orden ni buen gobierno. Sin embargo, logró atraer colonos cuando publicó que se
otorgaría libertad religiosa. En 1650 la antigua isla de Manhattan, llamada después Nueva
Amsterdam, tenía una población de 8 000 habitantes de todas las religiones: sectas protestantes,
católicos y hasta judíos a quienes en 1655 se les dio la libertad de practicarlas. Era una aldea
verdamente internacional en la que sus habitantes hablaban más de quince o lenguas y
pertenecían a naciones múltiples: holandeses, flamencos, franceses, daneses, noruegos, suecos,
ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, polacos, bohemios, portugueses, italianos, etc. Todos
ellos vivían desordenadamente en un sitio en que no se habia establecido un orden legal. Sin
embargo, la base de la comunidad era holandesa y así quedó aun después de la conquista inglesa
en 1064. La iglesia principal siguió siendo la Iglesia Reformada Holandesa. El siglo siguiente se
continuó escribiendo en holandés (50 libros de 1708 a 1794) y el comercio continuó en manos de
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los viejos comerciantes holandeses. En 1764, de 72 nombres en una petición reanudar comerciar
con los indios, 60 de ellos eran holandeses.
La influencia de los holandeses se plasmó sobre todo en la lengua, arquitectura y
costumbres de la gente de Nueva York (como se llamó en 1664 en honor del duque de York). La
combinación “uy” en apellidos como Schuyler, Spuyten, Duyuil, o en los empezados con “van”,
típicamente holandeses, quedaron para siempre como “típicamente” neoyorkinos. En los términos
geográficos también quedaron palabras holandesas. En cuanto a la alimentación, los holandeses
llevaron a Nueva York la espinaca, los betabeles, el perejil, el eneldo y el perifollo.
La supervivencia de los holandeses en Nueva York se nota sobre lucio en la arquitectura.
Las casas más antiguas tenían techos de dos aguas, de azulejos rojos y negros, y medias puertas
y aleros que sobresalían en forma horizontal. Algunos de sus mejores ejemplos se encuentran en
el valle del río Hudson. Una de las tradiciones culturales norteamericanas, quizá la más notoria,
heredada de los holandeses, fue la de Santa Claus. Las colonias cercanas ni la conocían ni la
practicaban. Todavía a finales del siglo XIX los extranjeros se referían a Nueva York como “un
lugar holandés”.
SUECOS
Gustavo Adolfo de Suecia planeó un establecimiento en Norteamérica y dos años después
de su muerte se pudo llevar a cabo. Dos barcos de la compañía Sueca de las Indias Occidentales
transportaron cincuenta colonos a la región después conocida como Delaware. Construyeron
cabinas de troncos y erigieron un fuerte que llamaron Cristina en honor de su reina.
Los colonos se dedicaron al comercio de pieles y de tabaco por lo que entraron en
competencia con las colonias inglesas y holandesa. En 1655 esta última invadió Nueva Suecia;
menos de nueve años después pasó a control inglés y aun cuando para finales del siglo XVII se
hablaba sueco, la asimilación de sus habitantes al mundo inglés fue rápida. Muchos de sus
descendientes continuaron en la región. Quizá su mayor aportación a la cultura angloamericana fue
su método de construcción, sus cabañas de troncos de árbol que pasaron a ser sinónimo de la
frontera norteamericana.
ALEMANES
Las grandes migraciones alemanas a Estados Unidos fueron dos. La primera llegó las
colonias a principios del siglo XVIII y la, segunda a mediados del siglo XIX.
Alemania, a finales de la guerra de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), sólo una expresión
geográfica puesto que estaba dividida en unos trescientos feudos. Esta guerra la había dejado
devastada tanto política y socialmente como en su economía. Numerosas sectas protestantes se
habían fundado respondiendo a las necesidades de una población frustrada en todos sentidos.
Como consecuencia, muchos de sus habitantes eran perseguidos por las iglesias luteranas
establecidas y por los príncipes católicos, especialmente por el elector del Palatinado. A eso se
añadieron los desastres agrícolas de 1708 y 1709 y la ley inglesa (1740) que favorecía la
naturalización en las colonias.
A ese inundo llegaron los propagandistas de las compañías navieras en busca de
inmigrantes para las colonias inglesas de Norteamérica. Cientos de folletos se distribuyeron entre
la población alemana con el resultado de que miles de ellos se contrataron para hacer el viaje
como trabajadores “redimidos”. Estos eran los que aceptaban ser “vendidos” temporalmente por el
capitán del barco a uno de los colonos. Uno de esos inmigrantes nos dejó su versión:
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Los inmigrantes alemanes fueron, en su mayoría, a Pensilvania porque fue William Penn
quien les ofreció tierras y libertad de conciencia. Ahí se formó una colonia alemana en el año de
1683, Una sociedad conformada en Alemania comisionó a Francis D. Pastorius para comprar
tierras en la propiedad de William Penn. Adquirió varios terrenos al norte de Filadelfia en los que
proyectó un poblado que llamó Germantown. Ahí llegaron doce familias, en su mayoría mecánicos
y tejedores, que formaron el primer núcleo de lo que llegaría a ser una especie de provincia
alemana en las colonias inglesas. 33 En 1714 se inició la importación de trabajadores alemanes del
hierro. Con la ayuda del barón von Graffenried, que había fundado una colonia de alemanes y
suizos en Carolina del Norte, se rescató a un grupo de 42 alemanes, trabajadores de esta industria,
que se habían quedado en Londres a la mitad de su viaje a las colonias y se los llevó a la frontera
norte de Virginia a una colonia que se llamó Germana. Ellos constituyeron parte del primer gran
éxodo del alto Rhin a través de Rotterdam e Inglaterra. Llegaron del distrito “fierrero” de Nassau-
Siegen a 45 millas al este del Rhin. En el curso del siglo siguieron llegando a los distritos del hierro:
Virginia, Maryland, Pensilvania, Carolina del Norte, Nueva Jersey y Nueva Inglaterra. En su
totalidad, estos trabajadores llegaron como sirvientes escriturados.
Treinta y cinco años después, un viajero alemán, Peter Kalm, describiría la gran
prosperidad de Pensilvania, debida en gran parte a los inmigrantes alemanes que, desde principios
de siglo, contaban con molinos, hornos para ladrillos y mosaicos, granos y ganado para exportar,
fábricas de lana y lino ‘junto con una gran variedad de otros artículos útiles y necesarios’ Diez años
después se cree que la población alemana de Pensilvania llegaba a los 45 000 habitantes
En Nueva York se estableció otra colonia alemana: el gobierno británico promovió su
inmigración, pagó sus gastos de transporte y su establecimiento con el resultado de que, la
llamada inmigración palatina, fue el mayor grupo en llegar de una vez. Los colonos fueron
contratados como sirvientes del gobierno británico hasta que las ganancias de los almacenes de
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pertrechos navales pudieron pagar sus pasajes. Una vez alcanzado lo anterior, los alemanes del
Palatinado se cambiaron a tierras de granjas, a lo que llegó a llamarse “tierra alemana” por su
enorme productividad. Para mediados del siglo XVIII (1750) se había conformado una cadena de
establecimientos alemanes que iba desde el valle Mohawk en Nueva York hasta Savannah,
Georgia. Después de la independencia de Estados Unidos, hombres y mujeres de ascendencia
alemana fueron a colonizar Kentucky, Tennessee y el nuevo oeste.
De interés especial son las costumbres y tradiciones alemanas que han sobrevivido hasta
nuestros días. Los alemanes se concentraron en los llamados “Pennsylvania Dutch”, como se
conocen hasta ahora, los cuales se dividían en dos grupos: los de los luteranos y los de aquellos
que llamaban “sectarios”, decenas de grupos menores que pertenecían a una docena de
religiones, incluida la católica. Sin embargo, estudiosos de ese periodo han definido al luteranismo
como la esencia de la personalidad del alemán de Pensilvania. Su influencia a través de los años,
se llevó a cabo por medio del sistema de escuelas parroquiales que, junto con la iglesia luterana,
ayudaron a mantener a los alemanes como una unidad religiosa y cultural independiente en una
tierra extrangera
En contraste con los dispendiosos escoceses-irlandeses, los alemanes eran ahorradores,
trabajadores, frugales y avaros. Trabajaban tan intensamente que no tenían tiempo para
actividades recreativas. En tiempos de la colonia se sabía que ahí donde el escocés-irlandés y el
inglés fracasaban, el alemán prosperaba, quizá como decían entonces porque bebía menos y se
organizaba mejor.
El alemán de Pensilvania actuaba como patriarca sobre su familia y detestaba todas las
innovaciones que pudieran desafiar las viejas virtudes del ahorro y el trabajo duro. Sus mujeres
hicieron grandes contribuciones al arte culinario de Estados Unidos. Como carpinteros y artesanos
no tuvieron igual: uno de ellos edificó la primera fábrica de papel en Pensilvania, otro introdujo
la imprenta, manufacturaron las primeras medias de hilo y los primeros hornos de acero.
En el plano intelectual, los alemanes del Palatinado no hicieron mella. El promedio de
analfabetismo entre ellos era grande y Benjamín Franklin los consideraba los más estúpidos entre
los alemanes Su lengua llamada “Pennsylvania Dutch” puede decirse que es la lengua inmigrante
más antigua de las que todavía se hablan. Durante la guerra de Independencia, el grupo de
inmigrantes alemanes o sus descendientes recibió al de los hessians, soldados mercenarios
alemanes que sirvieron en el ejército británico y que, a finales de la revolución de Independencia,
se quedaron en Estados Unidos.
Durante la época colonial, los inmigrantes no ingleses contribuyeron poco a la vida política
de las colonias. Sin embargo, su influencia fue grande en el desarrollo social, económico y cultural
que construyó una nueva nación. Jean de Crevecoeur, inmigrante francés, escribió una serie de
artículos con la finalidad de exponer lo que él pensaba que eran los norteamericanos.
Son una mezcla de ingleses, escoceses, irlandeses, franceses, holandeses, alemanes y suecos.
De esta casta promiscua, ha surgido esta raza ahora llamada norteamericana. Deben exceptuarse
las provincias del este, por ser los descendientes puros de los ingleses [...] ¿Qué es entonces el
norteamericano, este nuevo hombre? lis o bien un europeo, o el descendiente de un europeo, por
ende, esa extraña mezcla de sangre que no se encontrará en ningún otro país. Yo podría señalarle
a una familia cuyo abuelo era inglés, cuya esposa era holandesa, cuyo hijo se casó con una
francesa, y cuyos cuatro hijos tienen ahora cuatro esposas de diferentes naciones. Es
norteamericano quien dejando atrás todos sus antiguos principios y modales, recibe nuevos de la
nueva manera de vivir que ha abrazado, del nuevo gobierno al que obedece y del nuevo rango que
tiene. Se convierte en norteamericano al ser recibido en el ancho regazo de nuestra gran alma
mater. Aquí los individuos de todas las naciones se funden en una nueva raza de hombres cuyos
esfuerzos y posteridad causarán algún día grandes cambios en el mundo [...]
FRANCESES
La inmigración francesa a Estados Unidos durante la época colonial consistió, sobre todo,
en personas perseguidas en su país por motivos religiosos. Cuando tuvo lugar la revocación del
edicto de Nantes en 15, miles de franceses calvinistas hubieron de dejar su país por temor a una
persecución. La mayoría de ellos se refugió en Inglaterra y de ahí paso a las colonias Llegaron
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alrededor de 15 000 personas y se establecieron en Nueva York, Massachusetts, Rhode Island,
Maine, Virginia y, sobre todo, en Carolina del Sur. Según leemos en los documentos, el primer
lugar a donde emigraron fue a Nueva Holanda, después llamada Nueva York. Ahí aparecen sus
nombres como parte de la población de Nueva Amsterdam. La Iglesia francesa se fundó en 1659 y
los decretos se proclamaban tanto en holandés corno en frances.
En 1688 llegaron doscientas familias calvinistas o hugonotes, como las llamaban en
Francia, y diez años después había tal número de ellos que justificó la publicación de un libro en
francés. Su centro de mayor influencia fue la ciudad de Nueva Rochelle fundada en 1689. A
Massachusetts llegaron durante los dos primero años después de la revocación del edicto de
Nantes. Organizaron su iglesia en Boston aun cuando se dispersaron por toda la colonia; muchos
de ellos pasaron a Rhode Island y por supuesto, a Maine, ya que era la región más cercana al
Canadá francés. Para 1700 había unos 4 000 hugonotes en la región. Al ser muy industriosos y
cultos, la mayoría progresó con rapidez y ejerció mucha influencia donde se radicaron. A Virginia
llegaron a supervisar los viñedos y la industria vinícola, y a introducir la cría del gusano de seda.
Fueron, no obstante, vetados en la región cuando dieron comienzo las guerras con los franceses
que bajaban, junto con sus aliados indios, a devastar las colonias iglesias.
Fue en Carolina del Sur, que los franceses tuvieron mayor éxito. Ahí se dedicaron también
a los viñedos, a los olivares y a la elaboración de la seda. Su principal establecimiento fue la ciudad
de Charleston pero colonizaron por lo menos seis lugares más donde plantaron arroz, índigo y
algodón. Fueron comunidades muy prósperas y cultas. Se convirtieron en prestamistas para sus
vecinos ingleses. Durante cincuenta años publicaron periódicos, libros, etc., en su idioma nativo.
Probablemente su inmigración no fue mayor de 15 000 personas pero, como la mayoría de sus
miembros llegó a ser muy próspera, su influencia fue grande. Su número aumentó cuando, en
1803, el presidente Jefferson compró la colonia francesa de Luisiana. La ciudad de Nueva Orleans
constituye el mayor ejemplo de la influencia francesa en Estados Unidos. Después de los Ingleses,
los franceses fueron y son los inmigrantes recibidos en Estados Unidos.
Los franceses de Arcadia
Para finales del siglo XVII, descendientes de colonos franceses que llegaron a la región de
Nueva Escocia en el siglo XVII los “acadios”, constituían una amalgama extraordinaria, pues se
habían mezclado con portugueses, escoceses, ingleses e indios de la región; una de las
consecuencias de vivir en un territorio aislado fue que desarrollaron una cultura y un lenguaje
peculiares. Eran unos 10000 cuando, en 1755, el comandante británico de Nueva Escocia los
deportó, temiendo que por ser descendientes de franceses, ayudaran a éstos en la guerra contra
de los colonos ingleses. Sus propiedades fueron confiscadas y ellos fueron enviados a las islas del
Caribe y a Luisiana. Cuando en 1803 ésta pasó a ser propiedad norteamericana, los descendientes
de los acadios,37 tanto los pocos que habían quedado en Nueva Escocia como los de Luisiana,
formaron comunidades cerradas en las que continuaron, por muchos años, conservando su cultura
y su religión.
Después de la Independencia de las trece colonias inglesas de Norteamérica, tuvo lugar el
turbulento periodo de la revolución francesa. Durante esos años, en gran parte por la falta de
seguridad en el mar, la inmigración a Estados Unidos descendió a sus números más bajos. En
1803 tuvo lugar la compra del territorio francés de Luisiana, por lo que un número adicional de
extranjeros pasaron a ser ciudadanos de Estados Unidos. La mayoría de ellos se quedaron en los
alrededores de Nueva Orleans y de Baton Rouge, región que quedó como un enclave francés.
JUDIOS EN LA COLONIA
El número de judíos en la colonia parece no haber sido mayor de 3 000. La mayoría de
ellos llegaron escapando de la persecución religiosa en España y Portugal Los primeros en llegar
fueron los llamados sefarditas, o sea judíos españoles y portugueses. Se establecieron en Nueva
Holanda por ser la región más tolerante y ahí fundaron sinagogas; se les otorgó la ciudadanía
holandesa. Cuando Nueva Amsterdam pasó a ser colonia inglesa (Nueva York) en 1662, los judíos
sefarditas se quedaron en el lugar. Veinte años después, eaj33, el duque de York decreté que
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todas las personas que lo desearan podían vivir en su colonia. Ese mismo año, los judíos
inauguraron su primera sinagoga en la América inglesa En 1727 la Asamblea General de la colonia
de Nueva YÑ-k legislé para permitir la naturalización de los judíos. Hay que recordar, sin embargo,
que en la colonia inglesa no existió un organismo de gobierno central por lo cual lo que se legislaba
en una colonia no afectaba a las otras. Todavía para esa época la mayoría e los judíos eran
sefarditas o “marranos”, como llamaban a los que, en un momento u otro, habían aceptado pasar
por cristianos En 1748, Peter Kahn, viajero sueco, escribió: Además de diferentes sectas cristianas,
muchos judíos se han establecido en Nueva York donde poseen grandes privilegios. Tienen una
sinagoga, casas, grandes mansiones de campo en sus propiedades, y se les permite mantener
tiendas en la ciudad. También tienen varios barcos, los que cargan y envían fuera con sus propias
mercancías. En fin, ellos disfrutan de todos los privilegios comunes a los demás habitantes de esta
ciudad y esta provincia.
El segundo establecimiento judío en las colonias inglesas de Norteamérica tuvo lugar en
Newport, Rhode Island. Roger Williams había fundado la colonia para dar refugio a todas las
religiones, excepto la llamada “papista” o católica. Llegaron muy temprano, pues la colonia había
sido fundada en 1636, y a finales de 1658 llegó a establecerse el primer grupo judío. En 1677
fundaron su panteón, el más antiguo existente en el país, ya que el de Nueva York se perdió con el
tiempo y con la urbanización de la ciudad.
Los dormitorios de los barcos,
estrechos y muchas veces insalubres, hacían difícil la travesía
Antes de la guerra de Independencia de las colonias (1776), se contaban sesenta familias
judías viviendo en Newport. Ese puerto era, a finales del siglo XVIII, el tercero en importancia,
después de Boston y Filadelfia; por lo mismo fue el lugar a donde llegaron muchos comerciantes
judíos con importantes conexiones en los mercados tanto europeos como del Caribe. También
ellos eran sefarditas, españoles o portugueses, que cansados de esconderse de la Inquisición
española querían vivir en paz como judíos. Todos estaban naturalizados y comerciaban bajo
bandera inglesa. Durante la revolución de Independencia, la comunidad judía de Newport escapé a
Nueva York, Filadelfia y Massachusetts cuando el puerto fue tomado por los ingleses. Los judíos
llamados ashkenazi llegaron a Norteamérica vía Filadelfia. Fundaron varios establecimientos en la
colonia de Pensilvania en donde muchos se dedicaron a comerciar con los indios. La mayoría de
ellos provenían de Alemania pero también había judíos ingleses dedicados al comercio con
Europa.
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Carolina del Sur fue la cuarta colonia en recibir inmigrantes judíos. Para 1750 había un
número suficiente para fundar una sinagoga, y la mayoría de ellos eran sefarditas con apellidos
españoles y portugueses. Bajo la Constitución redactada por John Locke, expresamente para su
colonia, los judíos podían ser representantes en la Asamblea General de la colonia; uno de ellos
era miembro de la Asamblea cuando ésta decidió separarse de Inglaterra. Al momento de la
Independencia había cinco comunidades judías en las colonias; la quinta se había organizado en
Georgia aprovechando la liberalidad de sus fundadores. Al empezar la revolución había,
aproximadamente, 2 500 judíos, la mayoría sefarditas de origen español; según sus archivos, gran
parte de ellos ayudaron con dinero y armas Se los describe como un grupo de gente culta y rica y
también orgullosa de su historia.
Proyectos para propiciar la inmigración
Desde la época de William Penn, en la década de 1680, Norteamérica empezó a captar
inmigrantes por medio de anuncios que estimulaban su cambio al nuevo mundo. Los folletos de
Penn, en holandés, alemán, francés e inglés describían las bendiciones que podrían encontrar en
su colonia donde, además de disfrutar de tolerancia religiosa, obtendrían grandes beneficios
económicos. Penn viajó una y otra vez a Gran Bretaña y a Alemania para ofrecer las ventajas de
trasladarse a su colonia: organizada con libertad religiosa, con asamblea y consejos elegidos, y
con derechos civiles más avanzados. Otorgaba asimismo tierra e instrumentos de labranza a los
que emigraran, al igual que todas las demás colonias. Las cartas de los recién llegados fueron,
desde el principio, otro gran estímulo para que muchos se decidieran a emigrar. Con algunas
excepciones, todos escribían elegías a su nueva tierra, pues, pese a los problemas, nadie se
quedaba sin comer. Uno de ellos escribió: Creo que vi más duraznos y manzanas pudriéndose en
el suelo de los que podría hundir una flota británica. Voy a una plantación en Ohio donde no saben
el número de cerdos que tienen 1...] la familia más pobre tiene una o dos vacas y borregos [...]
ponen su mesa tres veces al día como para una comida de boda: té, café, carne de res, pasteles,
huevos, buen pan; y su bebida favorita es whiskey o brandy de durazno. Dime, ¿esto sucede en
Inglaterra? La razón económica fue tan poderosa para emigrar que Héctor St. John de Crévecoeur,
colono francés de finales del siglo XVIII, escribió que los pobres de Europa, devastados por el
hambre y la guerra, se convertían en prósperos ciudadanos y añadió “Ubi panis ibi patria [La patria
está donde se encuentra el pan] es el motor de todos los inmigrantes”
Sus cartas acerca de su nueva tierra impulsaron a miles de europeas a emigrar. Otro
escrito que tuvo gran influencia para conseguir inmigrantes fue el llamado América Book, publicado
en 1838, que describió el país como un lugar “donde los sueldos son altos, los precios bajos,
excelente tierra y libertad religiosa y política”.42 Las cartas enviadas por los suecos de Iowa a sus
compatriotas les informaban no sólo de la enorme cantidad de maíz, cerdos y calabazas que
tenían, sino de que no había necesidad de cerrar las puertas de las casas puesto que no había ni
limosneros ni ladrones. Contaban que el clima era mucho mejor que el de Suecia, que no había
grandes plantaciones ni distinciones sociales, sólo económicas. Las llamadas “guías para los
inmigrantes” también tuvieron mucho efecto. Se escribieron en muchos idiomas incluyendo el
inglés. La Guía del emigrante a los Estados Unidos, escrita por el reverendo 1. O’Hanlon, se
recomendaba para los irlandeses; se escribieron otras dos para los alemanes y una más para los
suecos. Todas ellas eran para conseguir que llegaran colonos a una u otra parte del país. La mayor
ambición de todos los nuevos estados era atraer inmigrantes capaces e inteligentes. Los nuevos
territorios del Medio Oeste publicaron asimismo folletos en diferentes lenguas con dicho propósito.
Se distribuyeron tanto en ciudades europeas como americanas, en tabernas, muelles y periódicos
europeos y norteamericanos. La legislatura de Minnessota llegó a ofrecer un premio de 200 dólares
al mejor ensayo que describiera la región a los futuros colonos,.
Para mediados del siglo pasado, los nuevos estados empezaron a competir por captar a
los colonos; Michigan, por ejemplo, ofreció la ciudadanía a todos los inmigrantes que residieran en
su territorio por dos años y medio. Wisconsin, a su vez, publicó que su Constitución otorgaría la
ciudadanía con sólo un año de residencia en el país. Indiana entró a la competencia: su legislatura
aprobó una residencia de seis meses en el estado y un año en Estados Unidos para que los
inmigrantes pudieran votar. Kansas manifestó su deseo de atraer colonos pasando una ley que
exceptuaba a los menonitas del servicio militar.
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Después de la guerra Civil (1860-1865) Norteamérica, los estados del Sur empezaron su
propaganda para conseguir inmigrantes, especialmente porque querían suplantar la fuerza de
trabajo negra Organizaron convenciones y asociaciones, y mandaron agentes tanto a Europa como
a China, El ferrocarril de Carolina del Sur ofreció tierra gratuita y todas las comunidades pusieron
dinero para ayudar a la llegada de inmigrantes. “El verdadero método para la reconstrucción —
anunciaron— es la infusión de sangre nueva al sistema exhausto del Sur.” Todas las legislaturas
sureñas pasaron leyes para conseguir inmigrantes, por ejemplo, Tennessee legalizó la llamada
“Sociedad de Inmigrantes Americana” para poder vender tierra a los colonos reclutados. Sin
embargo, poca inmigración llegó al sur, sobre todo, por el prejuicio europeo en su contra por haber
sido tierra de esclavos. Además, el mismo retraso económico sureño, sus pocas escuelas, caminos
y viviendas, ahuyentó a los inmigrantes por muchos años. Unos pocos suecos, italianos, daneses y
alemanes fue todo lo que pudieron conseguir.
LAS CONDICIONES DE VIAJE
Las opiniones de viaje de los inmigrantes eran pavorosas. Los dueños y los capitanes de
los barcos no se preocupaban nunca por hacerles agradable el viaje. Después de acomodar la
carga, los hacinaban en los sitios vacíos, la mayoría de las veces desprovistos de ventilación y luz.
Como debían cocinar ahí mismo sus alimentos, esos lugares negros y cenados se llenaban de
humo, y calor. Además, las peleas para utilizar los fogones eran frecuentes y como siempre, eran
los fuertes y violentos los que triunfaban. Frecuentemente había epidemias tales como el tifo, el
cólera, la viruela y la disentería que dejaban muertos y una secuela de mugre y contagio. Tanto la
comida como el agua, eran escasos. Un médico que vivió las condiciones de un barco las describió
así: “Nunca vi gente tan indiferente a la vida; continuaban en la misma litera con alguien ya muerto
hasta que el capitán mandaba sacarlo […]” Todavía a mediados del siglo XIX, Horace Greeley,
periodista famoso de la época, describía los males del transporte de inmigrantes en el New York
Tribune: un 10% morían en el viaje atacados por diversas epidemias, otros se volvían locos por el
hambre, la sed o las condiciones intolerables.
Gracias las numerosas quejas y al interés humanitario, las condiciones de viaje empezaron
a mejorar. Desde mediados de siglo varias ciudades europeas legislaron para hacer de sus puertos
lugares más seguros y sanitarios. Estados Unidos también respondió estableciendo reglas e
inspeccionando los barcos para verificar su sanidad. La primera ley fue emitida en 1819 para
ordenar que no debía haber más de dos pasajeros por cada cinco toneladas de capacidad.46 Sin
embargo, queda a Pensilvania el honor de haber sido la primera colonia en legislar a favor de los
inmigrantes. En 1749 ordenó que las literas para personas mayores de catorce años debían ser de
seis pies de largo por uno y medio de ancho. En 1766 modificó la ley para ordenar además, una
altura de tres pies entre cada una. Dictaminó asimismo que no debían dormir en una litera más de
dos personas, a menos que fueran niños. La ley estipuló también que cada, barco debía et
fumigado y lavado con vinagre dos veces a la semana. Tenía cada barco la obligación de llevar un
médico y un botiquín completo de medicinas.
Sirvientes escriturados
La mayoría de los inmigrantes llegaron a las trece colonias, como sirvientes escriturados.
Por ejemplo, en la Virginia de 1683, casi 12 000 personas, un sexto de su población, eran
sirvientes escriturados.
Así se los llamaba por haber firmado un contrato especificando el término de su servicio
que iba, generalmente, de 4 a 7 años. El servicio por contrato databa de tiempos medievales y
como esta práctica no había desaparecido en Inglaterra, se adapté para las colonias. Los sirvientes
escriturados eran generalmente artesanos y pequeños comerciantes. Los campesinos llegaban
casi siempre como sirvientes “redimidos”, o que, por no poder pagar su pasaje, aceptaban que el
capitán los “vendiera” por unos cuantos años a algún colono que quería, a su vez, obtener las
donaciones de tierra ofrecidas a los que llevaran inmigrantes. Hubo muchos barcos, ingleses y
alemanes, que llevaban a cabo este comercio. En esa sociedad pionera, libre de jerarquías, los
sirvientes escriturados tenían posibilidad de movilidad social. Su estatus era reputable dentro del
esquema de la vida social inglesa, puesto que se veía como una extensión del sistema de
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aprendices. Un contemporáneo describió así su llegada: La venta de seres humanos en el mercado
a bordo de los barcos, se efectúa de esta manen: cada día, ingleses, holandeses y alemanes
llegan de la ciudad de Filadelfia y de otros lugares, en parte cubriendo grandes distancias, digamos
veinte, treinta o cuarenta horas de camino, y suben a bordo del barco recién llegado, que ha traído
y ofrece en venta a pasajeros de Europa, y seleccionan entre los sanos, a aquellos que les parecen
adecuados para sus negocios, y regatean con ellos el tiempo que habrán de servir para cubrir el
dinero de sus pasajes, que la mayoría aún debe. Cuando llegan a un acuerdo, resulta que los
adultos se han comprometido por escrito para servir tres, cuatro, cinco o seis años por la cantidad
que adeudan, de acuerdo con su edad y fortaleza. Pero la gente muy joven, de diez a quince años,
debe prestar sus servicios hasta que cumpla veintiún años.
También existió otro grupo de inmigrantes, los presos. Así empezó la política inglesa
consistente en enviar a las colonias a todos sus indeseables. Las sentencias de los prisioneros
enviados en 1617, fueron conmutadas por un servicio de 7 a 14 años, según la gravedad de sus
delitos. Se han estimado en 50 000 los presos enviados a las colonias.
Todos los “sirvientes escriturados”, ya fueran por contrato, redimidos o prisioneros recibían,
al finalizar su servicio, veinte hectáreas de tierra, herramientas para cultivarla y un cambio de ropa.
Además, se les otorgaban todos los derechos ciudadanos. En general todos eran bien recibidos,
pero no así los presos. Los colonos se quejaron de esa política inglesa a través de todo el periodo
colonial, mas sin ningún resultado. El sistema de sirvientes escriturados llevó, pues, a las colonias,
tanto a personas deseables como indeseables. El castigo por desobediencia o pequeñas felonías
consistió en una multa pecuniaria o en una extensión del tiempo a servir El amo tema el derecho
de azotarlos, y cuando querían casarse, debían obtener su permiso.
LLEGADA DE LOS INMIGRANTES
La llegada e las, inmigrantes era, todo, un espectáculo: docenas de hombres se peleaban
por cargarles las maletas, con el único fin, de obtener que se alojaran en un hotelucho u otro, en
donde los esquilmaban dejándolos sin dinero. Hasta 1855 no existió una agencia gubernamental
que se encargara de su bienestar; por consiguiente, y a pesar de la media docena de grupos
privados organizados para protegerlos, los inmigrantes acababan en las vecindades de la peor
ralea y se daban al vicio o al latrocinio. II. G. Leonard, director de una casa de asilo para
inmigrantes en Nueva York, escribió al Consejo Municipal de la ciudad: “Señores: Su comunicación
del 9 del corriente, pidiéndole al departamento una relación del número de inmigrantes recibidos en
el asilo, desde septiembre de 1846 hasta la fecha (el barco en que llegaron, la condición en que
estaban cuando fueron recibidos en el asilo, etc.), ha sido debidamente atendida; y aquí mismo les
proporciono con placer la substancia de la información que obra en mi poder. La relación tabulada
adjunta les ofrecerá los conocimientos estadísticos que buscan, y mis observaciones actuales se
concretarán a la condición en que llegan cuando aparecen en nuestras costas.
“Gran cantidad de estos infortunado emigrantes, tan pronto como dejan a cubierta, de las
embarcaciones y. sin casa a donde dirigir sus las calles en estado de completa desolación, hasta
que una mano benevolente, consternada por la miseria y la desdicha que tiene ante sí, conduce las
formas postradas y sus pasos temblorosos al asilo del parque; y aquí se exhibe un cuadro tan
enfermante de la miseria y el sufrimiento humanos que ninguna pluma, por elocuente que sea en la
triste y tenebrosa descripción del infortunio,, podría pintar e ilustrar bien la negra y escueta verdad.
Su seca, deplorable y solitaria infelicidad debe verse y sentirse para apreciarse; y eso, para
encontrar que, frecuentemente, entre los grupos heterogéneos, alguien con el último hálito de
expiración emanando de sus labios fríos y descoloridos, presenta una escena de asombro y
angustia demasiado extenuante para verla con cualquier otro sentimiento que no sea el horror y la
compasión abrumadora. Tal vez sea natural para usted averiguar la causa de tal estado de miseria
aunado a la emigración. Usted se pregunta, sin duda, si la condición de los emigrantes era tan
desastrosa en su propio país. A estas preguntas no tengo conocimientos exactos que me faculten
para darle una respuesta positiva; pero su propia narración de sus recursos y condición muestra,
con frecuencia, que si se les reinstalara en su humilde pero comparativamente feliz suerte,
disfrutada por ellos hasta la víspera de su desafortunado embarque, ninguna más que su propia
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región debe constituir el hogar natural de su restante peregrinaje sobre la tierra. ‘Dejan sus casas
—dicen— con las más brillantes perspectivas’, y mencionan las representaciones que les
ofrecieron del bendito estado de la vida norteamericana; con unas pocas monedas en sus bolsillos
y sintiéndose en el disfrute de vigorosa salud y rodeados de su tierna e inocente prole, poco se
imaginaron las pruebas a las que se expondrían; pero con el tiempo descubrieron, para su tristeza
y descontento muy natural, que el abominable fin de ciertos barcos arrojados al océano, es
constituir un receptáculo sucio de personas, llenos hasta el tope con hordas de seres humanos,
con apenas el suficiente espacio para contener a la mitad de ellos (ciertamente a no más de la
cuarta parte con comodidad); y así amontonados, todos juntos en una sola masa, convertirlos en
‘pasajeros emigrantes’ destinados a este país.
“Ni siquiera es éste el cuadro completo de esta empresa desalmada. Sin haber aprendido
las maneras de viajar, y engañados por la avaricia de sus casi criminales consejeros, quienes les
prometen que en pocos días desembarcarán felizmente en las costas de Norteamérica, llevan (en
realidad, sus medios son demasiado limitados para hacer otra cosa) una provisión muy frugal de
alimentos para consumir durante el viaje; y antes de completar la mitad de éste carecen de un
bocado que les sirva de sustento y que los salve de los horrores del hambre. Los tanques de agua
de la embarcación están también casi vacíos; y esto, aunado a la exposición, al hambre y a la
atmósfera repugnante de sus alojamientos estrechos y contraídos, produce la fiebre y la disentería
en los campamentos y en las embarcaciones atiborradas. Gran cantidad de ellos, desprovistos de
asistencia médica, aun cuando esa ayuda esencial fuera pasajera y temporal, caen víctimas del
destructivo contagio, y el oleaje del océano se convierte en tumba silenciosa; y cuando, al fin,
llegan a nuestras costas, muchos de ellos habrían estado mejor si los hubieran echado al ‘profundo
mar’ que, tras de batirse en las punzadas de hambre, de la enfermedad y del dolor, acabar
exhalando su último aliento agonizante en las calles de Nueva York. Además llegan en harapos,
sombras pálidas y fantasmagóricas, encubriendo sus rasgos macilentos y demacrados, apenas
capaces de producir el sonido de una queja y tambaleándose por la debilidad de la postración
abrumadora, a las puertas de una institución. Desde luego que se recurre a los esfuerzos
inmediatos, bajo mi dirección, para ayudar a resucitarlos; pero a menudo, ¡qué lamentable!, estas
medidas les llegan demasiado tarde; y en las mismas puertas de nuestras oficinas, y durante su
tránsito a nuestros hospitales, las últimas tristes notas de una vida que expira son llevadas a su
extinción silenciosa.
“La descripción de esta escena es como ver una representación del natural. Dejemos que
la sabiduría y la humanidad de nuestros consejos nacionales la lean y hagan tan sólo una única
reflexión, la de detener la agencia destructora de los males de la emigración moderna, y controlar
la mano salvaje que entierra en desdicha y en calamidad lo que debiera alzarse hacia el disfrute
pleno de los benditos privilegios que se identifican con el carácter del asilo en el mundo.”
Fue en la década de 1840 cuando se empezó a tratar de regular los abusos; las compañías
navieras anunciaron sus precios para acabar con la explotación efectuada por sus mismos
empleados. Los ferrocarriles eran más tardados; todavía en los cincuenta sus “carros para
inmigrantes” tenían bancas duras, carecían de agua para beber y de comida para vender.
Amontonados, sedientos y hambrientos, los inmigrantes tenían que viajar, muchas veces,
distancias enormes hasta sus nuevos hogares. Lo mismo pasaba en los lanchones que hacían el
viaje por los canales y en los barcos de vapor que transitaban lagos y ríos. Ahí se repetían las
escenas de los barcos en que habían llegado a Estados Unidos: epidemias, robos, hambrunas y
muertes. Sin embargo, miles de ellos entraron al valle del Mississippi por esas rutas. A pesar de los
terribles sufrimientos, los inmigrantes llegaban con la ilusión de adquirir tierra barata. Se
consideraban afortunados, por haber dejado atrás las hambrunas y las guerras europeas, además
de las vecindades y el vicio de las grandes ciudades del noreste norteamericano.
FIN DEL PERIODO COLONIAL
La declaración de independencia y la guerra subsecuente terminó la fase de inmigración a
las trece colonias inglesas de Norteamérica. Durante el conflicto, se restringieron los viajes
migratorios, debido a la falta de barcos mercantes y a la inseguridad en los mares. Además, el
periodo fue testigo de una gran migración hacia afuera de Estados Unidos. Entre 80 000 y 100 000
colonos prefirieron emigrar a Inglaterra y a Canadá antes que abandonar su sujeción a la corona.
Inmigración británica a Norteamérica 1507-1775
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Inmigración británica a Norteamérica 1507-1775

  • 1. UUnniivveerrssiiddaadd NNaacciioonnaall AAuuttóónnoommaa ddee MMééxxiiccoo EEssccuueellaa NNaacciioonnaall PPrreeppaarraattoorriiaa ““VViiddaall CCaassttaaññeeaa yy NNáájjeerraa”” PPllaanntteell CCuuaattrroo--TTaaccuubbaayyaa MMooyyaannoo PPaahhiissssaa,, ÁÁnnggeellaa.. 11999933.. UUnnaa NNaacciióónn ddee NNaacciioonneess.. MMééxxiiccoo.. IInnssttiittuuttoo JJoosséé MMaarrííaa LLuuííss MMoorraa.. TEXTO MODIFICADO PARA FINES EDUCATIVOS, OTORGANDO SIEMPRE LOS DERECHO DE AUTOR A LA CASA EDITORIAL Y AUTOR.
  • 2. IInnddííccee Introducción II.. PPrriimmeerraa EEttaappaa:: LLaa ccoolloonniiaa a.Los ingleses: 250 000 en 150 años b.Inmigrantes forzados: los esclavos negros c.Otras naciones europeas d.Proyectos para propiciar la inmigración II. SSeegguunnddaa EEttaappaa:: eell ssiigglloo XXIIXX a. El siglo XIX III. TTeerrcceerraa eettaappaa:: eell ssiigglloo XXXX a. El siglo XX IIVV.. LLaa rreeaaccccóónn nnoorrtteeaammeerriiccaannaa aa llaa iinnmmiiggrraacciióónn
  • 3. Página 3 de 104 Introducción Fue hasta finales del siglo XVI que aparecieron en Inglaterra los factores de empuje necesarios para que una emigración se llevase a cabo. Isabel 1, en un esfuerzo nuevos mercados, envió dos expediciones al norte del continente americano. Consciente del desarrollo mercantil de su país pero también de los 4 000 000 de súbditos que vivían en la pobreza, el gobierno de Isabel buscaba nuevas tierras donde proporcionarles una esperanza y donde encontrar materias primas tan necesarias como madera, pescado, carbón y, por supuesto, oro y plata. Las primeras expediciones fracasaron, pero sus sobrevivientes llevaron a Inglaterra noticias de tierras con mejor clima, agua y madera en abundancia. Justo en los años en que millones de labriegos estaban siendo expulsados de tierras comunales destinadas a la cría de ovejas, los viajeros hablaron de tierras fértiles cruzadas por innumerables ríos. En un Londres abigarrado, sucio, maloliente y lleno de epidemias, las noticias de campos frescos, aire limpio y abundante agua corrieron como pólvora. Hasta Richard Hakluyt, el dramaturgo, tomando el pulso de su tiempo escribió una obra que resultó inmensamente popular: Westward ho! impulsando a los jóvenes a embarcarse en busca de mejores condiciones de vida. Se escribieron numerosos folletos apelando a diversos motivos para emigrar: sobrepoblación, desempleo, falta de libertad religiosa, pero sobre todo, se hizo hincapié en los beneficios económicos a obtener El cronista Edward Hayes se encargó de hacer ver a sus compatriotas que ellos habían recibido un encargo divino: extender el protestantismo, la verdadera religión, a las nuevas tierras. El fracaso colonial de España en la zona septentrional probaba, según Hayes, que Dios la reservaba para Inglaterra. Una vez desarrollados los factores que hicieron factible el deseo de emigrar, sur los medios que lo hicieron posible. El auge del comercio lanar había acumulado capital que permitió la organización de poderosas compañías colonizadoras, las cuales necesitaban miles de personas para llevar a cabo sus objetivos. Fueron ellas, organizadas bajo el modelo de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, las que a su vez transportaron a los millones de gentes que, libres o forzados, llegaron a vivir al continente norteamericano. Su modelo de colonización significó un trasplante de unidades completas de la sociedad inglesa. Hicieron lo que los colonos romanos: reprodujeron sus propias comunidades y modo de vida. Y no sólo empujaron a los nativos fuera de los territorios en donde se establecieron, sino que organizaron una nueva Britania a la que llegaron también millones de otros europeos. Es esa historia la que deseamos relatar para que nuestros lectores hispanoamericanos conozcan el desarrollo de “las naciones” que conformaron a la que en este momento es la primera potencia mundial. Organizamos nuestro material de manera cronológica. Los primeros en llegar fueron naturalmente británicos, pero dada la regionalización de una isla dividida en Inglaterra, Gales, Escocia, etc., los llamados comúnmente ingleses tenían diferentes culturas, modos de vivir y religiones que, al trasplantarse, crearon mundos diferentes entre los que los únicos lazos eran la lengua (con acentos y peculiaridades propias) y las instituciones políticas a grosso modo. Es por lo tanto de gran interés que el público hispanoamericano conozca que fueron cuatro migraciones británicas las que configuraron culturas regionales que continúan en existencia. Posteriormente, la llegada de otros grupos, europeos, asiáticos, africanos e hispanoamericanos, han dado a ese gran mosaico el sabor especial de cada una de sus piezas. No es lo mismo visitar Los Ángeles en California que el Medio Oeste o Virginia. No se comportan de igual manera los oriundos de Boston que los habitantes de Dallas. El conocimiento de la historia de su inmigración nos permitirá comprender la razón de su ser. El mundo africano de los inmigrantes forzados o involuntarios, también tuvo numerosas facetas. Los colonos experimentaron la diferencia entre comprar un africano de Sierra Leona o uno, de la región de Senegambia. El primero les servía de peón en los campos, mientras que el segundo era refinado y culto, por que había que emplearlo en tareas domésticas o de
  • 4. Página 4 de 104 administración. Todas esas migraciones, forzadas o voluntarias, formaron el magnífico mosaico cultural que conocemos como Estados Unidos de América. Primera etapa: La colonia Los ingleses: 250 000 en 150 años Se calcula que, durante la época colonial, la gran inmigración se compuso casi totalmente de ingleses, aunque también llegaron elementos de otras nacionalidades, sobre todo holandeses, suecos y alemanes. El mundo colonial de las trece colonias fue inglés en cultura, instituciones políticas y económicas. Sin embargo, es interesante conocer de qué parte de Inglaterra llegaron los diferentes grupos dado que, en los siglos XVII y XVIII, las culturas inglesas eran muy regionales. Cada grupo llevó a las colonias las diferentes costumbres y tradiciones características de sus regiones, además de diversas denominaciones protestantes y rangos sociales. Fue su heterogeneidad la que dio origen a las peculiaridades en valores, lenguaje, arquitectura y hábitos familiares, sexuales, educacionales, funerarios, religiosos, etc., en cada región de las colonias, aun en nuestros días. Durante el largo periodo de 1607 a 1775 tuvieron lugar cuatro grandes migraciones. La primera fue la de los puritanos o calvinistas del este de Inglaterra. La segunda, la del gran número de sirvientes escriturados, como se los llamaba, del sur de la isla y de la pequeña migración de la élite monárquica que escapé de Inglaterra durante la guerra civil (1642-60). La tercera fue un desplazamiento de las regiones centrales del norte y de Gales hacia el valle del río Delaware. La cuarta llegó de la frontera con Escocia y norte de Irlanda a la frontera de los Apalaches entre 1718 y 1775. LOS ORÍGENES DE VIRGINIA Y MARYLAND Aun cuando la colonia de Virginia fue fundada en 1607, su desarrollo fue muy lento. Para 1642, cuando sir William Berkely llegó como gobernador, apenas tenía 8 000 habitantes. En los 35 años que duró la gubernatura de Berkely la región se transformó. El gobernador alentó la inmigración de muchos miembros de la aristocracia que dejaron inglesa que dejaron Inglaterra a raíz de la guerra civil o revolución puritana (1642-60). Fueron ellos quienes dieron a Virginia su legado cultural. Reconstruyeron el mundo que habían perdido en Inglaterra, la vida del caballero rural. Dos tercios de los caballeros que llegaron habían vivido en un triángulo de territorio en el sur y el oeste de Inglaterra, que iba de Kent a Devon y al norte hasta Warwick. Si se añadían los emigrantes de Londres al grupo regional, su proporción subía de dos tercios a casi tres cuartos. Muy pocos llegaron a East Anglia y otras partes del país. A la migración de caballeros se añadió el gran éxodo de gente de estratos sociales bajos, también de la misma región geográfica, los condados de Gloucester, Somerset, Devon, Dorset, Oxford, Brístol, etc. A través de los siglos la región había desarrollado su propia cultura: su lengua y leyes eran de los sajones del oeste y no como las de la región puritana que descendía de daneses. Su área rural estaba dividida en grandes plantaciones y dominada por un pequeño grupo de propietarios; tenía un porcentaje menor de ellos que todas las otras regiones. También en política era una región diferente puesto que siempre había sido leal a la corona. En cuanto a religión, pertenecía a ala conservadora de la Iglesia anglicana. La devastación y la hambruna que tuvo lugar durante la guerra civil, empujó a los pobres a dejar Inglaterra y a buscar en Virginia un lugar afín. Ahí se convirtieron en empleados de los grandes señores de las plantaciones. En las que fueron la primera y tercera colonias inglesas en Norteamérica se desarrolló un mundo conservador, de anglicanismo ortodoxo, de grandes plantaciones al estilo inglés y de profunda alianza con la Inglaterra rural del sur y oeste de la isla. Los viajeros que visitaron la región, llamada del Chesapeake a finales del siglo XVII o principios del XVIII, la describieron como un apéndice de Inglaterra. “Detestaban a todas las naciones, excepto a Inglaterra y despreciaban a todas las razas, excepto la suya”. Ese desprecio se extendía hacia los llamados yankees, o sea los habitantes de Nueva Inglaterra, y hacia los cuáqueros. Los de Virginia y Maryland se concebían
  • 5. Página 5 de 104 como los verdaderos ingleses y la suya, la única región en la que persistía la cultura y el refinamiento de la que llamaban “madre patria”. Diferían casi en todo de los puritanos y de los cuáqueros: ellos no aspiraban a vivir siguiendo el modelo del Antiguo Testamento sino el de la aristocracia rural inglesa. Al contrario de la ética de trabajo puritana y cuáquera, los sureños buscaban “matar el tiempo”, de ahí su afición por el juego, las largas conversaciones y la equitación. Maryland también tenía el mismo legado cultural. Ahí, desde su fundación, lord Baltimore había alentado la migración de caballeros rurales ingleses, aunque posteriormente llegaron miles de desposeídos; las bases culturales fueron muy parecidas a las de Virginia porque además, económica y geográficamente, eran la misma región. Las dos colonias se regían por el llamado “ciclo del tabaco” y por la mano de obra esclava. Había sido precisamente en Virginia donde se había declarado esclavos a los negros llevados por los comerciantes holandeses. El cultivo del tabaco ejercía una tiranía completa sobre las vidas de los habitantes de la región de la bahía de Chesapeake. De ahí que mientras esperaban su cosecha se dedicaran, como en las casas señoriales del sur de Inglaterra, a “matar el tiempo”. Sin embargo, esa prerrogativa pertenecía a los dueños de las plantaciones; el tiempo de sirvientes y esclavos no era de ellos sino de sus patrones y dueños. Aproximadamente un 10% de la población masculina adulta era dueña de plantaciones, juntos eran propietarios de 50 a 75% de la productividad de las dos colonias. Ese mismo patrón se daba en el sur y en el oeste de Inglaterra de donde ellos provenían. Había mucho en común entre las dos regiones: ambas tenían una sociedad muy desigual, idénticos patrones de establecimientos, agricultura de monocultivo, oligarquías poderosas de grandes terratenientes, religión anglicana y hasta el mismo acento y peculiaridades en su habla. Seis generaciones después de su fundación, los de Virginia y Maryland todavía consideraban que la cultura inglesa era una herencia formidable que había que pasar a las siguientes generaciones. En cuanto a su arquitectura, tanto las granjas como las casas señoriales se construían según sus tradiciones. Por ejemplo, el gran recibidor situado en el centro de la mansión era algo generalizado en las casas señoriales del sur y oeste de Inglaterra durante el siglo XVII al igual que los jardines, terrazas y estanques. Quizá la característica más notoria de los de Virginia y Maryland fue la idea de lo que debía ser una familia. Al contrario de los de Nueva Inglaterra y de los cuáqueros, que consideraban ideal una familia nuclear, ellos llevaron a las colonias la tradición de una familia patriacal. El orgullo de familia era su pasión, al igual que sucedía entre los caballeros rurales ingleses del sur y oeste de la isla. Su unidad de residencia era su casa, pero su unidad de asociación era la familia que, la mayoría de las veces, vivía en la misma región. Llevaron a las colonias la costumbre de los cementerios familiares .y preservaron la hospitalidad que había hecho famosos a los caballeros rurales ingleses. El “viejo sur”, como llaman a esa región de la bahía Chesapeake, continúa siendo hasta ahora la parte más parecida a la Inglaterra rural. LOS ORÍGENES DE LA MIGRACIÓN DEL ESTE DE INGLATERRA Estudios recientes muestran que la mayoría de las familias de Nueva Inglaterra emigraron de la región de Haverhill (Norfollc, Suffolk, Essex, Hertford, Cambridge, Huntington y Lincoln), condados al sureste de Inglaterra, en el área conocida como East Anglia. La mayoría pertenecía a la clase media, muy pocos eran aristócratas. Había artesanos, profesores, comerciantes, doctores, granjeros, magistrados, artesanos especializados y aquellos llamados gentry, o sea, la clase social inglesa que iba entre la media y la aristocracia. La mayoría de los emigrantes puritanos6 llegaron con sus familias. De un grupo de 60, 88% viajaba con parientes y 73% como parte de familias emparentadas con los demás. En el siglo XVII, época de su inmigración, la región de East Anglia era la parte más urbanizada de Inglaterra y la de mayor densidad de población. Su centro poblacional, Norwich, era la segunda ciudad del país donde abundaban los centros textiles, en especial de lana ligera. Sin embargo, las guerras con España y Francia (1625-30) habían dañado su comercio y proliferaban la pobreza y el desempleo justo en los años que precedieron a su emigración.: No obstante, la gran mayoría de los que emigraron lo hicieron por razones religiosas.’ La doctrina calvinista penetró en Inglaterra desde tiempos de Isabel. Ganó tantos adeptos que, para 1572, un grupo de reformadores intentó legalizar la nueva religión en la Cámara de los Comunes. La reina se opuso insistiendo en que la única Iglesia debía ser la anglicana.
  • 6. Página 6 de 104 Desde ese momento, los ingleses calvinistas decidieron llevar a cabo una serie de reformas y se convirtieron en el ala radical que buscaba suprimir todo aquello que tuviera sabor a catolicismo dentro de la Iglesia de Inglaterra. Por este motivo, a los calvinistas ingleses se les llamó puritanos y como tales, han pasado a la historia. Poco a poco lograron infiltrar muchas de sus doctrinas en el seno de la Iglesia oficial. En 1603, con la llegada de Jacobo 1 al trono, los puritanos recibieron órdenes reales: obedecer a la jerarquía anglicana o salir del país. El rey, aunque de creencias calvinistas, prefirió respaldar a la jerarquía que alentaba el desarrollo de la autoridad real. Así, quienes no acataron las disposiciones tuvieron que dejar Inglaterra; los que se quedaron continuaron su labor de infiltración. La Congregación de Leyden se trasladó a Holanda y de ahí surgió el primer grupo calvinista que llegó a Norteamérica en 1620. Nueve años después de la llegada de los peregrinos a Plymouth, un segundo grupo, esa vez ya de calvinistas no separatistas, tuvo que dejar Inglaterra. Desde la conferencia real de 1604, sus ideas habían ganado influencia, pero la hostilidad del clero anglicano había aumentado. Durante veinticinco años se intentaron diversas tácticas para debilitar al puritanismo pero todo fue en vano. Los puritanos trabajaban en el seno de la Cámara de los Comunes para conseguir la conversión de más miembros y, eventualmente, obtener la legislación de su religión. El peor golpe lo recibieron en 1628 cuando Carlos I decidió abolir el Parlamento. Se dieron cuenta de que la persecución política iría acompañada de la religiosa. Un año después, el arzobispo de la Iglesia anglicana, gran amigo del rey, inició la represión. Una fuerte depresión económica terminó por decidir a un grupo puritano de abogados, profesores y ricos comerciantes a salir de Inglaterra. Se consideraban elegidos por Dios para crear una comunidad ejemplar encargada de regenerar al mundo. Eran hombres de negocios, muy seguros de su misión y acostumbrados a tener autoridad. Sus ideales eran glorificar a Dios por medio del trabajo y vivir una vida honesta y prospera, ya que el triunfo en la profesión era signo de eleccion divina. En marzo de 1630 empezó el éxodo, llamado la Gran Migración, a las costas de Massachusetts. Antes de finalizar el año llegaron más de 1 000 colonos, y se estima que, en diez años, la población de emigrados llegó a los 20 000. Por razones de cantidad y calidad, los calvinistas que llegaron a Nueva Inglaterra, los presbiterianos escoceses y los reformados holandeses, fueron los grupos de más influencia en la formación de los Estados Unidos. A través del estudio de su historia, se ha insistido en que el espíritu puritano fue el más determinante en la cultura norteamericana. Admiradores y opositores concuerdan en que la herencia puritana es la base de la conciencia nacional. No se puede comprender la historia de Estados Unidos y la de sus relaciones con otros países si se desconoce esa herencia. No hay verdad más evidente que el hecho de la influencia calvinista. Las actitudes norteamericanas hacia el ahorro y el triunfo, hacia el trabajo y el ocio son amplia muestra de esa verdad. En la Inglaterra del siglo XVII la región de East Anglia era considerada como diferente a las demás. Su fácil acceso al mar y su dedicación a los textiles formaron fuertes lazos económicos y culturales con Holanda. De ese país recibió comercio, inmigración, arquitectura, religión y cultura. La región fue excepcional en su desarrollo educativo y era alto el grado de preparación cultural. Un historiador inglés los describió así: “Tendían a ser secos, tercos, con gran aprecio por el argumento y el litigio, profundamente puritanos en religión. La imagen no era universal [...] pero era el tipo al que la mayoría tendía a parecerse.” Al emigrar, su cultura enfatizó lo conservador porque querían continuar sintiéndose en East Anglia. Hasta en cuestiones arquitectónicas lo demostraron: a pesar del cambio geográfico, continuaron edificando con las mismas técnicas utilizadas por sus antepasados. Los fundadores de Nueva Inglaterra también continuaron con sus formas especiales de pensar en cuanto a la vida familiar, porque las veían como la manera de llegar a Dios. Eran tribales porque se creían el pueblo elegido y santos predestinados a mejorar el mundo. Su lema era “seremos como la ciudad sobre la montaña, la mirada del mundo estará sobre nosotros”. De ahí que ese grupo selecto fuera el único que requería a sus inmigrantes varias cartas de recomendación. La gran migración terminó en 1640, cuando la guerra civil estaba por empezar; sin embargo, los índices de natalidad entre ellos fueron tan altos que en 1700 eran 100 000, en 1 800 llegaron a 1 000 000, a 6 000 000 en 1900 y, en 1988, alcanzaron el número de 16 000 000, descendientes todos de los 21 000 inmigrantes que llegaron a Massachusetts de 1629 a 1640. Además, fundaron varios estados y ciudades: el norte de Nueva York, Búfalo, Cleveland, Chicago, etcétera.
  • 7. Página 7 de 104 De todas las características puritanas, las que más marcaron el carácter nacional fueron su dedicación al trabajo como manera de glorificar a Dios, llamada después ética del trabajo, su absoluta creencia en ser elegidos de Dios y su insistencia en la necesidad de la preparación profesional, porque el hombre puritano se sentía elegido por Dios para transformar el mundo; como tal debía ser industrioso, pues, según su ideología, ésa era la única manera de glorificar a Dios y obtener el éxito indispensable para considerarse salvado. Lutero escribió que trabajar era orar y los calvinistas añadieron que sus fieles debían ser miembros provechosos para la comunidad. Esa obsesión por el trabajo fue uno de los pilares de la comunidad puritana original. En una mente desocupada andaba el diablo, decían. Sus principios básicos eran trabajo y piedad, por lo que la ley contra la pereza era severa, una de las más drásticas de su código. Se multaba con dos chelines y medio al que se quedaba más de una hora en la taberna durante el tiempo de labor. Al perezoso se lo azotaba. Si no cambiaba de proceder se lo llevaba, azotándolo, hasta los confines de la aldea en donde las autoridades del poblado lo esperaban para continuar los azotes hasta que jurara trabajar.” Aun cuando todas las regiones culturales de las colonias norteamericanas impulsaron la educación formal, fueron los puritanos quienes fundaron cuatro universidades (igual número que el total del resto de la colonia), las cuales vincularon a las comunidades al pedirles que contribuyeran a su subsistencia. El más alto desarrollo intelectual de las colonias tuvo lugar en Nueva Inglaterra, al igual que East Anglia fue la región más cultivada después de Londres. Vinculado a su sentido del trabajo como manera de glorificar a Dios, estaba su concepto del tiempo. Para los puritanos, la pérdida del tiempo era una ofensa criminal. Sus diarios están llenos de los inicidentes en que castigaban a las personas perezosas. Consideraban que perder el tiempo era una profanación. Sus descendientes conservaron su obsesión por el reloj aun cuando cambiaron su finalidad hacia cuestiones materiales. A mediados del siglo XVIII Benjamín Franklin acuñó la frase Time is money (el tiempo es dinero) que pasó a formar parte de la herencia cultural de todo un país. Fue uno de los puritanos quien inventó el reloj despertador y el cambiar la hora para aprovechar la luz del sol. Su obsesión era tal que sus casas estaban orientadas hacia el sur, en la línea del sol y sus fachadas constituían un reloj de sol gigante con las horas incrustadas en tablas alrededor de la puerta para que todos pudieran seguir la marcha del tiempo» Otro componente de la cultura del grupo llegado de East Anglia fue su sistema de orden social. Entre los puritanos, el orden era una obsesión pero lo definian como “una condición donde todo se ponía en su lugar y se mantenía ahí por la fuerza si eso era necesario. De ahí que en el sistema puritano el orden y la fuerza iban juntos. Su régimen combinaba el orden colectivo y la violencia institucional a un alto grado. Para que todos estuvieran ordenados se instituyó una autoridad que los vigilara y esforzara: recogía impuestos, organizaba elecciones, recuperaba animales y objetos perdidos, vigilaba a los inmigrantes, arrestaba a las personas que iban en contra de las costumbres, llamaba al pueblo a juntas, etcétera. Era el encargado de que todo marchara ordenadamente y para eso leía las leyes a cada familia, por lo menos una vez cada tres meses. La pasión por el orden fue otro gran legado puritano al país. Su manera de entender la riqueza constituyó también una diferencia fundamental con el mundo católico y latino. Calvino fue el primero de los reformadores protestantes en romper con la prohibición católica de la usura. Llegó a esa postura por ser jefe de una comunidad burguesa que vivía del comercio. Justificó toda actividad económica que se llevara a cabo bajo la vigilancia de la Iglesia calvinista. Calvino escribió: “¿Hay alguna razón para que las ganancias derivadas de los negocios no sean mayores que las que se obtienen por la propiedad de la tierra?” El que podía ser rico y no lo era, pecaba. El hombre debía acumular riquezas para Dios, pues era su administrador. Sin embargo, Calvino era muy estricto en cuanto al disfrute de la riqueza. Lo mismo que el hombre debía trabajar, el dinero ganado debía permanecer activo mediante inversiones productivas. La ostentación y los gastos superfluos estaban prohibidos. Como nota final vale consignar que el inglés de los pobladores de East Anglia tenía ciertas peculiaridades y un acento que lo distinguía del resto de la isla. Lingüistas contemporáneos han identificado su legado cultural! ¡Hastá por el acento! Igualmente sucedió con las siguientes migraciones, para siempre su habla dejó marcada a la región.
  • 8. Página 8 de 104 CUÁQUEROS El tercer gran éxodo de ingleses hacia la colonia de Norteamérica fue el de los cuáqueros, entre 1675 y 1715. Este grupo se llamó en realidad “Sociedad de Amigos”, pero sus detractores lo apodaron cuáqueros (quakers) haciendo mofa del lema de su fundador que instaba a la gente a “temblar” (quake) ante el poder de Dios. Aun cuando individuos de su religión ya habían llegado antes a las colonias, eran migrantes individuales que habían sido juzgados como herejes y expulsados de Massachusetts y Virginia. Entran gran parte, su migración se debió a motivos religiosos porque eran severamente perseguidos en la Inglaterra de finales del, siglo XVII. Para entender su cultura hay que enumerar algunas de sus características religiosas: repudiaban tanto el puritanismo (calvinismo) como el anglicanismo y se basaban en la “luz interna” que recibían todos sus adeptos. Sus creencias se identificaban totalmente con el Nuevo Testamento y con la idea de que el hombre se salvaba a través de un proceso de conversión espiritual y no de predestinación como los puritanos. Repudiaban los sacramentos, ceremonias, iglesias, clérigos, ordenaciones y limosnas.Su sociedad se organizó como una estructura compleja de juntas y una disciplina colectiva que regulaba toda la vida de sus fieles. Como los puritanos, los cuáqueros insistieron en la necesidad de la educación pero sólo para que sus fieles pudieran leer la Biblia.
  • 9. Página 9 de 104 Casas de Nueva Inglaterra, edificadas según la arquitectura de East Anglia de alrededor de 1600 Quizá la característica que más los definió fue su rechazo a la guerra: ninguno de ellos podía tomar las armas ni en defensa propia. Su ideal era crear una sociedad sin jerarquías en la que todos fueran iguales y en donde reinaran el amor y la justicia. Sus comunidades eran fuertes, ascéticas, con propiedad privada, igualdad, simplicidad, ética del trabajo (como los puritanos) y creían en la importancia de la familia. También eran hospitalarios y carentes de prejuicios hacia los extranjeros. De ahí que desde el principio dieran la bienvenida a gran número de franceses, holandeses, alemanes, escandinavos y escoceses. Todas las sectas protestantes pudieron vivir y desarrollarse en las regiones cuáqueras. Para 1760 los cuáqueros ingleses eran una minoría y la región en la que se habían localizado se había convertido en un mosaico cultural. Sin embargo, todos esos grupos étnicos compartían características culturales afines. Los hombres y mujeres cuáqueros procedían generalmente de estratos sociales bajos, eran labradores, tenderos, empleados y algunos, artesanos. Emigraron de toda Inglaterra pero, sobre todo, de la región del norte, de los condados de Cheshire, Lancashire, York, Derby, Nothingham y Gales. Muy pocos llegaron del sur y del oeste y ninguno de East Anglia. El norte de Inglaterra y la región de Gales eran las partes más rurales del país, con baja densidad demográfica y mucha pobreza; su población se componía de pequeños granjeros y pastores. Durante el siglo XVII la región tenía reputación de ser peligrosa, independiente e igualitaria. Su gente vestía austera y pobremente y su cultura era sencilla. Todas estas características se convirtieron en la base del cuaquerismo. Seguramente porque fue ahí donde apareció George Fox, su fundador: que era de esa región. Su gran discípulo fue William Penn, hijo de un hombre con mucha influencia en la corte. En señal de gratitud Carlos II le otorgó tierra en América del Norte. La última de las donaciones hechas por el rey Carlos 11(1666) fue la otorgada a William Penn quien ansiaba fundar un refugio para sus correligionarios, los cuáqueros. Reclamó al rey la donación de tierras entre Nueva York y Virginia, hecha a su padre en pago de un préstamo. Al igual que los puritanos, Penn se propuso hacer un “experimento santo” que sirviera de modelo a la humanidad: recibió gente de todas las nacionalidades y aceptó todos los credos religiosos. Asimismo, en una época en la que en Inglaterra se castigaban más de doscientos crímenes con la muerte, Penn sólo consideró como crímenes capitales el asesinato y la traición.
  • 10. Página 10 de 104 Su arquitectura reflejó su origen al igual que la de los puritanos y los del Chesapeake: las granjas se construyeron con piedra gris-café como las del norte de Inglaterra. Los métodos de construcción fueron exactamente los mismos, con pequeños cambios necesarios en la nueva tierra. Sus ideas acerca de la familia eran también diferentes a las de los puritanos y los de Chesapeake. Aun cuando muchos padres continuaban insistiendo en la obligación de la obediencia de sus hijos, la mayoría de los. Cuáqueros pensaba que la familia era un conglomerado de personas iguales ante los ojos de Dios. En sus casas, todos, sirvientes, patrones y hasta los negros se sentaban a comer juntos. Generalmente eran el marido y la mujer unidos los que decidían todo. Su manera de ver el matrimonio también difería de la de sus compatriotas tanto del norte como del sur. Debía ser entre cuáqueros y unión de amor; generalmente se casaban ya mayores. Sus rituales diferían en muchos detalles de los demás de la Nueva Inglaterra y el Chesapeake. Le daban gran importancia a la decisión femenina ya que, entre los cuáqueros, las mujeres eran iguales a sus esposos. Ese aprecio por las mujeres no procedía solamente de su interpretación de la Biblia, sino, según muchos historiadores, de la ascendencia escandinava de los habitantes del norte de Inglaterra, región en donde el credo cuáquero había surgido. En la cultura escandinava las mujeres tenían un estatus social alto, con todos los derechos legales. Sus tradiciones alababan la fortaleza femenina por lo que trataban a las mujeres como iguales a los hombres ya que la doctrina cuáquera sostenía que las almas no tienen sexo. En cuanto a su uso del tiempo, los cuáqueros y los puritanos tenían mucho era común. Ambos pensaban que era una oportunidad para glorificar a Dios pero había diferencias: los cuáqueros creían en la maldad de una idolatría del tiempo. Juzgaban que el absorberse en los asuntos de este mundo era perder de vista lo más importante, el amor de Dios. No creían que se debía dar cada minuto del día a los negocios.’ Su actitud hacia la educación superior también provenía de sus orígenes. En las regiones centrales del norte de Inglaterra, la gente humilde que se hizo cuáquera miraba con sospecha a las instituciones educativas por considerarlas extranjeras. De ahí surgió su falta lnterés en las universidades aunque sus escuelas tenían y tienen un alto nivel académico LOS ESCOCESES-IRLANDESES La cuarta gran migración desde la Gran Bretaña fue de irlandeses y escoceses-irlandeses como llamaban al grupo de personas que gobierno inglés había llevado a Irlanda con la intención de crear un bastión de protestantismo en una isla ferozmente católica; en menos de cincuenta años había llevado 100 000 de ellos al norte de Irlanda. El grupo llamado “escoceses-irlandeses” pertenecía a 1, Iglesia presbiteriana o calvinista establecida en Escocia a mediados del siglo de inmigrantes. ‘‘La víspera de la celebración del centenario de la inauguración de la estatua de la libertad, en el verano de 1986, una encuesta mostró que el 49 % del público norteamericano quería que se redujera la inmigraciónt129,. De ahí que, cuand6’ se persiguió a los calvinistas ingleses (1620- 1642), también ellos fueron, perseguidos en un afán de volverlos ‘fieles a la Iglesi4 anglicana. Las restricciones religiosas se convirtieron en violaciones a sus derechos civiles cuando se les prohibió pertenecer tanto al ejército como a la marina y trabajar en la aduana y en los juzgados. Se abolió su derecho a tener escuelas calvinistas y se los gravó con un fuerte impuesto para mantener a la Iglesia de Inglaterra. A lo anterior se añadió un problema económico: se impusieron restricciones a sus manufacturas de lana, vidrio, lino y barcos. A esas medidas arbitrarias se agregó, en 1670, la prohibición de comerciar con las colonias norteamericanas. En 1704 se los excluyó de todos los puestos públicos y se declaró inválidos todos los matrimonios celebrados en iglesias presbiterianas. Todos esos factores se combinaron para empujarlos hacia las colonias inglesas del Nuevo Mundo. Después de obtener la entrada a Massachusetts y ser rechazado su permiso, los escoceses-irlandeses se dirigieron a Pensilvania. Filadelfia, su capital, se convirtió en el centro distribuidor de escoceses-irlandeses a todas las partes de las colonias pero, sobre todo, a sus fronteras. La gran migración tuvo lugar entre 1714 y 1720 en que cincuenta y cuatro barcos llegaron a Nueva Inglaterra; un número igual desembarcó en los puertos de Delaware, Maryland y Carolina del Sur. Se estima que antes de la Independencia (1776) habían llegado entre 150 y 200
  • 11. Página 11 de 104 000 escoceses-irlandeses o irlandeses, como los llamaban en las colonias erróneamente, ya que la gran migración irlandesa no tendría lugar sino hasta principios del siglo XIX. El escocés-irlandés fue el típico hombre de frontera: audaz, valiente, democrático, muy individualista, irritable, hostil hacia los indios y un opositor crónico a la autoridad. A esas características se añadían las de ser peleonero y prejuicioso. Como buen calvinista era dogmático y exclusivo en materia de religión “lo que lo llevaba a enfatizar más la ética del Antiguo Testamento que la del Nuevo La mayoría de los migrantes eran descendientes de habitantes del norte de Inglaterra, específicamente de la región fronteriza con Escocia o de la frontera de esa provincia con Inglaterra. Esa región incluía sus condados: Cumberland, Westmoreland, partes de Lancashire, Northumberland, Durham y partes de York. Del lado escocés incluía cinco condados. Los que emigraron a las colonias llegaron directamente del norte de Irlanda, de la región de Ulster. Su proximidad a su tierra de origen los había mantenido en estrecho contacto cultural con sus habitantes. Estudiosos de la región concuerdan en que la frontera inglesa-escocesa derivó su carácter cultural de las constantes luchas entre Inglaterra y Escocia por la posesión del área fronteriza. Hasta mediados del siglo XVIII la región nunca tuvo más de cincuenta años de paz. El efecto cultural de la violencia fue un clima de temor que continuó durante los periodos pacíficos. Además, creó un, sistema social y económico diferente al del resto de Inglaterra durante años los campos no se ‘cultivaron y la pobreza y la violenclia crearon un círculo vicioso, repetido en el norte de Irlanda cuando los llevaron ahí. Este creó a su ve una sociedad, cerrada, conservadora, dogmática, centrada no sólo en la familia sino en el clan, al que pedían lealtad ilimitada. Como es sabido, la violencia engendra violencia, por lo que una de las características de la sociedad escocesa- irlandesa fueron los pleitos, discusiones y asesinatos perpetrados por hombres que creían en la “ley del Talión” del Antiguo Testamento. Creían que, en ausencia de un órgano de orden y jerarquía, el jefe del clan y sus hijos debían encargarse de hacer justicia. De la frontera escocesa e inglesa trajeron el proverbio “cada hombre debe ser el sherif de su hogar” que los llevó a organizar grupos de “vigilantes” que nada tenían que ver con el gobierno de la región. De ahí surgió la costumbre de linchar a los acusados de algún crimen sin darles oportunidad de juicio. En cambio, sus compatriotas del norte y de la región del Chesapeake, lo mismo que los cuáqueros, tenían un gran respeto por la ley y por las autoridades que ellos habían elegido porque así había sido el uso en sus regiones de origen. De ahí que la tradición de violencia persista en las regiones norteamericanas que ellos colonizaron.’ Entre las costumbres que llevaron a las colonias norteamericanas estaban sus actitudes hacia el trabajo y la guerra. “Donde la ética guerrera es fuerte, la ética del trabajo es débil.”19 Cierto, su manera de trabajar parecía indolente pero era en realidad solamente diferente. Dados los ciclos de violencia en que vivían habían desarrollado técnicas de campo diferentes, en las que, mientras trabajaban los círculos internos de una labor, dejaban los externos sin cultivar porque eran, precisamente, los que pisaban los caballos de los partidos en guerra. Los escoceses-irlandeses también se distinguieron de las otras migraciones en su manera de pensar sobre el tiempo. Su ritmo de vida difería de los puritanos, los de Chesapeake y los cuáqueros. En vez de creer, como los de Nueva Inglaterra, que había que aprovechar el tiempo hasta el último minuto, los escoceses-irlandeses tenían una idea fatalista: había que dejar pasar el tiempo como venía, sin manejarlo ni controlarlo, dejando que pasara “lo que tenía que pasar”. De ahí que muchos los tildaran de perezosos. El orden prevaleciente en la frontera inglesa-escocesa también fue llevado a Estados Unidos. No sólo era violento sino antidemocrático, porque era el gobierno de los jefes de los clanes. El sistema político que organizaron, en las regiones norteamericanas donde se establecieron era poco estructurado No celebraban juntas locales como los de Nueva Inglaterra, ni establecían comisiones, como los de Chesapeake. Sencillamente, los jefes se reunían para dictar las leyes, justas o injustas, que debían regir a su comarca. De ahí que la deslealtad se considerara como el mayor pecado aun en la política. Sus conceptos de libertad también diferían de los de sus compatriotas de Massachusetts, Virginia y Pensilvania De la frontera inglesa-escocesa llevaron la idea de que la libertad debía ser natural y, por lo tanto, de que nadie podía infringirla. En consecuencia eran hostiles hacia las instituciones de gobierno cuando creían que restringían su libertad personal. De manera
  • 12. Página 12 de 104 consistente defendieron los principios de poco gobierno, pocos impuestos y el derecho de oponer resistencia a la autoridad en los casos en que se restringiera su libertad. Pero su idea de libertad natural no era recíproca porque no reconocía el derecho de estar en desacuerdo. Raramente toleraban desviaciones de sus normas y suprimían la oposición por la fuerza. Un estudioso de sus costumbres así los describió: “Parece ser más difícil para un escocés- irlandés que para otros hombres, el permitir una diferencia honesta de opinión; para él oponente es sinónimo de mi’ Es grande el número de norteamericanos famosos descendientes de los escoceses-irlandeses: James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson, séptimo presidente, Alexander Graham BeIl, inventor del teléfono, etcétera. Su tenacidad, firmeza y determinación, su valentía y autoconfianza fueron elementos básicos en el importante papel que jugaron en la política, ya que varios presidentes y representantes fueron descendientes de escoceses-irlandeses. Nueve de los firmantes de la Constitución en 1792 eran graduados de la Universidad de Princeton, constituyendo la contribución escocesa-irlandesa más importante a la educación superior norteamericana. A mediados del siglo XVIII, cuando se empezaron a desarrollar las factorías de hierro, los escoceses-irlandeses entraron a esos trabajos, para lo cual muchos de ellos se mudaron desde otros lugares de Norteamérica o desde Irlanda, a la región entre Carolina del Norte y Nueva Inglaterra, donde estaban las fundiciones y herrerías. Su espíritu indómito los llevó a colonizar las regiones más apartadas de las colonias. caracterizaron por su hostilidad al gobierno inglés y a toda actitud centralista de las autoridades coloniales INMIGRANTES FORZADOS: LOS ESCLAVOS NEGROS La “inmigración” africana a las colonias inglesas de Norteamerica tuvo lugar durante poco más de dos siglos y fue un fenómeno constante a lo largo del periodo colonial. Los primeros negros de los que se tiene noticia llegaron a Virginia en 1619 como sirvientes escriturados. Fue ya entrado el siglo XIX que se prohibió el comercio de esclavos, finalizando la “inmigración” africana. Para entonces ya las colonias se habían independizado de Inglaterra. La “inmigración” africana no fue un fenómeno voluntario sino un traslado forzoso de seres humanos de un continente a otro. Sin embargo, esto no impidió que la llegada de africanos aportara rasgos culturales a las colonias. Su forma de adaptación muchas veces fue determinada por la esclavitud, pero aun en estas condiciones, importantes tradiciones africanas continuaron existiendo. El origen de los africanos que llegaron a las colonias fue variado. Asimismo, había gran diversidad de características culturales, económicas y sociales y mucho más profundas que en el caso de los ingleses. El oeste de África, principal zona de origen de los “inmigrantes”, había sido el componente de tres importantes reinos en sucesión: Ghana, Mali y Sudán; el último sobrevivió hasta el siglo XVII. Ghana o Costa de Oro estaba formada por una confederación de poblaciones y contaba con una complicada organización política. Su sociedad era estratificada, con la nobleza en el vértice de la misma y los trabajadores agrícolas en su base. Había también un grupo de comerciantes, que recorrían la zona intercambiando productos. Para el siglo x Ghana fue alcanzada por la influencia del Islam, propagada por los árabes y la mayoría de los habitantes se convirtió gradualmente a esta religión. Para finales del siglo XI, Ghana entró en una etapa de decadencia económica, debido a una serie de sequías; esto la convirtió en presa fácil para los invasores de distinto origen que la atacaron durante los siguientes siglos, acabando con su poderío. Dentro de los grupos de Ghana que llegaron a América estaban los koromantinos, fantees y minas, condicionados por la guerra desde la infancia. Eran de mente despierta y de robusta constitución física, La esclavitud no terminó con su apego a la libertad y por ello, resultaban peligrosos en las plantaciones, donde se constituían en líderes e instigadores de levantamientos. Sin embargo, sus características físicas los convertían en buenos trabajadores agrícolas. Mali sustituyó a Ghana como el reino más poderoso del oeste. Para el siglo XIII alcanzó alto grado de organización política. La mayoría de la población se había convertido al Islam y las peregrinaciones la Meca propiciaron un mayor comercio. A pesar de esto, la agricultura continuó siendo la principal actividad del reino aunque otros sectores de la población se dedicaban a
  • 13. Página 13 de 104 actividades artesanales, como el trabajo en piedra y madera. Hubo también explotación de aúnas pues existían ricos yacimientos de oro. Para el momento de la decadencia de Mali en el siglo XV, Sudán estaba ya listo para tomar el liderazgo en el oeste. Sudán estuvo largo tiempo sometido a la voluntad de Mali, pero a finales del siglo XV realizó importantes conquistas en la región del Niger y dominó incluso al reino de Mali. Las conquistas y ascenso de Sudán como el reino más importante del oeste continuaron hasta mediados del siglo XVI. Para entonces Sudán contaba con una eficiente organización política, la mayoría de las provincias llevaban a cabo un intenso comercio y se estableció un sistema uniforme de pesas y medidas. La educación también prosperó consolidándose una cultura característica. También hubo un gran interés por promover el islamismo, religión practicada podria gran mayoría La población se dedicaba, por lo general, a la agricultura, pero grupos de comerciantes y artesanos también trabajaban madera y piedra. Las sociedades africanas contaban con diferentes recursos naturales y la fertilidad del suelo variaba de una zona a otra. Algunos grupos, como los mencionados, se dedicaban principalmente a la agricultura. Otros eran guerreros o cazadores- recolectores, que se limitaban a sobrevivir de los recursos de la zona, sin desarrollar trabajos agrícolas o artesanales. Estas características básicas influyeron en la forma en que los africanos se adaptaron al régimen de esclavitud. Además de los grupos provenientes de los reinos mencionados, otros grupos de africanos identificados fueron los mandingos y foulahs, del área de Senegal. Eran de facciones finas, parecidas a las blancas, altos y bien proporcionados. Muchos dominaban el árabe, de ahí que resultaron poco adecuados para las faenas agrícolas, siendo en cambio excelentes sirvientes domésticos además de eficientes en la vigilancia de destilerías y almacenes. De lo que hoy es el este de Nigeria llegaron los igbos o ibibios. Eran empecinados y agresivos, con frecuencia se suicidaban. Sus mujeres eran superiores a otras mujeres africanas, siendo casi tan fuertes como los varones. Se creía que si desde un principio se los trataba bien, resultaban buenos esclavos. De la región de Dahomey llegaron nocos, gaboneses, popos, andras y chidaws. Los popos eran considerados entre los mejores esclavos. Los chidaws tenían aún mejor reputación. Los gaboneses, en cambio, “por perezosos”, resultaban los peores esclavos para las plantaciones. Al principio del comercio de esclavos éstos baratos y muchos capitanes los compraban; pero debido, a frágil, constitución, muchos morían durante la travesía o poco despues del desembarco y los que sobrevivían enfermaban frecuentemente. Todo eso provocó que se los vendiera, faIseando sus orígenes. Los esclavos procedentes de reinos menores como el Congo y Benin, sobresalían en el trabajo de los metales, el tejido y la cerámica. Resultaban, en opinión de sus amos blancos, poco aptos para la agricultura pero excelentes artesanos. Muchas de las actividades desarrolladas por ellos en África pudieron así sobrevivir y florecer en las colonias inglesas. Según su lugar de origen, los colonos sabían cuáles serían sus habilidades; por tal razón, los capitanes de los barcos anunciaban siempre la región de la cual procedían sus cargamentos. La familia era una institución de gran importancia en su sociedad, pues se agrupaban en clanes que reconocían un antepasado común.
  • 14. Página 14 de 104 Los clanes llevaban a cabo en forma común actividades como la agricultura, la recolección y el comercio así como los asuntos religiosos y bélicos. La poligamia era practicada con anterioridad al Islam, el cual limitó el número de esposas a cuatro. Cuando se llevaba a cabo el matrimonio, el esposo debía indemnizar a la familia por la pérdida de un miembro, aun cuando la esposa no se integraba a la familia del marido. Hay evidencias de estratificación en las sociedades africanas. En el vértice estaban el rey y la nobleza, que procedían de clanes de reconocido renombre. Después seguía un gran grupo de trabajadores sin abolengo y finalmente, un sector más bajo carente de derechos políticos o sociales. Había además esclavos, prisioneros de guerra y marginados sociales. El tipo de trabajo realizado por cada clan contribuía a incrementar o disminuir su prestigio. El trabajo de la tierra era considerado el más ennoblecedor de todos. La esc1avitud africana era de carácter referían a su amo como “padre y a su vez eran llamados niños” por aquél. En muchas ocasiones los esclavos conservaban ciertos derechos; por ejemplo, en Guinea, los esclavos sólo podían ser vendidos por graves ofensas, tenían sus propias parcelas y/o derecho a una proporción del producto de su trabajo. Podían casarse y sus descendientes tenían derecho a heredar. En muchos casos se les daba la libertad a los hijos de los esclavos,., El comercio de esclavos afectó profundamente a las sociedades con las que entró en contacto. Proporcionó ingresos a las naciones que lo patrocinaban, pero también involucró a algunos sectores específicos de la sociedad africana. Estos pronto se volvieron económicamente dependientes de dicha actividad. Así, los negros capturados, no sólo tenían que resistirse al traficante, sino a miembros de su propia raza y sociedad convertidos en sus enemigos por causas económicas. Esta falta de unidad y conciencia de raza y origen entre los africanos, ante la amenaza de secuestro y esclavitud, contribuyó a mantener un flujo humano constante de continente a continente. Aquellos sectores de la sociedad africana que resultaron beneficiados por el comercio de esclavos —especialmente reyes y mercaderes— fueron quienes más se resistieron a las disposiciones de algunas naciones europeas encaminadas a poner fin al comercio de esclavos. El tráfico de esclavos se enfrentó, desde el momento de la captura de individuos, a la resistencia de éstos. Los esclavos eran llevados en “cuerdas” humanas, o sea, atados unos con otros por el cuello, hasta la costa donde eran embarcados en una forzosa emigración. Muchos negros, en la creencia de que la muerte les pemitiría regresar a su lugar de origen, se suicidaban arrojándose por la borda o bien languidecían
  • 15. Página 15 de 104 de hambre hasta morir Las sublevaciones y revueltas a bordo de las embarcaciones fueron frecuentes. Sin embargo, estas manifestaciones sólo contribuyeron a incrementar la violencia de su transportación. Los traficantes adoptaron métodos drásticos para controlar a sus renuentes pasajeros y mantener el valor de la “mercancía”. Los esclavos eran hacinados al tratar de transportar el mayor número posible para compensar el porcentaje, algunas veces sumamente alto, que no sobrevivía la travesía. Una vez desembarcados, se procedía a la distribución del cargamento. Aquí el inmigrante africano se veía separado de la mayoría de sus compañeros de viaje, de conocidos y familiares que hubiesen compartido su suerte hasta entonces. Los compradores potenciales examinaban a los esclavos subastados como si se tratara de ganado. Sin reparar en vínculos familiares, adquirían aquellos que consideraban de mayor utilidad según sus particulares intereses. Las diferencias regionales entre las colonias inglesas influyeron en el entorno de los diferentes inmigrantes africanos. En las colonias del norte, los esclavos funcionaron, sobre todo, como sirvientes domésticos, y aunque hubo durante el periodo colonial un grupo reconocido de negros libres, éstos no gozaron de igualdad; se encontraron en permanente peligro de ser secuestrados y vendidos sin posibilidad de demostrar su condición. La esclavitud en el sur fue muy distinta. No fue una institución establecida en los proyectos coloniales. Sin embargo, cuando se convirtió en base del engranaje económico de la zona, se procedió a legislar al respecto, convirtiéndola en una institución indispensable para la organización de la economía. Las leyes que reglamentaron la esclavitud fueron emitidas entre 1660 y 1669.26 Su intención era establecer la más radical segregación racial. Se castigaba severamente a las mujeres que sostuviesen relaciones con esclavos Se consideraba esclavos a todos los hijos de madre esclava, sin importar si el padre era blanco. — Aumentó también la violencia en el castigo de rebelión o fuga. A la circunstancia de que poco tiene que perder un individuo que no es dueño de su propia persona, se añadía el maltrato físico, siendo la higa castigada con la mutilación e incluso con la muerte. Las leyes que institucionalizaron la esclavitud fueron una respuesta a la creciente dependencia desarrollada por la economía sureña de la mano de obra esclava. Además, para ese momento, la población negra había aumentado mucho, tanto por la llegada de nuevos cargamentos de esclavos como por la reproducción natural. El temor a rebeliones ante este incremento de la población negra aumentó también, propiciando una actitud más represiva por parte de la población blanca hacia los esclavos. Las rebeliones que surgieron fueron sofocadas con la violencia para que el ejemplo desalentara nuevos levantamientos; era lo que se llamaba aplicar un escarmiento. A partir del momento en que se efectuaba la compra del esclavo, el amo sustituía al traficante como figura de autoridad para el esclavo. Desde entonces se establecía una clara competencia entre amo y esclavo. El primero recurría a todos aquellos métodos que le facilitasen controlar a su recién adquirido bien, desde la bofetada con que lo recibía como su propiedad. El segundo, como defensa, desarrollaba todas aquellas habilidades que le permitiesen mantener un vínculo con el pasado y, más que nada, consigo mismo. Uno de los diferentes métodos de los amos para controlar a los esclavos fue evitar, en la mayor medida posible, la convivencia de esclavos provenientes de un lugar de origen común y que por eso compartían la misma lengua. Se forzó a los esclavos recién llegados a departir con esclavos ya establecidos o nacidos en las colonias. Así los amos se aseguraban de que el idioma único fuese el inglés y debilitaban la posibilidad de continuidad de los vínculos creados por la tradición común:
  • 16. Página 16 de 104 A la par de la imposición de un nuevo idioma, el esclavo recibía un nuevo nombre, con el cual debía identificarse y al cual debía responder. Con este no solicitado bautizo se transformaba al africano consciente de su origen en esclavo. La religión planteé uno de los puntos más complicados del proceso de adaptación. A diferencia de otros grupos que habían llegado para fundar utopías religiosas o por verse perseguidos por sus creencias, los africanos carecían de un proyecto religioso homogéneo por su calidad de “inmigrantes” forzados. Al verse separados en el momento mismo de desembarcar, no pudieron consolidar núcleos que compartiesen y perpetuasen una tradición religiosa. Sin embargo, sus antecedentes religiosos, fuesen musulmanes o de otro tipo, les permitieron incorporar con relativa facilidad elementos cristianos. La gran mayoría adoraba a un dios creador, el cual se convirtió en Jehová y Cristo y los santos sustituyeron a otras de sus deidades aun cuando continuaron también con sus creencias en el poder mágico de amuletos y talismanes. Creían asimismo los espíritus de sus antepasados tenían un poder ilimitado sobre ellos; todo esto los llevó a crear un folklore religioso sincrético. Muchos elementos africanos se conservaron así integrados al ceremonial cristiano. La música, básica para la cultura africana, proporcionó instrumentos desconocidos y una nueva complejidad de ritmos a las celebraciones; aun en el entorno de una sociedad blanca las danzas típicas africanas siguieron llevándose a cabo como parte de sus rituales. La música y los cantos ofrecieron a la cultura africana un vehículo para expresar su espiritualidad. Los cantos religiosos —gospeis— fueron una importante aportación de África a la cultura de la sociedad colonial inglesa en formación y continúan hasta nuestros días conservando claramente sus raíces africanas. Otra condición que debilité la unión de los inmigrantes africanos fue la división interna de los mismos, establecida por el sector blanco. El no presentar un bloque homogéneo de características e intereses, interfería con su eficiencia al momento de las rebeliones. Los esclavos domésticos disfrutaban de una mejor posición en comparación con los trabajadores agrícolas y muchas veces eran considerados como una extensión de la familia propietaria. Los amos se preocupaban muy poco por la educación de los negros, pues veían en ésta elementos que podían propiciar la insubordinación. No tenían mayor interés en que los esclavos tuviesen acceso a material escrito o en alfabetizarlos. Los “inmigrantes’, africanos transmitieron de forma oral sus fábulas de generación en generación. Estos relatos explicaban fenómenos naturales, incluyendo una gran variedad de héroes, brujas, elementos mágicos y moralejas. Un elemento tanto mágico como religioso que persistió entre los esclavos, fue el vudú y con él, el uso de fetiches y amuletos. El vudú conservó su integridad con gran fuerza en otras colonias como Haití y Brasil. La mayoría de los esclavos terminaban aceptando, en mayor o menor grado, la religión impuesta por los amos. Estos pertenecían a las diferentes ramas del protestantismo que habían llegado a Norteamérica. Sin embargo, dos grupos religiosos asumieron desde su llegada una postura antiesclavista: los cuáqueros y los metodistas.
  • 17. Página 17 de 104 Los esclavos reaccionaron a su condición con resistencia pasiva, además con fugas y rebeliones. Practicaban también métodos discretos de sabotaje, por ejemplo, el descuido en el uso de las herramientas de trabajo o aun la destrucción de éstas o una lentitud perfectamente calculada en el desempeño de la faena, la cual sólo se remediaba con el látigo del capataz. También era común que se fingiesen enfermos o se provocasen lesiones para evadir el trabajo. Tampoco pudieron los “inmigrantes” africanos y sus descendientes mantener núcleos familiares en las colonias. Las familias eran desintegradas en la captura o subaste y el matrimonio entre esclavos no era legal, La “inmigración” africana no se vio interrumpida por la independencia de las colonias. Algunos negros participaron en la contienda en ambos bandos cambió su situación, porque fue la producción de las colonias del Sur la que pagó la ayuda extranjera a la causa independentista. “Puede afirmar- se que, en gran medida, los americanos compraron su independencia con mano de obra. La “inmigración” africana a las colonias fue un fenómeno constante que se fue incrementando durante el periodo colonial y que no terminó con éste. Tras la independencia de las colonias en 1776, todavia llegaron africanos durante algunas décadas más. Lo que puede afirmarse es que fue en el periodo colonial cuando se dio la tónica en el caso de la "inmigración" africana. “inmigración” africana. En él se fijaron los métodos de asimilación, las aportaciones y el impacto de la cultura negra en Norteamérica, vigente hasta nuestros días. OTRAS NACIONES EUROPEAS HOLANDESES En 1660 el duque de York tomó para Inglaterra la ciudad de Nueva Ámsterdam. Por motivos estratégicos y económicos, la corona inglesa decidió adueñarse de los territorios holandeses entre la región de la Nueva Inglaterra y la colonia llamada Maryland. Ese establecimiento holandés en la región llamada Nueva Holanda databa de 1624. En un principio, la compañía holandesa de las Indias Occidentales no tuvo interés en colonizar el país, sino solamente en creas unos cuantos fuertes, en gran medida autosuficientes, donde, comerciar en pieles con los indios del lugar. La compañía era dueña de la tierra alrededor de ”Ios fuertes, la cual trabajaban labradores pagados por ella. Unos años después, los directores de la compañía, dándose cuenta de que el comercio de pieles era poco redituable, decidieron colonizar la región. Los primeros colonos llegaron a la isla de Manhattan, previamente comprada a los indios en 1623 con collares de cuentas de colores. Un año después, treinta familias del sur de Holanda establecieron el fuerte Orange, con lotes de tierra de 20 hectáreas en 360 kilómetros a lo largo del río. Para 1626 ya existían los rudimentos de una aldea en la isla de Manhattan, molinos para cortar la madera y desgranar el maíz además de treinta casas de troncos al oeste de la isla llamada Nueva Amsterdam. Para fomentar la colonización, la compañía instituyó un plan mediante el cual personas que llevaran a más de cincuenta colonos en un plazo de cuatro años, recibirían las 20 hectáreas de tierra a esos plantadores se les llamó “patrones” y se les otorgó derechos de propiedad, de establecer tribunales, fundar municipios ,y nombrar funcionarios, además de privilegios comerciales En 1640 la compañía, dada la popularidad del plan, introdujo un nuevo grupo de propietarios a los que se otorgaban ochenta hectáreas por transportar a cinco individuos, así fue como aumentó la llegada de pequeños granjeros. La provincia de Nueva Holanda logró crear una comunidad agrícola próspera pero no logró establecer orden ni buen gobierno. Sin embargo, logró atraer colonos cuando publicó que se otorgaría libertad religiosa. En 1650 la antigua isla de Manhattan, llamada después Nueva Amsterdam, tenía una población de 8 000 habitantes de todas las religiones: sectas protestantes, católicos y hasta judíos a quienes en 1655 se les dio la libertad de practicarlas. Era una aldea verdamente internacional en la que sus habitantes hablaban más de quince o lenguas y pertenecían a naciones múltiples: holandeses, flamencos, franceses, daneses, noruegos, suecos, ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, polacos, bohemios, portugueses, italianos, etc. Todos ellos vivían desordenadamente en un sitio en que no se habia establecido un orden legal. Sin embargo, la base de la comunidad era holandesa y así quedó aun después de la conquista inglesa en 1064. La iglesia principal siguió siendo la Iglesia Reformada Holandesa. El siglo siguiente se continuó escribiendo en holandés (50 libros de 1708 a 1794) y el comercio continuó en manos de
  • 18. Página 18 de 104 los viejos comerciantes holandeses. En 1764, de 72 nombres en una petición reanudar comerciar con los indios, 60 de ellos eran holandeses. La influencia de los holandeses se plasmó sobre todo en la lengua, arquitectura y costumbres de la gente de Nueva York (como se llamó en 1664 en honor del duque de York). La combinación “uy” en apellidos como Schuyler, Spuyten, Duyuil, o en los empezados con “van”, típicamente holandeses, quedaron para siempre como “típicamente” neoyorkinos. En los términos geográficos también quedaron palabras holandesas. En cuanto a la alimentación, los holandeses llevaron a Nueva York la espinaca, los betabeles, el perejil, el eneldo y el perifollo. La supervivencia de los holandeses en Nueva York se nota sobre lucio en la arquitectura. Las casas más antiguas tenían techos de dos aguas, de azulejos rojos y negros, y medias puertas y aleros que sobresalían en forma horizontal. Algunos de sus mejores ejemplos se encuentran en el valle del río Hudson. Una de las tradiciones culturales norteamericanas, quizá la más notoria, heredada de los holandeses, fue la de Santa Claus. Las colonias cercanas ni la conocían ni la practicaban. Todavía a finales del siglo XIX los extranjeros se referían a Nueva York como “un lugar holandés”. SUECOS Gustavo Adolfo de Suecia planeó un establecimiento en Norteamérica y dos años después de su muerte se pudo llevar a cabo. Dos barcos de la compañía Sueca de las Indias Occidentales transportaron cincuenta colonos a la región después conocida como Delaware. Construyeron cabinas de troncos y erigieron un fuerte que llamaron Cristina en honor de su reina. Los colonos se dedicaron al comercio de pieles y de tabaco por lo que entraron en competencia con las colonias inglesas y holandesa. En 1655 esta última invadió Nueva Suecia; menos de nueve años después pasó a control inglés y aun cuando para finales del siglo XVII se hablaba sueco, la asimilación de sus habitantes al mundo inglés fue rápida. Muchos de sus descendientes continuaron en la región. Quizá su mayor aportación a la cultura angloamericana fue su método de construcción, sus cabañas de troncos de árbol que pasaron a ser sinónimo de la frontera norteamericana. ALEMANES Las grandes migraciones alemanas a Estados Unidos fueron dos. La primera llegó las colonias a principios del siglo XVIII y la, segunda a mediados del siglo XIX. Alemania, a finales de la guerra de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), sólo una expresión geográfica puesto que estaba dividida en unos trescientos feudos. Esta guerra la había dejado devastada tanto política y socialmente como en su economía. Numerosas sectas protestantes se habían fundado respondiendo a las necesidades de una población frustrada en todos sentidos. Como consecuencia, muchos de sus habitantes eran perseguidos por las iglesias luteranas establecidas y por los príncipes católicos, especialmente por el elector del Palatinado. A eso se añadieron los desastres agrícolas de 1708 y 1709 y la ley inglesa (1740) que favorecía la naturalización en las colonias. A ese inundo llegaron los propagandistas de las compañías navieras en busca de inmigrantes para las colonias inglesas de Norteamérica. Cientos de folletos se distribuyeron entre la población alemana con el resultado de que miles de ellos se contrataron para hacer el viaje como trabajadores “redimidos”. Estos eran los que aceptaban ser “vendidos” temporalmente por el capitán del barco a uno de los colonos. Uno de esos inmigrantes nos dejó su versión:
  • 19. Página 19 de 104 Los inmigrantes alemanes fueron, en su mayoría, a Pensilvania porque fue William Penn quien les ofreció tierras y libertad de conciencia. Ahí se formó una colonia alemana en el año de 1683, Una sociedad conformada en Alemania comisionó a Francis D. Pastorius para comprar tierras en la propiedad de William Penn. Adquirió varios terrenos al norte de Filadelfia en los que proyectó un poblado que llamó Germantown. Ahí llegaron doce familias, en su mayoría mecánicos y tejedores, que formaron el primer núcleo de lo que llegaría a ser una especie de provincia alemana en las colonias inglesas. 33 En 1714 se inició la importación de trabajadores alemanes del hierro. Con la ayuda del barón von Graffenried, que había fundado una colonia de alemanes y suizos en Carolina del Norte, se rescató a un grupo de 42 alemanes, trabajadores de esta industria, que se habían quedado en Londres a la mitad de su viaje a las colonias y se los llevó a la frontera norte de Virginia a una colonia que se llamó Germana. Ellos constituyeron parte del primer gran éxodo del alto Rhin a través de Rotterdam e Inglaterra. Llegaron del distrito “fierrero” de Nassau- Siegen a 45 millas al este del Rhin. En el curso del siglo siguieron llegando a los distritos del hierro: Virginia, Maryland, Pensilvania, Carolina del Norte, Nueva Jersey y Nueva Inglaterra. En su totalidad, estos trabajadores llegaron como sirvientes escriturados. Treinta y cinco años después, un viajero alemán, Peter Kalm, describiría la gran prosperidad de Pensilvania, debida en gran parte a los inmigrantes alemanes que, desde principios de siglo, contaban con molinos, hornos para ladrillos y mosaicos, granos y ganado para exportar, fábricas de lana y lino ‘junto con una gran variedad de otros artículos útiles y necesarios’ Diez años después se cree que la población alemana de Pensilvania llegaba a los 45 000 habitantes En Nueva York se estableció otra colonia alemana: el gobierno británico promovió su inmigración, pagó sus gastos de transporte y su establecimiento con el resultado de que, la llamada inmigración palatina, fue el mayor grupo en llegar de una vez. Los colonos fueron contratados como sirvientes del gobierno británico hasta que las ganancias de los almacenes de
  • 20. Página 20 de 104 pertrechos navales pudieron pagar sus pasajes. Una vez alcanzado lo anterior, los alemanes del Palatinado se cambiaron a tierras de granjas, a lo que llegó a llamarse “tierra alemana” por su enorme productividad. Para mediados del siglo XVIII (1750) se había conformado una cadena de establecimientos alemanes que iba desde el valle Mohawk en Nueva York hasta Savannah, Georgia. Después de la independencia de Estados Unidos, hombres y mujeres de ascendencia alemana fueron a colonizar Kentucky, Tennessee y el nuevo oeste. De interés especial son las costumbres y tradiciones alemanas que han sobrevivido hasta nuestros días. Los alemanes se concentraron en los llamados “Pennsylvania Dutch”, como se conocen hasta ahora, los cuales se dividían en dos grupos: los de los luteranos y los de aquellos que llamaban “sectarios”, decenas de grupos menores que pertenecían a una docena de religiones, incluida la católica. Sin embargo, estudiosos de ese periodo han definido al luteranismo como la esencia de la personalidad del alemán de Pensilvania. Su influencia a través de los años, se llevó a cabo por medio del sistema de escuelas parroquiales que, junto con la iglesia luterana, ayudaron a mantener a los alemanes como una unidad religiosa y cultural independiente en una tierra extrangera En contraste con los dispendiosos escoceses-irlandeses, los alemanes eran ahorradores, trabajadores, frugales y avaros. Trabajaban tan intensamente que no tenían tiempo para actividades recreativas. En tiempos de la colonia se sabía que ahí donde el escocés-irlandés y el inglés fracasaban, el alemán prosperaba, quizá como decían entonces porque bebía menos y se organizaba mejor. El alemán de Pensilvania actuaba como patriarca sobre su familia y detestaba todas las innovaciones que pudieran desafiar las viejas virtudes del ahorro y el trabajo duro. Sus mujeres hicieron grandes contribuciones al arte culinario de Estados Unidos. Como carpinteros y artesanos no tuvieron igual: uno de ellos edificó la primera fábrica de papel en Pensilvania, otro introdujo la imprenta, manufacturaron las primeras medias de hilo y los primeros hornos de acero. En el plano intelectual, los alemanes del Palatinado no hicieron mella. El promedio de analfabetismo entre ellos era grande y Benjamín Franklin los consideraba los más estúpidos entre los alemanes Su lengua llamada “Pennsylvania Dutch” puede decirse que es la lengua inmigrante más antigua de las que todavía se hablan. Durante la guerra de Independencia, el grupo de inmigrantes alemanes o sus descendientes recibió al de los hessians, soldados mercenarios alemanes que sirvieron en el ejército británico y que, a finales de la revolución de Independencia, se quedaron en Estados Unidos. Durante la época colonial, los inmigrantes no ingleses contribuyeron poco a la vida política de las colonias. Sin embargo, su influencia fue grande en el desarrollo social, económico y cultural que construyó una nueva nación. Jean de Crevecoeur, inmigrante francés, escribió una serie de artículos con la finalidad de exponer lo que él pensaba que eran los norteamericanos. Son una mezcla de ingleses, escoceses, irlandeses, franceses, holandeses, alemanes y suecos. De esta casta promiscua, ha surgido esta raza ahora llamada norteamericana. Deben exceptuarse las provincias del este, por ser los descendientes puros de los ingleses [...] ¿Qué es entonces el norteamericano, este nuevo hombre? lis o bien un europeo, o el descendiente de un europeo, por ende, esa extraña mezcla de sangre que no se encontrará en ningún otro país. Yo podría señalarle a una familia cuyo abuelo era inglés, cuya esposa era holandesa, cuyo hijo se casó con una francesa, y cuyos cuatro hijos tienen ahora cuatro esposas de diferentes naciones. Es norteamericano quien dejando atrás todos sus antiguos principios y modales, recibe nuevos de la nueva manera de vivir que ha abrazado, del nuevo gobierno al que obedece y del nuevo rango que tiene. Se convierte en norteamericano al ser recibido en el ancho regazo de nuestra gran alma mater. Aquí los individuos de todas las naciones se funden en una nueva raza de hombres cuyos esfuerzos y posteridad causarán algún día grandes cambios en el mundo [...] FRANCESES La inmigración francesa a Estados Unidos durante la época colonial consistió, sobre todo, en personas perseguidas en su país por motivos religiosos. Cuando tuvo lugar la revocación del edicto de Nantes en 15, miles de franceses calvinistas hubieron de dejar su país por temor a una persecución. La mayoría de ellos se refugió en Inglaterra y de ahí paso a las colonias Llegaron
  • 21. Página 21 de 104 alrededor de 15 000 personas y se establecieron en Nueva York, Massachusetts, Rhode Island, Maine, Virginia y, sobre todo, en Carolina del Sur. Según leemos en los documentos, el primer lugar a donde emigraron fue a Nueva Holanda, después llamada Nueva York. Ahí aparecen sus nombres como parte de la población de Nueva Amsterdam. La Iglesia francesa se fundó en 1659 y los decretos se proclamaban tanto en holandés corno en frances. En 1688 llegaron doscientas familias calvinistas o hugonotes, como las llamaban en Francia, y diez años después había tal número de ellos que justificó la publicación de un libro en francés. Su centro de mayor influencia fue la ciudad de Nueva Rochelle fundada en 1689. A Massachusetts llegaron durante los dos primero años después de la revocación del edicto de Nantes. Organizaron su iglesia en Boston aun cuando se dispersaron por toda la colonia; muchos de ellos pasaron a Rhode Island y por supuesto, a Maine, ya que era la región más cercana al Canadá francés. Para 1700 había unos 4 000 hugonotes en la región. Al ser muy industriosos y cultos, la mayoría progresó con rapidez y ejerció mucha influencia donde se radicaron. A Virginia llegaron a supervisar los viñedos y la industria vinícola, y a introducir la cría del gusano de seda. Fueron, no obstante, vetados en la región cuando dieron comienzo las guerras con los franceses que bajaban, junto con sus aliados indios, a devastar las colonias iglesias. Fue en Carolina del Sur, que los franceses tuvieron mayor éxito. Ahí se dedicaron también a los viñedos, a los olivares y a la elaboración de la seda. Su principal establecimiento fue la ciudad de Charleston pero colonizaron por lo menos seis lugares más donde plantaron arroz, índigo y algodón. Fueron comunidades muy prósperas y cultas. Se convirtieron en prestamistas para sus vecinos ingleses. Durante cincuenta años publicaron periódicos, libros, etc., en su idioma nativo. Probablemente su inmigración no fue mayor de 15 000 personas pero, como la mayoría de sus miembros llegó a ser muy próspera, su influencia fue grande. Su número aumentó cuando, en 1803, el presidente Jefferson compró la colonia francesa de Luisiana. La ciudad de Nueva Orleans constituye el mayor ejemplo de la influencia francesa en Estados Unidos. Después de los Ingleses, los franceses fueron y son los inmigrantes recibidos en Estados Unidos. Los franceses de Arcadia Para finales del siglo XVII, descendientes de colonos franceses que llegaron a la región de Nueva Escocia en el siglo XVII los “acadios”, constituían una amalgama extraordinaria, pues se habían mezclado con portugueses, escoceses, ingleses e indios de la región; una de las consecuencias de vivir en un territorio aislado fue que desarrollaron una cultura y un lenguaje peculiares. Eran unos 10000 cuando, en 1755, el comandante británico de Nueva Escocia los deportó, temiendo que por ser descendientes de franceses, ayudaran a éstos en la guerra contra de los colonos ingleses. Sus propiedades fueron confiscadas y ellos fueron enviados a las islas del Caribe y a Luisiana. Cuando en 1803 ésta pasó a ser propiedad norteamericana, los descendientes de los acadios,37 tanto los pocos que habían quedado en Nueva Escocia como los de Luisiana, formaron comunidades cerradas en las que continuaron, por muchos años, conservando su cultura y su religión. Después de la Independencia de las trece colonias inglesas de Norteamérica, tuvo lugar el turbulento periodo de la revolución francesa. Durante esos años, en gran parte por la falta de seguridad en el mar, la inmigración a Estados Unidos descendió a sus números más bajos. En 1803 tuvo lugar la compra del territorio francés de Luisiana, por lo que un número adicional de extranjeros pasaron a ser ciudadanos de Estados Unidos. La mayoría de ellos se quedaron en los alrededores de Nueva Orleans y de Baton Rouge, región que quedó como un enclave francés. JUDIOS EN LA COLONIA El número de judíos en la colonia parece no haber sido mayor de 3 000. La mayoría de ellos llegaron escapando de la persecución religiosa en España y Portugal Los primeros en llegar fueron los llamados sefarditas, o sea judíos españoles y portugueses. Se establecieron en Nueva Holanda por ser la región más tolerante y ahí fundaron sinagogas; se les otorgó la ciudadanía holandesa. Cuando Nueva Amsterdam pasó a ser colonia inglesa (Nueva York) en 1662, los judíos sefarditas se quedaron en el lugar. Veinte años después, eaj33, el duque de York decreté que
  • 22. Página 22 de 104 todas las personas que lo desearan podían vivir en su colonia. Ese mismo año, los judíos inauguraron su primera sinagoga en la América inglesa En 1727 la Asamblea General de la colonia de Nueva YÑ-k legislé para permitir la naturalización de los judíos. Hay que recordar, sin embargo, que en la colonia inglesa no existió un organismo de gobierno central por lo cual lo que se legislaba en una colonia no afectaba a las otras. Todavía para esa época la mayoría e los judíos eran sefarditas o “marranos”, como llamaban a los que, en un momento u otro, habían aceptado pasar por cristianos En 1748, Peter Kahn, viajero sueco, escribió: Además de diferentes sectas cristianas, muchos judíos se han establecido en Nueva York donde poseen grandes privilegios. Tienen una sinagoga, casas, grandes mansiones de campo en sus propiedades, y se les permite mantener tiendas en la ciudad. También tienen varios barcos, los que cargan y envían fuera con sus propias mercancías. En fin, ellos disfrutan de todos los privilegios comunes a los demás habitantes de esta ciudad y esta provincia. El segundo establecimiento judío en las colonias inglesas de Norteamérica tuvo lugar en Newport, Rhode Island. Roger Williams había fundado la colonia para dar refugio a todas las religiones, excepto la llamada “papista” o católica. Llegaron muy temprano, pues la colonia había sido fundada en 1636, y a finales de 1658 llegó a establecerse el primer grupo judío. En 1677 fundaron su panteón, el más antiguo existente en el país, ya que el de Nueva York se perdió con el tiempo y con la urbanización de la ciudad. Los dormitorios de los barcos, estrechos y muchas veces insalubres, hacían difícil la travesía Antes de la guerra de Independencia de las colonias (1776), se contaban sesenta familias judías viviendo en Newport. Ese puerto era, a finales del siglo XVIII, el tercero en importancia, después de Boston y Filadelfia; por lo mismo fue el lugar a donde llegaron muchos comerciantes judíos con importantes conexiones en los mercados tanto europeos como del Caribe. También ellos eran sefarditas, españoles o portugueses, que cansados de esconderse de la Inquisición española querían vivir en paz como judíos. Todos estaban naturalizados y comerciaban bajo bandera inglesa. Durante la revolución de Independencia, la comunidad judía de Newport escapé a Nueva York, Filadelfia y Massachusetts cuando el puerto fue tomado por los ingleses. Los judíos llamados ashkenazi llegaron a Norteamérica vía Filadelfia. Fundaron varios establecimientos en la colonia de Pensilvania en donde muchos se dedicaron a comerciar con los indios. La mayoría de ellos provenían de Alemania pero también había judíos ingleses dedicados al comercio con Europa.
  • 23. Página 23 de 104 Carolina del Sur fue la cuarta colonia en recibir inmigrantes judíos. Para 1750 había un número suficiente para fundar una sinagoga, y la mayoría de ellos eran sefarditas con apellidos españoles y portugueses. Bajo la Constitución redactada por John Locke, expresamente para su colonia, los judíos podían ser representantes en la Asamblea General de la colonia; uno de ellos era miembro de la Asamblea cuando ésta decidió separarse de Inglaterra. Al momento de la Independencia había cinco comunidades judías en las colonias; la quinta se había organizado en Georgia aprovechando la liberalidad de sus fundadores. Al empezar la revolución había, aproximadamente, 2 500 judíos, la mayoría sefarditas de origen español; según sus archivos, gran parte de ellos ayudaron con dinero y armas Se los describe como un grupo de gente culta y rica y también orgullosa de su historia. Proyectos para propiciar la inmigración Desde la época de William Penn, en la década de 1680, Norteamérica empezó a captar inmigrantes por medio de anuncios que estimulaban su cambio al nuevo mundo. Los folletos de Penn, en holandés, alemán, francés e inglés describían las bendiciones que podrían encontrar en su colonia donde, además de disfrutar de tolerancia religiosa, obtendrían grandes beneficios económicos. Penn viajó una y otra vez a Gran Bretaña y a Alemania para ofrecer las ventajas de trasladarse a su colonia: organizada con libertad religiosa, con asamblea y consejos elegidos, y con derechos civiles más avanzados. Otorgaba asimismo tierra e instrumentos de labranza a los que emigraran, al igual que todas las demás colonias. Las cartas de los recién llegados fueron, desde el principio, otro gran estímulo para que muchos se decidieran a emigrar. Con algunas excepciones, todos escribían elegías a su nueva tierra, pues, pese a los problemas, nadie se quedaba sin comer. Uno de ellos escribió: Creo que vi más duraznos y manzanas pudriéndose en el suelo de los que podría hundir una flota británica. Voy a una plantación en Ohio donde no saben el número de cerdos que tienen 1...] la familia más pobre tiene una o dos vacas y borregos [...] ponen su mesa tres veces al día como para una comida de boda: té, café, carne de res, pasteles, huevos, buen pan; y su bebida favorita es whiskey o brandy de durazno. Dime, ¿esto sucede en Inglaterra? La razón económica fue tan poderosa para emigrar que Héctor St. John de Crévecoeur, colono francés de finales del siglo XVIII, escribió que los pobres de Europa, devastados por el hambre y la guerra, se convertían en prósperos ciudadanos y añadió “Ubi panis ibi patria [La patria está donde se encuentra el pan] es el motor de todos los inmigrantes” Sus cartas acerca de su nueva tierra impulsaron a miles de europeas a emigrar. Otro escrito que tuvo gran influencia para conseguir inmigrantes fue el llamado América Book, publicado en 1838, que describió el país como un lugar “donde los sueldos son altos, los precios bajos, excelente tierra y libertad religiosa y política”.42 Las cartas enviadas por los suecos de Iowa a sus compatriotas les informaban no sólo de la enorme cantidad de maíz, cerdos y calabazas que tenían, sino de que no había necesidad de cerrar las puertas de las casas puesto que no había ni limosneros ni ladrones. Contaban que el clima era mucho mejor que el de Suecia, que no había grandes plantaciones ni distinciones sociales, sólo económicas. Las llamadas “guías para los inmigrantes” también tuvieron mucho efecto. Se escribieron en muchos idiomas incluyendo el inglés. La Guía del emigrante a los Estados Unidos, escrita por el reverendo 1. O’Hanlon, se recomendaba para los irlandeses; se escribieron otras dos para los alemanes y una más para los suecos. Todas ellas eran para conseguir que llegaran colonos a una u otra parte del país. La mayor ambición de todos los nuevos estados era atraer inmigrantes capaces e inteligentes. Los nuevos territorios del Medio Oeste publicaron asimismo folletos en diferentes lenguas con dicho propósito. Se distribuyeron tanto en ciudades europeas como americanas, en tabernas, muelles y periódicos europeos y norteamericanos. La legislatura de Minnessota llegó a ofrecer un premio de 200 dólares al mejor ensayo que describiera la región a los futuros colonos,. Para mediados del siglo pasado, los nuevos estados empezaron a competir por captar a los colonos; Michigan, por ejemplo, ofreció la ciudadanía a todos los inmigrantes que residieran en su territorio por dos años y medio. Wisconsin, a su vez, publicó que su Constitución otorgaría la ciudadanía con sólo un año de residencia en el país. Indiana entró a la competencia: su legislatura aprobó una residencia de seis meses en el estado y un año en Estados Unidos para que los inmigrantes pudieran votar. Kansas manifestó su deseo de atraer colonos pasando una ley que exceptuaba a los menonitas del servicio militar.
  • 24. Página 24 de 104 Después de la guerra Civil (1860-1865) Norteamérica, los estados del Sur empezaron su propaganda para conseguir inmigrantes, especialmente porque querían suplantar la fuerza de trabajo negra Organizaron convenciones y asociaciones, y mandaron agentes tanto a Europa como a China, El ferrocarril de Carolina del Sur ofreció tierra gratuita y todas las comunidades pusieron dinero para ayudar a la llegada de inmigrantes. “El verdadero método para la reconstrucción — anunciaron— es la infusión de sangre nueva al sistema exhausto del Sur.” Todas las legislaturas sureñas pasaron leyes para conseguir inmigrantes, por ejemplo, Tennessee legalizó la llamada “Sociedad de Inmigrantes Americana” para poder vender tierra a los colonos reclutados. Sin embargo, poca inmigración llegó al sur, sobre todo, por el prejuicio europeo en su contra por haber sido tierra de esclavos. Además, el mismo retraso económico sureño, sus pocas escuelas, caminos y viviendas, ahuyentó a los inmigrantes por muchos años. Unos pocos suecos, italianos, daneses y alemanes fue todo lo que pudieron conseguir. LAS CONDICIONES DE VIAJE Las opiniones de viaje de los inmigrantes eran pavorosas. Los dueños y los capitanes de los barcos no se preocupaban nunca por hacerles agradable el viaje. Después de acomodar la carga, los hacinaban en los sitios vacíos, la mayoría de las veces desprovistos de ventilación y luz. Como debían cocinar ahí mismo sus alimentos, esos lugares negros y cenados se llenaban de humo, y calor. Además, las peleas para utilizar los fogones eran frecuentes y como siempre, eran los fuertes y violentos los que triunfaban. Frecuentemente había epidemias tales como el tifo, el cólera, la viruela y la disentería que dejaban muertos y una secuela de mugre y contagio. Tanto la comida como el agua, eran escasos. Un médico que vivió las condiciones de un barco las describió así: “Nunca vi gente tan indiferente a la vida; continuaban en la misma litera con alguien ya muerto hasta que el capitán mandaba sacarlo […]” Todavía a mediados del siglo XIX, Horace Greeley, periodista famoso de la época, describía los males del transporte de inmigrantes en el New York Tribune: un 10% morían en el viaje atacados por diversas epidemias, otros se volvían locos por el hambre, la sed o las condiciones intolerables. Gracias las numerosas quejas y al interés humanitario, las condiciones de viaje empezaron a mejorar. Desde mediados de siglo varias ciudades europeas legislaron para hacer de sus puertos lugares más seguros y sanitarios. Estados Unidos también respondió estableciendo reglas e inspeccionando los barcos para verificar su sanidad. La primera ley fue emitida en 1819 para ordenar que no debía haber más de dos pasajeros por cada cinco toneladas de capacidad.46 Sin embargo, queda a Pensilvania el honor de haber sido la primera colonia en legislar a favor de los inmigrantes. En 1749 ordenó que las literas para personas mayores de catorce años debían ser de seis pies de largo por uno y medio de ancho. En 1766 modificó la ley para ordenar además, una altura de tres pies entre cada una. Dictaminó asimismo que no debían dormir en una litera más de dos personas, a menos que fueran niños. La ley estipuló también que cada, barco debía et fumigado y lavado con vinagre dos veces a la semana. Tenía cada barco la obligación de llevar un médico y un botiquín completo de medicinas. Sirvientes escriturados La mayoría de los inmigrantes llegaron a las trece colonias, como sirvientes escriturados. Por ejemplo, en la Virginia de 1683, casi 12 000 personas, un sexto de su población, eran sirvientes escriturados. Así se los llamaba por haber firmado un contrato especificando el término de su servicio que iba, generalmente, de 4 a 7 años. El servicio por contrato databa de tiempos medievales y como esta práctica no había desaparecido en Inglaterra, se adapté para las colonias. Los sirvientes escriturados eran generalmente artesanos y pequeños comerciantes. Los campesinos llegaban casi siempre como sirvientes “redimidos”, o que, por no poder pagar su pasaje, aceptaban que el capitán los “vendiera” por unos cuantos años a algún colono que quería, a su vez, obtener las donaciones de tierra ofrecidas a los que llevaran inmigrantes. Hubo muchos barcos, ingleses y alemanes, que llevaban a cabo este comercio. En esa sociedad pionera, libre de jerarquías, los sirvientes escriturados tenían posibilidad de movilidad social. Su estatus era reputable dentro del esquema de la vida social inglesa, puesto que se veía como una extensión del sistema de
  • 25. Página 25 de 104 aprendices. Un contemporáneo describió así su llegada: La venta de seres humanos en el mercado a bordo de los barcos, se efectúa de esta manen: cada día, ingleses, holandeses y alemanes llegan de la ciudad de Filadelfia y de otros lugares, en parte cubriendo grandes distancias, digamos veinte, treinta o cuarenta horas de camino, y suben a bordo del barco recién llegado, que ha traído y ofrece en venta a pasajeros de Europa, y seleccionan entre los sanos, a aquellos que les parecen adecuados para sus negocios, y regatean con ellos el tiempo que habrán de servir para cubrir el dinero de sus pasajes, que la mayoría aún debe. Cuando llegan a un acuerdo, resulta que los adultos se han comprometido por escrito para servir tres, cuatro, cinco o seis años por la cantidad que adeudan, de acuerdo con su edad y fortaleza. Pero la gente muy joven, de diez a quince años, debe prestar sus servicios hasta que cumpla veintiún años. También existió otro grupo de inmigrantes, los presos. Así empezó la política inglesa consistente en enviar a las colonias a todos sus indeseables. Las sentencias de los prisioneros enviados en 1617, fueron conmutadas por un servicio de 7 a 14 años, según la gravedad de sus delitos. Se han estimado en 50 000 los presos enviados a las colonias. Todos los “sirvientes escriturados”, ya fueran por contrato, redimidos o prisioneros recibían, al finalizar su servicio, veinte hectáreas de tierra, herramientas para cultivarla y un cambio de ropa. Además, se les otorgaban todos los derechos ciudadanos. En general todos eran bien recibidos, pero no así los presos. Los colonos se quejaron de esa política inglesa a través de todo el periodo colonial, mas sin ningún resultado. El sistema de sirvientes escriturados llevó, pues, a las colonias, tanto a personas deseables como indeseables. El castigo por desobediencia o pequeñas felonías consistió en una multa pecuniaria o en una extensión del tiempo a servir El amo tema el derecho de azotarlos, y cuando querían casarse, debían obtener su permiso. LLEGADA DE LOS INMIGRANTES La llegada e las, inmigrantes era, todo, un espectáculo: docenas de hombres se peleaban por cargarles las maletas, con el único fin, de obtener que se alojaran en un hotelucho u otro, en donde los esquilmaban dejándolos sin dinero. Hasta 1855 no existió una agencia gubernamental que se encargara de su bienestar; por consiguiente, y a pesar de la media docena de grupos privados organizados para protegerlos, los inmigrantes acababan en las vecindades de la peor ralea y se daban al vicio o al latrocinio. II. G. Leonard, director de una casa de asilo para inmigrantes en Nueva York, escribió al Consejo Municipal de la ciudad: “Señores: Su comunicación del 9 del corriente, pidiéndole al departamento una relación del número de inmigrantes recibidos en el asilo, desde septiembre de 1846 hasta la fecha (el barco en que llegaron, la condición en que estaban cuando fueron recibidos en el asilo, etc.), ha sido debidamente atendida; y aquí mismo les proporciono con placer la substancia de la información que obra en mi poder. La relación tabulada adjunta les ofrecerá los conocimientos estadísticos que buscan, y mis observaciones actuales se concretarán a la condición en que llegan cuando aparecen en nuestras costas. “Gran cantidad de estos infortunado emigrantes, tan pronto como dejan a cubierta, de las embarcaciones y. sin casa a donde dirigir sus las calles en estado de completa desolación, hasta que una mano benevolente, consternada por la miseria y la desdicha que tiene ante sí, conduce las formas postradas y sus pasos temblorosos al asilo del parque; y aquí se exhibe un cuadro tan enfermante de la miseria y el sufrimiento humanos que ninguna pluma, por elocuente que sea en la triste y tenebrosa descripción del infortunio,, podría pintar e ilustrar bien la negra y escueta verdad. Su seca, deplorable y solitaria infelicidad debe verse y sentirse para apreciarse; y eso, para encontrar que, frecuentemente, entre los grupos heterogéneos, alguien con el último hálito de expiración emanando de sus labios fríos y descoloridos, presenta una escena de asombro y angustia demasiado extenuante para verla con cualquier otro sentimiento que no sea el horror y la compasión abrumadora. Tal vez sea natural para usted averiguar la causa de tal estado de miseria aunado a la emigración. Usted se pregunta, sin duda, si la condición de los emigrantes era tan desastrosa en su propio país. A estas preguntas no tengo conocimientos exactos que me faculten para darle una respuesta positiva; pero su propia narración de sus recursos y condición muestra, con frecuencia, que si se les reinstalara en su humilde pero comparativamente feliz suerte, disfrutada por ellos hasta la víspera de su desafortunado embarque, ninguna más que su propia
  • 26. Página 26 de 104 región debe constituir el hogar natural de su restante peregrinaje sobre la tierra. ‘Dejan sus casas —dicen— con las más brillantes perspectivas’, y mencionan las representaciones que les ofrecieron del bendito estado de la vida norteamericana; con unas pocas monedas en sus bolsillos y sintiéndose en el disfrute de vigorosa salud y rodeados de su tierna e inocente prole, poco se imaginaron las pruebas a las que se expondrían; pero con el tiempo descubrieron, para su tristeza y descontento muy natural, que el abominable fin de ciertos barcos arrojados al océano, es constituir un receptáculo sucio de personas, llenos hasta el tope con hordas de seres humanos, con apenas el suficiente espacio para contener a la mitad de ellos (ciertamente a no más de la cuarta parte con comodidad); y así amontonados, todos juntos en una sola masa, convertirlos en ‘pasajeros emigrantes’ destinados a este país. “Ni siquiera es éste el cuadro completo de esta empresa desalmada. Sin haber aprendido las maneras de viajar, y engañados por la avaricia de sus casi criminales consejeros, quienes les prometen que en pocos días desembarcarán felizmente en las costas de Norteamérica, llevan (en realidad, sus medios son demasiado limitados para hacer otra cosa) una provisión muy frugal de alimentos para consumir durante el viaje; y antes de completar la mitad de éste carecen de un bocado que les sirva de sustento y que los salve de los horrores del hambre. Los tanques de agua de la embarcación están también casi vacíos; y esto, aunado a la exposición, al hambre y a la atmósfera repugnante de sus alojamientos estrechos y contraídos, produce la fiebre y la disentería en los campamentos y en las embarcaciones atiborradas. Gran cantidad de ellos, desprovistos de asistencia médica, aun cuando esa ayuda esencial fuera pasajera y temporal, caen víctimas del destructivo contagio, y el oleaje del océano se convierte en tumba silenciosa; y cuando, al fin, llegan a nuestras costas, muchos de ellos habrían estado mejor si los hubieran echado al ‘profundo mar’ que, tras de batirse en las punzadas de hambre, de la enfermedad y del dolor, acabar exhalando su último aliento agonizante en las calles de Nueva York. Además llegan en harapos, sombras pálidas y fantasmagóricas, encubriendo sus rasgos macilentos y demacrados, apenas capaces de producir el sonido de una queja y tambaleándose por la debilidad de la postración abrumadora, a las puertas de una institución. Desde luego que se recurre a los esfuerzos inmediatos, bajo mi dirección, para ayudar a resucitarlos; pero a menudo, ¡qué lamentable!, estas medidas les llegan demasiado tarde; y en las mismas puertas de nuestras oficinas, y durante su tránsito a nuestros hospitales, las últimas tristes notas de una vida que expira son llevadas a su extinción silenciosa. “La descripción de esta escena es como ver una representación del natural. Dejemos que la sabiduría y la humanidad de nuestros consejos nacionales la lean y hagan tan sólo una única reflexión, la de detener la agencia destructora de los males de la emigración moderna, y controlar la mano salvaje que entierra en desdicha y en calamidad lo que debiera alzarse hacia el disfrute pleno de los benditos privilegios que se identifican con el carácter del asilo en el mundo.” Fue en la década de 1840 cuando se empezó a tratar de regular los abusos; las compañías navieras anunciaron sus precios para acabar con la explotación efectuada por sus mismos empleados. Los ferrocarriles eran más tardados; todavía en los cincuenta sus “carros para inmigrantes” tenían bancas duras, carecían de agua para beber y de comida para vender. Amontonados, sedientos y hambrientos, los inmigrantes tenían que viajar, muchas veces, distancias enormes hasta sus nuevos hogares. Lo mismo pasaba en los lanchones que hacían el viaje por los canales y en los barcos de vapor que transitaban lagos y ríos. Ahí se repetían las escenas de los barcos en que habían llegado a Estados Unidos: epidemias, robos, hambrunas y muertes. Sin embargo, miles de ellos entraron al valle del Mississippi por esas rutas. A pesar de los terribles sufrimientos, los inmigrantes llegaban con la ilusión de adquirir tierra barata. Se consideraban afortunados, por haber dejado atrás las hambrunas y las guerras europeas, además de las vecindades y el vicio de las grandes ciudades del noreste norteamericano. FIN DEL PERIODO COLONIAL La declaración de independencia y la guerra subsecuente terminó la fase de inmigración a las trece colonias inglesas de Norteamérica. Durante el conflicto, se restringieron los viajes migratorios, debido a la falta de barcos mercantes y a la inseguridad en los mares. Además, el periodo fue testigo de una gran migración hacia afuera de Estados Unidos. Entre 80 000 y 100 000 colonos prefirieron emigrar a Inglaterra y a Canadá antes que abandonar su sujeción a la corona.