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TRES DIAS EN BICI POR
  LAS ALPUJARRAS




   Del 1 al 3 de mayo de 2003
DIA PRIMERO                           01 – 05 - 2003


                      SEVILLA – ORGIVA - TREVELEZ



      Quedamos citados a las siete menos cuarto en la esquina de Luis
Montoto, pues José Luis no tenía tren tan temprano al ser día de fiesta, y optó
por dejar el coche aparcado por aquí, así yo no tenía que desplazarme y a
Marcos le daba igual recogernos en un sitio que en otro.
      Fuimos puntuales y a las siete y cinco teníamos cargadas las bicis y las
alforjas en el coche, momento en el que el Barbas se dio cuenta que se había
olvidado los planos, un poco contrariados pusimos rumbo a Puente Genil donde
nos esperaba Paco Avila que después de algunas dudas, por su estado físico, se
ha animado. Sobre las ocho menos cuarto recibimos una llamada de Paco al
móvil de José Luis para ver por donde íbamos se lo dijo y quedó en esperarnos
en una gasolinera que hay a la entrada del pueblo.
       Cuando giramos para coger la carretera de Puente Genil y al pasar por
debajo del puente de la autovía, vimos un coche aparcado cuyo ocupante, al
vernos pasar asomó un brazo por la ventana, en ese momento el Barbas se dio
cuenta que era Paco, como ya nos habíamos pasado tuvimos que dar la vuelta de
forma poco ortodoxa y ponernos a su altura en el otro margen de la carretera.
Nos explicó que para no hacernos entrar hasta Puente Genil, Paqui lo había
acercado a pesar del madrugón, agradecidos comenzamos a trasladar sus cosas
al coche de Marcos y bastante rápidamente partimos.
      Un poco más adelante paramos a desayunar en una venta y surgió una
pequeña discusión entre el Barbas y el camarero sobre la definición de lo que
era una tostada y lo que era un mollete, no quedó muy clara la cosa y
desayunamos cosas distintas entre ellas lo más original fue un aceite con
romero, que no sabía a romero aunque estaba bueno, Marcos se tomó además
dos magdalenas y Paco no quedó muy conforme con los molletes, así que la
primera experiencia culinaria no fue demasiado positiva.
       Seguimos a buen ritmo hasta Granada donde, a pesar de ser día de
fiesta, había bastante tráfico y vimos por primera vez las cumbres nevadas, el
día no estaba totalmente despejado, pero fue mejorando hasta que por la
tarde de nuevo aparecieron las nubes, tiramos hacia la carretera de Lanjarón,
estrecha y con muchas curvas, pero preciosa, porque nos empezó a mostrar las
Alpujarras, con sus elevaciones y barrancos, la vegetación que sobresalía hacia
la carretera y las acequias que conducían abundante agua.
       Llegamos a Orgiva sobre las once y buscamos un sitio para dejar el
coche, aparcamos provisionalmente a la sombra de un árbol en un pequeño
rellano que había al lado de un riachuelo y comenzamos a cambiarnos y a
preparar las bicis y las alforjas, que por cierto, Paco se ha comprado unas que
están muy bien y le han salido muy baratas, tardamos bastante entre una cosa
y otra, pero al final conseguimos salir después de llenar los botes en el bar que
había enfrente y colocar el coche en un aparcamiento a la sombra.
       Con ciertos nervios en el estómago, fruto del inicio del viaje, empezamos
subiendo hacia una iglesia con dos torres muy llamativas y giramos a la
izquierda para coger la carretera de Trevélez, cruzamos un afluente del
Guadalfeo y comenzamos a subir de verdad, no sin antes pararnos para esperar
a Marcos que se había quedado rezagado llenando los botes de agua y que
aprovechamos para quitarnos la ropa de abrigo que nos habíamos puesto, pues
el sol comenzaba a apretar de verdad y el esfuerzo de la subida nos había
hecho sudar.
       Era una subida suave pero continua que nos permitió ver Orgiva desde
arriba en muy poco tiempo. A Paco le iba haciendo un ruido raro la bici por lo
que paramos al lado de una fuente en un sitio con sombra para intentar
arreglarla, después de quitarle las alforjas y ponerla rueda arriba resultó que
lo que sonaba era el pedalier que tenía holgura, por lo que la única solución era
echarle aceite y seguir, esperando que no se rompiera del todo.
      Seguimos subiendo pasando por Carataunas y Soportujas, pequeños
pueblos de casitas blanqueadas y techos de pizarra y launa, que es una arcilla
magnesiana que aísla tanto de la temperatura como del agua, pues tiene la
propiedad de que cuando se moja se impermeabiliza.
      Casi inmediatamente comenzamos a entrar en el barranco del Poqueira,
que forma el río del mismo nombre y que es una maravilla.
      Se trata de un barranco muy profundo en el que la carretera discurre
muy curveada adaptándose a la orografía, todo cubierto de vegetación
mediterránea, alcornoques, pinos y abundante monte-bajo, además por todas
partes había regueros de agua que con su sonido nos alegraba el pedalear. Por
eso no se nos hizo ni mucho menos pesada la ascensión, cuando se llega a lo más
profundo del barranco se baja un poco para atravesar el puente sobre el río
Poqueira al lado de una Central Eléctrica allí existente y desde el cual se ve una
perspectiva de todo el barranco.
       Durante la ascensión también se ven los tres pueblos que se asoman al
barranco y que están uno encima del otro, Pampanéira, Campanéira y Bubión,
nombres junto con el del barranco y otros pueblos de los alrededores
típicamente gallegos como los colonizadores que vinieron tras la expulsión de
los moros y que han sabido mantener el tipísmo en sus calles estrechas y
serpenteantes, pensadas para la defensa, y sus casas encaladas de techos de
tierra gris que aquí llaman “terraos”.
       A partir de cruzar el puente sobre el Porquéira la subida se hace mas
inclinada hasta llegar al cruce con la carretera de Bubión-Capiléira, donde hay
un llano y se ha instalado una gasolinera, aquí paramos para esperar a José Luis
y Paco que se habían quedado un poco rezagados y ¡oh! sorpresa al mirar para
atrás la fantástica visión del Mulhacén y el Veleta en todo su esplendor, con
sus picos llenos de nieve refulgiendo bajo el sol, como hipnotizados estuvimos
un rato mirando y después nos refugiamos en la gasolinera pues el sol pegaba
de veras.
      Cuando llegaron el Barbas y Paco nos dijeron que habían entrado en
Pampanéira para comprar pan, no lo habían encontrado, pero les había
encantado el pueblo.
       Seguimos la ascensión que se suavizó bastante y fuimos pedaleando
alegremente todos juntos mientras comentábamos los más variados temas
hasta que llegamos a Pitres en donde paramos en un Mesón a tomar una cerveza
y a ver si podíamos conseguir pan, el camarero, bastante seco, nos dijo que
podíamos comprarlo en la panadería que estaba cerca, fui pero estaba cerrada,
de forma que pagamos las cervezas y nos fuimos, por el camino despistamos a
dos turistas que le preguntaron a Paco por Pórtugos, el entendió Portugal y yo
por echarle un capote le indique en dirección contraria a la correcta, un poco
más adelante Marcos viendo a una familia comiendo encima de un risco rodeado
de árboles en una curva de la carretera, en voz alta, para que se enteraran, le
dijo a Paco que si cambiaba chorizo por pan y al momento dos senderistas, a los
cuales ni habíamos visto, se ofrecieron para darnos pan porque ellos llevaban de
sobra, nos paramos charlamos un poco con ellos, les ofrecimos chorizo, pero
ellos llevaban y nos dieron media barra, muy agradecidos nos despedimos y
continuamos con algún chiste sobre si perdían o no aceite.
      Llegamos a un paraje no demasiado bonito pero que nos pareció
apropiado para dar buena cuenta de las ricas viandas que se había traído “el
Paco”, sobre todo porque eran las tres de la tarde y los estómagos estaban
pegados, así que Paco sacó el chorizo ibérico buenísimo y un queso exquisito de
los que fuimos desaciéndonos con algún pedazo de pan de los perdedores de
aceite, al final se decidió que las dos buenas personas que nos habían dado el
pan perdían aceite.
      Después de un ratito de asiento que el Barbas, siempre mirando por
nuestro bien, no demoró para que no nos enfriásemos, continuamos pedaleando
para a los pocos kilómetros encontrarnos con el cartel de Portugos que sirvió
para recordarnos a la pobre pareja que habíamos despistado, a la entrada había
una desviación para Fuente Agria que pasamos sin darle importancia y que
después he sabido que hubiera merecido la pena.
      A partir de aquí iniciamos una bajada de uno dos kilómetros en la que
llegamos al pueblo de Busquistar en donde un gran cartelón nos daba la
Bienvenida al Parque Natural de Sierra Nevada e iniciamos la subida a
Trevélez.
      La carretera serpenteante y pasando por muchos barrancos se iba
adentrando por unas zonas cada vez más escarpadas e íbamos mirando a un
lado y otro hipnotizados por la belleza del lugar, a lo lejos apareció lo que
parecia los nichos de un cementerio pero al acercarnos nos dimos cuenta que se
trataba de un hotel por el que pasaremos mañana, luego fueron apareciendo
algunas casas y después la parte más baja del pueblo, ya que el resto lo
ocultaba una montaña.
      También vimos antes de llegar, el Balcón de Trevélez, inmenso peñasco
que sobresale de las faldas de la montaña que está detrás del pueblo y al que
nos asomamos cuando hicimos la ruta de Capileira al Veleta.
      Nos paramos a la entrada del pueblo, ante un gran cuadro cerámico, un
poco deteriorado por los gamberros y pudimos admirar la frondosidad del valle
regado por el río Trevélez, que llevaba bastante agua fruto del deshielo que se
producía en las cumbres que desde allí veíamos y que mañana tendremos
oportunidad de contemplar en toda su magnificencia.
       El Barbas llegó tan encantado con el camino, que casi no le había costado
trabajo subir, arrullado por el murmullo de los múltiples arroyuelos que había
por doquier, Marcos estaba con la cámara sacando foto de todo, mostrando
especial interés por el cementerio ¡! , a Paco no se le puso cara de paralímpico,
sino que llegó muy bien e incluso el último tramo de subida que nos quedaba
para llegar lo subió él el primero, en fin todos encantados.
Como sabemos Trevélez significa tres barrios y nosotros teníamos la
reserva en el Barrio Medio en el Restaurante – Bar Castellón (Comidas, Camas y
Jamones) según consta en el membrete de la factura, así que entramos por una
carretera que salía a la izquierda que lo señalizaba, pasamos por un puente que
atravesaba un río que bajaba en cascada, muy espectacular, seguimos y como
Marcos había estado aquí hace poco nos llevó sin dificultad hasta el sitio.
       Cuando llegamos nos encontramos con un follón de coches, no es que
hubiera muchos, solo dos, pero con las calles tan estrechas y prácticamente
todo en cuesta, tenía que apartarse uno, metiéndose en una calle, para que el
otro pudiese pasar, una vez arreglado y habiéndonos presentados, como los de
Sevilla, nos indicó donde podíamos dejar las bicis. Se trataba de un almacén en
los bajos de una casa, con los suelos terrizos y los techos muy bajos, nos
pareció estupendo y nos recordó a un lugar similar en algún otro viaje, después
de quitarle las alforjas las metimos en el almacén y a continuación nos indicó
las habitaciones que estaban en la casa de enfrente del Bar y había que bajar
tres escalones atravesar un salón y volver a bajar siete u ocho escalones para
acceder al pasillo que llevaba a las habitaciones. Paco y yo cogimos la última que
tenía un pequeño balcón que daba a otra calle, todavía más estrecha que por la
que habíamos entrado, estuvimos fijándonos en las vigas del techo que eran de
troncos de madera pero sin perfilar, casi como estaba el árbol y las paredes
blanqueadas pero con un grueso tal de cal que parecen satinadas, por supuesto
el techo de pizarra y launa y las chimeneas redondas con una placa de pizarra
como sombrero con una gran piedra encima para que no se vuele, una casa típica
alpujarreña.
       Las habitaciones estaban bien, la nuestra un poco mayor que la de
Marcos y el Barbas, pero el cuarto de baño común era pequeñísimo y el agua
caliente se enfriaba con facilidad, pero tan pequeño contratiempo no era ni
mucho menos capaz de acabar con nuestro buen humor, así que organizada y lo
más rápidamente posible fuimos desfilando por debajo del agua, debiendo,
cuando se acababa, pasar la fregona, pues la ducha tampoco tenía cortina.
      Marcos compró en la Confitería Federico, que estaba al lado, coquitos,
que es un dulce típico hecho de coco, de forma esférica y muy jugosos,
parecidos a las sultanas que se hacen por aquí, pero mucho más jugosos.
      Una vez limpios y arregladitos salimos a dar un paseo, serian sobre las
siete y media y empezaba a hacer fresquito así que nos llevamos los forros
polares, fuimos a ver el inicio del camino de salida hacia el Mulhacén que
Marcos hizo recientemente con su hijo y que nos está animando para que lo
hagamos, bajando vimos una fuente que cumplía todas las funciones, era agua
potable para los humanos, abrevadero para los animales y lavadero. Seguimos
bajando para ir al barrio bajo que es donde está la plaza principal con los
comercios más turísticos pero antes de llegar se nos cruzó un bar con una
terraza desde la que se contemplaba gran parte del pueblo, de forma que
decidimos tomarnos una cerveza allí, se estaba agustísimo, aunque con el forro
abrochado, tenían unas macetas con tulipanes rojos muy bonitos y el sitio
estaba muy bien puesto, después de estar allí un rato seguimos bajando hasta
el río que es donde está la plaza, todo el recorrido habíamos estado oliendo el
aroma que expedían los secaderos de jamones, que hay muchísimos.
       José Luis nos explicó que antiguamente al ser este un sitio fronterizo
entre los reinos moro y cristiano los vecinos para protegerse de las continuas
rácias de uno y otro bando idearon un sistema de camuflaje por el que eran
capaces de disimular calles enteras tapando la entrada como si fuera un
portal, dejando oculta las entradas a las casas, entramos por una de estas y
efectivamente era una calle cubierta en la que había varias puertas de acceso a
las casas.
       En la plaza, varias tiendas para turistas en donde venden jarapas,
cerámica, y productos típicos, entre ellos el pan de higo y nos acordamos del
Chicla, pero nada que nos llamara la atención, como tampoco vimos un sitio para
comer empezamos a subir a ver que encontrábamos por esta otro parte y por
aquí si que encontramos los secaderos de jamón, los construyen como edificios
de varias plantas, con sus ventanas para que circule el aire y al pasar parece
que los jamones están asomados a la ventana.
      El Barba le preguntó a unas señoras que nos encontramos, donde había
una casa de comida particular, que le habían dicho que se comía muy bien y muy
barato, las señoras un poco ofendidas le respondieron que no, que lo que había
eran restaurantes de diferentes categorías y que concretamente en el
Castellón se comía muy bien y barato.
      Con esta información pues volvimos al punto de partida, ¿ para que
íbamos a buscar más ?, llegamos a nuestro viejo conocido y le preguntamos si
nos podía poner de comer, nos dijo que si y nos pasó a una habitación que había
detrás del Bar, nos sentamos en una amplia mesa y pedimos unas cervezas con
un platito de jamón, después pedimos de primero sopa de picadillo/gazpacho y
de segundo trucha de río/plato alpujarreño. La sopa de picadillo estaba
estupenda y el gazpacho, que era “majao”, delicioso, con las truchas paso algo
gracioso, después de asegurar la señora que eran de río y no de piscifactoría,
Paco que estaba sentado dominando el salón se dio cuenta que la señora estaba
manipulando en el congelador sacando y metiendo varios ejemplares de truchas
de diferentes tamaños por supuesto congeladas, no queriendo alertar a José
Luis le hizo alguna señal a Marcos que captó lo que pasaba, yo que estaba de
espalda no me enteré de nada y ellos dos riéndose disimuladamente hasta que
la señora se fue y ya se empezaron a reír abiertamente y contaron lo que
pasaba, de todas formas las truchas estaban muy buenas y aun mejor la
verdura que las acompañaba y realmente la señora no había mentido, las
truchas eran de río seguro, pero las habían pescado con anterioridad. El plato
alpujarreño consiste en un huevo frito, pimiento frito, patatas a lo pobre, un
trozo de longaniza, un trozo de morcilla y bastante lonchas de jamón, estaba
muy bueno.
      También probamos el vino de costa que es el vino de la tierra, no me
gustó demasiado, es fuerte y un poco de aguja, aunque iba bien para la comida
que pedimos Marcos y yo.
     A cargo de la casa corrió el chupito de licor casero que si que estaba
muy bueno y que nos ayudo a hacer la digestión.
       Salimos y hacía bastante frío por lo que después de dar un paseito para
un lado de la calle vimos que en el otro había un bar y además tenía futbolín,
entramos, pedimos unas copas y comenzaron a jugar, hacía bastante calor, Paco
le ganó a todos y yo comencé a sentirme mal, así que salí a la calle con el tiempo
justo de irme a un murete y vomitar todo lo que había comido, a partir de ahí
empecé a sentirme mejor, debió de ser un corte de digestión, pero le estropee
la noche a los demás ya que a continuación nos fuimos a dormir.




           DIA SEGUNDO                                   02 – 05 – 2003
TREVELEZ - UGIJA


      Después de un sueño reparador, sobre las siete y media empezamos a
levantarnos, ante la insistencia del Barba, la noche anterior, de que había que
levantarse tempranito y haber quedado con el del Bar para que a las ocho y
media como muy tarde pudiéramos desayunar. Tras las abluciones mañaneras y
después de organizar de nuevo las alforjas, sobre las ocho estábamos
dispuestos para salir, fuimos sacando las bicis del almacén, que por supuesto no
tenía ningún tipo de llave ni candado y colocando las alforjas mientras se
calentaba la máquina del café. Una vez todo preparado entramos a desayunar,
fue sencillo, tostadas y café en sus varias formas, pero se entabló una
conversación con el camarero sobre los jamones que allí curan, preguntándole
de donde salían, pues durante el camino no habíamos visto granjas de cerdos ni
ninguna instalación como para proveer a tanto secadero y la respuesta nos dejó
perplejos, la inmensa mayoría vienen de Lérida, eran cerdos blancos de granjas,
alimentados con piensos e inyectados con todo tipo de cosas, después de esto
anulamos la intención de comprar un jamón cuando llegáramos a Orgiva, a pesar
de que nos habían dado la dirección de uno que los vendía con garantía, Juan el
del Puerto, la señora tomó parte en la conversación y dijo que era muy distinto
los jamones que vendían a los que criaban y mataban ellos, seis o siete al año,
para el consumo del Bar.
       Un poco decepcionados y después de comprar unos decimos de la ONCE
iniciamos la segunda etapa, bajamos hasta la plaza del pueblo, donde estuvimos
ayer, y todavía no habían abierto los comercios, cruzamos el puente sobre el
río Trevélez e iniciamos una ascensión suave que nos fue mostrando una
perspectiva del pueblo, mitad en sombra y mitad iluminado por el sol recién
nacido, realmente precioso, conforme íbamos ganando altura la perspectiva se
iba ampliando de forma que ya no solo era el pueblo sino las montañas que lo
rodean en las que se veían los riachuelos que se formaban por el deshielo, como
se iban juntando para al final ir a parar al río principal, se podía seguir la
trayectoria casi entera. Nos íbamos parando constantemente y tardamos
bastante en perderlo de vista, fue un espectáculo fantástico.
       Seguimos un poco más a prisa y llegamos al complejo hotelero que desde
el otro lado y de lejos había confundido con el cementerio y es que tiene una
serie de terrazas mirando al río que al achicarse daban otra impresión, el sitio
parece ideal para pasar una semana de relajo total, se llama Hotel Alcazaba de
Busquistar y casi todo quedamos en llevar allí a nuestras mujeres, seguimos por
la carretera que iba paralela al río y había varias casas rurales, unas a la orilla
del río y otras colgadas en las faldas de las montañas, muy bonito, cuando
llegamos a lo más alto estaba el cruce con la carretera de Torvizcón, pero
durante la ascensión habíamos visto que en la cima del monte más alto había
una caseta rematada por una cúpula que tenía aspecto de estación
meteorológica, Paco dijo que desde allí tenía que haber una vista espectacular y
que deberíamos subir, así que cogimos por la desviación y anduvimos un par de
kilómetros pero no encontramos camino alguno que nos pudiera llevar a la
construcción, volvimos sobre nuestras rodadas y después de pararnos a
quitarnos la ropa de abrigo, el tiempo era espléndido, seguimos por el limite del
Parque Natural, preguntándonos de donde provenía un arroyuelo bastante
caudaloso que habíamos visto frente al cruce, pues más arriba no había nada.
      La carretera, discurría serpenteando por la ladera del monte dejando
ver en el valle varias explotaciones agrícolas bajo plástico, lo cual deslucía un
poco el panorama, pasamos por Juviles, que según el cuadro que había sacado yo
y que estábamos utilizando en ausencia de los planos del Barba, deberíamos de
bajar pero no se confirmó, seguíamos más bien subiendo y de vez en cuando
alguna bajada, así llegamos a Bérchules, pueblo en la falda de un colina donde
se celebra la entrada del año en agosto, desde que en 1994 un corte en el
suministro eléctrico les impidiera hacerlo el 31 de diciembre.
      Seguimos subiendo y bajando pasando por Narila y Mecina-Bombaron
donde intentamos comprar unos bocadillos, pero no nos gustó el aspecto de la
chacina en la tienda donde entramos, en la bajada contemplamos un puente
romano bastante bien conservado aunque fuera de uso, continuamos subiendo y
llegamos a Yergen, pequeño pueblo donde vivió Gerald Brenan varios años,
casándose con una lugareña y escribiendo varias obras sobre la historia de
España y de las Alpujarras, llegamos a Válor, se supone que bajando, pero si
bien bajamos algo, luego vino una subida hasta el pueblo con cierta guasa, en
este pueblo fue donde en 1568 se levantó Hernando de Válor, que tomó el
nombre de Abén-Humeya y que fue derrotado por los cristianos,
algunos de los establecimientos, entre ellos un hotel, llevaban su nombre.
       Un poco antes de llegar a Mecina-Alfahar esperamos a José Luis y Paco,
pues Marcos conocía un restaurante antes de llegar a un pequeño pueblo
llamado Nechite a medio kilómetro de donde estábamos, donde podíamos
comer e incluso dejar las alforjas y después no nos venía mal el ir recogerlas,
no fue aceptada la proposición y bajamos hasta Mecina-Alfahar donde estaba
el cruce para Mairena y Larole.
La distancia eran ocho kilómetros, lo que nos cogió por sorpresa es que
eran todo para arriba, nos costó trabajo por varias causas, el calor era
considerable, el terreno bastante inhóspito y eran las dos de la tarde cuando la
iniciamos, todo ello contribuyó a que se nos hiciera bastante pesado, de forma
que cuando llegamos a Mairena y no vimos ningún sitio para comer o poder
comprar algún bocadillo, los ánimos se vinieron algo abajo y se entabló la
disputa entre Marcos y José Luis sobre si Mairena era un pueblo grande o
pequeño, pero tras llenar los botes de agua seguimos ante la promesa del
Barbas de que en el cámping podríamos comer y dejar las alforjas para subir el
puerto de la Ragua, la carretera era más favorable y hubo hasta alguna
bajadita para llegar a Laroles.
       En el cruce nos reagrupamos, menos Paco que siguió, José Luis, Marcos y
yo iniciamos la ascensión del puerto de la Ragua, pues el cámping está a unos,
bien despachados, quinientos metros del cruce por unas rampas que muy bien
pueden tener una inclinación del 9 -10%. Marcos se separó un poco de nosotros
y cuando llegó al cámping entró directamente, José Luis y yo que íbamos un
poco atrás vimos como de unas tiendas que había al otro lado de la carretera,
salía alguien corriendo tras Marcos, aunque se paró al vernos venir a nosotros,
resultó ser el dueño y me preguntó que queríamos, le dije que comer, a lo que
me contestó que el restaurante estaba cerrado, el Barbas no sé porqué le
preguntó que si podíamos dejar las alforjas a lo que contestó con un rotundo
no, nuestras caras debieron ser bastante significativas pues se montó en el
coche y fue a buscar a Marcos que había bajado una gran cuesta hasta la zona
de acampada, apareció el coche y al poco Marcos empujando la bicicleta con
cara de pocos amigos, reunidos los tres, no sabíamos donde estaba Paco,
decidimos bajar de nuevo a Laroles e intentar comer algo antes de subir el
puerto, pues Marcos aseguraba que no había nada hasta la cumbre, así lo
hicimos y bajamos de nuevo al cruce, yendo a un bar que había a unos cincuenta
metros de allí, nos encontramos a Paco que había bajado por la parte de atrás
por una puerta que había encontrado y había salido casi enfrente del bar.
       Nos acogieron estupendamente pues el encargado era aficionado a la
bicicleta y cuando le preguntamos si podíamos dejar las alforjas nos dijo que
donde quisiéramos, que si nosotros nos fiábamos de él, él se fiaba de nosotros
y nos buscó un sitio en el almacén para que las dejáramos. Nos tomamos una
cerveza, Marcos naranja, que nos supo a pura gloria y pedimos para comer unos
bocadillos, cada uno con un relleno, de jamón, longaniza frita, lomo. Cuando nos
lo trajeron vimos que se trataban de portaaviones de veinticinco centímetros
con abundantemente rellenos, los ojos se nos alegraron y comenzamos a dar
buena cuenta de ello, la conversación se animó y tomamos a broma todo lo
sucedido, la sorpresa de la subida a Mairena, lo antipático que era el tío del
cámping, lo grande/pequeño que era el pueblo de Mairena y sobre todo el calor
que habíamos pasado.
       Una vez repuestas las fuerzas iniciamos la ascensión al puerto de la
Ragua, las primeras rampas, que eran las más fuertes, ya las conocíamos y
prácticamente llegaban hasta el cámping, después se suavizaba, aunque era
todo para arriba, creo que era más liviano que Las Palomas y sobre todo muy
distinto, tiene más aspecto de alta montaña, con abundante vegetación al
principio que se va perdiendo conforme se va subiendo, aunque la repoblación
forestal ha sido importante y un riachuelo acompaña, paralelo a la carretera,
gran parte del camino, hay numerosas fuentes y el agua manaba de las paredes
en mucho lugares, también se notaba el cambio de temperatura, después del
calor que habíamos pasado, cuando se pasaba por una zona de sombra se notaba
bastante fresco, al final había como un kilómetro que era bastante llano y que
atravesaba un bosque de pinos para llegar a una zona abierta y desarbolada que
es donde estaban la oficina de información, alquiler de equipos y el albergue.
      Es una zona recreativa de invierno en la que se puede realizar diversos
juegos sobre la nieve además de esquí de fondo, bajadas en trineos y muchas
rutas para hacer senderísmo y bicicleta de montaña.
       Por supuesto el primero en llegar fue Marcos, cuando yo llegué nos
fuimos a tomar una Fanta de naranja a la terraza del albergue donde se estaba
estupendamente al solesito y con la sudadera puesta, allí estuvimos hasta que
llegaron Paco y José Luis y se tomaron ellos también el refrigerio, a pesar de
que el camarero con cara de pocos amigos, le quitaba a Marcos la silla donde
tenía apoyada la pierna y nos preguntó que cuando nos íbamos a ir, aunque
después nos dijo que él subía de Ugija todos los días y que la vuelta era todo
bajada.
      Cuando descansaron un poco y ya el frío empezaba a molestar nos
pusimos en camino, no sin antes pararnos a hacernos unas fotos delante del
cartel que decía que estábamos a dos mil metros de altura. La bajada fue
impresionante, pues podía hacerse bastante rápido al no tener curvas
demasiado cerradas, lo que habíamos tardado en subir dos horas, entre una
cosa y otra, lo bajamos en menos de veinte minutos.
      Llegamos a la puerta del Bar un poco helados por la rápida bajada y
recogimos las alforjas, agradeciéndole mucho al dueño el que nos hubiera
permitido dejarlas allí, las montamos y seguimos bajando hasta llegar a donde
estaba cortada la carretera por obras, intentamos pasar pero nos dijeron que
estaba totalmente cortada y no se podía pasar ni siquiera andando, por lo que
tuvimos que meternos en el pueblo para salir un poco más adelante,
efectivamente todo era bajada aunque la carretera estaba en bastante mal
estado con muchos chinos sueltos, era zona de huertas y entre ellas había
muchos naranjos que estaban cargados de azahar lo que daba al aire tibio de la
tarde un olor exquisito.
       Pasamos por Picena y por Cherin, donde cogimos a la derecha por una
carretera mejor aunque con más trafico y después de llanear unos seis
kilómetros llegamos a Ugija, Paco y Marcos que se habían adelantado, nos
estaban esperando a la entrada del pueblo en una bonita plaza con fuente y
grandes arboles, la calle principal, por la que seguimos, estaba flanqueada por
grandes plátanos y en la segunda mitad estaba el Hostal Vidaña, con una gran
terraza a la calle. Dejamos las bicis en la terraza y entramos, nos dieron las
llaves de las habitaciones y como de costumbre las bicis fueron a parar al
almacén.
       Las habitaciones estaban bien, la de Paco y mía daba a unas instalaciones
deportivas, lo que en principio nos preocupó por el jaleo que pudiéramos tener
por la noche, pero fue infundado, teníamos cuarto de baño dentro de la
habitación por lo que las duchas fueron mucho más rápidas y pronto estuvimos
listos para salir a cenar.
      Paco se dio cuanta que había perdido un guante, posiblemente se lo había
dejado en el banco donde nos estuvieron esperando a la entrada del pueblo, por
lo que se duchó el primero y fue a buscarlo, cuando acabamos los demás
bajamos y como estabamos bastante cansados decidimos cenar en el
restaurante del hostal, aunque el Barba decía que en un sitio donde hacían
pizza no era muy recomendable, pero venció la pereza y nos quedamos allí.
        Pedimos Sopa de picadillo, ensalada, gazpacho, plato alpujarreño, choto
al ajillo, chuleta de cordero, natillas, arroz con leche, y suprema de turrón,
estaba todo mejorable, aunque las chuletas no estaban mal, el choto se le
atragantó un poco a José Luis y Marcos no estuvo muy conforme con el plato
alpujarreño porque no le habían puesto jamón, la casa, también en esta ocasión,
invitó al chupito final.
      Después fuimos a dar una vuelta para echar la cena para abajo y
llegamos hasta el Santuario donde se rinde culto a la patrona de Las
Alpujarras, Ntra. Sra. del Martirio, unos cien metros y nos volvimos pues el
cansancio era ostensible.
Esta jornada que sobre el papel parecía la más liviana, a excepción del
Puerto de la Ragua, se ha convertido en la más dura, empezando por los cien
kilómetros que hemos recorrido, cuando la previsión era de unos ochenta y seis,
pero sobre todo la sorpresa de la subida a Laroles, que nos comió un poco la
moral, aunque la recuperamos rápidamente con los magníficos bocadillos que
nos comimos y además es importante sobreponerse a las circunstancias, si
queremos que todo salga según lo previsto, mejor nos quedamos en casa
jugando con el ordenador.




              TERCER DIA                            03 – 05 - 2003



                        UGIJA – ORGIVA - SEVILLA



       Nos levantamos sobre las siete y media, todos habían tenido algún
problemilla sin importancia durante la noche y no habían descansado
suficientemente, José Luis y Marcos con el estomago debido a la cena, choto y
plato alpujarreño respectivamente y Paco con una pastilla que se toma para
relajarse que también le afectó al estómago, yo me tomé mis dos aspirinas y no
me enteré de nada.
      El Barbas tenía mucha prisa, porque quería llegar pronto a Sevilla, así
que se arregló rápidamente y cuando yo bajé estaba sacando las bicis del
almacén, un poco después llegaron Paco y Marcos y comenzamos a montar las
alforjas, una vez todo listo fuimos a desayunar en el bar del Hostal.
      Desayuno igual de sencillo que el de ayer pero Marcos y Paco pidieron
zumo de naranja, ahora se ve la categoría del establecimiento pues nos
pusieron un mantelíto de papel a cada uno, el vaso de agua costó más trabajo y
el camarero tampoco era “Jimmy el Rápido” pero desayunamos bien.
       Salimos hacía el Santuario de Ntra. Sra. del Martirio, donde habíamos
estado la noche anterior para coger agua de una fuente que había allí, como no
estábamos muy seguros de por donde habría que ir, José Luis y yo fuimos a
buscar una papelería para comprar un plano. Dimos una vuelta por el pueblo y
localizamos una, entramos y no tenía mucha variedad, vimos uno de Sierra
Nevada y pensamos que nos serviría, pero era justo el Parque Natural, menos
mal que la señora, muy amable, nos permitió devolverlo a pesar de haberle
quitado el celofán, sin haber conseguido nuestro objetivo volvimos a donde
estaban Marcos y Paco y tomamos la carretera que seguía que no ponía a donde
iba, era muy bonita, discurría entre huertas y una caudalosa acequia nos
acompañaba por el arcén de la carretera, el tiempo era magnífico y la mañana
recién comenzada prometía un día bastante cálido, pero todavía el fresco era
muy agradable y no faltaba el olor a azahar de los naranjos. Por la parte
izquierda había unas formaciones rocosas muy erosionadas de color rojizo, un
poco como las que habíamos visto en Cuenca, al final del valle comenzó la
ascensión.
       La inclinación era importante aunque después se suavizo, seguimos
subiendo y ante nuestra sorpresa llegamos al cruce de Macina-Alfahar, donde
ayer nos desviamos para Laroles, nos habíamos equivocado de carretera,
esperamos a José Luis y Paco para decidir que hacer, decidimos continuar pues
ya llevábamos trece kilómetros y tampoco estábamos seguros de que por la
otra carretera, al ser mas corta, no fuese más empinada, así lo hicimos y
fuimos recorriendo la ruta de ayer pero al revés, llegamos a Válor y bajamos la
cuesta que ayer nos costó trabajo subir, íbamos subiendo y bajando quizás más
parte bajando, en una de las subidas nos paró un coche para preguntarnos por
el Puerto de la Ragua, una vez que se habían ido me di cuenta que había perdido
los cuadros con las altitudes y los pueblos por los que teníamos que pasar,
intentó Marcos llamar a Paco o José Luis al teléfono móvil, para decirles que
fueran un poco pendientes a ver si lo veían, pero los dos lo tenían
desconectado. Seguimos y llegamos a Yergen después de subir otra buena
cuesta y nos paramos en una casetilla de información sobre Gerald Brenan, se
estaba a la sombra, corría algo de aire y nos informamos un poco sobre la vida
del autor, mientras llegaron José Luis y Paco. Al llegar vi que Paco traía en el
bolsillo de la alforja mis papeles, los habían recogido en la cuesta a la salida de
Válor.
      Por un mapa que había en la casetilla de información, vimos que nos
quedaba poco, unos siete u ocho kilómetros, antes de llegar a Bérchules,
teníamos que desviarnos para Cádiar. El terreno seguía teniendo subidas y
bajadas, la verdad es que en esta ruta llanear lo que se dice llanear lo hemos
hecho poco, pero era muy bonito por la cantidad de flores que había en el
campo, sobre todo una retama de color amarillo oscuro muy llamativa, porque
crecía en amplias extensiones de terreno, también, aunque en menor medida
había unas flores blancas y amapolas y de vez en cuando venía un olor buenísimo
que podía ser de las matas de manzanilla.
       Al Barba y Paco, como casi siempre que los dejamos solos, les sucede
algo, normalmente es una cosa agradable, que condimentada con imaginación se
vuelve fantástica, pero esta vez según cuentan, al pasar por Mecina-Bombaron
se pararon a coger agua y se les acercó un indigente con mala pinta para pedirle
dinero, pero con la vista puesta en la gruesa cadena que Paco lleva al cuello, se
pusieron rápidamente en marcha y no pasó nada, pero el susto se lo llevaron.
      Si hemos observado durante estos días que circula gente rara por aquí,
hay hippys de los años setenta y alguno más moderno que sobreviven con la
venta de objetos artesanales fabricados por ellos mismos y fuman porros sin
disimulo en los mercadillos y bares, y hay jóvenes y menos jóvenes con grandes
coches circulando como los dueños del pueblo, por pueblos cuyo P.I.B.
posiblemente no alcance para comprar el coche.
     Llegamos al cruce previsto, cuando ya se veía a lo lejos Bérchules
extendida sobre la ladera y abajo al final de una gran cuesta Cádiar.
       Quizás aquí fue donde más esperamos a José Luis y Paco y nos dio
tiempo a hacer varias fotografías de las flores y de los alrededores, cuando
llegaron, estaban bastante cansados, esperamos a que descansaran mientras
nos comíamos unos frutos secos e iniciamos una bajada estupenda hasta Cádiar,
pasando por el cruce de la carretera por donde deberíamos haber venido.
Cádiar es una población muy pequeña y la atravesamos enseguida, pero a
la salida vimos una fuente de agua debajo de un gran árbol y nos paramos a
llenar los botes y descansar de la bajada, seguimos con una subida y cuando
llegamos arriba cogimos una carretera estupenda con un gran arcén y paralela
al río Guadalfeo que ya no nos abandonaría hasta Orgiva, la carretera muy
favorable, aunque tenía alguna subida importante, pero eran más las bajadas,
de forma que hicimos los diecisiete kilómetros que nos separaban de Torvizcón
en una hora aproximadamente. Desde Ugija o incluso desde Laroles la zona ya
es distinta de la que hemos visto anteriormente, es más seca, se ven más
segundas residencias de vacaciones y la gente también es más abierta al ser
una zona más accesible y no tan abrupta, por lo que la facilidad de paso ha
condicionado el carácter.
       En Torvizcón paramos en el puente, a la salida del pueblo, mientras
llegaban el Barbas y Paco, eran las dos de la tarde y se apetecía comer, además
desde allí se veía la salida del pueblo por una cuesta bastante inclinada, cuando
llegaron les pareció bien la idea de comer, aunque no mucho, que después, mirád
lo que hay que subir.
       Fuimos a un pequeño bar que tenía unos veladores en una isleta en medio
de la calle bajo un frondoso árbol, pero entró Paco y salió disparado, no tenían
nada, el Barbas después lo confirmó, de nuevo cogimos las bicis y tras
preguntar nos dijeron que allí mismo había una casa que daban comidas.
       Efectivamente un poco más adelante y subiendo una pequeña rampa había
una calle sin salida y a la derecha un portal con una empinada escalera, en el
primer piso, un salón con tres mesas y una habitación interior con otras pocas,
al principio muy modositos le dijimos que queríamos comer unos bocadillos, nos
dijeron que eso no era comida y entre el dueño y la dueña nos convencieron, sin
demasiada dificultad, de lo bueno que era una comida como Dios manda. Nos
sentamos en una mesa camilla amplia y sin casi darnos cuenta aparecieron unas
litronas de Cruzcampo fresquitas, el de la naranja siguió tomando naranja, con
un plato de chacina variada, después fueron apareciendo una ensalada y
longaniza frita, luego trajeron una sopera con un guiso de patatas con pollo que
estaba riquísimo, Marcos repitió tres veces y por último aparecieron unas
habas frescas y tiernas, fantásticas, que juntándola con la longaniza tenia un
sabor exquisito, un café con unos bizcochos redondos, caseros aunque lo
hicieran en la panadería de al lado, puso fin a la pantagruélica comida,
felicitándonos por habernos dejado convencer por la pareja. Mientras
comíamos la señora nos mostró a su nieto y nos contó un poco la historia de la
familia, en la televisión que por supuesto estaba puesta, María Jiménez andaba
peleándose con el lenguaje por aquello de la cosa sexual.
      Después de reposar un poco y pagar la exigua cuenta, nos fuimos al
parque que habíamos visto al lado del puente y allí en la sombra y entre rosales
nos echamos cada uno en un banco y como ya teníamos a mano las alforjas,
algunos nos fumamos un cigarríto, se estaba agustísimo, aunque solo fue media
hora.
      Nos pusimos en marcha subiendo la cuesta de la salida con un poco de
pereza y los músculos fríos, pero enseguida fuimos cogiendo el ritmo, lo que
nos separaba de Orgiva eran unos diecisiete kilómetros y según el cuadro,
seguíamos bajando.
      La carretera era muy bonita pues el río Guadalfeo se encajonaba un poco
entre las sierra de la Contraviesa y Nevada produciendo parajes de gran
belleza.
      Pero nada como la vista, desde la carretera, del Puerto del Jubiley, de
tarjeta postal, el río abajo, dos pequeños montes enmarcando a otro, mucho
más alto, con la cima un poco redondeada, todo muy verde y rodeado de bruma,
bajo el intenso sol de las cuatro de la tarde, fantástico, uno de los paisajes más
bonito que he visto y hemos visto alguno ya, gracias a esta maravilla de las
excursiones en bicicleta.
      La carretera seguía bajando de forma que cuando a lo lejos apareció
Orgiva, se fue acercando rápidamente y es más, mientras que la carretera
seguía bajando el pueblo iba subiendo de forma que cuando llegamos al cruce, la
carretera seguía por un túnel hacia Motril y a la derecha se cruzaba el puente
sobre el río y se empieza a subir a Orgiva, atravesando primero una zona de
chales y luego la parte moderna del pueblo, llegando directamente a donde
teníamos aparcado el coche.
       Lo primero fue ver que el coche estaba en perfecto estado y después
felicitarnos por lo bien que había salido todo y los paisajes tan bonitos que
habíamos visto, comenzamos a cambiarnos, hacía bastante calor y no había
posibilidad de ducha, así que con el agua de los botes nos lavamos un poco las
manos, aunque Paco consiguió casi ducharse y una vez colocadas las bicis,
iniciamos el camino de regreso.
       No sé bien si porque la carretera era estrecha y había bastante tráfico
o por cierta pena de dejar la zona, pero íbamos bastante despacio, admirando
el paisaje e incluso descubriendo un embalse, el Barbas había dicho que le
extrañaba que el río Guadalfeo no tuviera ninguno, a la salida de Lanjarón que
no es del Guadalfeo pero es de uno de sus afluentes y lleva por nombre
Embalse de Beznar.
       Atravesamos el puente de Tablate, conectamos con la carretera general
y ya mucho más ligero enfilamos el camino a casa, echándole la última mirada a
los picos nevados.
       Como teníamos bastante sed se nos ocurrió parar en Santa Fe y además
de tomar un refresco probar sus exquisitos Piononos, así lo hicimos y sin
desviarnos demasiado, nos quedamos en la parte nueva del pueblo, entramos en
una gran Confitería-Heladería donde encontramos lo que íbamos buscando, nos
comimos un pastel cada uno y un refresco mientras nos pasaban por las narices
inmensas copas de helados, cada uno salimos con una cajita de Piononos para la
familia.
      En la gasolinera de Estepa estaban Paqui y su hija esperando a Paco que
prefirió quedarse con ella a seguir viaje con nosotros, que sin ninguna novedad
llegamos a Sevilla sobre las nueve.
       La ruta nos ha encantado, las etapas han estado bien, aunque la segunda
fue dura, las hicimos sin agobios, la comida muy bien, pues incluso la última que
fue excesiva, como tuvimos la suerte de encontrarnos con la carretera casi
todo para abajo, no se notó demasiado, igualmente los alojamientos han sido
suficientes y el trato entre nosotros, cuatro personas tan distintas, perfecto.


      Sin ánimo de emular al Barbas, que en esto de bate me saca muchísima
distancia, ahí va,


                                Durante tres jornadas,
                          recorrimos doscientos kilómetros
                               a lomo de nuestras bicis,
                              vimos paisajes hermosos,
                               comimos opíparamente,
                              dormimos como benditos,
                              todo, no llegó a cien euros,
                       la amistad y la belleza no tienen precio.

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Cronica las alpujarras mayo 2003 por fede

  • 1. TRES DIAS EN BICI POR LAS ALPUJARRAS Del 1 al 3 de mayo de 2003
  • 2. DIA PRIMERO 01 – 05 - 2003 SEVILLA – ORGIVA - TREVELEZ Quedamos citados a las siete menos cuarto en la esquina de Luis Montoto, pues José Luis no tenía tren tan temprano al ser día de fiesta, y optó por dejar el coche aparcado por aquí, así yo no tenía que desplazarme y a Marcos le daba igual recogernos en un sitio que en otro. Fuimos puntuales y a las siete y cinco teníamos cargadas las bicis y las alforjas en el coche, momento en el que el Barbas se dio cuenta que se había olvidado los planos, un poco contrariados pusimos rumbo a Puente Genil donde nos esperaba Paco Avila que después de algunas dudas, por su estado físico, se ha animado. Sobre las ocho menos cuarto recibimos una llamada de Paco al móvil de José Luis para ver por donde íbamos se lo dijo y quedó en esperarnos en una gasolinera que hay a la entrada del pueblo. Cuando giramos para coger la carretera de Puente Genil y al pasar por debajo del puente de la autovía, vimos un coche aparcado cuyo ocupante, al vernos pasar asomó un brazo por la ventana, en ese momento el Barbas se dio cuenta que era Paco, como ya nos habíamos pasado tuvimos que dar la vuelta de forma poco ortodoxa y ponernos a su altura en el otro margen de la carretera. Nos explicó que para no hacernos entrar hasta Puente Genil, Paqui lo había acercado a pesar del madrugón, agradecidos comenzamos a trasladar sus cosas al coche de Marcos y bastante rápidamente partimos. Un poco más adelante paramos a desayunar en una venta y surgió una pequeña discusión entre el Barbas y el camarero sobre la definición de lo que era una tostada y lo que era un mollete, no quedó muy clara la cosa y desayunamos cosas distintas entre ellas lo más original fue un aceite con romero, que no sabía a romero aunque estaba bueno, Marcos se tomó además dos magdalenas y Paco no quedó muy conforme con los molletes, así que la primera experiencia culinaria no fue demasiado positiva. Seguimos a buen ritmo hasta Granada donde, a pesar de ser día de fiesta, había bastante tráfico y vimos por primera vez las cumbres nevadas, el día no estaba totalmente despejado, pero fue mejorando hasta que por la tarde de nuevo aparecieron las nubes, tiramos hacia la carretera de Lanjarón,
  • 3. estrecha y con muchas curvas, pero preciosa, porque nos empezó a mostrar las Alpujarras, con sus elevaciones y barrancos, la vegetación que sobresalía hacia la carretera y las acequias que conducían abundante agua. Llegamos a Orgiva sobre las once y buscamos un sitio para dejar el coche, aparcamos provisionalmente a la sombra de un árbol en un pequeño rellano que había al lado de un riachuelo y comenzamos a cambiarnos y a preparar las bicis y las alforjas, que por cierto, Paco se ha comprado unas que están muy bien y le han salido muy baratas, tardamos bastante entre una cosa y otra, pero al final conseguimos salir después de llenar los botes en el bar que había enfrente y colocar el coche en un aparcamiento a la sombra. Con ciertos nervios en el estómago, fruto del inicio del viaje, empezamos subiendo hacia una iglesia con dos torres muy llamativas y giramos a la izquierda para coger la carretera de Trevélez, cruzamos un afluente del Guadalfeo y comenzamos a subir de verdad, no sin antes pararnos para esperar a Marcos que se había quedado rezagado llenando los botes de agua y que aprovechamos para quitarnos la ropa de abrigo que nos habíamos puesto, pues el sol comenzaba a apretar de verdad y el esfuerzo de la subida nos había hecho sudar. Era una subida suave pero continua que nos permitió ver Orgiva desde arriba en muy poco tiempo. A Paco le iba haciendo un ruido raro la bici por lo que paramos al lado de una fuente en un sitio con sombra para intentar arreglarla, después de quitarle las alforjas y ponerla rueda arriba resultó que lo que sonaba era el pedalier que tenía holgura, por lo que la única solución era echarle aceite y seguir, esperando que no se rompiera del todo. Seguimos subiendo pasando por Carataunas y Soportujas, pequeños pueblos de casitas blanqueadas y techos de pizarra y launa, que es una arcilla magnesiana que aísla tanto de la temperatura como del agua, pues tiene la propiedad de que cuando se moja se impermeabiliza. Casi inmediatamente comenzamos a entrar en el barranco del Poqueira, que forma el río del mismo nombre y que es una maravilla. Se trata de un barranco muy profundo en el que la carretera discurre muy curveada adaptándose a la orografía, todo cubierto de vegetación mediterránea, alcornoques, pinos y abundante monte-bajo, además por todas partes había regueros de agua que con su sonido nos alegraba el pedalear. Por eso no se nos hizo ni mucho menos pesada la ascensión, cuando se llega a lo más profundo del barranco se baja un poco para atravesar el puente sobre el río
  • 4. Poqueira al lado de una Central Eléctrica allí existente y desde el cual se ve una perspectiva de todo el barranco. Durante la ascensión también se ven los tres pueblos que se asoman al barranco y que están uno encima del otro, Pampanéira, Campanéira y Bubión, nombres junto con el del barranco y otros pueblos de los alrededores típicamente gallegos como los colonizadores que vinieron tras la expulsión de los moros y que han sabido mantener el tipísmo en sus calles estrechas y serpenteantes, pensadas para la defensa, y sus casas encaladas de techos de tierra gris que aquí llaman “terraos”. A partir de cruzar el puente sobre el Porquéira la subida se hace mas inclinada hasta llegar al cruce con la carretera de Bubión-Capiléira, donde hay un llano y se ha instalado una gasolinera, aquí paramos para esperar a José Luis y Paco que se habían quedado un poco rezagados y ¡oh! sorpresa al mirar para atrás la fantástica visión del Mulhacén y el Veleta en todo su esplendor, con sus picos llenos de nieve refulgiendo bajo el sol, como hipnotizados estuvimos un rato mirando y después nos refugiamos en la gasolinera pues el sol pegaba de veras. Cuando llegaron el Barbas y Paco nos dijeron que habían entrado en Pampanéira para comprar pan, no lo habían encontrado, pero les había encantado el pueblo. Seguimos la ascensión que se suavizó bastante y fuimos pedaleando alegremente todos juntos mientras comentábamos los más variados temas hasta que llegamos a Pitres en donde paramos en un Mesón a tomar una cerveza y a ver si podíamos conseguir pan, el camarero, bastante seco, nos dijo que podíamos comprarlo en la panadería que estaba cerca, fui pero estaba cerrada, de forma que pagamos las cervezas y nos fuimos, por el camino despistamos a dos turistas que le preguntaron a Paco por Pórtugos, el entendió Portugal y yo por echarle un capote le indique en dirección contraria a la correcta, un poco más adelante Marcos viendo a una familia comiendo encima de un risco rodeado de árboles en una curva de la carretera, en voz alta, para que se enteraran, le dijo a Paco que si cambiaba chorizo por pan y al momento dos senderistas, a los cuales ni habíamos visto, se ofrecieron para darnos pan porque ellos llevaban de sobra, nos paramos charlamos un poco con ellos, les ofrecimos chorizo, pero ellos llevaban y nos dieron media barra, muy agradecidos nos despedimos y continuamos con algún chiste sobre si perdían o no aceite. Llegamos a un paraje no demasiado bonito pero que nos pareció apropiado para dar buena cuenta de las ricas viandas que se había traído “el
  • 5. Paco”, sobre todo porque eran las tres de la tarde y los estómagos estaban pegados, así que Paco sacó el chorizo ibérico buenísimo y un queso exquisito de los que fuimos desaciéndonos con algún pedazo de pan de los perdedores de aceite, al final se decidió que las dos buenas personas que nos habían dado el pan perdían aceite. Después de un ratito de asiento que el Barbas, siempre mirando por nuestro bien, no demoró para que no nos enfriásemos, continuamos pedaleando para a los pocos kilómetros encontrarnos con el cartel de Portugos que sirvió para recordarnos a la pobre pareja que habíamos despistado, a la entrada había una desviación para Fuente Agria que pasamos sin darle importancia y que después he sabido que hubiera merecido la pena. A partir de aquí iniciamos una bajada de uno dos kilómetros en la que llegamos al pueblo de Busquistar en donde un gran cartelón nos daba la Bienvenida al Parque Natural de Sierra Nevada e iniciamos la subida a Trevélez. La carretera serpenteante y pasando por muchos barrancos se iba adentrando por unas zonas cada vez más escarpadas e íbamos mirando a un lado y otro hipnotizados por la belleza del lugar, a lo lejos apareció lo que parecia los nichos de un cementerio pero al acercarnos nos dimos cuenta que se trataba de un hotel por el que pasaremos mañana, luego fueron apareciendo algunas casas y después la parte más baja del pueblo, ya que el resto lo ocultaba una montaña. También vimos antes de llegar, el Balcón de Trevélez, inmenso peñasco que sobresale de las faldas de la montaña que está detrás del pueblo y al que nos asomamos cuando hicimos la ruta de Capileira al Veleta. Nos paramos a la entrada del pueblo, ante un gran cuadro cerámico, un poco deteriorado por los gamberros y pudimos admirar la frondosidad del valle regado por el río Trevélez, que llevaba bastante agua fruto del deshielo que se producía en las cumbres que desde allí veíamos y que mañana tendremos oportunidad de contemplar en toda su magnificencia. El Barbas llegó tan encantado con el camino, que casi no le había costado trabajo subir, arrullado por el murmullo de los múltiples arroyuelos que había por doquier, Marcos estaba con la cámara sacando foto de todo, mostrando especial interés por el cementerio ¡! , a Paco no se le puso cara de paralímpico, sino que llegó muy bien e incluso el último tramo de subida que nos quedaba para llegar lo subió él el primero, en fin todos encantados.
  • 6. Como sabemos Trevélez significa tres barrios y nosotros teníamos la reserva en el Barrio Medio en el Restaurante – Bar Castellón (Comidas, Camas y Jamones) según consta en el membrete de la factura, así que entramos por una carretera que salía a la izquierda que lo señalizaba, pasamos por un puente que atravesaba un río que bajaba en cascada, muy espectacular, seguimos y como Marcos había estado aquí hace poco nos llevó sin dificultad hasta el sitio. Cuando llegamos nos encontramos con un follón de coches, no es que hubiera muchos, solo dos, pero con las calles tan estrechas y prácticamente todo en cuesta, tenía que apartarse uno, metiéndose en una calle, para que el otro pudiese pasar, una vez arreglado y habiéndonos presentados, como los de Sevilla, nos indicó donde podíamos dejar las bicis. Se trataba de un almacén en los bajos de una casa, con los suelos terrizos y los techos muy bajos, nos pareció estupendo y nos recordó a un lugar similar en algún otro viaje, después de quitarle las alforjas las metimos en el almacén y a continuación nos indicó las habitaciones que estaban en la casa de enfrente del Bar y había que bajar tres escalones atravesar un salón y volver a bajar siete u ocho escalones para acceder al pasillo que llevaba a las habitaciones. Paco y yo cogimos la última que tenía un pequeño balcón que daba a otra calle, todavía más estrecha que por la que habíamos entrado, estuvimos fijándonos en las vigas del techo que eran de troncos de madera pero sin perfilar, casi como estaba el árbol y las paredes blanqueadas pero con un grueso tal de cal que parecen satinadas, por supuesto el techo de pizarra y launa y las chimeneas redondas con una placa de pizarra como sombrero con una gran piedra encima para que no se vuele, una casa típica alpujarreña. Las habitaciones estaban bien, la nuestra un poco mayor que la de Marcos y el Barbas, pero el cuarto de baño común era pequeñísimo y el agua caliente se enfriaba con facilidad, pero tan pequeño contratiempo no era ni mucho menos capaz de acabar con nuestro buen humor, así que organizada y lo más rápidamente posible fuimos desfilando por debajo del agua, debiendo, cuando se acababa, pasar la fregona, pues la ducha tampoco tenía cortina. Marcos compró en la Confitería Federico, que estaba al lado, coquitos, que es un dulce típico hecho de coco, de forma esférica y muy jugosos, parecidos a las sultanas que se hacen por aquí, pero mucho más jugosos. Una vez limpios y arregladitos salimos a dar un paseo, serian sobre las siete y media y empezaba a hacer fresquito así que nos llevamos los forros polares, fuimos a ver el inicio del camino de salida hacia el Mulhacén que Marcos hizo recientemente con su hijo y que nos está animando para que lo
  • 7. hagamos, bajando vimos una fuente que cumplía todas las funciones, era agua potable para los humanos, abrevadero para los animales y lavadero. Seguimos bajando para ir al barrio bajo que es donde está la plaza principal con los comercios más turísticos pero antes de llegar se nos cruzó un bar con una terraza desde la que se contemplaba gran parte del pueblo, de forma que decidimos tomarnos una cerveza allí, se estaba agustísimo, aunque con el forro abrochado, tenían unas macetas con tulipanes rojos muy bonitos y el sitio estaba muy bien puesto, después de estar allí un rato seguimos bajando hasta el río que es donde está la plaza, todo el recorrido habíamos estado oliendo el aroma que expedían los secaderos de jamones, que hay muchísimos. José Luis nos explicó que antiguamente al ser este un sitio fronterizo entre los reinos moro y cristiano los vecinos para protegerse de las continuas rácias de uno y otro bando idearon un sistema de camuflaje por el que eran capaces de disimular calles enteras tapando la entrada como si fuera un portal, dejando oculta las entradas a las casas, entramos por una de estas y efectivamente era una calle cubierta en la que había varias puertas de acceso a las casas. En la plaza, varias tiendas para turistas en donde venden jarapas, cerámica, y productos típicos, entre ellos el pan de higo y nos acordamos del Chicla, pero nada que nos llamara la atención, como tampoco vimos un sitio para comer empezamos a subir a ver que encontrábamos por esta otro parte y por aquí si que encontramos los secaderos de jamón, los construyen como edificios de varias plantas, con sus ventanas para que circule el aire y al pasar parece que los jamones están asomados a la ventana. El Barba le preguntó a unas señoras que nos encontramos, donde había una casa de comida particular, que le habían dicho que se comía muy bien y muy barato, las señoras un poco ofendidas le respondieron que no, que lo que había eran restaurantes de diferentes categorías y que concretamente en el Castellón se comía muy bien y barato. Con esta información pues volvimos al punto de partida, ¿ para que íbamos a buscar más ?, llegamos a nuestro viejo conocido y le preguntamos si nos podía poner de comer, nos dijo que si y nos pasó a una habitación que había detrás del Bar, nos sentamos en una amplia mesa y pedimos unas cervezas con un platito de jamón, después pedimos de primero sopa de picadillo/gazpacho y de segundo trucha de río/plato alpujarreño. La sopa de picadillo estaba estupenda y el gazpacho, que era “majao”, delicioso, con las truchas paso algo gracioso, después de asegurar la señora que eran de río y no de piscifactoría,
  • 8. Paco que estaba sentado dominando el salón se dio cuenta que la señora estaba manipulando en el congelador sacando y metiendo varios ejemplares de truchas de diferentes tamaños por supuesto congeladas, no queriendo alertar a José Luis le hizo alguna señal a Marcos que captó lo que pasaba, yo que estaba de espalda no me enteré de nada y ellos dos riéndose disimuladamente hasta que la señora se fue y ya se empezaron a reír abiertamente y contaron lo que pasaba, de todas formas las truchas estaban muy buenas y aun mejor la verdura que las acompañaba y realmente la señora no había mentido, las truchas eran de río seguro, pero las habían pescado con anterioridad. El plato alpujarreño consiste en un huevo frito, pimiento frito, patatas a lo pobre, un trozo de longaniza, un trozo de morcilla y bastante lonchas de jamón, estaba muy bueno. También probamos el vino de costa que es el vino de la tierra, no me gustó demasiado, es fuerte y un poco de aguja, aunque iba bien para la comida que pedimos Marcos y yo. A cargo de la casa corrió el chupito de licor casero que si que estaba muy bueno y que nos ayudo a hacer la digestión. Salimos y hacía bastante frío por lo que después de dar un paseito para un lado de la calle vimos que en el otro había un bar y además tenía futbolín, entramos, pedimos unas copas y comenzaron a jugar, hacía bastante calor, Paco le ganó a todos y yo comencé a sentirme mal, así que salí a la calle con el tiempo justo de irme a un murete y vomitar todo lo que había comido, a partir de ahí empecé a sentirme mejor, debió de ser un corte de digestión, pero le estropee la noche a los demás ya que a continuación nos fuimos a dormir. DIA SEGUNDO 02 – 05 – 2003
  • 9. TREVELEZ - UGIJA Después de un sueño reparador, sobre las siete y media empezamos a levantarnos, ante la insistencia del Barba, la noche anterior, de que había que levantarse tempranito y haber quedado con el del Bar para que a las ocho y media como muy tarde pudiéramos desayunar. Tras las abluciones mañaneras y después de organizar de nuevo las alforjas, sobre las ocho estábamos dispuestos para salir, fuimos sacando las bicis del almacén, que por supuesto no tenía ningún tipo de llave ni candado y colocando las alforjas mientras se calentaba la máquina del café. Una vez todo preparado entramos a desayunar, fue sencillo, tostadas y café en sus varias formas, pero se entabló una conversación con el camarero sobre los jamones que allí curan, preguntándole de donde salían, pues durante el camino no habíamos visto granjas de cerdos ni ninguna instalación como para proveer a tanto secadero y la respuesta nos dejó perplejos, la inmensa mayoría vienen de Lérida, eran cerdos blancos de granjas, alimentados con piensos e inyectados con todo tipo de cosas, después de esto anulamos la intención de comprar un jamón cuando llegáramos a Orgiva, a pesar de que nos habían dado la dirección de uno que los vendía con garantía, Juan el del Puerto, la señora tomó parte en la conversación y dijo que era muy distinto los jamones que vendían a los que criaban y mataban ellos, seis o siete al año, para el consumo del Bar. Un poco decepcionados y después de comprar unos decimos de la ONCE iniciamos la segunda etapa, bajamos hasta la plaza del pueblo, donde estuvimos ayer, y todavía no habían abierto los comercios, cruzamos el puente sobre el río Trevélez e iniciamos una ascensión suave que nos fue mostrando una perspectiva del pueblo, mitad en sombra y mitad iluminado por el sol recién nacido, realmente precioso, conforme íbamos ganando altura la perspectiva se iba ampliando de forma que ya no solo era el pueblo sino las montañas que lo rodean en las que se veían los riachuelos que se formaban por el deshielo, como se iban juntando para al final ir a parar al río principal, se podía seguir la trayectoria casi entera. Nos íbamos parando constantemente y tardamos bastante en perderlo de vista, fue un espectáculo fantástico. Seguimos un poco más a prisa y llegamos al complejo hotelero que desde el otro lado y de lejos había confundido con el cementerio y es que tiene una serie de terrazas mirando al río que al achicarse daban otra impresión, el sitio parece ideal para pasar una semana de relajo total, se llama Hotel Alcazaba de Busquistar y casi todo quedamos en llevar allí a nuestras mujeres, seguimos por
  • 10. la carretera que iba paralela al río y había varias casas rurales, unas a la orilla del río y otras colgadas en las faldas de las montañas, muy bonito, cuando llegamos a lo más alto estaba el cruce con la carretera de Torvizcón, pero durante la ascensión habíamos visto que en la cima del monte más alto había una caseta rematada por una cúpula que tenía aspecto de estación meteorológica, Paco dijo que desde allí tenía que haber una vista espectacular y que deberíamos subir, así que cogimos por la desviación y anduvimos un par de kilómetros pero no encontramos camino alguno que nos pudiera llevar a la construcción, volvimos sobre nuestras rodadas y después de pararnos a quitarnos la ropa de abrigo, el tiempo era espléndido, seguimos por el limite del Parque Natural, preguntándonos de donde provenía un arroyuelo bastante caudaloso que habíamos visto frente al cruce, pues más arriba no había nada. La carretera, discurría serpenteando por la ladera del monte dejando ver en el valle varias explotaciones agrícolas bajo plástico, lo cual deslucía un poco el panorama, pasamos por Juviles, que según el cuadro que había sacado yo y que estábamos utilizando en ausencia de los planos del Barba, deberíamos de bajar pero no se confirmó, seguíamos más bien subiendo y de vez en cuando alguna bajada, así llegamos a Bérchules, pueblo en la falda de un colina donde se celebra la entrada del año en agosto, desde que en 1994 un corte en el suministro eléctrico les impidiera hacerlo el 31 de diciembre. Seguimos subiendo y bajando pasando por Narila y Mecina-Bombaron donde intentamos comprar unos bocadillos, pero no nos gustó el aspecto de la chacina en la tienda donde entramos, en la bajada contemplamos un puente romano bastante bien conservado aunque fuera de uso, continuamos subiendo y llegamos a Yergen, pequeño pueblo donde vivió Gerald Brenan varios años, casándose con una lugareña y escribiendo varias obras sobre la historia de España y de las Alpujarras, llegamos a Válor, se supone que bajando, pero si bien bajamos algo, luego vino una subida hasta el pueblo con cierta guasa, en este pueblo fue donde en 1568 se levantó Hernando de Válor, que tomó el nombre de Abén-Humeya y que fue derrotado por los cristianos, algunos de los establecimientos, entre ellos un hotel, llevaban su nombre. Un poco antes de llegar a Mecina-Alfahar esperamos a José Luis y Paco, pues Marcos conocía un restaurante antes de llegar a un pequeño pueblo llamado Nechite a medio kilómetro de donde estábamos, donde podíamos comer e incluso dejar las alforjas y después no nos venía mal el ir recogerlas, no fue aceptada la proposición y bajamos hasta Mecina-Alfahar donde estaba el cruce para Mairena y Larole.
  • 11. La distancia eran ocho kilómetros, lo que nos cogió por sorpresa es que eran todo para arriba, nos costó trabajo por varias causas, el calor era considerable, el terreno bastante inhóspito y eran las dos de la tarde cuando la iniciamos, todo ello contribuyó a que se nos hiciera bastante pesado, de forma que cuando llegamos a Mairena y no vimos ningún sitio para comer o poder comprar algún bocadillo, los ánimos se vinieron algo abajo y se entabló la disputa entre Marcos y José Luis sobre si Mairena era un pueblo grande o pequeño, pero tras llenar los botes de agua seguimos ante la promesa del Barbas de que en el cámping podríamos comer y dejar las alforjas para subir el puerto de la Ragua, la carretera era más favorable y hubo hasta alguna bajadita para llegar a Laroles. En el cruce nos reagrupamos, menos Paco que siguió, José Luis, Marcos y yo iniciamos la ascensión del puerto de la Ragua, pues el cámping está a unos, bien despachados, quinientos metros del cruce por unas rampas que muy bien pueden tener una inclinación del 9 -10%. Marcos se separó un poco de nosotros y cuando llegó al cámping entró directamente, José Luis y yo que íbamos un poco atrás vimos como de unas tiendas que había al otro lado de la carretera, salía alguien corriendo tras Marcos, aunque se paró al vernos venir a nosotros, resultó ser el dueño y me preguntó que queríamos, le dije que comer, a lo que me contestó que el restaurante estaba cerrado, el Barbas no sé porqué le preguntó que si podíamos dejar las alforjas a lo que contestó con un rotundo no, nuestras caras debieron ser bastante significativas pues se montó en el coche y fue a buscar a Marcos que había bajado una gran cuesta hasta la zona de acampada, apareció el coche y al poco Marcos empujando la bicicleta con cara de pocos amigos, reunidos los tres, no sabíamos donde estaba Paco, decidimos bajar de nuevo a Laroles e intentar comer algo antes de subir el puerto, pues Marcos aseguraba que no había nada hasta la cumbre, así lo hicimos y bajamos de nuevo al cruce, yendo a un bar que había a unos cincuenta metros de allí, nos encontramos a Paco que había bajado por la parte de atrás por una puerta que había encontrado y había salido casi enfrente del bar. Nos acogieron estupendamente pues el encargado era aficionado a la bicicleta y cuando le preguntamos si podíamos dejar las alforjas nos dijo que donde quisiéramos, que si nosotros nos fiábamos de él, él se fiaba de nosotros y nos buscó un sitio en el almacén para que las dejáramos. Nos tomamos una cerveza, Marcos naranja, que nos supo a pura gloria y pedimos para comer unos bocadillos, cada uno con un relleno, de jamón, longaniza frita, lomo. Cuando nos lo trajeron vimos que se trataban de portaaviones de veinticinco centímetros con abundantemente rellenos, los ojos se nos alegraron y comenzamos a dar
  • 12. buena cuenta de ello, la conversación se animó y tomamos a broma todo lo sucedido, la sorpresa de la subida a Mairena, lo antipático que era el tío del cámping, lo grande/pequeño que era el pueblo de Mairena y sobre todo el calor que habíamos pasado. Una vez repuestas las fuerzas iniciamos la ascensión al puerto de la Ragua, las primeras rampas, que eran las más fuertes, ya las conocíamos y prácticamente llegaban hasta el cámping, después se suavizaba, aunque era todo para arriba, creo que era más liviano que Las Palomas y sobre todo muy distinto, tiene más aspecto de alta montaña, con abundante vegetación al principio que se va perdiendo conforme se va subiendo, aunque la repoblación forestal ha sido importante y un riachuelo acompaña, paralelo a la carretera, gran parte del camino, hay numerosas fuentes y el agua manaba de las paredes en mucho lugares, también se notaba el cambio de temperatura, después del calor que habíamos pasado, cuando se pasaba por una zona de sombra se notaba bastante fresco, al final había como un kilómetro que era bastante llano y que atravesaba un bosque de pinos para llegar a una zona abierta y desarbolada que es donde estaban la oficina de información, alquiler de equipos y el albergue. Es una zona recreativa de invierno en la que se puede realizar diversos juegos sobre la nieve además de esquí de fondo, bajadas en trineos y muchas rutas para hacer senderísmo y bicicleta de montaña. Por supuesto el primero en llegar fue Marcos, cuando yo llegué nos fuimos a tomar una Fanta de naranja a la terraza del albergue donde se estaba estupendamente al solesito y con la sudadera puesta, allí estuvimos hasta que llegaron Paco y José Luis y se tomaron ellos también el refrigerio, a pesar de que el camarero con cara de pocos amigos, le quitaba a Marcos la silla donde tenía apoyada la pierna y nos preguntó que cuando nos íbamos a ir, aunque después nos dijo que él subía de Ugija todos los días y que la vuelta era todo bajada. Cuando descansaron un poco y ya el frío empezaba a molestar nos pusimos en camino, no sin antes pararnos a hacernos unas fotos delante del cartel que decía que estábamos a dos mil metros de altura. La bajada fue impresionante, pues podía hacerse bastante rápido al no tener curvas demasiado cerradas, lo que habíamos tardado en subir dos horas, entre una cosa y otra, lo bajamos en menos de veinte minutos. Llegamos a la puerta del Bar un poco helados por la rápida bajada y recogimos las alforjas, agradeciéndole mucho al dueño el que nos hubiera permitido dejarlas allí, las montamos y seguimos bajando hasta llegar a donde
  • 13. estaba cortada la carretera por obras, intentamos pasar pero nos dijeron que estaba totalmente cortada y no se podía pasar ni siquiera andando, por lo que tuvimos que meternos en el pueblo para salir un poco más adelante, efectivamente todo era bajada aunque la carretera estaba en bastante mal estado con muchos chinos sueltos, era zona de huertas y entre ellas había muchos naranjos que estaban cargados de azahar lo que daba al aire tibio de la tarde un olor exquisito. Pasamos por Picena y por Cherin, donde cogimos a la derecha por una carretera mejor aunque con más trafico y después de llanear unos seis kilómetros llegamos a Ugija, Paco y Marcos que se habían adelantado, nos estaban esperando a la entrada del pueblo en una bonita plaza con fuente y grandes arboles, la calle principal, por la que seguimos, estaba flanqueada por grandes plátanos y en la segunda mitad estaba el Hostal Vidaña, con una gran terraza a la calle. Dejamos las bicis en la terraza y entramos, nos dieron las llaves de las habitaciones y como de costumbre las bicis fueron a parar al almacén. Las habitaciones estaban bien, la de Paco y mía daba a unas instalaciones deportivas, lo que en principio nos preocupó por el jaleo que pudiéramos tener por la noche, pero fue infundado, teníamos cuarto de baño dentro de la habitación por lo que las duchas fueron mucho más rápidas y pronto estuvimos listos para salir a cenar. Paco se dio cuanta que había perdido un guante, posiblemente se lo había dejado en el banco donde nos estuvieron esperando a la entrada del pueblo, por lo que se duchó el primero y fue a buscarlo, cuando acabamos los demás bajamos y como estabamos bastante cansados decidimos cenar en el restaurante del hostal, aunque el Barba decía que en un sitio donde hacían pizza no era muy recomendable, pero venció la pereza y nos quedamos allí. Pedimos Sopa de picadillo, ensalada, gazpacho, plato alpujarreño, choto al ajillo, chuleta de cordero, natillas, arroz con leche, y suprema de turrón, estaba todo mejorable, aunque las chuletas no estaban mal, el choto se le atragantó un poco a José Luis y Marcos no estuvo muy conforme con el plato alpujarreño porque no le habían puesto jamón, la casa, también en esta ocasión, invitó al chupito final. Después fuimos a dar una vuelta para echar la cena para abajo y llegamos hasta el Santuario donde se rinde culto a la patrona de Las Alpujarras, Ntra. Sra. del Martirio, unos cien metros y nos volvimos pues el cansancio era ostensible.
  • 14. Esta jornada que sobre el papel parecía la más liviana, a excepción del Puerto de la Ragua, se ha convertido en la más dura, empezando por los cien kilómetros que hemos recorrido, cuando la previsión era de unos ochenta y seis, pero sobre todo la sorpresa de la subida a Laroles, que nos comió un poco la moral, aunque la recuperamos rápidamente con los magníficos bocadillos que nos comimos y además es importante sobreponerse a las circunstancias, si queremos que todo salga según lo previsto, mejor nos quedamos en casa jugando con el ordenador. TERCER DIA 03 – 05 - 2003 UGIJA – ORGIVA - SEVILLA Nos levantamos sobre las siete y media, todos habían tenido algún problemilla sin importancia durante la noche y no habían descansado suficientemente, José Luis y Marcos con el estomago debido a la cena, choto y
  • 15. plato alpujarreño respectivamente y Paco con una pastilla que se toma para relajarse que también le afectó al estómago, yo me tomé mis dos aspirinas y no me enteré de nada. El Barbas tenía mucha prisa, porque quería llegar pronto a Sevilla, así que se arregló rápidamente y cuando yo bajé estaba sacando las bicis del almacén, un poco después llegaron Paco y Marcos y comenzamos a montar las alforjas, una vez todo listo fuimos a desayunar en el bar del Hostal. Desayuno igual de sencillo que el de ayer pero Marcos y Paco pidieron zumo de naranja, ahora se ve la categoría del establecimiento pues nos pusieron un mantelíto de papel a cada uno, el vaso de agua costó más trabajo y el camarero tampoco era “Jimmy el Rápido” pero desayunamos bien. Salimos hacía el Santuario de Ntra. Sra. del Martirio, donde habíamos estado la noche anterior para coger agua de una fuente que había allí, como no estábamos muy seguros de por donde habría que ir, José Luis y yo fuimos a buscar una papelería para comprar un plano. Dimos una vuelta por el pueblo y localizamos una, entramos y no tenía mucha variedad, vimos uno de Sierra Nevada y pensamos que nos serviría, pero era justo el Parque Natural, menos mal que la señora, muy amable, nos permitió devolverlo a pesar de haberle quitado el celofán, sin haber conseguido nuestro objetivo volvimos a donde estaban Marcos y Paco y tomamos la carretera que seguía que no ponía a donde iba, era muy bonita, discurría entre huertas y una caudalosa acequia nos acompañaba por el arcén de la carretera, el tiempo era magnífico y la mañana recién comenzada prometía un día bastante cálido, pero todavía el fresco era muy agradable y no faltaba el olor a azahar de los naranjos. Por la parte izquierda había unas formaciones rocosas muy erosionadas de color rojizo, un poco como las que habíamos visto en Cuenca, al final del valle comenzó la ascensión. La inclinación era importante aunque después se suavizo, seguimos subiendo y ante nuestra sorpresa llegamos al cruce de Macina-Alfahar, donde ayer nos desviamos para Laroles, nos habíamos equivocado de carretera, esperamos a José Luis y Paco para decidir que hacer, decidimos continuar pues ya llevábamos trece kilómetros y tampoco estábamos seguros de que por la otra carretera, al ser mas corta, no fuese más empinada, así lo hicimos y fuimos recorriendo la ruta de ayer pero al revés, llegamos a Válor y bajamos la cuesta que ayer nos costó trabajo subir, íbamos subiendo y bajando quizás más parte bajando, en una de las subidas nos paró un coche para preguntarnos por el Puerto de la Ragua, una vez que se habían ido me di cuenta que había perdido
  • 16. los cuadros con las altitudes y los pueblos por los que teníamos que pasar, intentó Marcos llamar a Paco o José Luis al teléfono móvil, para decirles que fueran un poco pendientes a ver si lo veían, pero los dos lo tenían desconectado. Seguimos y llegamos a Yergen después de subir otra buena cuesta y nos paramos en una casetilla de información sobre Gerald Brenan, se estaba a la sombra, corría algo de aire y nos informamos un poco sobre la vida del autor, mientras llegaron José Luis y Paco. Al llegar vi que Paco traía en el bolsillo de la alforja mis papeles, los habían recogido en la cuesta a la salida de Válor. Por un mapa que había en la casetilla de información, vimos que nos quedaba poco, unos siete u ocho kilómetros, antes de llegar a Bérchules, teníamos que desviarnos para Cádiar. El terreno seguía teniendo subidas y bajadas, la verdad es que en esta ruta llanear lo que se dice llanear lo hemos hecho poco, pero era muy bonito por la cantidad de flores que había en el campo, sobre todo una retama de color amarillo oscuro muy llamativa, porque crecía en amplias extensiones de terreno, también, aunque en menor medida había unas flores blancas y amapolas y de vez en cuando venía un olor buenísimo que podía ser de las matas de manzanilla. Al Barba y Paco, como casi siempre que los dejamos solos, les sucede algo, normalmente es una cosa agradable, que condimentada con imaginación se vuelve fantástica, pero esta vez según cuentan, al pasar por Mecina-Bombaron se pararon a coger agua y se les acercó un indigente con mala pinta para pedirle dinero, pero con la vista puesta en la gruesa cadena que Paco lleva al cuello, se pusieron rápidamente en marcha y no pasó nada, pero el susto se lo llevaron. Si hemos observado durante estos días que circula gente rara por aquí, hay hippys de los años setenta y alguno más moderno que sobreviven con la venta de objetos artesanales fabricados por ellos mismos y fuman porros sin disimulo en los mercadillos y bares, y hay jóvenes y menos jóvenes con grandes coches circulando como los dueños del pueblo, por pueblos cuyo P.I.B. posiblemente no alcance para comprar el coche. Llegamos al cruce previsto, cuando ya se veía a lo lejos Bérchules extendida sobre la ladera y abajo al final de una gran cuesta Cádiar. Quizás aquí fue donde más esperamos a José Luis y Paco y nos dio tiempo a hacer varias fotografías de las flores y de los alrededores, cuando llegaron, estaban bastante cansados, esperamos a que descansaran mientras nos comíamos unos frutos secos e iniciamos una bajada estupenda hasta Cádiar, pasando por el cruce de la carretera por donde deberíamos haber venido.
  • 17. Cádiar es una población muy pequeña y la atravesamos enseguida, pero a la salida vimos una fuente de agua debajo de un gran árbol y nos paramos a llenar los botes y descansar de la bajada, seguimos con una subida y cuando llegamos arriba cogimos una carretera estupenda con un gran arcén y paralela al río Guadalfeo que ya no nos abandonaría hasta Orgiva, la carretera muy favorable, aunque tenía alguna subida importante, pero eran más las bajadas, de forma que hicimos los diecisiete kilómetros que nos separaban de Torvizcón en una hora aproximadamente. Desde Ugija o incluso desde Laroles la zona ya es distinta de la que hemos visto anteriormente, es más seca, se ven más segundas residencias de vacaciones y la gente también es más abierta al ser una zona más accesible y no tan abrupta, por lo que la facilidad de paso ha condicionado el carácter. En Torvizcón paramos en el puente, a la salida del pueblo, mientras llegaban el Barbas y Paco, eran las dos de la tarde y se apetecía comer, además desde allí se veía la salida del pueblo por una cuesta bastante inclinada, cuando llegaron les pareció bien la idea de comer, aunque no mucho, que después, mirád lo que hay que subir. Fuimos a un pequeño bar que tenía unos veladores en una isleta en medio de la calle bajo un frondoso árbol, pero entró Paco y salió disparado, no tenían nada, el Barbas después lo confirmó, de nuevo cogimos las bicis y tras preguntar nos dijeron que allí mismo había una casa que daban comidas. Efectivamente un poco más adelante y subiendo una pequeña rampa había una calle sin salida y a la derecha un portal con una empinada escalera, en el primer piso, un salón con tres mesas y una habitación interior con otras pocas, al principio muy modositos le dijimos que queríamos comer unos bocadillos, nos dijeron que eso no era comida y entre el dueño y la dueña nos convencieron, sin demasiada dificultad, de lo bueno que era una comida como Dios manda. Nos sentamos en una mesa camilla amplia y sin casi darnos cuenta aparecieron unas litronas de Cruzcampo fresquitas, el de la naranja siguió tomando naranja, con un plato de chacina variada, después fueron apareciendo una ensalada y longaniza frita, luego trajeron una sopera con un guiso de patatas con pollo que estaba riquísimo, Marcos repitió tres veces y por último aparecieron unas habas frescas y tiernas, fantásticas, que juntándola con la longaniza tenia un sabor exquisito, un café con unos bizcochos redondos, caseros aunque lo hicieran en la panadería de al lado, puso fin a la pantagruélica comida, felicitándonos por habernos dejado convencer por la pareja. Mientras comíamos la señora nos mostró a su nieto y nos contó un poco la historia de la
  • 18. familia, en la televisión que por supuesto estaba puesta, María Jiménez andaba peleándose con el lenguaje por aquello de la cosa sexual. Después de reposar un poco y pagar la exigua cuenta, nos fuimos al parque que habíamos visto al lado del puente y allí en la sombra y entre rosales nos echamos cada uno en un banco y como ya teníamos a mano las alforjas, algunos nos fumamos un cigarríto, se estaba agustísimo, aunque solo fue media hora. Nos pusimos en marcha subiendo la cuesta de la salida con un poco de pereza y los músculos fríos, pero enseguida fuimos cogiendo el ritmo, lo que nos separaba de Orgiva eran unos diecisiete kilómetros y según el cuadro, seguíamos bajando. La carretera era muy bonita pues el río Guadalfeo se encajonaba un poco entre las sierra de la Contraviesa y Nevada produciendo parajes de gran belleza. Pero nada como la vista, desde la carretera, del Puerto del Jubiley, de tarjeta postal, el río abajo, dos pequeños montes enmarcando a otro, mucho más alto, con la cima un poco redondeada, todo muy verde y rodeado de bruma, bajo el intenso sol de las cuatro de la tarde, fantástico, uno de los paisajes más bonito que he visto y hemos visto alguno ya, gracias a esta maravilla de las excursiones en bicicleta. La carretera seguía bajando de forma que cuando a lo lejos apareció Orgiva, se fue acercando rápidamente y es más, mientras que la carretera seguía bajando el pueblo iba subiendo de forma que cuando llegamos al cruce, la carretera seguía por un túnel hacia Motril y a la derecha se cruzaba el puente sobre el río y se empieza a subir a Orgiva, atravesando primero una zona de chales y luego la parte moderna del pueblo, llegando directamente a donde teníamos aparcado el coche. Lo primero fue ver que el coche estaba en perfecto estado y después felicitarnos por lo bien que había salido todo y los paisajes tan bonitos que habíamos visto, comenzamos a cambiarnos, hacía bastante calor y no había posibilidad de ducha, así que con el agua de los botes nos lavamos un poco las manos, aunque Paco consiguió casi ducharse y una vez colocadas las bicis, iniciamos el camino de regreso. No sé bien si porque la carretera era estrecha y había bastante tráfico o por cierta pena de dejar la zona, pero íbamos bastante despacio, admirando el paisaje e incluso descubriendo un embalse, el Barbas había dicho que le
  • 19. extrañaba que el río Guadalfeo no tuviera ninguno, a la salida de Lanjarón que no es del Guadalfeo pero es de uno de sus afluentes y lleva por nombre Embalse de Beznar. Atravesamos el puente de Tablate, conectamos con la carretera general y ya mucho más ligero enfilamos el camino a casa, echándole la última mirada a los picos nevados. Como teníamos bastante sed se nos ocurrió parar en Santa Fe y además de tomar un refresco probar sus exquisitos Piononos, así lo hicimos y sin desviarnos demasiado, nos quedamos en la parte nueva del pueblo, entramos en una gran Confitería-Heladería donde encontramos lo que íbamos buscando, nos comimos un pastel cada uno y un refresco mientras nos pasaban por las narices inmensas copas de helados, cada uno salimos con una cajita de Piononos para la familia. En la gasolinera de Estepa estaban Paqui y su hija esperando a Paco que prefirió quedarse con ella a seguir viaje con nosotros, que sin ninguna novedad llegamos a Sevilla sobre las nueve. La ruta nos ha encantado, las etapas han estado bien, aunque la segunda fue dura, las hicimos sin agobios, la comida muy bien, pues incluso la última que fue excesiva, como tuvimos la suerte de encontrarnos con la carretera casi todo para abajo, no se notó demasiado, igualmente los alojamientos han sido suficientes y el trato entre nosotros, cuatro personas tan distintas, perfecto. Sin ánimo de emular al Barbas, que en esto de bate me saca muchísima distancia, ahí va, Durante tres jornadas, recorrimos doscientos kilómetros a lomo de nuestras bicis, vimos paisajes hermosos, comimos opíparamente, dormimos como benditos, todo, no llegó a cien euros, la amistad y la belleza no tienen precio.