1) La inteligencia emocional es importante para las relaciones interpersonales y el desempeño laboral, especialmente en roles educativos que requieren control emocional y habilidades sociales.
2) Las emociones influyen en la memoria de trabajo y la capacidad de pensamiento, por lo que el desarrollo de la inteligencia emocional es fundamental para el aprendizaje y la toma de decisiones racionales.
3) El control y comprensión de las emociones es una habilidad clave que los docentes deben desarrollar para crear
1. INTELIGENCIA EMOCIONAL
Claudia Lissette Alberti Arroyo
RESUMEN
Cada día, cobra más fuerza el considerar la importancia de la dimensión
emocional de los seres humanos, ya que éstos sentimientos, son los principales
impulsos que inciden al momento de tomar decisiones y formular retos.
El estudio de dichos elementos dentro de los ambientes educativos, es de gran
trascendencia, ya que un nivel aceptable de inteligencia emocional en un individuo
garantiza, mejores relaciones interpersonales entre sus semejantes, ya que la
inteligencia emocional, provee de dominio, sobre aquellos impulsos y actitudes
que pueden ser nocivas para un conjunto.
La labor docente primordialmente requiere de hombres y mujeres conscientes de
la importancia del control de sus impulsos y la manera e dosificar sus
sentimientos, para con sus discentes, de tal forma de mostrar una actitud
equilibrada e integral, por su imagen de educador y ejemplo.
Palabras claves: Inteligencia, emociones, psicología educativa.
INTRODUCCION
La inteligencia emocional, hasta hace algunos días, muy poco difundida, cada vez
va cobrando mas auge, debido, a que se ha demostrado la necesidad de cultivar
2. un autocontrol efectivo de los impulsos internos, que poseen evidencia externa,
como lo son las emociones.
El presente trabajo presenta breves pincelazos al respecto de la naturaleza de las
emociones, su relación con la inteligencia y el impacto de estos en la labor
docente, buscando de esta manera poder obtener un vistazo general, al respecto
de tan importante temática, que como futuros docentes, debe ser de nuestro
conocimiento, con el fin de asegurar una ejecución de nuestras labores, bajo la
sombra del conocimiento, por lo que el presente trabajo nos abre el panorama
muy a groso modo al rspecto.
Noción de emoción.
¿Qué es lo primero que aparece en nuestras mentes, al hablar de emociones?
Sin duda, la primera noción es netamente sentimental, pensar en una emoción lo
relacionamos con sentir miedo, alegría, tristeza ó enojo.
La palabra emoción se deriva de la raíz latina “emovere”, que significa, mover
desde el interior hacia afuera, o sea la expresión de algo que uno tiene dentro y
que manifiesta el exterior.
La emoción es la tendencia que se experimenta, hacia algo intuitivamente
apreciado como bueno (benéfico), ó alejarse de algo intuitivamente malo (nocivo).
Esta atracción ó aversión va acompañada por patrones de cambios fisiológicos
organizados para la aproximación o la fuga. El patrón varia para las diferentes
emociones.(OMP, 2007, p.6)
3. ¿Para qué sirven las emociones?
Sirven para expresar los sentimientos de agrado ó desagrado. Las emociones
pueden actuar como fuerza motivadora de dos maneras:
a) Dan energía para una acción intensa de corta duración. Como reacciones
de emergencia, las emociones liberan grandes cantidades de energía, no
solamente psíquicas, sino también de origen físico-químico, como las
reacciones hormonales cuyos poderosos efectos se hacen sentir en todo el
organismo.
b) Las emociones influyen en todos los comportamientos y pueden dar origen
a actividades sostenidas por mucho tiempo.
Nuestras emociones nos guían cuando se trata de enfrentarnos a momentos
difíciles y tareas demasiado importantes para dejarlas solo en manos del intelecto:
los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los
fracasos, los vínculos con un compañero, la formación de una familia. Cada
emoción ofrece una disposición definida a actuar; cada una nos señala una
dirección que ha funcionado bien para ocuparse de los desafíos repetidos de la
vida humana.(OMP,p. 9)
Pero, si bien las emociones han sido sabias referencias a lo largo del proceso
evolutivo, las nuevas realidades que nos presenta la civilización moderna surgen a
una velocidad tal que deja atrás al lento paso de la evolución. Las primeras leyes y
códigos éticos -el código de Hammurabi, los diez mandamientos del Antiguo
Testamento o los edictos del emperador Ashoka— deben considerarse como
intentos de refrenar, someter y domesticar la vida emocional puesto que, como ya
explicaba Freud en El malestar de la cultura, la sociedad se ha visto obligada a
4. imponer normas externas destinadas a contener la desbordante marea de los
excesos emocionales que brotan del interior del individuo.
La distinta impronta biológica propia de cada emoción evidencia que cada una de
ellas desempeña un papel único en nuestro repertorio emocional.
La aparición de nuevos métodos para profundizar en el estudio del cuerpo y del
cerebro confirma cada vez con mayor detalle la forma en que cada emoción
predispone al cuerpo a un tipo diferente de respuesta.
El enojo aumenta el flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un
arma o golpear a un enemigo; también aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de
hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para
acometer acciones vigorosas.
En el caso del miedo, la sangre se retira del rostro (lo que explica la palidez y la
sensación de «quedarse frío») y fluye a la musculatura esquelética larga —como
las piernas, por ejemplo- favoreciendo así la huida. Al mismo tiempo, el cuerpo
parece paralizarse, aunque sólo sea un instante, para calibrar, tal vez, si el hecho
de ocultarse pudiera ser una respuesta más adecuada. Las conexiones nerviosas
de los centros emocionales del cerebro desencadenan también una respuesta
hormonal que pone al cuerpo en estado de alerta general, sumiéndolo en la
inquietud y predisponiéndolo para la acción, mientras la atención se fija en la
amenaza inmediata con el fin de evaluar la respuesta más apropiada.
Uno de los principales cambios biológicos producidos por la felicidad consiste en
el aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de inhibir los
5. sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan preocupación, al
mismo tiempo que aumenta el caudal de energía disponible. En este caso no hay
un cambio fisiológico especial salvo, quizás, una sensación de tranquilidad que
hace que el cuerpo se recupere más rápidamente de la excitación biológica
provocada por las emociones perturbadoras. Esta condición proporciona al cuerpo
un reposo, un entusiasmo y una disponibilidad para afrontar cualquier tarea
que se esté llevando a cabo y fomentar también, de este modo, la consecución de
una amplia variedad de objetivos.
El amor, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema
nervioso parasimpático (el opuesto fisiológico de la respuesta de «lucha-o-huida»
propia del miedo y de la ira). La pauta de reacción parasimpática —ligada a la
«respuesta de relajación»— engloba un amplio conjunto de reacciones que
implican a todo el cuerpo y que dan lugar a un estado de calma y satisfacción que
favorece la convivencia.
El arqueo de las cejas que aparece en los momentos de sorpresa aumenta el
campo visual y permite que penetre más luz en la retina, lo cual nos proporciona
más información sobre el acontecimiento inesperado, facilitando así el
descubrimiento de lo que realmente ocurre y permitiendo elaborar, en
consecuencia, el plan de acción más adecuado.
El gesto que expresa desagrado parece ser universal y transmite el mensaje de
que algo resulta literal o metafóricamente repulsivo para el gusto o para el olfato.
La expresión facial de disgusto —ladeando el labio superior y frunciendo
ligeramente la nariz— sugiere, como observaba Darwin, un intento primordial de
6. cerrar las fosas nasales para evitar un olor nauseabundo o para expulsar un
alimento tóxico.
La principal función de la tristeza consiste en ayudarnos a asimilar una pérdida
irreparable (como la muerte de un ser querido o un gran desengaño). La tristeza
provoca la disminución de la energía y del entusiasmo por las actividades vitales
—especialmente las diversiones y los placeres— y, cuanto más se profundiza y se
acerca a la depresión, más se enlentece el metabolismo corporal. Este encierro
introspectivo nos brinda así la oportunidad de llorar una pérdida o una esperanza
frustrada, sopesar sus consecuencias y planificar, cuando la energía retorna, un
nuevo comienzo. Esta disminución de la energía debe haber mantenido tristes y
apesadumbrados a los primitivos seres humanos en las proximidades de su
hábitat, donde más seguros se encontraban.
Estas predisposiciones biológicas a la acción son modeladas posteriormente por
nuestras experiencias vitales y por el medio cultural en que nos ha tocado vivir.
Noción de inteligencia
La historia de la inteligencia humana puede explicarse como el empeño del
cerebro humano en buscar formas eficientes de comunicarse consigo mismo.
Cuando el primer ser humano trazó la primera línea, precipitó una revolución en la
conciencia humana; una revolución cuyo estadio evolutivo más reciente está
constituido por el mapa mental.
Una vez que los seres humanos se dieron cuenta de que eran capaces de
exteriorizar sus “imágenes mentales” internas, la evolución fue más rápida. Con
las primeras representaciones hechas por los primitivos aborígenes australianos
7. en las cavernas, los trazos iniciales se fueron convirtiendo paulatinamente en
pinturas. A medida que las civilizaciones evolucionaban, las imágenes
comenzaron a condensarse en símbolos y, más tarde, en alfabetos y guiones; así
sucedió con los caracteres chinos o los jeroglíficos egipcios. Con el desarrollo del
pensamiento occidental y la creciente influencia del imperio romano, se completó
la transición de la imagen a la letra. Y posteriormente, a lo largo de dos mil años
de evolución, el poder nada desdeñable de la letra adquirió primicia sobre la
momentáneamente escarnecida imagen.
Tal y como las aguas de un ancho río tienden a acelerarse cuando se ve forzado a
discurrir por un cauce estrecho, la tendencia a reunir información ha ido
acelerándose a lo largo de los siglos, hasta dar origen a la actual “explosión
informativa”. En épocas recientes, esta “explosión” ha sido causada, en parte, por
el supuesto de que la escritura es el único vehículo adecuado para el aprendizaje,
el análisis y la diseminación de la información.
Si efectivamente escribir es la mejor manera de adueñarse de tal información, de
analizarla y de transmitirla, ¿por qué hay tantas personas que tienen problemas en
los campos del aprendizaje, el pensamiento, la creatividad y la memoria? ¿por qué
se quejan de una incapacidad básica, de pérdida de la confianza en sí mismas, de
disminución del interés y de reducción de sus poderes de concentración, memoria
y pensamiento?
Entre las reacciones habituales ante tales problemas cabe incluir la auto
denigración, la disminución del rendimiento, la apatía y la aceptación de reglas
rígidas y dogmáticas, factores todos que obstaculizan aún más el funcionamiento
natural del cerebro.
8. Hemos convertido la palabra, la oración, la lógica y el número en los pilares
fundamentales de nuestra civilización, con lo cual estamos obligando al cerebro a
valerse de modos de expresión que lo limitan, pero que (tal es lo que suponemos)
son los únicos correctos.
Los grandes cerebros usaron efectivamente una mayor proporción de su
capacidad natural y de que (a diferencia de sus contemporáneos que usaban un
pensamiento más lineal) estaban empezando a volverse intuitivamente de los
principios del pensamiento irradiante y de la cartografía mental
Inteligencia emocional
Según Goleman,(1998) Actualmente, la Inteligencia Emocional ha cobrado un
auge en aquellas áreas organizacionales en las cuales se requiere un contacto
interpersonal cotidiano y permanente, de lo cual no escapan las de orden
educativo. De igual manera, se destaca la capacidad emocional como una variable
de notable importancia no solo en la gestión de la alta gerencia, sino en todos los
niveles de la organización, pues ella se puede convertir en un indicador de éxito
laboral, en especial para el alcance de altos logros organizacionales en cualquier
nivel.
Consideremos el poder de las emociones para obstaculizar el pensamiento
mismo. Los neurocientíficos utilizan el término «memoria de trabajo» para referirse
a la capacidad de la atención para mantener en la mente los datos esenciales para
el desempeño de una determinada tarea o problema (ya sea para descubrir los
rasgos ideales que uno busca en una casa mientras hojea folletos de inmobiliarias
como para considerar los elementos que intervienen en una de las pruebas de un
9. test de razonamiento). La corteza prefrontal es la región del cerebro que se
encarga de la memoria de trabajo. Pero, como acabamos de ver, existe una
importante vía nerviosa que conecta los lóbulos prefrontales con el sistema
límbico, lo cual significa que las señales de las emociones intensas —ansiedad,
cólera y similares— pueden ocasionar parásitos neurales que saboteen la
capacidad del lóbulo prefrontal para mantener la memoria de trabajo. Éste es el
motivo por el cual, cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir
que «no puedo pensar bien» y también permite explicar por qué la tensión
emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales del niño y
dificultar así su capacidad de aprendizaje.
Estas averiguaciones condujeron al doctor Damasio a la conclusión contraintuitiva
de que los sentimientos son indispensables para la toma racional de decisiones,
porque nos orientan en la dirección adecuada para sacar el mejor provecho a las
posibilidades que nos ofrece la fría lógica. Mientras que el mundo suele
presentarnos un desbordante despliegue de posibilidades (¿En qué debería
invertir los ahorros de mi jubilación? ¿Con quién debería casarme?), el
aprendizaje emocional que la vida nos ha proporcionado nos ayuda a eliminar
ciertas opciones y a destacar otras. Es así cómo —arguye el doctor Damasio— el
cerebro emocional se halla tan implicado en el razonamiento como lo está el
cerebro pensante.
Las emociones, pues, son importantes para el ejercicio de la razón. En la danza
entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones instante tras
instante, trabajando mano a mano con la mente racional y capacitando —o
incapacitando— al pensamiento mismo. Y del mismo modo, el cerebro pensante
10. desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos
momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume
por completo el control de la situación.
En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la
inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento en la
vida está determinado por ambos. Por ello no es el Coeficiente Inetelectual lo
único que debemos tener en cuenta, sino que también deberemos considerar la
inteligencia emocional.
De hecho, el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la
inteligencia emocional, y la adecuada complementación entre el sistema límbico y
el neocórtex, entre la amígdala y los lóbulos prefrontales, exige la participación
armónica entre ambos. Sólo entonces podremos hablar con propiedad de
inteligencia emocional y de capacidad intelectual.
Esto vuelve a poner sobre el tapete el viejo problema de la contradicción existente
entre la razón y el sentimiento. No es que nosotros pretendamos eliminar la
emoción y poner la razón en su lugar —como quería Erasmo-, sino que nuestra
intención es la de descubrir el modo inteligente de armonizar ambas funciones. El
viejo paradigma proponía un ideal de razón liberada de los impulsos de la
emoción, El nuevo paradigma, por su parte, propone armonizar la cabeza y el
corazón. Pero, para llevar a cabo adecuadamente esta tarea, deberemos
comprender con más claridad lo que significa utilizar inteligentemente las
emociones.
11. La Inteligencia emocional, se mide mediante la presencia de características
como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño
a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las
gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la
angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último —pero no. por
ello, menos importante—, la capacidad de empatizar y confiar en los demás. A
diferencia de lo que ocurre con el Cl, cuya investigación sobre centenares de miles
de personas tiene casi un siglo de historia, la inteligencia emocional es un
concepto muy reciente. De hecho, ni siquiera nos hallamos en condiciones de
determinar con precisión el grado de variabilidad interpersonal de la inteligencia
emocional. Lo que sí podemos hacer, a la vista de los datos de que disponemos,
es avanzar que la inteligencia emocional puede resultar tan decisiva —y. en
ocasiones, incluso más— que el Coeficiente lntelectual(CI). Y, frente a quienes
son de la opinión de que ni la experiencia ni la educación pueden modificar
substancialmente el resultado del cual trataré de demostrar—en la quinta parte—
que, si nos tomamos la molestia de educarles, nuestros hijos pueden aprender a
desarrollar las habilidades emocionales fundamentales.(Goleman, 2007)
No obstante, a lo largo de nuestras vidas, aunque un elevado CI no constituya la
menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad, nuestras escuelas y nuestra
cultura, en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades
académicas en detrimento de la inteligencia emocional, de ese conjunto de rasgos
—que algunos llaman carácter— que tan decisivo resulta para nuestro destino
personal.
12. Al igual que ocurre con la lectura o con las matemáticas, por ejemplo, la Vida
emocional constituye un ámbito —que incluye un determinado conjunto de
habilidades— que puede dominarse con mayor o menor pericia. Y el grado de
dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para
determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras
que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida. La
competencia emocional constituye, en suma, una meta-habilidad que determina el
grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras otras
facultades (entre las cuales se incluye el intelecto puro).
Existen, por supuesto, multitud de caminos que conducen al éxito en la vida, y
muchos dominios en los que las aptitudes emocionales son extraordinariamente
importantes. En una sociedad como la nuestra, que atribuye una importancia cada
vez mayor al conocimiento, la habilidad técnica es indudablemente esencial.
Inteligencias personales.
1. Conocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye
la piedra angular de la inteligencia emocional. Como veremos en el capítulo
4, la capacidad de seguir momento a momento nuestros sentimientos
resulta crucial para la introvisión psicológica y para la comprensión de uno
mismo. Por otro lado, la incapacidad de percibir nuestros verdaderos
sentimientos nos deja completamente a su merced. Las personas que
tienen una mayor certeza de sus emociones suelen dirigir mejor sus vidas,
ya que tienen un conocimiento seguro de cuáles son sus sentimientos
13. reales, por ejemplo, a la hora de decidir con quién casarse o qué profesión
elegir.
2. La capacidad de controlar las emociones. La conciencia de uno mismo es
una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y
adecuarlos al momento.
3. La capacidad de motivarse uno mismo. Como veremos en el capítulo 6, el
control de la vida emocional y su subordinación a un objetivo resulta
esencial para espolear y mantener la atención, la motivación y la
creatividad. El autocontrol emocional —la capacidad de demorar la
gratificación y sofocar la impulsividad— constituye un imponderable que
subyace a todo logro. Y si somos capaces de sumergimos en el estado de
«flujo» estaremos más capacitados para lograr resultados sobresalientes en
cualquier área de la vida. Las personas que tienen esta habilidad suelen ser
más productivas y eficaces en todas las empresas que acometen.
4. El reconocimiento de las emociones ajenas. La empatía, otra capacidad
que se asienta en la conciencia emocional de uno mismo, constituye la
«habilidad popular» fundamental. Las personas empáticas suelen
sintonizar con las señales sociales sutiles que indican qué necesitan o qué
quieren los demás y esta capacidad las hace más aptas para el desempeño
de vocaciones tales como las profesiones sanitarias, la docencia, las ventas
y la dirección de empresas.
5. El control de las relaciones. El arte de las relaciones se basa, en buena
medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las
emociones ajenas. Éstas son las habilidades que subyacen a la
14. popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que
sobresalen en este tipo de habilidades suelen ser auténticas «estrellas»
que tienen éxito en todas las actividades vinculadas a la relación
interpersonal.
No todas las personas manifiestan el mismo grado de pericia en cada uno de
estos dominios. Hay quienes son sumamente diestros en gobernar su propia
ansiedad, por ejemplo, pero en cambio, son relativamente ineptos cuando se trata
de apaciguar los trastornos emocionales ajenos. A fin de cuentas, el sustrato de
nuestra pericia al respecto es, sin duda, neurológico, pero, como veremos a
continuación, el cerebro es asombrosamente plástico y se halla sometido a un
continuo proceso de aprendizaje. Las lagunas en la habilidad emocional pueden
remediarse y, en términos generales, cada uno de estos dominios representa un
conjunto de hábitos y de reacciones que, con el esfuerzo adecuado, pueden llegar
a mejorarse.
Las emociones en la docencia
“Las emociones están en el corazón de la enseñanza” afirma Andy Hargreaves
(1998) con contundencia en uno de sus artículos dedicados al tema de las
emociones de los profesores. Casi ninguno de los docentes pondría en duda esta
afirmación e incluso la mayoría de los ciudadanos la aceptaría sin dificultad. El
trabajo en la enseñanza está basado principalmente en las relaciones
interpersonales con los alumnos y con otros compañeros, por lo que las
experiencias emocionales son permanentes. Enfado, alegría, ansiedad, afecto,
preocupación, tristeza, frustración… , son algunos de los sentimientos que día a
día vive el profesor con mayor o menor intensidad y amplitud. Algunos tienen la
15. fortuna y el buen hacer para conseguir que primen las emociones positivas; en
otros, por el contrario, predomina el infortunio y unas habilidades limitadas, lo que
conduce a que las experiencias negativas tengan un mayor peso. Cuando esta
última constatación se generaliza a la mayoría de los profesores, nos encontramos
con descriptores de la situación de los docentes con una profunda carga
emocional: están quemados, desvalorizados, agobiados o desfondados.
Pero si en cualquier época histórica las emociones han ocupado un papel
relevante en el mundo de la enseñanza, en los tiempos actuales su importancia es
aún mayor. Los cambios en la sociedad y en la familia, las crecientes exigencias
sociales, la incorporación a la escuela de nuevos colectivos de alumnos que han
de permanecer en ella durante más tiempo, el tipo de relaciones sociales que se
establecen entre los diferentes miembros de la comunidad educativa, la
ampliación de los objetivos de la enseñanza y las nuevas competencias exigidas a
los profesores contribuyen a que sea fácil comprender las dificultades de enseñar
y las tensiones emocionales que conlleva. El texto de Hargreaves(2003), recoge
con acierto la situación paradójica en la que se encuentran los profesores:
“La enseñanza es una profesión paradójica. De todos los trabajos que son o
aspiran ser profesiones, sólo de la enseñanza se espera que cree las habilidades
humanas y las capacidades que permitirán a los individuos y a las organizaciones
sobrevivir y tener éxito en la sociedad del conocimiento de hoy. De los profesores,
más que de ningún otro, se espera que construyan comunidades de aprendizaje,
creen la sociedad del conocimiento y desarrollen las capacidades para la
innovación, la flexibilidad y el compromiso con el cambio que son esenciales para
16. la prosperidad económica. Al mismo tiempo, se espera que los profesores
mitiguen y equilibren muchos de los inmensos problemas que la sociedad del
conocimiento crea, tales como el excesivo consumismo, la pérdida de la
comunidad y el incremento de la distancia entre los ricos y los pobres. De alguna
manera, los profesores deben intentar alcanzar estas aparentemente
contradictorias metas de forma simultánea. Esta es su paradoja profesional.
CONCLUSIONES
Las emociones, ejercen un papel importante dentro de la microesfera
educativa, ya que de ellas proviene la energía e impulso que nos conduce
hacia la ejecución de actividades, de todo tipo, donde las de naturaleza
educativa están inmersas.
La inteligencia emocional, en niveles aceptables, nos aseguran buenas
relaciones interpersonales dentro de los ambientes educativos, lo que
genera armonía y equilibrio en el interior de dicha comunidad, además que
facilita la tolerancia y la practica efectiva de valores y principios morales.
La dualidad corazón-intelecto, es una relación sana, de mutua
correspondencia, donde se asegura la integralidad del individuo, ya que no
se vé influenciado a totalidad por las emociones, ni por la razón, sino, se
logra un equilibrio.
La profesión docente, implica un nivel de inteligencia emocional, que
garantice su estabilidad, frente a las controversias de la vida actual y todos
sus conflictos, ya que aunados a las crisis que los estudiantes sufren ó
17. provocan, pueden llevar a manifestaciones de tipo físicas, que
desfavorezcan la relaciones en la comunidad educativa.
REFERENCIAS
Goleman, D. (1996). La inteligencia emocional. (2ª ed.) Javier Vergara Editores.
Buenos Aires, Argentina.
Hargreaves, A. (2003), “Teaching in the knowledge society”. Maidenhead: Open
University Press.
Mata, F y Otros (2000) . Emocionalmente Inteligente. Revista Calidad Empresarial
Edición Corporación Calidad, p.18-19,3
Obras Misionales Pontificias (2007). Escuela para animadores misioneros de la
Infancia y Adolescencia Misionera, Guatemala, C.A.
Vásquez ,F. (2008) Inteligencia emocional en alumnos, docentes y personal
administrativo de una universidad privada de Barranquilla. Universidad Simón
Bolívar, Colombia.