Los primeros cristianos tenían todo en común y testificaban con gran poder sobre la resurrección de Jesús. Sin embargo, Ananías y Safira mintieron sobre el precio de venta de una propiedad y fueron castigados por Dios, llenando de temor a la iglesia. Pedro supo de su mentira a través del Espíritu Santo y les advirtió que habían mentido no a los hombres sino a Dios.