3. El ADN es una cadena increíblemente larga que se traduce en
un código. Este código se combina en «triadas» de bases que
expresan una molécula llamada aminoácido. Estos aminoácidos
son **los «ladrillos» de cualquier proteína**. Es decir, son las
unidades más pequeñas con las que contamos para formarlo
todo. Las células y todo lo que hacen es gracias a las
**proteínas y otras moléculas**. El conjunto de **células**
forman los **tejidos**, como la piel, el hígado o el cerebro. Ese
conjunto de tejidos es lo que somos. Acabamos de hacer un salto
increíble desde lo más pequeño a lo más grande.
4. Y el comportamiento es algo propio sólo de todos los seres vivos. Es la forma
de «portarse», de actuar, de los organismos ante un estímulo. Por tanto, es
casi imposible meter en el mismo cajón el comportamiento de una célula, de
una cigüeña y de un ser humano. *Sencillamente, no se pueden hacer las
mismas consideraciones porque sus niveles de comportamiento son muy
distintos**, insiste Eparquio. Y este es un problema muy difícil de solucionar.
Como vemos, para poder llegar de lo más simple a lo más complejo existen
muchos niveles. La amalgama, la combinación y la expresión de dichos niveles
es lo que nos hace tan complejos. Además, también hemos visto que la
definición de comportamiento no es unívoca y depende del nivel y de la
especie en la que lo queramos definir.
5. Podemos entender que la expresión
genética tiene complicadas reglas que
permiten producir sustancias y moléculas
según las circunstancias. A su vez, estas
moléculas se comportan de manera
distinta según el contexto. Lo que hace
que las células actúen de forma diferente
según los estímulos que les producen. Los
tejidos, por tanto, reaccionarán en
concordancia con dichas sustancias, pues
están formados por células. Y finalmente,
nosotros **reaccionamos de manera
consciente o inconsciente**.
6. Uno de los grandes culpables de que esto sea tan complicado es el cerebro (o «sucedáneos»). Un
complejo almacén **capaz de absorber información y convertirla en una respuesta**. El cerebro
traduce la información para que nuestros tejidos la comprendan, activando los mecanismos celulares
que provocan la manifestación del contenido genético. Al final, todo es un ciclo elegante y
sofisticado que llamamos vida. Para poder hacer «lo que hace», el cerebro posee diversos
mecanismos fisiológicos.
Uno de ellos es el llamado «plasticidad neuronal», que permite que las neuronas se conecten y
adapten, cambiando la conformación del cerebro. Pero, «¿todos los componentes cerebrales son
igual de plásticos, de modificables?», apunta Eparquio, «aunque pudieras controlar al cien por cien
todos los factores, no obtendrías las mismas respuestas», y por tanto, tampoco los mismos
comportamientos. ¿Qué implicación tienen los genes en este hecho?. **Las manifestaciones últimas
de la complejidad de nuestro cerebro**, según sabemos hasta la fecha, son las neuronas
especializadas en sentir, por ejemplo, empatía. O aprender por imitación. Las neuronas espejo
están muy desarrolladas en primates como nosotros. Pero hace falta un cerebro muy grande para
poder desarrollarlas.
«aunque pudieras controlar al cien por cien todos los factores, no obtendrías las mismas
respuestas», y por tanto, tampoco los mismos comportamientos.
7. El aprendizaje más sofisticado como la
deducción o inducción, gracias a la ayuda de la
comunicación, nos ha permitido desarrollarnos
técnicamente hasta ser lo que somos hoy. La
psicología trata de analizar y entender los
detalles más profundos de estos aspectos,
visualizando patrones, **desgranando el
comportamiento y en, última instancia, del
aprendizaje**. Entonces, en cuanto a genética y
comportamiento, ¿es más importante el
aprendizaje? Tampoco. Esto sólo pone de
manifiesto que las cosas son aún más
complicadas de lo que ya sabíamos que eran.