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LA ITALIA DEL PRÍNCIPE DI SALINA




RAFAEL ESTEBAN DE LOS ÁNGELES




       ANATOMÍA DE LA HISTORIA
Publicado bajo una licencia Creative Commons por:
Rafael Esteban de los Ángeles, 2011.

Anatomía de la Historia, 2011.
www.anatomiadelahistoria.com
anatomiadelahistoria@gmail.com



Edición a cargo de:
José Luis Ibáñez Salas

Diseño:
Anatomía de Red




                                            CC           €
                                                    BY   NC
La Italia del príncipe Di Salina
                                    Por Rafael Esteban de los Ángeles


           “Se vogliamo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi”
   (Si queremos que todo permanezca como está, es necesario que todo cambie)




   Gritos de desorden, confusión. Se interrumpe el            comercio, el progreso y la monarquía parlamentaria.
rosario que, más que el capellán familiar, dirige el          Una clase media que está generando todo el pande-
señor de una aristocrática mansión rural del sur de           mónium que amenaza con derribar el mundo de Di
Italia; o, mejor, de lo que hoy es Italia, pues no lo         Salina, y cuyos miembros le producen repugnancia:
es entonces aún –aunque se palpe su inminencia. La            arribistas, tenderos, vulgares politicastros, burócratas
escena tiene lugar en el que todavía es Reino de las          mediocres y agitadores que izan una nueva bandera
Dos Sicilias; el señor, Fabrizio Corbera, príncipe            tricolor... Esos hombres que pretenden transformar
Di Salina. Nacieron, trama y personaje, en la mente           su mundo no rezan el rosario; ni dedican diletantes
del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa, quien              jornadas a la caza; ni, desde luego, saben bailar con
recreó sobre el papel la figura de un antepasado no           una hermosa mujer en un gran salón.
muy lejano. No obstante, Il Gattopardo (El Gato-
pardo) de Lampedusa, aparecida en 1958, se re-
cuerda, quizá más que por sus páginas, por las varias
horas de metraje empleadas por el cineasta italiano
Luchino Visconti para llevarla, con ese mismo títu-
lo y cinco años después, a la gran pantalla. Además,
desde ese momento, el príncipe Di Salina adquirió
para siempre una cara, un carácter y unos adema-
nes, los que el actor estadounidense Burt Lancaster
imprimió, para siempre, a su personaje. El príncipe
Di Salina de Lampedusa será eternamente el prín-
cipe Di Salina de Visconti, y éste nunca podrá di-
sociarse del espectacular Lancaster, cuya interpreta-
ción retrata, con trazo preciso, a una clase social: la
crepuscular y decadente aristocracia decimonónica,
superviviente de un Antiguo Régimen no abolido
en todos los espacios; resistente a las revoluciones
nacionales, románticas y liberales; que desea, en úl-
timo extremo, que todo cambie para que todo per-
manezca como está. Una aristocracia cuyo poder
radica en el latifundio, en su doble asociación con
la Iglesia y la monarquía de viejo cuño, y en la tra-
dición... La tradición, que ha de perdurar aunque
para salvaguardarla sea necesario que todo (o algo)
cambie, cediendo paso a la clase que tanto despre-
cia el príncipe, la burguesía, cuyos anclajes son el


La Italia del príncipe Di Salina                          3                      www.anatomiadelahistoria.com
Pero volvamos al comienzo. ¿Cuál es la proce-                 tuario era el caldo de cultivo apropiado para las ideas
dencia de los gritos que prorrumpen en la estancia               más perfiladas hacia la izquierda, donde los liberales
y producen la ruptura del monocorde rosario de la                monárquicos tenían que compartir panorama político
familia del príncipe? ¿Por que la gente grita “¡Gari-            con los republicanos). En el siglo XIX, la corona de
baldi, Garibaldi!”? ¿Quiénes son esas tropas que vis-            Piamonte-Cerdeña (llamémosle también así a partir
ten camisas rojas y que han desembarcado en la vieja             de ahora, una vez efectuada la advertencia sobre su
Sicilia?                                                         verdadero nombre) fue ceñida de forma ininterrum-
                                                                 pida por soberanos de la dinastía de Saboya: Víctor
   Se trata de la culminación de un movimiento que               Manuel I (1802-1821), Carlos Félix I (1821-1831),
se ha ido forjando durante la primera mitad del siglo            Carlos Alberto I (1831-1849) y Víctor Manuel II.
XIX. Como ya se ha dicho, sus motores ideológicos,               Aunque anticipemos y desvelemos el final de esta pe-
al igual que en otros lugares de Europa, han sido el             queña historia, conviene retener el nombre de este úl-
nacionalismo y el liberalismo. Ideales que hunden                timo monarca, último de Piamonte-Cerdeña (1849-
sus raíces en el reformismo de la Ilustración y cuyas            1861) y primero de Italia (1861-1878).
ramas más verdes surgieron, sin duda, a partir de la
Revolución Francesa. Tales son los referentes lejanos               Muy distinta era la situación de Lombardía y Ve-
del nacionalismo italiano, que, en torno a la idea-              necia. Estos dos estados, cuyas respectivas capitales
fuerza de un nuevo Estado nacional (una Italia uni-              radicaban en Milán y Venecia, estaban sometidos a
ficada), se convertiría en un movimiento específico y            la soberanía austriaca. También bajo la influencia del
con nombre propio: el Risorgimento.                              poderoso Imperio Austriaco, y formando parte de su
                                                                 órbita, subsistían el Gran Ducado de Toscana (con
   Pero el camino había sido muy largo. Resulta in-              la bella Florencia como centro), el Ducado de Parma
eludible remontarse a 1815 para comprender qué                   y el Ducado de Módena, a los que de poco servía
había sido, durante la primera mitad del siglo XIX,              una independencia que no superaba el mero plano
la que terminaría por ser Italia. Ese año de 1815                de lo nominal.
marcó el hundimiento del Imperio de Napoleón I
Bonaparte y la reordenación territorial de la Europa                Nápoles era la capital del ya mencionado Reino
construida, batalla tras batalla, por el corso. La nue-          de las Dos Sicilias. O lo que es lo mismo, de la Italia
va planta continental quedó diseñada en el Congre-               de los feudos de Di Salina, donde el Gatopardo reza,
so de Viena, cuyas sesiones sirvieron, además, para el           caza y baila. No es casualidad que la gobernanza de
rearme moral del Antiguo Régimen. Realmente, no                  esta monarquía dependiera del cetro de una rama
es posible llamar Italia, como se podrá comprobar                de la Casa de Borbón, cuyas profundas raigambres
de inmediato, a la Italia de 1815, que quedaba frag-             regias están presentes en las respectivas historias de
mentada en ocho entidades políticas.                             no pocos estados europeos. Desde que el Reino de
                                                                 las Dos Sicilias adquiriera tal nombre, en 1816, y
   El Reino de Cerdeña, así llamado realmente aun-               hasta su disolución, los Borbones se sucedieron
que la tradición historiográfica haya optado siempre             en su trono: Fernando I (1816-1825), Francisco I
por la denominación de Piamonte-Cerdeña, expre-                  (1825-1830), Fernando II (1830-1859) y Francisco
sión más certera que la real, pues, en efecto, las tierras       II (1859-1860).
piamontesas conformaban el auténtico núcleo de este
Estado cuya capitalidad ejercía Turín. Por su parte, la             Por último, y no menos importante (más bien,
realidad de Cerdeña reflejaba la esencia geográfica de           todo lo contrario), en Roma se hallan los Estados
su carácter de isla: un territorio sin peso político debi-       Pontificios. Es decir, la vertiente territorial y políti-
do a su aislamiento y retraso socioeconómico. El rei-            ca de una fe, de una inmensa comunidad de fieles,
no se completaba con la conservadora Saboya (donde               cuyo reino sí parecía ser de este mundo.
Di Salina podría encontrar aristócratas muy similares
a él en sus concepciones políticas y espirituales) y la             Pues bien, ésa era la Italia de 1815. La que hubie-
mucho más progresista Génova (cuyo ámbito por-                   ra deseado perpetuar el Gatopardo. Toca ahora ex-



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plicar cómo, mucho antes de que acabara ese siglo,            dor: la unidad nacional. Tal burguesía patriota, que
Italia sí era ya una auténtica realidad geopolítica, un       abogaba con la misma fuerza por nuevas relaciones
Estado soberano unificado, un espejo del ideal na-            económicas, actuó en el clandestino marco de las so-
cional y liberal, en el que los príncipes Di Salina pa-       ciedades secretas. Una de ellas, la más famosa, fue la
recían resignarse a la decrepitud o, como mucho, a            de la Carbonería. Evidentemente, las tentativas re-
revivir pasados mejores en el espléndido aislamiento          volucionarias de carbonari y similares no supusieron
de sus mansiones.                                             excesivos problemas para Austria, que sofocó fácil-
                                                              mente aquellas llamas en el marco de la Santa Alian-
                                                              za, eficiente guardia de korps del que se habían dota-
                                                              do las monarquías absolutistas del Viejo Continente,
                                                              precisamente, para reprimir este tipo de brotes.

                                                                 Los sucesos revolucionarios de 1820 y 1830 su-
                                                              pusieron, pues, sendos fracasos de sus promotores.
                                                              Fracasos puntuales, en tanto que sí engendraron
                                                              numerosos movimientos, todos ellos tendentes a la
                                                              alteración de la situación existente. Eso no significa
                                                              que fueran uniformes, monolíticos ideológicamen-
                                                              te. Muy al contrario. A lo largo de las décadas de
                                                              1830 y 1840, se gestaron múltiples proyectos para
                                                              una nueva Italia, pero sus autores tenían visiones
                                                              muy distintas de cómo había de ser esa nueva Ita-
                                                              lia. Sirvan de ejemplo algunas, tan dispares como
                                                              las que siguen. Un carbonario, Giuseppe Mazzini,
                                                              fundó, en 1831, una nueva sociedad secreta; su re-
                                                              velador nombre era Giovine Italia (Joven Italia), y
                                                              sus anhelos, de los más ambiciosos, soñaban una Ita-
                                                              lia libre del yugo austriaco y unida bajo un régimen
                                                              republicano. Adviértase la gran diferencia que pre-
                                                              sentaba este ideario con el que Vincenzo Gioberti
                                                              exponía en 1843: Italia habría de ser una suerte de
    Al igual que otros múltiples territorios europeos,        confederación de estados, cuyos referentes morales y
los italianos no fueron ajenos a las oleadas revolucio-       políticos serían los Estados Pontificios, en tanto que
naras liberales, románticas, nacionales y alentadas           la soberanía papal le parecía indiscutible. Había más
por un espíritu de reforma, acaecidas en la primera           propuestas. Una de ellas correría la fortuna de acer-
mitad del siglo XIX, con 1820, 1830 y 1848 como               tar el destino: mediada la década de 1840, Massimo
años clave de aquellos acontecimientos. También               Taparelli, marqués de Azeglio (más conocido como
como en otros muchos lugares del continente, los              Massimo d’Azeglio, quien sería primer ministro
dos primeros ciclos insurreccionales citados, 1820 y          de Piamonte-Cerdeña entre 1849 y 1852) y Cesare
1830, fracasaron en Italia. No obstante, supusieron           Balbo se manifestaron partidarios de materializar la
la entrada en escena de determinados grupos bur-              unidad de Italia en torno a la monarquía de los Sa-
gueses, vinculados ideológicamente, como se ha di-            boya de Piamonte-Cerdeña, imbricando el proyecto
cho, a un liberalismo reformista, que se erigieron            unificador, ineludiblemente, a este Estado.
en parte visible de la oposición al Antiguo Régimen
(representado por el Imperio Austriaco, del que Ita-             El programa de Azeglio y Balbo supo pronto de su
lia no era sino un apéndice territorial). Esa burguesía       certidumbre. Entre 1845 y 1847, Piamonte-Cerdeña
estaba conectada socialmente con una minoría inte-            dio el pistoletazo de salida para los primeros cambios
lectual que comenzaba a forjar un ideal cohesiona-            de calado ya considerable (que, por ansiada imitación,



La Italia del príncipe Di Salina                          5                     www.anatomiadelahistoria.com
se reprodujeron pronto en otros espacios de la penín-          rra al Imperio de Austria. Comenzaba así la que es
sula Itálica). Curiosamente, fue el soberano Carlos            reconocida por la historiografía italiana como pri-
Alberto I de Saboya quien promovió determinadas                mera guerra de la Independencia. La magnitud de
reformas muy significativas, fomentando el desarro-            ese salto adelante era tal, que no se le podía pedir que
llo de los ferrocarriles, proyectando uniones aduane-          triunfara. Los ejércitos de Piamonte-Cerdeña fueron
ras con otros estados italianos y ejerciendo benéficas         derrotados por los austriacos en sendas batallas de
medidas a favor de la libertad de prensa. La apuesta           renombre en los manuales de Historia Contempo-
era clara: liberalismo y unificación. Piamonte-Cer-            ránea: Custoza (1848) y Novara (1849). De forma
deña dio así un primer paso decisivo, que le puso al           indefectible, Carlos Alberto I tuvo que abdicar en su
frente de un movimiento que ya no abandonaría. El              hijo, Víctor Manuel II. Como consecuencia de las
momento en que se producían estos hechos no era ca-            derrotas, Austria recuperó su dominio sobre Lom-
sual. Se estaba encendiendo la mecha de la tercera, y          bardía y Venecia, así como su influencia sobre los
más aguda, oleada revolucionaria liberal, la de 1848.          ducados. Por su parte, la República Romana que
En ese año, Roma y Nápoles consiguieron ciertas                Mazzini había proclamado en la Ciudad Eterna no
concesiones, aunque sería de nuevo Piamonte-Cer-               corrió mejor suerte, y la intervención francesa per-
deña quien diera las mayores zancadas en una carrera           mitió a Pío XI restablecer plenamente su autoridad
hacia la unidad que parecía ya inevitable. Y como se           en los reconstituidos Estados Papales. En el Sur, el
ha sugerido antes, esa unidad exigía la liberación del         Gatopardo veía con satisfacción cómo la monarquía
dogal vienés. En este sentido, la actuación de Carlos          tradicional, el absolutismo borbónico, era igualmen-
Alberto I de Saboya evidenció sus pretensiones. En             te repuesta en Nápoles.
ese año de 1848, Piamonte-Cerdeña veía promulgada
una suerte de Carta Magna, el denominado Estatuto                 Así pues, en 1849, concluidas las tres oleadas
Albertino, por el que el poder quedaba dividido en-            revolucionarias liberales de la primera mitad del
tre el monarca y un Parlamento de carácter bicameral.          siglo XIX (1820, 1830 y 1848), Italia seguía sin
Este hecho puede ser considerado un paso más, lógico           existir. Bien es cierto que impulsos no habían falta-
y esperado por el talante de este soberano, en el proce-       do, y que la primera piedra, la base para el sueño
so de autorreflexión que este Estado estaba viviendo,          de la unidad nacional, estaba sólidamente puesta. El
siempre por delante del resto de los estados italianos,        núcleo aglutinador de las fuerzas que tenían como
siempre tirando de ellos hacia un progreso que mu-             norte la unificación era la expulsión de Austria, obs-
chos querían, otros temían, y algunos se obstinaban            táculo que impedía tanto la integración territorial
en impedir.                                                    como el desarrollo y el progreso. El proceso unifica-
                                                               dor conoció una nueva fase en el decenio compren-
   Pero Carlos Alberto I de Saboya no se conformó              dido entre los años 1849 y 1859. Como bien pue-
en esta ocasión con reformas políticas de carácter             de imaginarse, el protagonismo recayó en el Reino
interno; su reino podía adecuarse a los tiempos y,             de Piamonte-Cerdeña, el Estado más desarrollado
ciertamente, convertirse en un Estado liberal en lo            económicamente, asentado políticamente y que dis-
económico y político (con el parlamentarismo como              ponía del mejor ejército de la península Itálica. Su
icono de referencia), pero había estados en Italia que         nuevo soberano, Víctor Manuel II, recogió el testigo
no disponían de esa facilidad de maniobra política,            de su padre, Carlos Alberto I, y mantuvo a los Sabo-
pues realmente no tenían ni libertad, no eran dueños           ya como adalides de unos movimientos unificadores
de sí mismos, por carencia del resorte clave para ello:        que encontraron su soporte en la burguesía mode-
soberanía, independencia. Hay ocasiones en que de-             rada piamontesa. Determinados el reino, la dinastía
terminados personajes se convierten en protagonis-             y la clase social llamados a unir a Italia, faltaba aún
tas de la historia al tomar decisiones que adquieren           por surgir la pieza que suele completar cada mecano
el rango de históricas. La del rey piamontés fue una           de los procesos históricos: el hombre. También apor-
de esas decisiones: promovió, propició, impulsó y li-          tado por Piamonte-Cerdeña, fue Camillo Benso,
deró movimientos en distintas partes de Italia, como           conde de Cavour. Fundador, en 1847 (junto con
las sometidas Lombardía y Venecia, y declaró la gue-           Cesare Balbo), de una publicación cuyo título ha-



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ría fortuna, Il Risorgimento, este liberal moderado             rales de otros estados europeos o, curiosamente, o al
alcanzó al año siguiente un escaño que mantendría               del propio Di Salina). Cavour también hizo frente a
(salvo durante dos meses de 1849) hasta su muerte.              la siempre espinosa cuestión de las relaciones Iglesia-
Supo nadar perfectamente entre las dos principales              Estado, apostando, de forma decidida por laicizar este
corrientes de las aguas parlamentarias piamontesas,             último; se opuso a la Compañía de Jesús por el do-
ambas monárquicas constitucionales y representadas              minio de la educación que ejercía, suprimió determi-
por el centro-izquierda de Urbano Rattazzi (quien,              nadas órdenes monásticas y abolió algunos privilegios
con el tiempo, llegaría a ser presidente del Conse-             eclesiásticos. Por último, sabedor de que el progreso
jo de Ministros del Reino de Italia, entre marzo y              y el fortalecimiento sólo podían venir de la mano del
diciembre de 1862, y de abril a octubre de 1867)                desarrollo y el crecimiento económico, atrajo inver-
y el centro-derecha de Massimo d’Azeglio, como ya               siones exteriores y efectuó profundas reformas es-
se dijo, primer ministro de Piamonte-Cerdeña entre              tructurales de la economía del reino para potenciar la
1849 y 1852. Pues bien, Cavour, fue ministro en el              producción y expandir el comercio: construcción de
Gobierno de este último, primeramente de Agricul-               ferrocarriles, carreteras y diversas obras públicas; esta-
tura, Comercio y Marina (1850) y luego de Finanzas              blecimiento de bases agrícolas de nuevo cuño a partir
(1851). En 1852, gracias a una coalición formada                de cultivos de regadío; medidas destinadas a propiciar
con el grupo de Rattazzi, Cavour se convirtió en                el surgimiento de una potente industria siderúrgica y
presidente del Consejo de Ministros de Piamonte-                el fortalecimiento de la textil, etcétera.
Cerdeña. Ya como tal, fue capaz de conseguir forjar
un apoyo parlamentario suficiente entre los respec-                Otro de los objetivos de Cavour, ineludible ante
tivos seguidores de D’Azeglio y Rattazzi, o lo que es           los acontecimientos que se avecinaban (y que sin
lo mismo, entre las laderas derecha e izquierda del             duda intuía, pues él mismo iba a detonar), fue la
centro político, de la burguesía que tenía por objeti-          reforma del Ejército. Para tal misión contó con la
vo común la puesta en marcha de la unificación ita-             inestimable colaboración del ministro de la Guerra
liana, que exigía (y pese a la reiteración debe insistir-       de su Consejo, el general Alfonso Ferrero, marqués
se en ello) la conformación de un Estado territorial            de La Marmora, otro personaje que llegaría a ser
único y su desarrollo económico integral. Cavour                presidente del Consejo de Ministro italiano (concre-
sería capaz de lograrlo, tejiendo hilos, a veces invisi-        tamente entre 1864 y 1866).
bles, en los ámbitos interior y exterior; superando la
misión del político común para elevarse a la condi-                Las actuaciones de Cavour en Piamonte-Cerdeña
ción de estadista reservada a muy pocos.                        dejaban lugar a pocas dudas respecto a sus inten-
                                                                ciones. Pero el camino que conducía a la cima de
   El acceso de Cavour a la jefatura gubernamental en           la unificación italiana era aún largo. Otro peldaño
Piamonte-Cerdeña se tradujo en la materialización de            que ascendió el estadista piamontés fue dejar claro
una serie de medidas que reflejaban las teorías libera-         que a esa cumbre de la unidad sólo se escalaría de la
les políticas y económicas (si es que cabe disociar am-         mano del reino del que era primer ministro: las otras
bas). En primer lugar, consolidó un modelo político             fuerzas partidarias de la creación de Italia debían
cuyo pilar era la monarquía constitucional, en la que           someter sus acciones a un único eje vertebrador. La
el parlamentarismo estaría condicionado por la redu-            unidad pasaba por admitir la sumisión a las directri-
cida elasticidad que permitirían procesos electorales           ces de Piamonte-Cerdeña. Aunque pudiera parecer
de los que emanarían mayorías simples; evidentemen-             labor compleja, no hay que olvidar que los principa-
te, los sectores republicanos o simplemente demócra-            les líderes de esos movimientos, entre los que se con-
tas ‘amplios’ no iban a participar en ese juego político,       taban Mazzini o Giuseppe Garibaldi, habían teni-
que podrían poner en peligro con sus más ambiciosos             do que buscar refugio en Piamonte-Cerdeña tras las
anhelos (Cavour estaba a punto de propiciar grandes             insurrecciones de 1848-1849. Así, en 1857, Cavour
cambios, pero en un determinado ámbito y desde un               fundaría la denominada Sociedad Nacional Italiana,
orden establecido; su temor a la revolución o la insu-          bajo cuyos supuestos teóricos encontraron amparo
rrección social era idéntico al de los gobiernos libe-          las diversas tendencias patriotas.



La Italia del príncipe Di Salina                            7                       www.anatomiadelahistoria.com
Fruto de las continuadas políticas de sus sobera-         Lombardía y Venecia. Los franceses, a cambio de su
nos y de Cavour, Piamonte-Cerdeña era, de forma              ayuda, tendrían una suculenta recompensa territorial:
indiscutida, el principal Estado de los que se exten-        Niza y la Alta Saboya.
dían por la aún no existente, pero deseada, Italia.
Cavour sabía, no obstante, que la fortaleza de un               La provocación piamontesa se produjo en forma
Estado se mide también por la consistencia que se le         de apoyo a los movimientos revolucionarios que los
otorga desde el exterior. El reconocimiento de otros         lombardos protagonizaron contra el Imperio Aus-
países era indispensable, toda vez que habría de con-        triaco de Francisco José I (quien se había conver-
vertirse en apoyo material, humano o por lo menos            tido en emperador en 1848 y el cual conservaría tal
diplomático cuando llegase el momento de enfren-             condición hasta su muerte, en 1916). La reacción
tarse de nuevo a Austria. Si Piamonte-Cerdeña se             austriaca fue rápida y, tal y como esperaban piamon-
involucraba en las relaciones internacionales de la          teses y franceses, desencadenó la que es llamada se-
época, podría en el futuro demandar que la unifica-          gunda guerra de la Independencia. En abril de 1859,
ción italiana pasase a ser una cuestión internacional.       tropas austriacas, comandadas por el general Ferencz
Todo sería más fácil entonces. Cavour necesitaba             Gyulai, invadieron territorio de Piamonte-Cerdeña.
pues un resquicio para introducirse en el gran juego         Las piezas iban cayendo según lo dispuesto en Plom-
de la política europea de su tiempo. Y lo encontró           bières, y la tendencia no cambiaría. Francia cum-
en las lejanas tierras de la península, hoy ucraniana,       plió lo pactado y prestó el auxilio comprometido a
de Crimea. De buenas a primeras, si bien es cierto           Piamonte-Cerdeña. Entre mayo y junio de ese año
que con un reducido contingente (inferior a 20.000           1859, las derrotas austriacas se sucedieron: Monte-
hombres), Piamonte-Cerdeña adquirió la condi-                bello, Palestro, Magenta, Solferino… No habla-
ción de nación beligerante en la guerra de Crimea            mos desde luego de pequeñas escaramuzas, sino de
(1853-1856), coligado con la Gran Bretaña de la              combates de brutalidad mayúscula: en 1863, impre-
reina Victoria I, con el II Imperio Francés de Napo-         sionado por lo que había presenciado en Solferino,
león III y con el Imperio Otomano de Abdulmecit              el suizo Jean Henri Dunant promovería la funda-
I; en el otro lado del campo de batalla, el Imperio          ción del Comité Internacional de la Cruz Roja (y
Ruso del zar Nicolás I. Cuando ese conflicto inter-          un año después, doce países firmarían la I Conven-
nacional finalizó en 1856 con el Congreso de París,          ción de Ginebra). La unificación italiana vivía sus
había llegado el momento esperado por Cavour para            momentos más cruentos. Los desastres de la guerra
plantear la cuestión de la unidad italiana ante los          alcanzaron tal proporción que Napoleón III, pese a
que habían sido sus aliados.                                 que el conjunto de puntos acordados en Plombières
                                                             no se había culminado, decidió poner fin a la parti-
    Convencido de la necesidad de encontrar un apoyo         cipación en la contienda de su país (donde la opi-
exterior para poder enfrentarse a Austria, Cavour optó       nión pública se radicalizaba cada vez más en contra
finalmente por Francia, que siempre contaría con el          de una guerra que estaba suponiendo una auténti-
condicionante que suponía el mantenimiento de su             ca tragedia humana). Así, tras los Preliminares de
relación con el papa (Napoleón III nunca podría po-          Villafranca, los imperios francés y austriaco firma-
ner en peligro ésta, si no quería perder, en el ámbito       ron, en noviembre de 1859, la Paz de Zurich. Sin
doméstico, el respaldo del sector ultramontano fran-         Francia al lado, Víctor Manuel II no podía seguir la
cés, profundamente identificado con el catolicismo).         senda bélica. Hubiera sido un suicidio. Así que, tuvo
El acercamiento entre Francia y Piamonte-Cerdeña se          que renunciar a la incorporación de Venecia y con-
materializó el 21 de julio de 1858, cuando Napoleón          formarse con la de Lombardía, que Austria cedió a
III y Cavour mantuvieron una reunión en la localidad         Francia en el Tratado de Zurich y que, de inmediato,
francesa de Plombières-les-Bains. De la entrevista de        Francia traspasó a Piamonte-Cerdeña.
Plombières emanó un acuerdo tan secreto como la
propia sesión: Piamonte-Cerdeña iniciaría las hos-              De forma simultánea a esos acontecimientos bé-
tilidades contra el Imperio de Austria en el norte de        licos, en el centro de Italia se desarrollaron diversos
la península Itálica, con la intención de hacerse con        movimientos cuyo objetivo era la integración en Pia-



La Italia del príncipe Di Salina                         8                      www.anatomiadelahistoria.com
monte-Cerdeña. En las insurgentes Toscana, Parma,             ron en Turín, en marzo de 1861: era el primer Parla-
Módena y Romaña nacieron asambleas constituyen-               mento italiano. El día 17 de ese mes, Víctor Manuel
tes que votaron la unión con Piamonte-Cerdeña,                II fue proclamado rey de Italia. El 23, Cavour era
confirmada de inmediato en plebiscitos populares.             confirmado al frente del gobierno, siendo así el pri-
En marzo de 1860, esos estados centrales pasaron              mer presidente del Consejo de Ministros de Italia.
a formar parte de Piamonte-Cerdeña. Este reino, a             Casi cual bíblico Moisés, quien condujo a su pueblo
su vez, entregó el 2 de abril la Alta Saboya y Niza a         a una tierra prometida que no llegó a pisar, Cavour
Francia, según lo convenido en Plombières.                    sí lo hizo, pero por poco tiempo. Como si el destino
                                                              de este hombre hubiera sido crear el Estado italiano,
    En el segundo semestre de 1860 tuvo lugar otro            una vez alumbrado éste su misión en la vida estaba
de los hitos de la unificación, especialmente por el          cumplida: el 6 de junio de ese año 1861, Cavour fa-
halo de romanticismo de que estuvo rodeado. Fue la            lleció.
denominada Expedición de los Mil, pergeñada por
el patriota Partido de Acción, respaldada por Ca-                La neonata Italia perdía a su fundador cuando
vour y encabezada por Giuseppe Garibaldi, quién, al           aún eran múltiples las tareas pendientes. En la si-
frente de un cuerpo de voluntarios, llamados Cami-            guiente década fueron éstas afrontadas por sucesi-
sas Rojas por su uniforme, se lanzó sobre Sicilia para        vos gobiernos conservadores presididos por Bettino
liberar las Dos Sicilias. Los garibaldinos tomaron la         Ricasoli, conde de Brolio (junio de 1861-marzo de
isla de Sicilia y, en septiembre de 1860, entraron en         862); Urbano Rattazzi (marzo-diciembre de 1862);
Nápoles. Retomando nuestra historia inicial, es en            Luigi Carlo Farini (diciembre de 1862-marzo de
estos momentos cuando las oraciones del príncipe              1863); Marco Minghetti (marzo de 1863-septiem-
Di Salina y su familia se ven interrumpidas por los           bre de 1864); Alfonso Ferrero, marqués de La Mar-
gritos y los disturbios. Estos hechos desembocaron,           mora (septiembre de 1864-junio de 1866); de nuevo
a su vez, en la disolución del reino borbónico de las         Ricasoli (junio de 1866-abril de 1867) y Rattazzi
Dos Sicilias, patria nacional y espiritual del Gatopar-       (abril-octubre de 1867); conde Luigi Federico Me-
do, donde se extinguen los últimos rescoldos de una           nabrea (octubre de 1867-diciembre de 1869) y Gio-
sociedad, de una época. Desde el norte, las tropas            vanni Lanza (diciembre de 1869-agosto de 1873).
piamontesas llegaban también al sur de Italia. En los
últimos días de 1860, Nápoles y Sicilia se incorpo-              Fueron años de inestabilidad, de reajustes necesa-
raban a Piamonte-Cerdeña, unión ratificada previa-            rios para la consolidación de un país surgido por la
mente en un plebiscito. Un Lancaster indolente, el            sucesiva agregación de entidades políticas muy dis-
Gatopardo hastiado, sabedor de su derrota, vota sí            tintas. Era necesario incorporar a Italia al entramado
en las urnas, haciendo de nuevo gala de su pragmá-            de las relaciones internacionales de la época, obte-
tico espíritu de supervivencia: la única vía posible es       niendo el pertinente reconocimiento diplomático en
ya la adaptación al mal menor: siempre será mejor la          el exterior; integrar a los sectores sociales desconten-
unión con Piamonte-Cerdeña (los Saboya, al menos,             tos (por eso el príncipe Di Salina recibe el ofreci-
garantizan la continuidad monárquica y el orden)              miento, que por supuesto declina, de convertirse en
que la revolución y el advenimiento del régimen re-           senador); establecer una nueva planta administrativa
publicano que se antoja ideal para los garibaldinos.          (en 1865, por ejemplo, Florencia adquirió la capita-
No obstante, Garibaldi, que no vio culminada su               lidad italiana); procurar la prosperidad y el desarro-
pretensión de alcanzar Roma, reconoció finalmen-              llo económico; y culminar la unidad territorial, pues
te también como rey a Víctor Manuel II. También               no podemos olvidar que esta primera Italia era una
en 1860, en el mes de noviembre, los territorios de           Italia sin Venecia y los Estados Pontificios (es decir,
las Marcas y Umbría se segregaron del Papado para             sin Roma y las tierras del Lacio). Este último punto
unirse a Piamonte-Cerdeña.                                    fue al que los referidos gabinetes otorgaron priori-
                                                              dad. En dos ocasiones se recurrió a la vía Garibaldi,
  En todos los territorios ya unidos se celebraron            pero las respectivas marchas de éste sobre Roma, en
procesos electorales. Los diputados electos se reunie-        1862 y 1867, fracasaron. La cuadratura del círculo,



La Italia del príncipe Di Salina                          9                      www.anatomiadelahistoria.com
la completa unificación, fue posible por determina-          de 1870, un plebiscito aprobó la anexión. En 1871,
das circunstancias internacionales.                          Roma fue proclamada oficialmente capital del Reino
                                                             de Italia.
   En abril de 1866, Italia firmó con Prusia una
alianza para el caso de una hipotética guerra con               El proceso unificador había concluido. Eso no
Austria. En junio de ese mismo año, se iniciaba la           significa que a la nueva Italia unificada le esperara
Guerra Austro-prusiana. Tras la victoria de Prusia           una cómoda y placentera existencia, exenta de pro-
en la batalla de Sadowa y la firma de la Paz de Vie-         blemas. Éstos serían de muy diversa índole, incluso
na, por intermediación francesa y después de cele-           porque muchos consideraban que ni la unificación
brarse un plebiscito, el Estado de Venecia se incor-         territorial era aún plena. De un lado, quedaba por
poró a Italia en octubre de 1866.                            resolver el irredentismo por determinados territorios
                                                             (Trentino e Istria), sobre los que Italia mantendría
   El proceso de unificación concluyó con la lla-            de forma reiterada las reivindicaciones de su sobe-
mada cuestión romana. Italia no estaba dispuesta,            ranía. De otro, la cuestión romana: la controvertida
en ningún modo, a renunciar a Roma, la que había             situación de la Ciudad del Vaticano habría de espe-
de ser su capital. La misma obstinación, en sentido          rar aún muchos años una solución definitiva, que
opuesto, mostraba Pío IX (apoyado por Napoleón               no llegaría hasta la firma de los acuerdos y pactos de
III), quien nunca cedería la soberanía papal sobre           Letrán, en 1929, por el papa Pío XI y el gobierno de
Roma y el Lacio. La situación se alteró en 1870: al          Benito Mussolini. Para entonces, la vida italiana ha-
comenzar la Guerra Franco-prusiana, los contin-              bía conocido nuevos giros, inesperadas apariciones.
gentes franceses que custodiaban Roma tuvieron               ¿Qué hubiera pensado el Gatopardo del fascismo,
que dejar la ciudad a su suerte. Como consecuencia           del comunismo? Posiblemente, habría despreciado a
del desastre bélico sufrido por Francia en la batalla        ambos, por vulgares, pero hubiera aceptado los cam-
de Sedan, que acarreó la abdicación de Napoleón III          bios para que nada cambiara realmente. Para poder
en septiembre de ese año 1870, el gobierno italiano          seguir cazando, bailando en sus cada vez más vacíos
de Giovanni Lanza adoptó la decisión de mandar               salones. Pero eso es historia-ficción. O, como míni-
al Ejército sobre Roma, que fue ocupada pese a la            mo, otra historia.
resistencia de Pío IX. Finalmente, el 2 de octubre
                                                                             Rafael Esteban de los Ángeles




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La Italia del príncipe Di Salina: el ocaso de una aristocracia

  • 1. LA ITALIA DEL PRÍNCIPE DI SALINA RAFAEL ESTEBAN DE LOS ÁNGELES ANATOMÍA DE LA HISTORIA
  • 2. Publicado bajo una licencia Creative Commons por: Rafael Esteban de los Ángeles, 2011. Anatomía de la Historia, 2011. www.anatomiadelahistoria.com anatomiadelahistoria@gmail.com Edición a cargo de: José Luis Ibáñez Salas Diseño: Anatomía de Red CC € BY NC
  • 3. La Italia del príncipe Di Salina Por Rafael Esteban de los Ángeles “Se vogliamo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi” (Si queremos que todo permanezca como está, es necesario que todo cambie) Gritos de desorden, confusión. Se interrumpe el comercio, el progreso y la monarquía parlamentaria. rosario que, más que el capellán familiar, dirige el Una clase media que está generando todo el pande- señor de una aristocrática mansión rural del sur de mónium que amenaza con derribar el mundo de Di Italia; o, mejor, de lo que hoy es Italia, pues no lo Salina, y cuyos miembros le producen repugnancia: es entonces aún –aunque se palpe su inminencia. La arribistas, tenderos, vulgares politicastros, burócratas escena tiene lugar en el que todavía es Reino de las mediocres y agitadores que izan una nueva bandera Dos Sicilias; el señor, Fabrizio Corbera, príncipe tricolor... Esos hombres que pretenden transformar Di Salina. Nacieron, trama y personaje, en la mente su mundo no rezan el rosario; ni dedican diletantes del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa, quien jornadas a la caza; ni, desde luego, saben bailar con recreó sobre el papel la figura de un antepasado no una hermosa mujer en un gran salón. muy lejano. No obstante, Il Gattopardo (El Gato- pardo) de Lampedusa, aparecida en 1958, se re- cuerda, quizá más que por sus páginas, por las varias horas de metraje empleadas por el cineasta italiano Luchino Visconti para llevarla, con ese mismo títu- lo y cinco años después, a la gran pantalla. Además, desde ese momento, el príncipe Di Salina adquirió para siempre una cara, un carácter y unos adema- nes, los que el actor estadounidense Burt Lancaster imprimió, para siempre, a su personaje. El príncipe Di Salina de Lampedusa será eternamente el prín- cipe Di Salina de Visconti, y éste nunca podrá di- sociarse del espectacular Lancaster, cuya interpreta- ción retrata, con trazo preciso, a una clase social: la crepuscular y decadente aristocracia decimonónica, superviviente de un Antiguo Régimen no abolido en todos los espacios; resistente a las revoluciones nacionales, románticas y liberales; que desea, en úl- timo extremo, que todo cambie para que todo per- manezca como está. Una aristocracia cuyo poder radica en el latifundio, en su doble asociación con la Iglesia y la monarquía de viejo cuño, y en la tra- dición... La tradición, que ha de perdurar aunque para salvaguardarla sea necesario que todo (o algo) cambie, cediendo paso a la clase que tanto despre- cia el príncipe, la burguesía, cuyos anclajes son el La Italia del príncipe Di Salina 3 www.anatomiadelahistoria.com
  • 4. Pero volvamos al comienzo. ¿Cuál es la proce- tuario era el caldo de cultivo apropiado para las ideas dencia de los gritos que prorrumpen en la estancia más perfiladas hacia la izquierda, donde los liberales y producen la ruptura del monocorde rosario de la monárquicos tenían que compartir panorama político familia del príncipe? ¿Por que la gente grita “¡Gari- con los republicanos). En el siglo XIX, la corona de baldi, Garibaldi!”? ¿Quiénes son esas tropas que vis- Piamonte-Cerdeña (llamémosle también así a partir ten camisas rojas y que han desembarcado en la vieja de ahora, una vez efectuada la advertencia sobre su Sicilia? verdadero nombre) fue ceñida de forma ininterrum- pida por soberanos de la dinastía de Saboya: Víctor Se trata de la culminación de un movimiento que Manuel I (1802-1821), Carlos Félix I (1821-1831), se ha ido forjando durante la primera mitad del siglo Carlos Alberto I (1831-1849) y Víctor Manuel II. XIX. Como ya se ha dicho, sus motores ideológicos, Aunque anticipemos y desvelemos el final de esta pe- al igual que en otros lugares de Europa, han sido el queña historia, conviene retener el nombre de este úl- nacionalismo y el liberalismo. Ideales que hunden timo monarca, último de Piamonte-Cerdeña (1849- sus raíces en el reformismo de la Ilustración y cuyas 1861) y primero de Italia (1861-1878). ramas más verdes surgieron, sin duda, a partir de la Revolución Francesa. Tales son los referentes lejanos Muy distinta era la situación de Lombardía y Ve- del nacionalismo italiano, que, en torno a la idea- necia. Estos dos estados, cuyas respectivas capitales fuerza de un nuevo Estado nacional (una Italia uni- radicaban en Milán y Venecia, estaban sometidos a ficada), se convertiría en un movimiento específico y la soberanía austriaca. También bajo la influencia del con nombre propio: el Risorgimento. poderoso Imperio Austriaco, y formando parte de su órbita, subsistían el Gran Ducado de Toscana (con Pero el camino había sido muy largo. Resulta in- la bella Florencia como centro), el Ducado de Parma eludible remontarse a 1815 para comprender qué y el Ducado de Módena, a los que de poco servía había sido, durante la primera mitad del siglo XIX, una independencia que no superaba el mero plano la que terminaría por ser Italia. Ese año de 1815 de lo nominal. marcó el hundimiento del Imperio de Napoleón I Bonaparte y la reordenación territorial de la Europa Nápoles era la capital del ya mencionado Reino construida, batalla tras batalla, por el corso. La nue- de las Dos Sicilias. O lo que es lo mismo, de la Italia va planta continental quedó diseñada en el Congre- de los feudos de Di Salina, donde el Gatopardo reza, so de Viena, cuyas sesiones sirvieron, además, para el caza y baila. No es casualidad que la gobernanza de rearme moral del Antiguo Régimen. Realmente, no esta monarquía dependiera del cetro de una rama es posible llamar Italia, como se podrá comprobar de la Casa de Borbón, cuyas profundas raigambres de inmediato, a la Italia de 1815, que quedaba frag- regias están presentes en las respectivas historias de mentada en ocho entidades políticas. no pocos estados europeos. Desde que el Reino de las Dos Sicilias adquiriera tal nombre, en 1816, y El Reino de Cerdeña, así llamado realmente aun- hasta su disolución, los Borbones se sucedieron que la tradición historiográfica haya optado siempre en su trono: Fernando I (1816-1825), Francisco I por la denominación de Piamonte-Cerdeña, expre- (1825-1830), Fernando II (1830-1859) y Francisco sión más certera que la real, pues, en efecto, las tierras II (1859-1860). piamontesas conformaban el auténtico núcleo de este Estado cuya capitalidad ejercía Turín. Por su parte, la Por último, y no menos importante (más bien, realidad de Cerdeña reflejaba la esencia geográfica de todo lo contrario), en Roma se hallan los Estados su carácter de isla: un territorio sin peso político debi- Pontificios. Es decir, la vertiente territorial y políti- do a su aislamiento y retraso socioeconómico. El rei- ca de una fe, de una inmensa comunidad de fieles, no se completaba con la conservadora Saboya (donde cuyo reino sí parecía ser de este mundo. Di Salina podría encontrar aristócratas muy similares a él en sus concepciones políticas y espirituales) y la Pues bien, ésa era la Italia de 1815. La que hubie- mucho más progresista Génova (cuyo ámbito por- ra deseado perpetuar el Gatopardo. Toca ahora ex- La Italia del príncipe Di Salina 4 www.anatomiadelahistoria.com
  • 5. plicar cómo, mucho antes de que acabara ese siglo, dor: la unidad nacional. Tal burguesía patriota, que Italia sí era ya una auténtica realidad geopolítica, un abogaba con la misma fuerza por nuevas relaciones Estado soberano unificado, un espejo del ideal na- económicas, actuó en el clandestino marco de las so- cional y liberal, en el que los príncipes Di Salina pa- ciedades secretas. Una de ellas, la más famosa, fue la recían resignarse a la decrepitud o, como mucho, a de la Carbonería. Evidentemente, las tentativas re- revivir pasados mejores en el espléndido aislamiento volucionarias de carbonari y similares no supusieron de sus mansiones. excesivos problemas para Austria, que sofocó fácil- mente aquellas llamas en el marco de la Santa Alian- za, eficiente guardia de korps del que se habían dota- do las monarquías absolutistas del Viejo Continente, precisamente, para reprimir este tipo de brotes. Los sucesos revolucionarios de 1820 y 1830 su- pusieron, pues, sendos fracasos de sus promotores. Fracasos puntuales, en tanto que sí engendraron numerosos movimientos, todos ellos tendentes a la alteración de la situación existente. Eso no significa que fueran uniformes, monolíticos ideológicamen- te. Muy al contrario. A lo largo de las décadas de 1830 y 1840, se gestaron múltiples proyectos para una nueva Italia, pero sus autores tenían visiones muy distintas de cómo había de ser esa nueva Ita- lia. Sirvan de ejemplo algunas, tan dispares como las que siguen. Un carbonario, Giuseppe Mazzini, fundó, en 1831, una nueva sociedad secreta; su re- velador nombre era Giovine Italia (Joven Italia), y sus anhelos, de los más ambiciosos, soñaban una Ita- lia libre del yugo austriaco y unida bajo un régimen republicano. Adviértase la gran diferencia que pre- sentaba este ideario con el que Vincenzo Gioberti exponía en 1843: Italia habría de ser una suerte de Al igual que otros múltiples territorios europeos, confederación de estados, cuyos referentes morales y los italianos no fueron ajenos a las oleadas revolucio- políticos serían los Estados Pontificios, en tanto que naras liberales, románticas, nacionales y alentadas la soberanía papal le parecía indiscutible. Había más por un espíritu de reforma, acaecidas en la primera propuestas. Una de ellas correría la fortuna de acer- mitad del siglo XIX, con 1820, 1830 y 1848 como tar el destino: mediada la década de 1840, Massimo años clave de aquellos acontecimientos. También Taparelli, marqués de Azeglio (más conocido como como en otros muchos lugares del continente, los Massimo d’Azeglio, quien sería primer ministro dos primeros ciclos insurreccionales citados, 1820 y de Piamonte-Cerdeña entre 1849 y 1852) y Cesare 1830, fracasaron en Italia. No obstante, supusieron Balbo se manifestaron partidarios de materializar la la entrada en escena de determinados grupos bur- unidad de Italia en torno a la monarquía de los Sa- gueses, vinculados ideológicamente, como se ha di- boya de Piamonte-Cerdeña, imbricando el proyecto cho, a un liberalismo reformista, que se erigieron unificador, ineludiblemente, a este Estado. en parte visible de la oposición al Antiguo Régimen (representado por el Imperio Austriaco, del que Ita- El programa de Azeglio y Balbo supo pronto de su lia no era sino un apéndice territorial). Esa burguesía certidumbre. Entre 1845 y 1847, Piamonte-Cerdeña estaba conectada socialmente con una minoría inte- dio el pistoletazo de salida para los primeros cambios lectual que comenzaba a forjar un ideal cohesiona- de calado ya considerable (que, por ansiada imitación, La Italia del príncipe Di Salina 5 www.anatomiadelahistoria.com
  • 6. se reprodujeron pronto en otros espacios de la penín- rra al Imperio de Austria. Comenzaba así la que es sula Itálica). Curiosamente, fue el soberano Carlos reconocida por la historiografía italiana como pri- Alberto I de Saboya quien promovió determinadas mera guerra de la Independencia. La magnitud de reformas muy significativas, fomentando el desarro- ese salto adelante era tal, que no se le podía pedir que llo de los ferrocarriles, proyectando uniones aduane- triunfara. Los ejércitos de Piamonte-Cerdeña fueron ras con otros estados italianos y ejerciendo benéficas derrotados por los austriacos en sendas batallas de medidas a favor de la libertad de prensa. La apuesta renombre en los manuales de Historia Contempo- era clara: liberalismo y unificación. Piamonte-Cer- ránea: Custoza (1848) y Novara (1849). De forma deña dio así un primer paso decisivo, que le puso al indefectible, Carlos Alberto I tuvo que abdicar en su frente de un movimiento que ya no abandonaría. El hijo, Víctor Manuel II. Como consecuencia de las momento en que se producían estos hechos no era ca- derrotas, Austria recuperó su dominio sobre Lom- sual. Se estaba encendiendo la mecha de la tercera, y bardía y Venecia, así como su influencia sobre los más aguda, oleada revolucionaria liberal, la de 1848. ducados. Por su parte, la República Romana que En ese año, Roma y Nápoles consiguieron ciertas Mazzini había proclamado en la Ciudad Eterna no concesiones, aunque sería de nuevo Piamonte-Cer- corrió mejor suerte, y la intervención francesa per- deña quien diera las mayores zancadas en una carrera mitió a Pío XI restablecer plenamente su autoridad hacia la unidad que parecía ya inevitable. Y como se en los reconstituidos Estados Papales. En el Sur, el ha sugerido antes, esa unidad exigía la liberación del Gatopardo veía con satisfacción cómo la monarquía dogal vienés. En este sentido, la actuación de Carlos tradicional, el absolutismo borbónico, era igualmen- Alberto I de Saboya evidenció sus pretensiones. En te repuesta en Nápoles. ese año de 1848, Piamonte-Cerdeña veía promulgada una suerte de Carta Magna, el denominado Estatuto Así pues, en 1849, concluidas las tres oleadas Albertino, por el que el poder quedaba dividido en- revolucionarias liberales de la primera mitad del tre el monarca y un Parlamento de carácter bicameral. siglo XIX (1820, 1830 y 1848), Italia seguía sin Este hecho puede ser considerado un paso más, lógico existir. Bien es cierto que impulsos no habían falta- y esperado por el talante de este soberano, en el proce- do, y que la primera piedra, la base para el sueño so de autorreflexión que este Estado estaba viviendo, de la unidad nacional, estaba sólidamente puesta. El siempre por delante del resto de los estados italianos, núcleo aglutinador de las fuerzas que tenían como siempre tirando de ellos hacia un progreso que mu- norte la unificación era la expulsión de Austria, obs- chos querían, otros temían, y algunos se obstinaban táculo que impedía tanto la integración territorial en impedir. como el desarrollo y el progreso. El proceso unifica- dor conoció una nueva fase en el decenio compren- Pero Carlos Alberto I de Saboya no se conformó dido entre los años 1849 y 1859. Como bien pue- en esta ocasión con reformas políticas de carácter de imaginarse, el protagonismo recayó en el Reino interno; su reino podía adecuarse a los tiempos y, de Piamonte-Cerdeña, el Estado más desarrollado ciertamente, convertirse en un Estado liberal en lo económicamente, asentado políticamente y que dis- económico y político (con el parlamentarismo como ponía del mejor ejército de la península Itálica. Su icono de referencia), pero había estados en Italia que nuevo soberano, Víctor Manuel II, recogió el testigo no disponían de esa facilidad de maniobra política, de su padre, Carlos Alberto I, y mantuvo a los Sabo- pues realmente no tenían ni libertad, no eran dueños ya como adalides de unos movimientos unificadores de sí mismos, por carencia del resorte clave para ello: que encontraron su soporte en la burguesía mode- soberanía, independencia. Hay ocasiones en que de- rada piamontesa. Determinados el reino, la dinastía terminados personajes se convierten en protagonis- y la clase social llamados a unir a Italia, faltaba aún tas de la historia al tomar decisiones que adquieren por surgir la pieza que suele completar cada mecano el rango de históricas. La del rey piamontés fue una de los procesos históricos: el hombre. También apor- de esas decisiones: promovió, propició, impulsó y li- tado por Piamonte-Cerdeña, fue Camillo Benso, deró movimientos en distintas partes de Italia, como conde de Cavour. Fundador, en 1847 (junto con las sometidas Lombardía y Venecia, y declaró la gue- Cesare Balbo), de una publicación cuyo título ha- La Italia del príncipe Di Salina 6 www.anatomiadelahistoria.com
  • 7. ría fortuna, Il Risorgimento, este liberal moderado rales de otros estados europeos o, curiosamente, o al alcanzó al año siguiente un escaño que mantendría del propio Di Salina). Cavour también hizo frente a (salvo durante dos meses de 1849) hasta su muerte. la siempre espinosa cuestión de las relaciones Iglesia- Supo nadar perfectamente entre las dos principales Estado, apostando, de forma decidida por laicizar este corrientes de las aguas parlamentarias piamontesas, último; se opuso a la Compañía de Jesús por el do- ambas monárquicas constitucionales y representadas minio de la educación que ejercía, suprimió determi- por el centro-izquierda de Urbano Rattazzi (quien, nadas órdenes monásticas y abolió algunos privilegios con el tiempo, llegaría a ser presidente del Conse- eclesiásticos. Por último, sabedor de que el progreso jo de Ministros del Reino de Italia, entre marzo y y el fortalecimiento sólo podían venir de la mano del diciembre de 1862, y de abril a octubre de 1867) desarrollo y el crecimiento económico, atrajo inver- y el centro-derecha de Massimo d’Azeglio, como ya siones exteriores y efectuó profundas reformas es- se dijo, primer ministro de Piamonte-Cerdeña entre tructurales de la economía del reino para potenciar la 1849 y 1852. Pues bien, Cavour, fue ministro en el producción y expandir el comercio: construcción de Gobierno de este último, primeramente de Agricul- ferrocarriles, carreteras y diversas obras públicas; esta- tura, Comercio y Marina (1850) y luego de Finanzas blecimiento de bases agrícolas de nuevo cuño a partir (1851). En 1852, gracias a una coalición formada de cultivos de regadío; medidas destinadas a propiciar con el grupo de Rattazzi, Cavour se convirtió en el surgimiento de una potente industria siderúrgica y presidente del Consejo de Ministros de Piamonte- el fortalecimiento de la textil, etcétera. Cerdeña. Ya como tal, fue capaz de conseguir forjar un apoyo parlamentario suficiente entre los respec- Otro de los objetivos de Cavour, ineludible ante tivos seguidores de D’Azeglio y Rattazzi, o lo que es los acontecimientos que se avecinaban (y que sin lo mismo, entre las laderas derecha e izquierda del duda intuía, pues él mismo iba a detonar), fue la centro político, de la burguesía que tenía por objeti- reforma del Ejército. Para tal misión contó con la vo común la puesta en marcha de la unificación ita- inestimable colaboración del ministro de la Guerra liana, que exigía (y pese a la reiteración debe insistir- de su Consejo, el general Alfonso Ferrero, marqués se en ello) la conformación de un Estado territorial de La Marmora, otro personaje que llegaría a ser único y su desarrollo económico integral. Cavour presidente del Consejo de Ministro italiano (concre- sería capaz de lograrlo, tejiendo hilos, a veces invisi- tamente entre 1864 y 1866). bles, en los ámbitos interior y exterior; superando la misión del político común para elevarse a la condi- Las actuaciones de Cavour en Piamonte-Cerdeña ción de estadista reservada a muy pocos. dejaban lugar a pocas dudas respecto a sus inten- ciones. Pero el camino que conducía a la cima de El acceso de Cavour a la jefatura gubernamental en la unificación italiana era aún largo. Otro peldaño Piamonte-Cerdeña se tradujo en la materialización de que ascendió el estadista piamontés fue dejar claro una serie de medidas que reflejaban las teorías libera- que a esa cumbre de la unidad sólo se escalaría de la les políticas y económicas (si es que cabe disociar am- mano del reino del que era primer ministro: las otras bas). En primer lugar, consolidó un modelo político fuerzas partidarias de la creación de Italia debían cuyo pilar era la monarquía constitucional, en la que someter sus acciones a un único eje vertebrador. La el parlamentarismo estaría condicionado por la redu- unidad pasaba por admitir la sumisión a las directri- cida elasticidad que permitirían procesos electorales ces de Piamonte-Cerdeña. Aunque pudiera parecer de los que emanarían mayorías simples; evidentemen- labor compleja, no hay que olvidar que los principa- te, los sectores republicanos o simplemente demócra- les líderes de esos movimientos, entre los que se con- tas ‘amplios’ no iban a participar en ese juego político, taban Mazzini o Giuseppe Garibaldi, habían teni- que podrían poner en peligro con sus más ambiciosos do que buscar refugio en Piamonte-Cerdeña tras las anhelos (Cavour estaba a punto de propiciar grandes insurrecciones de 1848-1849. Así, en 1857, Cavour cambios, pero en un determinado ámbito y desde un fundaría la denominada Sociedad Nacional Italiana, orden establecido; su temor a la revolución o la insu- bajo cuyos supuestos teóricos encontraron amparo rrección social era idéntico al de los gobiernos libe- las diversas tendencias patriotas. La Italia del príncipe Di Salina 7 www.anatomiadelahistoria.com
  • 8. Fruto de las continuadas políticas de sus sobera- Lombardía y Venecia. Los franceses, a cambio de su nos y de Cavour, Piamonte-Cerdeña era, de forma ayuda, tendrían una suculenta recompensa territorial: indiscutida, el principal Estado de los que se exten- Niza y la Alta Saboya. dían por la aún no existente, pero deseada, Italia. Cavour sabía, no obstante, que la fortaleza de un La provocación piamontesa se produjo en forma Estado se mide también por la consistencia que se le de apoyo a los movimientos revolucionarios que los otorga desde el exterior. El reconocimiento de otros lombardos protagonizaron contra el Imperio Aus- países era indispensable, toda vez que habría de con- triaco de Francisco José I (quien se había conver- vertirse en apoyo material, humano o por lo menos tido en emperador en 1848 y el cual conservaría tal diplomático cuando llegase el momento de enfren- condición hasta su muerte, en 1916). La reacción tarse de nuevo a Austria. Si Piamonte-Cerdeña se austriaca fue rápida y, tal y como esperaban piamon- involucraba en las relaciones internacionales de la teses y franceses, desencadenó la que es llamada se- época, podría en el futuro demandar que la unifica- gunda guerra de la Independencia. En abril de 1859, ción italiana pasase a ser una cuestión internacional. tropas austriacas, comandadas por el general Ferencz Todo sería más fácil entonces. Cavour necesitaba Gyulai, invadieron territorio de Piamonte-Cerdeña. pues un resquicio para introducirse en el gran juego Las piezas iban cayendo según lo dispuesto en Plom- de la política europea de su tiempo. Y lo encontró bières, y la tendencia no cambiaría. Francia cum- en las lejanas tierras de la península, hoy ucraniana, plió lo pactado y prestó el auxilio comprometido a de Crimea. De buenas a primeras, si bien es cierto Piamonte-Cerdeña. Entre mayo y junio de ese año que con un reducido contingente (inferior a 20.000 1859, las derrotas austriacas se sucedieron: Monte- hombres), Piamonte-Cerdeña adquirió la condi- bello, Palestro, Magenta, Solferino… No habla- ción de nación beligerante en la guerra de Crimea mos desde luego de pequeñas escaramuzas, sino de (1853-1856), coligado con la Gran Bretaña de la combates de brutalidad mayúscula: en 1863, impre- reina Victoria I, con el II Imperio Francés de Napo- sionado por lo que había presenciado en Solferino, león III y con el Imperio Otomano de Abdulmecit el suizo Jean Henri Dunant promovería la funda- I; en el otro lado del campo de batalla, el Imperio ción del Comité Internacional de la Cruz Roja (y Ruso del zar Nicolás I. Cuando ese conflicto inter- un año después, doce países firmarían la I Conven- nacional finalizó en 1856 con el Congreso de París, ción de Ginebra). La unificación italiana vivía sus había llegado el momento esperado por Cavour para momentos más cruentos. Los desastres de la guerra plantear la cuestión de la unidad italiana ante los alcanzaron tal proporción que Napoleón III, pese a que habían sido sus aliados. que el conjunto de puntos acordados en Plombières no se había culminado, decidió poner fin a la parti- Convencido de la necesidad de encontrar un apoyo cipación en la contienda de su país (donde la opi- exterior para poder enfrentarse a Austria, Cavour optó nión pública se radicalizaba cada vez más en contra finalmente por Francia, que siempre contaría con el de una guerra que estaba suponiendo una auténti- condicionante que suponía el mantenimiento de su ca tragedia humana). Así, tras los Preliminares de relación con el papa (Napoleón III nunca podría po- Villafranca, los imperios francés y austriaco firma- ner en peligro ésta, si no quería perder, en el ámbito ron, en noviembre de 1859, la Paz de Zurich. Sin doméstico, el respaldo del sector ultramontano fran- Francia al lado, Víctor Manuel II no podía seguir la cés, profundamente identificado con el catolicismo). senda bélica. Hubiera sido un suicidio. Así que, tuvo El acercamiento entre Francia y Piamonte-Cerdeña se que renunciar a la incorporación de Venecia y con- materializó el 21 de julio de 1858, cuando Napoleón formarse con la de Lombardía, que Austria cedió a III y Cavour mantuvieron una reunión en la localidad Francia en el Tratado de Zurich y que, de inmediato, francesa de Plombières-les-Bains. De la entrevista de Francia traspasó a Piamonte-Cerdeña. Plombières emanó un acuerdo tan secreto como la propia sesión: Piamonte-Cerdeña iniciaría las hos- De forma simultánea a esos acontecimientos bé- tilidades contra el Imperio de Austria en el norte de licos, en el centro de Italia se desarrollaron diversos la península Itálica, con la intención de hacerse con movimientos cuyo objetivo era la integración en Pia- La Italia del príncipe Di Salina 8 www.anatomiadelahistoria.com
  • 9. monte-Cerdeña. En las insurgentes Toscana, Parma, ron en Turín, en marzo de 1861: era el primer Parla- Módena y Romaña nacieron asambleas constituyen- mento italiano. El día 17 de ese mes, Víctor Manuel tes que votaron la unión con Piamonte-Cerdeña, II fue proclamado rey de Italia. El 23, Cavour era confirmada de inmediato en plebiscitos populares. confirmado al frente del gobierno, siendo así el pri- En marzo de 1860, esos estados centrales pasaron mer presidente del Consejo de Ministros de Italia. a formar parte de Piamonte-Cerdeña. Este reino, a Casi cual bíblico Moisés, quien condujo a su pueblo su vez, entregó el 2 de abril la Alta Saboya y Niza a a una tierra prometida que no llegó a pisar, Cavour Francia, según lo convenido en Plombières. sí lo hizo, pero por poco tiempo. Como si el destino de este hombre hubiera sido crear el Estado italiano, En el segundo semestre de 1860 tuvo lugar otro una vez alumbrado éste su misión en la vida estaba de los hitos de la unificación, especialmente por el cumplida: el 6 de junio de ese año 1861, Cavour fa- halo de romanticismo de que estuvo rodeado. Fue la lleció. denominada Expedición de los Mil, pergeñada por el patriota Partido de Acción, respaldada por Ca- La neonata Italia perdía a su fundador cuando vour y encabezada por Giuseppe Garibaldi, quién, al aún eran múltiples las tareas pendientes. En la si- frente de un cuerpo de voluntarios, llamados Cami- guiente década fueron éstas afrontadas por sucesi- sas Rojas por su uniforme, se lanzó sobre Sicilia para vos gobiernos conservadores presididos por Bettino liberar las Dos Sicilias. Los garibaldinos tomaron la Ricasoli, conde de Brolio (junio de 1861-marzo de isla de Sicilia y, en septiembre de 1860, entraron en 862); Urbano Rattazzi (marzo-diciembre de 1862); Nápoles. Retomando nuestra historia inicial, es en Luigi Carlo Farini (diciembre de 1862-marzo de estos momentos cuando las oraciones del príncipe 1863); Marco Minghetti (marzo de 1863-septiem- Di Salina y su familia se ven interrumpidas por los bre de 1864); Alfonso Ferrero, marqués de La Mar- gritos y los disturbios. Estos hechos desembocaron, mora (septiembre de 1864-junio de 1866); de nuevo a su vez, en la disolución del reino borbónico de las Ricasoli (junio de 1866-abril de 1867) y Rattazzi Dos Sicilias, patria nacional y espiritual del Gatopar- (abril-octubre de 1867); conde Luigi Federico Me- do, donde se extinguen los últimos rescoldos de una nabrea (octubre de 1867-diciembre de 1869) y Gio- sociedad, de una época. Desde el norte, las tropas vanni Lanza (diciembre de 1869-agosto de 1873). piamontesas llegaban también al sur de Italia. En los últimos días de 1860, Nápoles y Sicilia se incorpo- Fueron años de inestabilidad, de reajustes necesa- raban a Piamonte-Cerdeña, unión ratificada previa- rios para la consolidación de un país surgido por la mente en un plebiscito. Un Lancaster indolente, el sucesiva agregación de entidades políticas muy dis- Gatopardo hastiado, sabedor de su derrota, vota sí tintas. Era necesario incorporar a Italia al entramado en las urnas, haciendo de nuevo gala de su pragmá- de las relaciones internacionales de la época, obte- tico espíritu de supervivencia: la única vía posible es niendo el pertinente reconocimiento diplomático en ya la adaptación al mal menor: siempre será mejor la el exterior; integrar a los sectores sociales desconten- unión con Piamonte-Cerdeña (los Saboya, al menos, tos (por eso el príncipe Di Salina recibe el ofreci- garantizan la continuidad monárquica y el orden) miento, que por supuesto declina, de convertirse en que la revolución y el advenimiento del régimen re- senador); establecer una nueva planta administrativa publicano que se antoja ideal para los garibaldinos. (en 1865, por ejemplo, Florencia adquirió la capita- No obstante, Garibaldi, que no vio culminada su lidad italiana); procurar la prosperidad y el desarro- pretensión de alcanzar Roma, reconoció finalmen- llo económico; y culminar la unidad territorial, pues te también como rey a Víctor Manuel II. También no podemos olvidar que esta primera Italia era una en 1860, en el mes de noviembre, los territorios de Italia sin Venecia y los Estados Pontificios (es decir, las Marcas y Umbría se segregaron del Papado para sin Roma y las tierras del Lacio). Este último punto unirse a Piamonte-Cerdeña. fue al que los referidos gabinetes otorgaron priori- dad. En dos ocasiones se recurrió a la vía Garibaldi, En todos los territorios ya unidos se celebraron pero las respectivas marchas de éste sobre Roma, en procesos electorales. Los diputados electos se reunie- 1862 y 1867, fracasaron. La cuadratura del círculo, La Italia del príncipe Di Salina 9 www.anatomiadelahistoria.com
  • 10. la completa unificación, fue posible por determina- de 1870, un plebiscito aprobó la anexión. En 1871, das circunstancias internacionales. Roma fue proclamada oficialmente capital del Reino de Italia. En abril de 1866, Italia firmó con Prusia una alianza para el caso de una hipotética guerra con El proceso unificador había concluido. Eso no Austria. En junio de ese mismo año, se iniciaba la significa que a la nueva Italia unificada le esperara Guerra Austro-prusiana. Tras la victoria de Prusia una cómoda y placentera existencia, exenta de pro- en la batalla de Sadowa y la firma de la Paz de Vie- blemas. Éstos serían de muy diversa índole, incluso na, por intermediación francesa y después de cele- porque muchos consideraban que ni la unificación brarse un plebiscito, el Estado de Venecia se incor- territorial era aún plena. De un lado, quedaba por poró a Italia en octubre de 1866. resolver el irredentismo por determinados territorios (Trentino e Istria), sobre los que Italia mantendría El proceso de unificación concluyó con la lla- de forma reiterada las reivindicaciones de su sobe- mada cuestión romana. Italia no estaba dispuesta, ranía. De otro, la cuestión romana: la controvertida en ningún modo, a renunciar a Roma, la que había situación de la Ciudad del Vaticano habría de espe- de ser su capital. La misma obstinación, en sentido rar aún muchos años una solución definitiva, que opuesto, mostraba Pío IX (apoyado por Napoleón no llegaría hasta la firma de los acuerdos y pactos de III), quien nunca cedería la soberanía papal sobre Letrán, en 1929, por el papa Pío XI y el gobierno de Roma y el Lacio. La situación se alteró en 1870: al Benito Mussolini. Para entonces, la vida italiana ha- comenzar la Guerra Franco-prusiana, los contin- bía conocido nuevos giros, inesperadas apariciones. gentes franceses que custodiaban Roma tuvieron ¿Qué hubiera pensado el Gatopardo del fascismo, que dejar la ciudad a su suerte. Como consecuencia del comunismo? Posiblemente, habría despreciado a del desastre bélico sufrido por Francia en la batalla ambos, por vulgares, pero hubiera aceptado los cam- de Sedan, que acarreó la abdicación de Napoleón III bios para que nada cambiara realmente. Para poder en septiembre de ese año 1870, el gobierno italiano seguir cazando, bailando en sus cada vez más vacíos de Giovanni Lanza adoptó la decisión de mandar salones. Pero eso es historia-ficción. O, como míni- al Ejército sobre Roma, que fue ocupada pese a la mo, otra historia. resistencia de Pío IX. Finalmente, el 2 de octubre Rafael Esteban de los Ángeles La Italia del príncipe Di Salina 10 www.anatomiadelahistoria.com