Nathan y Jonatas eran dos esclavas negras que llegaron a la vida de Manuela Sáenz como un regalo de su padre. Crecieron como amigas cercanas y compañeras. A pesar de ser esclavas, ayudaron a Manuela Sáenz a espiar a los españoles y a informar a las fuerzas libertadoras durante la guerra por la independencia del Perú. Acompañaron a Manuela Sáenz hasta su exilio final en Paita, donde eventualmente murieron.