1. CUENTOS DE REALISMO MÁGICO
Una tarde de agosto, en 2013, esperaba muy contenta a mis titas y primos, quienes se alojarían
desde ese mismo día, y para todo el verano, en nuestra casa de la playa en el Paseo de San
Cristóbal, justo a doce pasos del mar.
Lo que más me emocionaba era que habían adoptado a una niña del desierto del Sáhara, solamente
por dos meses, para que pasara el verano con nosotros.
Por fin vi el coche, aparcado justo en la acera de enfrente. Fui a saludar a Dumaja, la niña saharaui,
quien compartiría dormitorio conmigo y mi prima Ángela. Mi primo Gabriel eligió un cuarto para él
solo, y así poder escuchar sus horrorosas canciones de rock duro, que hacían retumbar toda la casa.
Nos pusimos el pijama mientras que Ángela se cepillaba el pelo. Íbamos a meternos en la cama,
cuando al tocar el borde, me clavé una astilla en el dedo. Dumaja corrió en mi ayuda. Ella me la
sacaría, pero me dolería, aseguró. Y no se equivocó. Ví las estrellas, vi como los cuadros se caían, el
espejo estallaba en mil añicos y las camas se hundían. Cuando abrí los ojos una gran sombra en
forma de astilla me cubría. No dijo nada. Se escurrió por la ventana hasta perderse entre las
palmeras de la playa.
Martina Salvago
Marina era una chica como cualquier otra, pero tenía un secreto que no podía contar.
Un día, paseando con su perro, conoció a un chico. Pablo era maravilloso; todas las tardes jugaban
en el parque, iban al cine y compartían su mayor afición: leer. Esta fue la razón por la que Marina
decidió compartir también su secreto con Pablo. Sabía de la existencia de un lugar llamado el
“Cementerio de los Libros Olvidados”, un lugar fantástico lleno de libros.
Una noche fueron a verlo. Tocó tres veces en la puerta y se abrieron las enormes puertas de madera
del castillo, seguían pasillos y pasillos estrechos inundados de libros, montones de libros, ordenados
en inmensas estanterías. El castillo tenía una particularidad: era invisible para el resto de los
humanos. Pablo prometió guardar el secreto.
Abraham Alaminos
Una vez mi primo Adrián se cayó y nadie de la familia lo vió. Él estaba allí, a lo lejos, cuando
una sombra le tranquilizó avisándole de que alguien de su familia vendría a ayudarle. Desapareció
la sombra y su tío llegó a recogerlo. Adrián siguió jugando con el resto de primos...volvió a
aparecer la sombra que, testaruda, quería el reconocimiento y agradecimiento de Adrián por haberle
avisado de la ayuda. Adrián asintió no sin miedo, y corrió hacia el juego.
Celeste Pagés
Una vez estuve en la piscina de una amiga y sus primos. Mi amiga discutió con todos nosotros
por un trabajo de matemáticas que debíamos realizar. Hicimos una apuesta: quién aguantaba más
debajo de agua.
Todos nos metimos en la piscina y mi amiga estuvo durante quince largos minutos. Nosotros nos
asustamos y gritamos. Ella tenía la piel diferente, y la cara deformada. Era un pez. Nosotros
guardaríamos su secreto.
Paula Fernández