1. Palabras de apertura al FORO de Educación Sexual por
parte del Inspector Departamental
Mtro. Edgardo Laxague Nan.
La sexualidad humana
El documento de Posición de la Organización Mundial de la Salud a la
Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo, señala: “La
personalidad humana se expresa de diversas formas y la sexualidad humana
constituye una parte integral de la misma, que influye en pensamientos,
sentimientos, interacciones y acciones, y que constituye a la energía que motiva a las
personas a buscar amor, proximidad, calidez e intimidad, y de esta forma alcanzar la
salud mental y física”.
La niñez y la juventud en el mundo de hoy:
La niñez y la juventud y el mundo de hoy no son objetos naturales, son
realidades cambiantes, imprevisibles y nuestra intención es captar el movimiento, la
transformación, las secuencias lógicas, locales y fragmentarias y no la universalidad.
El igual que el amante, que para amar tiene que dar pruebas de ello cada vez,
de manera fugaz, no duradera, no almacenable, el docente, como en cualquier
artesano, busca conquistar destrezas, inventa pericias que a veces mejoren la
performance.
Lo propio de lo humano es entonces un proceso de producción y creación en
perpetua reformulación y re-elaboración.
Los referentes sociales que organizan nuestra mente y nuestra subjetividad:
familia, trabajo y ocio, sexualidad y placer, lo permitido y lo prohibido en el placer, han
tenido cambios radicales en las últimas décadas, ha habido al decir del sicoanalista una
“mutación civilizatoria”.
El Gran Otro del siglo XX, (de la modernidad y la ilustración), fueron la Iglesia y
el Estado, que pautaban un orden: a respetar o a transgredir.
Actualmente este tiempo que llamamos post modernidad, no se caracteriza
sólo por los cambios de un orden establecido, sino porque los sujetos que advienen a
su adolescencia y a su juventud, no tienen marcos referenciales claramente definidos
con los que tramitar sus sujeciones y rebeldías.
Hay crisis de los garantes meta sociales, que hoy están fallantes o abolidos o
son múltiples y fragmentados. Por eso se habla del fin de los grandes relatos y de la
muerte de las ideologías.
Lo que en los jóvenes de hoy llamamos cultura de la urgencia y cultura de lo
ilimitado, con pasajes al acto (agresiones sociopáticas) o pasajes al cuerpo (adicciones,
trastornos alimentarios), cuadros que expresan o traducen la crisis de una relación
armónica entre el sujeto y su mundo.
En el pasado se generaban hechos donde lo íntimo y lo colectivo se
acompasaban. Hoy, la crisis de los referentes exige a cada sujeto un mayor trabajo en
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2. el nacimiento de su singularidad, que cuando fracasa produce las patologías que están
en auge.
Cada niño y adolescente comienza en la forja de su singularidad, de modo
airado y afirmativo o balbuceante o cavilatorio. Van a tejer su aventura personal de
significaciones para ser alguien, para posicionarse de una cierta manera en sus
vínculos, sus relaciones interpersonales, ante la capacitación que deban realizar para
ser alguien en el mundo del trabajo y del ocio, de la sensualidad y de la moralidad, del
placer y la transgresión. En esto podemos ver una diferencia radical entre el modo de
conocer de unos y otros. Las ciencias sociales consignan regularidades observables que
apuntan a la generalización de los aspectos relevantes. Nosotros los docentes hacemos
un trabajo parecido a los sicoanalistas, buscamos saber cómo, un sujeto singular, se
apropia de los comportamientos, pautas y normas que prevalecen en una cultura dada
y qué posiciones adopta para someterse u oponerse a ellas promoviendo aquellas que
les sean más ventajosas para ser un ciudadano feliz en una democracia. Qué conflictos,
adhesiones, lealtades o rechazos, le promueven las pautas existentes.
Es al interior de la agitación de estos referentes sociales que se organiza la
subjetividad y la psicopatología.
Porque las funciones parentales han cambiado, porque han cambiado las
reglas de lo permitido y lo prohibido y porque la construcción del tiempo psíquico se
apoya en códigos diferentes. Es en este contexto que aparece lo que Ulrich Beck
denomina libertad biográfica del individuo; o sea el poder de decidir respecto de la
vida propia. Esto llena al sujeto de nuevas alternativas y lo coloca bajo
responsabilidades nuevas. Mientras que, por ejemplo, en la Edad Media, la mayor
parte de la vida de cualquier individuo estaba decidida de antemano por su genealogía
y por la inscripción social de su condición, las sociedades contemporáneas producen
un sujeto que puede hacer sobre su biografía casi cualquier transformación: cambiar
de nacionalidad, de aspecto físico, de ocupación, y hasta de género, elegir vivir solo o
en pareja, de manera ortodoxa o heterodoxa, tener o no tener descendencia, etc.
Todas estas alternativas pueden leerse como una ampliación de la democracia política
a la vida privada e incluso íntima de los sujetos contemporáneos, aunque provoquen la
angustia de tener que hacerse responsable de la propia suerte, sin poder delegarla en
instituciones, clanes y sistemas de parentesco, grupos de referencia o sistemas
normativos predeterminados. Memoria y relato están alterados en el mundo de hoy
por la aceleración vertiginosa de lo que Norbert Lechner llama la "construcción del
tiempo social" hecho que se ha difundido con nomenclaturas tales como "cultura de lo
efímero" o "de la instantaneidad". No puedo disfrutar del ocio si tengo cosas
pendientes. Siempre estoy pendiente de la agenda y del celular.
Un diálogo contemporáneo:
- Má, estoy en el ascensor, poné mi milanesa a freir.
- Pá, qué presión tengo que poner a los neumáticos del auto?
Los mapas mentales tradicionales (familia, trabajo, proyecto) son obsoletos y los
nuevos códigos son aún borrosos e inseguros. Hay orfandad de códigos
interpretativos, se añoran las certezas de antaño donde se forjaban y sostenían
identidades estables.
El exceso de datos y de información (mundo editorial y mediático obligan)
perturban la lectura y dificultan la comprensión. Los autores que he consultado
convergen, (casi diría coinciden) en afirmar (desde distintos enfoques y perspectivas)
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3. en que uno de los vectores más alterados en la cultura contemporánea es la
percepción y construcción del tiempo social y del tiempo vivencial. Tanto en la
sincronía de los ritmos cotidianos como en la diacronía del modo de articular el
pasado, el presente y el futuro.
En la modernidad de los sesenta, a pesar de haber pasado por guerras y
genocidios, se vivía empapado en la creencia de un futuro mejor. Tal vez desde Hegel y
Marx, un pilar de la mentalidad moderna fue la noción de progreso de la historia, de la
expansión del conocimiento y la confianza en los efectos del crecimiento de la ciencia y
la tecnología: El Iluminismo y la Ilustración traerían un mundo mejor. En poco tiempo,
el imaginario colectivo viró de esta confianza en un futuro esperanzado, disfrutando de
la equidad en la distribución de bienes y riquezas, a un futuro amenazante o incierto,
de superpoblación del planeta, del agotamiento de materias primas esenciales y de
desequilibrios ecológicos por el efecto invernadero. ¿Cómo se apropian los individuos
de éstos imaginarios colectivos prevalentes?
La familia tradicional, con el padre como sostén de la familia y la mujer en la
casa, es ya una reliquia del pasado. La emancipación de la mujer es para muchos
pensadores el hecho más relevante del Siglo XX, rompiendo atavismos seculares o
milenarios. Pero el derrumbe del orden patriarcal tradicional, debe tener
consecuencias para la sociedad y la mente, que no podemos capturar solo con el
comentario de un tradicionalismo freudiano es un desafío a nuestra sagacidad el
progresar en esta dirección.
El fracaso de nuestras utopías modernistas y el derrumbe de la figura patriarcal,
nos lleva a desistir de ejercer la función tradicional de autoridad. Hay que hilar fino
para ver cuánto de esto es progreso y cuanto es debilidad. No hay peor porrazo que
aquel que alguien se da empujando una puerta abierta. Aún con nuestras cegueras y
torpezas, nuestras incertidumbres y puntos ciegos, nuestra generación debe expresar
sus verdades y certezas, por más tontas que sean y no rehuir, como ocurre a menudo,
a la confrontación generacional.
La salud social no es ausencia de conflicto, decía Bleger, sino el desafío de
hacerlo fecundo y productivo, al servicio de la vida. En los cambios de la cultura actual,
el progreso hacia la diversidad, a su tolerancia y legitimación puede ser
enriquecimiento o puede ser el chisporroteo trivial de diversidades que no se
confrontan entre sí.
Nuestras dudas e incertidumbres no nos deben paralizar, no nos deben llevar
al desistimiento, porque la generación que llega, necesita de la resistencia y de la
oposición de la generación que está, para inventar la aventura de su emancipación y
crear su originalidad. Hoy pensamos no solo en causalidades multifactoriales
interactuando, modelos complejos o caóticos y sobre todo hemos renunciado a
develar una esencia (por ejemplo: la naturaleza humana), para consolarnos con
saberes fragmentarios y transitorios, porque sabemos que lo que observamos es una
construcción social en perpetua mutación y variabilidad. La humanidad ha pasado de
un universo platónico, donde la variación es un accidente, a la revolución darwiniana
donde la variación es la arista más importante de la realidad natural y sobre todo
humana, es decir social.
La educación sexual en la niñez
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4. Todos percibimos que hoy vivimos en un mundo muy diferente, de cambios
vertiginosos, signado por la inmediatez, el consumismo, nuevas modalidades en las
estructuras familiares, en los parámetros de conductas, etc.
Desde 1996, la Organización Mundial de la Salud consideró la violencia como
uno de los principales problemas de la salud pública en todo el mundo. Lo que nos
interesa entonces, es indagar, preguntarnos, ante estos cambios, qué tipo de
configuraciones vinculares, se están generando y vivenciando en niños y adolescentes.
Es interesante tener en cuenta la caída de los vínculos confiables. Esto podemos verlo
en la familia, en la ausencia de su función de apuntalamiento (el amar, el contener, la
falta de límites referenciales) que genera fallas en el proceso de subjetivación.
Paralelamente, la penetración precoz de los mitos sociales actuales (el hombre
de éxito, la mujer de éxito, la eficacia, los cánones de belleza, el vivir en la
instantaneidad, el individualismo extremo) nos lleva a pensar en qué transformaciones
se están produciendo en las construcciones de identidad.
Cómo actuar en la incertidumbre para la incertidumbre
“Los sujetos que llegan a su adolescencia o a su juventud no tienen marcos
referenciales claramente definidos con los que tramitar sus sujeciones y rebeldías. Hay
crisis de los garantes metasociales (y metapsíquicos), que hoy están fallantes o
abolidos o son múltiples y fragmentados... De esa fragmentación de los referentes
culturales surge a veces la radicalización y fanatización de particularismos identitarios,
son cambios en las reglas que garantizan o hacen tambalear las alianzas y las
prohibiciones que antaño eran claras. Hoy la velocidad de los cambios ha
desestabilizado ese equilibrio”.
Se nos presentan conflictos para los que no tenemos la solución óptima, sino
que solo podemos aspirar a la menos mala, la que comporte consecuencias menos
devastadoras para nosotros mismos y para los otros.
En esos momentos difíciles estamos solos. Podemos recurrir al amigo, al
consejero, al cura, al rabino o al psicoanalista, podemos ser sumisos o transgresores
del mandato social, o religioso, o jurídico, o laico; podemos adaptarnos o rebelarnos
contra la moral convencional o a las costumbres prevalentes, pero en la decisión
estamos absolutamente solos y lo único que es exigible es ser un sujeto crítico,
responsable de sus actos y de su ética; que escape a la caricatura del pelele sumiso o
del rebelde sin causa.
El partir de nosotros, los adultos, de nuestras cualidades, de nuestras virtudes y
miserias, de nuestros valores y convicciones, pero también de nuestras
contradicciones, conflictos y censuras porque pienso que lo que damos y
transmitimos es lo que somos y que la educación sexual nos involucra, nos implica, en
la totalidad de nuestra condición de sujetos. De sujetos virtuosos, problemáticos o
conflictuales pero al menos nos alerta de que la educación sexual no es informar. No
que informar sea superfluo o innecesario; si que informar es accesorio y a veces
anodino, trivial, en todo caso insuficiente para hablar de educación sexual. Lo esencial
no está en el escenario, sino entre bambalinas, que por más que se informe la
anatomía y la fisiología de la genitalidad, hay otro saber que se juega en otro
escenario, que se parece más a la literatura fantástica o de terror que al clima cordial
que se promueve en la escuela.
Pero el acto educativo no está en la exhibición del espectáculo, sino en la
cocina donde se procesan y trabajan los problemas. Lo mucho que podemos hacer es
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5. estar disponibles y acompañar. No dejar solo al pequeño sujeto en su drama. “El
abuso incestuoso no es privativo de la promiscuidad propia de la pobreza de las
poblaciones marginales, es una pandemia que toma todos los estratos sociales”
Poner límites a su desborde y a su angustia, con actos y palabras. La angustia
que acompaña a algo que se cree inconfesable puede y suele contagiarse al
interlocutor y este se protege de ser invadido, haciendo de Poncio Pilatos o tomándose
las de Villadiego.
Tolerar, contener, y encauzar algo de este alboroto es un punto fundamental
de la educación sexual, de esa desmesura en la conducta que tiene casi sin dudas una
apoyatura o un punto significativo en el desasosiego de la vida erótica temprana.
La educación sexual no se hace con angelitos ni en un clima celestial. Más bien
se acerca a la violencia del infierno, pero es parte de nuestro oficio, de psicoanalistas o
de docentes, estar atentos a asumir los desafíos de la educación sexual, tanto en la
poética de su vertiente saludable, como componente esencial en el desarrollo de un
ser humano, como en la vertiente mortífera, en el rostro sórdido de la aberración
sexual.
Para lo sano y para lo aberrante, lo esencial es que los adultos estemos
disponibles. La dificultad reside en que se pone al rojo vivo la frontera entre lo íntimo
y lo público, que es siempre una frontera delicada, y que la intrusión de la instrucción
pública, de los poderes del Estado en la vida familiar puede llevar al abuso y conllevar
deslices y errores. También en nombre de proteger la intimidad se encubren los peores
maltratos.
En fin, la frontera es muy compleja. Creo que en la sociedad contemporánea el
riesgo es el opuesto, es el ser omiso y dejar su difusión a la llamada libertad de
expresión del mercado, donde quien educa es la televisión (siempre proclive a lo
obsceno y pornográfico), es asumir para la escuela la responsabilidad de intervenir
porque, a pesar de nuestras limitaciones e incertidumbres, el acto docente siempre es
más decente. Hay que asumir la incertidumbre, la falta de certeza entre lo correcto y lo
blasfemo.
A lo largo de la historia, las culturas han producido las normas y costumbres
que delimitan lo permitido, lo transgresor y lo aberrante, y siempre nos llevan a
considerar situaciones donde la diferencia entre lo correcto y lo aberrante son nítidas
pero también otras donde estos límites son borrosos. En un mundo que cambia a
ritmo acelerado no siempre es fácil pronunciarse con criterios conservadores y otros
renovadores acerca de lo que está bien y está mal. Este es un desafío crucial para los
maestros de hoy, no sólo enseñar lo que es sabido y aceptado, sino poder incursionar
en aquello que los interroga y los inquieta en la incertidumbre; porque en ese mismo
gesto –el de aventurarse en las dudas y la falta de certezas– que se transmite el
desarrollo de un pensamiento crítico y la aptitud para explorar lo nuevo e
inesperado.
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