2. La inquietud por el tema de la evaluación de la ciencia y la tecnología es doble: por un lado parto del
reconocimiento de la necesidad de construir una herramienta para evaluar su proceso de
construcción y sus productos, eso es en última instancia la evaluación, una herramienta, pero por el
otro, reconozco también las limitaciones de la modalidad tradicional de evaluación que es también
uno modo de mirar la ciencia y la tecnología.
3. El quiebre del consenso social construido en torno de
los logros de la ciencia y la tecnología provocado
desde múltiples frentes, académicos –epistemología,
sociología del conocimiento, antropología de la
ciencia y la tecnología, etc.- y fundamentalmente
políticos, -movimientos de protesta contra ciertos
desarrollos del sistema científico-tecnológico,
cuestionamiento a la racionalidad instrumental, al
papel de los expertos, entre otros-, facilitó la
emergencia de un campo multidisciplinar como es el
de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad.
4. Campo que no está exento de tensiones
provenientes de líneas o tradiciones que se han
desarrollado con intereses a veces muy marcados
que han llevado a Steve Fuller a caracterizar con
cierta ironía como “alta iglesia” y “baja iglesia “ para
referirse a las tradiciones académica y política o
activista, respectivamente.
5. No es mi intención abordar este punto, pero sí
quiero mencionarlo para caracterizar aunque más
no sea de modo general el contexto en el cual me
parece fundamental situar a la evaluación de la
ciencia y la tecnología como un “objeto de
conocimiento” susceptible de ser abordado también
desde una mirada política, y cuando digo política
me estoy refiriendo entre otras cosas, a incluir en el
análisis el amplio grupo de actores interesados,
involucrados y afectados en el proceso de su
construcción.
6. Más allá de las ironías de Fuller y las limitaciones que se derivan de mirar las dos
tradiciones como compartimentos estancos, considero que los estudios originados en el
ámbito del llamado “Programa fuerte de la sociología del conocimiento científico” a través
de los trabajos producidos en la Universidad de Edimburgo durante la década del setenta
para dar cuenta del carácter construido de la ciencia y su extensión posterior al estudio de
la tecnología durante la década del ochenta, han permitido mirar a la ciencia y a la
tecnología como productos sociales, y como tales susceptibles de reinterpretaciones.
7. En este trabajo me voy a centrar en lo que podría
ser un marco conceptual posible para la evaluación
constructiva de un tipo particular de tecnología: las
tecnologías médicas, y dentro de ellas las
reproductivas, tratando de reflexionar acerca de la
“flexibilidad interpretativa y realizativa” (Bijker, 1997)
de una tecnología en un contexto en el cual el
proceso de medicalización es un fenómeno
imposible de soslayar.
8. Esta discusión se estructura en torno de algunos
temas claves, entre los cuales señalo: el aumento
de la reflexividad social y la emergencia de una
agenda política en torno a los problemas de la vida.
Luego voy a remitirme brevemente a algunos
abordajes antropológicos centrados en el estudio de
las representaciones y prácticas asociadas con el
desarrollo y aplicación de las tecnologías
reproductivas, especialmente las técnicas de
diagnóstico prenatal y su impacto en la forma en
que las mujeres están experimentando el embarazo
y cómo este evento adquiere nuevos significados en
nuestra sociedad.