La mitad de la población en el Interior vive en las capitales
1. 10 de Enero de 2016 – Número 634
LA MITAD DE LA POBLACIÓN EN EL
INTERIOR VIVE EN LAS CAPITALES
Una de las principales barreras al progreso social es la fuerte concentración de
población en grandes centros urbanos. El fenómeno está asociado a la aplicación
sistemática de políticas que discriminan a las comunidades más pequeñas. Para
revertir este proceso se requieren reglas que descentralicen recursos y poder de
decisión, y prioricen la inversión en infraestructura y servicios que aumenten la
calidad de vida en el interior del país.
La alta concentración de población en grandes urbes es una de las barreras que condiciona
las posibilidades de progreso. Refleja la falta de oportunidades que prevalece en
comunidades más pequeñas del interior que motoriza las migraciones internas. De aquí que
una distribución geográfica más armónica de la población y menores brechas de
calidad de vida entre regiones debería ser parte central en la agenda del desarrollo.
La faceta más conocida de este fenómeno es la enorme concentración de población en el
aglomerado que conforma la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Mientras que
en la Capital y sus alrededores vive el 36% de los argentinos, en Alemania para alcanzar
similar porcentaje, hay que sumar la población de las 20 ciudades más grandes y en
Francia hay que sumar a la población de las 10 ciudades de mayor envergadura.
Un aspecto menos debatido es la concentración de la población al interior de cada
provincia. Dejando de lado las provincias de Santa Fe y Neuquén, donde sus capitales no
son las ciudades más grandes, los datos del INDEC referidos al total de la población urbana
señalan que:
• En 11 provincias la capital aglutina entre el 50% y el 80% de la población.
• En 8 provincias la capital aglutina entre el 33% y el 50% de la población.
• Sólo en Entre Ríos, la capital concentra el 24% de la población.
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2. Estos datos muestran que la concentración de población urbana a nivel nacional se
reproduce con mayor intensidad al interior de cada provincia. Incluso en la provincia
con menos concentración, Entre Ríos, la capital Paraná absorbe un 24% de la población
urbana. Se trata de una proporción todavía alta si se tiene en cuenta que, por ejemplo, París
aglutina el 18% de la población de Francia o que en Berlín vive el 5% de la población de
Alemania. Que la mitad de la población del interior del país habite en las capitales de
cada provincia es un tema de alta relevancia para el diseño de políticas públicas.
La distorsionada distribución de la población está asociada a la aplicación sistemática de
políticas que discriminan a las comunidades más pequeñas. En el interior, la producción
es castigada por retenciones a las exportaciones, aranceles a las importaciones de
máquinas e insumos y la falta de infraestructura. A su vez, la concentración económica y
política que genera el régimen de coparticipación nacional de impuestos se potencia por
reglas de similares características que muchas provincias le aplican a sus municipios.
Revertir la desordenada concentración de la población demandará mucho esfuerzo. Un
componente clave es instrumentar un ambicioso plan de inversión en infraestructura.
Esto requiere dejar de canalizar recursos públicos a fines improductivos. Por eso, es buena
señal la revisión de las contrataciones de empleo público espurio. Pero además es
fundamental que el plan este centrado en reparar los daños generados por la
sistemática discriminación contra las pequeñas comunidades. Planteado de esta
manera, las áreas prioritarias son el transporte, la energía, la red digital y las inversiones que
contribuyan aumentar la calidad de los servicios en las pequeñas poblaciones (cloacas,
agua, salud, educación, etc.). En igual sentido, si se van a usar fondos públicos para
preservar la línea aérea de bandera, hay que dejar de hacerlo para subsidiar vuelos al
exterior cuando la densidad de vuelos entre ciudades del interior es bajísima.
Los avances acelerados de las comunicaciones y la digitalización hacen que las
relaciones económicas y sociales dejen de requerir cercanía física. Para estudiar,
producir y estar plenamente integrados al país y al mundo no hace falta vivir en grandes
urbes. Este cambio tecnológico agrega una razón adicional para priorizar el desarrollo de la
infraestructura y los servicios en las comunidades más pequeñas del interior del país.
Concentración de la población en las capitales de provincias del interior
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